Nguyen Phan Que Mai
Poeta y traductora, nació en un pequeño pueblo en el norte de Vietnam, en 1973. Mereció tres de los premios literarios más prestigiosos de su país en 2010, otorgados por Hanoi Writers Association, Hanoi Union of Literature and Arts Associations, y el Premio de Poesía con motivo de los 1.000 años de Hanoi. Es autora de tres libros de poesía (Forbidden Fruit, Freeing Myself y Stars in the Shape of Carrying Poles), así como de un libro de viajes y una novela para niños. Su obra abraza las tradiciones culturales y poéticas de su tierra. Sus poemas han sido publicados en conocidas revistas literarias como The American Poetry Review, Red Wheel Barrowy Poetry Ireland Review, entre otras. Nguyen Phan Que Mai ha dado voz a las personas desfavorecidas de Vietnam, vendedores ambulantes, víctimas de la guerra o agricultores de arroz de los rincones más remotos. Según Bruce Weilg “La poesía de Nguyen Phan Que Mai nos enseña cómo vivir más plenamente en el mundo, y reafirma el poder de la lucidez y de la escritura directa para convertir incluso nuestras horas más oscuras en lecciones profundamente respetuosas de las complejidades de la historia, el tiempo y el amor”
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/
El poema que aún no puedo nombrar
Mis manos elevan a lo alto un tazón de arroz, granos cosechados
en el campo donde enterraron a mi abuela.
Cada grano de arroz sabe dulce como la canción de cuna
de la abuela que nunca conocí.
Imagino su rostro suave mientras la extendían bajo tierra,
sus ropas raídas, su piel pegada a los huesos;
en la gran hambruna de 1945*, mi pueblo
tenía hambre de tumbas para enterrar a todos sus muertos.
Nadie podía encontrar la tumba de mi abuela,
entonces a mi padre el arroz le supo amargo durante sesenta y cinco años.
Después de sesenta y cinco años, nos paramos mi padre y yo
Frente a la tumba de mi abuela.
Escuché a mi padre llamar "Mamá" por vez primera;
temblaba el arrozal a sus espaldas.
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Mis pies se aferran al barro.
Escucho en el ardiente incienso la expansión del alma de mi abuela, uniéndose profundamente a la tierra, arraigando en el campo,
en voz baja canta canciones de cuna, llamando a las espigas de arroz a florecer.
Alzando el tazón de arroz en mis manos, cuento cada semilla,
cada una brilla con el sudor de mis parientes,
sus espaldas encorvadas en los arrozales,
la fragancia de la canción de cuna de mi abuela emana en cada uno.
* La Hambruna vietnamita de 1945 ocurrió al norte del país, de octubre de 1944 a mayo de 1945, durante la ocupación japonesa de la Indochina francesa en la Segunda Guerra Mundial. Entre 400.000 y 2 millones de personas se estima que murieron de hambre durante este tiempo.
Mi madre
Cruzo el río Lam para volver a mi patria
donde mi madre abraza la tumba de mi abuela en la lluvia,
al suelo de Nghe An, tan seco que las plantas de arroz se aferran a las rocas.
Mi madre mastica maíz seco; hambrienta, trata de olvidar.
Cruzo los campos de juncos para volver a Ninh Binh.
Justo después de mi nacimiento, la guerra dejó caer allí muchas bombas.
Para protegerme de aquellas tormentas, mi madre extendió sus alas,
Su camisa desteñida perfumada con las flores del gao.
Cruzo el río Mekong para volver a Bac Lieu,
la sombra flaca de mi madre
impresa contra la luz de la tarde,
cada gota de sudor a cambio de una semilla de arroz;
pero a pesar de esta dificultad, ella siempre sonríe.
Cruzo a tiempo de volver al pasado.
Mi madre me envía lejos entre gotas de lluvia.
Enciende el fuego de la estufa, se sienta allí, esperándome.
Empiezo a caminar, cada paso la distancia de un vasto mar.
Cruzo la distancia para volver a Saigón.
Oh mi madre, su cabello tornándose blanco.
Siempre como era antes, ella es gentil, cariñosa y amable.
Ahora que por fin puedo ver su amor, el tiempo ha pasado.
Siempre estoy muy lejos, y culpable de no estar allí.
No sé si pueda pagarte lo que has hecho, mi querida madre.
Trabajaste tan duro en tu vida, y era tan fuerte
la forma en que abrazaste tantas tormentas en soledad.
Me sobrepongo a mi timidez para abrazar a mi madre por vez primera.
Me encantaría quedarme a su lado.
Inciertos, mis pies avanzan por el polvoriento camino de la vida.
Escucho sollozar a mi corazón. Un mar de mil cuerdas me retiene.
Hogar Tierra
Los caminos sangran su sangre verde hasta quedar pálidos.
El verano entierra el sonido de la cigarra;
el invierno sepulta las hojas.
Estoy desolada sobre el pavimento, el cementerio de hierba,
y la tristeza no encuentra dónde colgarse.
Concreto, sobresaliente acero,
polvo, humo que se espesa.
De una sola engullida, la bulla se traga el sol.
Llevo las manos a mi rostro, no me reconozco.
Los ríos fluyen desde bosques que han muerto demasiado jóvenes,
halos de sangre de nubes rojas;
la humanidad se ahoga con inundaciones
precipitándose por montañas desoladas
donde árboles, alguna vez orgullosos
se aferran a sus raíces, llorando su destino.
Cuando las plantas de arroz eran verdes,
Las chimeneas de las fábricas punzaban las costillas de la luz.
