miércoles, 15 de septiembre de 2010

IRENE GRUSS [1.102]


Irene Gruss

Nació en Buenos Aires (Argentina) en 1950.

Publicó La luz en la ventana (Ed. El escarabajo de oro, 1982); El mundo incompleto ( Ed. Libros de Tierra Firme, 1987); La calma (Ed. Libros de Tierra Firme, 1991); Sobre el asma (edición de la autora, 1995); Solo de contralto (Ed. Galerna, 1998); En el brillo de uno en el vidrio de uno (Ed. La Bohemia, 2000); La dicha (Ed. bajo la luna, 2004), todos ellos, género poesía, y la nouvelle Una letra familiar (Ed. bajo la luna, 2007). En 2008, la editorial bajo la luna publicó La mitad de la verdad, su obra poética reunida (1982-2007). La pared (ediciones Nudista, Córdoba, Argentina, 2012); Música amable al fin (ediciones mágicas naranjas, 2012); Notas para una tanza (gog y magog, 2012).

Es autora de la antología POETAS ARGENTINAS (1940-1960), Ediciones Del Dock, 2006.

Coordina talleres de escritura desde 1986.
Edita los blogs elmundoincompleto.blogspot.com y 
lamitadelaverdad.blogspot.com 

En 2008, se publicó "La mitad de la verdad", su obra reunida.




De La luz en la ventana (1982)


Dice el viento

El viento me habla
me dice "yo susurro yo te golpeo
pero allá, en la ciudad
alguien está esperando para golpearte
y para amarte como un susurro.
Yo voy a darte la charla de los pájaros
de los amigos
(el mar también suele ser un susurro)
pero allá, en la ciudad
alguien está esperando para hablarte
y callarse.
Yo muevo los árboles, los días, te golpeo,
pero allá, en la ciudad
alguien está esperando para que llegues
y el viento se termine".


La muerte está en casa

La muerte está en casa.
Nos movemos como pedazos descosidos
y ya nadie pregunta qué ha pasado,
qué nos hace mirarnos sin queja.
El cuerpo vacío de la muerte
entró y se desvistió en casa,
a pesar del sol,
a pesar de los nacimientos,
a pesar de los llamados alegres.
Y nadie de nosotros le
pregunta hasta cuándo,
nadie de nosotros la golpea,
nadie vuelve a vestir a la muerte.



Una tarde

El sol está
como una mancha en el vestido de la muerta
Nadie se atreve a desnudarla
Nadie dice nada del escalofrío morado
de la casualidad absurda

sobre el mar, esta tarde.



De El mundo incompleto (1987)



Fue una fiesta

Es difícil escribir un paraíso cuando todas las indicaciones superficiales hacen pensar que debe escribirse el Apocalipsis.
Ezra Pound


Ya no.
Despreocuparse
en medio de plena guerra, cuando
todo era diversión, y pasión,
y era guerra.
Entretenidas anécdotas entre Picasso y
sus mujeres; Gertrude Stein
manejando una camioneta de la
Cruz Roja Internacional, en el paisaje
del frente.
Eluard haciendo el amor en medio de
la guerra: "¿Qué íbamos a hacer? ".
Ya no. El amor ahora apenas
sostiene,
apenas descubre,
salva,
corrobora conclusiones, situaciones
tontas.



Después del apocalipsis

Poema de ficción

El Apocalipsis ya pasó.
Ahora puedo sentarme en la cama
y ubicar mis pies en cada pantufla.
Puedo ir ahora a la cocina,
y suspirar, en el trayecto.
Ya pasó. Acabó
el Diluvio, sin lluvia.
Empieza a hacer frío, y

ahora el frío resulta acogedor.
Ya pasó todo, ya terminó todo.
Se puede respirar
-antes también podía respirar-,
y reír, reír,
con cierta
risa.



De La calma (1991)



La ficción

Creo en lo que dicen las palabras,
no en lo que son.
Por eso
me miento a mí misma.


Era la tarde y la hora

                                                 Esteban Echeverría

A la hora de palabras patéticas
me tiento de risa; es nervioso, es nervioso
dice la madre
y yo le creo.
La desesperación, el
desespero,
él es un desesperado: -Ay, es cierto
y me tiento:
son palabras patéticas.
"La falta de mística", es fatal que
"todo sea cultura", las aceitunas
vos y yo: es patético,
el sonido,
¡quién tuviera un oboe!
Arder, "Vas a arder":
es cierto.
Era la hora en que mi vida sexual pagó
¿por qué no?
consecuencias
lúgubres. Las palabras
huelgan:
¿Qué voy a hacer ahora?

Y a la hora de hechos patéticos,
a la hora de una falta de hechos
no puedo reír
no me acurruco, no me cubro
ni siquiera muero:
escucho el viento
y aplasto terribles,
tiernas mariposas que
(hablo de palabras vagas, cuasipatéticas)
seducen el aire
a respirar:
es cierto, preciso el aire.
Vuelan
coloridas
y duran -ay de mí, ¿es que la rima es débil, así
de mortecina?-
una noche de gusanos, las palabras vagas,
y solamente un día.



Fin de estación

Como una ciega me puse a oler los maremotos
como una ciega que tiene sed
quiere agua, quiere ver el agua. Como
un gigante aplastado
toqué el pasto
tanteé el suelo, como
una infeliz
deseché mi casa como una infeliz,
como un sabio desgajé una fruta y
como un adolescente tuve fe,
como un muerto tenía un único elemento.
*El último verso pertenece a Paul Eluard.




del libro "Sobre el asma" Ed. de la autora, 1995


En la ruta

Lo único que podría curarme 
o que al fin me sacara de este hospicio 
es subir a un auto de línea sport 
no muy confortable 
pero amplio 
que lo manejara 
un hombre pudiente 
potente 
y valeroso 
o sea temeroso de sí. 
Si él aceptara conducir hasta la ruta 
(odio el límite de la ciudad, 
ese bochorno de la pobreza salpicado por uno que otro

cardo o girasol), 
donde comienza la fila larga y azul del lino 
o los maizales, amarillos, 
si la antena de la radio funcionara 
yo podría quitarme este peso de encima 
podría mirar las cosas de forma diferente.

Sin que intervenga, sin presión de ningún tipo 
este hombre serio o 
sonriente 
me acariciaría suavemente la nuca 
de manera tal 
que mi pelo pajizo se convertiría en lacio 
mi nudo nervioso pasaría a 
relajarse, 
y podría mirarlo de frente, sonreírme yo también 
o al menos 
dibujar un nombre en la ventanilla 
sin problema, como si él no existiera. 
Entonces yo tomaría el volante 
y mientras él descansara 
(mirando fijamente la mano contraria) 
me pondría a cantar esas canciones de 
preguerra 
que tanto enloquecieron a la generación 
anterior. 
Sólo así podría dominar mi ira 
solamente así. 
Cuando el auto se haya alejado bastante 
y el calor sólo sea 
esa curiosidad 
por las mariposas estrellándose 
contra el motor, 
y el hombre a mi lado no se inmute 
ni se inmiscuya 
cuando la 
alegría 
sea lo único que me plazca.


XIII

Mi madre me acuna. Canta y 
el aire le sale 
por la boca. Inhalo 
por la herida, 
mi madre sabe 
de estas cosas: cierra su boca, 
esta forma cruel 
de respirar, guardar 
el alma


XIV

Si se me va 
el aire se me va 
el asma. Temo 
por la herida, por la boca temo. 
Si exhalara... 
Yo te di mi corazón. Si dieras el alma



XV

La luz de la mañana 
tiene dedos rosados. 
El inhalador sabe a menta. 
Plácido despertar donde la fatiga 
sucumbió por el sueño. 
El alma salía por la boca 
o por la herida. Salía el aire 
y la impresión 
era que el aire entraba. 
El sueño, madre, no cierres la puerta, 
las ventanas, oigo suave 
la partida, 
liviano, como 
un silbido 
el asma



Mientras tanto

Yo estuve lavando ropa 
mientras mucha gente 
desapareció 
no porque sí 
se escondió 
sufrió 
hubo golpes 
ahora no están 
no porque sí 
y mientras pasaban 
sirenas y disparos, ruido seco 
yo estuve lavando ropa, 
acunando, 
cantaba, 
y la persiana a oscuras.



El jardín

¿Estás cansada del viaje, Diana? 
¿Dejaste las valijas y te asomaste a ver el sol 
en tu jardín, fuiste allí 
rápidamente, pausadamente? 
¿Echaste una ojeada a las plantas 
o mirás cada una, sabiéndola, 
descubriéndola, cuidás 
tu jardín, hablás, cantás con 
la regadera en la mano? 
¿Estás cansada de vuelta del viaje, 
Diana? ¿Estás contenta? 
¿Alguien te acarició, jugó otra vez 
con tu melena de fénix, 
te besó los párpados 
como quien desea tocar 
una mirada así de azul, de gris 
según el tiempo? ¿Fuiste feliz, 
Diana? ¿Intenso y duro, el viaje? 
¿Acomodaste la cabeza en el asiento del avión?, 
¿descansaste? 
¿Estás repleta de memoria, de sentidos 
por el viaje, Diana? 
¿Comerías conmigo para contarme? 
¿Pasaste hambre en la estadía, 
Diana, pasaste hambre? 
¿Te embriagaste? ¿En algún momento 
llegaste a marearte por el viaje? 
¿En algún momento, sentiste 
esa nada en la boca 
del estómago, ahí donde dicen que 
está el alma? ¿Llenaste 
con qué esa nada, con la gente, 
con las cosas, tuviste 
necesidad? ¿Observaste 
la vida tranquila? ¿Así, como te veo 
ahora, calma 
y sabihonda? ¿Conociste 
la muerte en el viaje, 
Diana? ¿Te asustó, la asustaste? 
¿Trajiste fotos, postales, 
documentos?, ¿abrazaste a 
muchos, te abrazaron? 
¿Gozaste, tradujiste el amor 
loca de deseo? ¿Hablaste demasiado, callaste 
demasiado? ¿Por qué 
estás diciéndome 
que escribir es lo único 
que tenemos? ¿Estás 
cansada, es por eso, porque 
estás cansada del viaje? ¿Querés 
dormir, recostarte en un hombro, 
querés reír, llorar un 
poco? ¿Acaso el viaje mismo 
no te consuela, 
Diana? ¿No es como el tacto 
de otra mano, no lo es, verdad? 
¿Comerías conmigo para 
contarme? 
¿Ya floreció la rosa 
en tu jardín? ¿Es tan bella? 
¿Los pétalos reventaron 
plenos de vida, la vida es 
púrpura después de un viaje, 
Diana, 
es así? 




Del libro "Solo de contralto" , Ed. Galerna, 1998



Mientras tanto

Yo estuve lavando ropa
mientras mucha gente
desapareció
no porque sí
se escondió
sufrió
hubo golpes
y
ahora no están
no porque sí
y mientras pasaban
sirenas y disparos, ruido seco
yo estuve lavando ropa,
acunando,
cantaba,
y la persiana a oscuras.


*

Conté con los dedos de mi mano
las veces que tuve, no las que amé.
Las yemas de los dedos
se quedaron mirándome, las líneas
de la mano rieron (¿amé
lo que tuve? ¿Quise decir
quiero un poco
de esto o de aquello,
gané, perdí semejante
generosidad?).
Ahora que me aferro
a lo que tengo -como a un poco
de nada-,
veo líneas que una burla desecha,
y lenta, tiernamente abro
el puño, dejo caer
la arena, vuelvo a tomarla.


Antiars poética II

La alegoría está en el bambú,
no en la palabra.
Paula Grandío

Esa playa en el río.
El río estaba muerto.
La playa vivía gracias a
los juncos que estaban a un costado.
Los juncos eran la alegoría del paisaje.
Un poeta chino lo supo
y no lo escribió.


V.W.

Amplios bolsillos para guardar
las piedras de la orilla.
El lago estremecía,
las burbujas eran luciérnagas
sobre el lago opaco.
Tanta belleza, más que fascinarla,
fue insoportable.
Avanzó
y murió ahogada,
lúcida y envuelta
en una terrible jaqueca, la última,
decididamente insoportable.



El tono

Mi voz dice lo que no quiero decir,
mi voz tiene otro tono,
lo que quiero decir no lo dice,
dice otra cosa.
Lo que no digo a veces lo dice mi voz
o el silencio, el mío, lo dice pero
no se entiende. Mi voz larga
un ruido grave, un
comentario gutural, casi sin voz.
Mi voz no escucha lo que digo.
Yo escucho a mi voz decir
otra cosa.
Lo que no digo no puede oírse, y eso
es lógico. Cuando mi voz lo dice
a veces, el tono suena
desligado de mí, el sonido, el tono
es otro.
Lo que quiero decir no se escucha. Mi voz no habla,
semeja un tono
cansado de sí, del otro tono que no dice
más que un comentario, grave, baja
mi voz
cada vez que escucho, sordo el sonido
de lo que digo a veces
en un hilo casi
al otro casi,
una sola
vez que diga
lo que no quiero, mi voz,
oír.


Algo, algo acontecerá

De hecho, esperan enormes cambios en el último minuto.
Grace Paley
Siempre veían a sus pares
en el cine, en una plaza.
Corrían y se angustiaban por cualquier cosa,
si algo iba bien o algo iba mal,
se retorcían y se angustiaban igual.
El sufrimiento pasaba de largo a medida
que los días también pasaban, y la alegría
era ese momento
cuando escuchaban, sin querer, a algún chico
que cantaba sin saber lo que cantaba.
Ah, ahí se largaban a reír, tentadas,
contoneando el cuerpo.
Creían otra vez en la vida como
si antes ésta hubiera sido una fea películ, vieja,
en blanco y negro.
Tarde,
solían estirar la nuca hacia atrás, para 
ver las estrellas
y la noche, que era azul. Soñaban
antes de dormirse, y cuando se dormían,
algunas soñaban y otras no.
Hoy en día arreglan sus casas, caminan
y caminan por la ciudad,
y después del trabajo vuelven
(el teléfono en su lugar, la desazón, la blusa donde
estaba),
crispadas, solas, cansadas.
Cuando se enamoran tienen un temor súbito
que les hace preguntarse hasta cuándo durará
este día dorado,
y cuando pasa el temor
o el amor, no dejan de dar cuenta
que la vida siempre fue,
debería ser en colores,
como cuando estiran la cabeza hacia atrás
y se asombran mirando el cielo.
Entonces, ya en la calma, se ponen a canturrear
tamborileando: algo, algo acontecerá.




del libro "En el brillo de uno, en el vidrio de uno", (2000)

          
Pocas veces el ojo
es honesto consigo mismo.
Precisa la ficción
como el aire la boca.
El sueño ve
cosas que el ojo
ni imagina.
La honestidad no se reduce
a abrir
o cerrar
los ojos.
Parpadear debería ser constante.

