Francisco Ruiz Udiel
Francisco Ruiz Udiel (Estelí, Nicaragua, 1977 † Managua, Nicaragua 31 de diciembre de 2010) fue un poeta, periodista, editor de libros y revistas, y promotor cultural de Nicaragua.
Francisco Ruiz Udiel nació en la ciudad de Estelí en 1977, comenzó su vida literaria bajo la tutela de la escritora esteliana Claribel Alegría. Con el poemario "Alguien me ve llorar en un sueño" ganó el Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven (2005). Sus poemas se publicaron en diferentes antologías. En representación de Nicaragua asistió a encuentros y festivales de poesía en el exterior. Tanto poetas y críticos literarios internacionales como nacionales fijaron su mirada en la poesía de este autor (Jorge Boccanera, Waldo Leyva, Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal), otros como Julio Ortega que lo consideró el "heredero de la poética latinoamericana" y el francés Norbert-Bertrand Barbe dijo de el que "de todos los nuevos poetas de Nicaragua, Udiel es sin duda uno de los que tiene mayor voz propia".
Se desempeñó como editor de la revista Carátula, jefe de redacción de la revista El Hilo Azul y colaboró en el diario El Nuevo Diario (Sección Variedades), colaborador del diario digital de izquierda Confidencial Digital; además colaboró como relacionista público del Centro Nicaragüense de Escritores. Fue miembro del Red Nicaragüense de Escritores y Escritoras, Red Internacional de Editores y Proyectos Alternativos y Pen Internacional por el capítulo de Nicaragua.
Legado literario
El legado literario de Francisco, no está conformado por poemarios densos como otros escritores de su tiempo ya que solo pudo publicar tres poemarios; en cambio, está distribuido en la publicación de sus poemas en memorables antologías de los mejores poetas latinoamericanos. Otra manera de dirigir su causa literaria entre los nicaragüenses fue con la creación de la revista Literatosis (frase acuñada por el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, en referencia a los jóvenes que descubren su pasión por las letras y comienzan un arduo proceso de lectura). Su deseo porque la literatura llegara a todos lo llevó a la creación de la editorial Leteo ediciones, con el apoyo de su incondicional amigo Ulises Juárez Polanco. Este proyecto de Udiel tenía como objetivo la publicación y distribución gratuita de literatura. Uno de los escritores jóvenes que tomó en cuenta la herencia de Udiel fue el escritor Hanzel Lacayo quien en el 2011 publicó su poemario "Hasta el fin" y lo distribuyó gratuitamente en sus presentaciones.
El legado de Francisco lo expresaron sus amigos más allegados y conocidos durante sus funerales en entrevistas realizadas por los diarios nacionales. Ulises Huete expresaba que Francisco, es una persona importante porque dejó marcas concretas en la cultura nicaragüense por sus méritos como poeta, por su trabajo en Leteo Ediciones, desde donde contribuyó a proyectar a escritores jóvenes, y por la calidad de su trabajo como divulgador cultural.
Entrevista a El Nuevo Diario
En su deseo de dar a conocer la literatura propia nicaragüense fundo el Encuentro Nacional del Día Mundial de la Poesía en Nicaragua, así mismo fue uno de los miembros fundadores del Festival Internacional de Poesía de Granada. Algunos de sus poemas han sido traducidos a idiomas como: sueco, francés, portugués e inglés.
Los temas de sus poemas están enfocados en los paradigmas y misterios de la muerte y la soledad, su obra más representativa con estos temas es el libro "Alguien me vio llorar en un sueño".
Premios
Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven (2005).
Festivales y encuentros a los que asistió[editar]
V Festival “La poesía tiene la palabra”, Casa de América (Madrid, España, 2005);
IV Festival Internacional de Poesía de El Salvador (San Salvador, 2005);
XXII Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba, 2007);
Fiesta Literaria de Porto de Galinhas, Estado de Pernambuco (Brasil, 2007);
XVIII Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2008)
IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (Villahermosa, México, 2008)
Festival Internacional de Poesía de Costa Rica (San José, Costa Rica, 2009)
Encuentro Iberoamericano de poetas en el Centro Histórico 2009: El vértigo de los Aires (México, 2009)
VII Festival Internacional de Poesía de Granada (España, 2010).
I-V Festival Internacional de Poesía de Granada
Muerte
Francisco Ruiz Udiel murió trágicamente la madrugada del 31 de diciembre del 2010, fue sepultado en el cementerio Sierras de Paz de Managua después de tres días de homenajes.
Publicaciones
Poemarios propios
Alguien me ve llorar en un sueño. (Managua 2005).
Retrato de poeta con joven errante. (Managua, 2005).
Memorias del Agua (Managua, 2011). Obra póstuma.
Obras coeditadas
Retrato de poeta con joven errante (Managua, 2005). Antología de poetas de su generación.
Memoria poética: Poetas, pequeños Dioses (Managua, 2006).
Sergio Ramírez: Perdón y olvido, Antología de cuentos (1960-2009), (Managua, 2009).
Claribel Alegría: Ars Poética (Managua, 2007).
Missael Duarte Somoza: Líricos instantes (Managua, 2007).
Víctor Ruiz: La vigilia perpetua (Managua, 2008).
Antología donde se publicaron sus poemas
La poesía del siglo XX en Nicaragua (2010)
Antología de poesía nicaragüense: Los hijos del minotauro (1950-2008). (2009).
Antología del IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (2008).
Antología del IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (México, 2008).
Revistas que publicaron sus poemas individuales
Karavan (Suecia, 2006)
Revista Oliverio (Argentina, 2005)
Revista Maga (Panamá, 2005)
Revista “Lichtunten” (Alemania, 2009)
Revista Nómada dirigida por Jorge Boccanera (Argentina, 2008)
Revista Prometeo (Medellín, Colombia, 2008)
Memoria poética del Encuentro “El vértigo de los aires”: Poesía Iberoamericana (México, 2009)
Memorias del I, II, III, IV y V Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua).
Trilces Trópicos, antología centroamericana (Barcelona, 2010).
Cada cuatro años nace una poeta suicida
A Sexton, Plath y Pizarnik
Nacidas en 1928, 1932 y 1936
Cada cuatro años la muerte
abre la llave del gas de una cocina,
se fuma un cigarrillo en el sofá y espera.
Otras veces enciende el motor de un automóvil
dentro del garaje
y canta Chair in the Sky,
un poco de jazz no despertará
a las muñecas recién maquilladas, piensa.
Cada cuatro años la muerte toma
anfetaminas para adelgazar,
pero se le pasa un poco la mano
y ya no despierta.
No se pone triste, ni alegre, ni neurótica, no.
pero cada cuatro años
la muerte amanece lúgubre
y observa la tarde roja
desde una ventana.
Alguien trata de invocarme, dice,
y cierra amargamente los ojos.
A mí me da pesar, no sé,
es como si ella quisiera decirnos
o contarnos algo desde su delgado rostro blanco,
como si estuviera cansada de estrangular mujeres.
Yo la conozco muy poco,
pero me consta aborrece
su funéreo oficio.
Últimamente la han visto respirar
cierto aire suicida.
Cada cuatro años a la muerte
se le irritan los ojos,
sabemos que ha llorado, lo sabemos,
pero callamos,
sabemos también que busca algún vientre
y como ella no tiene el privilegio
de la carne materna
aferra entonces sus fríos y delgados dedos
en el primer ombligo que encuentra.
Por eso cada cuatro años algunas niñas
ya vienen muertas.
Gesto desvanecido en esquina de una estación
Esta estación no será más una estación,
quedará únicamente mi gesto desvanecido
en el polvo de alguna ventana,
si acaso hay ventanas,
si acaso decido en las estaciones
desamparar algún gesto.
Esperaré junto a las cabinas telefónicas
a que las horas se desvanezcan azules
en mi cigarrillo encendido
de mirada triste e inclinada,
me verán apretar la mandíbula
para masticar, como las aves
que emigran de una tierra a otra,
cualquier bocado de aire
sin saber qué les espera.
El aire se ha vuelto amargo
y aún no sé en qué otras estaciones
abordará mi soledad otro cuerpo.
QUIERO MORIR EN UN POEMA
Quiero morir en un poema
y nunca levantarme,
dejarme caer en el cetro olvidado
del flanco de un pájaro
ser removido por el viento.
Nadie sabrá que he muerto,
me asfixiaré mil veces en el pulmón
que agoniza en tu pecho,
un cuerpo ahogado
cuando pases,
sin que lo sepas.
ALGUIEN ENTRA A LA MUERTE CON LOS OJOS ABIERTOS
Déjenme limpiar esta herida,
apesta mi cuerpo,
déjenme secar con mi vieja camisa de fuerza
las dúctiles paredes donde se rompen mis sueños.
Por favor, cuando yo parta,
no me cierren los ojos,
no me maquillen el rostro como un cadáver
que aparenta estar vivo,
no me disfracen con saco y corbata
pues la muerte no compra etiquetas,
no me vistan de honor, no lo necesito,
no me pongan mordazas en la boca
ni algodones en la nariz;
no me dejen sin sentidos.
Por favor, les ruego,
no me dejen ir con este peso
que me obliga a mirar hacia abajo.
Hay noches en que no quiero saber nada
Hay noches en que no quiero saber nada
ni oír nada,
y lo único que busco
es sentarme en la desamparada calle
y mirar a un perro,
que en su silencio sabe,
permanecer solo quiero,
y desea hablarme con sus ojos
-pero recuerda- y calla.
Esta noche recitaré
a un hombre que perdió su paz,
un poema para morir en paz.
