Meg Petersen (New Hampshire) Actualmente vive, escribe y enseña, como becaria Fullbright, en Santo Domingo. Trabaja enseñando a profesores técnicas de escritura creativa. Es profesora de inglés del Plymouth State University en New Hampshire. Directora del Plymouth Writing Project y del New Hampshire's site del National Writing Project, así como editora fundadora del Plymouth Writers Group Anthologies of Teachers' Writing. Fue galardonada como Poeta del año en New England y su poesía ha sido publicada en varias antologías, entre las que sobresalen: The Why and Later, No Regrets, y Points of Connection.
Poemas de Meg Petersen
Traducidos por Frank Báez
Trilobites
Guardo pedazos de ti, el detrito de tu vida,
cuando tenías una – un arete perdido en mi oficina
encontrado demasiado tarde, una carta que enviaste para celebrar el nacimiento
de mi tercer hijo, una nota garabateada que dejaste
en el correo, y el curioso colgante lleno de trilobites
cubierto en ámbar rosa, sus lomos enroscado y resonante
con verde, un toque de rezumantes burbujas encerradas con colas como cometas…
Confiaba en tales objetos, como si ellos pudieran retener
tu cáncer como a un vampiro una cruz de madera.
Pero moriste de todas formas.
Guardo el pendiente con los trilobites, siento su suave presencia
en mi palma, sostengo lo que una vez sostuviste.
Recuerdo la primera vez en que lo vi sostenido
por tus largos dedos de artista en un mercado de pulgas
para engañar turistas en Santo Domingo, 1996. Me preguntaste
que eran esas criaturas escondidas dentro. Empecé a decirte cómo
millones de años atrás los trilobites vivían.
Estaba a punto de crear alguna metáfora acerca de la sobrevivencia,
pero me malinterpretaste y pensaste que tan sólo quería el pendiente
como si el objeto en sí mismo importara.
Aun conservo esos condenados trilobites.
cuando tenías una – un arete perdido en mi oficina
encontrado demasiado tarde, una carta que enviaste para celebrar el nacimiento
de mi tercer hijo, una nota garabateada que dejaste
en el correo, y el curioso colgante lleno de trilobites
cubierto en ámbar rosa, sus lomos enroscado y resonante
con verde, un toque de rezumantes burbujas encerradas con colas como cometas…
Confiaba en tales objetos, como si ellos pudieran retener
tu cáncer como a un vampiro una cruz de madera.
Pero moriste de todas formas.
Guardo el pendiente con los trilobites, siento su suave presencia
en mi palma, sostengo lo que una vez sostuviste.
Recuerdo la primera vez en que lo vi sostenido
por tus largos dedos de artista en un mercado de pulgas
para engañar turistas en Santo Domingo, 1996. Me preguntaste
que eran esas criaturas escondidas dentro. Empecé a decirte cómo
millones de años atrás los trilobites vivían.
Estaba a punto de crear alguna metáfora acerca de la sobrevivencia,
pero me malinterpretaste y pensaste que tan sólo quería el pendiente
como si el objeto en sí mismo importara.
Aun conservo esos condenados trilobites.
La Gringa
Los bares de Imokalee en que trabajaba
cerraban tarde y ella todavía
le faltaba mucho para llegar a casa. Abajo
hacia la autopista pasando Sunniland
en la oscuridad. Ella bajó
los vidrios
para ocultar el ligero olor a menta
en el aliento de su acompañante.
Ruta 75 – conocida como el callejón del Cocodrilo.
Mejor no pensar el por qué del nombre.
Sería suficiente respirar el olor de su piel blanca
y ver el mundo a través de sus ojos azules
sin pensar en el peligro.
“¿Qué pasa mamita?" el hombre a su lado
murmuró con sus ojos semicerrados,
palabras mezcladas con bebida y lujuria.
Ella vio su cara brillar con las luces delanteras
de un carro que se aproximaba.
Viró a tiempo.
Para cerrar los bares en estos días,
sólo necesitas murmurar
“migra, migra”, como un lento siseo de advertencia.
Dos cortas sílabas con el poder
de silenciar a los demás.
