JOSÉ ABAD ASCURRA
Nació en Jaén, Cajamarca, PERÚ el 9 de septiembre de 1979. Licenciado en Educación, especialidad de Lengua y Literatura, por la Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo” de Lambayeque. Ganador de algunos concursos literarios. Ha publicado el poemario “Absolución de la noche” (2007). Ha ganado el Botón de Oro del concurso de poesía realizado por el Círculo de Estudios Lingüísticos y Literarios Luis Hernán Ramírez, en el 2002. Es un miembro destacado del grupo literario lambayecano “Signos”.
GRUPO LITERARIO SIGNOS
TEXTOS DEL POEMARIO COLECTIVO “DEMOLICIÓN DE LOS REINOS”
JOSÉ ABAD ASCURRA
De LOS ÚLTIMOS DÍAS DE CAÍN
6
Sobre un muro de piedras
mi cuerpo fue expuesto a las aves de rapiña.
Mis ojos, aún abiertos,
veían en las nubes extravagantes formas de piedad.
Pero no en las miradas de los hombres
que escupían sobre mí,
ni en el corazón de las mujeres
que maldecían mi existencia.
Mucho tiempo pasé en la intemperie
sin que mi cuerpo se corrompa.
En noches de luna la gente hacía fiestas paganas
y bebían hasta quedar dormidos
bajo ese cielo que me ignoraba.
Ningún perro se acercó a devorar mis entrañas.
Ningún niño me alcanzó agua cuando la sed crecía
hasta ahogarme. Maldije la profecía
que ahora se cumplía implacable.
Poco después, cuando sobre mí erigieron una estatua,
en el rojo resplandor del horizonte impío
vi crecer una bandera.
Aún tuve fuerza para ver la sangre de los sacrílegos.
Oh, demonios, oh ángeles perversos.
Su justicia divina había tardado,
pero al fin llegaba a redimirme.
8
Esa vida de la que hablan en el infierno,
entre sí los muertos, los alucinados, los absurdos,
los orgullosos sonámbulos disputando con sangre
una certeza alucinante.
Leopoldo María Panero
Fantasma, tú que conoces el silencio de la sombra y también
su música mortuoria, ven a decirme si mi canto puede batir
las alas de sus cuerpos inertes. Ven a contarme sus largas
pesadillas y sus deseos frustrados por la luz. Háblales de
mí a los desposeídos porque he llegado a redimirlos de la
infamia. Tú, que has escuchado, indolente, el llanto sideral
de sus vástagos. Tú, que has permanecido de pie ante el viejo
escarnio del poder, condúceme a través de ese largo pasadizo
que me lleva a tu reino, para que yo pueda vivir en carne
propia ese dolor, que solo a ti, fantasma, te pertenece.
9
Miro en el espejo mi rostro envejecido por la lengua
áspera del tiempo. Mis ojos gastados, mis pupilas
opacas donde danza la sombra. Miro mi frente
surcada de recuerdos inclementes, mi cabello
encanecido, mi cuerpo inútil y arrugado, mis costillas
sedientas de tierra y de cemento. Miro mis manos
torpes, mis uñas carcomidas, roídas hasta sangrar en
noches blancas. Miro mis piernas que apenas me sostienen,
Y mi ombligo exangüe donde habita la
lujuria. Miro estas paredes donde envejecen arañas
que tejen las memorias de los muertos que no
vuelven. Miro con pavor, con ternura, a este hombre
que no sabe que mira con ternura, sus últimos días de
Caín, su último vuelo de insecto, de pequeño mortal
Inmortalizado por el hallazgo fatal de vivir, por la
burla de Dios que me mira con desprecio, y que no
sabe que también lo odio y lo desprecio con la
compasión del hombre que se va, mientras el Dios, el
siempre Dios, se queda solo en esta tierra de muertos.
12
La oscuridad ha crecido hasta ser parte de mi cuerpo
y en mi caparazón han nacido musgos.
Mi alimento es el recuerdo.
Pero este alimento cotidiano ha convertido
mis entrañas en peces muertos.
