Antonio Machado
Antonio Machado Ruiz (Sevilla, 26 de julio de 1875-Colliure, 22 de febrero de 1939) fue un poeta español, el más joven representante de la Generación del 98. Su obra inicial, de corte modernista, evolucionó hacia un intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de compromiso humano, de una parte, y de contemplación casi taoísta de la existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la sabiduría popular más ancestral. Dicho en palabras de Gerardo Diego, «hablaba en verso y vivía en poesía». Fue uno de los distinguidos alumnos de la ILE, con cuyos idearios estuvo siempre comprometido. Murió en el exilio en la agonía de la Segunda República Española.
Antonio Machado nació a las cuatro y media de la madrugada del 26 de julio de 1875 (festividad de Santa Ana y por tanto onomástica de la parturienta), en una de las viviendas de alquiler del llamado palacio de las Dueñas, en Sevilla.b Fue el segundo varón que dio a luz su madre, Ana Ruiz, de una descendencia de ocho en total.c Once meses antes había nacido Manuel, el primogénito, compañero de muchos pasajes de la vida de Antonio, y con el tiempo también poeta y dramaturgo.
La familia de la madre de Machado tenía una confitería en la calle de Triana, y el padre, Antonio Machado Álvarez, era abogado, periodista e investigador del folklore, trabajo por el que llegaría a ser reconocido internacionalmente con el seudónimo de «Demófilo».4 En otra vivienda del mismo palacio son vecinos sus abuelos paternos: el médico y naturalista Antonio Machado Núñez, catedrático y rector de la Universidad de Sevilla y convencido institucionista, y su esposa, Cipriana Álvarez Durán, de cuya afición a la pintura quedó como ejemplo un retrato de Antonio Machado a la edad de cuatro años.
La infancia sevillana de Antonio Machado fue evocada en muchos de sus poemas casi fotográficamente:
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero
Y de nuevo, en un soneto evocando a su padre escribe:
...Esta luz de Sevilla... Es el palacio
donde nací, con su rumor de fuente.
Mi padre, en su despacho. La alta frente,
la breve mosca, y el bigote lacio.
En 1883, el abuelo Antonio, con 68 años y el apoyo de Giner de los Ríos y otros colegas krausistas, gana una oposición a la cátedra de Zoografía de Articulaciones Vivientes y Fósiles en la Universidad Central de Madrid. La familia acuerda trasladarse a la capital española donde los niños Machado tendrán acceso a los métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. José Luis Cano, en su biografía de Machado, cuenta que una mañana de primavera, antes de salir para Madrid, "Demófilo" llevó a sus hijos a Huelva a conocer del mar.
En un estudio más reciente, Gibson anota que el propio Machado le escribía en 1912 a Juan Ramón Jiménez evocando "...sensaciones de mi infancia, cuando yo vivía en esos puertos atlánticos".
Sea como fuere, quedarían grabadas en la retina del poeta aquellas "estelas en la mar".
Estudiante en Madrid
El 8 de septiembre de 1883, el tren en el que viajaba la familia Machado hizo su entrada en la estación de Atocha.
Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable Cossío, Caso, Sela, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín —a quien no volví a ver desde mis nueve años—). Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico.
Antonio Machado Autobiografía
Diez días después, Manuel (nueve años), Antonio (ocho) y José (cuatro), ingresan en el local provisional de la Institución Libre de Enseñanza. A lo largo de los próximos años, sus profesores serán el propio Giner de los Ríos, Manuel Bartolomé Cossío, Joaquín Costa, José de Caso, Aniceto Sela, Joaquín Sama, Ricardo Rubio, y otros maestros menos conocidos como José Ontañón, Rafael Torres Campos o Germán Flórez. Entre sus compañeros estaban: Julián Besteiro, Juan Uña, José Manuel Pedregal, Pedro Jiménez-Landi, Antonio Vinent o los hermanos Eduardo y Tomás García del Real.
La Institución, en coherente armonía con el ambiente familiar de los Machado marcarían su ideario intelectual. Con la ILE, descubrió Machado el Guadarrama. En su elegía al maestro Giner, de 1915, Machado concluye:
Allí el maestro un día
soñaba un nuevo florecer de España.
El 16 de mayo de 1889, Machado (al que apenas faltan tres meses para cumplir 14 años) aprueba el examen de ingreso en el instituto San Isidro. Con dos suspensos en Latín y Castellano, el futuro poeta fue trasladado al Instituto Cardenal Cisneros en el curso 1889-1890, donde vuelve a suspender esas asignaturas (que solo aprobaría un año después).
Entretanto, la economía en casa de los Machado, que llevaba años siendo muy apretada, alcanzó un nivel crítico. Ana Ruiz acababa de tener su noveno y último parto, una niña nacida el 3 de octubre de 1890 que moriría años después. Su marido, un "Demófilo" agotado, desilusionado, cuarentón y con siete hijos, decidió aceptar el puesto de abogado que le ofrecían unos amigos en San Juan de Puerto Rico.
Conseguido el permiso del Ministerio de Ultramar, Antonio Machado Álvarez se embarcó rumbo al Nuevo Continente en agosto de 1892. No consiguió fortuna sino el infortunio de una tuberculosis fulminante que acabó con su vida, sin llegar a cumplir los cuarenta y siete años. Murió en Sevilla, el 4 de febrero de 1893.
Bohemia madrileña
En 1895, Antonio Machado aún no había acabado el bachiller.e Al año siguiente, dos días antes de su 21 cumpleaños, murió su abuelo, el luchador krausista, íntimo amigo de Giner y eminente zoólogo Antonio Machado Núñez. A la pérdida familiar se unió el descalabro económico de una familia de la que Juan Ramón Jiménez dejaría este cruel retrato en su libro El modernismo. Notas de un curso: "...Abuela queda viuda y regala casa. Madre inútil. Todos viven pequeña renta abuela. Casa desmantelada. Familia empeña muebles. No trabajan ya hombres. Casa de la picaresca. Venta de libros viejos".
Ociosos, los jóvenes hermanos Machado, entonces inseparables, se entregaron a la atractiva vida bohemia del Madrid de finales del siglo XIX. Cafés de artistas, "tablaos" flamencos, tertulias literarias, el frontón y los toros, todo les interesa. Les deslumbra la rebeldía esperpéntica de un Valle-Inclán y un Sawa o la personalidad de actores como Antonio Vico y Ricardo Calvo Agostí; en lo literario hacen amistad con un Zayas o un Villaespesa, y, en general, se dejan estimular por la vida pública de la mayoría de los intelectuales de la época.
En octubre de 1896, Antonio, apasionado del teatro, entró a formar parte como meritorio en la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. El propio poeta recordará con humor su carrera como actor: "... yo era uno de los que sujetaban a Manelic, en el final del segundo acto". La bohemia oscura y luminosa del Madrid del final del siglo XIX se alternaba con la colaboración de ambos hermanos en la redacción de un Diccionario de ideas afines, dirigido por el exministro republicano Eduardo Benot. Era inevitable que los jóvenes Machado sintiesen la atracción de París.
París-Madrid
En junio de 1899, Antonio Machado viajó a París, donde ya le esperaba su hermano Manuel. En la capital francesa trabajaron para la Editorial Garnier, se relacionaron con Enrique Gómez Carrillo y Pío Baroja, descubrieron a Paul Verlaine y tuvieron oportunidad de conocer a Oscar Wilde y Jean Moreas.16 Antonio regresó a Madrid en octubre de ese mismo año, incrementando su trato con el "estado mayor" del modernismo, un activo Francisco Villaespesa, un itinerante Rubén Darío y un joven de Moguer, Juan Ramón Jiménez.
En abril de 1902, Antonio y Manuel hacen su segundo viaje a París. Allí se reencuentran con otro hermano, Joaquín (El viajero), que regresa de su experiencia americana "enfermo, solitario y pobre", y Antonio se vuelve con él a España el 1 de agosto.17 A finales de ese año, de vuelta en Madrid, el poeta entregó a la imprenta de A. Álvarez Soledades (1899-1902), su primer libro.
Entre 1903 y 1908, el poeta colaboró en diversas revistas literarias, Helios (que publicaba Juan Ramón Jiménez), Blanco y Negro, Alma Española, Renacimiento latino, La República de las Letras... También firmó el manifiesto de protesta a raíz de la concesión del premio Nobel de Literatura a José Echegaray. En 1906, por consejo de Giner, preparó oposiciones a profesor de francés en Institutos de Segunda Enseñanza, que obtuvo al año siguiente.
