FERREIRA GULLAR
Ferreira Gullar es el nombre artístico de José Ribamar Ferreira (São Luís, Maranhão; 10 de septiembre de 1930-Río de Janeiro, 4 de diciembre de 2016), fue un poeta, dramaturgo, ensayista, cronista y crítico de arte brasileño. En 1959, fundó el grupo poético «Neo-Concretes».
Mientras vivía en Argentina, en 1976, escribió Poema Sujo, su poema más conocido. Ferreira Gullar, militante en ese entonces del Partido Comunista Brasileño, permaneció en el exilio desde el golpe de Estado en Brasil de 1964 hasta 1985.
Ferreira Gullar fue el cuarto de los once hijos que tuvieron sus padres, Newton Ferreira y Alzira Ribeiro Goulart. Inició sus estudios primarios en el Jardim Decroli, en donde permaneció por dos años. Posteriormente, continuó su educación con profesores particulares hasta 1941, cuando ingresó al Colégio São Luís de Gonzaga.
En 2002 ganó el premio Príncipe Claus, en 2007 el premio Jabuti en la categoría libro de ficción y en 2010 el premio Camões, el más importante de la literatura en portugués.
Obras
Poemarios
Muitas vozes (1999)
O formigueiro (1991)
Barulhos (1987)
Crime na flora ou Ordem e progresso (1986)
Na vertigem do dia (1980)
Poema sujo (1976)
Dentro da noite veloz (1975)
Por você por mim (1968)
História de um valente (1966)
A luta corporal e novos poemas (1966)
Quem matou Aparecida? (1962)
João Boa-Morte, cabra marcado para morrer (1962)
Poemas (1958)
A luta corporal (1954)
Um pouco acima do chão (1949)
Cuentos y crónicas
Resmungos (2007)
O menino e o arco-íris (2001)
Cidades inventadas (1997)
Gamação (1996)
A estranha vida banal (1989)
Teatro
Um rubi no umbigo (1979)
Ensayos
Relâmpagos (2003)
Rembrandt (2002)
Cultura posta em questão/Vanguarda e subdesenvolvimento (2002)
O Grupo Frente e a reação neoconcreta (1998)
Argumentação contra a morte da arte (1993)
Indagações de hoje (1989)
Etapas da arte contemporânea: do cubismo à arte neoconcreta (1985)
Sobre arte (1983)
Uma luz no chão (1978)
Tentativa de compreensão: arte concreta, arte neoconcreta - Uma contribuição brasileira (1977)
Augusto do Anjos ou Vida e morte nordestina (1977)
Vanguarda e subdesenvolvimento (1969)
Cultura posta em questão (1965)
Teoria do não-objeto (1959)
Poema Sucio/
En el vértigo del día (Fragmento)
Es imposible decir
en cuántas velocidades diferentes
se mueve una ciudad
a cada instante
(sin hablar de los muertos
que vuelan hacia atrás)
o incluso una casa
donde la velocidad de la cocina
no es igual a la de la sala (aparentemente inmóvil
en sus jarrones y bibelots de porcelana)
ni a la de la huerta
abierta a los vientos de la época
¿y que decir de las calles
de tránsito intenso y de la circulación del dinero
y de las mercaderías
desigual según el barrio y la clase, y de la
rotación del capital
más lenta en las verduras
más rápida en el sector industrial, y
de la rotación del sueño
bajo la piel,
de un sueño
en el pelo?
¿y las tantas situaciones del agua en la vasijas
(lista para huir)
la rotación
de la mano que busca entre los pendejos
el sueño mojado los muchos labios
del cuerpo
que a la caricia se abre en rosa, la mano
que allí se detiene a ensuciarse
de olores de mujer,
y la rotación
de los olores otros
que en la quinta se fabrican
junto a la resina de los árboles y el canto
de los pájaros?
¿Qué decir de la circulación
de la luz solar
arrastrándose en el polvo bajo el ropero
entre zapatos?
¿y de la circulación
de los gatos por la casa
de las palomas por la brisa?
y cada uno de esos hechos en una velocidad propia
sin hablar de la propia velocidad
que hay en cada cosa
como los muchos
sistemas de azúcar y alcohol en una pera
girando
todos en diferentes ritmos
(que casi
se pueden oír)
y componiendo la velocidad general
que es la pera
del mismo modo que todas esas velocidades mencionadas
componen
(nuestro rostro reflejado en el agua del lavadero)
el día
que pasa
-o pasó-
en la Ciudad de Sao Luís.
Y del mismo modo
que hay muchas velocidades en un
sólo día
y en ese mismo día muchos días
así
tampoco se puede decir que el día
tiene un único centro
(hecho un carozo
o un sol)
porque a decir verdad un día
tiene unnumerables centros
como, por ejemplo, el jarro de agua
en el comedor
o en la cocina
en torno del cual
desordenadamente giran los miembros de la familia.
Y si en ese caso
es la sed la fuerza de gravitación
otras funciones metabólicas
otros centros generan
como el inodoro
la cama
o la mesa del comedor
(bajo una luz roñosa en una
casa de una sola puerta y una sola ventana de la calle de la Alegría
en la época de la guerra)
sin hablar de los centros cívicos, de los centros
esperitistas, del Centro Cultural
Goncalves Dias o de las pescaderías
colegios, iglesias y prostíbulos,
otros tantos centros del sistema
en que el día se mueve
(siempre en velocidades diferentes)
sin salir del lugar.
Porque
cuando todos esos soles se apagan
resta la ciudad vacía
(como Alcantara)
en el mismo lugar.
Porque
diferentemente del sistema solar
a esos sistemas
no los sostiene el sol y sí
los cuerpos
que giran alrededor de él:
no los sostiene la mesa
sino el hambre
no los sostiene la cama
y sí el sueño
no los sostiene el banco
y sí el trabajo impago.
Y esa es la razón porque
cuando la gente se va
(como en Alcantara)
se apagan los soles (los
jarros, las cocinas)
que de ellas recibían el calor
esa es la razón
porque en Sao Luís
de donde la gente no se fue
aún en este momento la ciudad se mueve
en sus muchos sistemas
y velocidades
pues cuando una vasija se rompe
otra vasija se hace
otra cama se hace
otra jarra se hace
otro hombre
se hace
para que no ese extinga
el fuego
en la cocina de la casa
Lo que ellos decían en la cocina
o en la terraza del caserón
(en la calle del sol)
salía por las ventanas
se oía en los cuartos de abajo
en la casa vecina, en los fondos de la mueblería
(y vaya uno a saber
cuánta cosa se dice en una ciudad
cuántas voces
resbalan por ese intrincado laberinto
de paredes y cuartos y zaguanes,
de cuartos de baño, de patios, de huertas
voces
entre muros y plantas,
risas,
que duran un segundo y se apagan)
Y son cosas vivas las palabras
y vibran con la alegría del cuerpo que las gritó
tienen hasta su perfume, el sabor
de la carne
que nunca se entrega realmente
ni siquiera en la cama
sino a sí misma
a su propio vértigo
o así
hablando
o riendo
en el ambiente familiar
mientras como una rata
podés oír y ver
desde tu cueva
cómo esas voces rebotan en las paredes del patio vacío
en el armazón de hierro donde se seca una parra
entre alambres
de tarde
en una pequeña ciudad latinoamericana.
Y en ellas hay
una iluminación mortal
que es de la boca
en cualquier tiempo
pero que allí
en casa
entre muebles baratos
y ninguna dignidad especial
minaba la propia existencia.
Reíamos, es cierto,
alrededor de la mesa de cumpleaños cubierta de confites
de menta envueltos en papel de seda de colores,
reíamos, sí,
pero era como si ningún afecto valiera
como si no tuviera sentido reír
en una ciudad tan pequeña.
El hombre está en la ciudad
como una cosa está en otra
y la ciudad está en el hombre
que está en otra ciudad
pero variados son los modos
en que una cosa
está en otra cosa:
el hombre, por ejemplo, no está en la ciudad
como un árbol está
en cualquier otro
ni como un árbol
está en cualquiera de sus hojas
(aún rodando lejos de él)
El hombre no está en la ciudad
como un árbol está en un libro
cuando un viento allí lo trashoja.
La ciudad está en el hombre
pero no de la misma manera
en que un pájaro está en un árbol
no de la misma manera en que un pájaro
(la imagen de él)
está/ba en el agua
y tampoco de la misma manera
que el susto del pájaro
está en el pájaro que yo escribo
La ciudad está en el hombre
casi como el árbol vuela
en el pájaro que lo deja
cada cosa está en otra
a su manera
y de manera distinta
de como está en sí misma
la ciudad no está en el hombre
del mismo modo que en sus
almacenes plazas y calles
Buenos Aires, mayo / octubre, 1975
Mientras vivía en Argentina, en 1976, escribió Poema Sujo, su poema más conocido. Ferreira Gullar, militante en ese entonces del Partido Comunista Brasileño, permaneció en el exilio desde el golpe de Estado en Brasil de 1964 hasta 1985.
Ferreira Gullar fue el cuarto de los once hijos que tuvieron sus padres, Newton Ferreira y Alzira Ribeiro Goulart. Inició sus estudios primarios en el Jardim Decroli, en donde permaneció por dos años. Posteriormente, continuó su educación con profesores particulares hasta 1941, cuando ingresó al Colégio São Luís de Gonzaga.
En 2002 ganó el premio Príncipe Claus, en 2007 el premio Jabuti en la categoría libro de ficción y en 2010 el premio Camões, el más importante de la literatura en portugués.
Obras
Poemarios
Muitas vozes (1999)
O formigueiro (1991)
Barulhos (1987)
Crime na flora ou Ordem e progresso (1986)
Na vertigem do dia (1980)
Poema sujo (1976)
Dentro da noite veloz (1975)
Por você por mim (1968)
História de um valente (1966)
A luta corporal e novos poemas (1966)
Quem matou Aparecida? (1962)
João Boa-Morte, cabra marcado para morrer (1962)
Poemas (1958)
A luta corporal (1954)
Um pouco acima do chão (1949)
Cuentos y crónicas
Resmungos (2007)
O menino e o arco-íris (2001)
Cidades inventadas (1997)
Gamação (1996)
A estranha vida banal (1989)
Teatro
Um rubi no umbigo (1979)
Ensayos
Relâmpagos (2003)
Rembrandt (2002)
Cultura posta em questão/Vanguarda e subdesenvolvimento (2002)
O Grupo Frente e a reação neoconcreta (1998)
Argumentação contra a morte da arte (1993)
Indagações de hoje (1989)
Etapas da arte contemporânea: do cubismo à arte neoconcreta (1985)
Sobre arte (1983)
Uma luz no chão (1978)
Tentativa de compreensão: arte concreta, arte neoconcreta - Uma contribuição brasileira (1977)
Augusto do Anjos ou Vida e morte nordestina (1977)
Vanguarda e subdesenvolvimento (1969)
Cultura posta em questão (1965)
Teoria do não-objeto (1959)
Poema Sucio/
En el vértigo del día (Fragmento)
Es imposible decir
en cuántas velocidades diferentes
se mueve una ciudad
a cada instante
(sin hablar de los muertos
que vuelan hacia atrás)
o incluso una casa
donde la velocidad de la cocina
no es igual a la de la sala (aparentemente inmóvil
en sus jarrones y bibelots de porcelana)
ni a la de la huerta
abierta a los vientos de la época
¿y que decir de las calles
de tránsito intenso y de la circulación del dinero
y de las mercaderías
desigual según el barrio y la clase, y de la
rotación del capital
más lenta en las verduras
más rápida en el sector industrial, y
de la rotación del sueño
bajo la piel,
de un sueño
en el pelo?
¿y las tantas situaciones del agua en la vasijas
(lista para huir)
la rotación
de la mano que busca entre los pendejos
el sueño mojado los muchos labios
del cuerpo
que a la caricia se abre en rosa, la mano
que allí se detiene a ensuciarse
de olores de mujer,
y la rotación
de los olores otros
que en la quinta se fabrican
junto a la resina de los árboles y el canto
de los pájaros?
¿Qué decir de la circulación
de la luz solar
arrastrándose en el polvo bajo el ropero
entre zapatos?
¿y de la circulación
de los gatos por la casa
de las palomas por la brisa?
y cada uno de esos hechos en una velocidad propia
sin hablar de la propia velocidad
que hay en cada cosa
como los muchos
sistemas de azúcar y alcohol en una pera
girando
todos en diferentes ritmos
(que casi
se pueden oír)
y componiendo la velocidad general
que es la pera
del mismo modo que todas esas velocidades mencionadas
componen
(nuestro rostro reflejado en el agua del lavadero)
el día
que pasa
-o pasó-
en la Ciudad de Sao Luís.
