VICENTA GARCÍA MIRANDA
Entre las grandes poetas nacidas en Extremadura, se encuentra la gran poeta pacense Vicenta García Miranda, Nace en Campanario, en el año de 1816. Murió ciega, en su Campanario natal, el 24 de septiembre de 1887.
Poetisa pacense, natural de Campanario. Desde su infancia quiso estudiar y dedicarse a la literatura, pero la invalidez de su padre hizo recaer el peso de la familia sobre un hermano suyo, tío por tanto de la autora que nos ocupa, que le impidió estudiar o escribir. Hubo, por ello, de aprender a escondidas, gracias a la ayuda de una hermana suya, monja dominica, libre por su estado de la tutela del tío, y de un amigo de la familia, Bartolomé Baldivia, que hicieron posible que Vicenta accediera a una cierta educación. En 1833, se casa con el médico del pueblo y en 1841 asiste al nacimiento y la muerte de su único hijo. Dos años después fallece su marido. Siempre inquieta, mantuvo en su casa una tertulia donde acudían intelectuales progresistas. La lectura de los poemas de Carolina Coronado, y la influencia de la propia Carolina la incitan a escribir. De este modo, lleva a cabo sus Flores del valle publicadas en 1855 y escribe los poemas con los que colaboró en revistas como El Guadiana; Revista Vascongada; El defensor del bello sexo; El Correo de la moda; El eco del Comercio y El celtíbero.
Una muestra de su poesía en un verso que le escribió a su amiga Doña Amalia Fenollosa
Deja poetisa esos hombres
Que nuestro amor no comprenden
Porque ellos jamás se encienden
En tan activa pasión.
En otra estrofa de otro poema expresa lo siguiente:
El fuego que atesora
Tu atrevido pensamiento...
Hará que al instante deje
A esta tierra maldecida
Y contigo en otra vida
Me lance de más placer.
A una calandria
¡Qué afán traes por romper
De tu jaula las prisiones,
Para las alas tender,
Y en el espacio perder
Tus amorosas canciones!
La libertad te quitaron
Los hombres con saña fiera;
Y, si la voz te dejaron,
Fue porque ciertos quedaron
De que eras su prisionera.
Mucho les place escuchar
Tu dulce, amoroso canto;
Pero dejarte volar...
No, que diz has de mezclar
Con tus placeres tu llanto
Igual, ave, es nuestra suerte:
Si a ti una jaula te dieron,
Prisión a tu audacia fuerte,
De mi alma altiva la muerte
Con sus leyes produjeron.
Como tú quieren que cante,
Y llore a la par también;
Pues si mi mente arrogante
Busca un más allá anhelante,
La aprisionan en mi sien.
Incluido en Antología de poetas románticas (Sial Ediciones, Madrid, 2008, edición de Diego Martínez Torrón).
MEDELLÍN Y HERNÁN CORTÉS EN LA OBRA DE
DOS ESCRITORAS EXTREMEÑAS DEL SIGLO XIX:
CAROLINA CORONADO Y VICENTA GARCÍA MIRANDA
Por Carmen Fernández-Daza Álvarez
(Extractos)
Vicenta García Miranda: y doblegaste sumisa la cabeza bajo el hacha del tiempo silenciosa
Los hermosos paisajes de Medellín, el cielo turquí de los veranos, las agradables huertas junto al Guadiana, sus lunas de verano, fueron un paisaje conocido y apetecido, también soñado, por Vicenta García Miranda.