En 1907 publicó en Madrid, con el librero y editor Gregorio Pueyo, su segundo libro de poemas, Soledades. Galerías. Otros poemas (una versión ampliada de Soledades). El poeta tomó posesión de su plaza en el instituto de la capital soriana el 1 de mayo y se incorporó a ella en septiembre. Diferentes versiones han especulado sobre las razones que Machado pudo tener para escoger Soria, en aquel tiempo la capital de provincia más pequeña de España, con poco más de siete mil habitantes.19 Quizá le pareció la plaza más cercana a Madrid a la que su escaso currículo le permitió acceder (de las tres vacantes, Soria, Baeza y Mahón, que quedaban libres de la lista total de siete). Ángel Lázaro dejó escrito lo que el propio poeta contestaba, cuando los amigos le preguntaban sobre su decisión: "«Yo tenía un recuerdo muy bello de Andalucía, donde pasé feliz mis años de infancia. Los hermanos Quintero estrenaron entonces en Madrid El genio alegre, y alguien me dijo: ″Vaya usted a verla. En esa comedia está toda Andalucía″. Y fui a verla, y pensé: ″Si es esto de verdad Andalucía, prefiero Soria.″ Y a Soria me fuí».
En Soria
El Machado del París simbolista y el Madrid bohemio reflejado en sus Soledades y galerías dio paso en la descarnada realidad soriana a un hombre diferente: «...cinco años en Soria —escribiría luego en 1917— orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano...—y añade— Ya era, además, muy otra mi ideología». En lo literario, así quedó reflejado en su siguiente libro, Campos de Castilla; en lo profesional, inició su vida de maestro de pueblo; en lo sentimental, descubrió a Leonor, el gran amor de su vida.
Leonor:
Leonor Izquierdo
En diciembre de 1907, al cerrarse la pensión en la que vivía Machado, los huéspedes se trasladaron a un nuevo establecimiento sito en la entonces llamada plaza de Teatinos. En la nueva pensión, regida por Isabel Cuevas y su marido Ceferino Izquierdo, sargento de la Guardia Civil jubilado, quiso el destino que el poeta conociera a Leonor Izquierdo, la hija mayor, y aún apenas una niña de 13 años.i El embeleso de Machado fue tan intenso que por primera vez quizá en su vida se mostró impaciente, y cuando tuvo la certeza de que su amor era correspondido acordó el compromiso con la madre de Leonor.j Había pasado poco más de un año, y los novios aún tuvieron que esperar otro hasta que ella alcanzase la edad legal para casarse. Y así, el 30 de julio de 1909 se celebró la ceremonia en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria.k Hace un mes que Leonor ha cumplido los 15 y el poeta ya tiene 34. Y contra todo pronóstico, el matrimonio fue modelo de entendimiento y felicidad, hasta tal punto que la novia niña se apasionó por el trabajo del poeta con toda la ilusión de su juventud. Así lo han referido todos los testigos de este episodio de la vida de Antonio Machado.
En Soria, el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, siempre vivo en el poeta, le llevó a emprender una serie de excursiones por la sierra de Urbión y sus pinares, hasta las fuentes del río Duero y la Laguna Negra, escenario trágico de La tierra de Alvargonzález, el más largo poema de Machado. De Soria también fue su amistad con José María Palacio, redactor de Tierra soriana, el periódico local, y uno de los pocos con los que compartió inquietudes e ideologías en el rudo páramo castellano.
En diciembre de 1910, Leonor y Antonio viajaron a París, con una beca concedida al poeta por la Junta para la Ampliación de Estudios para perfeccionar sus conocimientos de francés durante un año. Durante los seis primeros meses, la pareja viajó, visitó los museos e intimaron con Rubén Darío y Francisca Sánchez, su compañera.l Machado aprovechó para asistir al curso que Henri Bergson impartía en el Colegio de Francia.
El 14 de julio, cuando el matrimonio va a partir hacia la Bretaña francesa de vacaciones, Leonor sufre una hemoptisis y tiene que ser ingresada. Los médicos, impotentes en aquella época contra la tuberculosis, recomendaron el regreso al aire sano de Soria. Una engañosa mejoría dio paso a un fulminante final. La niña Leonor murió el 1 de agosto de 1912. Su última alegría fue tener en sus manos, publicado al fin, el libro que ella había visto crecer ilusionada día a día: la primera edición de Campos de Castilla.
En Baeza
Machado, desesperado, solicitó su traslado a Madrid, pero el único destino vacante era Baeza, donde durante los siete próximos años penó más que vivió, dedicado a la enseñanza como profesor de Gramática Francesa en el Instituto de Bachillerato instalado en la Antigua Universidad baezana.
Esta Baeza, que llaman la Salamanca andaluza, tiene un Instituto, un Seminario, una Escuela de Artes, varios colegios de Segunda Enseñanza, y apenas sabe leer un treinta por ciento de la población. No hay más que una librería donde se venden tarjetas postales, devocionarios y periódicos clericales y pornográficos. Es la comarca más rica de Jaén, y la ciudad está poblada de mendigos y de señoritos arruinados en la ruleta.
El poeta no está dispuesto a contemporizar y su mirada se radicaliza; tan solo le sacan de su indignación y su aburrimiento las excursiones que hace a pie y solitario, por los cerros que le separan de Úbeda, o con los escasos amigos que le visitan, por las sierras de Cazorla y de Segura, en las fuentes del Guadalquivir. También tuvo oportunidad de acercarse con más atención a las voces y ritmos del tesoro popular (no en vano llevaba en su herencia la pasión de su padre por el folklore, que a su vez lo había heredado de la abuela de Machado, Cipriana Álvarez Durán). Fruto en gran parte de esa mirada será su siguiente libro Nuevas canciones.
Escapar del "poblachón manchego" no fue fácil; para conseguirlo, Machado se vio obligado a estudiar por libre, entre 1915 y 1918, la carrera de Filosofía y Letras. Con ese nuevo título en su menguado currículo, solicitó el traslado al Instituto de Segovia, que en esta ocasión sí se le concedió. Machado abandonó Baeza en el otoño de 1919.
Poco antes, el 8 de junio de 1916, Machado había conocido a un joven poeta con el que desde entonces mantuvo amistad, se llamaba Federico García Lorca.28
Segovia-Madrid
Machado llegó a Segovia el 26 de noviembre de 1919 y acabó instalándose por el modestísimo precio de 3,50 pesetas al día en una aún más modesta pensión. Era el mes de noviembre de 1919 y el poeta llegó a tiempo para participar en la fundación de la Universidad Popular Segoviana junto con otros personajes como el marqués de Lozoya, Blas Zambrano, Ignacio Carral, Mariano Quintanilla, Alfredo Marqueríe o el arquitecto Javier Dodero, que se encargó de restaurar y adaptar para la nueva institución el viejo templo románico de San Quirce, tenía como objetivo la instrucción gratuita del pueblo segoviano.
Machado, que ahora contaba con la ventaja de la cercanía de Madrid, visitaba cada fin de semana la capital participando de nuevo en la vida cultural del país con tanta dedicación que a menudo "perdió el tren de regreso a Segovia muchos lunes, y bastantes martes". Este nuevo estatus de perfil bohemio le permitiría recuperar la actividad teatral junto a su hermano Manuel.
En Segovia, por su parte, fue asiduo de la tertulia que —entre 1921-1927— se reunía cada tarde en el alfar del ceramista Fernando Arranz, instalado en las ruinas de una iglesia románica, en la que participaban también amigos como Blas Zambrano (catedrático de la Escuela Normal y padre de María Zambrano), Manuel Cardenal Iracheta, el escultor Emiliano Barral y algunos otros tipos pintorescos (como Carranza, cadete de la academia de Artillería, o el padre Villalba, que puso música a un texto de Machado). También colaboró en la recién nacida revista literaria Manantial y frecuentó el ambiente del Café Castilla, en la plaza mayor de Segovia.
En 1927, Antonio Machado fue elegido miembro de la Real Academia Española, si bien nunca llegó a tomar posesión de su sillón.n En una carta a Unamuno, el poeta le comenta la noticia con sana ironía: «Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da pañuelo a quien no tiene narices..».
Guiomar: Pilar de Valderrama
En junio de 1928, Pilar de Valderrama viajó sola a Segovia y, con el pretexto de salir de una depresión con una cura de descanso y soledad, se hospedó en el mejor hotel de la ciudad. Sin embargo, y como delataría la carta de presentación para Antonio Machado que a través de una amiga había conseguido del actor Ricardo Calvo, el objetivo real del viaje era iniciar una casta amistad profesional con el poeta (que si llegó a ser realmente casta, los acontecimientos de su desenlace demostrarían que no fue del todo honesta).
Pilar pertenecía a la alta burguesía madrileña; casada y madre de tres hijos, era autora de algunos libros de poemas. Durante casi nueve años hizo las funciones de musa y "oscuro objeto del deseo" de un rejuvenecido Machado que inmortalizó aquel espejismo poético con el nombre de Guiomar. Desde la publicación en 1950 del libro De Antonio Machado a su grande y secreto amor, escrito por Concha Espina y haciendo pública una colección de cartas entre Machado y una misteriosa pero real Guiomar, varios y variopintos han sido los estudios dedicados al fenómeno Guiomar. Todo parece indicar que Pilar de Valderrama nunca estuvo enamorada de Machado (aunque como buena cortesana fue diestra en el arte de "marear la perdiz"), como parece deducirse de lo escrito en su libro de memorias Sí, soy Guiomar, libro escrito en su vejez y publicado post mórtem, para insistir en el carácter platónico de su relación con el poeta, pero sin explicar por qué de ser así se mantuvo en secreto con tanto celo. Tampoco explicó la inspiradora de Guiomar por qué quemó la mayoría de las cartas que recibió de Machado, cuando —quizá advertida por sus contactos entre la clase acomodada— abandonó Madrid, rumbo a Estoril, en junio de 1936, un mes antes del alzamiento nacional.
14 de abril en Segovia
El último gran acontecimiento de los años segovianos de Machado ocurrió el 14 de abril de 1931, fecha de la proclamación de la Segunda República Española. El poeta, que vive la noticia en Segovia, fue requerido para ser uno de los encargados de izar la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento. Un momento emotivo que Machado recordaría con estas palabras:
¡Aquellas horas, Dios mío, tejidas todas ellas con el más puro lino de la esperanza, cuando unos pocos viejos republicanos izamos la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia! (...) Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra república de la mano. Antonio Machado
Madrid republicano
En octubre de 1931 la República le concedió a Machado, por fin, una cátedra de francés en Madrid, donde a partir de 1932 pudo vivir de nuevo en compañía de su familia (su madre, su hermano José, mujer e hijas). En la capital, el poeta continuó viéndose en secreto con la inspiradora de Guiomar y estrenando las comedias escritas con Manuel.
En una Orden gubernamental de 19 de marzo de 1932, a petición del secretario del Patronato de las Misiones Pedagógicas, se autoriza a Machado a residir en Madrid "para la organización del Teatro popular".
Durante los siguientes años, Machado escribió menos poesía pero aumentó su producción en prosa, publicando con frecuencia en el Diario de Madrid y El Sol y perfilando definitivamente a sus dos apócrifos, los pensadores (y cómo Machado, poetas y maestros) Juan de Mairena y Abel Martín.
En 1935, Machado se trasladó del Instituto Calderón de la Barca al Cervantes. Días antes, el 1 de septiembre había muerto su maestro Cossío, poco después de haberse reunido con él en su retiro de la sierra de Guadarrama y en compañía de otros institucionistas, Ángel Llorca y Luis Álvarez Santullano. Las pérdidas se acumulan: el 5 de enero muere Valle-Inclán y el 9 de abril un olvidado Francisco Villaespesa...el desfile de la muerte se había adelantado.
La Guerra Civil
Casi desde los primeros días de la guerra, Madrid, ya convulsionada desde los últimos estertores del Bienio Negro, se convirtió en un campo abonado para las privaciones y la muerte. La Alianza de Intelectuales decidió, entre otras muchas medidas de emergencia, evacuar a zonas más seguras a una serie de escritores y artistas, Machado entre ellos (por su edad avanzada y por su significación). La oferta, un día de noviembre de 1936, la presentan en el domicilio del poeta, otros dos ilustres colegas: Rafael Alberti y León Felipe. Machado, "concentrado y triste" –según evocaría luego Alberti– se resistía a marchar. Fue necesaria una segunda visita con mayor insistencia y a condición de que sus hermanos Joaquín y José, con sus familias, le acompañasen junto con su madre.
En Rocafort
Publicación en portada del diario La Vanguardia del viernes 16 de julio de 1937: "El poeta y el pueblo", discurso de Antonio Machado para el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas y celebrado en Valencia.
Machado y su familia, tras ser acogidos provisionalmente en la Casa de la Cultura de Valencia, se instalaron en la localidad de Rocafort desde finales de noviembre de 1936 hasta abril de 1938, fecha en que fueron evacuados a Barcelona.r Durante su estancia valenciana, el poeta, a pesar del progresivo deterioro de su salud, escribió sin descanso comentarios, artículos, análisis, poemas y discursos (como el que pronunció para las Juventudes Socialistas Unificadas, en una plaza pública de Valencia ante una audiencia multitudinaria), y asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas y celebrado en la capital valenciana, donde leyó su reflexión titulada "El poeta y el pueblo".
En 1937 publicó La guerra, con ilustraciones de su hermano menor José Machado. De entre sus últimos escritos, obra de compromiso histórico y testimonial, destacan textos de hondura estremecedora, como la elegía dedicada a Federico García Lorca: El crimen fue en Granada.
Escala en Barcelona
Ante el peligro de que Valencia quede aislada, los Machado se trasladaron a Barcelona, donde tras un hospedaje provisional en el Hotel Majestic, ocuparon la finca de "Torre Castañer", abandonada por la duquesa de Moragas. El lujo del lugar contrasta con las miserias de la guerra: no hay carbón para las estufas, ni tabaco (imprescindible para Machado), ni apenas alimentos. Allí permanecieron desde finales de mayo del 1938 hasta los primeros días del siguiente año.
Exilio y muerte
El 22 de enero de 1939, y ante la inminente ocupación de la ciudad, el poeta y su familia salieron de Barcelona en un vehículo de la Dirección de Sanidad conseguido por el doctor José Puche Álvarez; les acompañan, entre otros amigos, el filósofo Joaquín Xirau, el filólogo Tomás Navarro Tomás, el humanista catalán Carlos Riba, el novelista Corpus Barga y una interminable caravana de cientos de miles de españoles anónimos huyendo de su patria.
Tras una última noche en suelo español, en Viladasens, las cuarenta personas que componían el grupo cubrió el último tramo hacia el exilio. Apenas a medio kilómetro de la frontera con Francia, tuvieron que abandonar los coches de Sanidad, embotellados en el colapso de la huida. Allí quedaron también sus maletas, al pie de la larga cuesta que hubo que recorrer bajo la lluvia y el frío del atardecer hasta la aduana francesa, que sólo gracias a las gestiones de Corpus Barga (que disponía de un permiso de residencia en Francia) pudieron superar. Unos coches les llevaron hasta la estación ferroviaria de Cerbère, donde gracias a las influencias de Xirau se les permitió pasar la noche en un vagón estacionado en vía muerta.
A la mañana siguiente, con la ayuda de Navarro Tomás y Corpus Barga, se trasladaron en tren hasta Colliure (Francia), donde el grupo encontró albergue en la tarde del día 28 de enero, en el Hotel Bougnol-Quintana. Allí quedaron a la espera de una ayuda que no llegaría a tiempo.
Antonio Machado murió a las tres y media de la tarde del 22 de febrero de 1939, Miércoles de Ceniza.
José Machado relataría luego que, su madre, saliendo por unos instantes del estado de semi-inconsciencia en el que la habían sumido las penalidades del viaje, al ver vacía la cama de su hijo, junto a la suya, preguntó por él con ansiedad. No creyó las piadosas mentiras que le dijeron y comenzó a llorar. Murió el 25 de febrero a los 85 años de edad, cumpliendo la promesa hecha en voz alta en Rocafort: «Estoy dispuesta a vivir tanto como mi hijo Antonio». Ana Ruiz, fue enterrada junto a su hijo en el nicho cedido por una vecina de Colliure, en el pequeño cementerio de la localidad francesa donde reposan sus restos desde entonces.
Late, corazón... No todo
se lo ha tragado la tierra.
Con fecha de 5 de mayo de 1941, Antonio Machado fue expulsado post mórtem del cuerpo de catedráticos de Instituto. Hubo que esperar hasta 1981 para que fuera rehabilitado (con la misma fórmula) como profesor del instituto Cervantes de Madrid, por orden ministerial de un gobierno democrático.
Autorretrato
En una breve autobiografía casi improvisada por Machado en 1913, dejó escritas algunas claves personales que dibujan mejor que ningún estudio crítico su perfil humano:
Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible.
