MARIAN SUÁREZ
Avilés (Asturias)
Libros de Poesía publicados:
-Escribo los silencios (Avilés, 1985)
-Tú, la compasión humana de los dioses (Sevilla, 1989)
-Mal de siglo. Plaquette. (Avilés, 1989)
-Distancia (Ferrol, 1994)
-La muerte tiene llave, junto con Aurelio González Ovies (Avilés, 1994)
-Fuegos prohibidos. (Burgos, 1995)
-Con los cinco sentidos con Aurelio González Ovies (Avilés, 1997)
-Libro de Áloe (Extremadura, 1999)
-Mujer de arena (Las Palmas de Gran Canaria, 2002)
-De los hilos que sujetan la cometa (Gijón, 2003)
-Una realidad aparte, junto a Aurelio González Ovies (Avilés, 2006)
-Las calendas griegas. (Ferrol, 2006)
-Puente colgante sobre el abismo de las sensaciones Antología (Retrospectiva 1985 –2007).
Ferrol, 2008.
Incluida en la Antología CON VOZ PROPIA (1970 -2005) ED. Renacimiento, Sevilla 2005
ESTUDIOS Y PONENCIAS SOBRE:
-ALEJANDRA PIZARNIK: LA BELLEZA CONVULSA
-MARGUERITE YOURCENAR: LA PRIMERA HUMANISTA
-POETAS ESPAÑOLES EN EL EXILIO
-TANGO. SÍMBOLO Y LEYEND A
Ensayo La mujer en los medios de comunicación de Asturias. Pieza ensayística. (Gijón, 1998)
Además de la poesía ejerce el periodismo literario y de opinión. Es, asimismo, Codirectora de la Colección Fíbula, de Poesía y, recientemente, cofundadora de CREACTIVA (Espacio nuevo para la creación literaria) www.grupocreactiva.com
Ha sido galardonada, entre otros, con los siguientes premios: Ángaro (Sevilla, 1989); Accésit al Premio de Poesía Esquío (Ferrol,1993); Premio “Ciudad de Burgos”, 1995); Premio de Extremadura a la Creación (Junta de Extremadura, 1998); Premio Internacional de Poesía Las Palmas de Gran Canaria (2001); Premio Internacional de Poesía Ateneo Jovellanos (Gijón, 2002)
En 1993 fue distinguida con el Premio “Acebo” de Literatura en Lengua Castellana al escritor@ más destacad@ del año.
De Escribo los silencios
EN los rostros de aquellos muchachos que no amaste algunas ve-
ces respiras la inocencia de cierta forma de mirar irrepetible
que desde entonces no has podido encontrar porque son sus
frentes de laurel las que quizá te nombran cuando la vida
irrumpe cuando la piel se abre
a otros muchos lugares
de los que todo lo ignoras
aunque vengas de muy mayor sobre las cosas o escribas con oficio
pensamientos filosóficos que muchos te comentan con agrado
cuando la vida llega para que sepas que todo está dispuesto a
tu alrededor sin haber sido tan siquiera para ello consultada
abril en muchos labios que te dicen de manera distinta que ya son
otros los signos que te abrazan mujer otros los secretos que
tú irás abriendo poco a poco por si alguien desde ahora dibu-
ja el osario atento de tus pasos tú que ya tienes dispuesta la
alcancía para darte el acomodo silencioso de unas manos que
viertan al papel lo que tanto
callaste.
No soy de nadie. Yo soy de mí.
Mira el cielo en sus lumbres;
él no es de nadie y sin embargo brilla.
V. Aleixandre.
De nadie
sino de la muchacha azul de la otrora inocencia qué lejos sobre
abierto páramo su vuelo a este preciso instante que cuento
como con vida propia
que he sabido a tu lado cómo agoniza el tiempo y el corazón ya cuenta
de los ciclos tristísimos que no quiere volver a fre-
cuentar no obstante ya vencido
de otras muchas razones
en las cimeras luces otra sustancia nueva primitiva amanece en la
magia de las azules horas las que la niña un día quiso
que su brillo alcanzara.
Luego deja la pluma o cierra la máquina de escribir,
se queda pensativo y, al anochecer, muere.
