jueves, 13 de agosto de 2015

JORGE MANZANILLA PÉREZ [16.804] Poeta de México


Jorge Manzanilla Pérez

Escritor mexicano. Nació en Mérida Yucatán el 29 de Enero de 1986 y radica en Mochitlán, Guerrero, desde el año 2003. Estudiante de literatura en la Universidad Autónoma de Guerrero. Miembro de la Catarsis Literaria “El Drenaje” impartida por Adán Echeverría. Colaboró en el Grupo Diversidad, en Navegaciones Zur, en México Gótico (México, DF) y en la revista virtual Isla Negra (Argentina).




Tza u hun kat
(Sonido de barro)

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Voz de fuego bajo el cenote

lengua exuberante
consistente piedra       
                   / abre la música
en un laberinto desperdigado 
                        /sobre el torso del agua
surgen solapas entre el día
el crepúsculo espera ansioso desvanecer su hilo
                             /al indulto de media noche




Ante la estirpe de algunos aluxes

fumadores del tiempo y del henequén
dejen el barro entre incienso 
donde la tierra húmeda espere gestos
de un patrimonio abandonado
nacen raíces olfateadas por el monte 
al sentir su presencia
la ceiba se desgrana




Acuí/feroz

piedras labradas de epidermis
                /radiante esquizofrenia 
el llanto sobre bolsas de oscuridad 
despierta cualquier oleaje
y coágulos ante la delicia intacta.

El agua es un monstruo que deshebra mosaicos
raíz y rama se conjugan en perfecta geometría
para incendiar su esencia ya gastada





El sol germina bajo semillas de azufre

en las embriónicas aguas
busca la tierra su delirio
persecución clavada entre sal
por donde juega el reflejo
una densidad sumergida
                          /destroza mililitros 
en cada sorbo de silencio
la noche naufraga prisionera
                          /en un racimo 
siluetas de polvo






“Nacer como poeta” por Adán Echeverría 

30 octubre, 2013 • Adán Echeverría, Jorge Manzanilla, La poética del grito, Poesía •

No hace más de dos meses, agosto de 2013, que Jorge Manzanilla Pérez regresó a vivir a Mérida, luego de 7 años de pasársela en los barrios bravos de Mochitlan, mientras estudiaba la licenciatura en letras en la Universidad Autónoma de Guerrero, en el merito Chilpancingo, ahí del otro lado de nuestro México.

Volver a casa, que le dicen; a esta tierra que lo viera nacer, echarse sus primeras chelas, sus primeras volteretas amatorias, algunas broncas de esas que todos tenemos por faldas y cosas así, pero bueno, el caso es que se fue con ciertas frases en los labios: Adán, quiero ser poeta… y ahí jode que jode que le revisen sus textos. Claro que formó parte del taller de la Catarsis, si me apuran creo fue el último en ingresar, no el más joven, ese tuvo que ser Mario Pineda, y si me apuran Eliza Castro, pero a ella, las letras se le fueron escurriendo con la edad.

Y apenas regresar a la tierra que lo vio gestarse de poeta y zas, que el Jorge Manzanilla se convierte en uno más de aquellas jóvenes promesas de la poesía, haciéndose con el Premio Estatal de Poesía José Díaz Bolio 2013, que otorga el Patronato Pro Historia Peninsular (Prohispen). En efecto, esta primera quincena de octubre -ustedes disculpen lectores, pero yo andaba en alta mar, en muestreos en el Golfo de México- el compañero Jorge Manzanilla resultó galardonado por su poemario “Diáfano 23″, que como el autor explicara, es un poemario que “hace referencia a un hospital, el 23 es el número de una camilla en donde ocurre el suceso lírico”.

Centrado, como siempre ha sido, Manzanilla nos comenta además que el” premio no hace al poeta, sólo es un incentivo para que abra una brecha en mi itinerario económico/laboral y pueda seguir escribiendo con más dedicación”.

Se trata de los colores de la angustia, de los colores que como voces lo rodean. Este es un poemario que habla de la experiencia de estar hospitalizado: “digo diáfano porque no quise otros colores más que la blancura desesperada de un hospital; hace mucho leí el artículo de un oculista en donde decía que al nacer vemos luz, y al morir también, sólo que esta última luz es una tonalidad que va opacándose hasta extinguirse: para mí la muerte es de luz y no de penumbra, por eso diáfano.”

Yo celebro con Jorge la consecución de este premio, que viene a graduarlo como poeta, si es que acaso aquello ocurre, pero hago la analogía respecto a que Jorge igual volvió a Mérida luego de graduarse en la Universidad Autónoma de Guerrero, y este premio estatal, viene a ser el primero, seguro, de muchos más que le depara su carrera que apenas comienza y comienza bien.

Les dejo con estas palabras finales del autor: “Escribir es un acto de necedad, sobre todo en México; yo no me peleo con los premios ni tampoco deslindo las críticas que se le han impuesto; pienso en el equilibrio y pienso en los excesos que pueden ser perjudiciales para el autor. Dedicarme a los galardones implicaría escribir para un modelo de premio y/o posible jurado, dedicarme a rechazar todo posible incentivo, sobre todo ahora que no logro conseguir un empleo factible, no creo que sea la mejor manera de hacer protesta alguna. Hay que escribir y leer, lo demás que se vaya agregando.

El autor, humilde al fin, agradece a los compañeros que han tallereado durante largas temporadas con él: Rafael Ramirez Heredia (qepd), Ángel Carlos Sánchez, Úlber Sánchez, Yelitza Ruiz, entre otros, con quienes de forma colectiva o individual “he aprendido hacia dónde quiero que apunte lo que escribo.”

Les dejo el poemario ganador:



DIÁFANO 23

Jorge Manzanilla Pérez (Yuc, 1986)


             I

La anestesia sabe a toda mi infancia,
lo sé porque hace unas horas amputaron la luz de la ventana.

             II

Aquí no hay sala de parto
aquí Leticia sangra aguas negras de los tímpanos
            ¿Para qué vienen los días nublados?
-          Si todavía hay un quirófano donde se incendian lámparas de ecos.
Leticia responde entre suero y silencio

             III

                        ¿Por qué callejón viene Leticia?
Los sudores del recreo se siguen escribiendo
aún cuando Papá se enoje y escupa fogatas
aún cuando Mamá jale las patillas del cielo para regañarla.
Hoy Leticia dibuja la infancia con el iris.

             IV

Cuando creíste en el sueño ciego
            ¿Creíste dormir con imágenes que forman pájaros de azufre?
He leído en tu oreja parte de mi infancia.
Leticia no debes de olvidar a Lalo.
El chico que traza un río de vocales mudas.
Lety, recueda que mi abue  se mira con tus ojos,
Por tanto conoce la historia de Sergio y sus llanuras.
            Eres la mujer de la camilla veintitrés
y todavía murmuras juventudes.

             V

Buenos días Sergio
Ya es octubre y el otoño enjuaga los ojos.
Afuera tu hermana Lety y el espejo de la Eva bíblica.
Sergio levanta la tinta de la foto,
la tarde existe como un pretexto de parques.
Hay un ciclo de vida en la sala cuatro,
camina hacia urgencias,
asciende a los relojes
porque mi abue teje sombras y rosarios con su sangre.

             VI

Octubre tiene formas de ceiba,
viene Lalo, con todos sus cuerpos.
Allá la ventana aúlla de noche.

Ven y pregúntale a Sergio
de todas las citas con la espera,
ya no sé hablarte con mi nombre,
abajo de las metáforas, hay una almohada.

Todo verso duerme con su muerto.

             VII

El espejo es una herida que abre;
desde adentro se lee el agua,
por fuera una lluvia sedante habla de crepúsculos.
            Tengo el sueño escondido atrás de la puerta.
Hoy soy Leticia,
mañana seré larva de árbol.
Aprendo el oficio de nacer,
soy el zodiaco diáfano,
tengo una lengua disfrazada de columna.
  Sergio ven, no sueltes la cafeína.
Ese escapulario conoce a Lalo y
a todas mis matrices.
            ¿Ya viene mi tía?
Me pregunto descalza y vestida de hormigas.

Sergio y su estampa de San Judas,
entiende que este verbo parece de sales.
            Soy la Leticia sin puertas.
En esta música de mar interno está Lalo
repitiendo el mismo poema.
Quiero perder mis sequías sin frecuencias de radio,
tengo una sala de espera que no espera nada.
            ¿Dónde está el mineral de mis pasos?
            Mamá no te mueras en mi útero,
            primero termina de tejerme las manos,
            soy el estambre de una sola sangre.
Eres abanico de mi ráfaga.

             VIII

La sed es cabalística.
Mamá sabe que tengo hambre,
a veces doy vueltas y no escribo mis paredes
 ¿Hoy quién viene a vestirme de catéter?
Hace siete años fui Leticia,
hoy me llamo siete y repito los otoños.
Se cierra el área de choque,
todos hablan de instantes.
Yo prefiero la dilatada aparición de mis vocales,
no estoy para mis hijos ni los ventanales de hojas.

             IX

Tampoco hablo de los fríos.
            ¿Papá, por qué no me hablas?
Aquí se conocen mis páginas bajo el suero,
¿Reincides en el iris todavía?
Mamá ha venido y eso que todavía no nace,
soy insistente, lo sé.
No creas que tengo más ramas y menos rosarios.

             X

Primer contacto:
¿Quién viene a esfumarse?
Hay una llama de rostros clínicos.
            Una jeringa pronuncia mi nombre,
            Abue, estás afuera, lo sé
porque pasas por mi frente
como un ciervo que anuncia atrás de las nubes.
No permitas los relojes en tu pecho.
Estoy aquí respirando blancos.

             XI

Leticia piérdete de este campo de voces
Lalo no desistas de sanarme los verbos
Sergio estás para adjetivarme
Leticia no me dejes
Lalo ten otra hora para mi cuerpo
Sergio del diáfano veintitrés
Leticia voz en off de columpio
Lalo cicatriz de la espera
Sergio no me dejes, no te vayas.


http://www.eforyatocha.com/2013/10/30/nacer-como-poeta-por-adan-echeverria/







Tres poemas publicados en "Escarnio"
 (Verso Destierro Editorial, 2014).


CUANDO ALGUIEN PIERDE LAS LLAVES EN UN POEMA

no tiene las hojas necesarias para abrir la lluvia
quizá carga la maqueta de un posible verso
borrador en el mosaico de los dedos.
Pero quisiera un cerrajero bajo los dientes,
un oficio de madera o plomería
en el quehacer de los años.
Pero en la bolsa del mandado extravía
entre el follaje del olvido la rafia y alambre inoxidable,
las pocas palabras del poema.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                  Para Yelitza Ruiz.


UNA RUTA DE LO AUSENTE SE DISPARA

yo no vi la espera de esas fotografías,
aunque hay quienes hablan de las calles
siempre noche, siempre ráfaga. Todavía
tomo mi ruina agónica de carne,
este otro camino tras los párpados.


OTRO DÍA QUE DORMIMOS EN EL PRECIPICIO

He masticado con violencia un espacio,
desde entonces pasan las horas
                caminando ante nuestros ojos.
Hoy es otro día donde no hay uñas que puedan cavar
una fosa en el predio del olvido.











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