Osmar Luis Bondoni nació en Capilla del Señor, provincia de Buenos Aires, ARGENTINA en 1929. Obras publicadas: Poemas, Editorial Poesía Buenos Aires, 1957; Los festejos, Editorial Interlínea, 1973; Para poder vivir, Editorial Vinciguerra, 1992 (Mención de Honor del Fondo Nacional de las Artes y Recomendación en el Certamen Literario Dr. Alfredo A. Roggiano, de Chivilcoy), Papeles del Hombre Viejo, Ediciones Cinco, 2005, que obtuvo Mención Honorífica del Fondo Nacional de las Artes. Tiene en proceso de edición un libro de cuentos con el título de Un coro para él.
ARGENTINA, DICIEMBRE '75
Tres hombres sentados al mostrador de un bar;
toman copas, ríen,
pero no es esa la verdad.
Una pareja de enamorados pasa;
se tocan, se besan,
pero no es esa la verdad.
Nos desplazamos, cada uno en lo suyo.
Pero la verdad está latente, agazapada.
Está en nosotros todos.
La verdad es la sangre, pronto.
PAMPEANA
De mañanita
arreadas las bestias,
las guampas gachas.
Los dueños de la lonja
gimen también.
A la oración
rumbeando para las casas
desde las oficinas.
TORO SENTADO
Vendrán,
destruirán a los míos.
Edificarán grandes ciudades
y así se consumará mi maldición.
SEGUIR VIVIENDO
Guardo escondida una esperanza
humilde
Alfredo Le Pera
Ahora,
en el giro septuagésimo sexto de mi periplo terreno,
perdidas ya por el camino las horas de la arrogancia y de los proyectos infalibles,
cicatrizadas las heridas de los errores y las indecisiones
y domados los afanes insensatos de grandeza y fortuna,
ahora que las viejas deudas han sido definitivamente saldadas u olvidadas
y los ardores y las turbulencias han cedido el último tramo del viaje a la templanza,
ahora,
me inclino reverente ante el destino,
ante su podio universal insobornable,
para pedir seguir viviendo todavía un poco más.
Seguir viviendo
aunque tenga que cargar en las árganas del corazón tanta añoranza
por lo que se llevaron la muerte, el tiempo, los malentendidos.
Seguir viviendo
para ver a las golondrinas llegar cada vez
trayéndome sonidos de tierras que no conoceré;
para ver el incendio de los pajonales del cielo
cuando quiere amanecer;
para sentir cómo escarba en la memoria el olor de la tierra cuando empieza a llover;
para mirar desde el tren los sembradíos
que me devuelven la infancia chacarera;
para volver agradecido a los lugares donde fui dichoso.
Seguir viviendo
para poseer a la primavera y comulgar con el otoño
y para ver cómo apura el invierno las exequias de la tarde:lágrimas que se enjugan en verano sabiendo que los pájaros cantan para mí.
Seguir viviendo
para ver otra vez el mar,
indomable columpio de la eternidad;
para mirar las nubes, que traen a veces lluvia
pero siempre belleza;
para que en las madrugadas del trabajo
pueda otra vez asombrarme por la porfía del sol,
consolación de los desposeídos,
y para ver cómo estalla mi árbol azuzado por los fastos de septiembre.
Seguir viviendo
para volver a consagrar una copa de vino
en el ritual de la amistad,
y asomarme de nuevo, en un libro querido, a la página aquella
que me hizo tan feliz.
Seguir viviendo
para poder sentarme a la cabecera de la mesa en la familia
y mirar, entre risas y sabores,
esos rostros amados que me llevaré algún día,
y para ver cómo empuja mi tiempo en los ojos de los niños nuevos
o sentir cómo toda mi historia se resume en el mirar de mi mujer.
Seguir viviendo
para cruzarme en la calle con un hombre
que alza sobre los hombros a su pequeño niño y piensa
que no hay nada más en este mundo;
para ver cómo la brisa acaricia en los balcones las banderas
mientras el pueblo pasa festejando, reclamando, recordando;
para sentir cómo ahuyenta pesadumbres
la llave de la puerta del hogar.
A veces,
cuando el viento surero acuna las altas copas
creo entrever entre las hojas
ciertas formas, siluetas, contornos:
son los rostros sin olvido de mis amigos muertos,
mis amigos maravillosos,
los cazadores del relámpago,
los que fueron amados por las palabras
que ellos fecundaron para legarnos armonía y trascendencia,
los que opusieron al gatillo un verso
y combatieron al tiempo con la armadura del amor;
los amigos que me esperan en la luz definitiva
para seguir alimentando juntos
la fragua de las sagradas utopías.
Pero yo quisiera quedarme todavía en esta tierra amenazada,
lacerada, humillada, postergada,
seguir viviendo para ver antes de irme
aunque sea un atisbo, una señal, como un vislumbre
de que los hombres por fin se han dado cuenta.
Atardece:
los fuegos del otoño doran los últimos follajes
y resplandecen en la cabeza del hombre que está inclinado ante el destino
pidiendo humildemente seguir viviendo todavía un poco más,
un poco más.
La poesía le abrió las puertas a la primavera (las flores, los brotes, las ganas de vivir) y por allí se colaron las golondrinas, que llegaron anoche trayendo su alegría y su belleza, y para recordarme que, como todos los años, ha llegado el momento de saludar a mis amigos para invitarlos una vez más a la resistencia y a seguir trabajando por las sagradas utopías.
Osmar
12
Al vuelo de la golondrina no se le puede quitar, ni cambiar, ni agregar nada. Como debe ser el poema.
17
El vuelo de la golondrina es vacilante, signado por marchas y contramarchas. Cuando creemos que ha alcanzado la altura celeste sobreviene una caída que la lleva casi a rozar la sucidad de los techos. De pronto inmóvil, sigue una incontenible aceleración, para subir y bajar nuevamente.
Así de sinuoso es el vuelo de la golondrina. Como el rumbo de quien busca la verdad.
24
Todos los años lo mismo. Primero las fresias, después las golondrinas, las nupcias del ciruelo... ¿Monotonía? No: eternidad.
de "Papeles del hombre viejo", Buenos Aires, Ediciones Cinco, 2005.
Manejo
La lluvia
esta noche
no caía
rondaba
por las calles de la ciudad
Gentil
sensitiva
merodeaba
como una mujer
Anduvo un rato
apareada con mi tristeza
Le tendí una mano
me mojó los ojos una tremenda confusión
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