Muin Basisu
Nació en 1927 en Gaza. En 1948, tras la implantación del Estado de Israel, se vio obligado a marcharse de Palestina, eligiendo primero El Cairo como lugar de residencia y luego Bagdad. Comunista convencido, pagó con al menos seis años de cárcel su intensa actividad política, sin renunciar jamás a sus ideas. Tras una peregrinación desde mediados de los años sesenta por diversas ciudades: El Cairo, Beirut, Damasco, Moscú... se estableció en Beirut a comienzos de los años setenta, participando activamente en la actividad cultural y política de la ciudad hasta la invasión israelí del Líbano en 1982. Posteriormente vivió en Túnez, Alemania y Londres, donde falleció súbitamente en 1984.
Considerado como uno de los principales poetas palestinos, recibió en 1981 el premio literario Lotus, concedido por la Unión de escritores afro-asiáticos.
Su poesía refleja de forma rotunda su tragedia personal y la de su pueblo, y a la vez se identifica con cualquier tipo de tragedia humana, ya sea del pasado o del presente.
Entre sus obras poéticas, destacan: Palestina en el corazón (1960), Los árboles mueren de pie (1963), He venido para llamarte por tu nombre (1968), Poemas en los cristales de las ventanas (1970), Los últimos corsarios son pájaros (1973), Ahora, toma mi cuerpo cual saco de arena (1976).
TRES MUROS PARA LA SALA DE TORTURA
Al alba
Yo resistiré...
Mientras haya en el muro una página en blanco
y no se derritan los dedos de mi mano.
Aquí, alguien pulsa
un mensaje a través del muro.
Nuestros hilos se han convertido en nuestras venas,
las venas de estos muros.
Toda nuestra sangre se derrama
en las venas de estos muros...
Un mensaje a través del muro:
Ellos han cerrado una celda,
han matado a un prisionero,
han abierto otra celda
y han llevado a un prisionero...
A mediodía
Ellos me han puesto delante el papel,
me han puesto delante el lápiz,
me han puesto en la mano la llave de mi casa.
El papel que han querido manchar
ha dicho: ¡Resiste!
El lápiz cuya frente han querido mancillar en el barro
ha dicho: ¡Resiste!
La llave de la casa ha dicho:
En nombre de cada piedra
de tu humilde casa ¡Resiste!
Un golpe en el muro
es el mensaje de una mano rota
que dice: ¡Resiste!
Y la lluvia cae
golpeando el techo de la sala de tortura.
Cada gota grita: ¡Resiste!
Al ponerse el sol
Nadie está conmigo,
nadie oye la voz de este hombre,
nadie lo ve.
Cada noche, cuando los muros
y las puertas se cierran...
él sale de mis heridas sangrantes
y camina por mi celda.
Soy yo.
Es como yo.
Le veo de niño
y con veinte años.
Es mi único consuelo,
mi único amor.
Es la carta que escribo cada noche
y el sello para el amplio mundo
y el pequeño país.
Esta noche lo he visto
saliendo de mis heridas
sombrío, torturado, triste,
caminando en silencio, sin decir
nada, como si dijera:
No me volverás a ver si confiesas,
si escribes...
LA ROSA Y EL PÁJARO
El pájaro ha jugado
a su gran juego.
Ha creado la rosa, le ha dado
forma en seis días
y el séptimo día se ha dormido.
El pájaro se ha cansado de crear,
de dar forma, y se ha dormido.
El pájaro se ha dormido
y la rosa gira sin cesar
en torno al pájaro...
¡Despierta, pájaro!
Que la rosa se tambalea
y está a punto de caer en un pozo
llamado jarrón de flores.
¡Despierta, pájaro!
Por tu plumaje reptan las polillas
y un batallón de hormigas concentrado en
tus alas está a punto de arrancártelas.
¡Oh, pájaro!
La rosa se tambalea, se tambalea, se tambalea,
está a punto de caer, pájaro.
Despierta, pájaro.
Despierta, pájaro.
Despierta, pájaro.
ENCUENTRO CON UN HOMBRE
CUYO NOMBRE ERA ÉL
Él: ¿Qué noticias hay en la tierra?
- Perdón, la tierra gira y Egipto
También gira, pero...
Él: Pero ¿qué?
No entierres secretos en tu pecho.
- ¿ Subo el volumen de la radio?
Él: No. Aquí estás seguro.
Di lo que quieras.
- Estás a punto de convertirte en un mito.
Él: Eso no me alegra en absoluto.
Quien haga de mí un mito, me reniega.
No soy una imagen en el muro.
A Egipto le basta con las tres pirámides,
no tiene necesidad de una cuarta.
Prefiero ser ventana en una casa
a ser estatua en una calle.
- Y tu mausoleo...
Él (interrumpiendo):
Eso es lo que me empieza a preocupar
porque rechazo que se convierta en la lámpara de Aladino
que frote el impedido
o el pájaro ruc que se cuelga con las alas
a falta de manos.
Yo no soy una puerta
que se abre con un eslogan
y se cierra con otro eslogan.
Quien me cuelga en el ojal de su abrigo
o me momifica en su boca
no cree en mí.
Yo no soy un muro que cura al leproso
y al sarnoso si lo tocan.
No tengo nada que ver con eso.
¿Hay algo más?
- Temo que te conviertas en algo
sobrehumano.
Él: Cuando Dios ama a un ángel,
le convierte en un hombre.
- Tu muerte nos ha sorprendido.
Era el sufrimiento de la vida.
Él: No. Era la revolución, “otro julio”,
la revolución del hombre contra el mito.
(Telón)
A UNA TURISTA
Perdón, señora. Ha venido cuando
Las manos de los poetas han sido cortadas.
¿Qué hay para vender en el Este?
Nosotros hemos vendido a una turista vieja
que ha llegado antes
la tumba de Saladino
y la ciudad de Hittin.
Hemos vendido los jardines de Babel,
las flores y capullos en los mercados del mundo,
hemos vendido los dedos y los anillos.
No nos queda más que las pirámides,
¡y qué pesadas son sus piedras!
La esfinge está herida,
morirá si no abandona esta tierra,
si no se quita de su frente el cuchillo.
Perdón, señora. Hemos vendido el último ataúd,
hemos arrojado al río el último tintero
y hemos degollado al último gallo que cantaba.
No nos queda más que Dios,
que corre cual gacela verde perseguida por
todos los perros de caza
y galopantes mentiras.
Le perseguiremos. Cazaremos a Dios para usted.
Los que vendieron al poeta, señora,
venderán también a Dios
YO, TÚ, ÉL
En su vocabulario no había árboles
ni flores...
En su vocabulario no había pájaros.
Sólo sabía lo que le habían enseñado:
matar a los pájaros,
y mató a los pájaros,
odiar a la luna,
y odió a la luna,
tener un corazón de piedra,
y tuvo un corazón de piedra,
a gritar: “¡Viva lo que sea!”
“¡Abajo lo que sea!”
“¡Muera lo que sea!”.
En su vocabulario no había árboles,
en su vocabulario no había
tú ni yo
porque él debía matarnos
a ti y a mí.
Sólo sabía lo que
le habían enseñado:
matarnos a ti y a mí.
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