ANTONIO GAMONEDA
Antonio Gamoneda (Oviedo, 30 de mayo de 1931) es un poeta español, ganador del Premio Cervantes en 2006. Ha vivido desde los tres años en León, ciudad que ha influido notablemente en su trayectoria poética. Premio Nacional de Literatura en 1988, Premio Cervantes en 2006, Premio Quijote en 2009. Pertenece por edad al grupo poético de los años 50.
Antonio Gamoneda nació en Oviedo el 30 de mayo de 1931. Su padre, de nombre Antonio, fue un poeta modernista que publicó un único libro, Otra más alta vida, en 1919. En 1934, ya huérfano de padre, se trasladó con su madre, Amelia Lobón a León. La presencia de su madre como refugio ante el horror y la miseria de la guerra y la postguerra es recurrente en toda su poesía. En 1936, con las escuelas cerradas, aprendió a leer gracias a la lectura del libro de su padre.
El poeta vivió inicialmente en el principal barrio obrero, y ferroviario, de la ciudad: el Barrio El Crucero. Este lugar fue un observatorio privilegiado de la represión llevada a cabo por los nacionales durante la guerra civil y la inmediata posguerra dejando huella en la psicología y en la memoria del poeta.
En 1941 comenzó a recibir instrucción gratuita en el colegio religioso de los Padres Agustinos hasta 1943, año en el que el poeta se auto expulsó.
Al día siguiente de cumplir 14 años empezó a trabajar como meritorio y recadero en el hoy extinguido Banco Mercantil. Terminó por libre sus estudios medios y permaneció en la condición de empleado de banca durante veinticuatro años hasta 1969.
Mientras trabajaba en el banco tomó contacto y fue parte de la resistencia intelectual al franquismo. Se dio a conocer poéticamente con Sublevación inmóvil (1953-1959), publicado en Madrid en 1960, obra con la que fue finalista del premio Adonais de poesía, y que supuso una ruptura con las tradicionales reglas realistas de la época. En 1969 pasó a crear y dirigir los servicios culturales de la Diputación Provincial de León y, a partir del 70, la colección Provincia de poesía, intentando promover una cultura progresista con el dinero de la dictadura. Fue privado de su condición de funcionario, y posteriormente recontratado, mediante sentencia judicial. Durante estos años comenzó a colaborar asiduamente en diferentes revistas culturales.
A esta etapa pertenecen La tierra y los labios (1947-1953), no publicado hasta la aparición del volumen Edad, que recoge su poesía hasta 1987; Exentos I (1959-1960), poemas no aparecidos hasta Edad; Blues castellano (1961-1966), obra no publicada por motivos de censura hasta 1982 y Exentos II (Pasión de la mirada) (1963-1970), publicada con múltiples variaciones en 1979 con el título León de la mirada.
A esta primera etapa siguió un silencio poético de siete u ocho años, significativamente marcados por la muerte del dictador Francisco Franco y los inicios de la llamada transición. Este tiempo, marcado por la crisis existencial e ideológica, se hace sentir en su siguiente obra Descripción de la mentira, León 1977, un largo poema que marcó un giro hacia una total madurez poética. Posteriormente publica Lápidas (Madrid, 1987) y Edad, el volumen que recoge toda su poesía hasta 1987, revisada por el autor, y que le valió el Premio Nacional de Literatura.
En 1992 apareció Libro del frío, que le consagra como uno de los poetas más importantes en lengua castellana. En el año 2000 vio la luz la versión definitiva de esta obra, que incluía Frío de Límites, obra procedente de una colaboración con Antoni Tàpies pero que, desgajada de la pintura, adquiría el carácter de addenda necesaria de Libro del frío. Previamente habían aparecido los poemas de Mortal 1936, acompañando a unas serigrafías de Juan Barjola sobre la matanza en la plaza de toros de Badajoz durante la Guerra Civil, y no llegaron a publicarse Exentos III (1993-1997).
De un diccionario relativo a la ciencia médica arcaica (1993-1998) y Libro de los venenos (Madrid, 1995) son obras más atípicas que parten de la convicción del autor de que el lenguaje arcaico se ha cargado estéticamente hasta convertirse en poesía y revelan la fascinación del poeta por la traducción de Dioscórides realizada por Andrés Laguna en el siglo XVI y su interpretación en clave poética por Gamoneda.
Arden las pérdidas es publicado en 2003, libro que culmina la madurez iniciada en Descripción de la mentira, de una poesía en la perspectiva de la muerte en la que lo perdido (la infancia, el amor, los rostros del pasado, la ira…) aún arde en el tránsito hacia la vejez con mayor lucidez, con mayor claridad, con mayor frío. Tras él vendrán Cecilia (2004) y Esta luz: poesía reunida: (1947-2004), (2004).
En 2006 año obtuvo el Premio Reina Sofía y el Premio Cervantes.
Durante esta segunda etapa, entre 1979 hasta 1991, fue director gerente de la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 por Francisco Giner de los Ríos bajo los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Posteriormente fue miembro del Patronato hasta 2007.
Se le ha concedido también la Medalla de Oro de la ciudad de Pau, la Medalla de Plata del Principado de Asturias, el Premio “Leteo”, la Medalla de Oro de la León y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes. Es Hijo Adoptivo de León y de Villafranca del Bierzo, y Doctor Honoris causa por la Universidad de León.
El 20 de abril de 2008 introdujo un mensaje en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes, cuyo contenido se sabrá en 2022.
En marzo de 2009 se estrenó el documental Antonio Gamoneda. Escritura y alquimia, rodado en 2007, dirigida por Enrique Corti y César Rendueles, y con guion de Amalia Iglesias y Julia Piera.
Crítica y recepción
Antonio Gamoneda ha definido la poesía en uno de sus ensayos: "Es arte de la memoria en la perspectiva de la muerte". Su recepción crítica siempre ha sido favorable desde que el poeta comenzó a publicar:
“Prieto y denso es el verbo de Antonio Gamoneda, como salido apenas del silencio para quedar con él, para volver a él ni bien se profiere, verbo como desprendido del erial, de la contemplación de un paisaje desolado, como nacido de la fría extensión para dejar su melancólica constancia del despojamiento…La poesía de Antonio Gamoneda tiene la desnudez de la existencia.”
