Gärt o José Luis Gärtner –hijo de alemana, como puede deducirse del apellido- nacido en Granada en 1964. Vivió en el privilegiado barrio del Albaicín hasta su definitiva expulsión del paraíso, al que sólo podría regresar por medio de una imaginación un tanto recalcitrante. Superada la enfermedad mental de la adolescencia, tan común como inevitable, y torpemente salvados los estudios de Magisterio y Filosofía, ha residido en Barcelona, Lérida, Madrid y alrededores tan acogedores como Alcalá de Henares. Actualmente vive en un inquietante periplo entre Córdoba, Málaga, Granada y Almería, lo cual debería hacerle sentir someramente andaluz; pero la cuestión es que lo del andaluz no es un sentimiento, ni siquiera una identidad, sino más bien un hecho imposible de negar. No hay más que oírles hablar y exagerar hasta el delirio. Escribir, escriben todos en español. Nada de eso supone un conflicto con la cuestión de la ciudadanía: en palabras de Ayala, la patria de un escritor es el idioma y este idioma da para unas cuantas fanegas.
Desde hace más de veinte años, ha venido desarrollando una intensa labor literaria que ha abordado todos los géneros. Pero es, desde su primer estreno en año 1999, con la obra El Hambre, en el terreno dramático, donde ha encontrado su lugar. A partir de esa procelosa experiencia ha venido estrenando, casi de forma ininterrumpida una buena parte de sus textos, uniendo sus pasos a los del grupo Carcoma, desde el año 2001.
Ha publicado dos novelas (Los senderos del tiempo, y, La vida no vale nada), un texto dramático (La intimidad del coleccionista) , y estrenado siete obras de teatro (El hambre, Los mil bolsillos secretos de mi mochila, Mefistófeles, Las Perseidas, Los días del halcón, Esquinas, y, El primate advenedizo). Ha participado en numerosas conferencias literarias de la mano del Centro Andaluz de las Letras, y ha sumado diversos relatos y poemas en publicaciones de carácter colectivo, así como artículos en revistas literarias, tanto impresas como virtuales, cuya enumeración sólo serviría para abrumar y aburrir al lector. Ha publicado los ensayos, Más allá de la máscara, hacia una interpretación de El Público, y, Ravelais y el origen de las conflagraciones.
En 2007 ha recibido los premios literarios FRAY LUIS DE LEÓN, por la novela LA VIDA NO VALE NADA, y el PREMIO DE LA CASA DEL TEATRO de Santo Domingo (República Dominicana), por la obra LA INTIMIDAD DEL COLECCIONISTA (ambos finalista).
Poesía
POEMAS PARA UNA PANTALLA SOSPECHOSAMENTE CEGADORA
Aquella ventana incendiada de tropelías, desafueros y verdades a medias
aquella metáfora a la que asomaban todas las máscaras del universo
que había sido el único testigo de mis largas horas de soledad
Me increpó cierta noche, después de una insatisfactoria búsqueda de un yo a la deriva:
¡Escribe!
Escribe y déjate de gilipolleces.
Y en esas estamos
Cada cierto tiempo es necesario mudar de dios y otros desvaríos.
Primero fue aquel cuento para infantes con cara de tocino
Luego vino aquel juego –ya no recuerdo su hombre- que se practicaba con los pies
y que daba para alguna que otra catarsis y toneladas de juramentos
Más tarde llegó aquella otra pantalla, la que expelía sainetes garbanceros
Y ahora llegas tú, oh gran cortesana de occidente
Capaz de cambiar el orden universal para que todo siga igual que siempre.
Pero eso ya lo hacían las revoluciones ¿o no?
Menos mal que ayer tecleé el nombre de Karl Richter
Y por un instante, eterno como el recuerdo de un ser amado
Pude ver sus manos deslizándose en forma de fuga dórica.
a Javier de Molina
Reconozco que gracias a ti consigo estar en dos sitios al mismo tiempo.
¡Con la de visos heréticos que tiene eso de la ubicuidad!
Es algo parecido a lo que sucede cuando se está cocinando y hablando por teléfono
La salsa se pega, la carne se quema, el arroz se pasa
Y acabas culpando al que está al otro lado del auricular.
Hay quien presume –mal asunto- de tener tan singular capacidad.
Me refiero a la de hacer dos cosas a la vez.
A estar a ras de suelo y en el Olimpo;
Despierto y en brazos de Morfeo.
De hecho todos parecemos avocados a desdoblarnos
A pesar de haber perdido la capacidad de escuchar una música a cuatro voces.
Qué sería de nuestro primer beso,
Si al mismo tiempo hubiéramos estado urdiendo el principio de incertidumbre.
Quién sería capaz de experimentar un éxtasis medianamente satisfactorio
Mientras la cabeza anduviera a vueltas con la teoría de la relatividad.
¡Y luego nos extrañamos de tanta chapuza!
Como uno es persona (o al menos eso dicen los teóricos)
Y por ende curioso (o más bien dotado de una mente calenturienta)
No puede sustraerse a la tentación de elucubrar y preguntarse:
Cuántos delirios amorosos,
Cuántos amantes, carnales o virtuales,
Habrán caído en la red de las redes.
Como insectos que pierden su vuelo en la tela de araña
Cuántos suspiros escritos y descritos
Cuántas lágrimas sinceras o fingidas
Y cuántos orgasmos –repito- carnales o virtuales
Habrán surgido entre el teclado y el ratón,
A escondidas de otros ojos y bajo millones de morbosas miradas
Porque en este espacio aséptico donde no hay lugar para las bacterias de toda la vida
En esta profilaxis de fibra óptica y vida programada
Circulan unos virus inventados –no sé si para incordiar o por pura codicia-
Y enfermedades altamente contagiosas.
De las que sólo se curan con la sobredosis o el desengaño.
Pues toda esta tecnología intrínsecamente prescindible
Que tan bien simula eso de acortar las distancias
No dispone de filtros para evitar que el amor se cuele
Por la banda ancha, entre mentira y mentira
O entre verdades a medias.
© Gart.
SI ALGUNA VEZ TE ADORMECISTE
Si alguna vez te adormeciste en el arrullo de las ninfas
y buceaste entre el vaivén de las posidonias
dejándote llevar por la caricia de las olas
como una brisa que peina los trigales
Si alguna vez conseguiste cerrar los ojos
para evocar criaturas inalcanzables
Si fuiste capaz de permitir que tu piel te sorprendiera
y elegiste sentir antes que pensar
Debes saber que a partir de ese momento
caíste en el oscuro pozo del deseo
donde tu pulso navegará con las estrellas
escondido entre unas manos equivocadamente ajenas
que añoran instantes que nunca fueron
y apelan a lo que jamás tuviste.
Si alguna vez te viste sorprendido
por un fulgor de ingenuos desvaríos;
sería, entonces, recomendable que aprendieras a conocerte
envuelto una vez más en el candor de aquella primavera
apurando el vaso de las horas muertas.
© Gärt
MI NOMBRE ES YUSUF
Mi nombre es Yusuf;
Hace mucho tiempo viajé desde Asia Menor
siguiendo el rastro de los halcones,
y atravesé las frías aguas del Báltico
hasta la tierra de los mil lagos.
He poblado las estepas de Siberia
y he saboreado intensamente las auroras boreales
más allá del círculo polar.
Yo estuve en Gizéh
cuando las pirámides no habían sido soñadas.
Yo conocí el valle de los reyes
cuando, entre las piedras, solo medraban algunos lagartos.
Una noche bailé junto a las fuentes del Nilo
antes de alzar el vuelo sobre las cumbres del Himalaya.
Me senté bajo las flores de azahar de la mezquita
para escuchar las lecciones del divino Ibn Rusd.
Luego tracé una línea recta con las huellas de mis pies
sobre la arena del desierto,
que partía desde Fez y llegaba al corazón de Tombuctú.
Allí habité más de veinte generaciones
custodiando los libros de mis antepasados.
A lo largo de mis viajes
mi nombre fue transfigurándose
como el rostro plateado de la luna:
Me llamé Yoshua, Josué, Youssou, y también José.