Con sus palabras como talismanes,
con sus senos, sus caderas,
sus pantaloncitos y su faldita,
ella era una hechicera.
¿Qué estaba haciendo una muchacha de Concord, New Hampshire
yendo hacia el sur
a través de los pantanos
entre las sobras de alguna mañana,
con humo de bar creciendo en las células de su pelo,
tratando de recordar la razón
de que hubiera venido a deslizarse
como sueño ajeno
hacia la última noche de la autopista?
cerraban tarde y ella todavía
le faltaba mucho para llegar a casa. Abajo
hacia la autopista pasando Sunniland
en la oscuridad. Ella bajó
los vidrios
para ocultar el ligero olor a menta
en el aliento de su acompañante.
Ruta 75 – conocida como el callejón del Cocodrilo.
Mejor no pensar el por qué del nombre.
Sería suficiente respirar el olor de su piel blanca
y ver el mundo a través de sus ojos azules
sin pensar en el peligro.
“¿Qué pasa mamita?" el hombre a su lado
murmuró con sus ojos semicerrados,
palabras mezcladas con bebida y lujuria.
Ella vio su cara brillar con las luces delanteras
de un carro que se aproximaba.
Viró a tiempo.
Para cerrar los bares en estos días,
sólo necesitas murmurar
“migra, migra”, como un lento siseo de advertencia.
Dos cortas sílabas con el poder
de silenciar a los demás.
Con sus palabras como talismanes,
con sus senos, sus caderas,
sus pantaloncitos y su faldita,
ella era una hechicera.
¿Qué estaba haciendo una muchacha de Concord, New Hampshire
yendo hacia el sur
a través de los pantanos
entre las sobras de alguna mañana,
con humo de bar creciendo en las células de su pelo,
tratando de recordar la razón
de que hubiera venido a deslizarse
como sueño ajeno
hacia la última noche de la autopista?
Antes del despegue
Para astronautas y otros que se aventuran
en mundos desconocidos
Contaste que lo que más recordabas
era el atardecer
el arcoiris sangrando en los confines
de la tierra
extinguiéndose en una delgada cinta azul
frente a la absoluta oscuridad del espacio.
Solamente viste uno
-a través del pequeño visor
del asiento al que te amarraron -
tan sólo uno en las cinco horas y media
de vuelo de ese Mercury original,
pero eso bastó.
Me pregunto cómo volviste,
si alguna vez meditaste de la misma forma
sobre la palabra hogar.
Me pregunto si podrías habitar este mundo
como lo habitaste antes,
o si sentiste la sutil curva de la superficie terráquea
en cada extensión de una carretera del Medio Oeste
enlazada como una cinta sobre el paisaje.
Y cuando observas el ámbito del firmamento sobre
las praderas, ¿sigues recordando las formas en que las nubes se mueven,
avanzando con las vueltas,
a través de los giros del planeta
a la deriva en el frío vacío
del cosmo?
He estado ahí también – en los lugares a los que tú
nunca llegaste a venir del todo,
esos lugares que te transforman.
¿Sabías que sería por siempre
en esos momentos cuando esperabas,
justo antes del despegue,
en esa solitaria capsula?
¿Pensaste acerca de cómo a veces
esos cohetes tan sólo explotan
en la plataforma de lanzamiento?
¿Una libélula siente la tensión de la finalidad
mientras empuja a su alrededor
esos primeros hilos pegajosos?
en mundos desconocidos
Contaste que lo que más recordabas
era el atardecer
el arcoiris sangrando en los confines
de la tierra
extinguiéndose en una delgada cinta azul
frente a la absoluta oscuridad del espacio.
Solamente viste uno
-a través del pequeño visor
del asiento al que te amarraron -
tan sólo uno en las cinco horas y media
de vuelo de ese Mercury original,
pero eso bastó.
Me pregunto cómo volviste,
si alguna vez meditaste de la misma forma
sobre la palabra hogar.
Me pregunto si podrías habitar este mundo
como lo habitaste antes,
o si sentiste la sutil curva de la superficie terráquea
en cada extensión de una carretera del Medio Oeste
enlazada como una cinta sobre el paisaje.
Y cuando observas el ámbito del firmamento sobre
las praderas, ¿sigues recordando las formas en que las nubes se mueven,
avanzando con las vueltas,
a través de los giros del planeta
a la deriva en el frío vacío
del cosmo?
He estado ahí también – en los lugares a los que tú
nunca llegaste a venir del todo,
esos lugares que te transforman.
¿Sabías que sería por siempre
en esos momentos cuando esperabas,
justo antes del despegue,
en esa solitaria capsula?
¿Pensaste acerca de cómo a veces
esos cohetes tan sólo explotan
en la plataforma de lanzamiento?
¿Una libélula siente la tensión de la finalidad
mientras empuja a su alrededor
esos primeros hilos pegajosos?
Las Escaleras
para los de la 38, la Zurza, Santo Domingo
Si quieres conocer la gente
empieza con
los cinco tramos
de una escalera de concreto.
Calcúlalos usando
cualquier ecuación.
Mientras desciendes, al menos siete
merengues explotarán desde diferentes radios compitiendo a todo
volumen y tus pies pisaran colillas de cigarrillo,
y cáscaras de naranja, liberando su decadente dulzura.
La escalera de concreto, atravesada por alambres de tender ropa,
donde muchachos juegan desnudos -
(sus hermanas llevan pantis) – y los hombres
que en cada descansillo estrellan dominós sobre mesas con botellas de romo,
son implacables, inolvidables, constantes.
Imagínatelos
cuando tienen que cargar agua
(las bombas no están funcionando)
cuando tienen que buscar arroz o azúcar
(si cuentas con el dinero)
o romo
(que compran de cualquier manera)
cuando necesitan bajar a la oscuridad
(la electricidad es inconstante).
Calcula el peso de tus aflicciones mientras desciendes
al patio a donde gallinas picotean,
cubierto con su excremento, y guineos
que cuelgan en ramilletes desde las entradas de los colmados
y agua de lluvia y el agua de lavar se acumulan
en la base de la cantera de cemento.
Pero cuando piensas en estas escaleras, también imagina el ascenso,
piensa en el ir y venir, alto y más alto
como las ondas del merengue y el humo
de miles de cigarrillos,
tejiendo tu ascenso hacia la noche y mucho más allá
hasta atravesar la bóveda celeste.
Si quieres conocer la gente
empieza con
los cinco tramos
de una escalera de concreto.
Calcúlalos usando
cualquier ecuación.
Mientras desciendes, al menos siete
merengues explotarán desde diferentes radios compitiendo a todo
volumen y tus pies pisaran colillas de cigarrillo,
y cáscaras de naranja, liberando su decadente dulzura.
La escalera de concreto, atravesada por alambres de tender ropa,
donde muchachos juegan desnudos -
(sus hermanas llevan pantis) – y los hombres
que en cada descansillo estrellan dominós sobre mesas con botellas de romo,
son implacables, inolvidables, constantes.
Imagínatelos
cuando tienen que cargar agua
(las bombas no están funcionando)
cuando tienen que buscar arroz o azúcar
(si cuentas con el dinero)
o romo
(que compran de cualquier manera)
cuando necesitan bajar a la oscuridad
(la electricidad es inconstante).
Calcula el peso de tus aflicciones mientras desciendes
al patio a donde gallinas picotean,
cubierto con su excremento, y guineos
que cuelgan en ramilletes desde las entradas de los colmados
y agua de lluvia y el agua de lavar se acumulan
en la base de la cantera de cemento.
Pero cuando piensas en estas escaleras, también imagina el ascenso,
piensa en el ir y venir, alto y más alto
como las ondas del merengue y el humo
de miles de cigarrillos,
tejiendo tu ascenso hacia la noche y mucho más allá
hasta atravesar la bóveda celeste.
Necesidad Primordial
para Anna
Para ti, es una cosa física
el lento endurecimiento de músculos adoloridos
que no han bailado.
una garganta que empieza a tensarse,
asfixiada con melodías silenciosas
tragadas de nuevo como esas palabras sin decir que te asfixiaron
tus manos descansan quietas en tu regazo
como las lastimosas cosas
que son.
El mundo exige tanto
y sí, al mismo tiempo devuelve tanto
como arrebata todo lo que somos.
