ALBERT TUGUES
(Barcelona, 1947)
Fue miembro fundador de las revistas de poesía “Asimetría”, “Hora de Poesía” y “Poesía 080”, en las que publicó traducciones y reseñas de poesía catalana. Miembro de la Junta directiva de la ACEC, actualmente coordina los espacios “Voces Nuevas” y “Work in Progress”.
Albert Tugues mantiene un blog muy interesante y visitado donde unos personajes del barrio reflexionan sobre la actualidad.
Su blog: http://pensionulises.blogspot.com.es/
Sus libros publicados en catalán:
Sang de violí a la teulada (Premi Jacint Verdaguer en las “Festes Pompeu Fabra 1977”)
Franz Kafka en els seus millors escrits (Ed. Arimany).
Sus libros publicados en castellano:
Guía urbana de perplejos (Arts del Llibre, prólogo A. Ràfols Casamada, 1989),
El archivo del copista (Arts del Llibre, 1990),
Ejercicios breves de eternidad (Cuadernos Bauma, 1995),
Distritos postales para ausentes (El Bardo, prólogo Carme Riera, 1998),
Historias breves de este mundo (Random House Mondadori, 2002),
Lugar de perdición (ilustrado por Roc Espinet. Emboscall, 2006),
El espía del ramo marchito (pról. Valérie Tasso, con dibujos de Beneyto. Ed. Emboscall, 2007),
El caso de una sangre derramada, (con “ilustraciones-escenas” de Jorge de los Santos y un epílogo de Valérie Tasso. Emboscall, 2008),
Cancionero de prisión (ilustrado por Laura Pérez Vernetti, con epílogo de Jorge de los Santos. March Editor, 2011).
• CANCIÓN DE LA PALABRA AMOROSA
Quiéreme, decía. La palabra era «quiéreme». Necesito que me quieras, decía, quiéreme para no morir tanto.
Desde hacía cuatro años, sólo repetía esta palabra, este querer. Sus amigos y conocidos ignoraban a quién se refería, a quién nombraba con el sonido de esta palabra, con el silencio de este querer.
Así fue transcurriendo su vida, pidiendo que alguien, no sabemos quién, le quisiera.
»Quiéreme», volvía a decir. «Quiéreme, y la muerte no será tanta, en esta prisión, el día que me quieras. Quiéreme, e iré a la muerte con el recuerdo de tu vida, y no moriré tanto en la muerte, si me has querido.
Quiéreme, y no será tanta la muerte el día que me quieras», escribió por última vez. Una noche lo sacaron de la enfermería de la cárcel y se lo llevaron al hospital, en donde dicen que murió a solas, en la habitación, musitando palabras de amor, esperando aún a que se abriera la puerta y apareciera ella para amarlo, en el último y supremo instante.
• CANCIÓN DEL DESPERTAR DE LAS PALABRAS
Fue al despertar. Como un desprendimiento. Tenía las palabras contadas, pero al despertar sintió que le faltaban algunas. Le faltaban palabras. Se levantó de la cama, buscó, acechó por los rincones, y sí, comprobó que le faltaban palabras. Corazón muerto. Fue aquel día, al despertar. Como una ausencia fría en las manos. A lo largo del tiempo, había ido contando las palabras, una a una, como si las numerara en el corazón. Contaba su número, para luego contarlas mejor al oído de la noche. Las contaba, numerándolas, y las contaba, diciéndolas. Pero ahora, al despertar, tenía el corazón muerto y le faltaban algunas palabras.
Es desde aquel despertar que le faltan palabras.
Desde aquel día en que, al volver a casa, todas las puertas estaban cerradas. En el
barrio, todo el mundo había cerrado ya las puertas, salvo la puerta del bar donde la vio, acodada en la barra. Entró, habló con ella y le dedicó palabras amorosas, las mismas que ahora encuentra a faltar cada mañana, cuando despierta.
• CANCIÓN POR UNA PALABRA DE MENOS
Esta otra historia ocurrió por una palabra de menos. Fue por una palabra de menos. De entre los dedos le caían gotas de sangre. Pero lo que realmente le mató, lo que le desangró de verdad, fue una palabra de menos, una palabra que no se dijo. Ahora bien, ¿se hubiera podido llegar a decir esa palabra? ¿Adivinarla? Y además, ¿esa palabra, de haberla adivinado alguien, tenía que ser dicha simplemente por cualquiera, o bien debía pronunciarla alguien determinado? ¿Quizá, pues, se trataría de una palabra de menos, de una palabra no dicha por quien hubiera debido decirla?