J. Seifert
TAL vez en otro instante
alcance lo que ahora no pudo la palabra
sobre el papel se posará más hecha
y dirá lo que ha visto
traducirá los sueños
y será en la metáfora el guiño rutilante
mas no seré yo entonces
no serán estos signos los que ahora me empujan
a escribir muy desnuda
y no será lo mismo el cristal de mis manos
el ruido de la pluma al rozar la cuartilla
no será lo mismo
la verdad que ahora enseña
su inocencia.
De Tú, la compasión humana de los dioses
AUTOGRAFÍA
POR lo demás no importa que yo escriba
esta tarde
una composición muy triste
las palabras
no son sino el pretexto de cerciorarte en ellas
al perpetrar recuerdos y adelgazar otoños
lo que
intento decir
-si acaso interpretar para mí mismo-
con la fidelidad solar de los espejos
es que fuera de aquí ya está la vida
y que
las únicas razones que te restan serán de
acabamiento
mejor
de cierta sensatez
incluso aceptación de lo negado
porque ya estaba escrito
fuera de aquí el amor estaba escrito
que lo pregona el mar desde muy lejos
y la avecilla frágil en una tarde rota
igual a ésta
desde el asedio incontenible
de las linfas
a la abdía de la sangre
en corazón del solo
tú
que ya vas para viejo
contigo a solas preguntándote
si ya nada es verdad para seguir viviendo
tú
la compasión humana
de
los
dioses.
TEOREMA
YO sé que algunas noches has vuelto a ser Señor
de un cielo anónimo
que has contado la lluvia como si fueran lágrimas
y has tendido las manos al calor del brasero
-cedro altivo y antiguo al fragor del invierno-
yo sé que muchas veces hay un torzal de angustia
que te crece en la boca
un empellón de sílabas doblegando memorias
sobre el compás abierto de alguna herida
tuya
-por batallas de amor únicamente al más alto
esplendor de cualquier guerra-
cuántas veces al hombre ausente en leve espuma
como en carne de niño le bastaría un mundo
sorprendido al envés
transportando ternura desde un ayer a hoy
de un corazón a otro
en otro tiempo nuevo
y verosímil.
Cuando cuarenta inviernos rocen
tus sienes y surquen tu rostro
liso como un arado la tierra...
(W. SHAKESPEARE)
CANCION DE CUNA PARA HOMBRE MAYOR
DIGAMOS que estoy solo
y que he de acostumbrarme
-de modo natural-
a dialogar conmigo mismo
tomar
cada mañana el mismo libro y recorrer la casa
vigilar sus rincones
-por si acaso –
aspirar sus silencios de cuanto fue ventura
antes de hoy
con ademán cansado
retirar los espejos
-las huellas de sus manos
en el piano-
cambiar todas las rosas de la sala
como si fueran años que se han quedado quietos
al estertor silente de las aves
-al verdugo
imparable de las horas-
digamos
que he de hacerme a los sucesos mínimos de respirarme
a solas
tiernamente
acaso reconocer también
las razones vertidas en los primeros versos
y una causa de amor que se quedó dormida
en el fondo de un diario
a la memoria invoco
la tristeza del inocente niño
y en sus manos me asilo dulcemente
para empezar
de
nuevo.
INSOMNIO
NO estoy nada seguro si hay rostros de verdad
capaces de alumbrar todas mis noches
si existen
seres dilapidando amor por un instante solo de
ternura
o si en el rincón de alguna página
alguien habrá dejado escrito
cuán bella fue la vida
y cuán inútil
y cuestionarse un día si ha usado de su tiempo
cabalmente
o acaso si no es tarde
si no resulta un día ya muy tarde para dar de su labio
a la inocencia
llamarla por su nombre
en la fascinación
de un niño.
Pero...¿qué es un sueño?
"Es eso que piensas cuando
duermes"
(Respuesta de un niño de cinco años)
CON/FABULACIONES
NO estar en ningún sitio sino en el pensamiento
de las primeras cosas que aprendí
dejar atrás las últimas razones y apenas
si existir
en la memoria sola
-sobre la carne sola-
de una dulce materia y un saber que no es
nuestro
alcanzar la armonía
de las fresas silvestres en los labios
de un niño.
(Una vez la inocencia y luego enloquecer)
De Distancia
Interpretar la forma del deseo como tierra
que absorbe su simiente dando a la realidad
humano
alcance.
En cielo nunca hollado artesanar las nubes,
repujar de mariposas negras la opalescente
lluvia.
