Álvaro Lasso
(República de Azerbaidjan, 1982)
Vive en Lima desde los 10 meses de nacido. Estudia Literatura Hispánica en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Publicó Acariciante Humedad Aquella en Cieno, 2001. También la plaqueta Mara en Ciudad Breton en la colección Underwood, dirigida por Ricardo Sumalavia, 2003. Ha publicado en las siguientes revistas: Umbral, Creación literaria 2001, Hoguera de Silencios, Servillanta, Prometeo y Nigredo. Ha organizado en cinco oportunidades el Festival Internacional de Poesía Novissima Verba. Ha publicado junto con la poeta Andrea Cote la plaqueta Blanca. Ha fundado en el mes de julio 2004 la editorial estruendomudo. En septiembre del 2006 ha publicado su primer libro: Dos niñas de Egon Schiele.
this mess we’re in
no vale la pena escribir de una separación con lo celeste. el trabajo defiende el olvido. lejos de la mañana el mediodía no cobra valor en manos de alfareros ni en sentaditas de niñas sobre rodillas de poetas que escriben y mueren diariamente. hay que evaluar la rapidez, el rencor y lo verídicamente celeste. luego repetir lejos del bosque. lejos de los amigos del bosque. lejos de los amigos del bosque que aportan tan poco a que un árbol caiga y muera viejo. pero algo aportan y duermen fieles a un día siguiente. y es que estamos juntos, como si aún fuéramos niños y nos golpeáramos como olas
jardín botánico
cuando llegues al botánico, pregúntale a esa pareja de ancianos en dónde estás. lo que sentirás es que el mundo no gira como nos enseñaron las mecanógrafas del palacio de justicia: hay gatos envueltos en papel periódico y niños cansados de equilibrar el mundo. aquí llueve muy poco y cuando sucede, la pareja de ancianos se pregunta si el agua los recogerá
C O M F O R T
el negro cosía su camisa rosada. Sus botones. Sí. Sus botones. Entonces salía por las noches a buscar empleo y nunca lo encontraba. Pero encontró en Job una lección en el negocio de la limpieza y la ceguera y por supuesto el estadio apareció y los globos de los niños brillaban y en el regazo de todas las negras yacía un long play con su rostro. El negro corre
CLAUDE DEBUSSY
la abuela llama con la agitación de una tetera. La información más actualizada del mundo, como un tren. Quizás la muñequita después de sus canciones de cuna, cuando cierre el libro y huya de la noche, se siente como debe ser: sobre la silla del médico de mirada de mar. Pero la información es necesaria, el desayuno, la búsqueda del historiador por quien entrego el alma con los oídos heridos, ya cansados. Es aún parte del sueño estar encamado en los siguientes segundos o en la siguiente vida: es aún parte del sueño que la muñequita haya llegado con el resto de la historia.
b e l l e e p o q u e
once aviones sobrevuelan como buitres un cuadro de amadeo modigliani. la musa duda si sentarse sobre las sábanas sucias de la cama-taller, pero debe cumplir con su oficio y se entristece, excitadísima, y es puntual y la tosquedad del pincelazo. como quién intuye un cielo demasiado rojo, modi besa sus manos y su tuberculosis y se aleja del paisaje para fumar un cigarrillo. salvo excepciones, las biografías son murallas de un cementerio de colores pálidos como los marcos de un cuadro de amadeo modigliani. las bombas cayeron sublimes como hojas arrancadas de un manifiesto caduco. los once buitres se fueron alejando de la ciudad luz. entre los escombros, niños melómanos hacían su tarea. beatrice hastings, la musa de modi, cruzó el mar y pudo vivir
a c a d e m i a a n t á r t i c a
en manhattan reservamos un iceberg para que empape la alfombra de la sala. es navidad, el whisky es un regalo de consuelo como el número de la musa que nunca llamaremos, por islandia, por recato, por nuestras manos de pianista. cariño, te lo dije, el trasatlántico que nos llevaría ha zarpado, y nuestras sombras están colgadas de un puente que desconoce los días festivos y sus estéticas horas de resaca
l o q u e d i j o é l
niñas, par de niñas, terriblemente cuerdas ya, sé que huyeron en un tren donde pernoctan los pretenciosos que sueñan con suicidarse en europa. huérfanas como cualquier día de nacimiento, sé que son libres y que saben ignorar a los portones de la felicidad y a las cajitas de conocimiento. sé también que buscan un mejor postor que yo, uno que nunca muera, uno que pinte cada segundo de sus vidas
m a r a e n c i u d a d b r e t o n
me siento a redactar a una muchacha con el violín atravesado en la garganta. es tanta la precisión, tanta la torpeza de la muerte, que sus brazos olvidan ya la fuerza o el silencio y solo envían su inevitable abrazo. siempre lo celebran, lo besan, mientras la muchacha con el violín atravesado en la garganta no tiene más que cantar, hasta que sus dueñas la recojan y duerma
l a g r u t a a z u l
si no me hubiera muerto sería el mismo. me pondría el terno de contador. después bajaría las escaleras, una por una, hasta sentir el cálido vapor de las señoritas de la gruta azul. me sentaría en un cómodo sofá de manzana y esperaría a que un señor con guayabera muy parecido a dios me haga caso. luego pediría una nacionalidad cotidiana para sentirme como en casa, de todos modos el sueño está lejos de mí, o la vida o la muerte, no quiero intermediarios, por eso quiero una mujer de la ciudad, nada de montañas, ni de árboles, ni de desiertos, quiero una secretaria deprimida con doble vida. además quiero un champagne y una pistola porque llegó año nuevo y año nuevo es vida nueva, ¿no cariño?
matrimonio televisado
los muñequitos de la torta de boda se casarán en una capilla diseñada a su medida. después del beso protocolar, reclamarán de inmediato sus bodas de oro. un beso no puede durar medio siglo, dice el cura. pero no hay mas tiempo, dice el novio. la cámara enfoca a la novia, ella mira al camarógrafo, le sonríe con una lágrima y enciende su cuerpo. toda la escena es conducida a una refrigeradora
es el mismo sueño siempre
abría la tapa del desagüe como una tapa rosca y bajaba por unas escaleritas. los tubos eran limpios y hasta alfombrados y los desagües de surquillo parecían corredores de aeropuerto, y justo cuando va a acabar el sueño encuentro la tapa rosca que da a tu casa. y mi cabeza asoma al pie de la calle, como un sapo saliendo del pantano
izquierda unida
la falta de fe produce bolsas de arroz, carreteras y uno que otro maestro. la falta de fe produce poesía conversacional, con alto nivel de eficiencia; y mi prójimo se lustra el zapato antes de hablarme. y yo veo en sus ojos, un año de deudas
el arte y la revolución
la casa sigue igual desde los setenta. el polvo sobre los libros de política. pero no es cierto, ni siquiera queríamos una casa. quizás algo que no espante a las máquinas, a las luciérnagas. saben que hablo de estas cosas pero no me importan. quisiera tener la oportunidad de unirme, pero no serviría, apenas podría preparar limonada a los soldados. luego querré lo mismo y me dirán que aun no han inventado una película para nosotros
las élites de este mundo
me dedicaba a grabar en una radio, en voz alta, lo que decía en los periódicos. cuando puse lo que grabé, solo se escuchaban sílabas, números, sonidos tribales
matrimonio televisado
los muñequitos de la torta de boda se casarán en una capilla diseñada a su medida. después del beso protocolar, reclamarán de inmediato sus bodas de oro. un beso no puede durar medio siglo, dice el cura. pero no hay mas tiempo, dice el novio. la cámara enfoca a la novia, ella mira al camarógrafo, le sonríe con una lágrima y enciende su cuerpo. toda la escena es conducida a una refrigeradora
es el mismo sueño siempre
abría la tapa del desagüe como una tapa rosca y bajaba por unas escaleritas. los tubos eran limpios y hasta alfombrados y los desagües de surquillo parecían corredores de aeropuerto, y justo cuando va a acabar el sueño encuentro la tapa rosca que da a tu casa. y mi cabeza asoma al pie de la calle, como un sapo saliendo del pantano
izquierda unida
la falta de fe produce bolsas de arroz, carreteras y uno que otro maestro. la falta de fe produce poesía conversacional, con alto nivel de eficiencia; y mi prójimo se lustra el zapato antes de hablarme. y yo veo en sus ojos, un año de deudas
el arte y la revolución
la casa sigue igual desde los setenta. el polvo sobre los libros de política. pero no es cierto, ni siquiera queríamos una casa. quizás algo que no espante a las máquinas, a las luciérnagas. saben que hablo de estas cosas pero no me importan. quisiera tener la oportunidad de unirme, pero no serviría, apenas podría preparar limonada a los soldados. luego querré lo mismo y me dirán que aun no han inventado una película para nosotros
las élites de este mundo
me dedicaba a grabar en una radio, en voz alta, lo que decía en los periódicos. cuando puse lo que grabé, solo se escuchaban sílabas, números, sonidos tribales
Izquierda Unida de Álvaro Lasso
Lima: Celecanto Editores, 2015.
