Ibn Arabi
Abū Bakr Muhammad ibn 'Alī ibn 'Arabi (en árabe أبو بكر محمد بن علي ابن عربي الحطمي) (Murcia, 28 de julio de 1165 – Damasco, 16 de noviembre de 1240), más conocido como Ibn Arabi, Abenarabi y Ben Arabi fue un místico sufí, filósofo, poeta, viajero y sabio musulmán andalusí. Sus importantes aportaciones en muchos de los campos de las diferentes ciencias religiosas islámicas le han valido el sobrenombre de Vivificador de la Religión (en árabe محيي الدين Muhyi al-Din) y El Doctor Máximo (en árabe الشيخ الأكبر as-Sheij al-Akbar).
Nacido en Murcia, de padre murciano y madre bereber, se trasladó con su familia a Sevilla. Sus estudios literarios juveniles transcurrieron entre Lora del Río y Carmona.
El ansia de saber condujo a Ibn Arabi a una vida viajera, recorriendo primero su Al-Andalus natal y luego el Norte de África visitando a los diferentes grupos sufíes. Más tarde visitó El Cairo y Jerusalén. Después de pasar dos años de emociones espirituales en La Meca decidió continuar viaje a Bagdad, Mosul, Konya (antigua capital del Sultanato de Rum y una ciudad de la actual Turquía) y Damasco, donde finalmente se estableció durante 17 años hasta su fallecimiento. Su tumba, en la que después fueron enterrados dos de sus hijos, aún se conserva y es lugar de peregrinación para el mundo musulmán. Sobre su tumba los otomanos edificaron una madrasa en la que se guarda su sepulcro.
Pensamiento
Aunque los estudios orientalistas españoles lo han relacionado con la escuela de Ibn al-Arif (Abenalarif), y lo consideraron inicialmente más un filósofo que un sufí, los maestros sufíes de muchas órdenes en el sufismo desde hace siglos lo han considerado como un gran maestro conocedor por 'experiencia (espiritual) directa', al que incluso han dado el calificativo de Sheij al Akbar, o el más grande de los maestros. En la literatura académica occidental contemporánea, en esa línea, los estudios de su obra llevados a cabo por autores como Michel Chodkiewicz, William Chittick, Denis Gril y en España por Pablo Beneito, muestran claramente que su contacto con las escuelas aristotélicas de Alfarabi y Averroes o la filosofía neoplatónica de la escuela de Ibn Hazm fue muy superficial.
Su obra es, ante todo, de carácter gnóstico-religiosa; sus críticas al entendimiento meramente externo y árido de la religión e incluso a la filosofía misma son abundantes en su obra. Pero es evidente que no es un simple "místico": el contenido metafísico de su obra abarca desde la interpretación gnóstico-sapiencial de la sharia (Ley Islámica) -siempre con una cierta visión zahirí como la de Ibn Hazm, pero a la que supera ampliamente- hasta una cosmología basada en la revelación divina y de su Unicidad (que fue bautizada por sus sucesores como la Unicidad de la Existencia o Wahdat al-wuyud).
La doctrina de Ibn Arabi abunda en el carácter absoluto de Dios como unidad suprema. Esta niega cualquier tipo de analogía entre Dios y lo creado -por lo tanto escapando del panteísmo que le han adscrito algunos- pero también desarrollando una compleja relación de lo creado con el Creador, del que es una expresión de sus diferentes Nombres y Atributos (Allahu al-asma al-husna), que inició Sahl al-Tustari. Esta radical separación de Dios y su creación impide su conocimiento racional de Dios como Esencia, pero no impide su conocimiento a través del develamiento, o sea, de la certificación o Realización de la Realidad (Haqq) de las cosas, que no es otro que Dios. Con él el sufismo alcanza el desarrollo más refinado de la expresión de la elaboración teórica del sufismo.
Al igual que los neoplatónicos aplica una escala jerárquica de géneros y especies entre la no existencia al ser creador, que se relaciona a su vez con su idea del amor también compuesto de una serie de grados que van desde la simpatía o inclinación hasta el puro amor.
Obra
Sus obras son más de 200. Osman Yahya las ha catalogado, ha editado algunas de ellas y ha desmentido algunas atribuciones de obras como la epístola de la Unidad o el Núcleo del núcleo.