Del oficio de amar cubrir todas las tapias de la
melancolía,
no acomodarse al dios que más alumbra
tanta mediocridad; la gota inmensa donde el día
se refleja y se sacia:
la forma del vacío adolescente.
No, yo no soy de los vuestros.
Yo vengo de la desobediencia de los
hombres,
de la fragilidad carnal de la palabra,
de la mortal herida del lenguaje.
-Vivo en la noche de los búhos-
Traigo octubres de formas, panales de
tristeza
y un secreto pasar de las costumbres.
-Mi reino no es el mismo--
Yo voy y vengo de los
libros.
Vivo en un corazón de obras agotadas,
que el tiempo,
-a contraluz-
se está llevando.
La noche en que estés triste
cultivarás las rosas más pequeñas,
las huellas diminutas de otros
seres que te han ido dejando.
La noche en que estés solo
acudirás al dios de la palabra
que despeje tus miedos uno a uno.
Reprocharás al dios de los mutismos
-su silencio fue la noche de tu vida-
de su mano de sal sobre la tierra.
Querrás saber
-por Dios-
si ser cristal de olvido significa
cambiarse de memoria o darse a la ironía
cabalmente;
cuerpo al viento del tiempo
que nos huye
como si el mundo entero te
sobrara.
Qué danza absurda y rota
circula entre la nieve
e infunde en la memoria
percepciones de piedra,
la hendidura en el muro
del olvido:
una imagen
de lenta despedida.
Con los brazos abiertos
a la noche: en qué fugaz
instante nos
murieron.
A qué pie de qué árbol nos
cortaron toda esperanza
puesta en el futuro:
nuestros nombres
sembrados
al vacío.
La muerte en que creemos
nos enseña el color de la
tristeza última:
el callado
furor que nos devora.
Color de olvido
(J. A. Valente)
Pero su mano
como ausencia.
Su mano
la campana
que desnuda
el crepúsculo.
Sus dedos
la caricia,
su aliento
la memoria
que hace gemir
la noche,
los sonidos
-ocultos-
de la tarde
desde su labio
al mío.
Su huella
en mi costado.
-La escultura
de un músculo
encendido
que se humilla
a la sangre-
Su piel
sobre mi piel
enajenada.
(Y alguna
indefensión:
algún delirio.)
De Fuegos prohibidos
Presiento que no es fácil que esto llegue
a ocurrir, así de pronto,
que la piel al abrirse recobre su inocencia, luego
un encendimiento
y más tarde el clamor de un sincopado río.
Después le toca el turno al peso de ser tierra,
materia fragilísima,
en donde alguien puso la señal del dolor,
como una deuda íntima
que es preciso pagar con moneda muy honda.
Mas el tiempo es muy breve y es su reloj la carne
y su hermana la muerte.
Prisioneros de culpa, esta noche, gran madre, nos
conduce al abismo;
fáciles del morir, desesperadamente fáciles.
Él no tiene la culpa de ya no ser el mismo.
Sus ojos, que no extrañan, ya no se abren al sol
como acero bruñido.
Ya no es su mirada la primera mirada con que
despierta el mundo,
pereza de la muerte.
Él ya incuba los días en su pecho sin alas,
en sus noches sin sueño,
en el temblor solemne que anida en su garganta;
la raíz del dolor,
desnuda y breve.
De su mundo extinguido yo soy el despertar
de algún poema,
el soplo taciturno de la tierra, la memoria de Dios,
la luz, jamás usada, del delito.
Yo crecí en los desechos de las fábricas, asistí
-desde muy pronto-
al desamor de las especies y al derrúmbe de las
constelaciones.
Cabalgué desde muy niño en los caballos de vesania.
Yo no sé cuántas liendres despojaron mis huesos,
las humedades de las piedras, las hijuelas compasivas
de la sangre.
No supe cuánta infamia logré ganar un día a cambio
de un mísero salario.
(Las redes de mi orgullo me impidieron volver a echar
las cuentas).
Sobre un suelo drogado de cansancios habité entre
los muertos.
(Qué triste, desde entonces, me ha parecido siempre
la belleza).
Le dije: Respetarás la noche de los hombres
cansados,
no beberás del vino de su espanto, no harás crecer,
amargo,
el polvo de su pena.