Pero las cosas del amor y la muerte nunca se pueden resolver después, pasado el tiempo, y será mejor por tanto no darle más vueltas al corazón. Y acostarse lo mejor posible en el lecho de esta oscura celda.
• UN SENTIMIENTO DE MÁS
Por un sentimiento de más, perdí la vida. Por un sentimiento de más, dije un nombre sin decirlo, y, en el silencio, perdí la vida, gané la muerte.
Por un sentimiento de más, me quedé en la noche sin corazón, me quedé en el silencio de un nombre que no dije, y te perdí sin haberte tenido. Es por eso que perdí la vida, gané la muerte.
Por un sentimiento de más.
• LA PIEL SUAVE
¿Me dejarás tocarte?
¿Me dejarás tocarte el corazón, el alma? Lo que a nadie le importa, ¿me dejarás tocártelo?
¿El corazón, el alma, cuando no tengas a nadie a tu lado, una noche, podré tocártelos? ¿Me dejarás que pueda tocarte lo que nadie quiere tocarte, el alma, el corazón?
¿Me dejarás tocarte?
No estoy pidiendo que me dejes tocar tu vida, la vida que otros te han tocado, sino tu muerte, el alma, tu corazón arrancado.
Te estoy pidiendo que me dejes tocar tu muerte.
Todos pueden tocarte el corazón, menos yo, aquí, encarcelado. Todos pueden tocar- te.
• DICEN QUE AQUEL AMOR LE OCUPÓ HASTA SU MUERTE
Andaba por las calles vestido con andrajos, andrajos de amor, decía él. Y al anochecer, en un rincón cualquiera, escupía sangre, sangre envuelta con el nombre de ella, su amada.
»Vestido de ti», decía. «Vestido de lo poco que tengo de ti, con andrajos, escupo el nombre, tu nombre envuelto en sangre».
«Quien lo escupe, no eres tú, aunque lo escupido venga de ti y lleve tu nombre.»
«La sangre, es mía».
CUENTOS
SANGRE EN EL ESCAPARATE DE LA PELUQUERÍA
Se paró a mirar el escaparate de aquella peluquería, donde había un anuncio de trabajo que decía:
Se necesitan chicas guapas para corte de pelo y sesión fotográfica.
Decidida, entró y preguntó por el trabajo. La atendió en seguida una de las peluqueras y le dijo que lo sentían, que para el trabajo necesitaban otro tipo de chica, con otro estilo, una chica algo más rubia, y además se trataba de un trabajo duro, por lo que era mejor algo de experiencia profesional, añadió la peluquera. Eso mismo, contestó ella, es perfecto para mí, ése es el trabajo que ando buscando. Ahora se acercó otra de las peluqueras y le comentaron que no querían ofenderla, pero consideraban que ella no era la persona más adecuada para ese trabajo, que no daba el tipo, que era otra la apariencia que necesitaban para el corte de cabello a la moda y la posterior sesión de fotos. Ella insistió en que era la persona más idónea para ese corte de pelo y posado fotográfico, sólo había que mirarla, fíjense, fíjense –les decía dando un giro con los pies como si fuera una modelo-. Siempre le habían dicho en su casa que era una chica seductora, deseada por el ojo de la cámara, y que un día, no, por favor, déjenme hablar, que un día llegaría a ser una buena modelo, teniendo en cuenta además que, con la ayuda de una buena agencia o un buen representante, destacaría muy pronto en el mundo de la alta costura o del diseño más moderno. Es verdad que hubiera preferido empezar de otro modo, siguió diciendo, pero estaba dispuesta a sacrificarse y empezar allí mismo, en la peluquería, sirviendo como modelo para un corte de pelo moderno, un peinado moderno y una sesión fotográfica moderna. Repitió tres veces la palabra “moderno” para que no hubiera la menor duda sobre su experiencia de lo moderno.
