viernes, 18 de noviembre de 2011
5181.- SILVIO GONZÁLEZ
Silvio González, nació en Rosario, en 1965, donde actualmente reside. Tiene publicados poemas en diversas antologías. Presentador de "La poesía en los Bares", ciclo que lleva más de diez años ininterrumpidos de encuentros. Ha publicado "Barrio Refinería"(edit. Ciudad Gótica, Rosario, 2006). Participó del XV Festival Internacional de Poesía de Rosario, año 2007.
La casa
Cuando lotearon esta manzana
teníamos la esperanza nueva
de edificar allí una casa
Tiempo después pudimos realizar el milagro
de mudar los sueños que habíamos construido
en el lugar más humildemente ambicioso del futuro
luego,
llegaron los colores a los muros
el cartero con las noticias
las películas se hicieron viejas
las golosinas endurecieron
y los juguetes de madera y de lata
nos abandonaron definitivamente junto a nuestros niños.
Hay tardes en que recordamos
al quebrar el sol sobre el tapial
y terminar una jornada más
cuando formábamos aquella fila
y el pasamanos de ladrillos cruzaba el brillo de nuestras miradas
con la fugacidad de la risa joven ardiendo en un tambor de cal
y la inminencia del cemento fraguando en los baldes
King size
Es el. Un humo helado lanzado
por la boca. Una pitada
de vehemencia ultima. Es la punta del zapato
atornillando su sombra a tierra y los restos
de papel tabaco y saliva. El que contempla
una figura difusa abandonarlo sin causa.
El que descalzo comprende que siempre
estuvo allí la tinta fría. La piedra. La galería
de baldosas con arabescos: cielo de niño.
El que acerca la llama a sus labios
enciende otro cigarrillo y piensa en dejar
de fumar, de beber,
y pensar en cosas que no existen.
El animal
Los perros se parecen a lo mejor de sus dueños
Cuando el dueño come, el perro mueve la cola
Cuando el dueño duerme, el perro duerme
Cuando el dueño está triste, el perro es un perro
Y ante su dueño triste el perro perro lame la mano de ese animal que no responde a ningún llamado
un animal que de pronto se ha quedado helado ante un mundo lleno de posibilidades
sentado en una silla del comedor
mirando fijamente el collar sobre la mesa
Tatuajes
Y a la antigua recorrí los precios y en un bolso de yute traje los saldos menos estropeados.
Puse la luz de la celosía sobre la mesa, tendí el mantel en un pequeño rincón y desayuné mates con galleta marina. Ni me sumí en tu foto ni calé ningún vitral.
Acunado, encendí el televisor para ver una de esas películas nacionales viejas, nuestras, donde los límites de la señal y la luz estampaban la simétrica mariposa del futuro en nuestro pecho y sonreíamos entonces ante aquellos tatuajes en blanco y negro de corazones atravesados por flechas sin veneno, madre.
Marcha
La luz voraz
reptando en los rieles,
el chirriar de los vagones
y el polvo cayendo
sobre los yuyos
en la tarde descarrilada.
A los que disponen de ventanillas:
calculen en qué país estaremos.
http://alpialdelapalabra.blogspot.com/
Refinería
Un pibe escapa por la ventana,
hace polvo la siesta de su hora
admitía una ciudad posible
en su cuadra, mujeres de puntas
rosadas y ocres intencionados
caídos de los sucios plátanos
ese imperio de cardos, su tajo
de vías y girasoles secos,
de crepitantes langostas negras
y pequeños hallazgos de carros
La bendición de la sangre quieta
esa verdad que vierte hacia el alma:
memoria de veredas lavadas
sonido de tacos y cuchillos
Un humo desastroso de cereal
purificaba el pobre porvenir
trayendo un gospel de barrio bajo
para morir tras el cañaveral
Los viejos poblaron con sombras
el nombre de un barrio iluminado
con restos de países lejanos
guitarras y voces de avería
Los viejos que dejaron
la pérfida misión de la mudanza,
la piedra que abrillanto alucinado
contra el paredón del ferrocarril
a una hora en que el pibe regresa
de la siesta que jamás durmió.
Refinería II
A los viejos de mi barrio
Todos morimos en un cañaveral
al arrullo de chalas secas
y al costado del camino
Todos supimos del paso efímero
del tren de pasajeros,
nuestra carga era el cereal,
la abstracta rutina del granero
del mundo
jamás convertimos en quintales
ningún sueño
Somos el barrio
la vía y
el espíritu santo
de las fábricas vacías
Creer
Años después
hallé la cortada tomada
el viento la bamboleaba
como a un puente
cerré los ojos y
creí
reptaba en los restos de vías
un brillo
como por las arrugas de un viejo rostro
una lágrima
cerré los ojos
y creí
creí intensamente
La otra casa
Lavé todas las sombras de la casa
pero aún tu sonrisa vibraba
como el paso del tren
dormí en la habitación más alejada de la noche
desperté en la mañana más afligida y más nueva
y hallé el patio, la enredadera y el tendedero
allí
Vecinas del barrio
Las vecinas, mayores,
mientras barren
miran
¿buscarán ,
cabeza gacha,
alguna pertenencia
en las veredas?
¿Recordarán
viejos salones de baile?
¿a sus compañeros?
¿navidades
de mesas tendidas en la calle
bajo la sombra de los plátanos?
¿Aventarán la realidad
Sus movimientos
como a una pequeña brasa?
¿Serán una excusa
sus escobas ?
Ofrenda
Esperanzas tan íntimas
que no dan lugar
recetas con medidas exactas
que sólo requieren arte
fruteras en el centro de los abrazos
y sonidos de pájaros
y agua de los patios
y camisas dadas al viento
y calle de tierra sin regar
y tormenta
un rayo de sol transversal
sobre la mesa recién puesta
el albor de una gema
Poema para mi pequeña
Tengo miedo me decías
poniendo tu brazo
en mi cuello
los truenos te asustaban
y todos estamos
juntos
inseparables
en aquella noche
pequeña
cuando estábamos
inseparables
y juntos...
¿escuchás como suenan
estas palabras
en la noche?
Siglomundo (*)
Tuvieron que enterrarlas
en la casa de un tío
que vivía en Villa Constitución
treinta años después
releo el manifiesto surrealista
y sonrío azorado
(Refinería, siglomundo, Villa Constitución)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario