Giancarlo Passeroni
Giancarlo Passeroni ( Condamine de Lantosca , Italia 8 de marzo de 1713 - Niza , 26 de diciembre de 1803 ) fue un poeta italiano .
Obras
Su trabajo más conocido "Cicerone", un largo poema en tres partes, que, bajo el pretexto de una biografía del gran poeta latino, es especialmente satírico e irónico. Comenzó a componer antes de 1743. El primer volumen de "El Cicero", fue publicado en Milán en 1755, la última en 1774.
El Cicerón
Gian Carlo Passeroni
Traducción del P. José Francisco de Isla
Canto I
I
Voi a cantar del Orador Romano
Las glorias, las costumbres, las empresas,
Que su ingenio, su acumen Soverano
En todo el Universo dejó impressos:
Su vida cantaré; y si viene a mano
Puede ser, que entre lágrimas, no gruessas,
Cante su muerte; si antes, o primero
No me pongo yo ronco, o no me muero.
II
Y Tú, Febo, dispón una Corona
Para este Musiquillo poco diestro,
Aunque sea hyedra remolona,
Que le baste a su Numen, o a su Estro;
Y encomienda a la Musa más pelona,
Que con el brazo diestro o el siniestro,
Me traiga un frasco de agua o de aquel vino
Que llena el alma de furor Divino.
III
Y vosotros Señores, y Señoras
Que parte estáis en pie, parte sentados
No hagáis ruido a lo menos por dos horas
Ni me hagáis la mamola a los costados:
Antes oíd benignos las sonoras
(Si sois, como parece, hombres honrados)
Voces, conque a contaros me aparejo
La Historia que encontré en un Libro viejo.
IV
Este es un Libro raro y de vosotros
Serán mui pocos los que le ayan visto.
No le tengo mezclado con los otros,
Sino cerrado, porque no esté al pisto:
Yendo un Abuelo mío a comprar Potros,
A un Annio le compró, hombre mui listo,
De Viterbo, el qual puso en el Cartón:
Vida de Marco Tulio Cicerón.
V
Este título estaba en Castellano,
Mas por adentro es un estraño idioma,
Ni Tudesco, ni Arábigo, ni Indiano
Que no se entiende; ni en él hai punto, o coma.
Y aunque todo el carácter es Romano,
Y se escribió, a mi ver, dentro de Roma,
El Autor, por la cuenta, fue Caldeo
Porque se llama JUANBARTOLOMEO.
VI
Este su nombre es, y aunque pudiera
Mil cosas decir de él, y todas buenas,
Las callo; porque ya sabe qualquiera,
Que esto de escudriñar vidas agenas
Es algo peligroso, y el que quiera
Saber las del Autor, a manos llenas,
Espere a que su vida se publique
En Londres, en París, o Mozambique.
VII
Saldrá sin duda en Francia, o en Venecia,
Porque lo lleva assí el Siglo corriente,
En el qual toda pluma sabia o necia,
Dar quiere a conocer la docta gente,
Y aunque de cosas nuevas no se precia
(Bien que de esto hai también algo al presente)
Se hace honor, y mui grande a los Letrados
Que vivieron allá en tiempos passados.
VIII
Y no sólo se enciensa hoi a los muertos,
Sino también se buscan sus escritos,
Sin distinguir los falsos de los ciertos
Ni los comunes de los esquisitos:
Bien, o mal se traducen sus aciertos,
Y se imprimen por hombres eruditos.
Y estraño, que una obra tan nombrada
No esté ya traducida, y estampada.
IX
Hai quien diga, que este manuscrito
No sé quién le encontró en la Isla de Delfos,
Y que a Italia le trajo un Erudito,
Que fue allá en los tiempos de los Güelfos.
Otros, que se la dio un tal Rey de Egipto,
Llamado Filadelfo, o Filadelfos,
Antes que ardiesse aquella Librería,
No se sabe en qué año, ni en qué día.
X
Quizá el uno y el otro desatina.
Lo cierto es, que el Autor de nuestra Historia
Fue persona de rara y gran dotrina
Y en la antigüedad con mucha gloria
Fue mui versado, siendo obra divina
Para un Poema, según la perentoria
De Aristóteles regla, y de Argensolas,
Que debe ser la acción única y sola.
XI
Porque assí como aquel, que todo un día
Se estuviesse comiendo en su possada,
No más que una comida el tal haría,
Bien que fuesse una acción algo alargada;
Del mismo modo en nada desvaría
Quien diga, que la vida continuada,
Ni interrumpida de nuestro Cicerón,
No fue más que una sola, única Acción.
XII
Fuera de la unidad tan necesaria
De la Acción, igualmente se ha guardado
El tiempo, que, según ley ordinaria,
Debe ser mui medido y limitado;
Y por esso no llega a centenaria
Su edad reducida (si no ha errado
La quenta el que la hizo) al breve espacio
De sesenta años, según Flaco Oracio.
XIII
En sesenta años, poco más, de vida
Hizo cosas tan grandes, tan estrañas,
Que parece impossible hallar cabida
En tres siglos a todas sus azañas;
Las que Juanbartolomeo, con subida
Pluma escribió, y con sus buenas entrañas.
A la obra añadió Notas preciosas
Que cierto pueden ser mui provechosas.
XIV
Como yo no sé hacer cosa de mío,
Y rabio por hacer del Literato,
Vínome a la cabeza el desvarío,
O (si es frasse mejor) llámase el flato.
De entremeterme a Traductor sombrío,
Como allá lo hizo Arloto, en aquel rato,
Que resolvió la traducción ayrosa
Del verso de Virgilio en buena prossa.
XV
Verdad es que yo hice lo contrario;
Porque la prossa la traduge en verso
Con la escolta de un buen Vocabulario,
Que es conocido en todo el Universo;
Y a la sombra también del gran Rimario
De Rengifo, a quien nunca he sido averso,
La prossa escrita en frasses elegantes,
La eché a perder en bajos consonantes.
XVI
No quiero, ni imitar quiero al Trisino,
Que (a la Griega) escribió en verso no atado
La Italia libertada: Libro divino,
Pero nadie le lee, por lo cansado;
Y es que un verso vulgar, aun el más fino,
Quando del consonante está privado,
Es un cielo sin Sol, y sin estrellas,
Campo desnudo de sus flores bellas.
XVII
Ni menos seguir quiero al Estudiante,
Que, engañando a su Padre, le escribió,
Que en esdrújulo rígido y constante
Renovaba al Gofredo, en lo qual no
Le echaba Sanazar el pie adelante;
Y a esto, Señores míos, digo yo,
Que van iguales los Poetas, quando
En sus versos se están esdrujuleando.
XVIII
Ni escribo en ciertos versos forasteros
Que son más largos de lo necesario,
Y a Bolonia, de Reynos estrangeros,
Trajo un Poeta un poco estrafalario.
Vergüenza es que Italianos verdaderos
A los Franceses sirvan sin salario.
Tampoco escribo en consonantes mochos
Porque es cosa de simples, o de chochos.
XIX
Pero aquí será bien, que yo me escuse,
Antes que algunos me hagan el processo,
Porque tal qual de aquellos, que yo acuse
(Quizá con un poquito más de exceso)
No se queje de mí, y aun me recuse.
Protesto, pues, declaro, y lo confiesso
Que hablo de hombres y gentes ya passadas,
Ni más, ni menos, que los de oy, taimadas.
XX
Porque, Señores, es mui natural,
Que, oyendo mis octavas, diga alguno
Aora habla de una tal, aora de un qual;
Pero será un grandíssimo importuno,
Porque, fuera de hablar en general,
No conocéis vosotros a ninguno;
Antes tal vez, testigo me es San Pablo,
Ni aun yo mismo conozco de quien hablo.
XXI
Y no quisiera fuerais como aquellos,
Que oyendo reclamar contra algún vicio,
Como si libres de él se vieran ellos,
Le aplican a Sempronio, a Cayo, a Ticio.
Quando, si descubrieran bien los sellos
De su pecho, y tuvieran algún juicio,
Hallarían allá en sus corazones,
Que con ellos hablaban los sermones.
XXII
Por tanto si en aquesta mi leyenda
Se halla algo que aproveche, o que edifique,
Cada qual a sí mismo se lo aplique
Dejando lo que al otro le comprenda
Y no avrá quien esto me replique;
Que assí se hace en comida, y en merienda:
Cada qual come lo que a él le toca,
Y deja lo demás para otra boca.