Su obra más importante es el al-Futuhat al-Makkiyya, traducido habitualmente como Las Iluminaciones de la Meca o Las Revelaciones de la Meca, que es un compendio de metafísica islámica, aunque abarca la mayoría de las ciencias tradicionales islámicas en sus más de tres mil páginas.
Su otra obra de importancia es el Fusus al-Hikam (Los Engarces de la Sabiduría), síntesis de su pensamiento metafísico, de la unidad de las creencias y de profetología en el Islam.
Otras obras destacadas:
Libro del Tesoro de los amantes, Kitāb Dajā'ir al-a'lāq
Libro de la Política Divina, Kitāb al-tadbīrāl al-Ilāhiyya
Libro del descenso de los astros, Kitāb mawāqi' al-nuyūm
Libro del Viaje místico, Kitāb tuhfat al-safara
Epístola del precepto obligatorio, Risālat al-Amr al-muhkam
Epístola de las luces, Risālat al-anwār
El gran Diwan Al-Diwan al-akbar
El intérprete de los deseos, Taryuman al-ashwaq.
La contemplación de los Misterios
El Árbol del Universo (atribución discutida).
La maravillosa vida de Du-l-Nun el Egipcio
El secreto de los nombres de Dios
Hay lugares que no ofrecen más que un escaso consuelo,
mientras que otros ofrecen un gran placer.
Sin embargo,
haz del Señor el pilar y el refugio de tu alma,
dondequiera y comoquiera que te encuentres.
Poema inédito extraído del Diwân de Ibn Arabi, cortesía del Dr. Austin.
CASIDAS DE AMOR MÍSTICO
Miró el rayo oriental y amó el oriente
de fulgurar en occidente, el occidente hubiera amado,
pues mis ansias de amor son por el rayo y sus fulgores
no decidieron mi amor ni los lugares ni la tierra .
la brisa me ha narrado de ella un decir aprendido
del dolor y de mi pasión, de la tristeza y de mi sufrimiento,
del éxtasis y de mi razón, de la nostalgia y del amor
de las lágrimas y de mis ojos, del fuego y de mi corazón
Aquella a quien amas sólo está en tu pecho
y la brizan tus suspiros
Yo le dije: Hazle saber que ella es
quien causa el fuego de mi corazón.
Sólo puede apagarlo la unión eterna
y si arde más no es culpa del amante
Casidas De Amor Místico
¿Dónde están las que yo amo?
!por Dios, decidme dónde están
Ya que vísu forma externa
¿Me haras tú ver la esencia?
Tanto tiempo ha que las busco
y tanto he pedido la unión
que ya no temo su partida
ni estoy seguro en su presencia.
Quisiera feliz destino,
impedir que se alejen de mi,
para que mis ojos se gocen en ellas
y no pregunte dónde están
El tesoro de la compasión
¡Qué maravilla un jardín
en medio de tanto fuego!
Capaz de acoger cualquiera
de entre las diversas formas
mi corazón se ha tornado:
Es prado para gacelas
y convento para el monje;
para los ídolos, templo,
Kaaba de quien le da vueltas;
es las Tablas de la Tora
y es el Libro del Corán.
La religión del amor
sigo adonde se encaminen
sus monturas, que el amor
es mi práctica y mi fe.
En La Meca se enamoró de Nizán, hija del Imán de una mezquita de la ciudad, y nos dejó un hermosísimo poemario ocasionado por tal suceso: Tarjum´n al-axvaq (“El intérprete de los sueños”). Se trata de una obra donde lo amatorio y lo místico forman un fondo indiscernible, tal cual San Juan de la Cruz, tres centurias después volverá a escribir. Reeditó la obra, añadiéndole un prólogo de claves, ahora con el título de Dhakari-al-a´laq (Tesoro de los enamorados), ante la interpretación literal, erótico-amorosa que, exclusivamente, se hacía de sus versos. He aquí una muestra:
¡Qué dolor en mi corazón!
¡Qué dolor!
¡Qué gozo en mi alma!
¡Qué gozo!
En mi corazón arde la pasión como un fuego.
En mi alma se ha puesto una luna de tiniebla.
¡Oh almizcle!
¡Oh luna!
¡Oh ramos sobre la duna!
¡Qué verde!
¡Qué esplendor!
¡Cuánto aroma!
¡Oh boca sonriente, cuya humedad adoro!
¡Saliva cuya miel he probado!
¡Luna revelada, con las mejillas cubiertas
del rojo atardecer!
Desnuda de sus velos,
sería tormento y por ello es esquiva.
Sol mañanero que escala los cielos,
ramo de duna en un jardín plantado,
lo contemplo sin pausa, con temor reverente,
y riego el ramo con suave lluvia celestial.
Cuando se levanta es maravilla en la mirada,
cuando se pone es causa de mi muerte.
Desde que la belleza puso sobre su frente
corona de oro virgen, amo el oro.
Si Satán hubiera contemplado en Adán
el fulgor de su rostro, no se hubiera revuelto.
Si Hermes hubiera interpretado las líneas
que la belleza escribió en su rostro,
no hubiera escrito nada.
Si la reina de Saba la hubiera visto sobre el trono,
no pensara en el suyo, ni en palacios.
¡Oh, el sarh en el valle, el ban en la espesura!
enviadme con la brisa vuestro perfume,
cargado del aroma dulce
de las flores entre sus valles y colinas.
¡Oh ban del valle!, muéstrame tus ramas
y brotes suaves como las líneas de su cuerpo.
Narra la brisa la juventud pasada
en Hágir, en Miná y Qubáe ,
y en la dunas donde el valle se tuerce
junto al vedado,
y en La’la, donde pacen las gacelas.
No es extraño, no es raro
que un hombre se enamore de las bellas
y, cuando arrulla la paloma,
con el nombre de su amada se extasíe.
Y ¡qué gozo!
Muhyiddin Ibn' Arabí de Murcia - Poesía Sufí
I
Compañero De La Noche
¡Tú que la estrella sin cesar contemplas! Durante el día, ¡sé mi compañero!
¡Oh tú que el rayo en la vigilia velas! ¡Sé, pues, mi compañero de la noche!
II
El Rayo Oriental
1 En el levante el rayo ha contemplado y así quedó prendado del oriente, más si hubiera brillado en el poniente, a occidente se habría encaminado.
2. De tierras no depende o paradores:
3 mi amor se debe al rayo y sus fulgores.
III
Llegado a Su Presencia
1. Quienquiera que aspirase a unirse con Mi ser a lo imposible aspira.
2. Con ardiente deseo de verlo atravesé los páramos desiertos.
3. Llegado a Su Presencia tan sólo a mí me hallé, quedando más confuso.
4. -Señor mío, clamé -Heme aquí, siervo Mío, al punto respondió.
5. Le dije: No he hallado sino perplejidad; vagando, errante sigo.
IV
Pleamar
1. Cuando el secreto se mostró en mi entraña se extinguió mi existencia mi estrella se ocultó;
2. por el misterio del Señor mudóse el corazón; del cuerpo todo rastro de sentido perdí, quedando ausente;
3. y vine desde Él, por Él y a Él, a bordo de la nave de mi resolución,
4. en cuyo mástil desplegué las velas de interna reflexión, en alta mar de mi saber velado;
5. y al soplo de los vientos de mi anhelo; como una flecha el mar atravesó
6. y el mar de la proximidad crucé, hasta que vi de modo manifiesto a Quien aquí no nombro.
7. Clamé entonces diciendo: ¡Ay Tú, a quien mi corazón contempla!
¡Haz que en las suertes saque una flecha que gane Vuestro amor!
8. ¡Tú eres mi solaz y mi festejo, mi meta en la pasión y mi triunfo!
V
Versos Aislados (Mafarid)
1. Los signos de tu existencia, no por tu contemplación a ti se te han de mostrar sino en tu aniquilación.
2. Si bien la luz otorga resplandores no brinda Vuestra Luz la claridad, tan sólo oscuridad, tinieblas brinda.
3. Convierte las diversas entidades en una única entidad y esencia: El verdadero Ser de lo Real reside en esta negación del número.
4. Como reluce el adorno sobre tela de brocado luces brillando destellan en el amigo allegado.
5. Con el alma mía yo me desposé, y era mi marido siendo mi mujer.
6. Al separar dolores y deleites, la Esencia de divina Realidad el ayuno distingue de mi esencia.
7. Si por el ser no fuera de Aliento incomparable, mostrado no se hubiera al mundo asemejable.
8. ¡Por la verdad de la pasión proclamo que el deseo es la causa del deseo!
Si el corazón no lo llevara dentro, no sería el deseo así adorado.
VI
La Certeza
Aceite y lámpara si bien se aprecia son en sí la evidencia de la certeza.
VII
El Pudor
1. Pues de Su puerta es el pudor la llave, mi conciencia profunda, mi secreto, revela de su acceso la abertura.
2. Si abrirla logras y el umbral alcanzas, ves una luz que brilla iluminando un rostro hermoso en resplandor bañado.
3. Si en la nocturna oscuridad tus ojos lo observaran, dirían por su forma que es un amanecer y es una lámpara.
VIII
Sobre Los Bellísimos Nombres Divinos y Los Nombres de Sus Nombres
1. Los nombres de Sus más hermosos Nombres que externamente son manifestados, si son considerados uno a uno son múltiples, diversos, singulares:
2. mas Sus Nombres bellísimos, guardados de los entendimientos, de la razón ocultos, nombran sólo la realidad del Uno en cuanto Esencia.
3. Sus más hermosos Nombres perdurables para nosotros son, aunque se ignoren, innumerable cifra;
4. mas no se manifiestan ni aparecen, pues son en sí tan sólo relaciones; ¿cómo entonces podría considerarlos yo mi fundamento?
5. Olvídase la gente en su descuido de cuanto en ellos les he recordado: de los caminos de la realización tomaron una senda que desvía.
6. Ni de ellos priva, ni les da existencia, pues privación y haber se dan sólo en ámbito de paz o de discordia.
7. Saber quisiera, cuando el tiempo pasa por ellos, si por siempre el universo subsiste con eterna permanencia;
8. y cómo así perdura sin que haya un ciclo mesurable, siendo el tiempo conocido por fases y periodos.
9. Cuando por él Le llamas, el nombre 'Tiempo' no designa en vano a Dios, el Omnisciente, sino en virtud de Aquel que duración le otorga.
IX
Si a la Luna...
1. Si a la luna, en cualquiera de sus fases, la desaparición en todos los sentidos corresponde, la permanencia de la irradiación le corresponde al sol.
2. El rostro hermoso en todo su esplendor su encuentro y afabilidad nos brinda:
3. Su encanto resguardamos de los ojos como protege al árbol la corteza.
4. Hicimos descender el cielo a la existencia; y en él a la Nube primordial y el Trono que todo lo acompasa.
5. A Él adelantarse a recibirnos o retirarse toca; la propiedad del resplandor es Suya y es Suyo el atributo de la altura.
6. Cuando baja y se acerca, holgada es la reunión de Su presencia; si acaso nos eleva, la alabanza a nosotros corresponde.
7. Él puede disponer según Su voluntad en mi existencia; Él hace lo que quiere libremente.
X
El Don de la Develación
1. La dádiva divina consiste en descubrir el mismo velo con cuyo encubrimiento la esencia de los dones se ha cifrado.
2. Tan alta y exaltada atribución no implica en modo alguno innovaciones.
3. No es cuanto refiero en mi discurso sino lo que en efecto me acontece; ni son mis atributos distintos de mis marcas y señales.
4. Si Tú llevarme quieres sacándome de mí, tal ha de ser la fuente de mi trance.
5. En mi propia morada reside la impotencia; se cifra en mi andadura mi regreso.
6. La alabanza es de Dios que, sin cesar, mi propia persistencia así dilata,
7. aun siendo Singular, el Único en Su Esencia y Sus palabras.
8. A Él es mi retorno tras la separación y tras la ausencia.
9. Quien mi ser atribuye sólo a Él, tal es mi confidente y aquel que más merece mi amistad;
10. quien a nosotros atribuye el ser, tal es, por el contrario, quien merece mayor enemistad.
11. Si quieres da la vuelta a lo que digo: La vida entera, toda está en mi muerte.
12. Es éste mi deseo y mi palabra; en ello está mi afán y está mi vida.
13. Quienes son mis amigos mi muerte quieren sólo.
14. puesto que sólo en ella tendrá lugar la unión con mi Señor y aquello que deparan Sus promesas.