Y del mismo modo
que hay muchas velocidades en un
sólo día
y en ese mismo día muchos días
así
tampoco se puede decir que el día
tiene un único centro
(hecho un carozo
o un sol)
porque a decir verdad un día
tiene unnumerables centros
como, por ejemplo, el jarro de agua
en el comedor
o en la cocina
en torno del cual
desordenadamente giran los miembros de la familia.
Y si en ese caso
es la sed la fuerza de gravitación
otras funciones metabólicas
otros centros generan
como el inodoro
la cama
o la mesa del comedor
(bajo una luz roñosa en una
casa de una sola puerta y una sola ventana de la calle de la Alegría
en la época de la guerra)
sin hablar de los centros cívicos, de los centros
esperitistas, del Centro Cultural
Goncalves Dias o de las pescaderías
colegios, iglesias y prostíbulos,
otros tantos centros del sistema
en que el día se mueve
(siempre en velocidades diferentes)
sin salir del lugar.
Porque
cuando todos esos soles se apagan
resta la ciudad vacía
(como Alcantara)
en el mismo lugar.
Porque
diferentemente del sistema solar
a esos sistemas
no los sostiene el sol y sí
los cuerpos
que giran alrededor de él:
no los sostiene la mesa
sino el hambre
no los sostiene la cama
y sí el sueño
no los sostiene el banco
y sí el trabajo impago.
Y esa es la razón porque
cuando la gente se va
(como en Alcantara)
se apagan los soles (los
jarros, las cocinas)
que de ellas recibían el calor
esa es la razón
porque en Sao Luís
de donde la gente no se fue
aún en este momento la ciudad se mueve
en sus muchos sistemas
y velocidades
pues cuando una vasija se rompe
otra vasija se hace
otra cama se hace
otra jarra se hace
otro hombre
se hace
para que no ese extinga
el fuego
en la cocina de la casa
Lo que ellos decían en la cocina
o en la terraza del caserón
(en la calle del sol)
salía por las ventanas
se oía en los cuartos de abajo
en la casa vecina, en los fondos de la mueblería
(y vaya uno a saber
cuánta cosa se dice en una ciudad
cuántas voces
resbalan por ese intrincado laberinto
de paredes y cuartos y zaguanes,
de cuartos de baño, de patios, de huertas
voces
entre muros y plantas,
risas,
que duran un segundo y se apagan)
Y son cosas vivas las palabras
y vibran con la alegría del cuerpo que las gritó
tienen hasta su perfume, el sabor
de la carne
que nunca se entrega realmente
ni siquiera en la cama
sino a sí misma
a su propio vértigo
o así
hablando
o riendo
en el ambiente familiar
mientras como una rata
podés oír y ver
desde tu cueva
cómo esas voces rebotan en las paredes del patio vacío
en el armazón de hierro donde se seca una parra
entre alambres
de tarde
en una pequeña ciudad latinoamericana.
Y en ellas hay
una iluminación mortal
que es de la boca
en cualquier tiempo
pero que allí
en casa
entre muebles baratos
y ninguna dignidad especial
minaba la propia existencia.
Reíamos, es cierto,
alrededor de la mesa de cumpleaños cubierta de confites
de menta envueltos en papel de seda de colores,
reíamos, sí,
pero era como si ningún afecto valiera
como si no tuviera sentido reír
en una ciudad tan pequeña.
El hombre está en la ciudad
como una cosa está en otra
y la ciudad está en el hombre
que está en otra ciudad
pero variados son los modos
en que una cosa
está en otra cosa:
el hombre, por ejemplo, no está en la ciudad
como un árbol está
en cualquier otro
ni como un árbol
está en cualquiera de sus hojas
(aún rodando lejos de él)
El hombre no está en la ciudad
como un árbol está en un libro
cuando un viento allí lo trashoja.