XXIII
Ninguno vestir quiera la Garnacha,
Que el sastre no cortó para su talle;
Si acaso le tocare alguna tacha,
No mude de color, súfralo, y calle,
No sea que, mirándole a la facha,
Su oculto pecadillo eche en la calle;
Porque juro al concurso todo junto,
Que yo disparo al ayre, mas no apunto.
XXIV
Antes bien, yo no soi el que dispara,
Que es Juanbartolomé: si a alguno toca
Algo de munición azia la cara,
Tenga paciencia, y cósase la boca,
O quéjese de él, quando le encara,
No de mí; porque tengo el tapaboca,
De que sólo vertí literalmente
Lo que él nos dejó escrito francamente.
XXV
Pero aun el mismo Juanbartolomeo
Si no me engaño mucho, es disculpable,
Pues todo su gritar, y su vozeo
Para en humo, y su golpe formidable
Es de rabo de zorra, a lo que veo
Que, con toda la fuerza imaginable
De un Gigante, no quiebra las costillas,
Y a lo más limpia el polvo de las sillas.
XXVI
Él lame como el perro mas no muerde.
Porque es un hombre mui caritativo.
Si a alguno la conciencia le remuerde,
Bien puede agradecerme lo que escribo;
Porque, si el tal Autor fuera algo verde,
Y tocara a los hombres en lo vivo,
Por más Moral, por más docto que él fuesse,
No aya miedo, que yo lo tradugesse.
XXVII
Algún Traductorcillo acaso avría,
Que rendiesse esta obra como propia
Y la conciencia no le mordería,
Pues siempre de Ladrones huvo copia:
Más de uno, sin temor, que algún día
El hurto se descubra, a sí se apropia
Obras agenas, y se llama Autor
Siendo no más que un triste Traductor.
XXVIII
Si añade algo de suyo, es un dislate
(Como yo añadir puedo más de dos)
Y le parece al pobre Botarate,
Que campara (mas no lo quiera Dios)
Con el sudor ageno: disparate
De que ya se burló un tal Juan Quirós,
Diciendo, que este tal es la corneja
Que en cueros en la calle se la deja.
XXIX
Mas yo no soi capaz de tal engaño,
Y no me apropio aquello, que no es mío.
La alabanza, el provecho, y aun el daño,
Si hai alguno, todo es del buen Judío
Mi Juanbartolomé, que, sin engaño,
Lo chistoso mezcló con lo que es pío:
Lo mismo hacer yo pienso; pues pretendo,
Que la verdad se puede hablar riendo.
XXX
Hai ciertos gustos (no es el mío de ellos)
Que condenan a todo Autor gracioso,
Y solamente dan quartel a aquellos,
Que escriben serio, grave, y ponderoso,
Como el Petrarca, mas hai estilos bellos,
Y yo he de ver, aunque es dificultoso,
Si es que acierto a mezclar utile dulci
Como el buen Caporali, y el buen Pulci.
XXXI
Y pues Sócrates dice (y yo lo digo)
Que el reír gustar suele a las personas,
He resuelto, aprobándolo un Amigo,
Para que rían Legos, y Coronas,
Este Libro imprimir; él es testigo,
Que no temo a Catones, ni a Catonas;
Y ha de andar por el mundo en mi conciencia
Como la Inquisición me dé licencia.
XXXII
Otro qualquiera Autor nos vendería,
Que la tal obra avía traducido
Sólo por divertirse; y juraría,
Que aviendo treinta Octavas concluido,
Toda la vecindad con gritería
A darla luego a luz, le avía impelido,
Y que en fin sus Amigos, dicho y hecho.
La avían estampado a su despecho.
XXXIII
O diría sino, que un Cavallero,
Un Duque, un Cardenal, un Personage
Se lo avía mandado; y a su fuero
El rendirse era deuda, era omenaje:
Yo, que no sé mentir, quando no quiero
(Y aun por esso no soi Sastre ni Page),
Vuelvo a decir en frasse lisa y llana
Que la imprimí, porque me dio la gana.
XXXIV
O porque oy no se tienen por discretos
(Se entiende entre los lobos) los Autores
Que dan obra a luz sin diez Sonetos
Llenos de sus aplausos, y loores,
Cien pondría yo aquí, todos perfetos
Y que nadie avrá visto otros mejores,
Sino creyera, que están mejor servidos
Mis Letores, en darlos por leídos.