Quise que depusiera su orgullo, sustancia de los
débiles,
que germinase en su silencio la palabra del tiempo
y sus equívocos.
Le dije que mi poesía venía del fuego de la tierra,
de los males heredados de mi especie, del holocausto
de la duda.
Yo guardaba para él, como una extraña ofrenda, el beso
de la muerte.
La fuente del placer está contigo,
brilla en ti, fluye en tus manos
con una fuerza oscura.
Pero sabes muy bien que nada queda
sino ese oscuro pasar de los deseos
sobre la piel de un tiempo
que nos finge.
Sabes que nuestra eternidad dura un instante
de intensísimo ser, sólo un trayecto núbil
que equivale a un morir de causa extraña
a la velocidad que dicen de la luz.
La vida sólo vale este momento
que es preciso gastar impunemente.
Tal vez sin yo saberlo
he querido pactar con la palabra
y he podido mojar en el tintero
un corazón
en avanzado estado de renuncias.
Acaso a mi manera he construido
un mundo de ceniza,
un fugaz calendario
y una fingida tregua.
Pero llegó el destino, celosísimo,
y arrancó de mi boca los secretos
de fuegos heredados
en un viejo cuaderno de poeta.
De Libro de Áloe
HOJA DE BOJ
Madre,
este es el mismo lugar donde hemos estado muchas veces.
El mismo territorio en donde anidan los castaños
y cimbrea el helecho un viento de semillas
que tú cogías siempre
para sembrar de sueños las macetas.
Madre,
esta luz que ahora alumbra,
despiadada,
en el mismo corazón de la memoria
aún custodia tus pasos desde entonces.
Aquí están todavía la higuera y el gorrión,
las praderas encintas del maíz
y la nube que anuncia la tormenta,
fantasma de mis miedos.
Aquí, todavía, las moreras
y el arrogante pino
de los montes poetas de mi infancia.
Hubiera vuelto a ver la dimensión del fuego
en el solsticio del verano,
la guadaña templada al filo de la luz
y la orfandad del roble.
Volvería a sentir tus manos artesanas dibujando
impacientes, por mañanas de escuela,
dos trenzas de alfabeto en mis cabellos rubios.
Pero fiel a tu noche,
a tu morir con prisa,
hoy he posado en el poema esta herida muy vieja
que oculté para ti
debajo de las sábanas.
Y he querido, por una sola vez,
romper el tiempo,
y acercarme al rosal y acariciar la rosa
(que me cortabas siempre)
como fruto de tierra, como hambre de siglos
de un instante de amor
o de breve caricia.
Volver es construir de nuevo una mirada
alrededor del tiempo.
Teñir de nuevo al sol los incendiados ojos
en alas de un dragón de mil cerezos.
Regresar otra vez hacia los mismos prados
y cortar su simiente con guadañas de humo
hasta que nunca más retoñen, padre.
Recorrer en precario cualquier día de entonces
fijando en los espejos el idioma del agua,
las funerarias lluvias
que esparcieron al mar nuestros silencios.
Ella viene de una mirada que aún recuerda el invierno
y el carburo encendido
por las altas paredes de la infancia.
Ella fue quien, callada, construyó territorios
de pétalos de rosa
por si un día llegaba a ser princesa.
Ella, que al caer de la noche inventaba ciudades
y buscaba entre sombras el fruto prohibido
para darle un bocado a la rutina.
Llega la luz,
la noche se ha llevado un silencio de arena,
fragmentos de algún crimen
y muchas lunas rotas
en la mano vencida ya sin tiempo.
Alza su rostro el sueño.
Sabe que ha perdido la noche
y que ha de volver muy pronto
a correr la cortina que hoy separa
-al alfabeto oscuro del idioma-
la vida de la muerte.
De Mujer de arena
JUEGOS NOCTURNOS
YO soy la narradora,
la autora del único relato
que firmo con mi nombre.
Ha llegado el instante de la página en blanco
y en mi párpado nace el hijo de la luna.
Hundo la mano en mí,
acaricio por dentro las cuerdas del violín
donde nadie me escucha.
Al instante que llego hay luz en la bombilla
y ojos que, desde lejos,
ni me miran.
Mis dedos, de por sí contradictorios,
adquieren precisión de ser ajenos
al momento en que escriben.
En lo oscuro tropiezan, se rebelan,
preguntan por mi frío y por mi fiebre
y un poco más cansados y más tristes,
en las primeras luces, me abandonan.
JARDÍN DE INVIERNO
ERA como yo misma.
Venía de muy lejos
con mucho sol de invierno
en las pupilas.
Jamás le pregunté
de cuántas ciudades regresaba
ni a cuántos hombres
había conocido
o, tal vez, olvidado.
No quise preguntarle
por qué,
después de tanto tiempo,
aún brillaba en sus ojos
la rosa de mis noches.
EL HUSO DE LA RUECA
CIERTO,
lo incierto de ser hombre queda escrito
en el cristal de un siglo.
Pero son precisas las palabras,
la herramienta tenaz de la memoria,
el musical latido.
Quema el ayer la vida,
arde en el espejo el brillo de una lágrima,
acaricia el dolor la belleza perdida.
Miro caer el agua:
el río desbordado trae un pájaro muerto
como un cuerpo de niño abandonado.
Escribo, ya es silencio.
FUEGOS FATUOS
HAY alfabetos como perros de presa
Que colonizan muchas voces.
Fragmentos de lecturas que se cuelan
amparadas en los oficios del lenguaje.
Hay quien simula ser la lanzadera
de apócrifas memorias,
quien se arroga el oficio de contar como nadie
las verdades a medias de la farsa;
el resto de las ruinas
que cada cual sostiene
como la última columna de su templo.
POÉTICA
LLEGAN como ladrones dispuestos a pagarme con dieciséis
monedas.
No saben que habito en una isla donde aún es posible esta
neutralidad del pensamiento, esta costumbre -nunca rota-
del silencio.
Ignoran que llegar hasta aquí no ha sido fácil, que habré
dejado atrás las secreciones vanas del lenguaje, la partición
de las metáforas, los cielos protectores de las antologías,
como punto de apoyo (o de castigo) según mis propias
normas.
Yo asumo el rostro del exilio, la noche que engendra mi
escritura, el justiprecio de mis versos.
En la poesía no hay lógica ni razones previas
o posteriores, sólo hay la radicalidad de la
expresión, su entrega libre.
A. ARKOVSKI
De De los hilos que sujetan la cometa
EXPIACIÓN DE PRIVILEGIO
Yo soy la cómplice perfecta
de todos mis errores.
Sujeto femenino y reincidente
en cuantas infracciones se me imputan
de extrema rebeldía:
sobre todo con las instituciones.
Habré jugado con ventaja
muchas veces,
habré dado la espalda
a emociones más fuertes
-en oficios de amor
confieso no haber sido
demasiado indulgente
con las debilidades de los otros-.
Que no se culpe a nadie
de esta cuota de libertad sin límites,
yo sola me he ganado por la mano
el derecho a estar sola,
sencillamente sola
a solas con mi vida.
DE LOS HILOS QUE SUJETAN LA COMETA
Aquí están mis dominios:
la prueba más palpable de mi infidelidad
al orden natural de la existencia.
Encontré muy temprano
mis propios laberintos,
las sombras que cubren de misterio
las raídas cortezas de los árboles.
Descorro los crepúsculos
de una ciudad perdida entre la niebla
lo mismo que un fragmento
de una historia futura.
Al sol de mi destierro
acaricio el plumaje de los amaneceres,
el vaho entretejido de nostalgia
que tiñe de imposible cuanto miro.
Desde un vitral de insomnio,
dejo mi cuerpo a solas
viendo pasar el mundo
rodando en una lágrima.
RETRATO
J. NIZÁN
MONTMARTRE (PARÍS). FEBRERO, 2001
Permanece en reposo
el rostro que ahora miro
con tristeza.
Propaga su desnudo la pupila,
habla el silencio
de un instante de luz
irrepetible.
Hay momentos
en que me devuelve lo vivido
como una carga que le excede
demasiado:
la juventud ardida,
la infancia declinada,
los rasgos,
deliberadamente humanos,
de la muerte.
Sobrecoge
esa quietud armónica
del labio,
la protección del párpado
para ocultar al lienzo
las huellas del cansancio,
el tiempo retenido en esos ojos
que nunca volverán a ser los míos.
Para Aurelio González Ovies.
APOTEGMA
Existir,
al igual que el amor,
puede ser como un juego
que nos crea adicción
e inmediatamente
nos destruye.