Aunque es de sobra conocida su biografía, recordaremos que la escritora nació en Campanario y allí fue bautizada, un día después de venir al mundo, el 10 de agosto de 1816, y que allí vivió y murió, en la calle Bocina nº5. Aunque en su niñez acudió a la escuela del pueblo, fue su padre, el verdadero maestro, farmacéutico de Campanario, gran lector y muy aficionado a la poesía 27. Apuntan asimismo sus biógrafos (siguiendo de cerca a Ortíz de Zárate, el prologuista de sus Poesías) que su padre cayó gravemente enfermo, sin posibilidad de recuperación, y la familia tuvo que marchar a vivir a casa de un tío paterno de la escritora, agrio de carácter, que impedía a la niña estudiar, un hecho que angustió al padre de Vicenta durante los diez años que estuvo postrado en la cama, hasta su fallecimiento en 1832 28 . Apuntan que, con ayuda de Bartolomé Valdivia y de su hermana mayor, y única, Sor Josefa Cándida García de Santa Teresa (o Sor Teresa), pudo continuar con sus empeños por instruirse, circunstancia ésta muy novelesca a la que yo, como Manzano Garías, no doy mucho crédito, creyéndola no sin intención
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27 Manzano Garías, Antonio, “De una década prodigiosa y romántica (1845-55)” en la Revista de Estudios Extremeños, 1969, T.XXV, núm.II, pp.282-332, vid. p.303, y Fondo Cultural Valeria, Notas biográficas y breve antología poética de Vicenta García Miranda, Villanueva de la Serena, 1981, p.5; Gutiérrez Macías, Valeriano, Mujeres Extremeñas, II, Cáceres, 1977, pp.53-76 o Bartolomé Díaz Díaz, “Vicenta García Miranda (1816-1887), poetisa y tertuliana de Campanario” en Campanario. Personajes y otros aspectos culturales, IV, Campanario, Excmo. Ayuntamiento de Campanario, 2003, pp.133-144.
28 De estas circunstancias da también noticia Matilde Camus, quien tomó sus notas de los apuntes de D. Marcelino Menéndez Pelayo. Vid. “Vicenta García Miranda, una poetisa extremeña” en el V Congreso de Estudios Extremeños. Ponencia (II). Literatura (II). Badajoz, Diputación Provincial de Badajoz. Institución “Pedro de Valencia”, 1976, pp.95-97.
divulgada por la poetisa, y muy a tono con lo que de sí, y de su formación, decían otras escritoras románticas 29. Con sólo 17 años, el 10 de julio de 1833, contrajo matrimonio con Antonio Ángel Salas, estudiante de medicina, natural de su pueblo, que luego sería titular de su profesión en Campanario, desde 1839. La pareja vivió en compañía de la madre de Vicenta, Antonia Sánchez Gallardo. La poetisa, que había sufrido la temprana muerte de su padre, se enfrentó al fallecimiento del único hijo habido en su matrimonio, Antonio María, que la abandonaba a los once meses el año de 1841 y al de su marido, cuyo óbito acaeció el 17 de junio de 184330. A ellos dirigía un luctuoso poema y a esta ausencia dedicará, salpicados en otras composiciones, doloridos versos.
Son de la primera mitad de los años cuarenta las primeras composiciones conocidas de Vicenta García Miranda. Y su popularidad llega asida de la mano de otra extremeña, Carolina Coronado, quien desde 1839 se había lanzado, con éxito, a difundir en prensa sus composiciones líricas. Conocido es cómo la almendralejense fue animadora e impulsora de las inquietudes artísticas de otras muchas mujeres. Y de cuando en cuando Carolina promovió la publicación de las composiciones de sus colegas en los periódicos donde pudiera tener influencia. Este fue el caso de Vicenta García Miranda, y a la Coronado debe la de Campanario la primera salida pública de sus versos 31.
La naciente escritora había encontrado en la literatura y en sus amigos el escape para su tristeza. Un poema datado en 1843 (“Si como yo quisiera”, dedicado a Félix Montero) junto a las mencionadas composiciones tras la muerte de su marido (“Sin cesar ni un momento ni un segundo”) y un ramillete de poemas de ocasión dedicados a sus amigas, fruto de improvisaciones espontáneas, fueron los primeros balbuceos líricos de Vicenta García Miranda.
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29 Manzano Garías, A., “De una década…”, op. cit., p.304. El testamento de Sor Teresa tiene fecha de 31 de agosto de 1854 (AHPV).
30 AHPV. Otorgó testamento el 1 de junio de 1843. Era hijo de los campanarienses Casto de Salas y Antonia Gallardo. Tenía al menos dos hermanos Diego de Salas y Francisco Fernández (hermano de madre). Nombró herederos a sus padres.
31 Manzano Garías refiere: “la joven viuda […] comienza a hacer ensayos de versificación, hasta cuajar sobre el papel una composición que titula “La tempestad”; luego otras dos que envía a Carolina, la que acusa recibo”, op. cit., p.300.
Sin embargo, un día cualquiera de 1844 o 1845, la conmoción que supuso la lectura de unos versos de Carolina Coronado mutó su horizonte y con él el deseo de saltar con las palabras más allá de su pueblo. Sabía que aquella joven, Carolina, era brote del semillero de su Campanario natal, que en él hendía sus
raíces, que en él vivían sus tíos y primos y que, no hacía tanto, había fallecido también en Campanario María Gallardo, la abuela de la Coronado. Y Vicenta escribió a Carolina. Junto a su carta iban algunas composiciones poéticas (“La tempestad”, A la rosa”) para que la almendralejense juzgase la valía de aquellos versos y la ayudase en su dubitación literaria. Para sorpresa de García Miranda, Carolina Coronado contestó la carta y la agasajó. Creyó en la capacidad de aquella “flor del valle”, de esa “poetisa de aldea” que, a su juicio, no debía vivir en el anonimato.
El año de 1844 marca un antes y un después en el conjunto de la producción literaria femenina extremeña y el hito que propició el arranque fue sin duda la creación de El Liceo de Badajoz, una institución sobre la que dos familias almendralejenses emparentadas, los Romeros de Tejada y los Coronado, sobre todo guiados por el entusiasmo de la joven Carolina, volcaron todos los esfuerzos para convertirlo en centro de referencia educativo y cultural a orillas del Guadiana. De entre estos esfuerzos destaquemos el nacimiento de varios periódicos, el Liceo de Badajoz (1844) y El Pensamiento. Periódico de Literatura, ciencias y artes, dedicado al Liceo de Badajoz (1844-1845); de ambos fue director el hermano de Carolina, Pedro, aunque del último se decía que, en verdad, la auténtica artífice pudiera haber sido la poetisa de Almendralejo en colaboración con Francisco Montaos 32 . Ligado a la misma institución el 16 de diciembre de 1844 se publicaba el primer número del periódico El Guadiana. Fue subtitulado Periódico Hispano Lusitano, Artístico e Industrial. El día 10 de diciembre de 1845 Vicenta García Miranda, gracias a Carolina Coronado, hacía su primera incursión en la prensa, en este medio escrito badajoceño, donde publicó una oda al “Invicto extremeño García de Paredes”. El equipo de redacción del periódico manifestaba la enorme satisfacción que sentían al ser los primeros que daban a conocer los versos de esta extremeña, que demostraba una “delicada” vocación poética.
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32 Gómez Villafranca, Román, op. cit. supra, pp.66-78.
Durante el año de 1845 El Guadiana entregó a sus lectores tres composiciones líricas de Vicenta García Miranda que se sumaban a la primera oda: “A Nise” (el 20-XI-1845), “La ausencia” (1-XII.1845) y el poema que principiaba “Melancólica luz que vives sola” (20-XII-1845). Era este una salutación literaria a otra colaboradora de El Guadiana, Robustiana Armiño. Vicenta García Miranda parecía buscar el amparo y la amistad de aquella colega, la complicidad dentro de esa sorprendente “hermandad lírica” a la que ella accedía merced a la confianza y estímulos de la Coronado. Con el tiempo, García Miranda, a imitación de su mentora y amiga, animaría a otras escritoras españolas, que ingresaron en esa hermandad solidaria (a Rogelia León o a Manuela Cambronero) o las presentó e introdujo en los periódicos en los que ella era colaboradora, sea el caso de Amalia Fenollosa quien, por las gestiones de la de Campanario, llegó a publicar en El Celtíbero de Segorbe o en El Despertador montañés de Santander.