“Antonio Gamoneda se ha convertido en guía y modelo de los poetas más jóvenes, que valoran su sabiduría lingüística y su apertura hacia las tradiciones de la modernidad, apertura que nace de la asunción de la propia historia personal y colectiva.”
“Antonio Gamoneda se encuentra con el expresionismo de Trakl, y sobre todo, con la última poesía de Lorca, cuya difícil herencia es sin duda hoy el único en atreverse a recoger.”
“Voz probada e inmersa y sumergida, pues, en el paso mismo de los años, en la variabilidad alucinógena de la circunstancia histórica hispana, doblada en el acontecer espacioso de una “vida de poeta” seguida por Gamoneda; pero voz también que ocupa con autoridad su lugar en el vasto campo de unas letras españolas, y que en él toma sus posiciones, ejecutando la conquista de su espacio y figura más propia en una callada estrategia cuyo secreto es la demora, el silencio (y hasta un cierto exilio), y ello hasta verse en la actualidad respaldada por todas las instancias de legitimidad de que quepa hacer inventario […].”
“Tres son los puntales, repetidos por el poeta insistentemente en [sus] escritos, sobre los que se alza la estatura de su pensamiento poético: - La naturaleza autorreferente de la palabra poética –intrarreferente, dice él también–, cuya significación y cuya realidad no atraviesan hacia una referencia exterior. - El desencadenante de naturaleza musical del lenguaje poético (‘El pensamiento poético es un pensamiento que canta’). - El hecho de que sólo sea posible que el lenguaje poético entre en la inteligibilidad bajo la condición de imágenes sensibles.” ”
“Gamoneda no desarrolla propiamente un relato, ni siquiera cuando anuncia que va a hacerlo; los hechos se fragmentan en sensaciones, en detalles aislados de su contexto, transportan ecos de tiempos anteriores. La mirada está sometida a un núcleo obsesivo que la absorbe, la dirige de forma centrípeta hacia lo que el poeta llama interiorización. Sólo cuentan los sucesos interiorizados –escasos, hirientes– y éstos ofrecen su terca recurrencia, sus metamorfosis, su permanecer…Es una suerte peculiar de forma autobiográfica: no narrativa ni tampoco referencial de modo directo; pero sí tejida en la constancia de las imágenes y de los núcleos de interés, de los elementos que se tornan emblemáticos, de las figuras y personajes relevantes. Se trata de una dinámica minimalista y reiterativa…que se impone en la lectura conjunta de la obra.”
Libros de poemas
Sublevación inmóvil. Madrid, Rialp, 1960
Descripción de la mentira. 1ª ed. León, Diputación Provincial, col. Provincia, 1977. 2ª ed. Salamanca, Junta de Castilla y León, col. Barrio de Maravillas, 1986. 3ª ed. [con un texto de Julián Jiménez Heffernan] Madrid, Abada Editores, 2003. 4ª ed. [con un texto de Julián Jiménez Heffernan] Madrid, Abada Editores, 2003.
León de la mirada. 1ª ed. León, Espadaña, 1979. 2ª ed. León, Diputación Provincial, col. Breviarios de la Calle del Pez, 1990.
Tauromaquia y destino. [con reproducciones de Juan Barjola] León, Retablo, 1980.
Blues castellano (1961–1966). 1ª ed. Gijón, Noega, 1982. 2ª ed. Barcelona, Plaza y Janés, 1999. 3ª ed. [con un texto de Elena Medel], Madrid, Bartleby, 2007.
Lápidas. Madrid, Trieste, 1986. 2º ed. Madrid, Abada, 2006 [con epílogo de Julián Jiménez Heffernan].
Edad (Poesía 1947–1986). 1ª ed. Miguel Casado (ed. e intr.). Madrid, Cátedra, 1987 [reimp. 1988; 1988; 1989; 2000].
Libro del frío. 1ª ed. Madrid, Siruela, 1992. 2ª ed. [con prólogo de Jacques Ancet] Valencia, Germanía, 2000 [ed. revisada y aumentada]. 3ª ed. Madrid, Siruela, 2003 [ed. revisada]. 4ª ed. Madrid, Siruela, 2006 [ed. revisada].
Mortal 1936 (Pasión y luz de Juan Barjola). Mérida, Asamblea de Extremadura, 1994.
El vigilante de la nieve. Lanzarote, Fundación César Manrique, col. Péñola Blanca, 1995.
Libro de los venenos: corrupción y fábula del Libro Sexto de Pedacio Dioscórides y Andrés de Laguna, acerca de los venenos mortíferos y de las fieras que arrojan de sí ponzoña. 1ª ed. Madrid, Siruela, 1995. 2ª ed. Madrid, Siruela, 1997. 3ª ed. Madrid, Siruela, 2006.
Arden las pérdidas. 1ª ed. Barcelona, Tusquets, 2003. 2ª ed. Barcelona, Tusquets, 2004. Premio de la Crítica de Castilla y León.
Cecilia. Lanzarote, Fundación César Manrique, col. Péñola Blanca, 2004.
Reescritura. Madrid, Abada, 2004.
Esta luz. Poesía reunida (1947–2004). [Epílogo de Miguel Casado, “El curso de la edad”] Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2004 [reimp. 2005; 2006]
Extravío en la luz, Madrid, Casariego, 2009, edición de seis poemas inéditos con grabados de Juan Carlos Mestre
Canción errónea, poemas escritos después de 2004; Tusquets, 2012. Esta obra fue finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León en 2013.
Antologías de su obra
Ésta luz (Antología 1947–1998). Edición de autor. Valladolid, Junta de Castilla y León, col. Barrio de Maravillas, 2000.
Antología. Santa Cruz de Tenerife, Caja General de Ahorros de Canarias, 2002.
Antología poética. Ángel Luis Prieto de Paula (ed. e intr.). León, Edilesa, 2002.
Descripción del frío. León, Celarayn, 2002.
Atravesando olvido (1947–2002). Antología personal. Edición de autor. [Prólogo de Eduardo Milán y conversación con Ildefonso Rodríguez] México, Editorial Aldus, 2004.
