JOSÉ AGUSTÍN HAYA DE LA TORRE
(Lima, Perú 1981).
Curioso y fragmentario. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue miembro del grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante, del comité editorial de Distancia Crítica: aportes hacia una nueva consciencia social y redactor de la revista electrónica de humanidades Periplo. En 2006 publicó Canto de la Herrumbre (Lustra Editores), en 2008, Nocturno del Alba (Lustra Editores/ AECID) y en 2016, un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (Amargord Ediciones). Ha participado en diversos festivales de poesía y eventos literarios. Es candidato a doctor por la Universidad de Salamanca.
Alguna vez…
Alguna vez
a la muerte encontré
sentada frente a mí
descorazonada
En ella me reconocí
Siempre hemos sido
los mismos
siempre
los que del fuego hemos cuidado
Ve y ama
terminó diciéndome
Y me eché a morir
Amándola
(de Canto de la Herrumbre)
Regreso al sepulcro
De mi vientre enhiesto
De mis manos en posición yugular
Del nimio parpadeo sobre tus senos
De querer decir silencio para mí y no poder callarlo reiteradamente
De mi voraz muerte harta de nacer
De mi sexo en jaque
De mi hipermetropía cuaternaria
De mi juntapalabras y mis no
De mis cálculos en los riñones
Del silencio vívido y recurrente
De mi inquebrantable creencia en la poesía
De mi cadáver y sus fauces vertiginosas
Del silencio que no llega y se torna desesperado y del cual no puedo hablar
Del vacío intestinal de mi ansiedad
De la vacuidad de las gentes y su nunca escuchar
De mi vejez prematura que huye ya de un geriátrico
De la condena a vivir y dar constancia al suicidio y al suicida
Del silencio que acontece y no
De mi reiterada creencia en la poesía
De mi amor desenfrenado de los colmillos que no tengo del elefante que fui
De mis extremidades que a veces no proyectan mi sombra
De mi constante adjetivización y querer silencio y silencio
De sólo escribir y echarme a morir
Y decir Amor
(de Canto de la Herrumbre)
Antes la noche en los cerros se podía reflejar…
Antes la noche en los cerros se podía reflejar
ahora la tierra sólo tiembla y ruge
y los lagos se secan
nos recuerdan nuestro paso que toda semilla despoja
Cómo vivir si las parcelas animales desollados parecen
El agua de ellas huye porque humedecerlas no quiere
Al pensar en nosotros ella todo marchita a su paso
como quien desde la raíz la planta corta
El frío quema todo
y el Sol también quema y también duele
La roca despierta desnuda como nosotros huérfanos
y ya no hay casi nieve o musgo que la recubra
La luna su luz guarda tras las nubes negras
su reflejo oculta en ella misma
y el campo no se ve
un abismo parece en todo momento
como si todo se llorara
Si frío hacía encontrabas cómo dormir
Una piedra te tapaba y el viento de su camino te sacaba
ahora hay poco sitio y la montaña te bota
la Tierra castigo nos da
Nosotros peor que comer animales muertos vamos
De nosotros los animales al vernos se ríen
Superiores no somos
Más bien aprender de ellos debemos
Parecemos más presas que cazadores
Pero qué será pues
si nos creemos más que animales y pensamos menos que ellos
qué comida nos falta
Hoy
la tierra tiembla de hambre
pues antes la noche en los cerros se podía reflejar
antes del hombre y su cimiente arrasadora
(de Nocturno del Alba)
Suena el río que canto enfurecido trae…
Suena el río que canto enfurecido trae
Baja violento desde las punas
y no contempla naturaleza ya que todo como niebla cubre
Como roca desconocida y aciaga la tierra hace temblar
Matan el orbe
Orgullosos muestran sangre de puya sobre sus manos
y un abra de vísceras llaman humanidad
Seres vacíos
En el renacer quedarán perdidos
y recordados serán como las heladas que a la tierra
no permiten parir
Cuál es el sesgo de la montaña
la talla el rocío y color del agua reflejada en el cielo
Si el sosiego es yugo insatisfecho
un diario arrear y arrear y arrear
Recuerdas cuándo florecía el clavel
Cuándo los peces de los lagos la noche iluminaban
Recuerdas al ave cuerpo de serpiente ojos de felino que henchía su pecho y nos cuidaba
o simplemente al colibrí dando vueltas sobre las flores
como eligiendo la más bella
Ya la luna no deja de llorar
La noche enfría
como cada hijo y flor y campo que muere
La Tierra vida más ya no trae
Entre nosotros infértil es todo
Mano sobre mano
que tallo tuerce que boca parte
que deshoja cuerpo para expandirse dice
Huérfanos de relaves y aguas servidas somos
Y no se sabe de quién es el espíritu
pues los gentiles nos han abandonado
Y el día enfría
y el agua sedientos nos vuelve
y el fuego abrigo más ya no trae
La piedra no escucha forjar
endurece la piel y nos niega
golpea en cada caída con más y más furia
pues la lluvia sobre ella ya no resbala
y avanza silenciosa como animal que a su presa ve de lejos
y la hace callar
De este tiempo renacerán sólo demonios
un poco más de nosotros mismos
de ellos nos embebemos
sin arar caminos pues sólo damos herrajes a todo
Sirvientes nos hemos vuelto a un goce desconocido
pues los dioses no pueden hablar
y si lo hacen
decidimos olvidarlos o verlos como nos vemos
olvidados
(de Nocturno del Alba)
Nocturno del Alba
También en el canto se oye el silencio
He detenido el mundo
A la izquierda de mi izquierda
Para forjar en el fuego los ojos del tiempo
El pálpito de la tierra ha despertado
Son las flores quienes hablan
También en el silencio se oye el canto
(de Nocturno del Alba)
Traz!
Zota!
Vezpa!
Atranca e inmena arrars cóncitro
dimperviso truante lantesio
qui renca cléptica e inquizoide parsenía
Traz
Zota
Vezpa
Ah Meniceles kintalistos artean espurbeas norces
yante mezerías vancen
cuansi nartas resgamas granjinan
Oh Manras imbestos
jenges ólgibos derminos:
Queante clarma nurmia
desta crimea alasola
¡Traz
¡Zota
¡Vezpa
(de Nocturno del Alba)
Verte con los ojos sangrantes
y decirte Yo
Yo de óseas cavilaciones
y epidérmicas voces
que en vértigo goce asumo vivir
Verme y pensar en la aniquilación del Todo
despojarme del Verbo
concebir la Nada en Mí
y decirme Tú
Aprender de la Naturaleza la voz del Silencio
sin saber rostro
sin callar palabra
sin temer al vacío
y seguir mi rastro
hasta devorarme
(de Nocturno del Alba)
Encuentro de dos imanes
Cárdeno y ocelote:
pienso en la humedad de los lagrimales de los escualos
y en la invención del mito de lo fragmentario
y su devenir en la realidad. Y nombro el mar
y se agiganta. Y nombro el mar y se agiganta. Y nombro el mar
que se agiganta y descubre su perfil de presencia antigua y su ola
de tempestad
que reluce, cuando acaricia el extravío y las extremidades
del vuelo del ave que trasunta las orillas y vivifica la desocupación
de la estatua:
amanecen fósiles eriales creándose el vacío. Es el mar y su
polaridad grávida…
Y la unción de las sílabas que nombran su cariz orlada
cuando se quema la sangre y se unge ese contemplar el mundo en
un grano de arena:
lo que tañe la roca y bruñe la niebla, así se disuelvan.
Sueño con los tóxicos del vientre de las medusas y con los yunques
de los herreros
y sus hierros hirvientes donde se forjan los ornamentos de las
pezuñas
y las puntas de los cuchillos, intentando disuadir el desgaste de la
materia;
e invento el desvarío y lo asocio y lo restituyo en la maleza de su
mención.
E insisto en estos fragmentos y en el ensayo vario de su cepa que
altura la palabra:
mar de toda profundidad y señor de lo oscuro, mar de las cavernas
y señor de lo oscuro,
mar primigenio del cieno y bulbos del señor de lo oscuro, de los
rayos
solares que atraviesan la superficie y emigran bajo tus aguas en
vigilia de lo sagrado:
nombra en tu nacimiento lo pronunciado por el fuego de la
salamandra,
esculpe ese andar vertical y haz que mane la contracorriente
cuando se pierda la última fuerza en alianza de contrarios,
pues la repetición de lo complejo vira hacia la claridad.
