Clive James
Fecha de nacimiento: 7 de octubre de 1939, Kogarah, Sídney, Australia
Clive James es un autor, crítico, radiodifusor, poeta, traductor y memorista australiano, conocido por su serie autobiográfica "Unreliable Memoirs", por sus programas de entrevistas y documentales en la televisión británica. Ha vivido y trabajado en el Reino Unido desde 1962.
Sentenced to Life, de Clive James
Clive James, Sentenced to Life (Londres: Picador, 2015). 60 páginas.
Parafraseando lo que dice otro personaje respecto a Lady Macbeth, Clive James se morirá uno de estos días. Como a todos, en algún momento, más pronto o más tarde. Nadie se libra de esa condena.
El título de este postrero libro de poemas es, obviamente, un juego de palabras, pero es también algo más que eso: una invitación a pensar en la vida como la inevitable condena a muerte que es. Sentenced to Life podría traducirse en su acepción más literal por ‘Condenado de por vida’, es decir, cadena perpetua. Pero la lectura reflexiva de estos poemas nos podría llevar a leer que el título es una velada referencia a la vida como una condena, una que hay que vivir. Y también morir.
James lleva varios años muriéndose, dicen los periódicos. Tan pronto supo que se le acababa el tiempo, emprendió una frenética carrera productiva para poder completar algunos de sus proyectos inacabados, como una traducción al inglés de la Divina Comedia que apareció en 2013 y que, según las reseñas que he podido leer, es muy buena. Pero también ha estado escribiendo poesía, el género en el que se inició como artista. Sentenced to Life es el resultado literario de estos últimos años.
Uno de los aspectos que más sorprenden de este libro de poemas es la envidiable facilidad que tiene Clive James para escribir poesía rimada. Con frecuencia, la rima puede ser una restricción brutal, que resulta en expresiones forzadas y poco felices. Aunque hay unos cuantos poemas no rimados en este libro, la mayoría de los poemas cuentan con rima. Algunos poemas demuestran un experto dominio de la técnica al tiempo que denotan un entusiasmo por mantenerse en una forma poética que es raro en la poesía contemporánea en lengua inglesa, tan propensa a la narración inane.
James combina con soltura el ingenio con el pathos. No busca despertar nuestra compasión por la muerte que le acecha, pues el tono predominante en la mayoría de estos poemas es el confesional, y es consciente de sus faltas:
“Sentenced to life, I sleep face-up as though/ Ice-bound, lest I should cough the night away,/ And when I walk the mile to town, I show/ The right technique for wading through deep clay./ A sad man, sorrier than he can say.” [Condenado de por vida, duermo boca arriba, como si estuviera atrapado en el hielo, para no pasar la noche tosiendo, y cuando camino hasta la ciudad, demuestro tener la técnica correcta para vadear lodos profundos. Un hombre triste, más arrepentido que lo que pueda expresar.]
Algunos de los poemas llevan al poeta a su Australia natal, a la que no podrá regresar vivo. En ‘Echo Point’ la referencia son las Montañas Azules al oeste de Sydney, pero el eco que oímos es el del espejo al que se enfrenta el poeta que sabe que va a morir:
“I am the echo of the man you knew./ Launched from the look-out to the other side/ Of this blue valley, my voice calls to you/ All on its own, and more direct than that./ My line of sweet talk you could not abide/ Came from the real man. It will all be gone –“ [Soy el eco del hombre que conociste. Arrojado desde el mirador al otro lado de este valle, mi voz te llama en soledad, y aun más directa. Mi verso zalamero que no podías soportar venía del hombre auténtico. Todo ello desaparecerá.]
Del mismo modo que algunos de los poemas de Sentenced to Life dejan huella, otros pueden pasar desapercibidos. La respuesta a la poesía es siempre subjetiva y personal. ‘Japanese Maple’, aparecido en The New Yorker, se convirtió casi de forma instantánea en un éxito. Personalmente, en cambio, es ‘Star System’ (que también apareció en The New Yorker) el que me ha calado muy hondo, y del que traduzco la segunda estrofa:
Hubo un tiempo en el que algunos de nuestros jóvenes
pisaron pesadamente la luna y vieron el amanecer de la Tierra,
tan imponente como el del Sol. Desde entonces los años
los han envejecido. De vez en cuando, alguien se muere.
Es como un reloj, para los que vimos
los cohetes rumbo a Saturno ascendiendo como si
la humanidad tuviera energía que quemar. La ley
es diferente para un hombre. El tiempo es un precipicio
al que llegas en la oscuridad. Puede que caigas
con tanta facilidad como en un colchón de plumas,
pero es una triste despedida. Todo te encantó.
Sueñas que podrías guardarlo todo en la cabeza.
Mas los recuerdos, ¿dónde puedes llevártelos?
Míralos por última vez: Se terminan contigo.
Como yo, James no cree en la eternidad ni en la posibilidad metafísica de un alma trascendental. Asediado por la relativa inminencia de su muerte, extenuado por la enfermedad y el tratamiento, puede que sea un hombre decrecido físicamente (se describe a sí mismo en varios de los poemas como “espectro, ruina, eco, animal herido, ejército derrotado, sombra pálida, cáscara vacía”) pero es un poeta engrandecido por su visión estoica y valerosa de nuestra insignificancia en el universo, y el reconocimiento del valor del ser humano.
Creado por J.Salavert
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JAPANESE MAPLE
Your death, near now, is of an easy sort.
So slow a fading out brings no real pain.
Breath growing short
Is just uncomfortable. You feel the drain
Of energy, but thought and sight remain:
Enhanced, in fact. When did you ever see
So much sweet beauty as when fine rain falls
On that small tree
And saturates your brick back garden walls,
So many Amber Rooms and mirror halls?
Ever more lavish as the dusk descends
This glistening illuminates the air.
It never ends.
Whenever the rain comes it will be there,
Beyond my time, but now I take my share.
My daughter’s choice, the maple tree is new.
Come autumn and its leaves will turn to flame.
What I must do
Is live to see that. That will end the game
For me, though life continues all the same:
Filling the double doors to bathe my eyes,
A final flood of colors will live on
As my mind dies,
Burned by my vision of a world that shone
So brightly at the last, and then was gone.
Clive James’s new book, “Play All: A Bingewatcher’s Notebook,” will be published in August. More
Against Gregariousness
Facing the wind, the hovering stormy petrels
Tap-dance on the water.
They pluck the tuna hatchlings
As Pavlova, had she been in a tearing hurry,
Might once have picked up pearls
From a broken necklace.
Yellowfin drive the turbine of sardines
Up near the surface so the diving shearwaters
Can fly down through the bubbles and get at them.
Birds from above and big fish from below
Rip at the pack until it comes apart
Like Poland, with survivors in single figures.
The krill, as singletons almost not there
But en masse like a cloud of diamond dust
Against the sunlit flood of their ballroom ceiling,
Are scooped up by the basking shark’s dragline
Or sucked in through the whale’s drapes of baleen—
A galaxy absorbed into a boudoir
And nullified, a deep-space mass extinction
Watched only by the Hubble telescope.
Make your bones in a shark family if you can.
If not, be tricky to locate for sheer
Translucence, a slick blip that will become—
Beyond the daisycutter beaks and jaws—
A lobster fortified with jutting eaves
Of glazed tile, like the castle at Nagoya
Hoisted around by jacks and cranes, an awkward
Mouthful like a crushed car. That being done,
Crawl backwards down a hole and don’t come out.
A Perfect Market
Recite your lines aloud, Ronsard advised,
Or, even better, sing them. Common speech
Held all the rhythmic measures that he prized
In poetry. He had much more to teach,
But first he taught that. Several poets paid
Him heed. The odd one even made the grade,
Building a pretty castle on the beach.
But on the whole it’s useless to point out
That making the thing musical is part
Of pinning down what you are on about.