El ciego descubre que le han mentido.
La luz no estaba aquí, el color no era éste.
Lo supo por desilusión
y olfato. Ahora 
dice que ve. Y tampoco es cierto. 

   
Miopía

No ve
lo pequeñas que son las cosas.
Delirio de grandeza
en la mirada.

       
Astigmatismo

Fuera de foco.
No es neblina.
Tiniebla no es.
Arbol superpuesto al bosque,
memoria borroneada, superpuesta
sobre sí misma.
Espejismo: lo que se ve
es ambiguo, tiniebla y
luz: pareciera que 
Dios no ha separado nada.




De La dicha (2004)

Cada uno es rojo a su manera

Cada uno es rojo a su manera.
Como esas palmeras del Edén
tan verdes, tan rojas fueron.
Yo estuve allí, pasé vociferando
¡he aquí!, la luz del mediodía.
Estuve allí, allí pasé la noche,
ese rojo evaporándose, desvaneciéndose,
de tan intenso fue, tan intenso tuve.
¡He aquí! El pájaro se asombra
de que lo miremos picotear asombrados;
todavía es un pájaro rojo.


Yo estuve a la orilla de un río

Somos parecidos a esos sapos 
que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, 
doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo. 
René Char


Yo estuve a la orilla de un río
blanco, yo vi un río blanco desde mi ojo
terriblemente azul
por la mirilla de un arbusto, 
no la alcantarilla.
Palpé los ganglios de ese río, latían
como laten los sapos de René Char,
afortunados.
Desde ese ojo vi que mi sombra bailaba
mientras yo observaba quieta
la orilla, la de un río blanco. Estuve
como puede estar cualquiera, de paso,
de rodillas, así miré, toqué una arena abandonada,
blanca como un río que vi desde la orilla.
Nunca digan que poseo una voz
particular, nunca mi garganta plagió tanto
el borde de ese río.
Yo estuve a orillas de un río
blanco como arena abandonada, arena tibia,
danzaba y mi sombra
miraba el horizonte, buscaba un rumbo,
islas perdidas buscaba, a orillas de un río
blanco, de agua blanca.
Esa agua latía como un ganglio,
deseosa,
arropada en un andar tranquilo, 
y dejaba en la orilla sólo arena,
una arena blanca,
abandonada.


Silencio

Es aquí un misterio natural,
aquí donde el silencio es mago,
mi señor. Lo único que cruje es el pasto.
El amor resuena
como un verso antiguo.
Resuena menos que el silencio
y más que los grillos.
Nadie ocupará su lugar, su silla.
Canta conmigo como yo,
con la boca cerrada. Tranquilo como yo despierta
y pone a mover las cosas,
a que hagan su ruido. El silencio sabe
por qué calla; hace decir y calla.
Misterio natural a la hora dorada.



De Poemas irresueltos (2008)

Porque las hojas e ese arbolito brillan todavía,
imagino, allá, lejos, el bosque encantado de verano.
Hasta apuraría la noche, a
que el bicherío inunde todo de música amable al fin,
canto que se ríe de lo grave del mar, allá, a pocos pasos,
como el pobre se ríe,
como las chicharras y los sapos se ríen del mar, allá, lejos,
cuando es verano todavía.



De La pared (2012)

VI

Mira a tu alrededor,
pareciera que dice la pared.
¿No los ves?, cada uno ensimismado
o, por el contrario, el Yo con tal de ser
por fin abierto.





"La mitad de la verdad- Obra poética reunida 1982/2007", de Irene Gruss, Editorial Bajo la Luna.2008


Jinetes del apocalipsis

No hay lugar para la huida, ángel
del deseo.
Ellos, que dicen que son fantasmas,
siguen haciendo malas artes,
influyen, lo hacen bien,
estorban la huida, ángel
del deseo. Me corrompen.
Adonde fuera, el sol o la lluvia
me perseguirían como un testigo;
adonde me quedara,
ellos,
que dicen que son fantasmas,
mandarían cartas anónimas, desapasionadas
o donde la pasión
ocupa un lugar antiguo, de pacotilla.
Ahora, dicen,
el cielo se resquebraja tanto como
el suelo,
la gente lee libros trágicos,
sueña con llanuras que parecen desiertos.
Ahora, dicen, todo ha terminado.
Y yo quería un lugar,
un toque
de infancia,
una frase verdadera.


GRAVEDAD

Te das cuenta de cómo pesa el amor
cómo cae sobre algún hombro
el tuyo, el mío
y el peso de la despedida y
la caída del dolor
que no tiene cuerpo.



SEÑALES

Un día
vamos a despertar
y a mirar la mañana
como algo benigno.
El sol
entrará con un calor transparente
y el desperazarnos
bajo el sol
va a ser una buena señal.



EL AMOR ABSURDO

Nos faltaban hechos.
Ni hacíamos el amor ni nos acomodábamos
a tomar café.
No organizamos ningún campamento a
las Islas Canarias, y
en Puerto Madryn
ni nos reconocimos; los únicos testigos de esto
fueron los cormoranes. Bichos feos de por sí,
los cormoranes saltaban
gritaban
nuestra falta de hechos.
Amantes insólitos,
nunca nos reunimos, ni por casualidad,
a oler la lluvia, ni a agitar las banderas
ni a cerrar las ventanas
ni a inventar, ni siquiera
inventar
algo cierto.



MUTATIS MUTANDI

Por favor no sufran más
me cansa,
dejen de respirar así,
como si no hubiera aire
dejen el lodo, el impermeable,
y el vocabulario,
me cansa,
la mujer
deje de tener pérdida ese chorro sufriente,
los padres dejen el oficio de morir,
el daiquiri o el arpón
en el anca, y aquel perfume matinal,
la Malasia,
y el Cristo
solo como un perro,
y al amor como
un fuego fatuo,
y a la muerte,
déjenla en paz,
me cansa,
(¿algo ha muerto en mí?:
tanto mejor).
Así que,
valerosos,
amantes,
antiguos,
huérfanos maternales que acurrucaron
al mundo
después
de la guerra,
dejen el rictus,
oigan
y despídanse, por una vez,
sin grandeza.



ZONA

No escuches. Tus hijos lloran
pero no escuches. Por
un momento
no creas más que en
lo apacible y
bueno
de estar sola,
todo quieto y
sola.


GRACIA

El perfil de mis dedos
está manchado de pelar papas, batatas,
de nicotina y
de limón,
de polvo de azuleno,
todo cubierto y de perfil, por
tinta,
todo imborrable
y tinta.


FUGAZ

No ensucies este momento
alguien me canta al oído
me dice la palabra siempre.




Texto para la presentación de Humo, de Irene Gruss (Casa América)

Humo es una recopilación de los mejores poemas de Gruss, una obra muy íntima en la que el lector se adentra en la personalidad de la autora a través de los versos libres, que sugieren coherencia y unidad.

HUMO // Irene Gruss // Colección eme, Ediciones La Palma, Madrid, 2015 // 120 páginas

por Nuria Ruiz de Viñaspre

Hablar de Irene Gruss es difícil. Es todo un reto. Porque la poesía de Gruss es inabarcable, es una poesía difícil de clasificar, de nombrar, de meterla en alguna nomenclatura o corriente literaria. Hay una especie de resistencia invisible que la hace inclasificable…

Y es que, si Virginia Woolf disponía de aquella habitación propia en la que poder revelar y desvelar un pensamiento feminista en relación con la literatura, y donde se preguntaba en los primeros párrafos qué necesitaba una mujer para escribir, Irene Gruss tiene una voz propia dentro de esa habitación propia en la que también se encuentra. Es la habitación de su mente, una mente independiente y socialmente Gruss. O como diría Margaret Atwood, soy como una habitación en la que una vez ocurrieron cosas... Esa es y no otra la habitación de Gruss, y es una habitación, por cierto, donde convive la ironía (Irene es una gran irónica en todos sus libros), la realidad, la pasión, la tristeza, la tragedia, la alegría, la risa, la crudeza, la metafísica, en definitiva, la dialéctica con ella misma.

Humo es una antología de antologías, y aun así siempre será La mitad de la verdad, ya que toda antología nunca es un todo, sino la mitad de un todo, la mitad de la verdad (título por cierto que da nombre a uno de sus libros).

Y es que, en Gruss, llama la atención la estructura ósea de algunos de sus títulos: La mitad de la verdad, El mundo incompleto…  Es como si en ella todo fuera, pero siempre junto a su contrario, o lo que es lo mismo, como si nada existiera en su totalidad. Como si nada fuera absoluto y no hubiera unidad. Es como si se moviera en un mundo en el que todo está desfragmentado, partido a la mitad, la verdad… que está dividida en dos mitades…. el mundo… que siempre nos parecerá incompleto. Tanto es así que una no deja de preguntarse si en Irene existe esa tendencia a la desfragmentación… si le gusta jugar con las palabras al escribir, como si fueran dados de la suerte… cambiándolas de lugar, haciendo malabarismos verbales.