15. ¡Sí! ¡Él es el Amante en secreto y en público, el Amigo sincero y la extinción!
XI
La Visión
1. Aquel que todo lo ve es quien te ve en ciencia y entidad cuando Le ves.
2. Sé, pues, por Él, y no por lo engendrado, y a nadie más que a El en Él contemples;
3. ya que, según declara en Su respuesta, por nosotros nos ve, por Él Le vemos.
XII
El Discurso Divino
No conoce el discurso de la Verdad sino quien lo escucha por medio de la Verdad...
1. Pues Su discurso nuestra escucha excede y no tiene en nosotros impresión, no basta la audición para captarlo;
2. así que lo escuchamos y en signos desciframos, en orden tal que interrupción no cabe.
XIII
Cualquier Precepto Acogen a Disgusto
1. ¿Cuál entre los mandatos revelados que son obligación, obedecer las almas todas con ardor ansían?
2. Cualquier precepto acogen a disgusto con excepción de aquel que ordena: ¡Ven, novia mía! ¡Entra en Mi Jardín!
XIV
La Excelencia en el Conocimiento de Dios (Poema inscrito en la tumba de Ibn `Arabi)
1. Con ciencia tal se me ha favorecido -del Todo Compasivo procedente, sentado sobre Trono y Escabel-, que nunca ha sido nadie distinguido con otra semejante más que yo.
2. He sido conducido a contemplar prodigios de la ciencia de lo oculto que al dominio sensible -pues no cabe referirlos en él- están velados.
3. ¡Qué asombro transitar de noche y día, viajero solitario y extranjero en existencia ya sin clase o género!
4. Las gentes han negado mi palabra y de un saber me acusan, difamando, por el que no censuro al alma mía.
5. Ni están entre los vivos, a la luz de lo que veo, ni en tierra oscura de las tumbas están entre los muertos.
6. Glorificado sea quien la vida otorga por Su luz al corazón y de la luz privándoles que guía a quienes niegan cubra con un velo.
7. De lo creado, ciencias poseemos que de Occidente Extremo, difundiéndose, han viajado del Sol hasta el Levante.
8. Con ellas se ha investido y se engalana quien es puro intelecto, liberado de conjeturas y especulación.
9. En un desierto, semejante a mí, de blanca claridad inmaculada aparecí y halléme convertido en el imam que guía, más la gente con relación a él está velada.
XV
Todas las Creencias
1. Las creencias más diversas tienen de Dios las personas,
2. mas yo las profeso todas: creo en todas las creencias.
XVI
Del Amor Procedemos
1. Del amor procedemos, con él fuimos creados;
2. así al amor tendemos y estamos consagrados.
XVII
La Constancia en el Amor
1. ¿Acaso no consiste el fiel amor en mantener constancia y persistir incluso en el estado en que con ímpetu la desunión lo agita y lo sacude?
2. Cuando en la faz se muestren las señales, reúnenos con Él una morada
3. en el lecho de un río solitario y una tierra que adornan y engalanan con resplandor las flores y las plantas.
4. Si sobre el Escabel los contemplaras, sus flores son los hijos y las hijas.
5. Diurna claridad que les ampara ante el temor les da seguridad. Tan sólo la tiniebla de la noche los sume en el temor a su llegada.
XVIII
El Amor Original y la Génesis del Cosmos
1. Sin este amor original primero no se conocería la constancia de amor, y de no ser por la indigencia al Generoso no se adoraría.
2. Somos por Él y a Él pertenecemos De mi constancia es Él el fundamento.
3. Si quiere Dios que una entidad exista por ella misma habiéndola querido, de su no ser la resistencia cede.
4. Nos dijo '¡Sé!' y fuimos sin tardanza, que es tal disposición a la existencia de todo lo engendrado el atributo.
5. La esencia del amor original es pues aquello mismo que genera, cuyo ser la constancia del amor externamente muestra y determina.
XIX
La Unidad del Amor: una Única Esencia.
1. Tal es la situación si bien lo entiendes: Si eres en Él, entonces eres tú.
2. En verdad eres tálamo nupcial en donde se revela el Verdadero, pero tú no eres tú cuando tú eres.
3. A Quien tanto querías conquistaste y así, pues conociste al que adorabas
4. ya sabes que no es Líala, ni tampoco es Lubna sino Aquel que tú bien sabes.
5. Si vieras en Su amor, desde ti mismo podrías contemplarlo siendo tú.
6. Pues sólo a sí mismo el amante ama, ya que todo eres Tú, todo eres Tú.
XX
El Arca en las Aguas del Trono
1. Contempla el Trono sobre cuyas aguas va un Arca navegando con sus Nombres.
2. ¡Qué prodigio de nave circular (que circunda y al par circunnavega) -cuya bodega el cargamento guarda de la creación a ella confiado-,
3. de lo invisible, en las oscuras brumas, océano surcando sin orillas!
4. Las olas de este mar son los estados del los que están de amor por Él perdidos y el soplo de Su viento son los hálitos de nuevas que revela al allegado.
5. ¡Si alcanzaras a ver cómo transita secretamente por toda la creación del alif a la ya' de la escritura;
6. y cómo en este viaje de retorno al puerto vuelve siempre de su origen, ya que final no tienen sus principios!
7. A su noche sucede la mañana y su día se extingue con la tarde.
8. ¡Contempla cómo la Sabiduría se difunde en el centro de la Nave y por todas sus partes se propaga!
9. Quien llega a valorar esta labor y de verdad su cometido ama, sentado permanece en este mundo junto al timón del eje que la orienta,
10. y así en su propio ser contempla el Arca y ve en su formación la Obra de Dios.
XXI
La Presencia de la Compasión
1. Con el fin de alcanzar esas divinas presencias de Belleza y Majestad, tanto mi marcha como mi parada se orientan hacia el Todo Compasivo.
2. Ha sido el Verdadero muy benévolo: Fue con nosotros misericordioso el día en que me dijo ¡aquí desciende!
XXII
La Gracia que Todo lo Comprende
1. ¡Sí! La gracia de Dios es infinita, más todo cuanto abarca es limitado.
2. A quien la vía que a la gracia lleva haya perdido, se le hará volver.
3. Sin más distancia ya, la cercanía consiste en este aproximarse mutuo.
4. No digas pues que tiene fin alguno, pues límite no tiene en la existencia.
5. Mira que de Él por ella te distingues: Señor es el Señor y el siervo, siervo.
XXIII
Cuando se Muestre mi Amado
1. Cuando se muestre mi Amado, ¿con qué ojo Le veré?
2. Con Su ojo, no mi ojo, pues no Le ve sino Él.
XXIV
El Nombre de Dios `El Hermoso'
1. El Hermoso es Aquel que tiene en Sí realización perfecta por natura; Aquel cuyo valor conocen bien todos los seres engendrados;
2. y cuando aquel Le ve -a quien de entre nosotros con Su amor agració-, ve el ser de tal manera que en él se muestra Su sabiduría.
XXV
Con un Secreto he sido distinguido
1. Con un secreto he sido distinguido que no conoce nadie más que yo y aquel a quien seguimos de la Ley revelada en cumplimiento:
2. me refiero al Profeta, el Apóstol de Dios, Su mejor Caballero, a quien seguimos en todo lo prescrito.
XXVI
Al Escuchar El Libro
1. No está la religión en el adufe, el son del caramillo, ni la música; está la religión en el Corán, está en la cortesía y la conducta.
2. Al escuchar el Libro de Dios, aquella escucha me movió y me acercó a los velos;
3. a tal proximidad que pude contemplar a Quien no ven los ojos, sino aquellos que contemplan las luces en los libros revelados.
4. Él es quien, en mi espíritu, ha hecho descender el Alcorán. sin fatiga ni esfuerzo, el quinto día.
5. Si por aquel cuidado de mi señor no fuera, cuando a mi entraña así se los transmite, de cerca, más de cerca me hablaría.
6. Tu eres el Guía que, sobre el culpable, el velo tiende de su intercesión, Tú en los ídolos eres el secreto,
7. y si por Ti no fuera, los idólatras ni al árbol ni a la estrella adorarían, ni harían cuantas buenas obras hacen.
XXVII
El Tiempo Incondicionado
1. El Tiempo ilimitado es este mismo tiempo relativo que adopta condiciones. Cuando alberga es un depósito que salvaguarda.
2. Y si es también mi propio corazón lo es tan sólo en tanto que es visión directa.
XXVIII
Mi Señor, el Tiempo Eterno
1. Pues es mi Señor mismo, el Tiempo mío eterno es. No puede definirse con tiempos relativos mi Tiempo ilimitado.
2. Tan sólo lo ha injuriado el incapaz, el pobre que su magnitud ignora con su tosca bajeza,
3. mas si hubiera podido conocerlo y conocer Su acción, con ciencia tal habría sido entonces, cual la prole de Adnán, recompensado.
4. Así en virtud de tal saber podría llegar a contemplarlo y ser testigo con directa visión, distinta y clara.
5. Quien después de su muerte le dio vida y le agració, sea pues exaltado: hay una llama procedente de él que brilla en un arbusto entre los pastos.
XXIX
No Cesa Su Creación de Renovarse
1. Han sido así las cosas ordenadas y así su autoridad manifestaron las eras y los evos.
2. Cada cosa que ordena se distingue por un nombre especial que debe entonces aparecer en la generación.
3. Las cosas todas hacia Dios, tras esto, retornan en su viaje.
4. El cuerpo, todo cuerpo, tiene sombra; todo espíritu, luz.
5. Cuando en su misma esencia su sombra se repliega, se oculta del estado de existencia.
6. Dios no aniquila nunca la entidad de cosa alguna que haya originado, mas ésta, sin su par, queda inactiva.
7. No cesa Su creación de renovarse a cada instante alzándose de nuevo.
8. Si no se diera en él la unión de opuestos; el cosmos no se haría manifiesto,
9. no mostrarían propiedad alguna sus nombres, ni serían desplegadas sus entidades múltiples.
10. De él aparecen astros elevándose, mientras a él descienden otros astros,
11. cual si todos buscaran la abundancia y no ha de desviarse quien la busca.
12. El mundo entero, día y noche, gira, en torno a quien he dicho.
XXX
La Alusión
1. Conocer la alusión es tanto un acercarse como un distanciamiento; y el movimiento que genera en ti es este viaje diurno de retorno, la incesante andadura de la noche.
2. Búscalo bien, pues Dios lo ha transformado para así ocultarlo de aquel en quien mentira y extravío al par se manifiestan.
3. Es esto una llamada de atención sobre la inmunidad de aquel a quien Dios dijo: '¡Sé pues!', e incorporóse a la existencia como ser engendrado, de lo cual son los hombres de la Vía verídicos testigos.
XXXI
La Religión del Amor
1. ¡Qué asombroso es el prodigio de una gacela velada que señala un azufrito y hace señas con sus ojos,
2. y cuyos pastos se encuentran entre costillas y entrañas! ¡Qué maravilla un jardín en medio de tanto fuego!
3. Capaz de acoger a cualquiera de entre las diversas formas mi corazón se ha tornado: Es prado para gacelas y convento para el monje,
4. para los ídolos templo, Kaaba para el peregrino; es las Tablas de la Tora y es el libro del Corán.
5. La religión del amor sigo adonde se encamine su caravana, que amor es mi doctrina y mi fe.
XXXII
La Llamada y la Respuesta
1. Sé complaciente cuando Dios te llama; escucha Su llamado y obedece.
2. ¡Ay amigo de Dios! ¡El secreto preserva y no divulgues aquello con lo cual te ha distinguido!
3. Y cuando a ti te llame por algo que concierna a otra persona, atiende a lo que pide y bien responde.
4. No seas como aquel que llega a Él cegado de codicia y cuando logra tener un beneficio lo malgasta.
5. Aquel que toda cosa echa a perder a un encuentro temible ha de llegar.
XXXIII
El Pacto
1. Vamos, brisa sutil, soplo del viento, ve y haz saber a las gacelas del Alto que yo sigo manteniendo el pacto que bien conocen,
2. Y di a la noble doncella que nuestra cita será en el recinto velado, al amanecer el sábado, en las colinas de Nagd.
3. sobre el rojo promontorio, del lado de los montículos, a diestra de los riachuelos y del mojón solitario.
4. Y si es verdad lo que dice y el incesante deseo siente por mí lo que yo siento
5. por ella, transmite entonces que al calor del mediodía, bajo su tienda, en secreto al encuentro acudiremos cumpliendo con la promesa.
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