El arte es tan necesario como el cielo
no sólo para afianzarnos en la tierra
sino también para darnos espacio
donde volar.
el lento endurecimiento de músculos adoloridos
que no han bailado.
una garganta que empieza a tensarse,
asfixiada con melodías silenciosas
tragadas de nuevo como esas palabras sin decir que te asfixiaron
tus manos descansan quietas en tu regazo
como las lastimosas cosas
que son.
El mundo exige tanto
y sí, al mismo tiempo devuelve tanto
como arrebata todo lo que somos.
El arte es tan necesario como el cielo
no sólo para afianzarnos en la tierra
sino también para darnos espacio
donde volar.
Sígueme
Sólo un atisbo
en la intersección de los mundos
primero, tercero, industrial, cultural, tradicional
arenisca y sombras atravesadas por tiras
de suave cemento – el paisaje urbano –
la silueta de un mendigo alzando una mano
allá delante
donde el plano vertical del muro de la tienda de enfrente se topa
con la acera horizontal.
Sólo un fogonazo
de sari y raja, un destello de seda rosa
la gracia del crema y el bronceado y
el niño que sigue
agarrando las fundas de la compra.
Su logo rojo y amarillo deletrea – MON
el resto perdido en el pliegue.
Los tenis Nike de un hombre adelante
señalizan.
Justo en el punto
donde un mundo toca al otro
se toman de la mano – uno avanza,
otro sigue.
en la intersección de los mundos
primero, tercero, industrial, cultural, tradicional
arenisca y sombras atravesadas por tiras
de suave cemento – el paisaje urbano –
la silueta de un mendigo alzando una mano
allá delante
donde el plano vertical del muro de la tienda de enfrente se topa
con la acera horizontal.
Sólo un fogonazo
de sari y raja, un destello de seda rosa
la gracia del crema y el bronceado y
el niño que sigue
agarrando las fundas de la compra.
Su logo rojo y amarillo deletrea – MON
el resto perdido en el pliegue.
Los tenis Nike de un hombre adelante
señalizan.
Justo en el punto
donde un mundo toca al otro
se toman de la mano – uno avanza,
otro sigue.
Mi hijo duerme con un Atlas
Mi hijo duerme con un atlas
bajo su almohada,
se vuelca sobre él cada noche,
y se levanta con preguntas
sobre Lituania, Latvia y Luxemburgo…
Sueña atravesando fronteras,
registra cordilleras en
las fronteras asiáticas, deambula
a través de la historia que trazó
y retrazó esas líneas que
dividen el mundo en trozos
de colores.
Sus nítidos confines lo fascinan.
Mis propios territorios no están divididos con exactitud,
y yo estoy inclinada a conocerlos
a partir de metáforas más que con ecuaciones.
Sus preguntas son complicadas.
Cuando consulto
mi atlas de sentimientos,
un mundo sin fronteras emerge.
Las oscuras líneas de las naciones
disueltas, y el globo gira
sin peso, conmovido,
una simple nube azul avanza como joya
perdida en el marfil de terciopelo
de una noche eterna.
[http://www.revistapingpong.org/2009/04/siete-poemas-de-meg-petersen-traducidos.html#more]
bajo su almohada,
se vuelca sobre él cada noche,
y se levanta con preguntas
sobre Lituania, Latvia y Luxemburgo…
Sueña atravesando fronteras,
registra cordilleras en
las fronteras asiáticas, deambula
a través de la historia que trazó
y retrazó esas líneas que
dividen el mundo en trozos
de colores.
Sus nítidos confines lo fascinan.
Mis propios territorios no están divididos con exactitud,
y yo estoy inclinada a conocerlos
a partir de metáforas más que con ecuaciones.
Sus preguntas son complicadas.
Cuando consulto
mi atlas de sentimientos,
un mundo sin fronteras emerge.
Las oscuras líneas de las naciones
disueltas, y el globo gira
sin peso, conmovido,
una simple nube azul avanza como joya
perdida en el marfil de terciopelo
de una noche eterna.
[http://www.revistapingpong.org/2009/04/siete-poemas-de-meg-petersen-traducidos.html#more]
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