Por Carlos Villacorta
Nacido en la República de Azerbaiyán en el año de 1982, Álvaro Lasso dejó a los pocos meses la capital Bakú para regresar a Lima donde, muchos años después se dedicaría a la literatura desde diferentes ángulos. Al inicio del 2001 publicaría junto con otros tres amigos poetas el libro conjunto Cieno, para luego dirigir el periódico de poesía Odumondneurtse! en el 2004. Este sería el primer paso en su carrera como editor y fundador del sello editoral Estruendomudo. Sin embargo, Lasso ha seguido publicando poesía independiente y silenciosamente al margen de sus otros trabajos. En el 2006, publicó Dos niñas de Egon Schiele y en el 2010 The Astrud Gilberto Álbum. Ambos libros están conformados por poemas en prosa, como los llama el propio autor, y es la línea que continúa desarrollando en su tercer poemario Izquierda Unida, libro que establece un diálogo con el fallecido partido de izquierda peruano y con el pensamiento de izquierda, siempre en clave irónica, como una excusa para reflexionar sobre su propia historia personal.
El poemario abre con una cita de César Vallejo, el padre de la poesía peruana moderna, donde el poeta enfatiza el autosacrificio comunal como primer paso dentro de una cura nacional y latinoamericana. Justamente, esta necesidad de unirse en solidaridad es la que permea todo el poemario pero desde diversas miradas. Una de ellas es la música, específicamente la salsa. El poema con el que abre el poemario expone claramente cómo la sensualidad de la música da paso al juego sexual de los adultos (los tíos) que celebran la casa que se está construyendo ante la mirada sorpresiva de los sobrinos que juegan debajo de la cama. En este espacio, donde suena el hit “Ven, devórame otra vez” (1987) de Lalo Rodríguez, el joven poeta se pregunta “¿Por qué levantan tanto polvo en esta casa sin terminar?”, verso donde se hace eco la clásica pregunta de Vallejo en Trilce “Quién hace tanta bulla y ni deja / Testar las islas que van quedando”. Esta casa sin terminar donde se hace mucha bulla, esta vez producto de la salsa, es el espacio nacional donde se hace el amor aun debajo de una casa inacabada.