Desinencias de la unidad binaria.
(de hábitat en el desierto )
Fiebre de antílope
Quepo en el olvido. Me estiro, y quepo en el olvido.
A veces sueño que tomo la forma de un unicornio, y cargo en el lomo la piedra del insomnio. Soporto el peso del aire y el etéreo reposo de los astros como gajos refulgentes y silenciados.
Trazo el cielo, y conjuro al celador del ojo de las cerraduras. Desde aquí se divisa al artesano de los minerales que construye un mundo deletéreo y de cristal: aquí naufragan los ríos de la distancia, aquí los pétalos balbucean, aquí tiritan los lagartos, aquí una gota de agua corroe todo respiro al caer.
¡Abran las puertas del reino de las leguminosas, hágase sobre nosotros la potencia de la luz, su espina dorada en la oscuridad!
¡Aclámese el vuelo del ave nocturna que fija las fisuras de la nebulosa! Ahí las calamidades y el vertedero cósmico de las ilusiones. Ahí la flor que bebe su propio tormento y ahí lo inasible, cuando arde el mar en una lluvia de estrellas.
A mí el salto lingüístico de las gacelas, a mí el dolor gramatical de las cornucopias y su chirrido cóncavo, a mí la dicción de las orugas al engullir los tallos y su siseo atragantado, a mí la morfología de los felinos y sus antípodas vegetarianas, a mí las extremidades semánticas y los barritos de los paquidermos. Sí, a mí la angustia de la existencia, la piel que sacia los colmillos, el liquen encaramado sobre las rocas y su rabia.
Heme aquí. Sigo la estela más oscura de la evanescencia, las estepas unguladas, sus cuernos huecos, sus ardores oníricos, la resurrección terciana de la realidad y el abrazo de la cofradía del sentido ortopédico del cuello de los cisnes.
Oigo en repique: ¡Sobrevuela raso y atiza tu esqueleto en la tierra, saborea la fruición lánguida cuando el sol reposa en otros huesos después de lavarse en la lluvia!
Me estiro, y no hay lindera. Me hallo suspendido en la clavija del olvido, aunque certero y preciso en el dominio del astrolabio. En mí habla el desierto, la caza armónica de los acordes al sonar el cálamo: ¡A mí el canto de la herrumbre y su garganta sellada!
Un nuevo día ha de empezar destemplada el ánima de los dioses.
(de hábitat en el desierto )
[http://www.calidoscopio.net/2011/04_Julio/Index.html]
Breve sumersión en un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (2016), de joséagustín hayadelatorre
Por: Luis Enrique Mendoza
1
un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (Amargord, 2016), tercer libro de poemas de joséagustín hayadelatorre, promueve una ampliación del discurrir neobarroco. Organizado en 34 poemas, el libro de hayadelatorre propone un sumersión órfica en los límites de un territorio sin mapas. Deslocaliza referencias, vehiculaza formas aplazadas, y pone en juego el rastro místico del lenguaje: la fuerza.
2
No hay temas. Casi todo es postergación. El texto, su fuerza, opera por aplazamiento de imágenes. Las imágenes se suceden una tras otras, cada una gatillada por la que la precede. El título del libro es una síntesis provisional: un bosque ardiendo bajo una mar desnudo.
3
Síntesis provisional, decía, porque el título da inicio a lo que otros terminan. Si para Luis Rosales –lírica española post 27- la naturaleza era un límite para llegar a ser, para joséagustín es una posibilidad de ser. Cuidado con el principio de identidad. un bosque ardiendo bajo un mar desnudo no es una homenaje a un verso de Rosales. Es la puerta de entrada a los reversos del libro de hayadelatorre.
4
Truques y retrueques linguísticos, escritura neobarroca, autoconciencia del lenguaje, puesta en duda de la sintaxis convencional, rechazo del coloquialismo, despoblamiento del lenguaje, repoblamiento del mundo a través de él. Los huesos sostienen la carne, la forma produce fondo, y así. Este libro no tiene temas. Solo la errancia y el secreto de la efigie.
5
Algunas citas de Rosamel del Valle, H. P. Lovecraft, César Vallejo, R. M. Rilke, etc.