XXXV
Pues podría quizá decir la gente,
Que yo mismo, con ruegos y dinero,
Los avría comprado infamemente
De los que hacen venal pluma, y tintero.
O que eran todos partos de mi mente,
Y a falta de un vecino lisongero,
Escribía yo mismo mis Anales.
Como oy lo hacen unos ciertos tales.
XXXVI
Assí lo dice un Libro, que vi este año,
Y está escrito con sal, por vida mía;
El qual ha de tratar, si no me engaño,
De eruditorum Charlatanería
Y explica con gracejo, y gusto estraño
Las artes, la malicia, y picardía,
Conque los hombres ponen asechanzas
Para cazar sus propias alabanzas.
XXXVII
Por tanto yo aconsejo al Letor pío,
Que no juzgue del Libro ontes con antes
(Si ser no quiere del vulgar gentío)
Por lo que dicen de él los aprobantes,
Ni menos los Poetas: desvarío,
Que llorará con otros semejantes
Pues mejor no hace a un Libro (dice Erasmo)
Ni peor, el elogio, ni el sarcasmo.
XXXVIII
Si el éxito tuviere, que yo espero
Este Libro, otra vez será estampado,
Con el aumento de otro casi entero.
Imprimiráse el texto azia este lado,
Al otro la versión, y al Estrangero
Se avisará en Gazetas de contado,
Para que acuda con las suscripciones,
Y anticipados vengan los doblones.
XXXIX
Se venderá más caro al subscribiente,
Como se lo ha enseñado la experiencia,
Y en esto me acompaña mucha gente,
Si lo quiere decir en su conciencia,
Y porque a un Libro nuevo comúnmente
Ilustres nombres dan gran excelencia,
También a esto tengo proveído,
Que no soi bobo yo, ni me descuido.
XL
Veránse al fin del Libro relatados
Nombres de Ilustres Claros Personages
En la gran lista de los Associados,
Unos que concurrieron con sus gages,
Otros sólo fingidos, o soñados;
Y por librarlos de émulos y ultrages
El nombre llevará en la misma frente
De un Duque, de un Marqués, o un Presidente.
XLI
Este tal Duque, Conde, o lo que fuere,
Hará que se respete la obra mía,
Y quando en pasta fina se la diere
Lugar la hará en su inútil Librería,
Y con un te lo estimo, si ocurriere
Algo mandar, salió ya el tal día,
Quando no me haga el mismo cumplimiento
Que dejó al Ariosto mal contento.
XLII
Antes bien pienso a varios Protectores
Dedicar cada canto, grandes todos
Por sangre, por riquezas, por honores,
Y atestarlos mui bien hasta los codos
De Títulos, dictados, y esplendores,
Haciéndolos venir desde los Godos:
Con esso lograré en Italia tantos
Mezenates y Amigos, como Cantos.
XLIII
Un Prólogo he de hacer largo, y difuso
Como es uso, y costumbre; o encargarle
A un hombre docto (que también es uso)
Teniendo gran cuidado de cargarle,
Con los nombres de todos (no en confuso)
Que al Libro se dignaron de alabarle;
Y alabarlos a ellos quanto pueda,
Que esto es pagarlos en igual moneda.
XLIV
Si me llamaron docto, y erudito,
Yo los he de llamar Sabios, Profundos,
Pues ya entiendo la zifra algún tantito,
No ignorando lo que hacen los inmundos
Asnos, quando los pica algún prurito,
Que uno a otro se rascan mui jocundos,
Y esto es en pluma Crítica y moderna
La verdadera Caridad fraterna.
XLV
Haré por denigrar a otros Cantores,
Diciendo, que son unos Animales,
Como lo hacen oy muchos Escritores,
Que atacan malamente a sus Rivales,
Y quieren infamar a los Autores,
Aunque doctos, y sabios, con los quales
Presumen aspirar a competencia,
Tratándolos con poca reverencia.
XLVI
Hácenlo muchos, porque saben ellos,
Sino de cierto mui probablemente,
Que ellos serán tratados como aquellos,
A pesar de su mérito eminente,
Y por esto se esfuerzan a perdellos,
Sino a las claras, clandestinamente.
Porque es consuelo (dijo un tal Bartolo)
Quando uno ha de caer, no caer solo.
XLVII
Mostraré, que un Poeta ha de ser grato,
Ha de enseñar con dulce Magisterio,
Ya cante en tono grave, como Cato,
Ya en estilo festivo, como Augerio.
En lo que falta aquel que sólo el plato
Sirve al gusto, sin pizca de Criterio:
Y haré andar pensativos cabizbajos
Los más guapos Poetas, y más majos.
XLVIII
Probará al mismo tiempo mi systema,
Que a la luz hasta aora no ha salido
(Y rabie quien rabiare) algún Poema,
Que ser merezca al mío preferido
Ya por el chiste de su raro tema,
Ya también porque lo útil está unido
A lo dulce, y llamarse ha la Obra mía
Restauradora de la Poesía.
XLIX
Procuraré, que un docto Literato
La haga una alegoría un poco obscura,
Buscándola con ruido, y aparato
Donde no la ha de hallar, y así asegura
La fama de obra pía por un rato,
A costa de otro, que mi bien procura,
Y que haga a cada Canto su Argumento
Un Amigo; pues tengo más de ciento.
L
Porque, si sólo sirven los Amigos
Para quitarme el tiempo, y enfadarme,
Más los quiero tener por enemigos.
Ellos en la ocasión han de ayudarme
Como una mano a otra, y son testigos
De que assí lo hago yo, y no es alabarme.
Sabiendo que ayudando al Compañero,
En lo mismo me sirvo a mí primero.
LI
El mal es, que esta dicha siempre es rara
Para mí; y aunque siempre he procurado
Hacer a muchos bien; si se repara,
No son muchos los que aora tengo al lado,
Ni que quieran por mí sacar la cara,
Antes huyen de mí como apestado,
Y siempre que los busco, o necesito
Los parece que tengo un sanbenito.
LII
Y es lo peor, según a lo que entiendo,
Que han hecho empeño algunos monigotes,
De infamar mi Poema con estruendo,
Y un día me lo dijo en mis bigotes
Un personaje docto y reverendo,
Que serviría para hacer pegotes:
Possible es, que adivinen estos tales,
Mas al fin él me cuesta a mí mis reales.
LIII
De verdad los estoi mui obligado,
A estos Señores, por su alegre agüero;
Con todo esso no estoi desconfiado,
Antes bien más confío, y más espero
Que ningún egemplar avrá quedado
Primero que se cumpla el año entero.
Que un Libro malo (y más si es pernicioso)
Logra oy día un despacho prodigioso.
LIV
Basta que sea la impressión hermosa,
Que deleite al Letor, y que en la frente
Una, de buril diestro, estampa ayrosa
A los ojos curiosos represente;
Y más, si con el nombre de una Diosa,
Una bizarra Dama hace presente,
Como se hace en Países sospechosos,
Donde no hai Impresores melindrosos.
LV
Avrá en mi Libro Imágenes mui bellas,
y el retrato de Tulio será una:
Probablemente se verá entre ellas
El de su Historiador, que, por fortuna,
Era bien hecho; y aun quizá entre aquéllas
El mío se verá sin duda alguna.
Y al fin de cada canto una viñeta,
De la mano del célebre Piazzetta.
LVI
En una grande margen pondré Notas,
Todas de voces Griegas atestadas,
Y también de otras Lenguas más remotas,
Que no sepan leer mis camaradas,
Regalaré mi Libro, a manos rotas,
A las Bibliotecas más nombradas:
Sobre todo embiaré egemplares varios
A todos los Autores de Diarios.
LVII
De este modo estos públicos Censores,
Que en nuestros días van fiscalizando
A los pobres, y tristes Escritores,
Y a todos los están atenazando,
Sobre mi Libro no alzarán clamores,
Y dejarán passar el contravando:
Que una fuente de plata regalada,
No se mira si está bien fabricada.
LVIII
Haré un estracto fiel del Libro mío
Y en un Diario dispondré se ingiera;
Y aun sin esto tampoco desconfío
Que muchos me le alaben; porque fuera
No saber lo que sabe qualquier Tío:
Que el alabar es Cambio en esta Era.
Por la regla de todo Mozalbete,
Hazme la barba a mí, y te haré el copete.
LIX
Pero si el Diarismo se alborota
Contra el Libro, tratándole de gordo,
Acudiré al Abate Tartarrota,
El qual es Literato de alto bordo;
O a aquella Compañía, nada idiota,
Que me han dicho, y no lo han dicho a un sordo
Que va a los Diaristas a hacer frente,
Para librarnos de tan mala gente.
