Emilio Oribe
Emilio Oribe (Melo, URUGUAY 1893 - Montevideo, 1975), poeta, ensayista, filósofo y médico uruguayo.
Fue profesor y decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República y miembro de la Academia de Letras del Uruguay.
Cultivó una poesía vanguardista, dirigida hacia el ultraísmo. En filosofía se caracterizó por la escritura mediante aforismos y posiciones claramente idealistas. Es considerado un integrante de la Generación del centenario (término referido al centenario de la independencia uruguaya, es decir a la generación de artistas que florecieron en 1930), junto a Líber Falco, Sabat Ercasty y Paco Espínola entre otros.
Obras destacadas
Poesías
Alucinaciones de belleza (1912)
El nardo del ánfora (1915)
El castillo interior (1917)
El halconero astral (1919)
El nunca usado mar (1922)
La colina del pájaro rojo (1925)
Ensayos
Poética y plástica (1930)
Teoría del «nous» (1934)
El mito y el logos (1945)
Ars magna (1960)
Justo castigo
Ayer la pude ver y no he querido
Con entornar los ojos un momento
la vería en mi amor; mas hoy lo siento,
pues sufro el desanparo merecido,
Ayer la pude ver, y dolorido
por el temor de verla, el pensamiento
huyó del sutilísimo tormento,
y me quedé impacible y retraido.
Ayer la pude ver, ¡oh estrella pura!
En mí se alzaba toda su hermosura.
Si tuviera valor la hubiera visto...
Mas ya con creses castigado quedo,
y la paz que soñara no conquisto,
pues si hoy la quiero ver, ¡ay!, no lo puedo...
LAS GARZAS
Pálido de estudiar,
me fui al campo. Sufría
falta de voluntad.
Y qué fatiga en la muy joven frente!
Además,
Desencanto infinito de saber…
Y de amar.
II
Un indio de la estancia
me hizo un regalo muy original.
Cinco garzas - ¡oh, asombro! – que hablaban
después de muchos años de enseñanza tenaz:
una era rosa, otra blanca, otra gris;
otra amarilla más que el oro, y otra verde.
Esto, que os parece fundamental
paradoja científica, es muy cierto.
Quien lo dude, que hable con mi capataz.
El indio me dijo:
- La garza rosa será el Amor, la blanca será
la Fe, la gris, la Duda, la de oro, la Ambición,
y la verde, la Esperanza inmortal!
-Cuando quieras, amigo enfermo,
con ellas hablarás.
Dicho esto, me entregó las cinco garzas.
Yo las quise interrogar
en seguida, gozoso del prodigio.
Entonces,
la garza rosa dijo: Vuelve a amar!
la garza blanca dijo: Vuelve a creer!
la garza gris me dijo: Vuelve a dudar!
la garza de oro me gritó al oído,
-Vuelve a ambicionar!
La garza verde no me dijo nada.
III
Amar – Creer – Dudar – Ambicionar!
¡Palabras crueles y terribles!
-Muy pronto alteraréis mi nueva soledad
oh, pajarracos, despertando mi corazón! –
pensé, lleno de angustia.
Y me puse a degollar
cuatro de aquellas aves,
la rosa, la blanca, la gris y la de oro,
con mi antiguo puñal.
Sólo he quedado con la garza verde.
La esperanza!
¡Pero esa nunca va a querer hablar!
El mar
busca una forma inaccesible,
sin cesar.
Su impaciencia
es la fuga invisible
hacia la inteligencia astral.
Abrillanta
sus estelas y estolas
y es su boca si canta,
conflictual serpentario de las olas.
El mar está en la estrella que se vierte
en cristales.
Huye de sí para acuñar su muerte
en los bronces astrales.
(…)
La transición, el cambio. lo fluyente,
la gran movilidad,
no serán más que idea allá en la frente
de la inmensidad.
Serán idea
de otro mar y otro mundo no iniciado,
que anuncia, en otra aurora, su marea
de ancho lomo rosado.
El mar no está en sí ni está en su orilla
como el pean no está en el que lo canta.
El mar no está en sí.
Más bien se enciende y brilla
en todo astro sutil que se levanta.
(…)
Vive en lo que ha de ser y aun no ha sido
igual que el pensamiento en lo pensado;
y el alma, cuando siente en lo sentido;
y el ojo, cuando mira en lo mirado.