El año de 1846 fue especialmente fructífero en actividades culturales y literarias en El Liceo de Badajoz. Presidía entonces la institución el tío de Carolina Coronado, Juan Romero Falcón. Pronto acogió la propuesta de la sección de Literatura, cuyo secretario era Bernardo García Rubio y entre cuyos colaboradores más eficaces se hallaba Carolina: crear una academia donde se impartieran clases de diversas asignaturas, desde Historia general a taquigrafía, inglés, matemáticas, etc. Fue entonces cuando se produjo el encuentro entre Vicenta García Miranda y Carolina Coronado. Invitada por ésta para el acto de inauguración de las clases que iban a impartirse en El Liceo y para el homenaje que la institución iba a tributarle, García Miranda debió llegar a finales del mes de enero a Badajoz y casi con seguridad se instalaría en casa de Carolina Coronado. El acto de apertura tuvo lugar el día 2 de febrero de 1846. Tras el discurso inaugural, la almendralejense y sus amigas María Cabezudo y Vicenta García Miranda ofrecieron un recital poético 33.
A los pocos días El Liceo hacía socias de honor al grupo de mujeres que habían colaborado en los periódicos nacidos al amparo de la institución: Vicenta García Miranda (que estuvo presente en el acto), Joaquina Ruiz de Mendoza, Robustiana Armiño y Encarnación Calero de los Ríos. Muy honrada, la escritora de Campanario compuso un poema dedicado al Liceo de Badajoz, del que fue socia facultativa 34:
Salve, mágico nombre de Liceo,
salve, nombre que agitas a mi alma,
salve, porque excitaste en mí el deseo
de querer aspirar a aquella palma
que ya tremolan tus poetisas bellas,
haciéndome salir de aquella calma.
Al poner a mi vista las centellas
que salen de su ingenio prodigioso,
parte quisiera hacer en ti con ellas.
[…]
¡Ah! ¿por qué percibieron mis oídos,
oh Carolina y Robustiana hermosas,
de vuestras dulces liras los sonidos?
¿por qué vibraron pues tan melodiosas
para agitar mi mente que no puede
trepar por esas sendas escabrosas? 35
Y ¿cómo no mencionar en el poema a Carolina Coronado? A los favores que había recibido de ella (el ingreso como colaboradora de El Guadiana y el nombramiento de socia de El Liceo) se sumaban otros. La de Almendralejo había recomendado a Souza, director de El Defensor del Bello Sexo, el buen hacer de la poetisa de Campanario. Acompañaba la carta de recomendación de Carolina la oda a García de Paredes escrita por García Miranda y ambas, epístola y oda, fueron publicadas en el periódico madrileño el 8 de febrero de 1846.
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33 Fernández-Daza Álvarez, Carmen, La familia de Carolina Coronado, op. cit., pp.316-320 y 344-348.
34 Manzano Garías, A., “De una década…”, op. cit., p.301: “Entre los papeles de DªVicenta encontré también […] un oficio del Presidente del Liceo Artístico y Literario de Badajoz, comunicando a la poetisa de Campanario a propuesta de la Sección de Literatura el nombramiento de socia facultativa de la entidad cultural”.
35 AME. “Al Liceo de Badajoz”, cuaderno nº1.
La correspondencia con Camporredondo nos deja entrever una Vicenta García Miranda muy interesada en escribir sobre asuntos políticos, en componer vertiendo opiniones no encajonadas en un lirismo donde sólo la naturaleza fuese motivo de inspiración. Por las palabras del escritor montañés podemos deducir hasta qué punto la poetisa insistía en estos particulares y cómo le hacía participe de su ideología, sobre la cual el santanderino expresaba:
Me congratulo con usted de que ambos pertenezcamos a una misma comunión política […] esperando el suspirado día en que vuelva a iluminar nuestro horizonte el Sol de la libertad 42.
Vislumbramos a través de estas misivas a una señora que se enoja con la censura que impide, al parecer, extenderse sobre cuestiones políticas, a una dama que se molesta cuando sin su autorización le retocan los escritos antes de ser publicados; a una mujer que se irrita ante opiniones machistas; ello es, a una mujer que en lo privado salía en defensa de una igualdad intelectual entre los sexos, tal como también sus versos proclamaban tantas veces, sea en
el poema dirigido “A las españolas”:
Alzad, hermosas, la abatida frente
que ya brilla en oriente
del día suspirado la alba aurora,
y ya por las naciones
de romper sus prisiones
el sexo femenil suena la hora.
Ya proclaman los nobles castellanos
que son nuestros hermanos,
no cuan antes los fieros dictadores;
y que les falta aliento
para aún del pensamiento
de la débil mujer ser los señores.
Ya publican que leyes homicidas
de nuestras tristes vidas
hasta hicieron amargos los placeres;
leyes que ellos nos dieron
porque no comprendieron
cuanto fuera el valor de las mujeres.
[…]
¡Oh mujeres! luchad a vida o muerte
sin que el ánimo fuerte
desmaye en la pelea a qué, briosos,
algunas se han lanzado,
del sexo esclavizado,
por romper las cadenas ominosas.
Luchad para hacer ver a los que os llaman
“imbéciles” y claman
“vais ciegas caminando al precipicio”,
que es el saber la estrella
a cuya luz bella
sigue tras la virtud y huye del vicio.
[…]
Ancho campo tenéis, franca la senda.
volad a la contienda
las que para vencer tengáis aliento,
y adornen vuestras frentes
los lauros reverentes
con que la sociedad premia el talento.
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42 AME, P.XXX, op. cit., carta de Camporredondo a Vicenta García Miranda, Santander, 14 de enero de 1850.
Camporredondo, tras recibir la carta de la poetisa recriminándole por actitudes misóginas, hubo de excusarse ante la de Campanario por la ironía sobre la que iba cosiendo opiniones machistas, y le decía:
No teniendo usted qué comunicarme, dice que soy el mismísimo Lucifer. Y ¿por qué? ¿Por qué he querido reírme un rato a costa de su sexo, en pago de lo mucho que él hace rabiar al mío?; porque he querido ridiculizar algunas de sus costumbres y modas en el vestir, dándolas un significado que en realidad no tienen, pero que parece el más natural y a propósito para probar las descabelladas pretensiones de algunas hijas de Eva que sueñan despiertas pensando adquirir en la sociedad derechos reservados exclusivamente a los hombres; porque las he pintado tan seductoras por sus gracias y encantos, así como por su despejo, que me hacen temblar por su porvenir […] Lo que más siento es que V. se juzgue aludida particularmente en uno de mis versos […] Sobre todo no fue mi intención condenar en ellas una ocupación tan recomendable como es la literatura 43.
Esta beligerancia feminista era bien conocida por sus amigos y así a Vicenta García Miranda dedicó Larrazabal el burlesco artículo “El repetidor o sus discípulos, o una buena repasata al secso masculino”, que salió en El Lirio en el núm.1 de 1847.
García Miranda colaboró en el Despertador montañés entre 1849 y 1853. Allí fueron editados los poemas “Una mañana en el valle”, “Adiós a Europa”, “Entusiasmo y desaliento”, “Recuerdos y Pensamientos”, entre otros, y allí quizás allí se publicara por entregas su novela Felisa, la leyenda No hay plazo que no se cumpla y también el texto en prosa, Mi primera meditación.
____________________________________
43 AME, P.XXX, ms. cit. Cartas de Camporredondo, Santander, 26 de agosto de 1850.
Sin duda no debió ser Vicenta García Miranda aquella escritora pusilánime y triste que se nos ha dibujado. De su vena satírica dan cuenta un ramillete de poemas aún inéditos y algún otro publicado en la prensa del momento. Existen un conjunto de composiciones de la autora que hablan del canje poético y jovial entre los tertulianos de Campanario, amigos de Vicenta García
Miranda, muchas de ellas en tono satírico. Eran epístolas literarias, sarcásticas o burlonas, que intercambiaba Vicenta García Miranda principalmente con Alfonso Calixto y Manuel Fernández Perea. El 1 de agosto de 1849 el “Periódico Risueño” La Linterna mágica, una de las empresas editoriales de Wenceslao Ayguals de Izco, publicó una “Epístola” de Manuel Fernández Perea dirigida a “su apreciable amiga y distinguida poetisa” doña Vicenta García Miranda, fechada en Sevilla el 30 de abril de 1849. La de Campanario debió solicitar a su amigo noticias de la ciudad andaluza, que ella no debía conocer, y esperaba sin duda que Fernández Perea la complaciera relatándole las singularidades y maravillas que gozaba junto al Guadalquivir. En contra de lo esperado Fernández Perea le envió una epístola satírica en la que nada decía, sino banalidades y Vicenta, que a la sazón, en el momento de redacción de la primera carta, debía hallarse en Medellín, respondió ya desde Campanario (el 6 de junio de 1849) con igual tono a su amigo hablándole de las “rarezas” de la villa junto al Guadiana. Esta respuesta fue también publicada en el mismo número de La linterna mágica. Algunos fragmentos de la extensa epístola dicen así:
Mi buen amigo Manuel
que estoy buena, pues te escribo
acusándote el recibo
verás en este papel,
y verás la conclusión
que a tu carta en este día,
se me antoja la manía
de no dar contestación.
Pues si tú no has comprendido
a las gentes de Sevilla,
¿cómo yo desde esta villa
no habiéndolas conocido?
¿Qué se yo de adivinar
de esos tontos el capricho?
Amigo, lo dicho, dicho:
no te quiero contestar.
Y no presumas ¡por Dios!
que me acobarde tu cuento,
no que, así mientes, yo miento,
vamos a jugar los dos.
Y ya que me has encajado
una tras otra mil cosas,
a cuales más fabulosas,
y yo me las he tragado,
tú en renglones desiguales
de perverso retintín,
trágate de Medellín
los usos originales.
Y si acaso se te antoja dudar
de lo que te digo
de esta epístola mi amigo,
al punto dobla la hoja.
Pero principia a leer
las mil y mil necedades,
que, por ser puras verdades,
acaso dudes creer.
Entre sus locuras ciento
tienen allí la costumbre
de calentarse a la lumbre
y de refrescarse al viento.
Y bien de barro o de peña
no hay un vecino tan solo
que no viva, buen Manolo,
en casa grande o pequeña.
Y todos los descendientes
del ínclito Hernán Cortés
tienen en manos y pies dedos,
y en la boca dientes.
Allí el hombre que es anciano
no es joven… ¡vaya un portento!
ni allí se hace un testamento
escrito… sin escribano
Y oye, no arrugues las cejas,
solteros, viudos, maridos,
llevan dentro los oídos
y por fuera… las orejas.
Y es el marido casado,
y es tuerto el que tuerce un ojo
y ¡asómbrate! ningún cojo
anda… con el pie sentado.
¡Oh! si yo te contara
¿cómo habrías de creer
que yendo leche a comer
nadie olvide la cuchara?
¿Y que el que no come ayuna
y ayuna donde no hay pan,
y que siempre las dos dan
después de que da la una?
¡Nunca vi tanta locura!
Allí ninguno se casa
ni en la iglesia ni en su casa
como no los case… un cura.
De observación en mi empeño
(te estoy oyendo reír)
a ninguno vi dormir
como no tuviera… sueño.
Mas hombres vi tan atroces
(y no lo tomes a juego)
que al ver en su casa fuego
daban… espantosas voces.
Mujeres no encontré más
(aunque no estaban guardadas)
que solteras y casadas,
siendo viudas las demás.
¡Cuántos caprichos y antojos
encontré en aquella villa!
no leerán ni en cartilla
si es que han de cerrar los ojos.
No sabrán andar sin pies,
ni hablar más que con la boca,
ni pondrá nunca el que toca
la guitarra del revés.
Ni hay paciencia que allí aguante
al ver a los hombres todos
llevar siempre atrás los codos
y las narices delante.
[…]
Pero aun con estas manías
no te asombrará mi carta,
pues que tu pluma me ensarta
mayores majaderías.
[…]
¿No es allí una extravagancia
el que todo ciudadano
hable siempre castellano
y no el dialecto de Francia?
¿Y que donde nació Hernán
(solo al pensarlo me aburre)
jamás le pongan al burro
botas, sombrero y gabán?
¡Qué necios, Manuel, qué necios!
Si compran, aunque sean clavos
no pagarán dos ochavos
sin antes saber los precios.
Y son tan tercos a veces
que si los vieras pescar
no les has de ver sacar
sino del agua los peces.
Ni has de hallar por más que escojas
entre sus cien hortelanos
quien no arranque con sus manos
del rábano por las hojas.
Ni verás bajo el castillo
en una misa mayor
al gran templo del Señor
a servir de monaguillo.
Pero has de ver allí si vas
que el Guadiana, sin trabajo,
corre desde arriba a bajo
sin jamás volver atrás.
Mas lo mejor del asunto
me dejaba en el tintero
y es que al ver a un forastero…
lo desconocen al punto
[…]
Adiós: disfruta en Sevilla
que, como dice Rubí,
la gente que vive allí
es la octava maravilla.
El olvido de Medellín, el presente sin gloria de la villa, contrasta con aquel pasado de luz en el que Hernán Cortés hiciera famoso su lugar natal. El castillo es para García Miranda el elemento visible de la decadencia, abandonado y solo. A él pregunta sobre aquel ayer ido de esplendor guerrero y cortesano que con tintes tan románticos García Miranda anhela recrear, y le interroga sobre su propia historia cotidiana, sobre las leyendas que ella no ha alcanzado, por inexistentes, sobre los personajes distinguidos que lo habitaran un día. Contrasta este fragmento, escrito en endecasílabos, que conforma la primera parte del poema, con la segunda parte, compuesta en heptasílabos, en la que surge, desde la orfandad y la tristeza del castillo, el paisaje real, vivo y colorido, una naturaleza sorprendente y plena, en la que se mueven los habitantes sencillos y hospitalarios de Medellín. El río Ortigas desembocando en el Guadiana, los jazmines, azucenas y alelíes de las huertas, los pájaros y la intensidad del cielo, el maravilloso entorno, parece querer decir la autora, acaso no merezcan sus lágrimas por un ayer irrecuperable, lágrimas que al fin mancillan el ameno vergel, siempre inmutable, que es Medellín:
Exaltación a la vista de las ruinas del castillo de Medellín.
¡Medellín, Medellín, un día famosa!
¿Qué vestigios conservas de tu gloria?
¿Te dedica una página la historia
mostrándose contigo cariñosa?
¿O te deja morir sin hacer caso
del hijo que la dieras tan valiente,
que surcando la mar brava, inclemente,
a los triunfos voló con firme paso?
¡Madre de Hernán Cortés!...de aquel famoso
que México y sus hijos conquistara...
¿quién pudiera pensar que se apagara
el fanal que ostentaste luminoso?
Dejaste de existir y ser dichosa;
ya no tienes prestigio ni grandeza;
¡doblegaste sumisa la cabeza
bajo el hacha del tiempo silenciosa!
Solitario contemplo tu castillo
que por la cumbre se ostenta silencioso;
el viento le recorre vagaroso,
sin que el paso le impida su rastrillo.
Mil fieras agoreras sus cubiles
cavan en su recinto y sus murallas:
el que un día encerrara flores gallas
hoy contiene aves, turnas y reptiles.