LX
Pero bien: atropéllenme a porfía,
Que desde luego a todos los perdono;
Porque aunque un Libro alaben por manía,
Si es malo, malo es, contra su abono
Por tanto, aunque desprecien la obra mía
Los Diaristas en su grave tono,
De su sentencia no se me da un pelo,
Y de ella al Tribunal Público apelo.
LXI
Esta Octava la he puesto adredemente;
Porque, si alguno de ellos me maltrata:
Como es cosa, que se hace fácilmente;
Tengo ya la respuesta preparata;
Pues entonzes diré: toda essa gente
Por venganza y no más assí me trata,
Que quien la hace la teme, dice un Sabio
Llamado Don Roldán, o Don Ottavio.
LXII
Por aora, encontrándose el Marelli
En más clásicas Obras impedido,
Como me lo assegura Pignatelli,
Aunque aquél me le avía ya pedido,
Quiero, que en la Oficina del Agnelli,
Se imprima el Libro; mas bien entendido,
Que si otra vez se imprime, y yo no muero,
Se debe hacer en Reyno forastero.
LXIII
Porque oy solamente es estimado
Todo lo Ultramontano, o Ultramarino,
Y por lo mismo es de todos despreciado
El género, que es hijo de vecino.
Mas el Mercante astuto y solapado
Haciendo burla de este desatino
Vende por de París, o Inglaterra
Los géneros, que son de nuestra Tierra.
LXIV
Sacaré el Privilegio, que ninguno
Pueda estamparlo, sin licencia mía,
En cien años, contados uno a uno,
Ni en Roma, ni en Florencia, ni en Turquía,
Bien que ocioso será, y aun importuno,
Este tal privilegio, o primacía,
Porque no avrá en el Mundo Botarate,
Que piense hacer tan grande disparate.
LXV
Prevenir quiero a todos una cosa
Que si tal vez llegare a vuestro oído,
En un Canto, y acaso en una glosa
Un mismo Consonante repetido;
No sólo no es acción pecaminosa,
Antes bien en conciencia es permitida,
Pues Ludovico Dolci assí lo usaba,
Y aun hacerlo solía en una Octava.
LXVI
Fuera de esso el oír de quando en quando
De un mismo consonante la pareja,
Es ir discretamente conservando
Una buena costumbre de la oreja,
Feliz repetición, que rebosando
En dulzura, y consuelo a ella la deja.
Mas si alguno dijere lo contrario,
Digo que tiene un gusto estrafalario.
LXVII
Y si al cabo del año, con perjuicio
Mío, se hallassen pocos egemplares
Despachados, pondré otro frontespicio,
Diciendo, que añadió muchos lugares
A la obra un Varón docto, y de juicio,
Y la adornó con Notas singulares:
Mentira que no tiene inconveniente,
Pues se hace assí dinero Santamente.
LXVIII
Ni el tal estratagema es aora nuevo,
Pues ya lo usaron muchos, y aun por esso
Entre los tontos a decir me atrevo,
Que ha tenido este ardid feliz sucesso.
Mas los que el pelo encuentran en el huevo,
Saben mui bien, y yo assí lo confiesso,
Que vale esta invención muchos millones;
Para ganar pesetas y doblones.
LXIX
Pero sabiendo yo, que han descubierto
No sólo éstas sino otras pataratas
Las Fe de erratas; es gran desacierto,
Manchar los Libros con las Fes de erratas.
Y assí váyanse todos al desierto,
Porque no hay en el mundo Ley tan seria,
Que en el mío no quiero essos Sonetos,
Que a publicar me obligue mi miseria.
LXX
Por tanto aquellos todos, que leyeren
Este Libro después que se publique,
algún error en él reconocieren,
(Que hallarán muchos) cada qual le aplique
(Si por hombres discretos passar quieren)
Al Impressor y nadie me replique,
Pues la culpa (claro es) de los errores
Siempre la han de tener los Impressores.
LXXI
Y valga la verdad, que los Modernos
Hacen mui poco honor a su noble Arte,
Llenando de mentiras los Quadernos,
Y el honor del Autor dejan a parte:
De aquí nacen sus justos, sus eternos
Lamentos; verdad es por otra parte,
Que yo temo, y también todo hombre sabio,
Que muchas veces se les hace agravio.
LXXII
A ellos han de ser siempre imputados
Los yerros de otros; y a llevar la pena,
Ya de los vuestros, ya de mis pecados
Dispuestos han de estar, que es gente buena,
Quando de mil errores estampados
Apenas reos son de una docena:
Y es que en el juego del Descargaburro
Es un gran jugador todo Cazurro.
LXXIII
Todo aquel, que este juego no ha aprendido,
Es por mi cuenta un pobre majadero:
Que echar la carga a otro está admitido
En todo el mundo, y yo soi el primero
(Dígolo, y no lo digo arrepentido)
Que, si lo puedo hacer, siempre lo quiero.
Por tanto mi Letor crea, y consienta,
Que, si hai algún error, yerro es de Imprenta.
LXXIV
Ha de tener el Libro dos copiosos
Índices: el primero brevemente
De Cicerón los hechos más famosos
Contendrá: el segundo largamente
Muchos puntos, que toco, mui curiosos:
Que los Índices oy son realmente
De un uso, y conveniencia singular
A quien no tiene gana de estudiar.
LXXV
Pondráse al fin del Libro su Rimario,
Pues con Poetas grandes assí se usa:
De la Historia también se hará un Sumario,
Porque en el verso está un poco difusa.
Su poco avrá también de Diccionario,
Por si se halla una voz algo confusa,
Como ésta verbigracia Soconusco
Que no la trae el Diccionario Etrusco.
LXXVI
Si aquellos que la Crusca compilaron,
Omitieron palabras y no pocas,
Que por etruscas no las computaron,
Por no usarse en el tiempo del Rey Focas,
Muchas saldrán aquí que ellos dejaron,
Y yo encontré por dicha entre unas rocas,
Como azia la mitad del Apenino,
Iendo a Florençia por aquel camino.
LXXVII
Con esto me parece he respondido
A ciertos paladares melindrosos,
Que, oyendo algún vocablo poco oído,
Crusca, Crusca vocean desdeñosos.
Sin saber que esta Crusca nunca ha sido
La que llaman Salvados los piadosos,
Y me burlo de todos los pedantes
Cruscusados, Cruscables, y Cruscantes.
LXXVIII
Ya sé que Horacio allá decir solía
(Y podría decirlo otro qualquiera)
Que una voz que algún tiempo florecía,
Dejó de florecer en otra Era,
Y que vemos volver a ver el día
Otra, que siglos ha difunta era;
Milagro, que hago yo resucitando
Alguna muerta voz de quando en quando.
LXXIX
Y acaso tomaréme la licencia
De mezclar algún término Lombardo,
Dejando el Florentín para Florencia,
O valiéndome de él con gran resguardo
Porque yo soi un hombre de conciencia
Y al ver ciertos peligros me acobardo
Y la lascivia de parlar Toscano
La dejo aparte, como buen Cristiano.
LXXX
Por lo mismo estaré alerta, y atento
In primis a evitar toda heregía.
Después a no mezclar en mi Comento,
Mentira alguna, que essa es picardía,
Y si hai sus Episodios en el Cuento,
Son para adorno de la Poesía;
Pero en lo substancial de nuestro asunto,
No he añadido una coma, ni aun un punto.
LXXXI
Bien que no he sido tan escrupuloso
Como aquel hombre grande de Salvinos
Que tradujo de un modo algo tedioso
Varios Autores Griegos y Latinos,
Y un si es no es se hizo fastidioso,
Por más que digan ciertos Florentinos:
Yo digo la verdad sin embeleco,
He seguido a mi Autor, mas no a pie seco.
LXXXII
Y siendo uso poner una sentencia
De alguno Autor antiguo, y no reciente
En el frontis, yo di la preferencia
A la nec verbum verbo, y lo siguiente
Que dixo Horacio, y en la segunda Audiencia
Se estampará en mi Libro, justamente
Para probar, que una Versión si es buena,
No ha de estar amarrada a la cadena.
LXXXIII
Mas no por esto me halucino tanto,
Que presuma ésta ser obra esquisita:
Sé que no soi Poeta, y sé que canto
A lo ramplón; que el genio me lo dicta.
Fuera de esso volaba en cada Canto
La pluma, por la priessa en que fue escrita
Y sino lo queréis creer vosotros,
No importa, que ni yo creo a los otros.
LXXXIV
Me hace reír tal qual Don Bobalías,
Que nos quiere encajar, y aun lo pretende
Haver hecho un gran Libro en pocos días.
Gato por Liebre el probretón nos vende
Y si supiera más de picardías
Para dar más valor a su obra Duende
Debiera antes decir: este Librajo
Treinta años me ha costado de trabajo.
LXXXV
Todos los que obran diferentemente
(Yo digo la verdad) me hacen passar
Mil malos pensamientos por la mente,
De los quales me voi a confessar.
Y aunque me diga el confessor prudente,
Que su obra no puede ser peor,
Y si es buena, la hurtaron de otro Autor.
LXXXVI
Daráse esta Obra mía a un Aprobante
El qual dirá en sucinta aprobación,
Que a ninguna Obra antigua, y elegante
Cede en nada mi bella Traducción;
Que no hai en ella cosa disonante,
A las costumbres, ni a la Religión,
Y por tanto merece que se imprima
Sin quitarla una Octava, ni una Rima.
LXXXVII
Pero como aora escribo en Poesía,
Y en Poesía (que es peor) vulgar;
Puede ser, que, sin malicia mía,
Se escape alguna voz irregular,
Que a alguno escrupuloso menos pía
Le parezca, y le haga titubear.
Por lo que es necesaria una Protesta,
Que a hacerla pronto estoi, y será ésta.
LXXXVIII
La palabra Destino, Numen rojo
Hado, Fortuna, Dioses, o ya Diosas,
Y otros vocablos que a decir me arrojo
Son ya costumbres viejas, y rugosas
De quien escribe en verso por antojo,
No ya opiniones mías; pues son cosas
A que obliga la Ley clara y precisa
De quien es buen Cristiano y dice Misa.
LXXXIX
Soi tan Cristiano como el Rey de Francia
El qual es Cristianíssimo llamado:
Daré toda mi sangre sin jactancia,
Por la Religión que he professado.
Sé, que no hai otra cosa de importancia,
Y que Apolo, las Musas, Palas, Hado
Y la Fortuna, acá entre los Cristianos
Nombres son sin sugeto, Ídolos vanos.
XC
Pero ya va mui largo mi prefacio,
Y el que las cosas viejas sólo estima,
Dirá, que falto a lo que dixo Horacio,
Allá quando habla de la Octava rima.
El aviso es mui bueno, y la Ringrasio:
Si me le huviera dado más encima,
Al punto le quitaba todo el tedio,
Pero a lo hecho ya, ya no hai remedio.
XCI
Y si aora hiciera un gran razonamiento
Para escusar el yerro cometido,
El remedio sería más tormento,
Que el mismo mal, que avíais padecido.
Por lo qual sin hartaros más de viento.
Comienzo ya a cumplir lo prometido.
Bórrese, pues, lo dicho; y ahora Chitón,
Porque ya voi a hablar de Cicerón.
XCII
Pero si desde luego a hablar me meto
De Cicerón, me abismo en cierto golfo
Más hondo, que el de frente de Espoleto,
Donde murió ahogado un Duque Astolfo;
Y estando ya cansados con efeto,
No me embarco oy en esto, ni me engolfo,
Pues a lo menos por la vez primera,
Moler no quiero a quien oírme quiera.
XCIII
Yo no quiero ocultaros
La qual es enfadar al Auditorio;
Y aunque tal vez me vino a la Cabeza
Hacer, lo que en los días de Bodorio 740
Saben hacer las hembras con destreza,
De sus tachas, cubriendo el emboltorio,
Con el adorno de virtudes varias;
Hasta que el tiempo aclare las contrarias.
XCIV
Son modestas, afables, y discretas,
No se ve de altivez ni un movimiento;
Tienen a las passiones mui sugetas,
Y ocultan todo zurdo pensamiento.
Van descubriendo tierra, y están quietas
Que parecen Novicias de un Convento.
Mas después se la pegan al Marido,
Quando está más alegre, y divertido.
XCV
Yo no soi de esse humor (guárdeme el Cielo)
Ni de serlo tampoco soi capaz:
A ninguno tirar quiero del pelo,
Y assí podéis marchar en santa paz,
Mientras tomo en la cama, o en el suelo
Un poco de reposo, y de solaz,
Como volváis mañana, u otro día
A oírme recitar mi algarabía.
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