Esta misma línea se sigue en el poema “Yamulemao” (1987), título que hace referencia a la canción del mismo nombre interpretada por el colombiano Joe Arroyo. El poema es una reflexión sobre el tema de la autoría, de la traducción y de la composición. El tema de Arroyo es una reinterpretación del tema “Diamoule Mawo”, originalmente cantada por el africano Laba Sosseh, originario de Gambia. En la historia original, Arroyo habría escuchado la canción y, sin entender lo que decía, “tradujo” las palabras a lo que más le sonaba creando un éxito instantáneo. En el poema de Lasso, El Doctor Barreto (metaforización del cantante de salsa) afirma “No somos más que traductores del chino, del alemán, del francés; recuperar el eco de las raíces tiene mucho sentido” (p. 32). Frente a ese discurso de apropiación, aunque sea de un eco, se contrapone el discurso del partido: “El partido no ha conocido ni un solo orgasmo en su vida, los miembros tienen un libro de tapa dura atorado en el culo, que los anula, y no sirve para ser solidarios”. De esta manera, se enfatiza la salsa como una liberación ideológica que el texto escrito (léase el manual del partido) taponea y no deja fluir. Mirando desde lejos, sería la misma poesía la capaz de destapar conceptos tan rígidos como la propiedad o la autoría. Las últimas líneas del poema aciertan con la pregunta que hace uno de los colegas admiradores del Doctor Barreto al salsero: “¿Entonces puedo decir que [la canción] es mía?” . La pregunta, que aparece con cierta ingenuidad, rompe finalmente con cualquier derecho de autor: la canción, al ser una traducción y una recuperación del canto oral primigenio, no tiene un dueño particular. Cualquiera podría ser el dueño. Ya que el poema no responde a esa pregunta, queda en manos del lector el problema de la autoría y también el de la recuperación de los orígenes.
Por este motivo, el tema que subyace en todo el poemario es el rol del partido, así en minúsculas, como si éste fuera una maquinara kafkiana anónima y sin rostro. ¿Cuáles son sus principios? ¿Cómo se debe actuar dentro de él? ¿Cuál es su relación con la sociedad antes y el día de hoy? Lasso entiende que el partido ha moldeado la subjetividad de muchas generaciones: la de sus padres así como la de él, aquellos jóvenes que conocemos como generación del 2000 en adelante. El ejemplo más notable es el poema “A todos nos golpean alguna vez”, texto que hace referencia al atentado de la calle Tarata en el distrito de Miraflores en la ciudad capital. En el día de la explosión, “los niños de Surquillo corrieron hacia la luz”, solo para que “los policías nos prohibier[a]n entrar”, afirma el poeta. De ese trágico ataque a la sociedad limeña, Lasso sentencia al final de su poema: “Cuando volvimos, sentimos extrañamente que las desigualdades de nuestro país habían desaparecido y compramos velas para que nuestros padres no nos agarraran a correazos” (14). La violencia de la guerra infligida en la sociedad de la capital, que había vivido alejada de lo sucedía en otras zonas del país, marca un punto de quiebre que Lasso enfatiza como el momento de la igualdad en la violencia. Hasta el día de hoy, este tema sigue siendo un punto de reflexión y de inflexión sobre lo que ha significado el conflicto armado para buena parte de la población peruana.
Con esta misma lógica, Lasso trata de entender y desmantelar el pensamiento del partido. Así el poema “Alto Perú” menciona que “Hubo un tiempo en que el partido era un movimiento que creía en la violencia”. Esa violencia es anulada gracias al clima que derrite las armas, o las enfermedades que producen diarrea en los combatientes, o, finalmente, las madres, la autoridad familiar por excelencia, que molestas vienen a recoger a sus hijos para castigarlos.
Solo en el poema “Del campo a la ciudad”, consigna de la lucha armada redactada por Mao Tse-Tung y retomada por Sendero Luminoso en su guerra contra el Estado peruano, existe una recuperación de la ideología de la izquierda solidaria con su ciudadanía y con el país. Lasso reflexiona sobre el encuentro que tiene el poeta cuando niño con un líder de la izquierda en una fiesta patronal del Arcángel San Miguel en Cajamarca. En ella, se encuentra su abuelo, militante del partido de Izquierda Unida, y el líder político Alfonso Barrantes Lingán (1927-2000). El emotivo encuentro reúne al menos a tres generaciones de peruanos que se juntan y aprenden sobre el sentido último de cualquier ideología política. Alfonso se dirige al niño con las siguientes palabras: “No creas que creo en el partido, yo solo soy un hombre que hace su trabajo, como tu abuelito; nosotros ya perdimos la Guerra, este país ya no nos pertenece, solo nos queda abrazarnos, los paisanos” (31). La hermandad del lugar, la amistad más allá de la ideología anula la imposición de cualquier discurso violento o autoritario que la franja más radical de la izquierda propuso al país durante la década los ochentas. “Del campo a la ciudad” no es un poema sobre la consigna de la guerra sino una referencia a la migración de miles de peruanos de la provincia a la capital acaecida en buena parte del siglo XX, ya sea por razones económicas como violentas. “Desborde Popular” como le llamó el recordado antropólogo José Matos Mar, en este poema se articula la comunión en los tiempos desesperanzadores que vivió el Perú a finales del siglo XX.