El mar está en la estrella que se vierte
abriéndose en granada de cristales. (fragmento)
Poesía y poética en Emilio Oribe
Por Álvaro Miranda Buranelli
No parece posible enfocar la poesía de Emilio Oribe sin considerar también su Poética. Porque emoción e intelecto, creación y pensamiento, práctica y teoría, están indisolublemente unidas en la obra de Oribe. En el Prólogo a la Antología Poética, firmado por Arturo S. Visca, se expresa que en la poesía de Oribe: “la inteligencia canta y la emoción se hace pensamiento”. Allí está contenida la fórmula para evaluar su creación poética. Oribe procuró y logró establecer una difícil conjunción: por un lado, la emoción, elemento intrínseco del género lírico tradicional, por otro, el intelecto, elemento esencial del trabajo ensayístico. Poeta y ensayista procuran el ensamble, el delicado y fino ajuste de dos elementos básicos que, hasta la moderna poética del siglo XX solían permanecer separados. Emoción e Inteligencia unidas. Clave de acceso a la poesía de Emilio Oribe. A la luz de esa “puesta al día” con la modernidad no parece casual que, durante alguno de sus viajes a Europa, conociera directamente a Paul Valéry. Sabemos de la influencia de Mallarmé y su proyección hacia una poética moderna; Valéry fue principal difusor del concepto de poesía pura que incidió en poetas como Jorge Guillén. Desde el romanticismo la moderna poesía venía transformándose de modo que al llegar el Siglo XX con el corolario de las corrientes europeas de vanguardia a principios de siglo se van definiendo nuevas concepciones poéticas. No es posible olvidar aquí que la propuesta imagista anglosajona a través de Ezra Pound y luego T. S. Eliot forjaron, como hemos visto en ensayos anteriores, una poética trazada sobre la unión de emoción e intelecto, de la cual la sólida obra de ambos da cuenta. Asimismo, pensemos en los escritores hispanoamericanos que, absorbida la savia vanguardista o, por lo menos, conocida y estudiada, hicieron de la interrelación entre la Creación y la Crítica un nuevo marco de escritura en el cauce de la modernidad. Figuras como Octavio Paz y Jorge Luis Borges, por ejemplo -no por casualidad ambos presentes en Europa en el momento de surgimiento vanguardista- conjugaron, en esplendente escritura, dicha dicotomía. Emilio Oribe, hombre de cultura y receptor atento, permaneció incisivo, alerta a las transformaciones que se procesaban con impulso vertiginoso. Las decantó adecuadamente para filtrarlas en el crisol de su tendencia clásica.
La Poética de Oribe se inscribe en el ámbito de Valéry -a quien Oribe admiraba-, Guillén o T. S. Eliot. Llambías de Acevedo, en el Prólogo de Poética y Plástica señala:
Oribe medita y canta a la vez, entre perplejidades, enigmas,
interrogantes y zozobras. Su espíritu no escapa al fluir
incesante de la vida, a la angustia de la existencia. Si ha
revelado la fascinación que sobre él han tenido poetas como
Mallarmé, Valéry, Milosz, Eliot y otros, no es sólo por la casi perfecta arquitectura que ornamenta sus poemas, sino por su “belleza adherente”, es decir, poemas que ofrecerán declive o entrada a los enigmas y a los problemas del hombre eterno, desenmascarados y sufridos por el hombre de hoy. Resplandecen líricamente a pesar de las marcas filosóficas que los impregnan.
La Poética de Emilio Oribe se aproximó, particularmente, a caminos elegidos por Valéry y Jorge Guillén, caminos transitados por conceptos afines y donde la poesía pura significaba el norte del caminante. Como en la poesía de Guillén hay en Oribe una poesía que une la imagen y la idea. Poesía Pura -había dicho Paul Valéry- es “lo que permanece en el poema, después de haber eliminado todo lo que no es poesía”. Es el despojamiento en la expresión poética de todo elemento extraño y, fundamentalmente, de lo personal. En el poema La Rosa del Sabio,I del libro El canto del cuadrante (1938), Oribe escribe:
¡Qué bien sé yo una pensante fuente oscura,
carne del mito, número impasible!
Ella es la poesía pura.
Una rosa inteligible
entre la Música
y la Arquitectura.
Y más adelante, en el mismo poema, IV:
La poesía pura
en la última rama del tiempo,
rosa intacta, perdura.
El símbolo de la Rosa que augura el Pensamiento la Inteligencia, la Música y la Arquitectura del Lenguaje. Es aquella “formulación matemática”, pitagórica, que el crítico Hugo Friedrich veía en la poesía de la modernidad.1 Pero ésta es una fórmula que canta:
¡Qué bien sé yo una pensante frente oscura!
