domingo, 1 de junio de 2014

NOURI AL-JARRAH [11.854] Poeta de Siria


Nouri al-Jarrah

Nació en Damasco, SIRIA, en 1956. En 1981, se trasladó a Beirut, luego a Chipre y, finalmente, a Londres en donde trabaja, en la actualidad, como periodista. Al-Jarrah fundó la revista literaria Al-Katiba llegando a publicar 15 ediciones. El poeta también es director del centro árabe para la literatura geográfica, institución independiente que se ubica en Abu Dhabi y Londres. El Instituto ha publicado una serie de trabajos relacionados con la literatura de viajes árabes. Ha publicado más de 10 poemarios: El chavalo (Beirut, 1982), Un vaso negro (Londres, 1993) y La subida de abril (Beirut, 1996), entre otros.



Traducción del árabe de Ahmad Yamani
Revisión de Mónica Rebollar

I

¡Oh, poeta! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
Ciego es tu poema
y ciega es tu voz.
El aire mece el llano y la hierba susurra al caído.
El trigo se alza
para ver el temblor de la colina.
El cuello del cosechador es la herida del arado.
Desde la cintura del Éufrates hasta la cueva de la sangre en el hombro del monte Qassioun.
Los vehículos silban y pasan.
Los vehículos aúllan.
El peso de las cadenas deja sus huellas sobre el asfalto de los pueblos.
Los vehículos ciegos arrojan ríos de lava sobre las fotos de familia.
Las madres corren, enloquecidas, con los niños, de una pared a otra
y esconden a la Virgen tras los jirones de las cortinas.
Las paredes de adobe caen y las espigas del verano se corrompen.
Un verano pasó. El siguiente se prepara.
El viento insolente se llevó consigo otro verano elegante que sangra por el cuello.
El cable en la mano del adolescente no se alargó.
El abuelo en medio de la calle se levanta.
No hay más jóvenes aquí.
La muela de la muerte los masticó y los escupió detrás de la colina.
Yo no escribo un poema: rompo mi mano contra el papel.


II

¡Oh, poeta! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
¿Quién se ha quedado aquí para desangrarse?
¿Quién se ha quedado aquí para leer lo que el horizonte escribió sobre las hojas
y lo que dejó un poeta en el poema?
Las nubes de los niños viajan
y aparece la colina.
Las imágenes se agitan, el crepúsculo en el ojo.
El chico al que surcaron de largo las profundidades está tumbado, ensangrentado;
espera la mano de su padre.
Como el ocaso, las imágenes se ciernen sobre otras imágenes.
La sonrisa de quien salió a recoger moras el verano pasado.
El aturdimiento abraza al chico y lo devuelve, sonriente, a la mano de su padre. 
El horizonte está roto.
Y la lluvia juega con los platos de los niños.
El actor dijo: “Hasta hoy, carecía de voz,
mi teatro se había enredado en el telón,
robaron mi ropa los ladrones
y mi voz estaba ausente, en un pozo.”
Una muchacha dijo: “No tenía ojos
y me convertí en una mariposa”.
El deportista bramó: “Mi sangre es mi voz”,
y arrolló al vehículo del grito en el paseo de la muerte.
Entonces, el muchacho cambió el día por su sonrisa.
En el huerto se cayó un planeta
y la tierra de las delicias se quebró bajo pasos sangrientos.
Al chico que se rompió la cabeza contra una roca, un campesino le dijo:
“Ahora escucho el temblor del invierno en la rodilla”.
Y ahora
su cuerpo reposa en la bala del soldado.
Llegó un camión que ayer transportaba sandías y hoy lleva
a familias dormidas en mortajas rojas y a campesinos que se convirtieron en enterradores, y tumbas, tumbas, tumbas…
En los rostros de los aldeanos de provincias se revelaban las sonrisas de los hombres.
Hoy,
los niños posan en las fotos
enmascarados.
Y la muerte pasa a buscarlos con su saco.


III

¡Oh, poeta! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
En lo que queda del tiempo, el ocaso partió la cabeza de mi hermano;
su sangre chorrea por mi ropa.
Esta sangre ¿de quién es?
Esta sangre ¿de quién es?
Pide calma a las balas
hasta que el poeta escriba su poema, abra las ventanas
y lleguen los arrayanes a su cuerpo, que yace en el suelo.
Hasta que una mujer recoja su ropa tendida,
hasta que regrese un pájaro de la selva
y el ojo pose su mirada en el cuerpo vivo de la mañana.