Mi nombre fue cantado en las Sinagogas
y en los templos de Dionisos.
Mi nombre fue dibujado en los glaciares de Groenlandia
y se derritió en las aguas del Atlántico.
Desde el Senegal seguí los pasos de las gacelas
hasta las montañas del Atlas.
Crucé el estrecho de Gibraltar en una débil embarcación
acompañado de cincuenta estómagos vacíos
que fueron engullidos por Neptuno
mientras divisaba las doradas playas del viejo reino de Al Andalus.
Trabajé en los campos de Níjar
bajo las cúpulas de plástico
a más de cincuenta grados de temperatura.
Vendí baratijas en el mercado negro,
busqué en los vertederos de sueños podridos
y dormí sobre la escarcha de los parques.
Fui viajero, filibustero, geógrafo, poeta;
pero también fui mercenario, y mendigo, y esclavo.
Tuve alguna vez unos ojos llenos de luz
que resplandecían en la negritud de mi rostro.
Mi nombre es Yusuf
y soy hijo de la misma tierra que tú pisas.
Tengo unas manos, unas piernas, una cara,
un corazón que late con fuerza bajo mi oscuro pecho
y respiro el mismo aire que tú respiras.
Mi sangre es tan roja
como la sangre de reyes y emperadores;
tan roja como tu propia sangre.
Mi voluntad es solo fruto
del deseo de vivir que lanza mi pulso
y me hizo caminar cuando me creía muerto.
Siento el mismo dolor que tú sientes
cuando veo morir a mis hermanos.
Algunas veces amé y fui amado
con esa urgencia que marca nuestro legítimo deseo
de apurar las horas de amor que nos son concedidas.
Bebí del cáliz de la lujuria
hasta agotar sus últimos vapores.
Mentí para acceder al perfume de algún que otro talle
mientras me zambullía en el recuerdo de otras pupilas.
He llorado en la penumbra de una habitación vacía.
He tragado palabras de rencor
y he encajado más golpes de los aconsejables.
Hubo un tiempo en que sabía descifrar
el canto de los jilgueros,
en que la música de laúd
me transportaba a lejanos mundos
donde no había más ley que la ley del deseo.
Hubo un tiempo en que tuve fe,
y adoré a un mismo dios con varios nombres:
Zeus, Júpiter, Yavé, Alláh…
Ahora que he vivido en un infierno
más verosímil que los cuentos infantiles
con que nos amenazaban los torpes hechiceros,
sé que el cielo no es más que un instante de gozo que,
a veces, hace florecer nuestro pensamiento.
Me llamo José:
hijo de Yoshua
hijo de Josué
hijo de Yusuf
hijo de Youssou,
y he contemplado mi insignificancia en ese trozo de universo
que en realidad no es más que una imagen de un remoto pasado.
Puede que al final de mi frágil existencia
me queden las manos vacías
y el corazón cansado de rumiar viejos recuerdos.
Es más que probable que me vaya tan desnudo
como vine al mundo.
Pero también sé que volveré a ser parte
de ese todo infinito al que pertenezco;
y que mi ceniza será el sustento de los nenúfares,
y que de mí libarán las abejas,
y seré miel, y vino, y aroma de sándalo.
Y de nuevo polvo, y viento y sueños.
Y así será hasta donde alcance lo eterno.
© Gärt
ESQUINAS
Si por algo me gusta la vida
es porque está plagada de esquinas:
y porque, detrás de cada esquina,
hay un ápice de aire que aún no he respirado,
hay reversos de hojas que aún no he escrito
o páginas de libros que no he leído.
Hay cuerpos que no he contemplado desnudos
o niños que no he visto crecer.
Por eso; por los pasos que no he dado,
los besos que aún no he recibido
y los sueños que no he soñado;
vivir me parece un tentador pecado.
Si por algo me gusta la vida
es por ese instante
que tanto se resiste a ser eterno.
Porque siempre habrá una nube gris
sobre mi cabeza
que oculte un azul infinito.
O tal vez, porque
cuando menos me lo espere
alguien va a decirme “amor mío”.
La vida es un inmenso escenario
cuyo telón está a punto de alzarse.
© Gärt
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