Julio Munizaga Ossandón
Julio Munizaga Ossandón (Vicuña, CHILE 1888 - 1924). Fundador de la revista "Penumbras" y redactor del diario "La Tribuna" de la ciudad de La Serena. En 1914 publica su primer libro "Las rutas ilusorias". Fuente: "Selva Lírica" (Pág. 149).
EL AGUA DE LOS POZOS
El agua de los pozos! .
Las linfas llenas de ansias eternas,
que sueñan con rumores y alborozos
en el fondo de las cisternas!
Las aguas tristes y dormidas
que sufren el tormento
de la quietud, sumidas
en la mazmorra del estancamiento!
Aguas dolorosas,
bajo cuya infecunda calma
duermen las ondas tumultuosas
como los sueños en el alma ....
Aguas hondas y dolientes,
aguas taciturnas y ensombrecidas
como las siniestras frentes
de los poetas suicidas!
Aguas nostálgicas y mudas,
aguas estancadas,
tenebrosas como las dudas
de las almas laceradas.
Aguas donde el azul se copia
como un sucio cromo viejo,
y que su tristeza propia
muestran en su reflejo.
Aguas indolentes y serenas
dormidas bajo los espacios,
donde verdean lamas y euglenas
v rezan letanías los batracios.
Aguas que fecundan los protoplacmas,
donde palpita la vida inerte,
y donde bullen los miasmas
que van regando la muerte!
Aguas que sueñan ser empuje
y ser torrente desbordante,
y ser cascada que ruge,
y ser visión alucinante..
Que sueñan ser candor en las espumas,
nívea albura en las cumbres,
sueño alado en las brumas,
iris en las vislumbres.
Blanco en las tuberosas,
oro en los pistilos,
rosa en las rosas,
verde en los clorofilos ...
Aguas enfermas de no amar,
aguas enfermas de no ir
hechas gorgeo, hechas cantar,
bajo los cielos de zafir! ..
En su estéril quietud
las aguas muertas de los pozos
aguardan el declive del talud
para ser vida y luz en los campos gloriosos.
Porque en el fondo de lo inerte
se halla siempre escondida
en la vida la muerte,
en la muerte la vida!
¡Ah, las almas que viven en eternos sopores,
que no vibran, ni luchan, ni sueñan,
son inertes remansos que no tienen rumores
ni en torrentes de anhelos se despeñan!
¡Ah, los yertos espíritus, quietos bajo la frente,
que no saben de ímpetus ni de arranques,
son aguas que se pudren lentamente
en la inmovilidad de los estanques! ....
CAUPOLICAN
Fué el hijo de la raza legendaria que un día
surgió bajo sus selvas de robles y de lumas,
fiera raza en que fiunca se alzó una dinastía
de magnos Atahualpas ni excelsos Moctezumas.
Músculos de centauro, mirada hosca y bravía
corriera por sus venas la sangre de los pumas,
y erguido como un Hércules salvaje, se diría
un semidios de bronce coronado de plumas..
Él encendió la guerra bajo el boscaje glauco,
y acaudilló a las hordas por las selvas de Arauco,
blandiendo como un cetro la formidable maza.
Y ante la tribu llena del más salvaje asombro,
se irguió bajo tres soles con un árbol al hombro.
como una majestuosa síntesis de la raza! ....
Las rutas ilusorias
Autor: Julio Munizaga
Santiago de Chile: Impr. Universitaria, 1914
CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1914-12-14. AUTOR: OMER EMETH
Mucho he tardado en leer este libro; pero será mi excusa el estado de guerra en que vivimos.
No quiero ofender a los poetas en general, ni mucho menos al señor don Julio Munizaga Ossandón; pero diré, francamente, que por muy hermosas que sean sus composiciones poéticas, no admiten comparación con la epopeya que las naciones europeas están escribiendo con la punta de la espada.
Leer versos es, al menos para mí, en estos instantes, una tarea que solo el deber profesional puede obligarme a sobrellevar.
Cuando el corazón está allá con los que pelean, con los que sufren y mueren, ¿qué alcance pueden tener rimas más, rimas menos?
Con todo, las del señor Munizaga merecen que, para ellas, se haga una excepción.
Al revés de otras muchas que parecen obra de artificio, más que de arte, estas llevan el sello de una atrayente sinceridad.
El señor Munizaga ama de veras a la naturaleza, y su amor se trasluce en sus hermosos “paisajes de égloga”.
Pero no es mero poeta descriptivo. Bajo los “fenómenos” descubre la eterna filosofía de las cosas.
Así por ejemplo, el hombre vulgar, al contemplar el agua de un pozo solo ve el espejo (sí lo ve) en que se refleja el cielo.
Nuestro poeta, en cambio, descubre un mundo de fuerzas en aquellas
“aguas nostálgicas y mudas
aguas estancadas,
tenebrosas como las dudas
de las almas laceradas.”
Ve en ellas al hombre cuya imagen son:
“Aguas que sueñan ser empuje,
y ser torrente desbordante
y ser cascada que ruge,
y ser visión alucionante…
Que sueñen ser candor en las espumas,
nívea albura en las cumbres,
sueño alado en las brumas,
iris en las vislumbres.”
¿Quién alguna vez no ha soñado como ellas?
En los momentos de inercia espiritual, más de un hombre tiene conciencia de la fuerza que lleva en sí y:
“en su estéril quietud
aguarda el declive del talud
para ser vida y luz en los campos gloriosos.”
Estos “campos gloriosos” me traen nuevamente a la memoria la epopeya de que hablé al principio. Diviso las trincheras y en ellas la Fuerza estancada.
“Porque en el fondo de lo inerte
se halla siempre escondido
en la vida, la muerte,
y en la muerte la vida!”
¡Cierto!... Así como estos versos, hay muchos en el libro del señor Munizaga, versos en que el vigor de la descripción va junto con el del pensamiento. Sin ser simbolista, en la mala acepción del vocablo, sabe nuestro poeta adivinar y expresar el simbolismo de las cosas que descubre a lo largo de sus “Rutas ilusorias”.
A veces, empero, combina visiones que no pueden coexistir.
Un campesino cualquiera le dirá, por ejemplo, que su “Vendimia” (pág. 41) no es auténtica.
Percibe el poeta, en el tiempo alegre y bueno de la vendimia un hondo aletear de rumores que asciende desde el fondo del valle.
“…en que verdean los pastales oscuros
y ondulan bajo el viento los trigales maduros.”
No puede ser, dirá el campesino; entre la vendimia y los trigales maduros hay un intervalo de dos o tres meses. Pero, agregaré yo, que a los poetas, tiranizados por la rima, hay que perdonarles mucho.
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