Y siguiendo esta senda de títulos, ya en aquella primera publicación de Humo en Argentina, Liliana Díaz Mindurry se preguntaba en unos apuntes sobre esto “¿por qué humo? ¿Acaso era un libro producto de la combustión? ¿Metáfora de la asfixia (ya esbozada en Sobre el asma) del peligro, de la soberbia, de lo vano, del enojo, de la desaparición, de la calidez del hogar, de la sensualidad del acto de fumar?”. O quizá fuera porque es una antología reducida por la propia Irene, condensada, como se condensa el humo hasta alcanzar su aroma; de ese mismo modo en que condensa poemas de diferentes libros, en un solo libro.

Creo que es importante reseñar que la obra de Gruss tiene una presencia personalísima en la poesía argentina de los 80 y 90, que tiene un registro intimista despiadado, que es bella y a veces brutal…, y aquí me viene aquella sentencia que Emily Coleman le decía a su amiga Djuna Barnes: das belleza al horror, ese es tu mejor talento. Y es que, por lo menos para mí, Gruss es un oxímoron, ya que la concibo cerca de esa belleza trágica, la belleza despiadada o aquella causa efecto de Coleman a Barnes de dar belleza al horror.

Menciono someramente algunos temas que considero relevantes en la poética de Gruss y en particular de este libro. Uno de ellos es el tratamiento de la cotidianeidad. Considero que la cotidianeidad en la poeta es clave en su poesía. Es su realidad más absoluta. Ella la tamiza con tal destreza que hace de su obra un diario de acciones, pasiones y pesares, en el que se percibe la presencia fundamental de esto que digo, lo cotidiano, lo prosaico de sus días.

Esto es perfectamente cotejable en muchos de sus poemas. En ellos se ve con qué destreza Irene poetiza sobre la cotidianeidad, o sobre actos tan diurnos o cotidianos como lavar la ropa. Y es que  cualquier acto que lleve implícita la palabra ropa, conlleva una imagen que nos viaja de golpe a la vida doméstica, a lo cotidiano, a la representación perfecta del espacio doméstico: tender la ropa, planchar la ropa, lavar la ropa… Al fin y al cabo la ropa es esa carcasa en la que nos metemos a diario y con lo que hacemos vida. Curioso que en esta antología es una palabra que magistralmente se repite casi una veintena de veces.

Hay una cita de Ezra Pound con la que Gruss antecede un poema titulado “Fue una fiesta” (no está en esta antología pero es interesante reseñarlo) que dice: Es difícil escribir un paraíso / cuando todas las indicaciones / superficiales hacen pensar que debe escribirse el Apocalipsis, mientras que el rezo diario de Gruss, su vida más prosaica pero a la vez más poética, allá donde Irene pone en la misma balanza la realidad más cruda con la cotidianeidad, podría ser este otro verso que sí está incluido en este libro y que por supuesto responde al apocalíptico verso de Pound: Yo estuve lavando ropa / mientras mucha gente / desapareció / no porque sí / se escondió /sufrió / hubo golpes…

Aquí está –como digo– el paisaje apocalíptico que vio Pound, respondido por Gruss y donde la poeta aborda el dolor y la tragedia mundial desde el dolor personal, individualizado, centralizado en un solo cuerpo, su cuerpo, un cuerpo que está encerrado en una habitación de planchar o de lavar ropa. Y por otro lado, el acto del lavado no deja de ser una purga, lavar a mano la ropa para la poeta se me antoja como la acción de lavar a mano las palabras.

Otro dato característico en el perfil Gruss son las disciplinas artísticas de las que a veces parte el poema. Las artes en general. Las otras artes. La música, por ejemplo. Cuántas veces caemos en la certeza de que la música es una disciplina necesaria en el desempeño de la labor poética, bueno, en el desempeño de cualquier labor. Sé que Irene inició estudios de música y aunque posteriormente la cambió por la escritura, al final todo es lo mismo, con blogs bautizados con nombres como Casta Diva o El mundo incompleto, o poemas titulados “Solo de contralto” o “Sostenido”, la autora deja constancia de este amor por la música, que por cierto está patente en toda su poesía.

Igualmente, leyéndola, una se percata de las muchas alusiones que hace al cine. Me pregunto si parte de fotogramas de películas o fragmentos de ópera y otras músicas para desarrollar lo que será el poema (aquí podría entrar esa tendencia a la des-fragmentación de la que hablaba antes, partir de fragmentos de algo para la construcción del poema). También me pregunto si esto fuera así, qué primero, ¿qué llevó a qué?, ¿el propio poema a las artes o esas mismas artes te llevan al poema?

En definitiva, en la poesía de Gruss no hay distracción posible. La poeta lanza un anzuelo cargado de palabras y sale a pescar lectores tras lavar y tender la ropa.