6
Frente a la normalización expresiva, un bosque… desestabiliza el lenguaje para estabilizarlo bajo el mecanismo de las formas. Es un libro críptico que apela a una ejercicio de memoria mito-poética. Casi todo adopta el rostro de lo sagrado. (Pienso en Mircea Eliade). Y en su discurrir encuentra huellas, modulaciones del ser, oscilaciones que van un paso adelante del tránsito civilizatorio.
7
El tajo de la palabra penetra en lo indecible. El lenguaje saca la vuelta. La fuerza se impone. Aplazamientos. Un bosque… Es el turno de Lo Real.
uajh
1 poema de un bosque ardiendo bajo un mar desnudo (2016),
rastro
las virtudes de un poeta son
las de un asesino: a galope sobre
un caballo ciego intenta
lacerar una selva pétrea hasta
encontrar su arteria. escucha
su sí mismo, el que no es él
donde es todos, y embellece
la destrucción y sueña lo que
destruye dándole a los muros
la forma de su rostro. vierte
estío al doblar de las campanas
y cría nervios. nombra toda
geografía humana, nube, sal y
margen, en su universo de una
sola palabra al fraguar el reflejo
del silencio. cincela murmuros.
recrea cosmogonías como
pájaros de niebla que recubre
de escamas doradas. detiene
sístoles y diástoles para trans-
formarlas en geometría pura:
materia donde los cuerpos
oscuros brillan a la luz. su es-
cisión renace cuando la flor
vuelve a ser tallo y éste desa-
parece, desparece, desaparece,
desaparece… y se levanta ante
su atávica derrota: la palabra.
para asb
Péndulo
—Sí. Aquí también
acaba este mundo
vertebrado por el centro
que todo lo absorbe
y relega el ensanchamiento
de los márgenes.
¿Qué superficie queda
sin linderas, sin finales
para un inicio?
Frialdad, frialdad,
¿qué sangre habita
en lo desposeído?
—No. Aquí tampoco
acaba este mundo
erigido en el espacio
que despega
desde las constelaciones
hasta el fondo del mar.
¿Qué sustancia encuentra
su evocación
en lo increado?
Polifonía del cantor,
señala la rosa de los vientos,
polifonía del cantor.
Lección de tinieblas
Calígrafo: signa el canto de la última ola del mar: la entrada de la materia reivindica el vacío: la aparición del silencio cuando los gorriones se aparean en la sombra: la fecundidad del sol de invierno y el inicio de cada letra: ¿cuál ha sido nuestra historia, el primogénito enclave de la inocencia?: el camino por el desierto y la serpiente de sal: la soledad del barro tomando forma y el acápite de la flor nocturna: ah, el léxico del pájaro ciego de las mañanas, testimonio de las profecías al día siguiente del día siguiente
para mams
Encuentro de dos imanes
Cárdeno y ocelote:
pienso en la humedad de los lagrimales de los escualos
y en la invención del mito de lo fragmentario
y su devenir en la realidad. Y nombro el mar
y se agiganta. Y nombro el mar y se agiganta. Y nombro el mar
que se agiganta y descubre su perfil de presencia antigua y su ola de tempestad
que reluce, cuando acaricia el extravío y las extremidades
del vuelo del ave que trasunta las orillas y vivifica la desocupación de la estatua:
amanecen fósiles eriales creándose el vacío. Es el mar y su polaridad…
Y la unción de las sílabas que lo nombran
cuando se quema la sangre y se unge ese contemplar el mundo en un grano de arena:
lo que tañe la roca y bruñe la niebla, así se disuelvan.
Sueño con los tóxicos del vientre de las medusas y con los yunques de los herreros
y sus hierros hirvientes donde se forjan los ornamentos de las pezuñas
y las puntas de los cuchillos, intentando disuadir el desgaste de la materia;
e invento el desvarío y lo asocio y lo restituyo en la maleza de su mención.
E insisto en estos fragmentos y en el ensayo vario de su cepa que altura la palabra:
mar de toda profundidad y señor de lo oscuro, mar de las cavernas y señor de lo oscuro,
mar primigenio del cieno y bulbos del señor de lo oscuro, de los rayos
solares que atraviesan la superficie y emigran bajo tus aguas en vigilia de lo sagrado:
nombra en tu nacimiento lo pronunciado por el fuego de la salamandra,
esculpe ese andar vertical y haz que mane la contracorriente
cuando se pierda la última fuerza en alianza de contrarios.