¿Y dónde se encuentra el poeta en todo esta situación política? De la niñez a la adultez, el poeta muestra siempre reticencia cuando no incredulidad sobre lo que significa ser un militante. El poema “Izquierda Unida” es un buen ejemplo de este punto. El poeta es, ante todo, un editor de libros. Su trabajo no es el de escribir poesía sino el de la reproducción del material escrito para su posterior lectura –y se podría decir adoctrinamiento. Sin embargo, esto no es explícito en el poemario. ¿Qué es lo que se publica? ¿Qué es lo que se lee? En el Perú del siglo XXI, la empresa editorial ha crecido enormemente, especialmente la impresión de literatura nacional desde mitad del 2000 en adelante. Por este motivo, el escritor no se considera un artista: su trabajo es la impresión; su obsesión, la búsqueda del papel perfecto. Cuando el partido le pide que hable en televisión nacional sobre la editorial, el poeta cambia su actitud a una de enorme tristeza: “Quieren que hable mientras todos construyen el país”, afirma nostálgicamente como a quien le exigen una tarea titánica.
Finalmente, una verdad da tranquilidad y sosiego al poeta Lasso. “Ha pasado el tiempo necesario y el partido ha muerto”, nos dice en el último poema del libro llamado “Los chinos”. Ha llegado otro tiempo, la inclusión del mercado chino al sistema económico global. Su importancia escapa a esta breve reseña literaria (la economía peruana depende de la china, pero hablar de este tema sería sumergirse en el mundo del mercado libre y no tenemos espacio ni tiempo para eso). Sin embargo, con la llegada de los chinos al texto se remarca una verdad que emerge de la experiencia y que ancla la memoria así como la identidad del poeta: “Cuando era niño, las bombas caían todos los días, pero mi casa era indestructible”. La casa, ese país asolado por la violencia desde hace ya tantos siglos, no ha dejado de construirse, ya sea a través de los innumerables ladrillos de sus paredes y techos, a través de la música que une a los enamorados, o por la palabra poética que nos sigue dando esperanza como bien afirma Álvaro Lasso en este más que recomendable poemario.
Carlos Villacorta
Maine, 30 de agosto del 2015
Lima: Celecanto Editores, 2015.
Por Carlos Villacorta
Nacido en la República de Azerbaiyán en el año de 1982, Álvaro Lasso dejó a los pocos meses la capital Bakú para regresar a Lima donde, muchos años después se dedicaría a la literatura desde diferentes ángulos. Al inicio del 2001 publicaría junto con otros tres amigos poetas el libro conjunto Cieno, para luego dirigir el periódico de poesía Odumondneurtse! en el 2004. Este sería el primer paso en su carrera como editor y fundador del sello editoral Estruendomudo. Sin embargo, Lasso ha seguido publicando poesía independiente y silenciosamente al margen de sus otros trabajos. En el 2006, publicó Dos niñas de Egon Schiele y en el 2010 The Astrud Gilberto Álbum. Ambos libros están conformados por poemas en prosa, como los llama el propio autor, y es la línea que continúa desarrollando en su tercer poemario Izquierda Unida, libro que establece un diálogo con el fallecido partido de izquierda peruano y con el pensamiento de izquierda, siempre en clave irónica, como una excusa para reflexionar sobre su propia historia personal.