En el momento en que pienso esto
una sombra se me sube
por el pecho y me acaricia
con sus manos la frente
-entonces callo-
Ni la noche, ni la calle, ni el perro
podrán apaciguar esta ausencia.
Poema para quedar inmune
Llevo una reja en mis dedos
una prisión de viento que te habla
tócame y seré libre
llevo dos ojos que se abren
grandes en la noche
y un abismo que separa
a mi cuerpo
de otro cuerpo
Cuatro millones de años
me encerraron
cuenco aire en un costado
y me devuelve al suelo
incluso la libertad aterra
en el último instante
No me reconozco
en una madrugada de traidores
en una hoja oxidada
por el olor de mis muertos
ni en la fría corteza
de los árboles que esperan
será que ya me acostumbré
a que me entierren en los ojos
una amarga tarde
y dos agujeros de cielo
¿Qué más puede herirme?
El mar se quedará ciego
A Pablo Hernández
Me hubieras gritado
para que reaccionara
para que tus manos fueran
una bomba de oxígeno
sobre mi pecho.
Me hubieras golpeado
en la parte más baja
de mi soledad.
Hubieras reclamado
mi mirada de niño
que nunca encontraste
pues un día arrojé
mi corazón sobre
los cadáveres de los pájaros
cuando supe que éstos
al presentir su muerte
le arrancaban los ojos a los peces.
Te hubieras atado
dentro de este árbol
que se secó
y cuyo fruto sólo comieron
las mujeres sin nombres
las que devoraron
el desprecio de la noche
y jugaron dados con su sexo.
Hubieras hecho tanto
Yo sé
pero de qué hubiera servido
mañana el mar se quedará
ciego para siempre.
Nada
Nada es una palabra
inventada por Dios
para escupir su desprecio.
Yo soy la palabra de Dios.
DEJA LA PUERTA ABIERTA
A Claribel Alegría
su Majestad
Deja la puerta abierta.
Que tus palabras entren
como un arco tejido por cipreses,
un poco más livianos
que la ineludible vida.
Lejos está el puerto
donde los barcos de ébano
reposan con tristeza.
Poco me importa llegar a ellos,
pues largo es el abrazo con la noche
y corta la esperanza con la tierra.
Donde quiera que vaya
el mar me arroja a cualquier parte,
otro amanecer donde la imaginación
ya no puede convertir el lodo
en vasijas para almacenar recuerdos.
Me canso, de despertar,
la luz me hiere cuando ver no quiero,
el viaje a Ítaca nada me ofrece.
Si hubiera al menos un poco de vino
para embriagar los días que nos quedan
embriagar los días que nos quedan
que nos quedan.
ALGUIEN MUERDE EN MI VOZ
Cuando la vi
abandonada en las cañerías,
mirando de un lado a otro,
con demencia de búhos,
con tetillas escurridas de traiciones
y con piernas enterradas en el fango,
supe entonces que buscaba ensayar su hambre en mi,
alimentarse de cualquier
trozo viviente que no estuviera
infestado de rabia.
Puso en los míos sus ojos,
intentó ladrar,
no pudo
entonces mi boca se quedó asestada,
ahogando el denso aire que respiran los ciegos
en el vacío.
Este es el último post de su blog, que data de septiembre de 2010. Lastimosamente premonitorio:
La muerte de Francisco
Por Francisco Ruiz Udiel
Cerca de la funeraria, de negro y con corbatín azul, uno de los mariachis estremece su trompeta de bolsillo; en ésta se refleja el rostro de un hombre que baila en forma de marea, tiene una cerveza en una mano, alza una fotografía en la otra. Lleva la mirada de los resignados.
Me acerco en silencio para preguntar con disimulo de quién se trataba, quién es el otro que ya no está.
Se llamaba Francisco, dice una niña. Veo hacia abajo para saber si aún conservo mi sombra, que no estoy muerto, pero el día está gris y me lo impide.
Recuerdo el método del fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson, quien se acercaba invisible hacia su objetivo y luego apretaba el botón de su cámara Leica. Decido practicarlo. Me dirijo hacia otro grupo de personas. De un automóvil sale una mujer y haciendo uso de la empatía comento que no hay detalle más hermoso que te recuerden con alegría. Asiente y empieza a hablar.
Se llamaba Francisco. Nació en Diriamba. Murió de cáncer de esófago. Tenía 64 años. Era furgonero en Estados Unidos. Lo van a cremar aquí. Vamos a dispersar sus cenizas en Los Ángeles y en Texas.
Pienso en cómo la vida de un hombre puede llegar a resumirse en pocas líneas. Minutos después llega un cercano de la familia con una corona de flores, una cinta púrpura muestra el nombre escrito con escarcha.
Me angustia ver. No quiero saber su nombre completo. Tampoco quiero ver la fotografía que alza quien añora la partida con la imagen en mano. Me alejo con el rostro de invierno hacia la tarde, con miedo, con la pequeñez de no saber quién soy.
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