IV

¡Oh, poeta! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
Esta sangre que brota del cadáver del día
¿de quién es? ¿Sangre de quién?
La rodilla del tiempo está partida por la mitad.
Y el aire se agita, es un temblor de hierba tras otro. 
Las imágenes son cuchillas que tragan quienes en ellas están detenidos.
Los soldados se inclinan sobre los fusiles mientras vigila la muerte centinela.
Un mártir que entregó a la tierra a otro mártir dijo:
“Sé mi guía en el camino,
no tardes mucho.
Sé mi apoyo en el cuento cuando mientan los historiadores,
Sé el dueño de la casa
y detalla toda la historia:
los ladrones encendieron el fuego en casa de mi padre,
los ladrones robaron la mejilla de mi hermana y la mano de mi hermano,
los ladrones mataron mis vacas y llevaron mis burros hasta el lago de la sangre,
los ladrones saquearon la luna de verano
y el corazón del viajero,
los ladrones ataron a las hermanas pequeñas con las cuerdas del campo
y rompieron sobre la piedra del pozo el cráneo del adolescente.
Los ladrones mancillaron las cortinas del sueño
y untaron con la sangre del alba los camisones de las jóvenes.
Cuando cayeron los biombos, vi lo que vi, tu cara asesina llenaba mi cara.
¿Este soy yo
o es mi enemigo?
En el campo te grité y vimos cómo los días se cambiaban de ropa
y el tiempo se escapaba de las manos.
En el campo te grité y en la montaña grité
y, en la ciudad, cuando bajamos,
vi tus ojos extraviados.
He aquí tu mano, que creció y se hizo áspera;
se mancha con mi sangre.
Salgo por una puerta y tú sales por otra,
No soy tu imagen y tú no eres la mía.
Te llamo:
Ven y toma lo que has cogido
y, con la mano tonta, dejo el hacha en la espalda y la oscuridad, en el abismo del corazón.
Ven tú, que persististe en ser el hijo de mi madre
y de mi padre,
en ser mi hermana,
y mi hija,
en ser…
mi funeral.
Tú, que eres el dueño de la mano
que jugó con los colores
cerca de mi mano
y juntos levantamos la piedra de la infancia sobre las agujas del tiempo.”


V

¡Oh, ciego! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
¿Por qué salgo de un cuento y entro en otro?
Un poeta que vio a su madre en el lecho,
desnuda
y con la cara destrozada, dijo:
“¿Esta es mi madre mañana o es un árbol seco?
¿Quiénes son estos dolientes que salen por la puerta de un minarete, 
y no de una taberna ni de una biblioteca?”
Un poeta vio la estrella de la mañana sangrienta
y dijo: “No recuerdo si es mi estrella”.

Un poeta estuvo treinta años arrastrando una Cruz en un libro,
transmitiendo a sus hermanos la idea de que el Cristo sufriente habita en su cabeza sufriente.
Los ladrones que salieron de una fisura de la pared de la nada rompieron la página del aire
y hundieron las ventanas en la muerte.
Un poeta dijo: “¿A quién llegó mi poema?”
¿Las balas no han dejado a nadie vivo, salvo el silencio?
Se alborota la ciudad chillona y el mártir lee su profesión de fe
a un hermano que ya completó la suya,
a una madre que a sus siete hijos dobló en un libro, y luego lo escondió temiendo el mal de ojo.
Nadie más que tú.
Nadie más que tú,
este viernes y cada viernes, hasta que los siete días del tiempo se conviertan
en escalas en la tierra, en escalas en el aire
y en cada fracción de martirio que corresponde a cada mártir.
Nadie más que tú.


VI

¡Oh, poeta! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
Será sangre hasta que el ciego escriba su testamento y abra sus ventanas a la lluvia,
hasta que entren los mártires y fumen sus últimos deseos,
hasta que salga una mujer de un callejón
-entre sus manos, un muchacho se rompe como una espiga-.
Sangre en la ciudad, en las pequeñas aldeas de provincias de los pobres,
sangre sobre los surcos del campesino, sobre el camino del tractor que atraviesa
el cráneo de lo oculto y lee el futuro del día.
Sangre que grita en una garganta dividida; el cuervo con sus alas gigantes golpea al hermano con la sangre del hermano,
sangre sobre el deseo del transeúnte, sobre el fracaso del fugitivo, sobre la infamia del espectador,
sobre el silencio del pensador que remueve sus ideas, moja sus frases con la sangre de los muchachos
y después lee los cadáveres a la luz de la filosofía.
Sangre sobre el ayer, el hoy y el mañana del asesino,
sangre sobre el lecho de quien copula con su mujer a la fuerza, desoyendo su corazón herido,
sangre en la cita de amor, en la agitación del paso apresurado,
sangre en los platos de comida,
sangre en la elocuencia de la voz,
sangre en el estado de alerta del extranjero, en el aire del día,
sangre en la palabra de amor,
en la tristeza del viajero,
en la huida a las aldeas que están detrás de las colinas,
en las ventanas abandonadas y en el rayo roto.
La sangre del hermano en el hacha del hermano.


VII

¡Oh, poeta! Esta sangre ¿de quién es?
Es sangre en la distancia. Se ve de cerca y de lejos.
Sangre en la mirada y en la pena de quien mira.

La madre graba su beso matutino sobre su frente fría:
salió a alquilar una bicicleta y volvió sin cara,

sangre en los radio de la bici y en la leche de la mañana,
en el agua del mediodía y en los caballos del carro,
sangre todo el día en las noticias del tiempo y en el cielo hambriento de la televisión.


VIII

¡Oh, poeta! Esta sangre que corre en tu poema ¿de quién es?
Las cuerdas de la ropa gotean y el ocaso extiende su tono rojizo sobre las casas.
Los hermanos nacidos en este tiempo llenan el cielo con su grito.

Nadie más que tú.
Nadie más que tú.

Sobre sus manos levantaron al más pequeño,
y su mortaja es su voz.
Su cuerpo convulso despertó la ira en la garganta del cantante.
De ti y a ti.
De ti y a ti.
Sangre en la distracción del cruce, en las pecas del chico, en su sonrisa escolar, en el libro del profesor, en la pregunta de la mañana,
sangre en la ronquera del adolescente, en el susurro del agua,
sangre en los árboles que olvidan qué pasó, quién se cayó y quién gritó de dolor.
Sangre en el manto del sol y en los hilos del día rotos como si fueran un cuerpo celeste desgarrado.
Picadura de sangre, picadura de balas, picadura de voces hirientes
y palabras atadas a cadenas de palabras.
El ojo hundido
en una imagen
llora sangre.
Coge esta imagen de mi ojo, coge la herida del ojo.
El minarete se rompe y se cae en la primera sura del Corán.
Y todo el día, todo el día,
mis manos mojadas,
mi pan mojado en sangre
y mis palabras me miran.
¡Oh, ciego! Esta sangre que mancha tus manos y tus palabras ¿de quién es?
Yo no escribo un poema: huelo la camisa para poder ver de nuevo*.

*N. del T.: referencia al pasaje del Corán que narra cómo José ordenó enviar a su padre Jacob su camisa para que supiera que estaba vivo y pudiera recobrar, así, la vista.






Traducción: Ghadeer Abusneineh


LA DESESPERACIÓN DE NOÉ


I

De mi tumba que había quebrado una flor en el canto
grité:
mi madre tierra,
la primavera agitó mi letargo
la abeja picó mi labio en el sueño
y la mariposa de los años voló sobre el mármol de mi mano.
Entonces, me levanto
como una grieta en la roca que se eleva del grito del foso.



Soy Noé, mi creador… te llamo desde Qasyun[1],
mi barco se quebró,
mis tablas son destrozos, fragmentos y pedazos
Y la existencia,
es un manojo de ceniza.
¿Es esta Iram[2] que quisiste para mí?
Ruinas de un canto en una cuerda quemada.




¡Soy Noé, mi creador!
Mis rodillas se esparcieron
sobre mi roca
y mis dioses me tiran con los restos del naufragio.




Ya no quedan tumbas en la tierra para nadie.
Volved mañana
¡Oh muertos de amor!,
volved mañana.





II

Damasco se duerme en su nombre,
y brilla en su letargo, la espada.
Escribí mi canto en la semilla del trigo en Qasyun
y en BAb Alfaradis[3], la eternidad era un huérfano perdido, que enciende la memoria del verano.
Y la violeta, pregunta a sus hermanos sobre el hermano
que murió;
su sangre era la voz de su hermano
que se mueve en su sangre;
y en el pasado
el hermano aceptó ser el tiempo[4].




Digo a Abel: ¡Despacio!
Mi hermano,
en la grieta de la roca,
vi mi rostro en dos mitades.
Mi sangre está en el canto,
vi mi sangre en el canto partiendo en dos mitades al Cham[5]
Barada[6],
montada en un caballo
y en sus cejas asesinadas, la luna de las Gutas[7].



Este es el caballo del Cham
asesinado en un relámpago,
sobre el granito están sus pisadas cortadas
y en el relincho.





Este es el caballo de Cham,
¡Oh Cham!
Abre tus puertas,
Barada está montada en un caballo
y en las barandas llora la ausencia.



Este es el caballo de Cham.
Este es el caballo de Cham.



Vuelve de tu ausencia,
ya no hay horizonte en el horizonte para que te vea.
El mar es ciego.
Y ciego el polvo de la tierra.
Y las arameas, desde la muralla esparcen anémonas en el aire de la muerte…


Los dioses te abandonaron…
La historia solo escribe.
Vuelve de tu apelación.
Ya no hay nadie.






Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido del ocaso.






El camino era el llanto del cantante,
cuando la luna vio su mitad de piedra.

¿Esto soy yo?, dijo el cantante,
o mi imagen, ¿cuándo estaba allí?
Soy la ciudad y la puerta.
Soy la plata del sauce en la acequia.
Soy el hombro roto del cielo
y el mirto que formó los nombres.
Soy el damasceno, y la costa siria es una herida en mi canto…

¿Es este el canto de quien conoce lo oculto,
O es la hora de la destrucción?







III

Dejamos nuestras ropas al tendedero
y te dejamos.
Enciende tu lámpara y ronda como puedas.
Solo encontrarás el tendedero y el sol de nuestras ropas sangrientas.





IV

En su nombre, se duerme Damasco,
pasa en vela la gente,
se disputan
y en su cara
cavan tumbas.
Y para él, secuestran imágenes.

Aquí, la rosa del silencio.
Aquí, la lluvia de ayer.
Aquí, un ruiseñor.
Aquí, un manojo de espinas.
Aquí, la baranda del pasado.
Aquí, un cortejo.
Aquí, la perplejidad de un río.
Aquí, una rama de mirto.
Aquí, niños con una piedra encima:
¡Oh muerte!
¡Muerte!
Sólo te llamo a ti,
porque eres mi enemigo que solo se enamoró de mí
¡Oh muerte!

¿No está satisfecha tu muela de mi cuerpo?






El mártir se duerme de lado, para que el canto descanse un poco…
Su herida en la violeta
es el silencio de la narración,
es el gemido de los idiomas.

Y en cada dos líneas de mi canto, toca mi puerta y pregunta por su madre El Río.
¡Iram!
¿Quién soy yo para morirme sin que la muert
se harte de mí?







Yo soy Noé,
mi creador…
El cantante se inclina sobre sí y no encuentra las canciones,
Y Damasco que aquí me dejó
Dijo un amante,
La alejaron unas palabras a la sombra de otras.


Treinta años, y mi canción es un pájaro volando en el medio del sueño.

¿Acaso soy yo, hoy, o un manojo de nubes?





V

Me ilumino como muerte
y descubres fuego en el fondo del río
que se divierte con las visiones
y el bosque de los caprichos,
manda mi alma temblorosa
en las sensaciones del agua,
y en las direcciones del silencio del día

Como si no tocaras
la sombra
tus manos no se mojaron
y no fuiste allá con alegría.
Como si el pasado
bebiera tu letargo y mi mano
después me dejara solo, sin nadie.





VI

Damasco se duerme en su nombre y la espada brilla en su letargo.
Aquí, la flecha bajó a la rodilla del verano.
Aquí, aquí un castillo cayó de un cielo, cayó en las moharras.
Aquí apareció la visión, y enloqueció el testigo.
Aquí se quemó el talismán, y la muralla se derrumbó sobre de los lanzadores.

El cantante se inclina sobre sí mismo
y no encuentra el río en la canción,
como si te dejara en mi cuento
buscando un comienzo
o un fin.
Como extranjero
los soldados pasan por ti
y los muchachos
del Cham.
Cada muchacho es un meteoro.
Ni el ojo se alegró por él, ni los deseos.

Levantaron las losas de las tumbas de los profetas,
amarraron con el cáñamo de Damasco sus rodillas heridas,
Dijeron a la senda:
aquí está el principio de la creación,
y el último milagro.





Los invasores han descendido, los invasores han descendido.
Los jóvenes salieron del grito de la tierra a su imagen;
se vieron en los pañuelos de las madres.
La luna de los amantes pasó
en la sangre de las palabras.






La madre ojea su cuaderno familiar
y entierra en el sollozo de la cuna,
los nombres que despidió.
Mi luna en Damasco es huérfana
y la lluvia
es la nube de los caminantes hacia su muerte.

En cada dos líneas de mi canto los mártires regresan con otros mártires.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido.





VII

Toqué a la puerta de Mohamad,
¿Ya volvió el alma del joven de la tierra del jardín?
La noche es tan larga en el ayer de tu risa…
Y Damasco,
con negro y blanco en las fotos familiares.

Lo invasores han descendido del ocaso.








Digo a un tío,
aquel que pasa el tren por su casa a la salida de Kiwan[8]:
llévame a Alhama[9].
Tú caminas,
y yo a tu lado,
tarareas una canción,
para iluminar el camino.
Aquí mi pueblo escaló las noches de la ciudad
y en el deseo del jazmín bajamos la escalera de los recuerdos.

Aquí, una niña paseó su bufanda y me arrojó con el anillo de su idea.
Aquí, la noche esparció los granos de su granada.
Y en la irritabilidad de la luz,
las palabras del día
equivocaron la plata de la muerte.





Y en Rabua, (barrio aledaño de Damasco )
estaba la casa de mi padre.
Una puerta con un pasador:
Su noche dos cipreses en la colina.

Allá, yo vi mi sollozo
De niño en una escalera,
y mi corazón
como luna en la acequia.
Llevadme de mi corazón un poco,
Para descansar el canto…





VIII

Y hoy por la tarde,
en el campo de cráneos,
y los pequeños cuentos
en las cintas
en las trenzas
en el brillo del miedo
y en las palabras que se han quebrado con los dientes.


Los invasores han descendido del ocaso.





IX

Digamos que te había visto en casa de mi madre,
sentado en la silla de noche,
volviendo el color a mi anillo
y al río la seda de las canciones.




Los invasores han descendido del ocaso.
Ya han descendido.







Los invasores han descendido del ocaso
y Damasco me voltea en mi canto
para despertar
y salir por la puerta de una casa lejana,
y caminar preguntando si está lejana mi casa,
y mi memoria nunca llega.

Hice el camino más largo para mis compañeros.





X

Aquí está Qasyun,
aquí las nubes guardaron el nombre de Damasco en el ombligo de la cueva.
Aquí, el silencio paseó a sus hijos.
Aquí está Qasyun.
Aquí, el alba torturó a su amante
y en el dolor del silencio,
durmieron las palabras







Aquí está Qasyun.
Aquí las hendiduras de las rocas, y el letargo del hermano al lado de su nombre.
Aquí está Qasyun.
Aquí el río sangró el nombre de Damasco
y las anémonas volaron en la grieta de la roca.
Aquí, Allah escribió el Corán,
y en una idea, guardó su secreto.
Ni las espadas de David, ni las tiendas de Kedar[10]
ni las bandadas de aves, ni las serpientes,
ni la magia negra,
ni los descoloridos escorpiones en las hendiduras
de la montaña,
ni la sacudida de la tumba en el temblor del terremoto.

Aquí está Qasyun…
Aquí los damascenos enterraron al ejército de Cosroes
y en el superficie del río,
sangraron a Hércules,
hicieron llorar al tiempo.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido.





XI

En Qasyun, el cantante dijo al aire:
soy la flor del silencio, y la última revelación
de las canciones,
enterré a mi madre y a mi padre,
enterré a la diosa de la lluvia.
En Qasyun,
enterré a mis hermanos más bellos
y a lo que dijo el cantante a la luna.







Yo no soy Sísifo para poder levantar la roca
y dejarla pasar en las caras del sol
me dormí sobre mi sangre
en el patio de la historia.







En Qasyun,
mi sueño me dijo: recuerda el patio de la mezquita omeya,
cuando el sol ligero inspiraba la sombra y guardaba caballeros en la imaginación del niño.
recuerda la cabeza de Juan el Bautista en un plato,
y de la traidora de los damascenos en el día del rey.
He dormido sobre mi sangre,
Y he visto a mis dioses
en las paredes como fantasmas.
Los siete ríos1 me lloran y se mueren en los jardines de Damasco.
Vi las gotas de mi sangre en la uva de la sombra,
vi a la princesa Daraya,
inclinándose para recogerme de mi sueño,
para ver a Jesús y mi estrella en sus manos.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido del ocaso.





¿Cuántos miles de años vendrán los mongoles y los tártaros y la cruz, y los lamentos después de Cosroes?
Los invasores desaparecen detrás de las máscaras de parentescos y afinidades.

Llevar flores al pie del canto,
es el oficio de las mujeres del Cham.





XII

Llamo a Damasco desde una montaña que se destruyó en mi imaginación.
Déjame una página tuya, una idea sobre ti.
Déjame…
Una ventana en la plancha de la muerte
o una lápida
para que yo vuelva de mi muerte
a mi muerte…

No quedó ningún alminar,
Que anuncie la tristeza de mis dioses sobre mí.





Ya no tienen las palabras ni ruinas de un lamento que me devuelva mi pueblo de las imágenes de la ausencia.
No quedó casa alguna en el callejón del viajero.
No quedó sol en las llaves,
ni la sombra de un viajante.
No quedaron alas en las palabras
para un pájaro.



Las camas filtran sangre.
Y los niños ciegos cosen mortajas.
No quedó ninguna bestia en la naturaleza,
ni un juez en la ciudad.



No quedó trueno en la cueva,
ni horror en los cuentos.
No hay fantasmas en los árboles.
Ni habitante en las puertas.
No quedan abejas en la colmena.
Ni luz en la pregunta.
No hay río en las imágenes.

Y en el aire de la muerte, solo queda del campo de las violetas, la memoria del aire.





XIII

Los invasores han bajado de la puesta del sol.
La madera de la cruz gime en sus carruajes.
Y la tierra Mesías
¡Oh María de Cham!
Deja tu caja en el río
y retírate alejada en el alejamiento…
y espera..
Aquí se durmió el aire libre.
Aquí, ladró la sangre de la noche.
Aquí los invasores cazaron el cielo con sus flechas.
Aquí golpearon con hachas a la diosa de los niños
y rodaron los destinos de una tumba a otra.

Los invasores han descendido del ocaso.
Los invasores han descendido del ocaso.


* Londres, entre el 16 de marzo y el 11 de octubre del 2013





[1] Es la montaña que domina la ciudad de Damasco en Siria. A medida que la ciudad se ha expandido en los últimos años, algunos distritos se han establecido sobre la base de la montaña. Su punto más alto es 1151 metros (3776 pies).



[2] Es una ciudad  que fue destruida  y que se cita en distintos capítulos del Corán es ‘Ad, después de la mención sobre el pueblo de Noé. (http://www.nurelislam.com/puebloAD.htm)



[3] Bab al-faradis, es una de las ocho antiguas puertas de Damasco, Siria. Se ubica en la norte de la ciudad. Fue construida en la época romana. Al estar  rodeada de numerosas fuentes de agua y jardines, lo pusieron el nombre (La puerta de los paraísos). Su segundo nombre es, Bab Al-Amara, se refiere al nombre de un barrio  en la ciudad vieja.



[4] Los dos hermanos se refieren a Caín y Abel, que según algunos historiadores, Abel mató a Caín en la cueva de sangre que se ubica en la montaña de Qasyun en Siria.



[5] Al Cham, en el pasado, se refería a los países del Cham, o sea, la Gran Siria  que integraba a las actuales Siria, El Líbano, Jordania y Palestina, ahora Al Cham, es otro nombre de la capital Damasco.



[6] El río de Damasco.



[7] Es una región de la campiña de Damasco. Una vega de tierras cultivables. Es un oasis irrigado principalmente por el río Barada.



[8] Kiwan, es una zona que se ubica en el pie de la montaña Qasyun.



[9] Es una localidad que se ubica en la entrada oeste  de Damasco.



[10] Nombre del segundo hijo de Ismael (Gén. 25,13; 1 Crón. 1,29), también de una tribu árabe descendiente de él, y del territorio ocupado por ella. Esta tribu se menciona repetidamente en la Biblia y en las inscripciones asirias; en estas últimos el pueblo se llama Qidrai y el país Qidri. Los quedarenos son representados como un pueblo nómada que difiere poco de los modernos árabes residentes del desierto. Vivían en tiendas de campaña, llamadas negras porque, sin duda, como las de los beduinos, eran tejidas con pelos de cabra y de camello (Jer. 49,29; Cant. 1,4-(heb.5), se reunían en hacerim o campamentos protegidos sólo por un vallado tosco como los aduares de las tribus del norte de África (Is. 42,11, Heb.). Poseían muchos camellos y muchas otras categorías de ganado, con los que realizaban el trueque con Tiro (Jer. 49,29; Ez. 27,21); eran un pueblo inquieto, guerreros y arqueros diestros (Sal. 120(119), 5; Is. 21,17). http://ec.aciprensa.com/wiki/Quedar#.UofZmeKzIpE






الأيامُ السَّبْعَةُ للوَقْت

دمُ مَنْ هذا الذي يجري في قصيدتكَ أيها الشاعر؟
عمياءُ قصيدتُك 
وصوتُكَ أعمى
لكنَّ الهواءَ يُهَدْهِدُ السَّهلَ والعشبَ يهمسُ للقتيل.
القمحُ يتطاولُ 
ليرى
ارتجافَ الهضبةِ.
عُنُقُ الحاصدِ جرحُ المحراثِ.. من خاصرةِ الفراتِ إلى مغارةِ الدَّمِ في كتف قاسيون.
المَرْكَباتُ تفحُّ، وتعبُرُ
المَرْكَباتُ تعوي
الجنازيرُ الضخمةُ تتركُ بصماتِها على إسفلتِ القرى،
المَرْكَباتُ العمياءُ تُرسِلُ الحِمَمَ إلى صورِ العائلة،
الأمهاتُ يُهرعن بالصِّبْيَةِ من حائطٍ إلى حائطٍ، ويخبِّئن العذراءَ في ركامِ الستائرِ
جدرانُ الطِّينِ تتهاوى وسنابلُ الصيفِ تَتَقَصَّفُ...
صيفٌ مضى وصيفٌ تهيأ،
وصيفٌ وسيمٌ بياقةٍ داميةٍ حَمَلَتْهُ إلى البيتِ رياحٌ عاتية.

السلكُ في يد المراهق لم يَطُل
والجَدُّ المَقْنُوصُ
في عرضِ الطريقِ
يَنْتَفِضُ
لا مزيدَ منَ الشُّبانِ هنا،
ضرسُ الموتِ مَضَغَهم وتَفَلهم إلى ما وراءَ الهضبةِ.

أنا لا أكتبُ قصيدةً لكنني أمزِّقُ يدي في الورق.









الأيامُ السَّبْعَةُ للوَقْت V

دم من هذا الذي يجري في قصيدتك أيها الأعمى؟
ولماذا أخرجُ من حكايةٍ وأدخلُ في حكايةٍ؟

قالَ شاعرٌ رأى أمَّهُ في السرير
عاريةً
ومطحونةَ الوجهِ:
أهذه أمي غداً أم شجرةٌ عجفاءُ؟

ومن هؤلاء المشيعون يخرجونَ من بابٍ في مئذنةٍ
ولا يخرجونَ من حانةٍ أو مكتبة!

وشاعرٌ رأى نجمةَ الصبحِ دامية
قال: 
لا أذكر إن كانتْ نجمتي!

وشاعرٌ ظلَّ ثلاثينَ حولا يجرُّ صليباً في كتابٍ 
ويوهمُ إخوتَه أن المسيح الموجع يسكن رأسَه الموجع

اللصوصُ الذين خرجوا من شِقِّ في حائطِ العدمِ مزَّقوا صفحةَ الهواءِ وغمروا النوافذَ بالموت.

لمنْ آلتْ قصيدتي قالَ شاعرٌ 
ولم يُبق الرصاصُ حياً سوى الصمت؟

تتقصَّفُ المئذنةُ الصائحةُ ويتلو الشهيدُ شهادَته 
على أخٍ أَتَمّ شهادتَه
على أمِّ طوتْ أبناءَها السبعةَ في كتابِ.. وخبَّأته من العين.

ما من أحدٍ غيرِكَ 
ما من أحدٍ غيرِكَ

في هذه الجمعةِ وفي كلِّ جمعةٍ حتى صارتِ الأيامُ السبعةُ للوقتِ.
درجاتٍ في الترابِ ودرجاتٍ في الهواء
حصَّةُ الشهداءِ من الشهادة:
لا أحدَ غيرَك.


Die sieben Tage der Zeit II

Wessen Blut ist es, das in deinem Gedicht fließt, o Dichter?
Wer ist noch hier,
Um zu bluten
Wer ist noch hier,
Um zu lesen, was der Horizont auf die Blätter geschrieben
Und was der Dichter im Gedicht hinterlassen hat.

Die Wolken der Kinder reisen
Und das Gebirge winkt

Die Bilder verwackeln und verlöschen im Auge, und der junge Mann, dessen Körper  
           die Unterwelt der Länge nach gespalten hat, liegt da, blutend, und wartet auf 
           die Hand seines Vaters.
Die Bilder verlöschen in den Bildern, das Lächeln dessen, der ging, um Maulbeeren zu  
           pflücken, in einem vergangen Sommer...
Doch Benommenheit umarmt den jungen Mann nun, Benommenheit geleitet den  
           lachenden jungen Mann zurück zu seines Vaters Hand.

Der Horizont ist zerbrechlich,
Und der Regen spielt mit den Tellern der Kinder.

[...]

Ein Lastwagen kommt, der bis gestern noch Wassermelonen transportierte, und nun: 
           Familien, die in roten Leichentüchern schlafen, und Bauern, die zu Totengräbern  
           geworden sind, Gräber Gräber Gräber...

Früher zeigten die Gesichter der Männer in den abgelegenen Dörfern das Lächeln 
           von Männern
Und nun
Stehen die Kinder auf den Fotos
Maskiert
Und der Tod geht mit seinem Sack von Kind zu Kind.

[...]

Übersetzung aus dem Arabischen von Douraid Rahhal und Barbara Winckler
Redigiert von Günther Orth




الأيامُ السَّبْعَةُ للوَقْت II


دَمُ من هذا الذي يجري في قصيدتك أيها الشاعر؟
من بقيَ هنا، 
لينزُفَ
من بقيَ هنا
ليقرأَ ما كَتَبَ الأُفُقُ في الصحائِفِ 
وما تَرَكَ شاعرٌ في القصيدةْ.

غيومُ الأطفالِ تسافِرُ 
والهَضَبَةُ تُلَوِّحُ

الصُّوَرُ تَرْتَجُّ وتَغْرُبُ في العَين، والفتى الذي شَقَّتِ القِيعانُ طولَهُ، مستلقياً، دامياً ينتظرُ يَدَ أبيهِ.
الصُّورُ تَغْرُبُ في الصُّور، ابتسامة من مضى ليقطف التوت في صيف مضى..
لكن الخَدَرَ يحتضنُ الفتى، الخدرُ يعيدُ الفتى الضاحك إلى يد أبيه.

الأفق هشيم،
والمطر يلاعب صحون الأطفال.

قال الممثل كنت قبل اليوم بلا صوت
ومسرحي معلق في ستارة 
ملابسي سرقها الموتى
وصوتي 
غاب
في
البئر.

قالت طفلةٌ: كنتُ بلا عينين
والآن 
صِرتُ فراشةً.

الرياضيُّ صَرَخَ: دمي صوتي..
ودحرج في ممر الموت عربةَ الهتاف
والصَّبي بادلَ النهارَ بابتسامته

وفي البستان حيث سقط كوكبٌ
وتشقَّقتْ تحت خطى دامية أرضُ المسرات.
قال فلاحٌ لصبي كُسرتْ رأسُهُ على صخرةٍ
إنني أسمع رجفةَ الشتاءِ في رُكبتي.

والآن،
جسده مستريحٌ في طلقة الجندي.

وصلت شاحنة كانت بالأمس تحمل البطيخَ والآن: عائلات نائمة في أكفان حمراء وفلاحون صاروا حفارين، وقبور قبور قبور..

كانت وجوه الرجالِ في الأرياف البعيدة مكشوفةً عن ابتساماتٍ لرجالٍ
والآن،
الأطفالُ يقفون في الصُّور 
مقنَّعينَ
والموتُ يطوفُ بجرابه على الأطفال.










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