La ciudad está en el hombre
pero no de la misma manera
en que un pájaro está en un árbol
no de la misma manera en que un pájaro
(la imagen de él)
está/ba en el agua
y tampoco de la misma manera
que el susto del pájaro
está en el pájaro que yo escribo
La ciudad está en el hombre
casi como el árbol vuela
en el pájaro que lo deja
cada cosa está en otra
a su manera
y de manera distinta
de como está en sí misma
la ciudad no está en el hombre
del mismo modo que en sus
almacenes plazas y calles
Buenos Aires, mayo / octubre, 1975
Los muertos
los muertos ven el mundo
por los ojos de los vivos
eventualmente oyen,
con nuestros oídos,
ciertas sinfonías,
algún golpear de puertas,
ventanas
Ausentes
de cuerpo y alma
mezclan la suya a nuestra risa
si de hecho
cuando vivos
encontraban la misma gracia
Mi padre
mi padre fue
a Río a tratarse
un cáncer (que
lo mataría) pero
perdió los anteojos
en el viaje
cuando le llevé
los anteojos nuevos
comprados en la Óptica
Fluminense él
examinó el estuche con
el nombre del negocio dobló
la factura la guardó
en el bolsillo y habló:
quiero ver
ahora quién es el
jodido que va a decir
que yo nunca estuve
en Río de Janeiro
Aprendizaje
Del mismo modo en que te abriste a la alegría
ábrete ahora al sufrimiento
que es fruto de ella
y su opuesto ardiente.
Del mismo modo
que de la alegría fuiste
al fondo
y te perdiste en ella
y te encontraste
en esa pérdida
deja que el dolor se ejerza ahora
sin mentiras
ni disculpas
y en tu carne evapore
toda ilusión
que la vida sólo consume
lo que la alimenta.
MUCHAS VOCES
Mi poema
es un tumulto:
el habla
que en él habla
otras voces
arrastra en alarido.
(estamos todos
llenos de voces
que la mayoría de las veces
mal caben en nuestra voz:
si dices pera,
se enciende un claro
un rastrillo
de tardes y azúcares
o
si azul dijeras,
puede ser que se agite
el Egeo en tus glándulas)
El agua que oíste
en un soneto de Rilke
los ínfimos
rumores en el pasto
el sabor
de la menta
(esa alegría)
la boca fría
de la muchacha
el mosquito
el charco
la hemorragia
de la mañana
todo eso en ti
se deposita
y calla
Hasta que de repente
un susto
o un viento fuerte
(que el poema dispara)
llama
esos fósiles al habla.
Mi poema
es un tumulto, un alarido:
basta afinar el oído.
(Traducción de Diana Bellesi)
PINTURA
Yo sé que si tocara
con una mano aquel rincón del cuadro
donde un amarillo arde
me quemaría en él
o habría manchado para siempre de delirio
la punta de los dedos.
(Traducción de Diana Bellesi)
LA VIDA LATE
No se trata del poema y sí del hombre y su vida
—la mentida, la herida, la consentida
vida, de pronto ganada, de pronto perdida y
otra vez ganada.
No se trata del poema y sí del hambre de vida,
el ávido pulsar entre constelaciones
y paquetes y náuseas.
Algunos viajan, se van a New York, a Santiago
de Chile. Otros se quedan
hasta en la Rua da Alfândega, detrás
de mostradores y ventanillas
Todos te buscan, faro
de vida, oscuro y claro,
que eres más que el agua en el pasto
que el baño de mar, que el beso
en la boca, más
que la pasión en la cama.
Todos te buscan y sólo algunos te encuentran.
Algunos
te encuentran y te pierden.
Otros te encuentran y no te reconocen
y están los que buscándote se pierden
¡oh desatino
oh verdad,
oh hambre
de vida!
El amor es difícil
pero puede brillar en cualquier parte de la ciudad
Y estamos en la ciudad
bajo las nubes y entre aguas azules.
La ciudad. Vista desde lo alto
es fabril e imaginaria, se entrega entera
como si estuviese acabada.
Vista desde lo alto,
como sus barrios y calles y avenidas, la ciudad
es el refugio del hombre, pertenece a todos y a nadie.
Pero vista de cerca,
la ciudad revela su turbio presente, su carnadura
de terror: la gente que va y viene
que sube y baja
que entra y sale y pasa
sin reír, sin hablar, entre gases y pitazos. Ah,
la oscura sangre urbana movida a intereses.
Es gente que pasa sin hablar
y está llena de voces
y ruinas. ¿Eres Francisco?
¿Eres Antonio? ¿Eres Mariana?
¿Dónde ocultaste el verde
resplandor de los días? ¿Dónde
ocultaste la vida
que de tus ojos se borra apenas brota?
Y pasamos cargados de flores sofocadas.
Pero adentro, en el corazón, yo lo sé,
la vida late. Subterráneamente,
la vida late.
