SAÚL AGUIRRE MEJÍA
Nace en Titiribi, Antioquia, Colombia en 1919 y murió en 2011.
Poeta, periodista, profesor.
Colaborador de varios periódicos y la revista Arco.
Obras:
"El cristo del páramo", plaqueta, 1947
"Las ceremonias de la muerte", Aguirre Editor, 1970.
"Vitral del trópico", 1974, Premio "Leon de Greiff"
“Taller de Luna” 1985
Las Lavanderas
En barandal de espuma iridiscente
el aprendiz de arroyo lleva izada
la luz novicia, blonda y columpiada,
entre las ondas de su andar de fuente.
En el cristal del agua transparente
se acaba de bañar la madrugada
y se mira, desnuda y azulada,
en el cielo al revés de la corriente.
Con pompas de ilusión las lavanderas,
bajo el toldo de nubes camineras,
enjuagan en el charco las sonrisas,
llenan de sol los rubios terciopelos,
devuelven la salud a las camisas
y les lavan el llanto a los pañuelos.
DEL LIBRO: EL VALLE DE ABURRA
UNO
LA HUELLA DESCALZA
Nunca he salido de Antioquía;
no he estado en ninguna parte
de afuera de mi terruño;
cada semana hago un viaje
a los pueblos de mi tierra,
a respirar soledades;
soy un cantor campesino
enamorado del aires
puro y fresco, que se encuentra
en trochas y en andurriales.
Desde que escribo recuerdos
estoy cuidando paisajes;
cuando alzo los ojos viejos
y comienzo a persignarme
se me enredan las miradas
en las copas de los árboles;
cuando escribo en la mañana
o cuando sueño en la tarde,
en mis ramas se columpian,
como en el bosque, las aves;
como nieto de peones
tengo derecho a cantarles,
con devoción de labriego,
a las gentes de mi sangre,
porque cuando iba ala escuela
también me puse alpargates.
No se hallan en mis poemas
las pompas de idas edades,
ni las citas de cortesanas
con las usías reales,
ni hay señores de librea,
ni damas de honor, ni pajes.
Este es un libro del pueblo
escrito en tiendas rurales,
entre mineros humildes
y campesinos vulgares,
que me quieren y los quiero
y que cuando entran y salen
tratan de vos al poeta
y hasta le dicen compadre.
El Córdoba de Arenas Betancur
Rodrigo narra la historia
en el metal del recuerdo;
de sus manos campesinas,
de escultor y de labriego,
salió la estatua orgullosa
como tallada en el cielo;
es tan marcial su conjunto,
tan agresivo el esfuerzo,
que al coronar las alturas
se ponen firmes los vientos;
sobre el pedestal oscuro,
se levantan bronce regio
del inmortal Ayacucho,
sobre un caballo violento;
va montado sobre un grito;
se sus labios sale el trueno;
su voz de mando, rotunda,
que hizo pedazos los ecos,
fue el anuncio de victoria
para las armas del pueblo.
Saúl Aguirre Mejía
Autor: Luis Fernando Múnera López
“Tengo el total convencimiento de que, al marcharse para el infinito el Maestro Saúl Aguirre Mejía, se ha marchado el último gran poeta clásico de nuestra patria”, expresó el poeta Hugo Álvarez Restrepo al despedir a su amigo el 3 de marzo de 2011.
El maestro Saúl nació el 20 de agosto de 1919 en Titiribí, Antioquia, donde su padre, Campo Elías Aguirre Yepes, ejercía como juez. La circunstancia fortuita de nacer en una idílica aldea del Suroeste antioqueño fue para él una gracia del cielo. Siempre gustó de los pueblos, sus veredas, paisajes, caminos, naturaleza, música, gente. Y de ellos se nutrió su espíritu. Su talante natural era afable, cálido, noble y organizado, a veces, algo malgeniado.
Su madre, Solina, cariñosamente llamada Mamanina, era hermana del vate Carlos Edmundo Mejía Ángel, conocido como Ciro Mendía. A pesar, de la diferencia de edad, entre tío y sobrino se desarrolló una amistad que los unió toda la vida. Las vivencias intelectuales con otros poetas contemporáneos, tales como Hernando Rivera Jaramillo, Jorge Montoya Toro, Carlos Castro Saavedra y Manuel Mejía Vallejo estimuló su sensibilidad por las letras.
Formó un hogar amoroso y alegre con Elena López Cano, nieta de don Fidel Cano. Su vida, en los 58 años de su matrimonio, no estuvo exenta de momentos difíciles que superaron siempre. “Cuando estaban de novios, si Saúl salía a la calle con corbata roja, significaba que había tenido alguna discusión con Nena”, cuenta su hija Cecilia.
Inició estudios de derecho, pero consagró su vida a la literatura, su verdadera vocación. Como poeta perteneció al movimiento piedracelista, inspirado en las tradiciones clásicas, la naturaleza, la cultura local y el costumbrismo. Amaba enseñar literatura. En 1939 empezó a publicar, en el suplemento Generación de El Colombiano.
En 1943 fue secretario de Pablo Neruda durante una larga visita de éste a Medellín. El encuentro entre los dos poetas fue muy cálido. Saúl contaba después que Neruda disfrutó mucho el contacto con el campo, la comida típica y los intelectuales antioqueños, dictó conferencias sobre su obra poética y dejó su mensaje contestatario contra las represiones políticas en Colombia y América. En casa de Ciro Mendía, Pablo escribió los Tres sonetos punitivos contra Laureano Gómez. Saúl narraba esta otra anécdota: “Una tarde Neruda me pidió: ‘Saúl, tráeme tus versos que quiero leerlos’. Le llevé unos poemas. Aunque era comunista y ateo, al otro día me dijo: ‘Hermosísimo tu poema a Cristo’.”
Saúl publicó cuatro libros de poesía: El Cristo del Páramo (1947), Las ceremonias de la muerte (1970), Vitral del trópico (1974, con el que ganó el primer premio en el Concurso Nacional de Poesía León de Greiff) y Taller de lunas (1985). Dejó preparado Hombre de papel. En sus giros y figuras literarias, evocaba o construía con facilidad imágenes y sentimientos. La rima limpia, la métrica precisa y el ritmo suave eran dóciles instrumentos en sus manos. Por ejemplo: “A las ciudades antiguas / les pasa lo que a los versos, / que se recitan solas: / las ennoblece el silencio”.
Cerró Taller de lunas con esta Acción de gracias: “Padre nuestro, santo y justo, / que al universo gobiernas (…) / gracias te doy con el alma por todos estos poemas, (…) / Vos pusisteis los motivos, yo les agregué las letras”.
La misma gratitud sentimos nosotros por su legado espiritual y artístico. Lamento no haber escrito esta nota mientras vivía.
http://elmundo.com/portal/pagina.general.impresion.php?idx=177977
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario