MATÍAS AYALA
Nació en Santiago de Chile en 1973. Estudió filosofía en la Universidad Católica. Vivió cinco años en Ithaca, NY, Estados Unidos (1999-2004) en donde adquirió el grado de Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Cornell. Actualmente trabaja como profesor e investigador en la Universidad Alberto Hurtado.
Publicó Escafandra (poesía, 1998), editó la inhallable muestra poética Vivos pero desdoblados (1999) y Una nota estridente de Enrique Lihn (UDP, 2005), "Año dos mil" Poemas, (Beuvedráis Editores 2006) y Lugar incómodo: Poesía y sociedad en Parra, Lihn y Martínez(Santiago de Chile: Ediciones Alberto Hurtado, 2010).
Ha escrito un puñado de artículos académicos y ejercido esporádicamente la crítica literaria. Prepara un libro sobre Octavio Paz y uno de ensayos sobre poesía chilena.
AÑO DOS MIL
Cuando niños mis hermanos y primos
jugábamos a este juego: si alguien
era hallado enseñando el trasero
o en una posición demasiado obvia
(recogiendo algo del suelo, por ejemplo)
se lo pateaba en el culo bien fuerte,
o no tanto también, como mostrando
clemencia, y acto seguido se decía:
“patada no vale hasta el año dos mil”,
endosando la venganza a un futuro
lejano, eximiéndose, así, de alguna
represalia. En esos veranos todos
nos pegábamos mucho. Por esa época
además, me acuerdo haber pensado:
“la cantidad de golpes que nos vamos
a dar el año nuevo del 2000”.
Pero después fuimos perdiendo esta
costumbre salvaje y mientras crecíamos
y la fecha fatídica se acercaba
supe que nadie se iba a acordar.
Tampoco yo me atreví a mencionarlo.
VIDA RETIRADA
No, Sir, when a man is tired of London, he is tired of life
S. J.
Te salvaste del juicio, Augusto, es cierto,
pero has saboreado la amargura
sin fondo de la palabra “impotencia”,
y al parecer, tampoco te ha gustado.
Has barajado futuros inciertos
mientras todo seguía funcionando.
En las palabras “derrota” y “dolor”,
en sus orillas, has dormido sin calma,
sopesando mentiras y números,
traficando compasión e investidura.
Que la historia no se vaya a escribir
completamente según tus designios,
esta evidencia tal vez inservible,
nos alborota las tripas de júbilo.
Y esperamos el día de tu muerte
como niños aún, la Navidad.
Habitación para turistas
Como en un cuadro de Edward Hopper
a través de la ventana se divisa una pieza
y en esa pieza, apenas decorada,
se ve al autor pensando en los muertos.
Sentado frente a un escritorio,
sostiene su cabeza en la mano izquierda
y las imágenes del televisor recién apagado
aún vibran en su mente.
Y escucha los golpes del segundero a las 2 AM.
En un mundo de cosas frías -por unos instantes-
cree ser un óleo sobre tela en un país extranjero.
Entonces, escribe un texto demasiado pequeño
para ser leído desde acá.
Se olvida más tarde, tarde se duerme
cuando nos encontramos ya en otra sala.
Elegía a Enrique Lihn
Quizás una elegía no sería una mala idea,
después de todo, hacer versos para un fantasma
es apropiado por parte doble: acto gratuito
en honor a alguien inexistente, sujeto y objeto
identificados en su mutua inanición.
Quizás no sería vergonzoso ser como aquellos seres
que germinan en los pliegues del cemento,
humus agazapado a la humedad
que late con frecuencia imprecisa,
y cuya hazañas no son un salario ruidoso,
más bien como patriotas de una nación lejana
portan orgullosos un estandarte que nadie reconoce.
Tú bien sabías de eso y también de esto:
del arte confuso de la palabra, esa sopa
en donde el melodrama se transmuta en oropel
y la crítica se torna una cautelosa dolencia
o un rencor que es necesario domar.
Tu bien sabías esto de escribir por escribir
convirtiendo las dudas en lemas
y los lemas, en dudas,
vivo pero desdoblado en voyerista
del cuerpo de la palabra, ese un ritual vacío
y trascendente por partes iguales.
Te saco a colación, entonces, finado Lihn
no para recrearme con la huija del verso
sino sólo para avisarte que nada te has perdido
en estos 13 años que llevas bajo tierra:
lo Real sigue huyendo, las mentiras son flores,
son malezas en la boca de hombres;
te perdiste, eso sí, paladear cómo abdicaba el dictador
(10 años se demoró en cámara lenta).
Ah Enrique, la comunicación con los espíritus
no es negocio fácil así que vamos al grano:
no eres más leído, más querido no eres,
pero te puedes complacer de que no te hayan hecho
un santo, un souvenir, una cifra de consenso.
Y en estos días de tránsito se puede decir
que en los arrabales del Parnaso
tus bengalas son nuestras señales de ruta.
Villa Sapito
De 14 años fue asesinado ayer Matías Ayala
en medio del fuego cruzado de dos bandas,
de un balazo en el pecho, en la villa Sapito, Lanús Este.
“Murió sin saber por qué lo mataron”,
Dijeron que sólo pasaba por el lugar,
nada tenía que ver con armas ni vendettas,
sin embargo, una vez removido
el cadáver del adolescente no hubo testigos
ni fuentes, nadie dijo nada.
En la perpetua noche eléctrica de la Red
supe de la muerte de mi homónimo, de mi azaroso
doble en la periferia de Buenos Aires.
Banalmente intentando cerciorar mi realidad
supe de mi irrealidad con un torcido gozo
y fue similar, eso sí, a la sensación
que tuve esa misma tarde en que distinguí
a un conocido en el pasillo de una librería
y, en una pirueta impropia, me escabullí
para ahorrarme una conversación banal,
aunque lo paradójico sucedió en la vereda
cuando divisé a un ex-compañero de curso
y creí percatarme cómo me reconoció
pero sus gestos –más rápidos que los míos–
dieron a entender justo lo contrario.
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