Tras ella, la poesía pura
Una rosa solamente
Nada más que un tiempo inteligente
entre la Música
y la Arquitectura.
poema citado, VII
En algún momento de este mismo poema, ciertos versos suyos revelan la afinidad poética teórica que lo acerca a autores como Guillén y Borges. Así, por ejemplo, en el poema V:
En transparencia de números y nombres
dejan ver el gran misterio universal
donde parecen conjugarse la transparencia que es revelación y epifanía (Guillén) con la idea y cifra del enigma que es la búsqueda eterna y el misterio del Aleph borgeano (Borges). No es casual que, en los tres poetas, se labre una Poética de la Inteligencia. Hay cercanías y afinidades. Hay poemas de Oribe dedicados a los otros dos poetas. Aún más, hay caracteres compartidos de una Poética común: el Intelecto rector, el dominio lingüístico, la perfección formal, el tratamiento estilístico de los motivos líricos, utilización de imágenes afines, una semántica metafísica. Habría de realizarse un cotejo entre la poesía de estos autores para iluminar específicamente las cercanías y las distancias.
En otra instancia, en el mismo libro, -un libro rico y capital en la obra lírica de Oribe- hay un poema titulado El rey de la otra cumbre. En él, el autor escogía un motivo lírico que, desde los lejanos tiempos del romanticismo alemán fue transformándose y renaciendo; en el siglo XX fue recogido por el expresionismo y luego desarrollado por la poesía hispanoamericana actual. Es el tema, típicamente alemán y, más exactamente, anglosajón, del denominado desdoblamiento del yo. Se conecta con el tema del doble, se conecta con el tema de la identidad del ser. Lo hallamos como motivo lírico en varios poetas, por ejemplo, en los poemas La calle y Los pasos en esta calle, ambos de Octavio Paz. En la poesía de Emilio Oribe, lo que para otros poetas es un juego efectista, adquiere la profunda trascendencia de una inquisición existencial:
Entre mi yo
y mi cuerpo
un abismo
....................
Y me veo ir
hacia fuera de mí.
No se ha reparado suficientemente en esta modernidad que exhibe la poesía de Emilio Oribe. Por la misma época de composición de sus poemas Fernando Pessoa, en Portugal, concebía poemas cercanos y tanto que sería difícil discernir si los versos arriba presentados pudieran pertenecer a uno u otro poeta. Probablemente no se conocían, a pesar de los frecuentes viajes a Europa, lo cual habla de un “espíritu moderno” que se propagaba por todo el orbe y al que no eran insensibles los poetas de diversas latitudes. Fragmentos de los poemas de Oribe revelan que el poeta no fue ajeno a las transformaciones vanguardistas ni a las búsquedas e innovaciones de la modernidad. Imágenes y metáforas que no desdeñaría ningún cultor ultraísta se deslizan, con frecuencia, en poemas oribianos. No debe olvidarse la incidencia que Borges tuvo en la introducción rioplatense del Ultraísmo y no resulta extraño hallar en la poesía uruguaya de la época imágenes y metáforas, símiles y aliteraciones, que en Oribe pueden ser instantáneas fugaces mostrando otra faceta creadora en su producción lírica. En el poema El mar en el astro, del mismo libro que nos ocupa, poema dedicado a quien fuera uno de los principales divulgadores de las vanguardias, el crítico Guillermo de Torre, se leen estos versos:
Abrillanta
estelas y estolas
y es su boca si canta
conflictual serpentario de las olas
La plasticidad de ciertas imágenes, la imaginación en algunas metáforas, nos retrotraen al estilo ultraísta o creacionista. De múltiple uso en la poesía americana, el juego de aliteraciones ha sido uno de los recursos más frecuentados en lengua castellana. En el poema V de La serpiente y el tiempo leemos:
Rey con tal hambre el hombre va a la hembra!
La aliteración se une a la música de la palabra, a la sugestión rítmica y geométrica del lenguaje, el melos de la Idea. En La lámpara que anda (1944) inicia Oribe la escritura del primer poema con estos versos:
La lámpara
que anda
por la onda
del mar
y con sus nimbos
me circunda,
argumenta a esta frente vagabunda,
pidiéndole a mi canto
que responda.
