José Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960) es un poeta, narrador, traductor y crítico español. También ejerce de profesor de lengua castellana y literatura en el IES Príncep de Girona, en Barcelona.
Novela:
El visir de Abisinia (2001)
Trasto (2004)
Doménica (2007)
Al oeste de Varsovia (2009)
Libros de relatos:
Ciudades y mentiras (1998)
Cielo y sombras (2000)
De los tranvías (2001)
Obra poética:
El don impuro (1989)
Maleza (1995)
Salobre (1999)
Formas débiles (2004)
Frágiles (2006)
MALEZA (Ciclo completo 1990-2010)
Estudios y antologías:
Nórdica (1994, estudio sobre la poesía reciente en asturiano)
Antología de la Poesía Romántica Española (1997)
Antología de la Poesía Española Contemporánea (2002)
El arte de la pobreza. Diez poetas portugueses contemporáneos (2007)
HOTEL CASA DE MAR
Una mañana abres la ventana
con el cuerpo desnudo de cintura para arriba,
el aire entre limpio y turbio y ella desdibujada
al otro lado de la cama.
Una mañana enciendes un cigarrillo
sentado al borde de la cama
y la miras dormir despacio
y despacio te vuelve la imagen
de ella besándote el sexo unas horas antes,
antes, tres años atrás,
no había siquiera una ventana que abrir.
Una mañana te despiertan los primeros ruidos de la calle
y corres las cortinas y abres la ventana,
una ligera brisa seca el sudor de la espalda desnuda,
buscas el tabaco en la americana
y la miras y su rostro no te dice nada.
Te apetece quizá despertar su cuerpo y besarlo
pero fumas lento y te miras en el espejo del fondo
y tu rostro apenas te dice nada.
Una mañana agradeces el frescor
que la ventana cuela, apagas el cigarrillo en el suelo,
te acercas al baño por un vaso de agua,
y oyes que dice algo desde el sueño.
Al pasar no te identificas en el espejo del fondo
y te acuestas de nuevo y de nuevo llevas tu sexo
hasta sus manos.
TÚNELES
9
Un día escucharé hablar por radio
del amor, mientras limpio los pasillos
y gabinetes del gran edificio
de la Esperanza. Sonará la voz
desde el carro, entre paños, botes, cubos,
la voz que a todos habla del amor.
Mientras aspiro la moqueta y friego
las letrinas se alzarán las palabras
con su pequeño túnel de verdades,
con ese cosquilleo tan menudo
que da la felicidad. Y a mi hora
me iré a la calle como quien un día
sale de la maternidad y en brazos
lleva un hueco y en brazos mece un hueco.
4
Si fue en otro momento, en otra época,
si las vigas cayeron tras las nieves
o por el sol que rinde las maderas
bajo las tejas; túnel tan propicio:
penumbra, pájaro, payaso, piel.
Si no lo recordara cada día,
si mis brazos no fueran las paredes
en pie, tenaces; nada las derriba.
Qué presente sería este presente
si en la alacena se guardara el pan
y envuelta en un pañuelo la pulsera
que me regaló a cambio de palabras:
penumbra, pálpito, paloma, piel...
Tan propicio: paredes obstinadas.
8
Dicen que junta patas e intenciones
como quien reza, la misma elevada
quietud. La llaman religiosa. Mantis
que observamos oculta entre las hojas
cuando pasa la mosca y la oración
se interrumpe un instante por cazarla.
Mientras la pata la sujeta fuerte
sus mandíbulas son el triste túnel
donde la vida se transforma en vida.
La mariposa que murió en su mano
la enterramos los dos junto a la encina
que por azar prendió en una maceta.
Mi hijo entiende estas cosas que cuento,
¿conseguirá que yo también las crea?
11
En noches áridas, cuando cortinas
y persianas no logran ocultar
la oscuridad que habita en uno mismo
aunque sí cieguen la mirada ajena,
el ojo que no existe y se presiente
fijo sobre los cuerpos, es entonces,
en noches ásperas, si noche puede
ser un reflejo tenue en la pared
que la luz de una lámpara reparte,
cuando la angustia emerge desde dentro
y perfora los ojos con su túnel
de incertidumbres y de atardeceres
perdidos para siempre, salgo afuera
y camino desnudo por las calles.
14
Contemplo cómo cuelga ahí la nada
muchas veces, en la hilera de ganchos
que por la tarde deja ante el cristal
el carnicero cuando cierra el puesto.
Sus labios lo llenaron de caricias
un día, entre los orines y el frío.
Oyen risas de lejos si reímos,
al ritmo de las manos ven prendidas
motas moviéndose desde la acera.
Ya nadie se aventura entre las sombras
cuando el vigilante apaga los rótulos
después de echar la verja ante sus puertas.
Desde el mercado hasta la calle queda
un pasillo: hay quien lo llama el túnel.
LA NOCHE
Conoce todas las conversaciones,
qué vida contará como la suya,
dónde habrá de reír, dónde callar.