El poemario abre con una cita de César Vallejo, el padre de la poesía peruana moderna, donde el poeta enfatiza el autosacrificio comunal como primer paso dentro de una cura nacional y latinoamericana. Justamente, esta necesidad de unirse en solidaridad es la que permea todo el poemario pero desde diversas miradas. Una de ellas es la música, específicamente la salsa. El poema con el que abre el poemario expone claramente cómo la sensualidad de la música da paso al juego sexual de los adultos (los tíos) que celebran la casa que se está construyendo ante la mirada sorpresiva de los sobrinos que juegan debajo de la cama. En este espacio, donde suena el hit “Ven, devórame otra vez” (1987) de Lalo Rodríguez, el joven poeta se pregunta “¿Por qué levantan tanto polvo en esta casa sin terminar?”, verso donde se hace eco la clásica pregunta de Vallejo en Trilce “Quién hace tanta bulla y ni deja / Testar las islas que van quedando”. Esta casa sin terminar donde se hace mucha bulla, esta vez producto de la salsa, es el espacio nacional donde se hace el amor aun debajo de una casa inacabada.
Esta misma línea se sigue en el poema “Yamulemao” (1987), título que hace referencia a la canción del mismo nombre interpretada por el colombiano Joe Arroyo. El poema es una reflexión sobre el tema de la autoría, de la traducción y de la composición. El tema de Arroyo es una reinterpretación del tema “Diamoule Mawo”, originalmente cantada por el africano Laba Sosseh, originario de Gambia. En la historia original, Arroyo habría escuchado la canción y, sin entender lo que decía, “tradujo” las palabras a lo que más le sonaba creando un éxito instantáneo. En el poema de Lasso, El Doctor Barreto (metaforización del cantante de salsa) afirma “No somos más que traductores del chino, del alemán, del francés; recuperar el eco de las raíces tiene mucho sentido” (p. 32). Frente a ese discurso de apropiación, aunque sea de un eco, se contrapone el discurso del partido: “El partido no ha conocido ni un solo orgasmo en su vida, los miembros tienen un libro de tapa dura atorado en el culo, que los anula, y no sirve para ser solidarios”. De esta manera, se enfatiza la salsa como una liberación ideológica que el texto escrito (léase el manual del partido) taponea y no deja fluir. Mirando desde lejos, sería la misma poesía la capaz de destapar conceptos tan rígidos como la propiedad o la autoría. Las últimas líneas del poema aciertan con la pregunta que hace uno de los colegas admiradores del Doctor Barreto al salsero: “¿Entonces puedo decir que [la canción] es mía?” . La pregunta, que aparece con cierta ingenuidad, rompe finalmente con cualquier derecho de autor: la canción, al ser una traducción y una recuperación del canto oral primigenio, no tiene un dueño particular. Cualquiera podría ser el dueño. Ya que el poema no responde a esa pregunta, queda en manos del lector el problema de la autoría y también el de la recuperación de los orígenes.
Por este motivo, el tema que subyace en todo el poemario es el rol del partido, así en minúsculas, como si éste fuera una maquinara kafkiana anónima y sin rostro. ¿Cuáles son sus principios? ¿Cómo se debe actuar dentro de él? ¿Cuál es su relación con la sociedad antes y el día de hoy? Lasso entiende que el partido ha moldeado la subjetividad de muchas generaciones: la de sus padres así como la de él, aquellos jóvenes que conocemos como generación del 2000 en adelante. El ejemplo más notable es el poema “A todos nos golpean alguna vez”, texto que hace referencia al atentado de la calle Tarata en el distrito de Miraflores en la ciudad capital. En el día de la explosión, “los niños de Surquillo corrieron hacia la luz”, solo para que “los policías nos prohibier[a]n entrar”, afirma el poeta. De ese trágico ataque a la sociedad limeña, Lasso sentencia al final de su poema: “Cuando volvimos, sentimos extrañamente que las desigualdades de nuestro país habían desaparecido y compramos velas para que nuestros padres no nos agarraran a correazos” (14). La violencia de la guerra infligida en la sociedad de la capital, que había vivido alejada de lo sucedía en otras zonas del país, marca un punto de quiebre que Lasso enfatiza como el momento de la igualdad en la violencia. Hasta el día de hoy, este tema sigue siendo un punto de reflexión y de inflexión sobre lo que ha significado el conflicto armado para buena parte de la población peruana.
