PAMELA STEMBERGER
Pamela Stemberger. Nació en Metán, Salta, Argentina en 1987, pero toda su niñez y adolescencia vivió en San Pedro, Jujuy. En la actualidad reside en San Salvador de Jujuy y es Profesora en Letras egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNJu. Publicó el libro de poesía “Conflagro” (Grupo Cero, 2005) y participó de las siguientes antologías: “Once. Salpicón jujeño de poesía” (Intravenosa, 2011); “Sumergible. I Festival de Poesía Contemporánea” (EdiUnju, 2012) y “Palabras pintadas” (cuentos, Ediunju, 2012). En agosto de 2013 publicó Entrepieles (3 Tercios Ediciones).
Integra la comisión organizadora del Festival de Poesía Contemporánea “Sumergible”, y publica sus poemas en el blog: www.tedealcanfor.blogspot.com.ar.
Como un perro
asustado se encoge
el muchacho.
No llora, gime.
No ladra, suspira
y su cuerpo se enluta.
Así como los niños
una cinta blanca llevaban
para recordar que debían ser puros,
yo cargo con una conciencia y un cuerpo
envueltos en tela negra.
Es para no olvidar
que desde mi nacimiento
le pertenezco a la muerte
De Chijra al centro hay un puente de distancia
Esquivo los compartidos,
cruzo la calle y camino sobre el río.
En esos momentos nada es más certero
que el olor a choripán
en el otro extremo del puente
y la voz de mi madre
que ya en la mitad
empieza a advertirme
sobre los peligros de comer
sánguches de milanesa, hamburguesas
y choris en la calle.
También me advierte sobre otros peligros
que hay aquí afuera
pero nunca recuerdo cuáles.
Eros
lucharnos entrepieles
y masticar el cuero hasta desangrarnos
cogerte de la mano
con tu mano en mi entrepierna
y creer que la poesía nos salvará.
Este dolerme el pecho
como rama sin árbol,
como globo sin aire,
como mano sin brazo.
Decime
qué se hizo de aquella infeliz
de rodillas sucias, manchadas
y vestido arrugado que jugaba
como un chango más
entre los changos del barrio.
No sé qué viento sopló
por este lado, no sé.
Ella se come su piel muerta
y pide perdón.
Una señorita no debe
andar con la vida a la miseria.
Y si la vida es una miseria, que no se note.
Pide perdón varias veces y escupe.
Confiesa que ha tenido pensamientos pecaminosos
con el vecino y la amiga
y que ha pensado en tomarse
las pastillas de mamá
junto con las de papá.
Pide perdón. La lista se engrosa
y muchas cosas se repiten.
Pide perdón, pide perdón.
Tiene curiosidad por saber
qué hay después pero no se anima
y también pide perdón por eso.
Canaán
no quedó nada
ni leche ni miel
nada
el amor paterno abrasó al pueblo.
Ella se come su piel muerta
y pide perdón.
Una señorita no debe
andar con la vida a la miseria.
Y si la vida es una miseria, que no se note.
Pide perdón varias veces y escupe.
Confiesa que ha tenido pensamientos pecaminosos
con el vecino y la amiga
y que ha pensado en tomarse
las pastillas de mamá
junto con las de papá.
Pide perdón. La lista se engrosa
y muchas cosas se repiten.
Pide perdón, pide perdón.
Tiene curiosidad por saber
qué hay después pero no se anima
y también pide perdón por eso.
Soy mujer y varón
que sabe cuándo poner la concha
y cuándo el culo.
A veces soy enfermera, colegiala
o maestra pero siempre
madre y padre trabajador.
Y aquí estoy
con mi boca,
mis brazos,
mis piernas
y todo mi cuerpo abierto
como una cartera arrebatada y descosida
a la fuerza.
Quien coma y beba de mí
no tendrá hambre ni sed jamás.
Los susurros de mi mujer pueden tapar
la marcha de los autos afuera.
Es más potente el sonido de su piel
rozando las sábanas,
transpirándolas, agitándolas.
Cuando no hay quién las mueva,
ella sueña, imagina otras sábanas,
otros días, otras noches y piensa
que sería cálido zambullirse
en un entrevero de brazos y piernas.
Sería como sacudir el mundo
y perturbar todas las siestas.
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