Antonio Machado Autobiografía
Ideología
Creo que la mujer española alcanza una virtud insuperable y que la decadencia de España depende del predominio de la mujer y de su enorme superioridad sobre el varón. Me repugna la política donde veo el encanallamiento del campo por el influjo de la ciudad. Detesto al clero mundano que me parece otra degradación campesina. En general me agrada más lo popular que lo aristocrático social y más el campo que la ciudad. El problema nacional me parece irresoluble por falta de virilidad espiritual; pero creo que se debe luchar por el porvenir y crear una fe que no tenemos. Creo más útil la verdad que condena el presente, que la prudencia que salva lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y el dogma de la utilidad me parecen peligrosos y absurdos. Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo de hierro. Para ello no hay más obstáculos que la hipocresía y la timidez. Ésta no es una cuestión de cultura —se puede ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan.
Antonio Machado Autobiografía
Iconografía
Joaquín Sorolla, Antonio Machado (diciembre de 1917). Óleo sobre lienzo. Hispanic Society of America (Nueva York). Sorolla se lo regaló a Machado "como un poema personal".
De entre la numerosa galería de retratos literarios, pictóricos y fotográficos compuestos y conservados de Antonio Machado, hay que destacar algunos que en diferentes ocasiones han merecido el calificativo de magistrales y que conforman su iconografía universal.
Documentos de indudable valor histórico-artístico son los diversos retratos y dibujos que su hermano José le dedicó a lo largo de su vida, tomados del natural o a partir de fotografías del poeta. De mayor valor artístico son el retrato al óleo que Sorolla pintó de Machado en diciembre de 1917; el lápiz hecho por Leandro Oroz en 1925, y el óleo casi vanguardista de Cristóbal Ruiz, en 1927.
Quizá el capítulo más popular de la iconografía del poeta lo constituyan los retratos fotográficos que los dos "alfonsos" (Alfonso Sánchez García y su hijo Alfonso Sánchez Portela) hicieron de Machado entre 1910 y 1936. En especial el Retrato de perfil de 1927, y el Retrato del café de Las Salesas.
Obra
Como análisis literario elemental, Max Aub recogió en su Manual de Historia de la Literatura Española el conocido silogismo que plantea que si Unamuno representó un "modo de sentir" y Ortega "un modo de pensar", Machado representa "un modo de ser". Max Aub completó el retrato, matizando en ese modo de ser: "la estirpe romántica, la sencilla bondad, el vigor intelectual y la sincera melancolía."
Su obra poética se abrió con Soledades, escrito entre 1901 y 1902, y casi reescrito en Soledades. Galerías. Otros poemas, que publicó en octubre de 1907.
Durante su estancia en Soria, Machado escribió su libro más noventayochista, Campos de Castilla, publicado por la editorial Renacimiento en 1912. Sus protagonistas son las tierras castellanas y los hombres que las habitan. Le siguió la primera edición de sus Poesías completas (1917), en la que se incrementan los libros anteriores con nuevos poemas y se añaden los poemas escritos en Baeza tras la muerte de Leonor, los populares «Proverbios y cantares» —"poemas breves, de carácter reflexivo y sentencioso"—, y una colección de textos de crítica social, dibujando la España de aquel momento. En 1924 publicó las Nuevas canciones, recuperando materiales escritos en Baeza y aún en Soria, y mezclando ejemplos de sentenciosa poesía gnómica y análisis en torno al hecho de la creación poética, con paisajes soñados, algunas galerías y los primeros sonetos que se le conocen.
Las ediciones de Poesías completas de 1928 y 1933 incluyeron algunos de los textos adjudicados a sus dos apócrifos, «Juan de Mairena» y «Abel Martín» –maestro de Mairena—, y en la edición de 1933 las primeras Canciones a Guiomar.
En 1936, en vísperas de la guerra civil española, publicó: Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. El estallido de la rebelión militar impidió la difusión del volumen que durante años permaneció en el limbo de lo desconocido.
Abel Martín y Juan de Mairena
Estatua de Machado ante el Teatro Juan Bravo en la plaza Mayor de Segovia.
Juan de Mairena y Abel Martín, heterónimos de Machado (él mismo llegó a reconocer que Mairena era su «yo filosófico»),aa desplazaron al poeta modernista y simbolista, sustituyéndolo por un pensador original, hondo y precursor de un género mixto que luego sería imitado por muchos otros autores.64 Originalmente concebidos como poetas, Martín y Mairena se presentan como filósofos populares, herederos de la "lengua hecha" (que el poeta citaba siempre a propósito de Cervantes y El Quijote) y en defensa de la "lengua hablada", dicho con palabras de Machado: "Rehabilitemos la palabra en su valor integral. Con la palabra se hace música, pintura y mil cosas más; pero sobre todo, se habla".
Gran parte del Juan de Mairena, publicado por Espasa-Calpe en 1936, reúne la colección de ensayos que Machado había publicado en la prensa madrileña desde 1934. A través de sus páginas, un imaginario profesor y sus alumnos analizan la sociedad, la cultura, el arte, la literatura, la política, la filosofía, planteados con una caprichosa variedad de tonos, desde la aparente frivolidad hasta la gravedad máxima, pasando por la sentencia, la paradoja, el adagio, la erudición, la introspección, la retórica como arte, la cuchufleta o el más fino y sutil humor celtibérico.
Teatro
Durante la década de 1920 y los primeros años de la década del treinta, Machado escribió teatro en colaboración con su hermano Manuel. Se llegaron a estrenar en Madrid las siguientes obras: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Mañara (1927), Las adelfas (1928), La Lola se va a los puertos (1929), La prima Fernanda (1931) y La duquesa de Benamejí (1932).67
Auto-poética[editar]
Página de título de la primera edición de las Poesías completas de Antonio Machado, con autógrafo y foto del autor (tomada hacia 1917, en su etapa de profesor en Baeza). Fondos de la Biblioteca del Ateneo de Madrid.
El verbo
El adjetivo y el nombre
remansos del agua limpia
son accidentes del verbo
en la gramática lírica
del hoy que será mañana
del ayer que es todavía.
Los complementarios, 1914
y Nuevas canciones, "De mi cartera" 1917-1930
Tiempo poético
La poesía es —decía Mairena— el diálogo del hombre, de un hombre con su tiempo. Eso es lo que el poeta pretende eternizar, sacándolo fuera del tiempo, labor difícil y que requiere mucho tiempo, casi todo el tiempo de que el poeta dispone. El poeta es un pescador, no de peces, sino de pescados vivos; entendámonos: de peces que puedan vivir después de pescados.
Juan de Mairena IX, 1936
Tiempo mundano
Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado
tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado.
Galerías "XCV.Coplas mundanas", 1907
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer
Soledades, 1889-1907
Tiempo filosófico
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
Campos de Castilla,
"CXXXVI. Proverbios y cantares", 1912
Diálogo
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.
Campos de Castilla, "CXXXVI.Proverbios y cantares", 1912
Los símbolos
Mucha literatura se ha escrito sobre "símbolos machadianos". Cualquier lector de su poesía, tras un simple y breve vistazo a una de las muchas antologías poéticas de Antonio Machado, podrá enumerar: camino, fuente, sueño, ciprés, agua, noche, mar, jardín, alma, tarde, primavera, muerte, soledades...
O que yo pueda asesinar un día
en mi alma, al despertar, esa persona
que me hizo el mundo mientras yo dormía.
La rima
Recordemos hoy a Gustavo Adolfo, el de las rimas pobres, la asonancia indefinida y los cuatro verbos por cada adjetivo definidor. Alguien ha dicho con indudable acierto: «Bécquer, un acordeón tocado por un ángel». Conforme: el ángel de la verdadera poesía.
De los suprarrealistas hubiera dicho Juan de Mairena: Todavía no han comprendido esas mulas de noria que no hay noria sin agua Juan de Mairena XLIX, 1936)
Poética
«Antes de escribir un poema –decía Mairena a sus alumnos– conviene imaginar el poeta capaz de escribirlo. Terminada nuestra labor, podemos conservar el poeta con su poema, o prescindir del poeta –como suele hacerse– y publicar el poema; o bien tirar el poema al cesto de los papeles y quedarnos con el poeta, o por último, quedarnos sin ninguno de los dos, conservando siempre al hombre imaginativo para nuevas experiencias poéticas.» (Juan de Mairena –XXII–, 1936)
Cronología de publicaciones
A modo de guía, y según su fecha de publicación
Poesía
1903 - Soledades: poesías
1907 - Soledades. Galerías. Otros poemas
1912 - Campos de Castilla
1917 - Páginas escogidas
1917 - Poesías completas
1917 - Poemas
1918 - Soledades y otras poesías
1919 - Soledades, galerías y otros poemas
1924 - Nuevas canciones
1928 - Poesías completas (1899-1925)
1933 - Poesías completas (1899-1930)
1933 - La tierra de Alvargonzález
1936 - Poesías completas
1937 - La guerra (1936-1937)
1937 - Madrid: baluarte de nuestra guerra de independencia
1938 - La tierra de Alvargonzález y Canciones del Alto Duero
Prosa
1936 - Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo)
1957 - Los complementarios (recopilación póstuma a cargo de Guillermo de Torre publicada en Buenos Aires por Editorial Losada).
1994 - Cartas a Pilar (edición de G. C. Depretis, en Madrid con Anaya-Mario Muchnik).
2004 - El fondo machadiano de Burgos. Los papeles de AM (edición de A. B. Ibáñez Pérez, en Burgos por la Institución Fernán González).
Teatro
(con Manuel Machado)
1926 - Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel
1927 - Juan de Mañara
1928 - Las adelfas
1930 - La Lola se va a los puertos
1930 - La prima Fernanda
1932 - La duquesa de Benamejí
1932 - Teatro completo, I, Madrid, Renacimiento.
1947 - El hombre que murió en la guerra (homenaje en Buenos Aires)
(adaptaciones de clásicos, en colaboración)
1924 - El condenado por desconfiado, de Tirso de Molina (con José López Hernández), estrenada el 2 de enero de 1924, en el Teatro Español de Madrid, con Ricardo Calvo como protagonista principal.
1924 - Hernani, de Victor Hugo (con Francisco Villaespesa), estrenada el 1 de enero de 1925, en el Teatro Español de Madrid, por la compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza.
1926 - La niña de plata, de Lope de Vega (con José López Hernández).
AL GRAN CERO
(Del apócrifo Abel Martín)
Cuando el Ser que se es hizo la nada
y reposó, que bien lo merecía,
ya tuvo el día noche, y compañía
tuvo el hombre en la ausencia de la amada.
Fiat umbral Brotó el pensar humano.
y el huevo universal alzó, vacío,
ya sin color, desubstanciado y frío,
lleno de niebla ingrávida, en su mano.
Toma el cero integral, la hueca esfera,
que has de mirar, si lo has de ver, erguido.
Hoy que es espalda el lomo de tu fiera,
y es el milagro del no ser cumplido,
brinda, poeta, un canto de frontera
a la muerte, al silencio y al olvido.
ACASO
Como atento no más a mi quimera
no reparaba en torno mío, un día
me sorprendió la fértil primavera
que en todo el ancho campo sonreía.
Brotaban verdes hojas
de las hinchadas yemas del ramaje,
y flores amarillas, blancas, rojas,
alegraban la mancha del paisaje.
Y era una lluvia de saetas de oro,
el sol sobre las frondas juveniles;
del amplio río en el caudal sonoro
se miraban los álamos gentiles.
Tras de tanto camino es la primera
vez que miro brotar la primavera,
dije, y después, declamatoriamente:
-¡Cuán tarde ya para la dicha mía!-
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: -Y todavía
¡yo alcanzaré mi juventud un día!
AMADA, EL AURA DICE...
Amada, el aura dice
tu pura veste blanca...
No te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
El viento me ha traído
tu nombre en la mañana;
el eco de tus pasos
repite la montaña...
no te verán mis ojos;
¡mi corazón te aguarda!
En las sombrías torres
repican las campanas...
No te verán mis ojos;
¡m corazón te aguarda!
Los golpes del martillo
dicen la negra caja;
y el sitio de la fosa,
los golpes de la azada...
No te verán mis ojos;
¡Mi corazón te aguarda!
ANOCHE CUANDO DORMÍA
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
ARDE EN TUS OJOS UN MISTERIO...
Arde en tus ojos un misterio, virgen
esquiva y compañera.
No sé si es odio o es amor la lumbre
inagotable de tu aljaba negra.
Conmigo irás mientras proyecte sombra
mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.
-¿Eres la sed o el agua en mi camino?
Dime, virgen esquiva y compañera.
CAMPO
La tarde está muriendo
como un hogar humilde que se apaga.
Allá, sobre los montes,
quedan algunas brasas.
Y ese árbol roto en el camino blanco
hace llorar de lástima.
¡Dos ramas en el tronco herido, y una
hoja marchita y negra en cada rama!
¿Lloras?...Entre los álamos de oro,
lejos, la sombra del amor te aguarda.
CANCIONES A GUIOMAR I
No sabía
si era un limón amarillo
lo que tu mano tenía,
o un hilo del claro día,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonreía.
Yo pregunté: ¿qué me ofreces?
¿Tiempo en fruto, que tu mano
eligió entre madureces
de tu huerta?
¿Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
¿Dorada ausencia encantada?
¿Copia en el agua dormida?
¿De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
¿Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
de sus crepúsculos viejos?
CANCIONES A GUIOMAR II
En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar, sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.
Un ave insólita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
En ese jardín, Guiomar,
el mutuo jardín que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueño -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
(Uno: mujer y varón,
aunque gacela y león,
llegan juntos a beber.
El otro: no puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer.)
* * *
Por ti el mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisán de la aurora canto y plumas,
y el búho de Minerva ojos mayores.
Por ti, ¡oh Guiomar!...
CANCIONES A GUIOMAR III
Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo viense, Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel. La retama
pasa en Sombra; se desdora
el oro de Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadeante,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,
aunque ensille, el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.
* * *
Hoy te escribo en mi celda de viajero,
a la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aire el aguacero,
y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
¡Oh tarde viva y quieta que opuso
al panta rhei su nada corre,
tarde niña que amaba a su poeta!
¡Y día adolescente
-ojos claros y músculos morenos-,
cuando pensaste a amor, junto a la fuente,
besar tus labios y apresar tus senos!
Todo a esta luz de abril se transparenta;
todo en el hoy de ayer, el todavía
que en sus maduras horas
el tiempo canta y cuenta,
se funde en una sola melodía,
que es un coro de tardes y de auroras.
A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.
CANTE HONDO
Yo meditaba absorto, devanando
los hilos del hastío y la tristeza,
cuando llegó a mi oído,
por la ventana de mi estancia, abierta
a una caliente noche de verano,
el plañir de una copla soñolienta,
quebrada por los trémolos sombríos
de las músicas magas de mi tierra.
...Y era el Amor, como una roja llama...
-Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro,
que se trocaba en surtidor de estrellas-.
...Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,
el paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la guitarra, resonante y trémula,
la brusca mano, al golpear, fingía
el reposar de un ataúd en tierra.
Y era un plañido solitario el soplo
que el polvo barre y la ceniza avienta.
¡COMO EN EL ALTO LLANO TU FIGURA...
¡Como en el alto llano tu figura
se me aparece!... Mi palabra evoca
el prado verde y la árida llanura,
la zarza en flor, la cenicienta roca.
Y el recuerdo obediente, negra encina
brota en el cerro, baja el chopo al río;
el pastor va subiendo a la colina;
brilla un balcón de la ciudad: el mío,
el nuestro. ¿Ves? Hacia Aragón, lejana,
la sierra de Moncayo, blanca y rosa...
Mira el incendio de esa nube grana,
y aquella estrella en el azul, esposa.
Tras el Duero, la loma de Santana
se amorata en la tarde silenciosa.
CREPÚSCULO
Caminé hacia la tarde de verano
para quemar, tras el azul del monte,
la mirra amarga de un amor lejano
en el ancho flamígero horizonte.
Roja nostalgia el corazón sentía,
sueños bermejos, que en el alma brotan
de lo inmenso inconsciente,
cual de región caótica y sombría
donde ígneos astros, como nubes, flotan,
informes, en un cielo lactescente.
Caminé hacia el crepúsculo glorioso,
congoja del estío, evocadora
del infinito ritmo misterios0
de olvidada locura triunfadora.
De locura adormida, la primera
que al alma llega y que del alma huye,
y la sola que torna en su carrera
si la agria ola del ayer refluye.
La soledad, la musa que el misterio
revela al alma en sílabas preciosas
cual notas de recóndito salterio,
los primeros fantasmas de la mente
me devolvió, a la hora en que pudiera,
caída sobre la ávida pradera
o sobre el seco matorral salvaje,
un ascua del crepúsculo fulgente,
tornar en humo el árido paisaje.
Y la inmensa teoría
de gestos victoriosos
de la tarde rompía
los cárdenos nublados congojosos.
Y muda caminaba
en polvo y sol envuelta, sobre el llano,
y en confuso tropel, mientras quemaba
sus inciensos de púrpura el verano.
CUANDO SEA MI VIDA...
Cuando sea mi vida,
toda clara y ligera
como un buen río
que corre alegremente
a la mar,
a la mar ignota
que espera
llena de sol y de canción.
Y cuando brote en mi
corazón la primavera
serás tú, vida mía,
la inspiración
de mi nuevo poema.
Una canción de paz y amor
al ritmo de la sangre
que corre por las venas.
Una canción de amor y paz.
Tan solo de dulces cosas y palabras.
Mientras,
mientras, guarda la llave de oro
de mis versos
entre tus joyas.
Guárdala y espera.
De mar a mar entre los dos la guerra...
De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar , a un finisterre,
miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mi me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
y es la total angustia de la muerte,
con la sombra infecunda de la llama,
y la soñada miel de amor tardío,
Iy la flor imposible de la rama
que ha 5entido del hacha el corte frío.
DESDE EL UMBRAL DE UN SUEÑO....
Desde el umbral de un sueño me llamaron...
Era la buena voz, la voz querida.
-Dime: ¿vendrás conmigo a ver el alma?....
Llegó a mi corazón una caricia.
-Contigo siempre....Y avancé en mi sueño
por una larga, escueta galería,
sintiendo el roce de la veste pura
y el palpitar suave de la mano amiga.
DESGARRADA LA NUBE...
Desgarrada la nube ; el arco iris
brillando ya en el cielo,
y en un fanal de lluvia
y sol el campo envuelto.
Desperté. ¿ Quién enturbia
los mágicos cristales de mi sueño?
Mi corazón latía
atónito y disperso.
...¡El limonar florido,
el cipresal del huerto,
el prado verde, el sol, el agua, el iris...,
¡el agua en tus cabellos!...
Y todo en la memoria se perdía
como una pompa de jabón al viento.
EL AMOR Y LA SIERRA
Cabalgaba por agria serranía,
una tarde, entre roca cenicienta.
El plomizo balón de la tormenta
de monte en monte rebotar se oía.
Súbito, al vivo resplandor del rayo,
se encabritó, bajo de un alto pino,
al borde de la peña, su caballo.
A dura rienda le tornó al camino.
Y hubo visto la nube desgarrada,
y, dentro, la afilada crestería
de otra sierra más tenue y levantada
-relámpago de piedra parecía-.
¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada.
Gritó: ¡Morir en esta sierra fría!
EL MAR TRISTE
Palpita un mar de acero de olas grises
dentro los toscos murallones roidos
del puerto viejo. Sopla el viento norte
y riza el mar. El triste mar arrulla
una ilusión amarga con sus olas grises.
El viento norte riza el mar, y el mar azota
el murallón del puerto.
Cierra la tarde el horizonte
anubarrado. Sobre el mar de acero
hay un cielo de plomo.
El rojo bergantin es un fantasma
sangriento, sobre el mar, que el mar rsacude...
Lúgubre zumba el viento norte y silba triste
en la agria lira de las jarcias recias.
El rojo bergantin es un fantasma
que el viento agita y mece el mar rizado,
el tosco mar rizado de olas grises.
¿EMPEÑÉ TU MEMORIA?
¿Empeñé tu memoria? ¡Cuántas vecesI
La vida baja como un ancho río,
y cuando lleva al mar alto navío
va con cieno verdoso y turbias heces.
Y más si hubo tormenta en sus orillas,
y él arrastra el botín de la tormenta,
si en su cielo la nube cenicienta
se incendió de centellas amarillas.
Pero aunque fluya hacia la mar ignota,
es la vida también agua de fuente
que de claro venero, gota a gota,
o ruidoso penacho de torrente,
bajo el azul, sobre la piedra brota.
y allí suena tu nombre ¡eternamente!
En estos campos de la tierra mía...
En estos campos de la tierra mía
y extranjero en los campos de mi tierra
-yo tuve patria donde corre el Duero
por entre grises peñas,
y fantasmas de viejos encinares,
allá en Castilla, mística y guerrera,
Castilla la gentil, humilde y brava,
Castilla del desdén y de la fuerza-,
en estos campos de mi Andalucía,
¡oh tierra en que nací! , cantar quisiera.
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
imágenes de luz y de palmeras,
y en una gloria de oro,
de lueñes campanarios con cigüeñas,
de ciudades con calles sin mujeres
bajo un cielo de añil, plazas desiertas
donde crecen naranjos encendidos
con sus frutas redondas y bermejas;
y en un huerto sombrío, el limonero
de ramas polvorientas
y pálidos limones amarillos,
que el agua clara de la fuente espeja,
un aroma de nardos y claveles
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena;
imágenes de grises olivares
bajo un tórrido sol que aturde y ciega,
y azules y dispersas serranías
con arreboles de una tarde inmensa;
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
al corazón, el ancla en su ribera,
o estas memorias no son alma. Tienen
en sus abigarradas vestimentas
señal de ser despojos del recuerdo,
la carga ,bruta que el recuerdo lleva.
Un día tornarán, con luz d-el fondo ungidos,
los cuerpos virginales a la orilla vieja.
Lora del Río, 4 de abril de 1913.
ERAN AYER MIS DOLORES...
Eran ayer mis dolores
como gusanos de seda
que iban labrando capullos;
hoy son mariposas negras.
¡De cuántas flores amargas
he sacado blanca cera!
¡Oh, tiempo en que mis pesares
trabajaba como abeja!
Hoy son como avenas locas,
o cizaña en sementera,
como tizón en espiga,
como carcoma en madera.
¡Oh, tiempo en que mis dolores
tenía lágrimas buenas,
y eran como agua de noria
que va regando una huerta!
Hoy son agua de torrente
que arranca el limo a la tierra.
Dolores que ayer hicieron
de mi corazón colmena,
hoy tratan mi corazón
como a una muralla vieja:
quieren derribarlo, y pronto,
al golpe de la piqueta.
GUERRA DE AMOR
El tiempo que la barba me platea
cavó mis ojos y agrandó mi frente,
va siendo en mí recuerdo transparente,
y mientras más el fondo, más clarea.
Miedo infantil, amor adolescente,
¡cuánto esta luz de otoño os hermosea!,
¡agrios caminos de la vida fea,
que también os doráis al sol poniente!
¡Cómo en la fuente donde el agua mora
resalta en piedra una leyenda escrita:
el ábaco del tiempo falta una hora!
¡Y cómo aquella ausencia en una cita,
bajo las olmas que noviembre dora,
del fondo de mi historia resucita!
HACIA TIERRA BAJA (III)
Un mesón de mi camino.
Con un gesto de vestal,
tú sirves el rojo vino
de una orgía de arrabal.
Los borrachos
de los ojos vivarachos
y la lengua fanfarrona
te requiebran ¡oh varona!
Y otros borrachos suspiran
por tus ojos de diamante,
tus ojos que a nadie miran.
A la altura de tus senos,
la batea rebosante
llega en tus brazos morenos.
¡Oh, mujer,
dame también de beber!
HASTÍO
Pasan las horas de hastío
por la estancia familiar,
el amplio cuarto sombrío
donde yo empecé a soñar.
Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tictac acompasado
odiosamente golpea.
Dice la monotonía
del agua clara al caer:
un día es como otro día;
hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...
¡Qué largamente ha llorado
toda la fronda marchita!
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS...
He andado muchos caminos
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra.
Y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra...
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio
preguntan a donde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja.
Y no conocen la prisa
ni aún en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino,
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
HÚMEDO ESTÁ, BAJO EL LAUREL, EL BANCO...
Húmedo está, bajo el laurel, el banco
de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la yedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
los céspedes ondula, y la alameda
conversa con el viento...,
¡el viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
que los racimos de la vid orea,
y el buen burgués, en su balcón, enciende
la estoica pipa que el tabaco humea,
voy recordando versos juveniles...
¿Qué fue de aquel mi corazón -sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
huyendo entre los árboles de oro?
HUYE DEL TRISTE AMOR, AMOR PACATO...
Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.
Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.
Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.
Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Despierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!
JARDÍN
Lejos de tu jardín quema la tarde
inciensos de oro en purpurinas llamas,
tras el bosque de cobre y de ceniza.
En tu jardín hay dalias.