Todo cuanto tocaron mis manos fue un inútil tintero
para un poema jamás escrito.
Anhelé desesperadamente toda forma de muerte,
pero el ángel de rostro blanco despreciaba mi fuga.
Habitando ciudades sombrías,
he buscado un puerto donde dejar caer mis alas torpes.
No he logrado pactar ninguna tregua.
No he logrado saciar a los demonios
que me consumen diariamente.
Ah, si tan solo la determinación de abrir la puerta bastara.
DEL LIBRO de José Abad Ascurra: Absolución de la noche
Confidencias
El ojo que te espía esta noche
agazapado tras la puerta
es la muerte:
La gélida mano blanca,
la guadaña cortadora de sueños,
la devoradora de imágenes.
Vedla ahí, sonriendo entre dientes,
fingiendo compasión por tu existencia;
humillándote con su silencio de enigma.
La horrenda muerte que no sospecha
que también a ella
otro ojo la espía.
Hallazgo
En esta impenetrable hora
donde los ojos,
cansados, desobedecen la rutina
de vivir;
en esta desdichada hora
en que recuerdo tu boca
llenándome de sueños que no fueron;
la hora funeral y terrestre
que he temido por siempre;
descubro que mi vida
es una novela
que alguien escribió para olvidar
que también le escribían.
Artificios
Es tarde para intentar dormir:
El sueño está despierto.
Es tarde para empezar el mundo:
Dios ha muerto.
Y el hombre cree que está vivo.
Ángel nocturno
Fantasma del aire.
Constante transformación de cuerpos
en espadas
y de bocas en sangre.
Lenta disolución del pecado
en alas ciegas.
Más allá de todo tiempo
tu luz persiste aferrada a la noche,
muerde la carne blanda de la existencia
que no retienen las campanas.
Otorgas un perverso recreo
a la soledad que te alimenta.
Ángel de la ceguera. Puerta
donde escapar a otra muerte más lenta.
¿A QUÉ JUEGAS?
Fiesta
A Cesarina Vásquez Torres.
Tiene razón la estatua
para seguir durmiendo.
El mundo cansa
y duele entre los ojos
la certeza.
Qué viva el sueño
y la nocturna
caricia de la luna,
que pone en nuestro párpados
polvo y olvido.
Resistencia
Unidos por la constante lucha
de no rozar las piedras que duermen
siglos de violencia y sangre inmóvil.
Atados secretamente por el agua
y su continuo lenguaje.
Sumergidos hasta desaparecer
en una sola carne que desconocemos;
subterráneos,
usando máscaras alegres;
afrontamos el último ritual
que nos permite la muerte.
Proverbios
Ha volado el caballo hacia el vértigo de la tarde.
Los días eran siniestros relojes
adaptados al olvido.
En la calle la muerte controlaba los semáforos,
invadía las casas
con su nombre abominable.
Cada ciudad perece bajo su turbia historia.
El final del hombre es un fracaso patético.
Murieron para siempre
las estatuas en los parques.
¡Cuántas horas postergadas sólo para decepcionarnos!
Sí, todo final es terrible. Juntamos
vileza en las arrugas,
repulsión en la misericordia
de nuestras pérfidas rodillas.
Nos vamos lentamente, como aferrados al aire.
La tierra se encarga de esconder nuestros hedores.
Ha volado el caballo hacia la vertiginosa lascivia.
El placer mata cuando refrenamos su impulso.
No nos vamos del todo. Nos hemos multiplicado
absurdamente
como odiosas raíces en los confines del mundo.
¿Y para qué tanto recelo, tanto murmullo,
tanta oración vespertina?
El deseo abotaga los sentidos
y maldecimos la carne.
Comenzamos antropófagos, políticos,
clericales.
Terminamos oscuros, malolientes,
dispuestos a esperar.
Presagio
Ha llegado el día esperado.
Los objetos tiemblan arrastrados
por una inquietud vibrante.
Despojados de falsos rencores
los cuerpos vuelven a unirse amorfamente
en la sombra.
Es el temor al final lo que nos consume.
