Carlos Illescas Hernández fue un poeta, ensayista y guionista guatemalteco nacido en 1918 y muerto en la Ciudad de México en 1998. Exiliado en México como resultado de las circunstancias políticas en su país de origen el año de 1954. Regresó a su país natal un año antes de morir, en 1997, sólo para recibir el reconocimiento de Guatemala por medio de la Orden Miguel Ángel Asturias que le fue entregada por el entonces presidente Álvaro Arzú. En México recibió el Premio Xavier Villaurrutia en 1983, por su poemario Usted es la culpable.1
En el país de su adopción, México, trabajó muchos años en Radio Universidad, como jefe de producción de la radiodifusora propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que tuvo un desempeño muy destacado. También fue docente en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM. Trabajó asimismo como consejero y agregado de prensa de la Embajada de Guatemala en México.
Poemarios
Entre otros:
Alta (1944)
Andante amantísimo (1974)
Cartas a Lucrecia, segunda parte (1974)
Cuando viajamos el dolor también es pasajero (1978)
Ejercicios (1959)
El espíritu en fuera de lugar (1978)
México (1978)
El mar es una llaga (1979)
Federico Arana. La carga de la memoria (1979)
Fragmentos reunidos (1981)
Cuadernos. Friso de otoño (1958)
La máscara (1979)
Las casas abandonadas (1980)
La rosa y Bonifaz Nuño (1983)
Los cuadernos de Marsias (1973)
Nocturno (1964)
Planto (1990)
Por numerosas luces adornado (1980)
Rubén las quería de carne y hueso (1980)
Señor de los ejércitos (1975)
Usted es la culpable (1983)
Usted, Vega de Petrarca (1980)
Ensayos
Alaíde en el corazón (1981) (Se refiere a su coterránea Alaíde Foppa,
Alaíde en el corazón (1981) (Se refiere a su coterránea Alaíde Foppa,
asesinada en Guatemala en 1980)
Apuntes sobre el guatemalteco (1953)
Asesinato y periodismo (1980)
Asturias crece hacia arriba (1960)
Nadie se ahoga dos veces en el mismo río (1976)
Guatemala: las líneas del terror (1979)
Apuntes sobre el guatemalteco (1953)
Asesinato y periodismo (1980)
Asturias crece hacia arriba (1960)
Nadie se ahoga dos veces en el mismo río (1976)
Guatemala: las líneas del terror (1979)
Guiones
Ángeles y querubines (1979)
Auandar Anapu (1975)
La mansión de la locura (1974)
Los divinos placeres (1980)
Pafnuncio Santo (1979)
El luminoso canto del ruiseñor (1979)
Ángeles y querubines (1979)
Auandar Anapu (1975)
La mansión de la locura (1974)
Los divinos placeres (1980)
Pafnuncio Santo (1979)
El luminoso canto del ruiseñor (1979)
Novela
De nadie para todos (1969)
Juan (1945)
Laurel de Erostrato (1972)
LXXXV
Nunca pude expresarte mis ocasos;
jamás, jamás decirte en qué medida
(o forma de revancha) fui a la vida
un cuajarón de niebla entre sus pasos.
Cómo decirlo si apuraba vasos
de absurda desazón en la bebida,
el lenguaje de un tenue matricida
narrado por idiotas o payasos.
Mírame hoy deshacerme en cada hoja,
desordenarle al árbol su ramaje,
labrar en cada hormiga la congoja.
Yo soy el muerto que perdió su traje,
aquel a quien jamás, jamás se antoja
denegarle la befa y el ultraje.
Juan (1945)
Laurel de Erostrato (1972)
LXXXV
Nunca pude expresarte mis ocasos;
jamás, jamás decirte en qué medida
(o forma de revancha) fui a la vida
un cuajarón de niebla entre sus pasos.
Cómo decirlo si apuraba vasos
de absurda desazón en la bebida,
el lenguaje de un tenue matricida
narrado por idiotas o payasos.
Mírame hoy deshacerme en cada hoja,
desordenarle al árbol su ramaje,
labrar en cada hormiga la congoja.
Yo soy el muerto que perdió su traje,
aquel a quien jamás, jamás se antoja
denegarle la befa y el ultraje.
LXXV
Poética
Poesía, es conveniente
vomitar una, dos, mil veces
de seguida,
a fin de no dejar en el estómago
residuos indeseables de alimento.
Y propiciar después quién sabe
qué imaginarios paraísos;
si intáctiles, concretos:
si precisos, comidos por el sueño
en tanto llama inteligente
incursa en los sentidos, orbes -digo-
de permanente combustión
hasta lograr de nuevo, poesía,
la catarata impetuosa de otro vómito
de sílabas montadas en estrofas
gratas al alma y al oído.
de Fragmentos reunidos (1981)
Tomado del libro La rosa bien temperada
Publicado por Magna terra Editores
Poesía, es conveniente
vomitar una, dos, mil veces
de seguida,
a fin de no dejar en el estómago
residuos indeseables de alimento.
Y propiciar después quién sabe
qué imaginarios paraísos;
si intáctiles, concretos:
si precisos, comidos por el sueño
en tanto llama inteligente
incursa en los sentidos, orbes -digo-
de permanente combustión
hasta lograr de nuevo, poesía,
la catarata impetuosa de otro vómito
de sílabas montadas en estrofas
gratas al alma y al oído.
de Fragmentos reunidos (1981)
Tomado del libro La rosa bien temperada
Publicado por Magna terra Editores
VIII
Prescripción necesaria
Neófito:
Lo primero atarla al tronco.
Asegurar en torno suyo
rencor y cuerda.
Azotarla en seguida con ramajos
gozosos de membrillo;
comtémplala verter sus alaridos
igual a flores degolladas
por los molares de la roca.
Mas el placer y sus efluvios
acudirán después cuando ella
te azote a ti, durante largas horas
sin atender tus gritos.
de Fragmentos reunidos (1981)
Tomado del libro La rosa bien temperada
Publicado por Magna terra Editores
Neófito:
Lo primero atarla al tronco.
Asegurar en torno suyo
rencor y cuerda.
Azotarla en seguida con ramajos
gozosos de membrillo;
comtémplala verter sus alaridos
igual a flores degolladas
por los molares de la roca.
Mas el placer y sus efluvios
acudirán después cuando ella
te azote a ti, durante largas horas
sin atender tus gritos.
de Fragmentos reunidos (1981)
Tomado del libro La rosa bien temperada
Publicado por Magna terra Editores
LXXVIII
He terminado de nacer, confieso
por propia voluntad haber venido
a un confuso mundo sin sentido
en cuyas celdas me debato preso.
Todo me aferra. Me destroza. Exceso
no resulta decir que cuanto pido
al pronto me es negado. Soy gruñido
de un tiempo que me roe hueso a hueso.
Para mí el alba es tísica figura;
en un figón, mendiga arrinconada,
trasmigrando un mendrugo con porfía.
Por favor desnaced al sinventura.
Encendedle las luces de su nada.
Liberadlo, por fin, de su mal día.
XC
La rosa es inmersión, arquitectura;
presencia justa de una idea al tacto,
solar tragedia en un eterno acto
en el teatro del tiempo y la conjura
elaborada en la mañana pura
de morir y nacer, suscrito el pacto
entre el todo y la noche con exacto
sentido de lo eterno que no dura,
porque la rosa el cuerpo destituye
e ignora a dónde ir cuando se acaba
la idea exacta que al actuar aploma
es muy más duradera mientras huye
hacia el sentido atento si recaba
que el tacto morirá mas no su aroma.
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