¿Dirasme tú, Castillo, los guerreros
que clavaron valientes sus pendones
en tus altos y fuertes torreones,
que al aire se tendían placenteros?
Dime, sí, las victorias que alcanzaste,
ya cuando fuiste moro, ya cristiano;
también si te mostraste inhumano
con el que en tus prisiones encerraste.
Cuéntame los placeres de tus bellas,
sus sencillos y cándidos amores;
di los dulces y tiernos trovadores
que invocaron de noche las estrellas.
En tu historia, ¿no hay padre tan furioso,
que su hija en tus torres encerrara,
haciendo que la triste renunciara
al que tierna eligiera por esposo?
¿No has contado nocturnas aventuras
entre pajes y damas, desafíos
entre fuertes guerreros y desvíos
de las ninfas, y amargas desventuras? 53
¿No tuviste jamás un fementido
que copa envenenara en el festín,
ni valiente que al paso en el jardín
de cobardes se viera acometido?
¿No hubo crimen nefando? ¿Fue ventura
lo que siempre reinara en tus salones?
¿Jamás tuviste tiernos corazones
que el cáliz apuraran de amargura?
¡Quién viera deslizarse el centinela
a la luz de la luna en tus murallas,
ostentando en su pecho fuertes mallas
y entonando su triste cantinela!
¡Quién viera tus valientes infanzones
montar en sus corceles valerosos,
y a las lides lanzarse presurosos
a buscar nuevos timbres y blasones...!
¡Quién mirara en tus justas y torneos
del valor de sus dueños orgullosas
tus bellas, tan modestas como hermosas,
encerrando en su pecho mil deseos!
¡Y quién viera una linda castellana
mandar bajar tu puente y tu rastrillo,
y dar hospitalario en ti, castillo,
abrigo al peregrino muy ufana!
¡Nada no, Medellín, sólo tristura
distingo por do quiera y orfandad;
ruinas, y destrucción, y enfermedad,
que a tus hijos les abre sepultura!
¡Cuán triste me es contemplar
desde tu puente elevado
el Ortiga resbalar,
y mudo al paso besar
de tu castillo un costado!...
Y tu bello paisaje,
con tu cielo azul turquí;
del Guadiana el oleaje,
de tus huertas el ramaje
do se ostentan la alelí.
¡Mirtos, jazmines y rosas,
y cándidas azucenas,
tan lozanas y olorosas,
tan rozagantes y hermosas,
de sentimientos ajenas!
Y la leve mariposa
revolando entre las flores,
picando el nardo y la rosa
y la azucena olorosa,
disfrutando sus amores
Y entre el verde cortinaje
las canoras avecillas,
rindiendo a Dios vasallaje,
pagando el justo homenaje
con sus canciones sencillas
Y tus pocos habitantes
tan sencillos, tan humanos,
de corazones amantes,
en su amistad tan constantes,
tratándose como hermanos
Y esa tu luna velada
de nubes de claro azul,
que creo ser niña angustiada,
que trae la cara tapada
con velos de gasa y tul.
Y pensar que esos primores
no son más que una ilusión,
que, brindando con amores,
disparan dardos traidores
que hieren el corazón.
Y ver se aproxima el día
que a tan ameno jardín,
quitará su lozanía,
y llorará el alma mía
por el que fue Medellín.
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53 En el ms. aparecen tachados los siguientes versos: “¿No hubo nunca atrevido que escalara/ tus muros y robara su querida/ pensando ser felice con su huída/ no creyendo la muerte le acechara?”.
Seguro que ambas, Carolina y Vicenta, allí donde estén, aplaudirán con versos las recuperadas laderas del castillo de Medellín.
Carmen Fernández Daza Álvarez
Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes
.
Descubro al azar esta deliciosa entrada sobre doña Vicenta, a quien un patinado busto homenajea en la plazuela de nuestro pueblo y me descubro ante el texto. Gracias...
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