Bernardo Uchitel
(Argentina, Entre Ríos, Basavilbaso, 1942)
El campo fue el escenario natural del nacimiento de Bernardo Uchitel, en 1942. Vivió en Basavilbaso en su primera infancia, en Concordia hasta los 13 años y después se radico en Santo Tomé, Provincia de Santa Fe, donde vive actualmente. Cultor de los afectos, estuvo vinculado con el grupo de artistas santafesinos que se nucleaban en torno a Juan Laurentino Ortiz: Juan José Saer, Marilyn Contardi y especialmente, Hugo Gola. Y no hay mucho más para decir. Hace poco le pedí una biografía y una foto para mencionar algunos otros datos relevantes, y me contestó: “Poné la fecha y el lugar de nacimiento. Con eso está bien. Y obviemos la foto”. La misma resistencia tuvo siempre para difundir sus textos. Bernardo confía en el flujo vital de las cosas y considera la fijación en papel como aleatoria. Sabe que mucho más importante que la escritura, es vivir en un estado poético, aunque a uno se le vaya la vida en el intento. El poema vendrá después, si viene, si surge de una íntima necesidad. Y cuando llegue, se escribe y se abandona. El poema debería ser capaz de sostenerse por sí mismo. Y esto no ocurre sin lectores. Pero, en realidad, a Uchitel nunca le preocupó en lo más mínimo tener lectores. Por eso, forma parte del cauce secreto de la poesía entrerriana.
Bernardo Uchitel es uno de los primeros poetas entrerrianos que se apartó de la retórica del neoromanticismo de la generación del 40’ y recreó la provincia desde otro lugar. El cielo abierto, la luz fulgurante, los vientos y animales sobre las cuchillas entrerrianas están dentro de sus textos. Sin embargo, frente al regionalismo y al canto solemne o celebratorio, elige un tono lírico tenue, despojado, potentes imágenes y descripciones precisas, que condensan el discurso en la frontera del silencio. La transparencia es otro de los atributos de su estilo. Uchitel establece un diálogo fecundo con cierta poesía americana, con el viejo haikú japonés y con algunos poetas del litoral como el mismo Gola y Ortiz.
La misión del poeta es la del amanuense que va dejando la marca de lo que ve en la escritura (no a simple vista, sino con una percepción refinada), que, al mismo tiempo, es todo lo que hay o lo que hubo, y, como remate, alguna conclusión general que redondea contundente el poema: “No se vuelve/no se parte”. “Porque mi corazón está libre/estoy en el lugar/y no me pregunto/ni destruyo”. “Un vuelo de perdiz se alza/espantada/en el azul/maduro de la tarde”.
Su obra es muy breve. Está contenida en su totalidad en esta página. Pero me consta que sigue escribiendo y los inéditos se vienen sumando desde hace años. Esperemos que pronto encuentre algún editor. Sus poemas se lo merecen. Y los lectores, también. Recomendamos fervorosamente su lectura. Aunque estos poema no la necesiten. A esta altura, se han vuelto autónomos.
por MARCELO LEITES
Concordia, 12 de febrero de 2010
DESDE CONCORDIA A BASAVILBASO
La garza blanca por el cielo
siguiendo la línea del río
y los naranjos
se iban por la ventanilla del tren
Y vos recostada
en el ángulo de la ventanilla y el asiento
sonreías contenta
ensimismada en el viaje y el destino
Lanzados desde el sin principio
hacia el sin fin
llevamos la muerte y sonreímos
Durante la noche bebimos
cerveza bien fría
y cuando llegamos
llovía ya un poco
dijiste:
“Se sentía el olor de la lluvia”
Anduve por Posadas
Y cuando volví y pasé
por los lugares donde viví
busqué mis amigos
y ya no estaban
Y ese verano bajo el sol
me dirigí al cementerio
cuarenta grados de temperatura
y el calor reverberando entre las tumbas
Y miré
busqué
y encontré
la flor y las tumbas
de los que habían sido mis amigos
Carne y huesos podridos
Hediondez enterrada para siempre
el que le gustaba recitar a Neruda
Hediondez y putrefacción
enterrada para siempre
el que se estremecía ante el paso de una joven
y con el vaso de vino en una mano
brindaba en el aire
al amor
El calor reverberaba en las tumbas
y entre la reverberación y el cielo
flotaban grandes mariposas
A la sombra de los altos árboles
me adormecí.