Través del funambulista
(Peregrino)
Ah, el frescor de los orines
en los amaneceres. El rocío
de la urea ardiente
expandiéndose y la callosidad
de los pies envueltos
por el polvo; epíteto
de los aprendices (virajes
del gozne): la propiedad de lo nutricio
expira en otros cuerpos. Borla
y pátina insurrectas: soldadura
de los descubrimientos.
(Forastero)
Ah, las sendas de las ábsides bajo las superficies del agua y las heridas blancas de los relojes cuyos números sólo se repiten: el equilibrio se resume en la ductilidad y la tensión de los filamentos; así, la constante del punto de no retorno, el impalpable regreso al origen de lo terminado: crepusculario y centuria de las arenas movedizas.
(Huésped)
Ah, los hocicos deshuesados de los cánidos
y los vapores destilados por el deshollinador: cábalas
de los bienaventurados. Asumo los riesgos
de cavar en el aire, de delinear los horizontes
y colocarles embalses; asumo ser mi convidado,
asumo el vacío, su purpúrea nocturnidad
y lo inesperado como conocimiento:
he llegado a un nuevo final. Confrontación
de los rituales: no creo en los cantos
encerrados en jaulas.
Desinencias
¿De qué metal es tu voz?
A esta hora llega el sastre del sol, volando en su bicicleta blanca, a tocar el acordeón. Yo lo acompaño, calibro la utopía del cuervo de ala blanca. Y en mi movimiento siembro médanos y corales, reparto el sueño de los peces, y disecciono del mendrugo la caries de oro del empoderado, del que se coloca la corona de rey y fabrica lisos botones con los huesos de sus hijos, aunque por el ojal de mis camisas y pantalones se oigan, puros, sus nombres.
¿De qué metal es tu voz?
Los pájaros llegan tras la lluvia, cuando despunta el alba con sordina, trompeta y saxofón. Yo los acompaño, labro la tierra donde cómodamente defecarán para luego cultivar algunos puñados de semillas. Y en mi movimiento arrastro troncos y otros maderos, que serán vigas, que serán traviesas, hacia las orillas del estuario, y disecciono del báculo las joyas, pues este será ahora bastón de ciegos o azadón: la oscuridad translúcida me guiará.
¿De qué metal es tu voz?
Bienvenido sea el pastor de las nubes, y su piano de luna y noche, a entregarnos resplandores y algunas tormentas. Yo lo acompaño, remanso las hélices de los torbellinos para dejar sujetas algunas raíces y luego dibujar un arco iris. Y en mi movimiento recolecto neblinas hasta su disolución, fortalezco los tallos nacientes en los barrancos, y disecciono de la capa bordados, broches y algunos rubíes, e hilvano un saco donde recoger el polvo de los días y un poco de brisa salina para limpiar mis heridas.
¿De qué metal es tu voz?
Pasen, pasen escrituras, ha llegado su tiempo y el rasgueo de violín y charango, en un territorio donde el idioma cambia todos los días. Yo las acompaño, pronuncio el mismo vocablo, la diferencia entre pirata y corsario, para esparcir viruta en las calles empapadas y recibir al que escribe sus cartas en el aire. Y en mi movimiento fundo mi nombre en la misma hoja de acero que lo ha inscrito, ahí, donde señala la luz, en la sombra, y disecciono de las bulas las palabras que dicen de un yo, de un me dije, de un les dije, de un nos dijeron.
Afinidad del escalpelo.
para jcm
Fiebre de antílope
Quepo en el olvido. Me estiro, y quepo en el olvido.
A veces sueño que tomo la forma de un unicornio, y cargo en el lomo la piedra del insomnio. Soporto el peso del aire y el etéreo reposo de los astros como gajos refulgentes y silenciados.
Trazo el cielo, y conjuro al celador del ojo de las cerraduras. Desde aquí se divisa al artesano de los minerales que construye un mundo deletéreo: aquí naufragan los ríos de la distancia, aquí los pétalos balbucean, aquí tiritan los lagartos, aquí una gota de agua corroe todo respiro al caer.
¡Abran las puertas del reino de las leguminosas, hágase sobre nosotros la potencia de la luz, su espina dorada en la oscuridad!