Lo precedentemente expuesto acrecienta la amplitud estética operando una expansión en la Poética de Emilio Oribe. Nos hace reflexionar que el autor era sensible a los cambios y permanencias de la poesía universal, que el autor era receptivo para acompasar las transformaciones formales con los puntuales contenidos universales y humanos. Una recorrida mesurada por la poesía de Emilio Oribe nos revela un receptor atento a las corrientes y movimientos en los distintos estadios de su creación poética. Desde sus primeros libros de la década de los años 10: El nardo del ánfora (1915), El castillo interior (1917), El halconero astral (1919), marcados por el aura modernista y las cercanías de Julio Herrera y Reissig o Leopoldo Lugones, evolucionando hacia nuevas formas y contenidos en los libros de la década de los fermentales años 20: El nunca usado mar (1922), La colina del pájaro rojo (1925), hacia la conformación de una poesía de densidad conceptual y firme despliegue intelectual donde la amplitud del universo filosófico se integra y ensambla ajustadamente con la intuición creadora afinando y afirmando, con sensibilidad e inteligencia, las nuevas concepciones teóricas que irían definiendo su Poética: la poesía pura, el Simbolismo, las herencias de Mallarmé, de Valéry. Así en los libros de la década de los años 30: La transfiguración de lo corpóreo (1930), El canto del cuadrante (1938), se encuentran algunos de los más finos, sutiles, antológicos poemas de Oribe. Por los años 40, el poeta afirma su madurez creadora con La lámpara que anda (1944), y La esfera del canto (1948), hasta alcanzar su cima en la culminación que significa su Ars Magna (1959). Ha transcurrido medio siglo de poesía y de poéticas: el simbolismo, el modernismo, la poesía pura, las vanguardias. Más allá de las formas, más allá de las corrientes, Emilio Oribe elabora y sustenta una semántica consistente, firme, que persiste en el Tiempo porque está trazada sobre los elementos sustanciales que hacen al enigma eterno del hombre y del Universo: reflexión filosófica, apreciación permanente de lo clásico, intenso espiritualismo que se vuelve misticismo profundo, lenguaje interior de los objetos, música de la naturaleza que es arquitectura poética del Universo. Las estructuras clásicas greco-latinas se aprecian en el hondo sentido de la belleza, el orden armónico del Ideal, los conceptos generadores, vitales y expansivos de Platón, de Plotino, la constitución de la Estética, la matemática del lenguaje y el trazo geométrico de la palabra, el mito y el logos, el ethos y el ejercicio simbólico como “clave de verdades eternas”. La materia filosófica toda es el centro nuclear de la Poética de Emilio Oribe hasta el punto que es imposible analizar en profundidad su poesía sin remitirse a un riguroso examen de sus ideas filosóficas y estéticas. Allí la “tentativa de posesión extrema de una idea metafísica por medio de la lírica” como define el propio Oribe.
Por un lado, la modernidad de Emilio Oribe lo aproxima a algunos de los poetas más relevantes de la poesía universal en el siglo XX. Por otro, la personalidad, la singularidad poética, lo hacen único e intransferible en el contexto de las letras americanas. Puede compartir preocupaciones metafísicas con Borges, perfecciones formales y sutiles incisiones con Guillén, enriquecer la maginería plástica y musical de los vanguardistas y ser, a la vez, un creador lúcido que sabe, como Hölderlin o Rilke, que el pensamiento es luz y la luz es poesía, que por arterias subterráneas fluyen las ideas y el Ser del poeta es un “testimonio interrogante” en el Universo, o que la trama del lenguaje apenas revela la ardiente inquisición sin respuesta.
Sería justo reclamar que la obra de Oribe ocupe su lugar relevante en el concierto de la poesía hispanoamericana, pues su trascendencia va más allá de eventuales similitudes y aproximaciones con otros poetas que han recibido una confirmación universal. Aún no se ha convertido en conocimiento cabal y admiración plena ni la estatura filosófica ni la dimensión poética de Emilio Oribe. Su obra no solo significa uno de los momentos más altos en la historia -todavía por escribir- de la poesía uruguaya sino que se encuentra a la par con algunos destacados autores hispanoamericanos. Y su poesía, que llamaríamos esencial, para sintetizar, de alguna manera, un vasto universo poético que se enriquece permanentemente en imágenes reveladoras donde la Idea, el enigma del Ser, el Uno y el Universo, la Belleza, la Identidad, el Misticismo, se trasuntan en armonía de lenguaje. Poesía esencial, honda reflexión, a las que se ajustan las palabras de John Keats, que el propio Oribe recoge en uno de sus libros, expresivas del seguro tributo a su memoria:
A thing of beauty is a joy for ever
(Un objeto hermoso es una alegría eterna).
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