¡Malhaya tu jardín!... Hoy me parece
la obra de un peluquero,
con esa pobre palmerilla enana,
y ese cuadro de mirtos recortados...
y el naranjito en su tonel... El agua
de la fuente de piedra
no cesa de reír sobre la concha blanca.
INVENTARIO GALANTE
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negras noches si luna,
orilla al mar salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos requemados,
y el suspirar de fuego
de los maduros campos.
Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano...
Y es alba y aura fría
sobre los pobres álamos
que en las orillas tiemblan
del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano.
De tu morena gracia
de tu soñar gitano,
de tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
de cielo negro y bajo,
para cantar contigo,
orilla al mar salado,
una canción que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Para tu linda hermana
arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos,
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso...
Para tu linda hermana
yo haré un ramito blanco.
LA CALLE EN SOMBRA. OCULTAN LOS CASERONES...
La calle en sombra. Ocultan los altos caserones
el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.
¿No ves, en el encanto del mirador florido,
el òvalo rosado de un rostro conocido?
La imagen; tras el vidrio de equívoco reflejo,
surge o se apaga como daguerrotipo viejo.
Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;
se extinguen lentamente los ecos del ocaso.
¡Oh angustia! Pesa y duele el corazòn. ¿Es ella
No puede ser... Camina... En el azul la estrella.
LA PRIMAVERA BESABA...
La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!
LLAMÓ A MI CORAZÓN...
Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma,
todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya, todas han muerto.
-Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó...Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?
ME DIJO UN ALBA DE LA PRIMAVERA...
Me dijo un alba de la primavera:
Yo florecí en tu corazón sombrío
ha muchos años, caminante viejo
que no cortas las flores del camino.
Tu corazón de sombra ¿acaso guarda
el viejo aroma de mis viejos lirios?
¿Perfuman aún mis rosas la alba frente
del hada de tu sueño adamantino?
Respondí a la mañana:
Sólo tienen cristal los sueños míos.
Yo no conozco el hada de mis sueños;
no sé si está mi corazón florido.
Pero si aguardas la mañana pura
que ha de romper el vaso cristalino,
quizás el hada te dará tus rosas,
mi corazón tus lirios.
ME DIJO UNA TARDE...
Me dijo una tarde
de la primavera:
si buscas caminos
en flor en la tierra,
mata tus palabras
y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino
que te vista, sea
tu traje de duelo,
tu traje de fiesta.
Ama tu alegría
y ama tu tristeza,
si buscas caminos
en flor en la tierra.
Respondí a la tarde
de la primavera:
tú has dicho el secreto
que en mi alma reza:
yo odio la alegría
yo odio a la pena,
mas antes que pise
tu florida senda,
quisiera traerte
muerta mi alma vieja.
MELANCOLÍA
Tarde tranquila, casi
con placidez de alma,
para ser joven, para haberlo sido
cuando Dios quiso, para
tener algunas alegrías...lejos,
y poder dulcemente recordarlas.
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y recordando digo:
-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
¿MI AMOR?
¿Mi amor?...¿Recuerdas, dime,
aquellos juncos tiernos
lánguidos y amarillos
que hay en el cauce seco?...
¿Recuerdas la amapola
que calcinó el verano,
la amapola marchita,
negro crespón del campo?...
¿Te acuerdas del sol yerto
y humilde en la mañana,
que brilla y tiembla roto
sobre una fuente helada?...
¿MI CORAZÓN SE HA DORMIDO?
¿Mi corazón se ha dormido?
Colmenares de mis sueños,
¿ya no labráis? ¿Está seca
la noria del pensamiento,
los cangilones vacíos
girando, de sombra llenos?
No, mi corazón no duerme.
Está despierto, despierto.
ni duerme, ni sueña, mira,
los claros ojos abiertos,
señas lejanas y escucha
a orillas del gran silencio.
¡OH, DIME, NOCHE AMIGA!
¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja,
que me traes el retablo de mis sueños
siempre desierto y desolado, y sólo
con mi fantasma dentro,
mi pobre sombra triste
sobre la estepa y bajo el sol de fuego,
o soñando amarguras
en las voces de todos los misterios,
dime, si sabes, vieja amada, dime
si son mías las lágrimas que vierto!
Me respondió la noche:
Jamás me revelaste tu secreto.
Yo nunca supe, amado,
si eras tú ese fantasma de tu sueño,
ni averigüé si era su voz o la tuya,
o era la voz de un histrión grotesco.
Dije a la noche: Amada mentirosa,
tú sabes mi secreto;
tú has visto la honda gruta
donde fabrica su cristal mi sueño,
y sabes que mis lágrimas son mías,
y sabes mi dolor, mi dolor viejo.
¡Oh! Yo no sé, dijo la noche, amado,
yo no sé tu secreto,
aunque he visto vagar ese, que dices
desolado fantasma, por tu sueño.
Yo me asomo a las almas cuando lloran
y escucho su hondo rezo,
humilde y solitario,
ese que llamas salmo verdadero;
pero en las hondas bóvedas del alma,
no sé si el llanto es una voz o un eco.
Para escuchar tu queja de tus labios,
yo te busqué en tu sueño,
y allí te vi vagando en un borroso
laberinto de espejos.
Orillas del Duero
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,
de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poqui,to la pobre tierra soriana.
Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,
y mística primavera!
Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espuma de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!
OTOÑO
El cárdeno otoño
no tiene leyendas
para mí. Los salmos
de las frondas muertas,
jamás he escuchado,
que el viento se lleva.
Yo no sé los salmos
de las hojas secas,
sino el sueño verde
de la amarga tierra.
OTRAS CANCIONES A GUIOMAR
A la manera de Abel Martín y de Juan de Mairena
I
¡Sólo tu figura,
como una centella blanca,
en mi noche oscura!
¡Y en la tersa arena,
cerca de la mar,
tu carne rosa y morena,
súbitamente, Guiomar!
En el gris del muro,
cárcel y aposento,
y en un paisaje futuro
con sólo tu voz y el viento;
en el nácar frío
de tu zarcillo en mi boca,
Guiomar, y en el calofrío
de una amanecida loca;
asomada al malecón
que bate la mar de un sueño,
y bajo el arco del ceño
de mi vigilia, a traición,
¡siempre tú!
Guiomar, Guiomar,
mírame en ti castigado:
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.
II
Todo amor es fantasía;
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada,
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.
III
Escribiré en tu abanico:
te quiero para olvidarte,
para quererte te olvido.
IV
Te abanicarás
con un madrigal que diga:
en amor el olvido pone la sal.
V
Te pintaré solitaria
en la urna imaginaria
de un daguerrotipo viejo,
o en el fondo de un espejo,
viva y quieta,
olvidando a tu poeta.
VI
Y te enviaré mi canción:
«Se canta lo que se pierde»,
con un papagayo verde
que la diga en tu balcón.
VII
Que apenas si de amor el ascua humea
sabe el poeta que la voz engola
y, barato cantor, se pavonea
con su pesar o enluta su viola;
y que si amor da su destello, sola
la pura estrofa suena,
fuente de monte, anónima y serena.
Bajo el azul olvido, nada canta,
ni tu nombre ni el mío, el agua santa.
Sombra no tiene de su turbia escoria
limpio metal; el verso del poeta
lleva el ansia de amor que lo engendrara
como lleva el diamante sin memoria
-frío diamante- el fuego del planeta
trocado en luz, en una joya clara...
POR QUÉ, DECISME, HACIA LOS ALTOS LLANOS...
¿Por qué, decisme, hacia los altos llanos,
huye mi corazón de esta ribera,
y en tierra labradora y marinera
suspiro por los yermos castellanos?
Nadie elige su amor. Llevome un día
mi destino a los grises calvijares
donde ahuyenta al caer la nieve fría
las sombras de los muertos encinares.
De aquel trozo de España, alto y roquero,
hoy traigo a ti, Guadalquivir florido,
una mata del áspero romero.
Mi corazón está donde ha nacido,
no a la vida, al amor, cerca del duero...
¡El muro blanco y el ciprés erguido!
PRELUDIO
Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.
Maduraran su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.
Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo suave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.
PROVERBIOS Y CANTARES
I
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.
II
¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda,
como Jesús, sobre el mar.
III
A quien nos justifica nuestra desconfianza
llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
Jamás perdona el necio si ve la nuez vacía
que dio a cascar al diente de la sabiduría.
IV
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
V
Ni vale nada el fruto
cogido sin sazón...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.
VI
De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra, no es caridad.
VII
Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
conozco grajos mélicos y líricos marranos...
El más truhán se lleva la mano al corazón,
y el bruto más espeso se carga de razón.
VIII
En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder..
Y a preguntas sin respuesta
¿quién te podrá responder?
IX
El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,
de ingénita malicia y natural astucia,
formó la inteligencia y acaparó la tierra.
¡Y aun la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!
X
La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.
XI
La mano del piadoso nos quita siempre honor;
mas nunca ofende al damos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente
porque el valor honrado de todas armas viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine, y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.
XII
¡Ojos que a luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!
XIII
Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida:
un poco más, algo menos...
XIV
Virtud es la alegría que alivia el corazón
más grave y desarruga el ceño de Catón.
El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
para el sediento el agua, para el borracho el vino.
XV
Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
Y entre los dos misterios está el enigma grave;
tres arcas cierra una desconocida llave.
La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
XVI
El hombre es por natura la bestia paradójica,
un animal absurdo que necesita lógica.
Creó de nada un mundo y, su obra terminada,
«Ya estoy en el secreto -se dijo-, todo es nada.»
XVII
El hombre sólo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía;
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa de ladrón.
XVIII
¡Ah, cuando yo era niño
soñaba con los héroes de la Ilíada!
Ayax era más fuerte que Diómedes,
Héctor, más fuerte que Ayax,
y Aquiles el más fuerte; porque era
el más fuerte... ¡Inocencias de la infancia!
¡Ah, cuando yo era niño
soñaba con los héroes de la Ilíada!
XIX
El casca-nueces-vacías,
Colón de cien vanidades,
vive de supercherías
que vende como verdades.
XX
¡Teresa, alma de fuego,
Juan de la Cruz, espíritu de llama
por aquí hay mucho frío, padres, nuestros
corazoncitos de Jesús se apagan!
XXI
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.
XXII
Cosas de hombres y mujeres,
los amoríos de ayer,
casi los tengo olvidados,
si fueron alguna vez.
XXIII
No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada;
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.
XXIV
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.
XXV
Las abejas de las flores
sacan miel, y melodía
del amor, los ruiseñores;
Dante y yo -perdón, señores-,
trocamos -perdón, Lucía-,
el amor en Teología.
XXVI
Poned sobre los campos
un carbonero, un sabio y un poeta.
Veréis cómo el poeta admira y calla,
el sabio mira y piensa...
Seguramente, el carbonero busca
las moras o las setas.
Llevadlos al teatro
y sólo el carbonero no bosteza.
Quien prefiere lo vivo a lo pintado
es el hombre que piensa, canta o sueña.
El carbonero tiene
llena de fantasías la cabeza.
XXVII
¿Dónde está la utilidad
de nuestras utilidades?
Volvamos a la verdad:
vanidad de vanidades.
XXVIII
Todo hombre tiene dos
batallas que pelear:
en sueños lucha con Dios;
y despierto, con el mar.
XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XXX
El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!
La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés.
XXXI
Corazón, ayer sonoro,
¿ya no suena
tu monedilla de oro?
Tu alcancía,
antes que el tiempo la rompa,
¿se irá quedando vacía?
Confiemos
en que no será verdad
nada de lo que sabemos.
XXXII
¡Oh fe del meditabundo!
¡Oh fe después del pensar!
Sólo si viene un corazón al mundo
rebosa el vaso humano y se hincha el mar.
XXXIII
Soñé a Dios como una fragua
de fuego, que ablanda el hierro,
como un forjador de espadas,
como un bruñidor de aceros,
que iba firmando en las hojas
de luz: Libertad. -Imperio.
XXXIV
Yo amo a Jesús, que nos dijo
Cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad.
XXXV
Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tú. ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena,
muertos, los peces del mar?
XXXVI
Fe empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.
XXXVII
¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.
XXXVIII
¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.
XXIX
Dicen que el ave divina
trocada en pobre gallina,
por obra de las tijeras
de aquel sabio profesor
(fue Kant un esquilador
de las aves altaneras;
toda su filosofía,
un sport de cetrería),
dicen que quiere saltar
las tapias del corralón,
y volar
otra vez, hacia Platón.
¡Hurra! ¡Sea!
¡Feliz será quien lo vea!
XL
Sí, cada uno y todos sobre la tierra iguales:
el ómnibus que arrastran dos pencos matalones,
por el camino, a tumbos, hacia las estaciones,
el ómnibus completo de viajeros banales,
y en medio un hombre mudo, hipocondríaco, austero,
a quien se cuentan cosas y a quien se ofrece vino...
Y allá, cuando se llegue, ¿descenderá un viajero
no más? ¿O habránse todos quedado en el camino?
XLI
Bueno es saber que los vasos
nos sirven para beber;
lo malo es que no sabemos
para qué sirve la sed.
XLII
¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal
se me rompe, nunca en ella
beberé, nunca jamás.
XLIII
Dices que nada se pierde,
y acaso dices verdad;
pero todo lo perdemos
y todo nos perderá.
XLIV
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
XLV
Morir... ¿Caer como gota
de mar en el mar inmenso?
¿O ser lo que nunca ha sido:
uno, sin sombra y sin sueño,
un solitario que avanza
sin camino y sin espejo?
XLVI
Anoche soné que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!
XLVII
Cuatro cosas tiene el hombre
que no sirven en la mar:
ancla, gobernalle y remos,
y miedo de naufragar.
XLVIII
Mirando mi calavera
un nuevo Hamlet dirá:
He aquí un lindo fósil de una
careta de carnaval.
XLIX
Ya noto, al paso que me torno viejo,
que en el inmenso espejo,
donde orgulloso me miraba un día,
era el azogue lo que yo ponía.
Al espejo del fondo de mi casa
una mano fatal
ya rayendo el azogue, y todo pasa
por él como la luz por el cristal.
L
-Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
-El vacío es más bien en la cabeza.
LI
Luz del alma, luz divina,
faro, antorcha, estrella, sol...
Un hombre a tientas camina;
lleva a la espalda un farol.
LII
Discutiendo están dos mozos
si a la fiesta del lugar
irán por la carretera
o campo atraviesa irán.
Discutiendo y disputando
empiezan a pelear.
Ya con las trancas de pino
furiosos golpes se dan;
ya se tiran de las barbas,
que se las quieren pelar.
Ha pasado un carretero,
que va cantando un cantar:
«Romero, para ir a Roma,
lo que importa es caminar;
a Roma por todas partes,
por todas partes se va.»
LIII
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
RENACIMIENTO
Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.
ROSA DE FUEGO
Tejidos sois de primavera, amantes,
de tierra y agua y viento y sol tejidos.
La sierra en vuestros pechos jadeantes,
en los ojos los campos florecidos,
pasead vuestra mutua primavera,
y aun bebed sin temor la dulce leche
que os brinda hoy la lúbrica pantera,
antes que, torva, en el camino aceche.
Caminad, cuando el eje del planeta
se vence hacia el solsticio del verano,
verde el almendro y mustia la violeta,
cerca la sed y el hontanar cercano,
hacia la tarde del amor, completa,
con la rosa de fuego en vuestra mano.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería...
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
SIEMPRE FUGITIVA Y SIEMPRE...
Siempre fugitiva y siempre
cerca de mí, en negro manto
mal cubierto el desdeñoso
gesto de tu rostro pálido.
No sé adónde vas, ni dónde
tu virgen belleza tálamo
busca en la noche. No sé
qué sueños cierran tus párpados,
ni de quién haya entreabierto
tu lecho inhospitalario.
Detén el paso belleza
esquiva, detén el paso.
Besar quisiera la amarga,
amarga flor de tus labios.
SONETO I
A Guiomar
Perdón, Madona del Pilar, si llego
al par que nuestro amado florentino,
con una mata de serrano espliego,
con una rosa de silvestre espino.
¿Qué otra flor para ti de tu poeta
si no es la flor de la melancolía?
Aquí, sobre los huesos del planeta
pule el sol, hiela el viento, diosa mía.
¡Con qué divino acento
me llega a mi rincón de sombra y frío
tu nombre, al acercarme el tibio aliento
de otoño el hondo resonar del río!
Adiós: cerrada mi ventana, siento
junto a mi un corazón... ¿Oyes el mío?
SONETO II
A Guiomar
De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,
miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens oantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.
La guerra dio al amor el tajo fuerte.
y es la total angustia de la muerte,
con la sombra iracunda de tu llama
y la soñada miel de amor tardío,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.
SOÑÉ QUE TÚ ME LLEVABAS...
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueño, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!
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