Existir,
al igual que el amor,
es un suicidio
a corto o medio plazo.
NO
Amigo o enemigo
qué más da,
si una palabra es todavía
la jugada maestra
que nos sitúa ante la vida
en igualdad de condiciones.
Sencillamente,
para que tú y yo juguemos limpio
es preciso,
con anterioridad,
inventariar los restos
de los sometimientos,
los adverbios de negación
al uso,
un instante el silencio
de todos los relojes,
antes que Dios
reparta fichas.
De Las calendas griegas
La luz jamás usada
No es igual el invierno
que hoy respira la tierra cuando llueve,
ni es lo mismo la luz
que pone en pie la sombra
de los árboles.
Extraña ver la vida a través
de un cristal
que tiende a simular tanta belleza,
mirar la luz
caer
entre los muros divisorios
de mis ojos.
El canto de los pájaros
(El cant dels ocells)
(P. CASALS)
Otra vez el invierno se abre paso
a un viejo atardecer
de lunas rotas. Otra vez es la nieve
quien desnuda mis ojos
como entonces.
Sólo sé que es febrero
-no sé ni de que día ni que año-
y que mi madre ha vuelto a colocar
sobre la silla
mi ropa, recién planchada
de domingo.
Más, de pronto,
alguien borra la imagen
del color de mis años,
la luz de una muchacha
en mis ojos de ahora.
Armadura
Nada que declarar.
Pero sabéis que llevo
encima
instrumentos sensibles,
herramientas,
de afilado perfil,
armas,
de regular calibre,
capaces de vulnerar
-si fuera necesario-
ordenanzas al uso
del bien y buen vivir
cada vez que la vida
me hace trampas.
Transterrado
Hacía colocar sobre la puerta
la siguiente inscripción:
"el poeta trabaja
los días que está triste",
y así instauró la fórmula
de afinar hasta el límite
la soledad primera,
la perfección de los adioses
a que se debe someter
toda escritura
para ser ella misma.
Pertenecía a un mundo
en avanzado peligro de extinción;
la belleza de entonces se ha ido,
igual que su recuerdo, disipando.
Mas acaso el dolor
ya no resiste las celdas del saber ,
el material desnudo de su voz,
esa forma callada de elegir
(entre la locura y la razón)
otra forma distinta
de aceptar como propias
las razones secretas del idioma,
las noches que alumbraron
por sus ojos
los instantes más fríos,
los amaneceres más secretos.
Tiempo de calendas
Fueron muy intensos
pero breves,
los instantes guardados,
los días diferentes
que hasta ahora cumplí.
Como un ayer intacto
hoy miro en el espejo
una luz de fogata
que se ha quedado ardiendo
detrás de la memoria.
Y veo su fulgor,
la bruma entreverada
de las brasas
que dan fuego a mis ojos
como una muestra
de creación latente.
Parece que fue hoy
cuando aún medía el cielo
por estrellas fugaces,
cuando febrero resucitaba
en mí la tácita armonía
del invierno,
y era realmente hermoso
mirar el firmamento
con la súbita urgencia
de una emoción desconocida.
Era hermoso tener el mundo
entre las manos
-la ofrenda generosa de sus dones-
y no saber qué hacer con él,
no querer,
apasionadamente,
retenerlo.
De Cuadernos de poesía Fíbula
FARO DEL FIN DEL MUNDO
Puedo,
si así lo quiero,
cambiar de soledad en un instante,
porque el silencio no admite compañía.
Si sobrevivo aún,
es porque no ignoro
que se ha cumplido el tiempo
de no perderlo más.
Y no ha de ser igual el mundo
que hoy desnuda mis ojos
ni idéntico el sonido de la lluvia
en el verde del brote de la hoja.
No habrán de ser lo mismo
los colores,
el peso de la luz
sobre la intimidad del río,
la licenciatura de los árboles
que otorga a cada hoja en movimiento,
las preguntas que tuve que guardarme
para saber de mí,
imán, rumbo y objeto de mí misma
geometría sin voz,
espejo donde poder mirarme,
ser yo misma.
Tras mucho caminar
habré encontrado al fin,
sobre el azul, alzadas,
-diseminados los perfiles y la historia-
bandadas de cometas,
los dones primigenios de belleza
otra vez tan desnuda,
cada día más lejos.
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