Roberto Ferrer
Nació en La Habana, Cuba (1951). Poeta y escritor. Cursó estudios de Agronomía e Historia en la Universidad de la Habana. Se licenció en Literatura Cubana. Trabajó en la Editorial de Ciencias Sociales. Realizó, entre otras, las funciones de editor y de Jefe de Redacción. Formó parte del equipo de redacción de la Revista del Libro Cubano. Ha publicado los libros de poemas Numeritos (Editorial Betania,2007) y Palabras (Editorial Betania, 2009) en Madrid, España. Actualmente reside en Miami.
SOBRE LAS CUNAS
A mis hijos
En la habitación de al lado
respiran a compás
sobre las cunas.
Solo un momento antes
en medio de la mínima claridad
cedida por la noche
les has visto
los calmados rasgos que ordenan sus rostros
de manera tan sobrecogedora
que casi te han hecho
sin querer
llorar.
Y ahora
cuando pasas la mirada distraída
por sobre los papeles dispersos por la mesa
y a los que siempre tiznan un poco
la mucha ceniza de tus cigarros
les sientes
singularmente a tu lado
aunque
de cierto modo también
alejados
ajenos a la violencia
o al temblor de tu página.
BAILARINA
Sobre el entablado
en impulso de candor o gracia
a tiempo se alza ella
leve el dedo soberano detenido
en un nocturno espacio
siervo ya de la silueta
que ahora convoca
con la cabeza
un mohín
y el pie
a la belleza
de
la
vida.
LOS CABALLOS
Las carreras por las arenas de Brisas del Mar
no tienen fin
nunca dudaste de esto
por lo menos
cuando recuerdas aquellos tiempos que están
en tu memoria
de muchachos sábado tras sábado galopando
los caballos
no tienen fin
por lo menos
en tu memoria
los caballos.
CON SETENTA AÑOS
Le pone las pantuflas ruinosas de cuero
a un costado de la cama
al tiempo que alisa una arruga
en la sábana
le ordena las gavetas
la ropa
( hace mucho que no le anda en los bolsillos
de las camisas)
en fin
quita el polvo
compone
se seca el sudor de la cara con un pañuelito
que no da más
atiende la comida
hasta dejarlo todo en orden
y luego de darle a la figura canosa del espejo
un gesto de mediana aprobación
se sienta en la mecedora
a esperar a su novio.
EL TRAJE
[Traición a mi generación]
Cuánto quisiera ponerme un buen traje
de color gris, cortado a la medida
y una linda corbata, que elegida
entre muchas, convenga a mi linaje.
Como el soñar nunca ocasiona ultraje
serían de la distinción requerida
los zapatos, y el pañuelo, una herida
al pecho, con su rojo de coraje.
Es grato ver volar la fantasía
no cuesta ni un centavo su ejercicio
uno se tiende y tiene el beneficio
de pasar como más le guste el día
una ilusión ahuyenta la tristeza
un fino traje, en sueños, la pobreza.
EL VIEJO TERMÓMETRO
Donde la marca oblonga en la pared
estaba el viejo termómetro.
Ahí registró temperaturas por generaciones.
Cuando imagino al abuelo de saco y pajilla en el mercado
veo a mi hijo comprando en camiseta.
Pues nos hemos vuelto demasiado pobres
y el viejo termómetro
ha pasado a manos de unos impostores
con cara de anticuarios.
Los poetas han cantado siempre a los relojes
se han preocupado demasiado por las horas y los segundos
por el zumbar del tiempo
sobre el alma conjurada de los seres y las cosas.
Pero yo quisiera hoy referirme
aunque fuera por un instante
a los grados centígrados de esta isla cálida y húmeda
a la rápida declinación de los florecimientos
al efímero ardor o a la frescura de nuestros espíritus
ahora que veo su ausencia en la pared
yo recuerdo al viejo termómetro.
NI POR PIEDAD
Murió ciego y solo en el exilio.
Dicen que por su propia mano.
En el vecindario casi todos conocen la historia
menos su madre
-de año en año-
húmedos los ojos
nos dice:
No llega ni una carta de Manolito
ni por piedad
escribe.
DÍAS DE 199…
Eran días soleados pero oscuros
y los solemnes símbolos se doblaban enfermos
como los débiles tallos de las flores amarillentas
de Juan Clemente Zenea.
Sin clemencia los rayos de las ruedas giraban
y los corazones se aplastaban airados sobre las grasientas calles
manchadas de picadillo de cáscaras de plátano.
Juan Menéndez adelgazó 25 kilos en seis meses.
Y la gente no se reconocía
y empezó a tenerse un poco de pena
entre conocidos que se habían vuelto extraños.
Y las palabras no valían un centavo
en esos días soleados pero oscuros
cuando los poetas se mataban.
CIUDAD EN SIMULACRO DE GUERRA
Mientras en la ciudad se construyen
a toda prisa
los túneles y refugios
que estudiarán extrañados
los historiadores de la posteridad
los piojos van invadiendo
las cabezas de mis niños
las liendres
se pueden fácilmente advertir
pegadas por minúsculas ventosas
a sus cabellos.
UN VIAJE
Como las persianas están bajadas
y todavía filtran luz del paisaje
voy a correr un poco el cortinaje
para clausurar todas sus entradas.
Así, ya con las condiciones creadas
para la imaginación y su viaje
agrupo mis reservas de coraje
y me lanzo a unas aguas bien heladas.
Un promontorio se observa a lo lejos
y voy perdiendo todos los reflejos
mientras, como puedo, respiro y nado
y en la oscuridad que me circunda
aparece un final inesperado
que emerge desde el agua más profunda.
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