DE: POEMAS (1966-70)
La hermosa cautiva
arrastró
el lacio de sus cabellos
entre los cascos y la tierra
Cómo la amó ese día
el terrible Piedra en las tolderías
Tres sombras fantásticas
cabalgando
en la mancha lunar de la llanura
Una cuarta
en lo más tupido del monte
Santos Vega, Fierro y Cruz
Juan Moreira entre los espinillos
EVOCACIÓN DE VERANO
Viento estival
bambolea
los niños del estío
y de la maceta grande
bambolea
el jazmín de la abuela
Empuja al cardenal
hasta el árbol de la galería
viento del estío
no te lleves el canto
Perdidos en el campo
los huesos
vivando al cielo
su blancura
rememoran el camino
En la tarde
viento en la gramilla
te aplacas
Sorpresivamente
desprendiéndose
de la oscuridad
se aparece
la luz mala
En la desesperación
uno ansia
la señal de la aurora
NUEVA VERSIÓN
Como gastan el aire
las armaduras
sus brillos
están hiriendo los montes
Tabaré
No tenían los ojos celestes
En la tierra jorobada
peleando
se murieron las charrúas
DESPUÉS DE PAVÓN
En San José se amontonan
frente a la torre vigía
El General
se pasea
solo
por las galerías
El centinela traidor
revisó la lejanía
Gritó
¡Sólo cuchillas!
El General
se fue
a dormir para la muerte
El que padecía
murió en la última cuchilla
con el canto del pájaro
Era en Marzo y caía desde el Norte
y se levantaba
girando sobre su eje
el viento
y los pastos en la orilla
se lavaban
y regocijaban
y temblaban por ese viento
Ahora
cuando la tarde lustra estos ríos
sobre la rama más alta
sacudiéndose en la espera
canta el cardenal
Siempre
en Marzo
vengo y me voy
HUBO UN DÍA
Fervorosamente
el sol del verano
quemaba ese día
las cosas
Era, el diablo
que bailaba y cantaba
Me había yo olvidado
de la oscuridad
y me llegué
por el camino de tierra
hasta el pueblo de siete casas
y en la calle no había nadie
porque el sol
quemaba las cosas
Me había yo
olvidado de la oscuridad
Las piedras reverberán
en el ruido de su dilatación
El sol implacable
las golpea
Liviana brisa
quiso defenderlas - defenderme
Evoco a pleno mediodía
el frio silencio de la noche
las espaldas se amoldan
a la piedra
la vista a la luz caliente
el camino cerca
en la tierra colorada
abovedado
En el cielo
lejos
vuela
una bandada
de bandurrias
JUNIO
La luz tiene
vaivén de nubes y viento
Los paraísos sin fragancia
y el campo
sin pasto
se refugian
al calor
de la cueva de lechuza
DESPUÉS DE LA COSECHA
Los tres paraísos
duermen
sobre la vieja tierra.
Calmo Noviembre llama a Diciembre
al silencio de los campos abandonados
Un vuelo de perdiz se alza
espantada
en el azul maduro de la tarde
Sigilosa la tarde
deslizándose
entre el cloc cloc de las cluecas
por la piel de los duraznos
y el regocijo de estas manos
en la tibieza feliz de los nidales
Se está solo
cuando la sombra
guardándose
en el hueco viejo de ladrillos rotos
se suspende
un momento
en los sillones
Y estas cosas imaginadas, muertas
hace tantos años ya, imaginadas
como si durmieran el polvo
en el estante colmado de siglo dieciocho
Huevos de pirincho
para el collar de ornato
mientras tanto
el tiempo bueno me envolvía
y el campo más allá
pastos dorados
se ponía negro
en silencio
Apenado el viento
en el follaje
merodea
en la claridad
confiadas
se fatigan
las últimas mariposas
Tu memoria
quiere olvidarse
En otoño
en la misma hora
vivíamos en las calles
Entre la parra
y la chimenea
quiere quedarse
el sol
entre la parra
y la chimenea
se está quedando
la noche
En el rincón
el olvido
sigue
acumulando polvo
Tu memoria
quiere olvidarse
También se muere en otoño
El aire
resbalando
con el ruido
de las hojas
se va
antiguo
como un viajero olvidado
IMAGINANDO CIUDADES
El pitar de los trenes
alejándose
me deja
como un pájaro
sin alas
Mi vida es
un grito
un vuelo de chimango
sobre los campos pelados de julio
EL NOMBRE DE LA CALLE
En el año mil ochocientos tres
el cura párroco
mandó llamar
al peor bandido mercenario
de esas tierras
y le entregó
una bolsa de oro
y la misión
de perseguir
y matar
los enemigos del Rey
Esa noche
el cura párroco
defecó
y bebió
el vino de misa
con
la mujer de uno de los perseguidores.
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