Con esta misma lógica, Lasso trata de entender y desmantelar el pensamiento del partido. Así el poema “Alto Perú” menciona que “Hubo un tiempo en que el partido era un movimiento que creía en la violencia”. Esa violencia es anulada gracias al clima que derrite las armas, o las enfermedades que producen diarrea en los combatientes, o, finalmente, las madres, la autoridad familiar por excelencia, que molestas vienen a recoger a sus hijos para castigarlos.
Solo en el poema “Del campo a la ciudad”, consigna de la lucha armada redactada por Mao Tse-Tung y retomada por Sendero Luminoso en su guerra contra el Estado peruano, existe una recuperación de la ideología de la izquierda solidaria con su ciudadanía y con el país. Lasso reflexiona sobre el encuentro que tiene el poeta cuando niño con un líder de la izquierda en una fiesta patronal del Arcángel San Miguel en Cajamarca. En ella, se encuentra su abuelo, militante del partido de Izquierda Unida, y el líder político Alfonso Barrantes Lingán (1927-2000). El emotivo encuentro reúne al menos a tres generaciones de peruanos que se juntan y aprenden sobre el sentido último de cualquier ideología política. Alfonso se dirige al niño con las siguientes palabras: “No creas que creo en el partido, yo solo soy un hombre que hace su trabajo, como tu abuelito; nosotros ya perdimos la Guerra, este país ya no nos pertenece, solo nos queda abrazarnos, los paisanos” (31). La hermandad del lugar, la amistad más allá de la ideología anula la imposición de cualquier discurso violento o autoritario que la franja más radical de la izquierda propuso al país durante la década los ochentas. “Del campo a la ciudad” no es un poema sobre la consigna de la guerra sino una referencia a la migración de miles de peruanos de la provincia a la capital acaecida en buena parte del siglo XX, ya sea por razones económicas como violentas. “Desborde Popular” como le llamó el recordado antropólogo José Matos Mar, en este poema se articula la comunión en los tiempos desesperanzadores que vivió el Perú a finales del siglo XX.
¿Y dónde se encuentra el poeta en todo esta situación política? De la niñez a la adultez, el poeta muestra siempre reticencia cuando no incredulidad sobre lo que significa ser un militante. El poema “Izquierda Unida” es un buen ejemplo de este punto. El poeta es, ante todo, un editor de libros. Su trabajo no es el de escribir poesía sino el de la reproducción del material escrito para su posterior lectura –y se podría decir adoctrinamiento. Sin embargo, esto no es explícito en el poemario. ¿Qué es lo que se publica? ¿Qué es lo que se lee? En el Perú del siglo XXI, la empresa editorial ha crecido enormemente, especialmente la impresión de literatura nacional desde mitad del 2000 en adelante. Por este motivo, el escritor no se considera un artista: su trabajo es la impresión; su obsesión, la búsqueda del papel perfecto. Cuando el partido le pide que hable en televisión nacional sobre la editorial, el poeta cambia su actitud a una de enorme tristeza: “Quieren que hable mientras todos construyen el país”, afirma nostálgicamente como a quien le exigen una tarea titánica.
Finalmente, una verdad da tranquilidad y sosiego al poeta Lasso. “Ha pasado el tiempo necesario y el partido ha muerto”, nos dice en el último poema del libro llamado “Los chinos”. Ha llegado otro tiempo, la inclusión del mercado chino al sistema económico global. Su importancia escapa a esta breve reseña literaria (la economía peruana depende de la china, pero hablar de este tema sería sumergirse en el mundo del mercado libre y no tenemos espacio ni tiempo para eso). Sin embargo, con la llegada de los chinos al texto se remarca una verdad que emerge de la experiencia y que ancla la memoria así como la identidad del poeta: “Cuando era niño, las bombas caían todos los días, pero mi casa era indestructible”. La casa, ese país asolado por la violencia desde hace ya tantos siglos, no ha dejado de construirse, ya sea a través de los innumerables ladrillos de sus paredes y techos, a través de la música que une a los enamorados, o por la palabra poética que nos sigue dando esperanza como bien afirma Álvaro Lasso en este más que recomendable poemario.
Carlos Villacorta
Maine, 30 de agosto del 2015
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