Un cáncer desciende, crece y se riega desde la codicia humana.
¿Dónde me oculto cuando me persigo?
El jardinero en la ciudadela real
Para la gente de Hue, antigua ciudadela de Vietnam
El trueno inclina los troncos de los árboles
El jardinero se cautiva en sembrar cada semilla de hierba.
Tempestades hunden la ciudad.
El jardinero se cautiva en sembrar cada semilla de hierba.
Las flores de la plumeria son blancas alrededor de su cabello gris.
Vistosas flores rojas sobre su camisa desteñida.
Flores de loto de color rosa, bajo sus manos ajadas.
Las cortes reales decaen.
El jardinero se cautiva en sembrar cada semilla de hierba
sobre reales dinastías derrumbadas.
El sudor de los humanos, sube desde sus cenizas.
Traducciones de Arturo Fuentes
Nguyen Phan Que Mai
Nguyen Phan Que Mai was born in 1973 in a small village in northern Vietnam, and grew up in the Mekong Delta, in southern Vietnam. She studied in Australia under a development scholarship from the Australian Government. Nguyen currently lives in Hanoi and works with UN organizations to promote communications for sustainable development. She is the author of two poetry collections and the translator of six books of poetry., For her poetry she has received many honors, including an award from the youth newspaper Story about My Life in a writing competition (2007), an award from the Vietnamese Writers Association for outstanding contribution to the advancement of Vietnamese literature overseas (2010), the Poetry of the Year Award from the Hanoi Writers Association (2010), first prize in a poetry competition about Hanoi from the Vietnam Writers Association, Literature Newspaper, and Hanoi Television (2010), and an award from the Vietnam Writers Association, Literature Newspaper. and Hanoi Television for the translation of the poem “In Hanoi, Again,” by J. Fossenbell (2010).
Selections of Poems
Nguyen Phan Que Mai
Translated from Vietnamese to English by the author together with Professor Bruce Weigl
FREEING MYSELF
One day the wind lifts me high,
so I look down and see an ant imprisoned in an e-mail inbox,
in a mobile phone, ringing from time to time.
One day the wind lifts me high,
so I look down and see a bird imprisoned
in the praises of his flock, in the limits of a sense
of beauty, pre-arranged.
One day the wind lifts me high;
the wind hands me a pair of wings
and tells me to free myself from wings,
and fly above my thoughts.
BABYLIFT*
Lifted high, thrown into another world,
another country, another embrace,
this was the fate of the bewildered children,
their skin still fuming from the fire of their evacuation.
They come home, their hair not blond, their skin not white,
their tongues without Vietnamese,
but no diet of milk and butter can answer the thirty-five year old question
Who am I?
No adopted arms can replace the parents’ embrace.
No DNA test can link them to their origin,
and black hair cannot think in Vietnamese.
Babylift. Over twelve thousand days of tears.
Over thirty-five years of pain,
and still the questions have their eyes wide open.
*”Operation Babylift” was carried out during the last days of the American War in Vietnam. According to information from the American side, more than 3,300 children considered to be orphans were airlifted from the South of Vietnam in 1975, and were adopted in the US and several other countries such as Australia, France, and Canada. However, some of those children were not orphans and many have returned to Vietnam to find their birth parents, with very little hope.
STARS IN THE SHAPE OF CARRYING POLES
For the street sellers of Hanoi
The women carry the seasons of guava, mango and plum to me,
the seasons of lotus, green young sticky rice on their shoulders,
bringing me the enlightened sunrise, the blue sunset,
dragging their sandal footsteps on the road.
With such little money, I can buy the seasons of guava and lotus,
the small bills silently
soaked with dew, soaked with sweat.
Behind these women’s backs, from orphaned village fields,
the wind howls endlessly.
They open their embrace:
empty lullabies, swollen with milk.
They carry countless virgin seasons to me
that I would have forgotten without them.
The aroma of Hung Yen just coming into being,
the lotus of West Lake
just coming into blood, Vong village
restless to produce
the green young sticky rice.
They carry and present to me the fresh breeze from their village
where their mothers, children, and husbands stand waiting,
where dreams are thirsty, and struggle.
I hear their faint singing
In difficulty, the poles press heavy on my shoulder
but I find ways to feed my mother, ignoring people’s laughs *
They are my stars,
carrying their difficult fates on their shoulders,
unknown in life,
gazing burning questions into my eyes.
* Vietnamese folk poetry
THE POEM I CAN’T YET NAME
For my grandmother
My hands lift high a bowl of rice, the seeds harvested
in the field where my grandmother was laid to rest.
Each rice seed tastes sweet as the sound of lullaby
from the grandmother I never knew.
I imagine her soft face as they laid her down into the earth,
her clothes battered, her skin stuck to her bones;
in the great hunger of 1945, my village
was hungry for graves to bury all the dead.
Nobody could find my grandmother’s grave,
so my father tasted bitter rice for sixty-five years.
After sixty-five years, my father and I stood
in front of my grandmother’s grave.
I heard my father call “Mum,” for the first time;
the rice field behind his back trembled.
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My two feet cling to the mud.
I listen in the burning incense to my grandmother’s soul spread;
uniting deep with the earth, taking root in the field,
she quietly sings lullabies, calling rice plants to blossom.
Lifting the bowl of rice in my hands, I count every seed,
each one glistening with the sweat of my relatives,
their backs bent in the rice fields,
the fragrance of my grandmother’s lullaby alive on each one.
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