Lengua y herida. Antología. Vicente Muleiro (ed. y prólogo). Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2004
Sublevación inmóvil y otros poemas. Edición de autor. Valladolid, Junta de Castilla y León, 2006 [edición no venal].
Antología poética. Tomás Sánchez Santiago (ed. e intr. “La armonía de las tormentas”). Madrid, Editorial Alianza, 2006 [reimpr. 2007].
Ávida vena. Miguel Casado (ed. e intr.). León, Diario de León/Edilesa, 2006.
Sílabas negras. Amelia Gamoneda y Fernando R. de la Flor (ed. y estudio preliminar). XV Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, Madrid - Salamanca, Patrimonio Nacional – Ediciones Universidad de Salamanca, 2006.
Cecilia y otros poemas. [Epílogo de Francisco Gómez-Porro “El cantor de las heridas”] Madrid, Fondo de Cultura Económica de España – Universidad de Alcalá. Servicio de Publicaciones, 2007.
Visión del frío. [Antología de textos manuscritos acompañados de obra gráfica. Catálogo de la Exposición “Premio Cervantes 2006”. Epílogo de Miguel Casado “Lugar de álamos”] Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá, 2007.
Antología y voz. Incluye CD. [ ed. y prólogo de José Enrique Martínez] León, El búho viajero, 2007.
Ensayo
“Poesía y conciencia. Notas para una revisión”, Ínsula, 204, Madrid, 1963.
El tema del agua en la poesía hispánica. León, Fray Bernardino de Sahagún, 1972.
“Poesía, situación, utilidad“, República de las Letras, 23, Madrid, 1989, 27-29.
“Sobre la utilidad de la poesía provinciana”, República de las Letras, 24, Madrid, 1989, 165-167.
“El arte de la memoria”, El Urogallo 71, Madrid, 1992, 12-13
“Aquella primera pasión de la lectura”, en Álvaro Ruiz de la Peña (ed.), Páginas de viva voz. Leer y escribir hoy. Oviedo, Universidad de Oviedo, 1995, 69-81.
“La poésie dans la perspective de la mort”, en Bernard Noël (ed.), Qu’est-ce que la poésie ? Paris, Éditions Jean-Michel Place/Ville de Saint-Denis, 1995, 228-230.
“Una lectura posesiva de Jorge Guillén”, en Francisco Javier Blasco (ed.), Jorge Guillén, el hombre y la obra. Valladolid, 1995, 293-296.
El cuerpo de los símbolos (Memoria, poética, ensayo). 1ª ed. Madrid, Huerga y Fierro, 1997[[.]] 2ª ed., México, Calamus, 2007.
“¿Existe o existió la Generación del Cincuenta?”, en AA. VV., II Congreso de Poesía canaria. Hacia el próximo siglo. Gran Canaria, Caja Canarias, 1997, 29-32.
“La creación poética: radicación, espacios, límites”, en Ignacio Castro (ed.), Informes sobre el estado del lugar. Gijón, Caja de Asturias, 1998, 113-124.
“¿Poesía en los años 2000?”, La alegría de los naufragios, 1-2, Madrid, 1999, 25-28.
“Valente: de la contemplación de la muerte”, Cuadernos Hispanoamericanos, 600, Madrid, 2000, 7-10.
“Del sentir invisible de Marga Clark”, Quimera, 187, Madrid, 2000, 19-22.
Conocimiento, revelación, lenguajes. León, IES. “Lancia”, col. Cuadernos del noroeste, 2000.
“Hablo con Blanca Varela” [epílogo], en Blanca Varela, Obra reunida, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2001, 265-278.
“Memoria de Valente”, ABC/Cultural, Madrid 3/9/2001.
“Luis Cernuda: el poeta y el crítico”, en Nuria Martínez de Castilla y James Valender (eds.), 100 años de Luis Cernuda. Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2002, 223-231.
“Poesía y literatura: ¿límites?” en José Enrique Martínez Fernández (ed.), Estudios de literatura comparada: norte y sur, la sátira, transferencia y recepción de géneros y formas textuales. León, Universidad de León, 2002, 33-42.
“Presencias de la poesía europea”, Moenia, Lugo, 2004, 5-16
“Poesía, existencia, muerte”, en Antonio Gamoneda (ed.), Atravesando olvido. Antología personal. México, Editorial Aldus, 2004, 207-221. Traducción al francés: “Poésie, existence, mort”, Europe París, 875, 2002, 94-104.
“Las lágrimas de Claudio”, Archipiélago, 63, Barcelona, 2004, 21-24
“Prólogo”, en César Antonio Molina, El rumor del tiempo. Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2006, 7-13.
“Quelques mots sur la poésie”, Europe, París, 928-929, 2006, 223-226.
Sur la poésie. Discours de réception du Prix européen de littérature 2006, suivi de Tombées (5 poèmes inédits). Jacques Ancet (trad.), Mesnil-sur-Estrée, Librairie La Hune/Arfuyen, 2006.
“Ángel González : un histórico”, La voz de Asturias, Oviedo, 3/2/2008.
Valente : texto y contexto, Santiago de Compostela, Servizo de Publicacións e Intercambio Científico Campus Universitario Sur, 2007.
“Pórtico”, en Nâzim Hikmet, Poemas finales. Ültimos poemas II 1962-1963. Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2008.
Relato y autobiografía
“La aventura física de María Ruiz”, en AA. VV., Cuentos. León, Caja de Ahorros, 1968.
“Relación de Don Sotero”, Los Cuadernos del Norte (Oviedo) 31, 1985, 74-76. Reproducido en Santos Alonso (ed.), Figuraciones. León, Diputación Provincial, 1986, 135-145.
Relación y fábula [“Relación de Don Sotero” y “Fábula de Pieter”]. Santander, EditoriaLímite, 1997.
Un armario lleno de sombra, Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, Madrid, 2009.
Libros en colaboración con artistas plásticos
“Lapidario incompleto”, en Antonio Gamoneda, Luis Mateo Díez, José Maria Merino, León: traza y memoria. [con grabados al aguafuerte de Félix Cárdenas] Madrid, Antonio Machón, 1984, 11-40.
Encuentro en el territorio del frío. [con reproducciones de Albert Agulló y prólogo de José Gómez Isla] León, Instituto Leonés de Cultura, 1995.