El tono es otro tema muy importante en Gruss. Mirta Rosenberg ya nos habla magistralmente de ello en la contratapa del libro y nos dice:

De entrada, Gruss nos mete en su casa: en su cuerpo, en su yo poético, en su tercera persona que de todas maneras es siempre primera  y donde nos quedaremos hasta el final del libro. Los poemas compuestos en verso libre, libérrimo, sugieren tanta coherencia y unidad como si fueran perfectas formas cerradas, pero personales. Es la respiración Gruss, el énfasis Gruss, el encabalgamiento Gruss, puestos al servicio de (en sagrado matrimonio con) sus objetos. Condensada desde el primer libro, enemiga de la dilatación, de la dilación, la sintaxis poética se va haciendo cada vez más compleja, dada a la repetición enfática y exitosa, a citas de poemas anteriores, de ideas anteriores que ahora se desdicen pero nunca del todo, porque Gruss sabe qué hacer con la ironía tanto como con la emoción.

Un tono que va cambiando dependiendo del libro que leas…  ella utiliza el tono adecuado para cada propuesta poética…

Alicia Genovese, por ejemplo también vio en Gruss ese tono en La doble voz, una voz que según ella expresaba en un mismo gesto el silencio y las palabras, la interioridad femenina y el discurso que se revelaba.

Y en palabras de Gruss el tono de Gruss sonaría así (le pido que nos lea este fragmento de poema…  y digo fragmento por aquello de nuevo de la mitad del todo):

Mi voz dice lo que no quiero decir, mi voz tiene otro tono, lo que quiero decir no lo dice, dice otra cosa. Lo que no digo a veces lo dice mi voz o el silencio, el mío, lo dice pero no se entiende. Mi voz larga un ruido grave, un comentario gutural, casi sin voz. Mi voz no escucha lo que digo. Yo escucho a mi voz decir otra cosa. Lo que no digo no puede oírse, y eso es lógico. Cuando mi voz lo dice a veces, el tono suena desligado de mí, el sonido, el tono es otro. Lo que quiero decir no se escucha. Mi voz no habla, semeja un tono cansado de sí, del otro tono que no dice más que un comentario, grave, baja mi voz cada vez que escucho, sordo el sonido de lo que digo a veces en un hilo casi al otro casi, una sola vez que diga lo que no quiero, mi voz, oír. …

Y es que para Irene, la palabra se vuelve espacio, se vuelve lugar: “Estoy lejos de la palabra“, a veces la palabra es acción: “las palabras / cambian las cosas //”, y otras veces, ficción: “Creo en lo que dicen las palabras, / no en lo que son. Por eso / me miento a mí misma” .

Y luego está el lenguaje, que en Gruss se vuelve un ser, como diría Maurice M. Ponty, el lenguaje, antes que un objeto, es un ser… o como mantendría Lispector, cuando decía…. lo que se escribe no es para leer sino para ser. Ese es para mí el latido Gruss.

Nuria Ruiz de Viñaspre

Casa de América,  Madrid, España, 10 de marzo 2015.


POEMA

El sol cosquillea en mi nuca.
Estoy lavando de espaldas
 al sol
y de repente
sonrío
porque el sol cosquillea en mi nuca.



PAVESIANA

Estoy desnuda.
Quieta y desnuda.
No soy un pájaro sino
este cuerpo.
A veces la desnudez trae el pavor.
A veces el pavor no trae nada.
Yo quisiera poder caminar desnuda
y disolverme.



LA FICCIÓN

Creo en lo que dicen las palabras,
no en lo que son.
Por eso
me miento a mí misma



TATUAJE

“No uses pincel de cerda,
ni pelo de conejo; procura lo más suave:
bigote de ratón o cabello de niño.”
Severo Sarduy

Enemistada con la vida
que ofrecía tanto,
vaciada,
dispuesta a reír,
a dar algo
hube de hacer las cosas
trastocando
girando un escalpelo
mojado en tinta hube
de limar
punzar
un dibujo
expresionista.
Si la espalda fuera más condescendiente,
si mi enojo con la vida
fuera más liviano... por qué hube
de elegir un estilo
tan antiguo, un dibujo
tan dolido y
raro.




De SOBRE EL ASMA

(Edición de la autora, 1995)

 “Poderes celestes, yo tenía un alma para el
dolor;
dadme otra para la felicidad.”

J.J. Rousseau


“(...)
no supo que no era luz hecha metal lo que le escarbó
la boca
sino pura psijé escupida en un gorgoriteo
con forma de hálito o de pájaro
o
en caso de que haya sido por la herida
no pudo saber que fue psijé y no sangre
(...).”

Gladys Rosemberg



I

La realidad es que el aire no sale
pero la impresión
es que el aire
no entra, ¿el alma,
el asma de quién?
no abras la puerta,
las ventanas, la realidad, la
enfermedad es el alma, el asma, el aire
que no sale
(pero la impresión...) ahoga


II

Si el aire sale por mi boca
se me escapa
el alma. Si se me va
el alma por la boca, muero
madre, pero si
el aire queda, también muero,
ayudame a,
preciso
alma, aire


III

Nadie entrega
el alma así como así. Yo te di mi corazón
y me quedé
con el alma. El asma
es el alma que no sale, el aire
que no respiro,
49
yo te di mi corazón,
pero el alma, el asma,
el aire queda adentro, fatiga
lo que no te di
ahoga lo que tengo
y no sale,
y si sale, muero
sin alma




Irene Gruss (CABA), Entre la pena y la nada, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2015.