Es el temor de saberse profanados
lo que nos alienta a destruirnos.
Por eso siempre estamos dispuestos a beber
del vértigo
el último sorbo de incuria que nos impulse.
Nada. Nada detiene esta sed de aniquilarnos,
esta sumisión a la terrible
voluntad de lo pétreo.
Tal es la asfixia que ciega nuestras manos
que no podemos rebelarnos al presagio.
Formas
Absuelves el día pagano de los muertos,
el soberbio silencio de sus bocas,
el calendario indescifrable de sus sueños blancos.
Todo lo cubres con tu sed mortal
como una ola de fuego.
En ti sucumben las fortalezas
y se derrite el tiempo.
Sólo ríos van ciñéndose a tu forma,
a la apatía de tus noches de donde huyen los fantasmas.
Sordidez y muerte se desarrolla en tu sueño
invulnerable, en tu espejo
donde quedó atrapada la máscara y la risa.
Ya no saldré nunca de tu voluntad irredimible
de construir celdas alrededor de mi celda.
Afuera la luz estricta delimita las sombras,
le da orillas a los sueños.
Vence el perfil turbado de la noche
que tarda en volver.
Tu aliento de metal hiere a cada momento
las ventanas y las puertas.
Tu luz es una epidemia y nada escapa
a su lengua lasciva y sucia.
Hay luna pero los niños no conocen
los secretos de los cuentos.
Continuas formas se disgregan en tu forma.
Laberinto feroz de donde Nadie escapa siempre.
Ni el tedio vence tu salvaje locura de perderte
en la sombra. De sujetarte a los días que no vuelven.
No hay olvido.
No conoce tu lenguaje otro secreto
que la muerte incorruptible de los cuerpos.
Lo demás, es horas transcurridas mirándose en el agua.
Jauría
Hoy me levanté de mi cuerpo
y caminé hasta la orilla.
Abajo,
el abismo resplandecía dulce
y la música era una invitación
al suicidio.
Temí que el tiempo bastardo
aniquilara este momento.
Lejos, en una ciudad de fantasmas
y monstruos
los perros aullaban mi nombre.
Estaba solo.
No había jaula ni colores.
Sólo la noche inmensa
y los perros famélicos
bebiendo mi sangre.
Muralla
Se ha ocultado la palabra en tu garganta.
La silenciosa bastarda.
Ya no sale a trepar los muslos impávidos
del mundo.
Dónde quedó tu risa, tu perdición,
tu santa obscenidad?
Eran palabras, solamente palabras
las que estallaban en las sienes hambrientas.
De qué me acusas hoy,
traidora inmarcesible?
De qué me acusa tu ciega devoción,
a los finales sin memoria?
Ya no eran palabras cuando volviste.
Ya no bastaba nombrar las cosas
para vaciarlas de la inercia.
Estabas tú, esfinge irresoluta,
parada en plena noche,
vigilándome,
odiándome tercamente para saciar tu amor
incontenible.
Estabas tú, amurallada
de palabras y preguntas.
Fuga
Un ruido…
De pronto abrió el mar
toda su puerta.
Apareciste tú,
espuma incoercible.
Desnuda
y con las alas de cuervo
recortadas.
Sólo un día duró tu falsa mansedumbre.
Te crecieron las alas
cuando empezaba a enjaularte.
Revelaciones
I
No inventes otro vuelo.
Estás destinado a arrastrarte en el polvo
y envidiar
las alas de las moscas.
II
Nos espera otra caverna detrás de los párpados.
Despertar es descubrir que no había luz.
III
La incertidumbre fue un largo simulacro
para seguir buscando,
para continuar hurgándonos los ojos
y los sueños.
Nos manipularon burdamente cada instante.
Nunca salimos de la oscuridad del primer reino.
Ritual
A Blanca Varela
Diana agoniza entre las sábanas
donde la araña del sueño teje su memoria.
Mira su cuerpo desnudo en el espejo
y se esconde en la demencia.
¿Qué oscuros rituales desencadenan
los objetos perdidos?
Diana ignora los presagios.
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