Eros y Thanatos. [pinturas de Álvaro Delgado con once poemas de Antonio Gamoneda] Madrid, Círculo de Bellas Artes, 1999.
¿Tú? [con grabados de Antoni Tàpies] Madrid, Ed. T/ Antonio Machón, 1999.
Más allá de la sombra. [Bernardo Sanjurjo, Obra gráfica, 1999–2002. Antonio Gamoneda, Poemas, 2002] Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2002.
Memoria volcánica. [con grabados de Amaya Bozal] Madrid, Ediciones Sen, 2002.
Extravío en la luz [con grabados de Juan Carlos Mestre y preámbulos de Amelia Gamoneda] Madrid, Casariego, 2008.
Traducciones de la obra de Antonio Gamoneda
Pierres gravées [Lápidas]. Jacques Ancet (trad. y prólogo), París, Lettres Vives, 1996.
Substances, limites. Nimphea. [con fotografías de Michel Hanique] Jacques Ancet (trad.), Toulouse, Le Grand Os, 1997.
Livro do frio. José Bento (trad. y nota biográfica), Lisboa, Assírio & Alvim, 1998.
Froid de limites. [¿Tú ?]. Jacques Ancet (trad.), París, Lettres Vives, 2000.
“Mortel 1936. Passion et lumière de Juan Barjola”. Jacques Ancet (trad.), Europe. Revue littéraire mensuelle (París) 852 (2000) 102-109.
“Beskrivning av lögnen” [Descripción de la mentira]. Ulf Eriksson (trad.), Artes (Stockholm) 3 (2002) 76-111.
Pétale blessé. [con una pintura original de Claire Pichaud] Claude Houy (trad.), Barriac en Rouergue, Trames, 2002.
Ardem as perdas. Jorge Melícias (trad.), Vila Nova de Famalicão, Quasi, 2004.
Blues castillan. Jacques Ancet (trad.), París, Corti, 2004.
De l´impossibilité. [con grabados de Jean-Louis Fauthoux y prefacio de Salah Stétié] Amelia Gamoneda (trad.), Montpellier, Fata Morgana, 2004.
Description du mensonge. Jacques Ancet (trad. e intr.), Paris, Corti, 2004.
Im ki kvar meuhar [Aunque ya es tarde. Antología]. Rami Saari (trad. e intr.), Jerusalén, Carmel, 2004.
Passion du regard. Jacques Ancet (trad. e intr.), París, Lettres Vives, 2004.
Boek van de kou [Libro del frío]. Bart Vonck (trad.), Leuven, Vlaams Fonds voor de Letteren, 2005.
Livre du froid. 1ª ed. Jean-Yves Bériou y Martine Joulia (trads.), París, Antoine Soriano Éditeur, 1996. 2ª ed. [con prefacio de Pierre Peuchmaurd] París, Antoine Soriano Éditeur, 2005.
Cecilia. Jacques Ancet (trad.), París, Lettres Vives, 2006.
Clarté sans repos [Arden las pérdidas]. Jacques Ancet (trad. e intr.), París, Arfuyen, 2006.
Kitab al-bard [Libro del frío]. Almahdi Akhrif (trad. e intr.), Casablanca, Publicaciones del Ministerio de la Cultura, s. d.
Esta luz. Dieses Licht. Eine Anhologie 1947-2005. Manfred Bös, Petre Strien-Bourmer, Karina Gómez-Montero (trads.) [epílogo de Javier Gómez-Montero] Kiel, Ludwig, 2007.
Descriçao da mentira. Vasco Gato (trad.), Vila Nova de Famalicão, Quasi, 2007.
Förlusterna Glöder. Trad. Ulf Eriksson., Bokförlaget Tranan, Estocolmo, 2007.
Gravestones. [Lápidas]. Trad. Donald Wellman, University of New Orleans Press, New Orleans, 2009.
Audiolibros
Dos poetas en su voz. Manuel Álvarez Ortega y Antonio Gamoneda. Valladolid, Ediciones Portuguesas, 1992.
La voz de Antonio Gamoneda. Incluye CD. Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 2004.
Reescritura. Incluye CD. Madrid, Abada, 2004.
Antología y voz. Incluye CD. [ ed. y prólogo de José Enrique Martínez] León, El búho viajero, 2007.
Otros trabajos de Antonio Gamoneda[editar]
Francisco Echauz. La dimensión ideológica de la forma. Madrid, Editorial Rayuela, 1978.
José Luis Sánchez. Humanismo y volumen. Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1981.
Silverio Rivas. Viaje al interior de la escultura. La Coruña, Atlántico, 1981.
Antonio Gamoneda, Otra más alta vida (1919). Gijón, Universos, 1993.
Ha de llover
Hay sequía en la luz y la ceniza llora
como mi madre. Sin lágrimas.
Ha de llover.
Ha de llover hasta que se levanten los maíces sagrados
y sea posible la celebración de la muerte.
Ha de llover.
¿Por qué no? ¿Por qué no ha de llover
en la tiniebla intestinal y en las hirvientes médulas?
Ha de llover
en los adolescentes frenéticos y en los adoradores nocturnos
y en los ancianos extraviados en la música.
Ha de llover
en el pensamiento y en la felicidad ensangrentada.
Ha de llover sobre esta piedra enferma
donde, en la noche, cunde un resplandor
procedente de astros inservibles.
Ha de llover,
ha de caer la lluvia con dulzura
sobre los suicidas del amanecer.
Ha de llover
en la superficie cristianizada por la industria. Tiene que llover
bajo las catenarias, en Vega Magaz,
hasta que aúllen las alondras y
los ferroviarios se desnuden
y detengan la máquina que llora.
Ha de llover en la extremaunción
sacramentalmente perversa. Tiene que llover
en el interior del hierro y en la furia blanca
de cien mil niños larvados por la trisomía veintiuno
y sobre la furia roja
de cien mil niños palestinos.
Tiene que llover.
Tiene que llover con ternura
sobre las secretarias parturientas.
Ha de llover
sobre los jueces y los asesinos,
sobre los comandantes y las monjas.
Ha de llover en los prostíbulos
y en los ministerios invisibles
y en las fístulas negras y
sobre las serpientes melancólicas.