Autorretrato

Ah, si pudiera recostarme,
ser así, la mosquita muerta que inclina su cuello, lánguida;
si borrara el rictus de una Callas desahuciada, Magnani en
batón, así me veo,
dulces musas de la debilidad, dónde estáis, denme la brisa,
dénmela,
no la ventolina a orillas del mar, siempre a orillas del
mar, ay me,
mandolina y no viola da gamba,
quién me miraría si él observa el culo
de la que pasa, ay me, cuántas uñas delicadas habrán
rasguñado el hombro, la nuez,
su espalda, oh, su espalda, y engalanar lo que no tengo,
un aspecto sutil, ese gesto de no haber sufrido hambre,
menos ansia
de saber, una sor Juana cortejada por virreyes y virreinas, la
suavidad
del papiro, y el vientre sin estrías, ay me,
si hubiese usado aquel pote, si no supiera que el tiempo no
es el Teatro No,
máscara que cubre el savoir faire y otras minucias, oh,
gatitas, si pudiera lagrimear,
las he visto contonearse sinuosas hacia mi objeto incólume,
han conseguido lo que apenas logré encaramar, robar, gozar
como Dios manda, ah, Dios, si estuvieras aquí, mándame
un rayo, algún fulgor,
esa luz que oculta la vejez, la insensatez,
y vuélveme buena, modosa, bella y paciente,
Ingrid en Casablanca, un lirio en flor, el sonido
de la música.



Torcés la anécdota

Se trata de aliviar el lado suficiente de las cosas,
mirar hacia otro lado. Él llama a esa insulsa y a vos te dice
cortala, vos intentás disipar la niebla escuchando a los 
pájaros.
Ese árbol, allá, un lado de tu cabeza te pide
hacé un objeto estético,
decís después, más tarde, cuando la bruma pase
como la de la mañana temprano;
O cuando te vas y tus hijos preguntan, preocupados,
¿hablaste con alguien?; les mentís amablemente,
torcés la anécdota.
Lees a una chica moderna, escribe con violencia, como si la
molieran
a palos o tuviera un dolor de encías insoportable. ¿Para qué
esto?,
¿lo ves? Descifrás, abrís esa caja donde el aire cabe
y exhalás, tranquila.
El mar no ruge, no brama ni aúlla, no tiene furia ni
es sereno o plateado o verde o azul;
es más pequeño que Dios.
Lo que me importa ahora es disipar la niebla.



Efectos especiales

Alguien ya lo debe haber anotado:
grúa por encima de ciudades futuras, Blade Runner
sobre Blade Runner, pósters del Japón, ruinas
y el disfraz: colorete y bombín, caduco,
fuego más humo de contraste para dar textura: aguas viejas,
plurales,
el individuo en relación con...
Muertos apilados ya no, desintegrados.
El horror, Conrad, ya no, literatura pasada por goteo endovenoso
se desliza el dedo por la pantalla como un efecto, especial,
peces de colores y abedules en gris ya no: la tierra
para el que la trabaja ya no; la explotación del hombre por
ya no: corporaciones vs volverán las golondrinas ya no,
es Brad Pit que envejece como un simple botón; nombres
particulares, polvo
al polvo, nada a durar, replicantes del mundo, uníos;
escribir en la piedra en la pantalla con un dedo grande
en el aire "¡viban los compañeros!", era un efecto especial, se corría
el sentido de la palabra lavidapor, nuncamás, decían los
bienaventurados, perritos de ceniza,
las alas del deseo, la quimera, la función,
y ahora baja la grúa,
y un paneo lejos, lejos, puntos como estrellas ya idas,
burbujas stardust,
Rosebud.

Nota: se usan y/o parafrasean citas pertenecientes a César Vallejo, Francisco Madariaga, Philp Dick, Peter Handke, Orson Welles.



Entre la pena y la nada

Habría que nacer riendo a carcajadas
como hilo de fe, como costumbre.
Pero amor y dolor es lo que expulsa.

Curioso, la gana del llanto primero,
"que grite, que llore, que respire de una vez",
y el alivio, así. Curioso, la palmada en la nalga.

Y luego chupar, prenderse, y el hambre: la necesidad.

Saciados o no, a dormir
se ha dicho.

La mañana y la noche,
asombro por lo que hace la luz con uno.

Y el despertar y el moverse;
crecer, dormir.

El cielo es otro mundo. La calle
es otro mundo. El otro
es otro.

La risa llega después. Como
alegría o canto.

La burla llega después, y
es puro rictus, pura alegoría.

Hay dicha entre la pena y la nada,
entre el sonido y la furia, la duda, el estertor.

Gracia y piedad. Sí,
como reír a carcajadas.









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