En Caracas, en Harlem, en Nueva Deli,
bajo las penas de la ley
en tu pulso,
la vida late.
Y es esa esperanza clandestina
mezclada a la sal del mar,
quien me sustenta
esta tarde,
asomado a la ventana de mi pieza en Ipanema,
en América Latina.
(A luta corporal,1954)
(Traducción de Santiago Kovadloff)
MUERTE DE CLARICE LISPECTOR
Mientras te enterraban en el cementerio judío
de S.Francisco Xavier
(y la claridad de tu mirada sepultada
resistiendo todavía)
el taxi corría conmigo al borde de Lagoa
en dirección a Botafogo
y las piedras y las nubes y los árboles
en el viento
mostraban alegremente
que no dependen de nosotros.
(Traducción de Claudia Poncioni
y Jorge Fondebrider)
POEMA SUCIO (FRAGMENTO)
No tiene la misma velocidad el domingo
que el viernes con su revuelo de compras
haciendo aumentar el tráfico y el consumo
de caldo de caña helado,
ni tienen
la misma velocidad
la azucena y la marea
con su ejército de burbujas y ardientes caravelas
penetrando silenciosamente el río
con una lentitud que no es la del crepúsculo
que, en lo alto,
con su gran engranaje descoyuntado
molía la luz.
Otra velocidad
tiene Bizuza sentada en el piso del cuarto
doblando las sábanas lavadas y
planchadas, arrumándolas en la gaveta de la cómoda como
si la vida fuese eterna
Y lo era
en aquel universo suyo de almuerzos y condimentos
de hojas de laurel y de pimienta del reino
toronjil para la tos rebelde,
universo
de ollas y fatigas entre las paredes de la cocina
dentro de un gastado vestido de organdí,
en fin,
donde latía su pequeño corazón.
Y si no era
eterna la vida, dentro y fuera del armario,
lo cierto es que teniendo cada cosa una velocidad
(la del melado oscura,
clara la del agua
que se derrama)
cada cosa se apartaba
desigualmente
de su posible eternidad.
O
si se quiere
desigualmente
la tejía
en su propia carne oscura o clara
en un transcurrir más profundo que el de la semana.
Por eso no es correcto decir
que es en los domingos cuando mejor se ve
la ciudad
-las fachadas de azulejo, la calle del Sol vacía
las ventanas trancadas en el silencio-
cuando
ella
detenida
parece fluctuar.
Y que se ve mejor una ciudad
cuando -como Alcántara-
todos los habitantes se fueron
y nada queda de ellos (ni siquiera
un espejo de aparador en uno de aquellos
aposentos sin techo), tan sólo
entre las ruinas
la persistente certeza de que
en aquel suelo
donde ahora crecen las zarzas
ellos en efecto danzaron
(y casi se oyen voces
y carcajadas
que se encienden y apagan en los surcos de la brisa)
Pero
si es espantoso pensar
que tantas cosas se han ido, tantos
guardarropas y camas y mucamas
tantas y tantas sayas, enaguas,
zapatos de los más variados modelos
arrastrados por el aire junto con las nubes,
a eso
responde la mañana
que
con sus muchas y azules velocidades
sigue en frente
alegre y sin memoria
(Traducción de Elkin Obregón Sanín)
Una sonrisa
Cuando
con mis manos de fogonazo
te enciendo y en rosa
abajo
te despetalás
cuando
con mi antorcha ardiente y ciega
penetro la noche de tu flor que exhala
orina
y miel
¿que busco yo con toda esa asesina
furia de macho?
¿que busco yo
en fuego
aquí abajo?
sino cojer con la repentina
mano del delirio
otra flor: ¿la de la sonrisa
que en lo alto tu rostro ilumina?
Canción para no morir
Cuando te vayas,
muchacha blanca, como la nieve,
llevame.
Si acaso no podés
cargarme de la mano,
niña blanca de nieve,
llevame en el corazón.
Si en el corazón no podés
acaso llevarme,
muchacha de sueño y de nieve,
llevame en tu recuerdo.
Y si allí tampoco podés
por tanta cosa que lleves
conmovida en tu pensamiento
niña blanca de nieve
llevame en el olvido.
Paseo en Lima
Bajo este árbol
siento en la cara el calor
de sus flores coloradas (como
si dentro de un relámpago
Podían ser de trapo
estas flores, podía
ser de tela este
fulgor vegetal-
que es la misma materia de la flor,
de la palabra
y de la alegría en el corazón del hombre.
Em 2010, após onze anos de silêncio, Ferreira Gullar volta com EM ALGUMA PARTE ALGUMA, ano também em que completa os seus oitenta anos de vida e ganha o honroso Prêmio Camões, a maior honraria literária da Língua Portuguesa.
Há abundância de reflexão nesse belo e original livro de Ferreira Gullar, alimentado por novas esferas filosóficas e perplexidades poéticas. EM ALGUMA PARTE ALGUMA é o coroamento de uma carreira que atravessou o século e encontrou no mundo presente, a profusão de um iluminar de vidas tecendo vidas.
Em algum lugar
esplende uma corola
de cor vermelho-queimado
metálico
não está em nenhum jardim
em nenhum jarro
da sala
ou na janela
não cheira
não atrai abelhas
não murchará
apenas fulge
em alguma parte alguma
da vida
A vida, apenas se sonha
que é plena, bela ou o que for.
Por mais que nela se ponha
é o mesmo que nada por.
Pois é certo que o vivido
- na alegria ou desespero -
como o gás é consumido...
Recomeçamos de zero.
A noite cai, chove manso lá fora
meu gato dorme
enrodilhado
na cadeira
Num dia qualquer
não existirá mais
nenhum de nós dois
para ouvir
nesta sala
a chuva que eventualmente caia
sobre as calçadas da rua Duvivier
As mãos de Ferreira Gullar acolheram os sonhos de muitas vozes universais.
Quando já não for possível encontrar-me
em nenhum ponto da cidade
ou do planeta
pensa
ao veres no horizonte
sobre o mar de Copacabana
uma nesga azul de céu
pensa que resta alguma coisa de mim
por aqui
Não te custará nada imaginar
que estou sorrindo ainda naquela nesga
azul celeste
pouco antes de dissipar-me para sempre
É alta madrugada. A culpa
joga dama comigo
no entressono. Cismo
que ela me engana
mas não bispo o seu logro.
Ganho? Perco? Blefo?
Afinal, qual de nós rouba no jogo?
pouso o rosto
na mesa
que
alívio
ser apenas
tato
só este
macio
contato
o corpo -
corpo
defeso
dos esplendores
da vida
o meu gato
na cadeira
se coça
corto papéis coloridos na sala
e os colo num caderno
a manhã clara canta na janela
estou eterno
uma pedra
(diz
o filósofo, existe
em si,
não para si
como nós)
uma pedra
é uma pedra
matéria densa
sem qualquer luz
não pensa
ela é somente sua
materialidade
de cousa:
não ousa
enquanto o homem é uma
aflição
que repousa
num corpo
que ele
de certo modo
nega
pois que esse corpo morre
e se apaga
e assim
o homem tenta
livrar-se do fim
que o atormenta
e se inventa
FERREIRA GULLAR chega EM ALGUMA PARTE ALGUMA venerado por Gregos e Troianos.
Foi-se formando
a meu lado
um outro
que é mais Gullar do que eu
que se apossou do que vi
do que fiz
do que era meu
e pelo país
flutua
livre da morte
e do morto
pelas ruas da cidade
vejo-o passar
com meu rosto
mas sem o peso
do corpo
que sou eu
culpado e pouco
movo a perna esquerda
de mau jeito
e a cabeça do fêmur
atrita
com o osso da bacia
sofro um tranco
e me ouço
perguntar
aconteceu comigo
ou com meu osso?
e outra pergunta
eu sou meu osso?
ou sou somente a mente
que a ele não se junta?
e outra:
se osso não pergunta,
quem pergunta?
alguém que não é osso
(nem carne)
em mim habita?
alguém que nunca ouço
a não ser quando
em meu corpo
um osso com outro osso atrita?
foi
um relâmpago um
eletrochoque
na mucosa
(sujeita a inflamações
alérgicas) mas
ali
naquela noite de abril, não:
deflorou-me as narinas
o veneno
que o jasmineiro
(disfarçado de arbusto)
expelia
como uma fêmea
emite seu aroma de urina
e assim
saí
pela noite
a recender
levando
embutido em meu corpo
um vaporoso
e novo
e alvo esqueleto
de jasmim
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Poemas de Ferreira Gullar
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