Y las serpientes han de silbar tristemente
todas las melodías olvidadas. Son
reconocibles por su olor a sombra
y a sustancia inguinal. Dichas serpientes
silbarán en las cajas de ahorro
y en los urinarios y en las tumbas.
Sí, ha de llover. Hoy es martes
especialmente. Hoy resucitan
los fusilados de Villamañán.
Ha de llover en las letrinas
notariales hasta que aparezcan los títulos
de la propiedad mortal y de la tristeza hipotecaria y
cien cartas de amor de Francisco Franco.
Ha de llover dulcemente sobre las niñas que abortan en octubre.
Ha de llover en la agonía de Jorge Pedrero y
sobre los visitantes lívidos.
Ha de llover en mis venas
y en mi desaparición. Causa analógica:
se sabe que los agonizantes son felices
rodeados de llanto.
Ha de llover con crueldad católica
sobre los huesos de Felipe Segundo
y de los Caídos por Dios y por España.
Agua para los prostáticos
y su dolor universal. Agua también
para los sifilíticos y los curas.
Agua para los Borbones
y para los mendigos y las mujeres rojas
que gritaban los gritos amarillos
de mil novecientos treinta y seis.
Ha de llover.
Ha de llover en los pantanos
rebosantes (se dice) de fascismo y
de tristeza imperial. Se han encontrado
poderosas razones ecuménicas
para que llueva en los pantanos. Es
físicamente necesario a causa
de la prosperidad del incesto y
de los cuchillos olvidados en las iglesias.
Ha
de llover.
Ha de llover, sí, pero no han de olvidarse
los manantiales del dolor ni las acequias
secretas de los monasterios ni
la humedad de las sociedades anónimas.
Ha de llover jamás y siempre. Con
desesperación agraria. Ha de llover
hasta que enloquezcan los metales
y el sílice y las inmensas madres
del Barrio de la Sal.
Ha de llover ya.
¿Está lloviendo?
Sí, está lloviendo. Las madres
son blancas y locas.
Vienen
al penal de San Marcos y
a los laboratorios de la tortura.
Ya
están aquí las madres. Traen
fuego de amor las madres.
Ya
la costumbre mortal y la memoria arden.
Ya están ardiendo para siempre
con esperanza roja, con amor, maternalmente,
los juicios sumarísimos.
Ha de llover
(Antonio Gamoneda, poema recitado por el poeta en la Sinagoga del Tránsito/ Museo Sefarad de Toledo la tarde del 5 de mayo de 2011)
De "Libro del frío", 1992:
Pavana Impura:
1. Tu cabello en sus manos; arde en las manos del vigilante
de la nieve.
Son las cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el
pasado.
Abre tus ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza
en las manos del vigilante de la nieve.
*
2. Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu
al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel,
tus pétalos vivientes.
Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias.
Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del
campo.
*
3. El mirlo en la incandescencia de tus labios se extingue.
Yo siento en ti grandes heridas y te desnudas en mis fuentes.
Se extingue el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego,
donde, algunas veces, suenan en ti grandes campanas.
*
4. Busco tu piel inconfesable, tu piel ungida por la tristeza de las
serpientes; distingo tus asuntos invisibles, el rastro frío del
corazón.
Hubiera visto tu cinta ensangrentada, tu llanto entre cristales
y no tu llaga amarilla,
pero mi sueño vive debajo de tus párpados.
*
5. La inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es
lívida, pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias
los ojos que vieron la inexistencia.
*
6. Nuestros cuerpos se comprenden cada vez más tristemente,
pero yo amo esta púrpura desolada.
Ah la flor negra de los dormitorios, ah las pastillas del amanecer.
*
7. Entra otra vez en las alcobas blancas.
Grandes son las jarras de la tristeza en las manos mortales.
Entra otra vez en las alcobas blancas.
*
8. Amor que duras en mis labios:
Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las
grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio
hasta la llaga azul del corazón.
Amor que duras: llora entre mis piernas,
come la miel sin esperanza.
*
9. Ha venido tu lengua; está en mi boca
como una fruta en la melancolía.
Ten piedad en mi boca: liba, lame,
amor mío, la sombra.
*
10.Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la
amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados
por el viento y el llanto.
Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos
abandonados por la esperanza.
*
11. He envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio
y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.
Tu inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro,
pero tú pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te
siento en mis labios al ir hacia la muerte.
*
12. Eres como la flor de los agonizantes
que es invisible mas su aroma entra
en la sombra nasal y es la delicia,
todo en la vida, durante algún tiempo.
*
13. En la humedad me amas
y eres azul en tus pezones. hablas
suavemente en mis labios y regresas
a tu prisión en la melancolía.
*
14. Tu cabello encanece entre mis manos y, como aguas silenciosas,
nos abandonan los recuerdos. siento la frialdad de la existencia
pero tu olor se extiende en las habitaciones y tu lascivia vive en
mi corazón y entra mi pensamiento en tus heridas.
*
15. Existe el mar en las ciudades blancas,
coágulos en el aire dulcemente sangriento,
sábanas en la serenidad.
Existen los perfumes inguinales, lenguas en las heridas femeninas
y el corazón está cansado.
Entra con tus campanas en mi casa, pastora ciega, sin embargo,
como si no tuviera la dulzura su fin aún en las ciudades blancas.
Sábado:
1. El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser amarillo;
el animal que lame las heridas blancas,
ése está ciego en la misericordia;
el que duerme en la luz y es miserable,
ése agoniza en el relámpago.
La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin descanso,
ésa es tu madre dentro de la ira;
la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,
ésa fue música en tus ojos.
Vértigo en la quietud: en los espejos entran sustancias
corporales y arden palomas. Tú dibujas juicios y tempestades
y lamentos.
Así es la luz de la vejez, así
la aparición de las heridas blancas.
*
2. Estoy desnudo ante el agua inmóvil. He dejado mi ropa en el
silencio de las últimas ramas.
Esto era el destino:
llegar al borde y tener miedo de la quietud del agua.
Geórgicas:
1. Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar
mi corazón.
Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,
pero, ¿qué hago yo delante del abismo?
Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.
El vigilante de la nieve:
1. El vigilante fue herido por su madre;
Describió con sus manos la forma de la tristeza y acarició
cabellos que ya no amaba.
Todas las causas se aniquilaban en sus ojos.
*
2. En la ebriedad le rodeaban mujeres, sombra, policía, viento.
Ponía venas en las urces cárdenas, vértigo en la pureza; la flor
furiosa de la escarcha era azul en su oído.
Rosas, serpientes y cucharas eran bellas mientras permanecían
en sus manos.
*
3. Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza
y sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto
entre las sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía
entrar las sombras en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda.
*
4. Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se
depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.
Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin
nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas.
Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a los
pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija
dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la que
olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas blancas,
fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor.
Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza y
sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre las
sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombras
en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda
Aún:
Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza
y la lluvia.
Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría
si dijese su nombre.
*
Alguien ha entrado en la memoria blanca, en la inmovilidad
del corazón.
Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura del error me hace
cerrar los ojos.
Es la ebriedad de la melancolía; como acercar el rostro a una
rosa enferma, indecisa entre el perfume y la muerte.
*
Hablan los manantiales en la noche, hablan en los imanes
del silencio.
Siento la suavidad de las palabras olvidadas.
*
La obscenidad entró en mis huesos y, más tarde, aquel aceite
sigiloso, el que prepara el corazón.
Ahora vendrán los días de las grandes milongas.
* * *
Sábana negra en la misericordia:
Tu lengua en un idioma ensangrentado.
Sábana aún en la sustancia enferma,
la que llora en tu boca y en la mía
y, atravesando dulcemente llagas,
ata mis huesos a tus huesos humanos.
No mueras más en mí, sal de mi lengua.
Dame la mano para entrar en la nieve.
* * *
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
Roza los líquenes y las osamentas abandonadas al rocío,
después alcanza las habitaciones y entra en las hebras de la sosa caústica.
Luego viene a tus manos como una lengua luminosa y se desliza
en las grasientas células. Hierve como suavísimas hormigas y tus manos
se inmovilizan en la felicidad.
Cuando el sol vuelve a su cuenco de tristeza
mira tus manos abandonadas por la luz.
Frío de límites:
A la penumbra auricular no viene nunca el sonido del
amanecer. Muge el silencio en las ocultas bóvedas y se desliza en tus
membranas. Silban los pájaros y tu pasión es sorda.
Tú no estás ya en tus oídos.
* * *
Va a amanecer. Hay noche aún sobre tus llagas.
Ya vienen los cuchillos del día. No
te desnudes en la luz, cierra los ojos.
Quédate en tu cama sangrienta.
* * *
Ardes bajo las túnicas carnales.
Ha sido inútil la sutura negra:
no hay agua en ti. todas las fuentes manan en otra edad
y se enloquece la pureza de la copa vacía.
* * *
Entra en tu cuerpo y tu cansancio se llena de pétalos. Laten en
ti bestias felices: música al borde del abismo.
Es la agonía y la serenidad. Aún sientes como un perfume la
existencia.
Este placer sin esperanza, ¿qué significa finalmente en ti?
¿Es que va a cesar también la música?
AMOR
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
DIVÁN EN NUEVA YORK
Tú en la tristeza de los urinarios, ante las cánulas de bronce
(amor, amor en las iglesias húmedas);
ah, sollozabas en las barberías (en los espejos, los agonizantes
estaban dentro de tus ojos):
así es el llanto.
Y aquellas madres amarillas en el hedor de la misericordia:
así es el llanto.
Ah de la obscenidad, ah del acero.
Vi las aguas coléricas, y sábanas, y, en los museos, junto a la dulzura, vi los imanes de la muerte.
Te desnudaron en marfil (ancianas, en los prostíbulos profundos) y te midieron en dolor, oscuro:
así es el llanto, así es el llanto.
Ten piedad de tus labios y de mi espíritu en los almacenes;
ten piedad del alcohol en los dormitorios iluminados.
Veo las delaciones, veo indicios: llagas azules en tu lengua,
números negros en tu corazón:
ah de los besos, ah de las penínsulas.
Así es el llanto;
así es el llanto y las serpientes están llorando enNueva York.
Así es el llanto.
ESTAR EN TI
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.
LIBERTAD EN LA CAMA
Todos los días salgo de la cama
y digo adiós a mi compañera.
Vena: cuando me pongo
los pantalones,
me quito
la
libertad.
Cuando llega la noche, otra vez
vuelvo a la cama y duermo.
A veces sueño que me llevan con las manos atadas,
pero entonces me despierto y siento la oscuridad,
y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío.
NIEVE
Retrocede, combate
hacia atrás, corazón mío.
Cíñete al amor, queda
activo en cuerpos, en
materiales amantes.
Olvida la nieve, vive
con los tuyos, desciende
a la ternura. Este
es tu país.
¡Oh la sed, oh la sed!
¿Por qué este mismo fuego
me empuja hacia la nieve?
Subir, subir al agua
eterna donde viven
la claridad y el frío.
Un sueño: Cumbre inmóvil.
Nada y luz. Nadie, nadie.
Oh Dios, si sólo un pájaro
me visitase en esta
región de libertad.
Atrás, puros espacios,
belleza inhabitable.
vuelva la sed a su
origen en el fuego.
TÚ
Caer en un rostro, existir
con su respiración y con su boca...
Cuando tú estabas en peligro;
tú gritaste, mas fue
en la garganta de otro ser humano;
se levantó tu cuerpo
y fue en los brazos de otro ser humano.
Entonces comprendías.
Y tu necesidad y tu dolor
no fueron nunca como antes. Tú
ya no ves signos. Ahora, tú desprecias
todas las dudas. Y tu pensamiento
no es espejo que calla; ya es amor
y destino y conducta y existencia.
UN ÁNGEL GÓTICO
Inmóvil, claramente
inhumano en la
pura catedral
vive un ángel.
Un ángel no tiene ojos.
Un ángel no tiene sangre.
Él no vive en la vida, él no vive
en la muerte, él está
vivo en la belleza.
UNFORGIVEN *
Cuando tamaño significa
lo grande
y lo pequeño
Tamaño insistente, impune
de la saciedad
Tamaño de la tierra firme
Tamaño de los asesinos
tamaño de los clientes
tamaño de los alguaciles
El tamaño grita
fanfarronea
o chilla
Tamaño de las Armas de los cazadores de recompensas
Tamaño de los Miembros Viriles de los clientes del burdel
Tamaño del Orden Establecido
Pantano
aquella humana hilaridad
de la putita.
*(Unforgiven, filme dirigido por Clint Eastwood.)
VERANO 1966
Cuando me extiendo junto al mar,
existe el agua y su palpitación
y un cielo azul cuya profundidad
es demasiado grande para mí.
Sentir el mar, su lentitud viviente,
es la magnificencia y el olvido,
pero sentir la vida de los camaradas
en ser el camarada de uno mismo.
El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,
pero la razón que hay en nosotros
existirá aún cuando este cielo
hay sido borrado por el viento y el frío.
Incandescencia y ruinas
I
Yo invoco la cabeza
más sagrada que exista
debajo de la nieve.
Mi corazón azul
canta purificado por el silencio.
II
Vándalo de pureza,
hostígame. Si hablas,
yo bajaré mis labios
hasta el agua salvaje.
De aquella gruta donde
abrasa la frescura,
ha de surgir un rey
sucio de profecías.
Oh corazón que ves
en toda oscuridad,
cuándo estaremos ciegos
en luz, cuándo hablarás,
habitante del fuego.
III
Un perro milagroso
come en mi corazón.
Ceremonia salvaje:
mi dolor se incorpora
al perro enamorado.
IV
En la cavidad que sabes,
suena una voz. Lengua fría,
tú, que silbas en la noche,
metal vivo de palabras,
dime, loco ruiseñor
del invierno, dime, tú,
que quizá participas
de una materia luminosa,
a quién anuncias ya
además de a la muerte.
V
Anticanto de amor,
quién te beberá, quién
pondrá la boca en esta
espuma prohibida.
Quién, qué dios, qué
enloquecidas alas
podrán venir, amar
aquí.
Donde no hay nada.
Propongo mi cabeza atormentada...
Propongo mi cabeza atormentada
por la sed y la tumba. Yo quería
despedir un sonido de alegría;
quizá sueno a materia desollada.
Me justifico en el dolor. No hay nada;
yo no encuentro en mis huesos cobardía.
En mi canto se invierte la agonía;
es un caso de luz incorporada.
Propongo mi cabeza por si hubiera
necesidad de soportar un rayo.
No hablo por mí solo. Digo, juro
que la belleza es necesaria. Muera
lo que deba morir; lo que me callo.
No toques, Dios, mi corazón impuro.
Música de cámara
I
Si pudiera tener su nacimiento
en los ojos la música, sería
en los tuyos. El tiempo sonaría
a tensa oscuridad, a mundo lento.
Mezclas la luz en el cristal sediento
a intensidad y amor y sombra fría.
Todavía silencio, todavía
el sonido no tiene movimiento.
Pero llega un relámpago; se anudan
en los ojos lo bello y lo potente.
La fría sombra se convierte en fuego.
La belleza y el ansia se desnudan.
La música se eleva transparente.
Oh, sonido de amor, déjame ciego.
II
Yo, sin ojos, te miro transparente.
En la música estás, de ella has nacido;
de este grito de luz, de este sonido
a mundo amado luminosamente.
Y yo escucho después —agua creciente—
a la música en ti: todo el latido,
todo el pulso del aire convertido
a tu belleza, a tu perfil viviente.
Tumba y madre recíproca, del canto
orientas a tus venas la agonía,
y tus ojos asumen su potencia.
Oh prisión de la luz, después de tanto,
ya veo en el silencio: la armonía
es tu cuerpo, tu amada consistencia.
De“Sublevación inmóvil” (1960)
[...]
Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más
arriba de mi cuerpo.
He sentido el grito de los faisanes acorralados en las ramas de
agosto.
Un animal invisible roe las maderas que también están más allá
de mis ojos
y así se aumenta la serenidad y prevalece el olor de la mostaza
que fue derramada por mi madre.
Yo convalezco en sábanas limpias que me preservan de los insectos
y los cristales de mi infancia permiten la imposición de una
luz que les antecede en muchos días desde que existió la
solemnidad y la pureza.
En este espacio me he reunido con tu dulzura, la que traicionaste
delante de mis ojos.
Ahora eres obsequioso y pacífico como el aceite que se reserva
para los agonizantes;
ahora me contienes con tus manos y me descubres todos los gestos
de tu rostro menos los que deben ocultarse:
tantas veces pusiste la boca sobre las heridas, tantas te
desdijiste como una liebre tenebrosa...
Asediado por un azufre que no podías soportar en los alimentos,
¡tantas me recibiste en tu mirada y me participaste una escritura
de carmines abrasados, tantas te desplomaste en mi
existencia...! Fue una época damnificada.
Tú invocabas al chamariz y hacías que los árboles se inclinasen
sobre nosotros en tardes inmóviles mientras la policía
escribía nuestros nombres.
Otros días cantabas poseído por el alcohol y lo que rebosaba era
azul sobre las mesas desgastadas por la lejía.
Una senda de aulagas conducía hasta tu casa donde siempre era
invierno. ¡Ah cómo sentía tus dientes y cuanto tiempo te
escuchaba,
cómo esperaba tu desaparición amándote!
No me dejaste otra señal que tu rostro celebrado por el llanto
de las mujeres.
A tu belleza se inclinaba la serenidad, viuda tuya desde hace
mucho tiempo, viuda desposeída de tus sábanas.
Esto fue cuando, atraído por el acónito, penetraste en sus
cámaras;
esto fue cuando comenzó el silencio.
Tú distribuías la nostalgia de cuanto es honorable y concertado
con la pulsación de los pueblos.
No quisiste ser alabado por ello sino por el horror, tu
ciudadanía en aquel tiempo.
La ceniza de tus uñas se refugiaba en las escrituras y en
aquellos templos cuyas maderas están señaladas a cuchillo y
con la grasa de los animales torturados.
Tú, más veraz que yo porque me excedías en vigilancia,
me conducías a los lugares en que es posible saborear el
cardenillo y el acero.
Durante un instante me visitó un crepúsculo cuya profundidad no
me pertenece.
Regresé. Regresé hasta donde los padres son cautos y perseguidos
en sus huesos,
pero no es éste el armisticio que yo compré sobreviviéndote.
Repito que ahora eres obsequioso y que me acompañas al espacio en
que las hortensias son persistentes.
Más allá, en los desvanes, siento un bramido de palomas: es un
país nupcial. ¿Conoces tú la virtud de las palomas en sus
excrementos?
En aquél y en éste te recibo y sólo así, mirándome en tu rostro,
el que se manifiesta a través de una membrana incorruptible,
no en el furor que predicaban tus dientes aunque me amases dentro
de mi madre.
En aquél y en éste te recibo y mi deseo es alimentarme con tu
bondad, pero también con los aromas que te sobreviven.
Siéntate en medio de las ruinas, siéntate con dulzura en el medio
o al borde de las ruinas.
Son nuestra única propiedad y yo comienzo a distinguir algunas
semillas y láudano y ciertos coágulos obedientes al
ejercicio de la luz.
De esta pasión, de los proverbios posteriores a tu vértigo, del
animal que llora y su piedad está sobre nosotros,
tú deducirías lacre y lo pondrías en mis ojos, o quizá limaduras
de níquel y otras materias aborrecibles.
Sin embargo tú amabas la suntuosidad de las banderas en el azul,
encima de las bodegas.
¿Sabes qué es el olvido? ¿Qué has encontrado tú en la reserva del
olvido?
Todas las enseñanzas se extinguieron como carburo en el fondo de
galerías inacabadas;
todas las enseñanzas menos la palpitación del bosque y algunas
huellas sobre mi carne.
El río desciende aún y yo no siento ahora sino el olor del agua.
Tus hijos y mis hijas se sumergen en el río y los que no
olvidaron no se acercan nunca porque serían recibidos y
quizá entrasen en nuestros cuerpos y morirían.
¿Has pensado en la paciencia, has pensado en la paciencia
semejante a ónice, en la paciencia excavando tumbas en el
sonido, abandonando telas inicuas a los vientos que
llegarán, que llegarán como cada vez después de las
expulsiones?
La ciudad no está limpia, pero en los ejidos hay irritación y el
cornezuelo y el centeno cohabitan y crece un alimento que
será comido por nuestros hijos.
Yo no tengo esperanza sino una pasión cuyo nombre tú no vas a
decirme.
Yo no tengo esperanza sino una pasión cuyo nombre no va a tocar
tus labios.
He cruzado mi infancia y países de morfina y largos bosques en
los que descansé y grandes alas pasaron sobre mis ojos.
En los lugares a los que yo acudo al atardecer hay frutos muy
espesos de los que hago recolección y mis dedos son
abrasados por las luciérnagas, pero yo hago recolección y
me demoro en acudir a otros lugares, a las alcobas donde mi
madre envejece más allá de mi vejez.
Y las palabras, fiebre bajo las tégulas, grumos retrocediendo,
hieles que enloquecían bajo el disfraz del sueño,
¿qué son, qué hacen en mí cuando se ha extinguido la verdad?
De la verdad no ha quedado más que una fetidez de notarios,
una liendre lasciva, lágrima, orinales
y la liturgia de la traición.
Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más
arriba de mi cuerpo.
¿Qué lugar es éste, qué lugar es éste? ¿Cómo estás aún en mi
corazón?
[...]
De “Descripción de la mentira” (1977)
I
Después de veinte años
Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.
Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.
A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.
Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.
Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.
Entraba en el trabajo.
La oficina
olía mal y daba pena.
Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían
a fregar en silencio.
Veinte años.
He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:
Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.
Caigo sobre unas manos
Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez, sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
Geología
Algunas veces salgo hacia las montañas
a mirar a lo lejos.
Piso unas lomas donde tierra vieja
se pone hermosa con el sol y veo
subir la sombra por los cuestos.
Ando
mucho tiempo en silencio.
Pero hay días que ando por estas lomas,
y miro hacia las montañas,
y ni allí hay libertad.
Y me vuelvo. Yo sé bien que es inútil
buscarla como a una llave perdida,
y que también es inútil
mirar al fondo de mi corazón.
Agricultura
Qué valdría sin pisadas humanas
esta pobreza que hace crujir la luz.
Qué sería la belleza violenta
del secano sin el corazón cansado
que piensa en él: tierra comida
y mala soledad frente al acero
mural de las montañas.
Mirad, es bello y es verdad: arriba,
el cardo blanco y el centeno, ciegos,
vibran junto a los pájaros, y luego
baja la tierra sobre sombras rojas
hasta el poco de agua y los negrillos.
Baja roída por el sol, quemada
por el hielo como el rostro humano
quieto y tajado de dolor, que pasa,
mil veces pasa por la tierra, duro,
con la herramienta y el caballo viejo,
seco como su amor, mil veces pasa,
toda la vida mientras dura el día.
II
Blues del cementerio
Conozco un pueblo –no lo olvidaré–
que tiene un cementerio demasiado grande.
Hay en mi tierra un pueblo sin ventura
porque el cementerio es demasiado grande.
Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.
No sé para qué tanto cementerio.
Cierto año la gente empezó a irse
y en muchas casas no quedaba nadie.
El año que la gente empezó a irse
en muchas casas no quedaba nadie.
Se llevaban los hijos y las camas.
Tenían que matar los animales.
El cementerio ya no tiene puertas
y allí entran y salen las gallinas.
El cementerio ya no tiene puertas
y salen al camino las ortigas.
Parece que saliera el cementerio
a los huertos y a las calles vacías.
Conozco un pueblo. No lo olvidaré.
Ay, en mi tierra sin ventura,
no olvidaré a mi pueblo.
¡Qué mala cosa es haber hecho
un cementerio demasiado grande!
III
Invierno
La nieve cruje como pan caliente
y la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,
y yo pienso en el pan y en las miradas
mientras camino sobre la nieve.
Hoy es domingo y me parece
que la mañana no está únicamente sobre la tierra
sino que ha entrado suavemente en mi vida.
Yo veo el río como acero oscuro
bajar entre la nieve.
Veo el espino: llamear el rojo,
agrio fruto de enero.
Y el robledal, sobre tierra quemada,
resistir en silencio.
Hoy, domingo, la tierra es semejante
a la belleza y la necesidad
de lo que yo más amo.
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