Mauricio Espinoza
(1975, Costa Rica) es poeta, ensayista, traductor y periodista. Es graduado de Ashland University (periodismo) y Ohio State University (estudios latinoamericanos), y también hizo estudios en comunicación y literatura en la Universidad de Costa Rica. Actualmente cursa el doctorado en literatura y cultura latinoamericana, en Ohio State University. Ha publicado un libro de poesía (Nada más que silencio, San José, 2000), y es co-traductor de The Fire’s Journey, traducción al inglés de El tránsito de fuego de la poeta costarricense Eunice Odio (Tavern Books, Portland, 2013). También ha publicado ensayos sobre literatura y cultura latinoamericana y latino-estadounidense en varias antologías y revistas especializadas en Estados Unidos.
Día azul
(A Daniel Montoly, que ama el blues)
Hoy estoy todo azul,
como un pitufo,
como un blues,
como un infante rebelde
que se niega a respirar,
como un azulejo en celo
en plena batalla primaveral,
como la soledad de tus ojos,
como la humedad de tus ojos
que es lo mismo que tu soledad,
como el mar antes
de que mis manos lo atrapen
y ya no es más que mi turbio retrato,
como una rosa imaginada,
como el Escarabajo Azul derrotado
por su propia humanidad,
como esas moras derretidas
en el muffin de mi desayuno,
como un recuerdo de cielos claros,
vos y yo acostados en el pasto,
brisa en rostro,
mano en mano,
estoy todo azul hoy,
como Blue Demon desenmascarado,
el dolor chorrea
por mi costado
--es la sangre azul del príncipe
que regresa sólo de la épica batalla
contra el dragón,
su doncella sacrificada
en las llamas del volcán.
Ova-ción
(A la memoria de Jairo Mora)
Dicen que las tortugas baulas
regresan a la misma playa que las vio nacer,
a miles de kilómetros de distancia,
a sembrar sus huevos
en la húmeda soledad de las arenas.
Dicen que las almas de los que han partido
regresan a los sitios donde amaron,
y donde fueron amados.
Yo volveré un día a esas mismas aguas
que me vieron nacer,
y amar.
Educación pública
En el colegio muchas veces
no teníamos profesor
de ciencia o literatura.
Pero siempre había
de religión.
Libélula I
Recuerdo tu sonrisa
en una tarde de niebla.
Tus ojos libélulas —
alas de papel naciendo versos entre mis labios.
Línea final
(Pensando en Boston, abril 2013)
El soldado de Maratón
corrió 42 kilómetros y murió al llegar a la meta.
Nada hemos ganado aún:
nuestra línea final es,
y siempre ha sido,
la muerte.
Hoja de vida
Pensé por un momento
en poner mis diplomas y mis premios
en las paredes de la sala,
convertirla en un enorme currículum vitae
que estoy seguro deslumbraría a mis visitantes.
Pero en lugar de eso decidí cortarme la cabeza
y colgarla de la puerta,
a plena vista de todos,
con un nido de pájaros en mi cabello.
Aquí, en este rostro, podrás ver toda mi vida,
en la amargura de este sueño,
en estos labios —que a pesar de todo—
te pedirán un beso.
pierrot
a leandro soto
me regalaste
una máscara de oro
con una lágrima que no se borra
que no se derrama
que no se agota
nunca más he llorado
desde entonces
Estatua
Acudo sudoroso
jadeante
a la inmovilidad de tu voz
Tienes un luna tatuada en el sueño
y una corona de espinas lamiéndote la frente
Invierno de la poesía
Es una mañana de frío implacable.
La lluvia congelada ha caído y vestido a los pastizales de hielo.
Mi aliento se congela en visibles bocanadas.
Entonces me doy cuenta:
mi lenguaje se ha vuelto tangible,
cada palabra adquiere su propia forma,
su propio deseo al salir de mi boca,
cada letra delineada como un pincelazo de tinta china —
pero más bien blanca
y sin contornos finales.
He aquí al poeta:
de pie,
en mitad del invierno,
haciendo palabras,
espectros inasibles
que encarnan sus propios cuerpos,
y se escapan entre el frío de la mañana,
en busca de tardes más cálidas.
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