Durante quince minutos más siguieron los argumentos de la aspirante, así como las excusas por parte de las dos peluqueras que la atendían, visiblemente alteradas ya. Al final, hubo de salir la encargada de la peluquería y le dijo que lo había oído todo desde su despacho, y volvían a repetirle que necesitaban a una chica de otro tipo, guapa, guapa de verdad, y no a una chica como ella, con esa nariz pequeña pero desproporcionada, chata casi, y esos labios pintados pero inexistentes, como hundidos dentro de la boca, por no hablar del cabello de rastrojo, mal teñido de rubio, como una peluca de vieja que se fuera a bailar a La Paloma.
La chica se quedó muda, asustada por lo que acababa de oír, se puso a llorar con las manos en la cara, desconsolada, dio media vuelta, salió a la calle, buscó algo en el bolso negro y lo hizo allí mismo: les disparó tres veces, una bala para cada una, tres balazos en los tres corazones: las dos peluqueras y la encargada se desplomaron y se desangraron en el suelo de la peluquería, entre pelos cortados y peines, en esa peluquería que sólo querían chicas guapas y rubias para un corte de pelo y una sesión fotográfica.
MISTERIO EN LA COMUNIDAD
Se acercó a él y le invitó a subir a su casa, aquí mismo, le dijo. Aunque sorprendido, él aceptó, cruzaron la calle, entraron al portal y subieron por la vieja escalera. Tomaron unas copas de vino dulce. De pronto, el cayó desmayado, y entonces ella lo arrastró hasta una cama y lo desnudó.
Cuando ella se levantó, él seguía estirado allí, en la amplia cama, donde hacía un par de horas que lo había desnudado. Pero ahora en el rostro de él había una expresión de espanto: estaba muerto. Ella sonrió al ver la muerte en su rostro, le hizo un corte en los labios con una hoja de afeitar, se dirigió a la ventana, descorrió el visillo e hizo una señal con la mano dirigida a la casa de enfrente, en uno de cuyos balcones había una figura con sombrero y abrigo negros. Se vistió deprisa y se fue.
Al cabo de unos días, el médico forense declaró que el cuerpo de la víctima, antes de ser mordido y devorado en parte por las ratas, había sido envenenado con un preparado de arsénico y vino dulce, y que, por lo tanto, las mordeduras no habían sido la causa principal de la muerte, como se había sospechado en un principio.
El presidente de la comunidad y los otros vecinos declararon a la policía su extrañeza, puesto que nunca habían visto ratas en el edificio.
También declararon que en la casa de enfrente no vivía nadie, y que hacía años que no abrían los balcones.
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LA HISTORIA DE UNA VISIÓN
Lo maté en sueños...
Max Aub, Crímenes ejemplares
No quería soñar lo que estaba soñando y, sin embargo, lo soñaba. Al despertar, no podía decir lo que había soñado, no podía explicarlo. El poder de lo oculto se le había revelado en el sueño, una forma parecía avanzar hacia él, amenazadora, pero vio sólo la parte iluminada. A la noche siguiente, al querer ver la otra parte de lo oculto, al querer completar la forma que había visto, quedó prendido en el sueño y ya no despertó: lo encontraron muerto en el comedor, colgado de un cinturón.
PASAR DE LARGO
Adondequiera que vaya, paso de largo, decía. No quería detenerse en ningún lugar, no quería pararse a hablar con nadie. Ella siempre seguía andando, sus pasos nunca se paraban, miraba de soslayo los escaparates de las tiendas y pasaba de largo, sin mirar a las personas. Dice que un día, al hablar con una persona, se quedó sin palabras, y desde entonces no tenía nada más que decir. Las cosas estaban así y, a su edad, ya no era posible cambiar de costumbres o caminar de otro modo. Las palabras se habían terminado y su destino era pasar de largo. Sin más.
EL TRAVESTI
"Todo es travestismo", dijo antes de quedarse desnudo en medio de la calle. Lo detuvieron por escándalo público unos uniformados que cumplían con las órdenes dadas por los uniformados superiores, que a su vez acataban las normas promulgadas por otros uniformados. Quienes lo condenaron y multaron también iban uniformados. Desde entonces, hace travestismo en una sala de fiestas del barrio, y se disfraza de loca de la Rambla, de carterista chulesco o de mujer de la vida, depende del humor del día, y al final de su actuación siempre se desnuda, como norma. El público lo aplaude, no viene a detenerlo ningún uniformado y además le pagan por hacerlo.
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