¡Aclámese el vuelo del ave nocturna que fija las fisuras de la nebulosa! Ahí las calamidades y el vertedero cósmico de las ilusiones. Ahí la flor que bebe su propio tormento y ahí lo inasible, cuando arde el mar en una lluvia de estrellas.
A mí el salto lingüístico de las gacelas, a mí el dolor gramatical de las cornucopias y su chirrido cóncavo, a mí la dicción de las orugas al engullir los tallos y su siseo atragantado, a mí la morfología de los felinos y sus antípodas vegetarianas, a mí las extremidades semánticas y los barritos de los paquidermos. Sí, a mí la angustia de la existencia, la piel que sacia los colmillos, el liquen encaramado sobre las rocas y su rabia.
Heme aquí. Sigo la estela más oscura de la evanescencia, las estepas unguladas, sus cuernos huecos, sus ardores oníricos, la resurrección terciana de la realidad y el abrazo de la cofradía del sentido ortopédico del cuello de los cisnes.
Oigo en repique: ¡Sobrevuela raso y atiza tu esqueleto en la tierra, saborea la fruición lánguida cuando el sol reposa en otros huesos después de lavarse en la lluvia!
Me estiro, y no hay lindera. Me hallo suspendido en la clavija del olvido, aunque certero y preciso en el dominio del astrolabio. En mí habla el desierto, la caza armónica de los acordes al sonar el cálamo: ¡A mí el canto de la herrumbre y su garganta sellada!
Un nuevo día ha de empezar destemplada el ánima de los dioses.
Lenguaje de los bosques
El pez en la charca, en la poza,
náufrago o polizón,
ciñe su respiro
hasta el fermento de su espinazo.
Doy testimonio de lo sagrado y otras herejías; de la teología de la caléndula y el rayo de luna desplegándose en su polen, del esqueleto del pelícano que aún presume su buche lleno, de los insectos zarandeando la tela de araña y de quien levanta con barro y horcones de huarango su casa. Repito el diálogo de las cortezas desprendidas en busca de la enseñanza y del libro constantemente escrito en los anillos de los troncos, y ofrendo cual centinela el silencio de la luz extraviada en la luz. Migro en este follaje, de la página en blanco al signo invisible que de ella emerge, a las cumbres, a las raíces tuberosas, a los sembríos, a los humedales y a las tundras, en armonía de lo disímil. Y oro por las muertes que sobreviven y por la caridad del agua, hasta el gemido compasivo de los lobeznos antes de la primera caza estival.
El oleaje y las estaciones,
cautivos de la distancia del sol,
acogen a los bienaventurados
en todo destiempo.
Percibo en el desove del salmón un bosque de arenas sumergidas, la estancia del grano unida al grano, donde la misericordia se iza en las algas y recibe azarosamente posibles crías. Asisto a la perseverancia de los témpanos, a la edad del hielo intensamente azul en sus costuras donde quedaron atrapados algunos animales balbuceantes y aún se escuchan tímidos coletazos de sirenas. Y al remar esta barcaza otros son los anzuelos y otros los sedales que he de lanzar cuando esclarezca la niebla: un bosque de piedras se levanta al pie del desfiladero como un panteón florido donde anidan seres inimaginables: utópatas y metafísicos transformadores de la materia, quienes conversan entre sí, en silencio, adoptando las formas de la erosión: en lo escarpado, como torres de aire, redescubren sus equilibrios.
Entrelazadas las aguas
aflora un bisbiseo
donde esculpir lo inhallable:
clarividencia, clarividencia…
Son estos días en que los dioses despiertan enfermos, imagen y semejanza, imagen y semejanza… Días en que las crisálidas rompen sus envolturas y cortan el viento en el sentido de la sobrevivencia; días de salud para los espantapájaros, cuando los cuervos arrasan con las mazorcas y los gusanos dejan intacto el corazón de las manzanas en designio de nuevo germen; días en que las hojas reciben advertencia antes de ser desprendidas…
Fosforescencia de la visión inaudible:
éxtasis y sosiego
perduran en la confrontación
de sus elementos.
Nocturno del Alba
También en el canto se oye el silencio
He detenido el mundo
A la izquierda de mi izquierda
Para forjar en el fuego los ojos del tiempo
El pálpito de la tierra ha despertado
Son las flores quienes hablan
También en el silencio se oye el canto
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