No le sirve, por más que lo pretenda,c
omo sueño ningún hermoso rostro
ni joven. Ha cruzado muchas puertas
(entrado en tantos cuartos tantos días)
para que ahora le estremezca alguna.
Sabe que un cuerpo no es ya el paraíso,
mansedumbre del tiempo, puro don.
Pero de poco vale la experiencia,
de nada la meditación, presagio
o incertidumbre, cuando con la noche
le toma el ansia de animal herido.
PIEZAS LIGERAS
Una estación sin nadie en los andenes,
Un banco en la avenida y nadie cerca,
Un almacén abandonado,
El tope de una vía muerta,
Un autobús vacío,
Un jardín solitario,
Un tren sin luces,
La madrugada,
Un hueco.
Yo.
CANCIÓN DEL RÍO HUDSON
El río es la ciudad.
Digiere la inmundicia
lenta de los desagües y devora los humos
que se restriegan por su lomo en las madrugadas
de mercurio.
Barcazas con bidones
apilados y oscuros desbaratan
el trazo de las luces sobre el cauce.
Barcazas con enormes cubos
de desperdicios surcan las imágenes
de los enormes cubos del desorden.
Barcazas con las luces encendidas
y turistas borrachos, paquebotes
que dejan un sabor a gasoil en el aire,
lanchas y urcas con focos que disparan
su brillo a la madera calcinada
del agua.
Todo lo digiere, prieto
como la noche; todo lo dibuja
en su pizarra.
Y si algo estorba
o deshace el idilio que desde la avenida
miran ensimismados los amantes,
se besan, y ya nadie mira el río.
El río es la ciudad.
POÉTICA
Y lo hacen en el coche frente al mar
Discreto de los sábados, y luego
Despeinadas y feas, algo hinchados
Los labios, con arrugas en la falda,
Aparecen por el café. No exigen
Al fumar ni palabras ni caricias.
Las imágenes de televisión
Invaden por completo su mirada.
En su dulce abandono del deseo
Prenden los símbolos más solitarios.
Maleza, 1995
CIUDADES / 1
Nada descubro en Burgos esta tarde
que me recuerde a mí, que vierta sangre
de la sangre que nutre mi memoria.
Bajo los soportales he mirado grúas,
la caseta metálica
donde se cambian los obreros,
el color húmedo de los terrones
de arcilla, el muro de cemento
hendido en las entrañas de la plaza.
Es tan trivial la tarde en Burgos,
tan ajena a los ojos que soñaron
un día con su nombre como el nombre
del edén: esa luz donde se mira
la tersura de lo que no existe.
Ante el escaparate de un comercio
he visto mi reflejo:
las mangas le comían las manos
y en los hombros
la pana se estiraba con ciertas estrecheces,
le aprietan los zapatos de Dios sabe qué boda,
aunque le esté ahogando el botón en el cuello
considera lo propio de ir a la ciudad
mantenerlo abrochado.
Sólo ha sido un instante,
luego ha vuelto el bochorno de septiembre
perlado en el sudor de los obreros.
Formas débiles, 2004
PRESENTACIÓN DE «BARCELONA 08009»
Cómo se aburriría entre nosotros
Rimbaud. Sin su melena, su pipa,
sin un talud al borde del camino
donde echarse a dormir, nos saludamos.
Oficia el viejo sacerdote, ateo
por desmemoria, de la poesía.
Café del Centro, calle de Girona
sesenta y nueve. Junio ensucia y afea.
¿Qué nos haría hermanos de Rimbaud?
Envejecemos muy despacio, en calma.
Nadie nos amenaza en el asilo
de malos editores y ninguna
reseña. Pero nos queremos mucho,
porque, muerto Rimbaud, no queda vida.
Frágiles, 2006
ALFAMA
Un hombre es la ciudad en la que vive.
La lluvia fina que traga sus pasos
cuando un sábado vuelve a casa
de madrugada, y estuvo tan cerca y
no fue feliz. Un hombre es la ciudad
en la que viven otros hombres
que conversasn con sus palabras,
visten esos cuatro colores
y hasta pudieran ser él mismo.
JAIKUS DEL HENARES
También al sol
se le pegan las sábanas
en Alcalá.
Sin sombras sobre
Torrejón. Si clarea
rugen las erres.
En San Fernando
vence la luz del cielo
a las farolas.
Hay otras vidas.
Aún noche en los balcones.
Sueña Coslada.
Dijo que era
de Vicálvaro. Dijo
que no la olvida.
¿Quién lee a Bécquer
sentado en el andén
de Santa Eugenia?
Miro Vallecas:
nubes, bloques y pájaros
remolonean.
Pozo son ojos.
Pozo son lobos. Pozo
son sólo solos.
Pienso en la torre
gótica de Simancas
por Entrevías.
Pasillos llenos
en Atocha: me gustan
las multitudes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario