Bibliografía
Verso
La flauta de caña - Ediciones América, Bs. As. 1920.
Coplas - Bs. As. 1921.
Libro del gay vivir - Ediciones Babel, Bs. As. 1923.
Coplas del pueblo 1920-1926 (incluye Coplas de 1921) - Ediciones Gleizer, Bs. As. 1927.
Nuevo Mundo - Ediciones Gleizer, Bs. As. 1927.
Los trabajos y los días - Ediciones Babel, Bs. As. 1928.
Nocturnos - Ediciones Babel, Bs. As. 1932.
Suma 1927-1937 - Ediciones Perseo, Bs. As. 1938.
Catamarca en cielo y tierra - Ediciones Kraft, Bs. As. 1944.
Pan 1937- 1947 - Ediciones Suma, Bs. As. 1948.
Constelación - Editorial Stilcograf, Bs. As. 1959.
El corazón de la guitarra, carpeta con dibujos de Ricardo Carpani, Bs. As. 1963.
Poemas, carpeta con litografías de Demetrio Urruchúa, Bs. As. 1965.
Poesía de Luis Franco, antología - EUDEBA, Bs. As. 1965.
Trotsky- Chajá - Ediciones de poesía, Bs. As. 1967.
Guitarra (teoría y práctica de la copla) - Editorial Lagos, Bs. As. 1971.
La mar se embarca - Editorial Papeles de Buenos Aires, Bs. As. 1975
Insurrección del poema - Ediciones Colihue/Hachete, Bs. As. 1979
Prosa
Los hijos de Llastay (Fábulas o relatos de animales) Bs. As. 1926.
América inicial - Ediciones Babel, Bs. As. 1921.
El general Paz y los dos caudillajes - Ediciones Anaconda, Bs. As. 1933.
Biografía de la guerra - Ediciones Perseo, Bs. As. 1941.
El Fracaso de Juan Tobal - De Nuestra Novela (editorial), 1941.
Walt Whitman - Ediciones Americalee, Bs. As. 1945.
El otro Rosas - Editorial Claridad. Bs. As.1945.
Rosas entre Anécdotas - Editorial Claridad, Bs. As. 1946.
Biografías animales - Editorial Peuser, Bs. As. 1953.
Antes y después de Caseros - Editorial Reconstruir, Bs. As. 1954.
Hudson a caballo - Ediciones Alpe, Bs. As. 1956.
Biografía sacra - Editorial Reconstruir, Bs. As. 1957.
Sarmiento y Martí - Editorial Lautaro, Bs. As. 1958.
Biografía Patria - Editorial Stilcograf, Bs. As. 1958.
Pequeño diccionario de la desobediencia - Editorial Americalee, Bs. As. 1959.
Domingo F. Sarmiento (antología) – Cía. Gral. Fabril Editora, Bs. As. 1959.
Revisión de los griegos - Editorial Americalee, Bs. As. 1960.
La hembra humana - Editorial Futuro, Bs. As. 1962.
Prometeo ante la U.R.S.S. - Dávalos y Hernández Editores, Bs. As.1964.
Espartaco en Cuba - Dávalos y Hernández Editores, Bs. As. 1965.
De Rosas a Mitre: medio siglo de historia argentina – Editorial Dávalos (Astral), Bs. As. 1967.
Los grandes caciques de la pampa - Editorial Schapire, Bs. As. 1967.
Sarmiento entre dos fuegos - Editorial Paidós, Bs. As. 1968.
Cuentos orejanos - Centro Editor de América Latina, Bs. As. 1968.
La Pampa habla - Editorial Schapire, Bs. As. 1968.
Guitarra adentro- Centro Editor de América Latina, Bs. As. 1971.
Rosas - Editorial Propósitos, Bs. As. 1970.
Lucifer. Los Museos contra el devenir - Editorial Cultural Argentina (E.C.A), Bs. As. 1972.
El Arca de Noé en la Plata - Editorial Lagos, Bs. As. 1973.
El zorro y su vecindario - Editorial Plus Ultra, Bs. As. 1976.
Zoología de bolsillo - Editorial Schapire, Bs. As. 1976.
Nuestro padre, el árbol - Editorial Colihue/Hachette, Bs. As. 1978.
Esquilo y Shakespeare - Editorial Talgraf, Bs. As. 1980
El Presidente Illia y un libro de ocasión - Edición del autor, Bs. As. 1984.
Estoy llorando aquí
Estoy llorando aquí
tal como un ojo herido
que vierte sangre y lágrimas a un tiempo:
ay llanto mío.
Llorando por los náufragos de tierra
hinchados ya como un naufragio líquido
y a quienes otro mar, de sal de llanto,
les sorbió con un simple gorgorito
el alma, el alma, el alma
abarcadora de infinitos.
Estoy llorando aquí
con un llanto robado a los abismos
por el niño que moja
su orfandad ya con llanto de cárcel y patíbulo;
por el hombre que nunca tuvo lágrimas
para los otros ni para sí mismo,
y por el llanto que no encontró ojos
que ante la luz lo alzaran redimido.
Lloro por esa equivalencia humana,
oh amigos,
de la lombriz llamada solitaria:
¡el hombre enamorado de sí mismo!
(Quiere pararse, helada,
mi lengua atravesada de veranos y ríos.)
Estoy llorando por el hombre
curvado aún de ocasos y de sueños baldíos,
aun incapaz de pregustar lo eterno
en sus sorbos de efímero,
que imaginó su carne como un luto de su alma
urdido con tinieblas y tramado con frío,
y que aquí abajo aun sigue llorándose en destierro
de un edén cultivado con insomnio y delirios,
mientras vuelve la espalda
al otro que inauguran el rocío y el trino.
Estoy llorando,
ahogando un grito
tan lejano de hondura
que tal vez ya no es mío,
llorando,
por el puñal de sacra traición, el crucifijo,
por el yugo vestido de espada de la patria
y el fervor de la tumba vestido de arzobispo.
Estoy llorando con la sal
de la sangre, el sudor y el llanto mixtos
(quiero infligir al mundo
mi propio escalofrío)
por el hombre apeado a grey para que acepte
el ósculo amoroso del vampiro;
por nuestra sor ramera que esconde como un crimen
su ternura y pudor despavoridos
para que allí los huellen todos
como a umbral de granito.
Estoy llorando
(nada debe quedar en el olvido)
con toda la memoria y el espanto
y los latidos,
como caballo que ante el incendio en la noche
profiere su relincho;
llorando estoy por toda la mujer
que vive aún del saldo de arrodillados siglos
perpetrando con lágrimas ardidas
su propia consunción como los cirios:
lloro por todo el hombre que aun se halla a sus anchas
en la tiniebla arcaica de inquilino,
él, que puede inventarse
cada vez con más numen a sí mismo,
él, padre de los dioses, que lleva su futuro
como envainada espada al cinto.
El misterio de cristal
El misterio con tapa de cristal,
la pura libertad en desaliño
y un renaciente gozo manantial.
El genio humano, puro, está en el niño.
Creación, más que la otra, matinal.
Todo el turbión vital bajo su armiño.
Un futuro dios, cierto, está en el niño.
Como ignora la muerte es inmortal.
Los mercaderes de la sangre
(fragmento)
En un mundo creado por los mercaderes
y regido por ellos,
la órbita de las ideas de los filósofos y los moralistas
cabía siempre en la órbita del vientre de los mercaderes.
Los sermones de los curas confeccionábanse sobre medida
para ellos.
Los obreros, los inventores, las prostitutas, los eruditos
sudaban para ellos.
La política, los barcos, las rotativas, los cables, la filantropía,
se movían por ellos y para ellos,
y para ellos el viento labraba las olas y el sol labraba la tierra.
Pero los mercaderes habían llenado de armas el mundo,
porque las armas habían devenido la mejor mercancía.
He aquí que las máquinas de guerra
precisaban bautizarse en la guerra.
Y sus amos precisaban defender a muerte sus alcancías,
sus dividendos futuros, su moral bifronte,
su lote de jubilación celestial.
Y así el casi arrumbado genio de los caníbales,
el que dio a las demiúrgicas manos del hombre
un destino más lúgubre que el de la fiebre de los pantanos,
se puso, más experto que nunca, a las órdenes de los mercaderes.
Él vino a arreglar las cosas
cuando el entredicho entre los compadres de la víspera
no tuvo armisticio ni en la lengua bífida de los diplomáticos.
Entonces toda la erudición humana
se enroló dócilmente para el servicio auxiliar de la guerra.
Las inmemoriales ciencias del fuego y del fierro
perfeccionadas con tan ínfinito amor
que el cielo con su rayo y el infierno con sus altos hornos
quedaron en ridículo junto a ellas.
Y la geografía y la oceanografía,
y la reciente colonización de los altiplanos vírgenes del aire,
y los aportes últimos de la psicología colectiva.
Hasta que todo el hombre fue trocado en súbdito
de las dictatoriales máquinas de guerra.
¿El tecleo de máquina de calcular de las ametralladoras,
enumerando una a una, sin falla posible,
todas las unidades de la masacre?
¿Los submarinos cosechando más naufragios
que todas las tormentas pasadas del mar?
El mismo cielo, alquilado por la muerte,
se abatió, ronco de aviones, sobre el valle de las lágrimas.
Y he aquí que ni el genio de la dinamita, ni el de la gelinita,
ni el de la iperita,
resultaron ya suficientes.
Entonces se descendió a meter cuña entre los átomos,
a desatar las fuerzas cariátides del cosmos,
para lanzarlas en presencia de todos los cielos
contra la desnuda, desnuda vida humana.
(De "Constelación", antología de Editorial Sarquís, Catamarca,
República Argentina, 2006)
Bendición
Y tomando un puñado de trigo, con la unción
de los antiguos días, dije en mi corazón:
Bendito sea el gusto previo del pan seguro,
en el contento agrario como una hostia puro;
bendito sea el sol, que es servidor y rey;
bendita la criada que es gran reina, la tierra;
también la mansedumbre de los ojos del buey,
y el trabajo escondido de la lombriz de tierra;
y a más la golondrina, que amadrina la lluvia.
Bendita en cada grano, vuestra cosecha rubia,
sembradores, y vuestro vivir de hondura y calma
como un arar. Bendita la fatiga divina
que endurece las manos y que mejora el alma.
La calandria
Silencio de diamante. En el campo ni un eco.
De pronto la calandria que halla en la luz su alpiste
desciende melodiosa sobre un gajito seco
como buena noticia sobre un corazón triste.
Padre árbol
Leguas brutas del campo en tu sombra se entienden.
Ablución de frescura que nos inspira el pecho,
testimonias el dios clandestino que eres.
Amo de hondura y cima: de prietas sombras, árbol,
te yergues con la altura total del mediodía,
sabiendo que tu cuarta dimensión es el pájaro.
En ti alza el campo el signo de dulzura y fuerza.
Cierras la intimidad redonda del hogar,
abres la envergadura sin fin de las banderas.
La soledad te abraza ceñida e infinita
como a mí: tu alma fresca, la mía en fiebre, en lo hondo
se sumergen buscando la dispersa armonía.
Tu equilibrio gobierna geometría oculta:
la solidez se viste con gracia de lo aéreo.
Arte nuestro: el destino final está en la música.
Trabajas más aparte que la araña hilandera.
Si el viento te vocea noticias y distancias,
tú escuchas el pausado corazón de la tierra.
Profundidad de carne es tu vida, y de alma.
Con tu ademán injertas nuestra vida en lo unánime,
presidiendo el desfile de alas y mañanas.
Comprendes el callar y latir de la noche,
tú, alzado con la pura elevación del alba;
¡y cómo nos afinas el corazón discorde!
Breve cauce del Tiempo, somos, y nada más.
Lo sabes y te quedas tranquilo. Mas no ignoras,
de veras, que lo fúnebre aborta en lo nupcial.
Y que la rosa es dogma indiscutible, sabes,
y al mundo dinastías de hermosura lo pueblan.
Tú levantas tu copa por lo total, oh padre.
Oda a León Trotsky
Una certeza fortalecida en la gimnasia de todas las dudas
hasta dominar el vértigo de abismos y sepulcros
y una serenidad más ancha que el ademán de las banderas y los sembradores
tú, cuya biografía comienza a ser levadura del mundo
y cuyo nombre imanta lo que hay de fierro en nosotros.
Domicilio de honor te fue la cárcel,
como ya es el destierro tu patria de adopción
(Te recuerdo en Nicolaiev custodiado por los piojos,
tú, dandy de ademanes perfectos; recuerdo tu casi astronómica fuga
No lo creen los que engordan con la sanies llamada provecho
ni los que suponen a la vida coronada de adormideras.
Con el perro dinero el perro hambre será desterrado.
Las fábricas no serán los templos
donde obesos sacrificadores alimentan con carne y espíritu de hombre
Pero tú sabes, adelantado de todo lo nuestro,
que lo moribundo debe morir,
que lo muerto debe ser enterrado.
¿No inocula el futuro gérmenes en el flanco de todas las muertes?
Que las guerras morirán en la guerra creadora, la nuestra,
la que desuncirá las manos y las mentes,
Libertador.
Pero es sabiduría vedada
ésa que tu acrisolas y vives, como ninguno aún,
hombre vertical entre todos,
con el coraje del amanecer,
y el más arduo, el de media noche, que espanta a los fantasmas.
Y por ello no hay tierra firme, para ti, navegante,
por ello eres el varón más solitario del mundo,
tú, viento que alza el amargo oleaje de las ansias en vela.
Todo lo que es oblicuo te odia,
todo lo que huele a cucarachas y moho,
y los que viven entre su corbata y su reloj,
y los que arrodillan el espíritu, como el camello, para el fardo:
mientras tú, contemporáneo de lo que nacerá un día,
dices adiós al pasado con una mano
e inauguras con la diestra el porvenir hasta lo más distante.
Tú, el ferviente, confías en que podrán ser redimidas en la luz las herencias de lo subterráneo. Tienes fe en el que ha de suceder por fin
a los dioses que sacara de sus costados un día:
el hombre hecho de profundidad terrible y sal de permanencia como el
océano.
Domesticador del mundo ya,
el hijo de la mujer es todavía
la fiera del circo de sí mismo.
Más la economía, esfinge del mal de ojo,
será entendida al fin;
la Necesidad entreabrirá como un capullo sus puños de piedra,
y para el nuevo crecimiento del hombre,
una matinal armonía será descubierta.
Esa es tu fe y la mía, camarada.
*Esta poesía de Luis Franco fue publicada en la revista Babel, en 1940, poco después del asesinato de León Trotsky (versión tomada de la revista Estrategia Internacional N°15, Bs. As., otoño de 2000, “A 60 años de su asesinato. Homenaje a León Trotsky”).
Bendición
Y tomando un puñado de trigo, con la unción
de los antiguos días, dije en mi corazón:
Bendito sea el gusto previo del pan seguro,
en el contento agrario como una hostia puro;
bendito sea el sol, que es servidor y rey;
bendita la criada que es gran reina, la tierra;
también la mansedumbre de los ojos del buey,
y el trabajo escondido de la lombriz de tierra;
y a más la golondrina, que amadrina la lluvia.
Bendita en cada grano, vuestra cosecha rubia,
sembradores, y vuestro vivir de hondura y calma
como un arar. Bendita la fatiga divina
que endurece las manos y que mejora el alma.
La calandria
Silencio de diamante. En el campo ni un eco.
De pronto la calandria que halla en la luz su alpiste
desciende melodiosa sobre un gajito seco
como buena noticia sobre un corazón triste.
Padre árbol
Leguas brutas del campo en tu sombra se entienden.
Ablución de frescura que nos inspira el pecho,
testimonias el dios clandestino que eres.
Amo de hondura y cima: de prietas sombras, árbol,
te yergues con la altura total del mediodía,
sabiendo que tu cuarta dimensión es el pájaro.
En ti alza el campo el signo de dulzura y fuerza.
Cierras la intimidad redonda del hogar,
abres la envergadura sin fin de las banderas.
La soledad te abraza ceñida e infinita
como a mí: tu alma fresca, la mía en fiebre, en lo hondo
se sumergen buscando la dispersa armonía.
Tu equilibrio gobierna geometría oculta:
la solidez se viste con gracia de lo aéreo.
Arte nuestro: el destino final está en la música.
Trabajas más aparte que la araña hilandera.
Si el viento te vocea noticias y distancias,
tú escuchas el pausado corazón de la tierra.
Profundidad de carne es tu vida, y de alma.
Con tu ademán injertas nuestra vida en lo unánime,
presidiendo el desfile de alas y mañanas.
Comprendes el callar y latir de la noche,
tú, alzado con la pura elevación del alba;
¡y cómo nos afinas el corazón discorde!
Breve cauce del Tiempo, somos, y nada más.
Lo sabes y te quedas tranquilo. Mas no ignoras,
de veras, que lo fúnebre aborta en lo nupcial.
Y que la rosa es dogma indiscutible, sabes,
y al mundo dinastías de hermosura lo pueblan.
Tú levantas tu copa por lo total, oh padre.
Oda a León Trotsky
Una certeza fortalecida en la gimnasia de todas las dudas
hasta dominar el vértigo de abismos y sepulcros
y una serenidad más ancha que el ademán de las banderas y los sembradores
tú, cuya biografía comienza a ser levadura del mundo
y cuyo nombre imanta lo que hay de fierro en nosotros.
Domicilio de honor te fue la cárcel,
como ya es el destierro tu patria de adopción
(Te recuerdo en Nicolaiev custodiado por los piojos,
tú, dandy de ademanes perfectos; recuerdo tu casi astronómica fuga
desde un arrabal del polo a través de la nieve sin ribera como la sombra;
casi oigo el resuello cansado de los remos incansables)
te recuerdo en Alma Ata, mazmorra de cristal,
con fríos que buscaban coparte es aalma que descongela los miedos.
Pero qué pobre cosa estas patrias para diplomáticos y pedicuros,
ellas que así tiritan de tu sola vecindad, ahora.
Amigo profundo de los hombres,
eres como un recién venido de la mar
entre mediterráneos que nunca oyeron hablar de ella
con tu saber de sol que hace fluir las verdades heladas,
con tu pasión que hace trampolín de cada obstáculo.
Donde tú entras los relojes que apresuran la marcha.
Se quemaron las naves del pasado sobre las playas vírgenes del alba
cuando amaneció Octubre para siempre,
y el sol descendía a través de todos los cerrojos.
Una vasta esperanza comenzaba ya a colonizar el futuro.
Al fin una preñez dolorosamente larga
las masas daban a luz una época nueva.
Natchalo! Naovaia Jizn! Natchalo!
Y tus jornadas eran de veinticuatro horas cabales, Lev Davidovich.
Contra toda la herrumbre y el fierro de Europa
sobre catorce frentes se combatió después,
y un tren fantasma que aventó doscientos mil kilómetros
era tu ferrado caballo de pelea,
capitán.
Pero la vida es breve y la guerra es larga.
Sabes que somos un vaivén en marcha
entre la conservación y la invención;
sabes de la sirena llamada Costumbre
cuyo encanto es la muerte de la audacia y el mañana.
La vida no es remanso
sino río en marcha.
El único dios que no abdicó aún se nombra Comienzo.
Por eso tu ciencia y tu voluntad se llaman revolución.
Es verdad,
como un árbol primaveral se conmueve la humanidad sufrida.
(Todos los siglos podridos son su abono).
Los pueblos van a colgar sus recuerdos inservibles,
y echar la basura como zapatos rotos
sus creencias de ayer y de anteayer.
El filo del alba está segando todos los sueños del miedo.
Los pueblos van a mudar todas sus plumas viejas.
Inútil el cordón sanitario de los gritos de alerta
o de amenaza;
la revolución no conoce fronteras al igual que la brisa.
La razón no es el jardín de invierno,
sino el intenso verano del hombre.
Están los días blancos con sus terribles yemas.
Razón, claro silbido de ayuda
en el cruce del oscuro callejón del ser.
¡Qué nocturno es el hombre! Pero su amanecer definitivo se acerca.
De las iglesias a los códigos,
todos los becerros de oro y estiércol,
todos los dioses panzudos e hipócritas se irán.
Serán los servidores del hombre o tendrán que irse.
casi oigo el resuello cansado de los remos incansables)
te recuerdo en Alma Ata, mazmorra de cristal,
con fríos que buscaban coparte es aalma que descongela los miedos.
Pero qué pobre cosa estas patrias para diplomáticos y pedicuros,
ellas que así tiritan de tu sola vecindad, ahora.
Amigo profundo de los hombres,
eres como un recién venido de la mar
entre mediterráneos que nunca oyeron hablar de ella
con tu saber de sol que hace fluir las verdades heladas,
con tu pasión que hace trampolín de cada obstáculo.
Donde tú entras los relojes que apresuran la marcha.
Se quemaron las naves del pasado sobre las playas vírgenes del alba
cuando amaneció Octubre para siempre,
y el sol descendía a través de todos los cerrojos.
Una vasta esperanza comenzaba ya a colonizar el futuro.
Al fin una preñez dolorosamente larga
las masas daban a luz una época nueva.
Natchalo! Naovaia Jizn! Natchalo!
Y tus jornadas eran de veinticuatro horas cabales, Lev Davidovich.
Contra toda la herrumbre y el fierro de Europa
sobre catorce frentes se combatió después,
y un tren fantasma que aventó doscientos mil kilómetros
era tu ferrado caballo de pelea,
capitán.
Pero la vida es breve y la guerra es larga.
Sabes que somos un vaivén en marcha
entre la conservación y la invención;
sabes de la sirena llamada Costumbre
cuyo encanto es la muerte de la audacia y el mañana.
La vida no es remanso
sino río en marcha.
El único dios que no abdicó aún se nombra Comienzo.
Por eso tu ciencia y tu voluntad se llaman revolución.
Es verdad,
como un árbol primaveral se conmueve la humanidad sufrida.
(Todos los siglos podridos son su abono).
Los pueblos van a colgar sus recuerdos inservibles,
y echar la basura como zapatos rotos
sus creencias de ayer y de anteayer.
El filo del alba está segando todos los sueños del miedo.
Los pueblos van a mudar todas sus plumas viejas.
Inútil el cordón sanitario de los gritos de alerta
o de amenaza;
la revolución no conoce fronteras al igual que la brisa.
La razón no es el jardín de invierno,
sino el intenso verano del hombre.
Están los días blancos con sus terribles yemas.
Razón, claro silbido de ayuda
en el cruce del oscuro callejón del ser.
¡Qué nocturno es el hombre! Pero su amanecer definitivo se acerca.
De las iglesias a los códigos,
todos los becerros de oro y estiércol,
todos los dioses panzudos e hipócritas se irán.
Serán los servidores del hombre o tendrán que irse.
No lo creen los que engordan con la sanies llamada provecho
ni los que suponen a la vida coronada de adormideras.
Con el perro dinero el perro hambre será desterrado.
Las fábricas no serán los templos
donde obesos sacrificadores alimentan con carne y espíritu de hombre
el Ídolo máquina.
La propiedad no expropiará al hombre.
La higiene abolirá un día
esos holocaustos malolientes que son las guerras
las que dejan sin pulso o sin figura a los mozos de veinte años
para hacer del mundo un hospital cuidado por viejos.
La propiedad no expropiará al hombre.
La higiene abolirá un día
esos holocaustos malolientes que son las guerras
las que dejan sin pulso o sin figura a los mozos de veinte años
para hacer del mundo un hospital cuidado por viejos.
Pero tú sabes, adelantado de todo lo nuestro,
que lo moribundo debe morir,
que lo muerto debe ser enterrado.
¿No inocula el futuro gérmenes en el flanco de todas las muertes?
Que las guerras morirán en la guerra creadora, la nuestra,
la que desuncirá las manos y las mentes,
Libertador.
Pero es sabiduría vedada
ésa que tu acrisolas y vives, como ninguno aún,
hombre vertical entre todos,
con el coraje del amanecer,
y el más arduo, el de media noche, que espanta a los fantasmas.
Y por ello no hay tierra firme, para ti, navegante,
por ello eres el varón más solitario del mundo,
tú, viento que alza el amargo oleaje de las ansias en vela.
Todo lo que es oblicuo te odia,
todo lo que huele a cucarachas y moho,
y los que viven entre su corbata y su reloj,
y los que arrodillan el espíritu, como el camello, para el fardo:
mientras tú, contemporáneo de lo que nacerá un día,
dices adiós al pasado con una mano
e inauguras con la diestra el porvenir hasta lo más distante.
Tú, el ferviente, confías en que podrán ser redimidas en la luz las herencias de lo subterráneo. Tienes fe en el que ha de suceder por fin
a los dioses que sacara de sus costados un día:
el hombre hecho de profundidad terrible y sal de permanencia como el
océano.
Domesticador del mundo ya,
el hijo de la mujer es todavía
la fiera del circo de sí mismo.
Más la economía, esfinge del mal de ojo,
será entendida al fin;
la Necesidad entreabrirá como un capullo sus puños de piedra,
y para el nuevo crecimiento del hombre,
una matinal armonía será descubierta.
Esa es tu fe y la mía, camarada.
*Esta poesía de Luis Franco fue publicada en la revista Babel, en 1940, poco después del asesinato de León Trotsky (versión tomada de la revista Estrategia Internacional N°15, Bs. As., otoño de 2000, “A 60 años de su asesinato. Homenaje a León Trotsky”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario