viernes, 22 de julio de 2011

4227.- ÁLVARO GUIJARRO


Álvaro Guijarro (Madrid, 1990). Cuarto de seis hermanos. Estudiante de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Fotógrafo en las altas fincas de café de Nicaragua durante los años 2007 y 2008. Co-organizador de actividades literarias y musicales en bares y centros culturales de la capital. Gracias a que su madre trabajó como azafata de vuelo 27 años ha podido conocer y entender. Gracias a que su padre amó a los caballos ha podido conocer y entender. “TRÁNSIT0” es su primer libro, aunque guarde pequeñas colecciones de poemas como “Extranjera” o “Apocatástasis”, de viento, calor y memoria. Por encima de todas las cosas: amor, amor por la verdad y la belleza



ACERCAMIENTO A UNA POÉTICA

Piso cada verso que nazco
sepultándolo en el barro,
haciéndolo antiguo, historia.

................Voy siempre por delante.


Marejada y pleamar
de un agua indómita
que vaporizo, que hago silbido
de tormentas remotas sin tacto,
sin formas de las que parir
el gesto del poema.
Ese es mi hacer:
el de robarle arena al tiempo
mascullando apenas sus palabras,
siquiera pudiéndolas cercar por cómo huyen
-libres-
de mis manos repletas de llagas
de estigmas sin amo
que apetecen como fieras
de la pulpa eterna
que protege a quien la entrega.

Frente al poema estoy solo,
como en medio de un horizonte de lumbres
del que florecen niños
sin ojos.

(inédito)









DE LO QUE NO DEBE SER DICHO

a Federico Ocaña

Os pierde con una facilidad de ríos un ansia por ser virícaros, úgrumos, terdéperos andantes: lo que no existe. ¿Por qué ese afán desmedido de vuelos, hormigas mías?, ¿por qué esa danza astral que ni palpáis, que solo vestís por la erección del otro? Acercaos a lo pronto y callad, o desnudaos de veras, con la piel desenvuelta, frente a cualquier Ministerio. Haced algo con el corazón en la mano, sapiente, que duela. Pero no más regocijo teatral, o mentira; no más protocolo de gorriones en esas cimas que decís bailar.Mi abuelo decía: no recuerdo.La poesía no es un juego. La poesía no es disfraz. La poesía, ya sabéis, es un atentado celeste.
(inédito)





Gone stele

Bebimos de tal manera los orígenes
que hoy ya no nos queda presente.

Ahora nos basta observar
e intentar entender:
amar con burla.








Una vez más

¿Quién llevó a la boca la palabra?
¿Quién fue capaz de atentar,
de usurpar en ese acto medido
convirtiéndolo en incendio?
Debieron bastar cielos para callar.
Una sola mirada cierta
habría arrojado luz suficiente
como para evitar la trampa,
el frío pasaje de esa burla hacedora.

Pero se nos debió hacer tarde
como se nos hace siempre,
pendientes de lo que no podemos.

.........A la palabra se le debió haber mirado a los ojos.



BREVE EJEMPLIFICACIÓN DE CÓMO TRANSITAR
DE UNA POESÍA MARMÓREA A OTRA MÁS SOCIAL

Entes en repulsa signan mundos con presteza:
la apariencia únicamente es designio del arbitrio.
¡Oh, incandescencia de las febriles esferas de la aurora!
¡Oh, sutilísimo dictamen evocado en cósmica renuncia!
Aligérame tu metacarpo de neones ¡oh nébula!,
¡oh batracio de incandescentes curvas
ahí alzado en el perenne trampantojo de las luces!
Tuya es la fiebre que me quema;
tuyos los cimientos caducos de este ritmo que no hallo
ni aun turbando con mis manos -como hago- las veredas
...........................................................y los campos;
tuya la mixtura entre las tierras: arriba, abajo, arriba, abajo.
Qué me queda, qué me queda,
y peor aún:
qué le queda al rey,
qué le queda al presidente,
qué le queda al juez,
qué le queda al economista,
qué le queda al economista,
qué le queda al economista,
[...]
qué le queda al fontanero,
qué le queda al camarero,
qué le queda a la niñera,
qué le queda al campesino,
qué le queda al mendigo,
qué le queda al sacerdote.







Velo

Perdono a las tejas hundidas sobre la ciudad que decide las gentes, aéreas, siempre arriba.
Perdono a los pañuelos azules de las tintas escritas en las pieles, y su aroma de cenizas.
Perdono a cada una de las formas que pisotean la carne en cada calle, en cada esquina.
Perdono a cada vientre que florece, a cada niño que resulta del barro.
Perdono a cada una de las miradas sin resina, a cada fruto sin el clavo que le exprima.
Perdono a los que no preguntan porque, aunque aún no es mía, la claridad es hija de algún dios.
Perdono a los caminos el que guíen y así las líneas sean línea.
Perdono a la vieja casa donde se mecieron oscuras cunas con agravio.
Perdono a la fantasía plañidera y su sonatina aguda antes del sueño.
Perdono hasta castigar dulcemente y sin fondo.








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