The voice leads to the craft, the craft to art:
All this is patent to the gifted few
Who know, before they can, what they must do
To make the mind a spokesman for the heart.
As for the million others, they are blessed:
This is their age. Their slapdash in demand
From all who would take fright were thought expressed
In ways that showed a hint of being planned,
They may say anything, in any way.
Why not? Why shouldn’t they? Why wouldn’t they?
Nothing to study, nothing to understand.
And yet it could be that their flight from rhyme
And reason is a technically precise
Response to the confusion of a time
When nothing, said once, merits hearing twice.
It isn’t that their deafness fails to match
The chaos. It’s the only thing they catch.
No form, no pattern. Just the rolling dice
Of idle talk. Always a blight before,
It finds a place today, fulfills a need:
As those who cannot write increase the store
Of verses fit for those who cannot read,
For those who can do both the field is clear
To meet and trade their wares, the only fear
That mutual benefit might look like greed.
It isn’t, though. It’s just the interchange
Of showpiece and attention that has been
There since the cavemen took pains to arrange
Pictures of deer and bison to be seen
To best advantage in the flickering light.
Our luck is to sell tickets on the night
Only to those who might know what we mean,
And they are drawn to us by love of sound.
In the first instance, it is how we sing
That brings them in. No mystery more profound
Than how a melody soars from a string
Of syllables, and yet this much we know:
Ronsard was right to emphasize it so,
Even in his day. Now, it’s everything:
The language falls apart before our eyes,
But what it once was echoes in our ears
As poetry, whose gathered force defies
Even the drift of our declining years.
A single lilting line, a single turn
Of phrase: these always proved, at last we learn,
Life cries for joy though it must end in tears.
El adiós de Clive James
El escritor, nacido en Australia, escribió el excelente "Cultural Amnesia"
Por JORDI PUNTÍ
Escritor
Hace unos meses hablaba de literatura con unos amigos de Australia y salió el nombre de Clive James, un autor nacido en 1937. Yo había leído un libro de ensayos y varios artículos suyos, bastante divertidos, y creía que era inglés, pero no: Se ve que nació en Australia y de joven se fue a Londres. Mis amigos me hablaron de su sentido del humor y de su obra prolífica. Yo sabía que además de ensayo había escrito poesía, crítica literaria y de televisión, pero me contaron que también era novelista y había hecho radio. Luego me dijeron: «Se está muriendo». Hacía poco, en la BBC Radio, él mismo había contado que sufría un cáncer de mal curar.
La curiosidad me llevó a Youtube, donde hallé muchos vídeos de Clive James. En los 80 había hecho una serie de documentales sobre ciudades del mundo, Postcard from..., Eran retratos de la sociedad, la cultura y los tópicos que definen a grandes capitales como Río, Shanghái o París, y destacaban por su tono didáctico e ingenioso. Son las características que definen su escritura, creo. Tiene un libro excelente, Cultural Amnesia, que recoge textos sobre personajes que le fascinaron. Son figuras muy distintas, desde Paul Celan a Hitler, Freud, Borges o Tony Curtis. Siempre empiezan en un tono como de biografía enciclopédica, pero pronto se desvían hacia sus intereses de autor, que mezcla recuerdos, lecturas, anécdotas e interpretaciones.
Ha pasado un tiempo desde que me dijeron que James se moría, pero parece que se acerca su fin. Hace unos días publicó un poema en la revista New Yorker con aires de despedida. Se llama Japanese maple y me hizo pensar en los últimos poemas de Robert Graves, ya que es un canto a la joya del instante, a la alegría de ver cómo las hojas rojas de un arce se colorean en la lluvia:
Una corriente final de colores vivirá
mientras mi mente muera,
quemada por la visión de un mundo que brilló
con tanta intensidad al final, y luego ya no estaba.
Son palabras en las que se aprecia un adiós sereno, pero que a su vez invitan a saludarlo abriendo uno de sus libros, para conocerlo mejor.
The Crying Need for Snow
It’s cold without the softness of a fall
Of snow to give these scenes a common bond
And though, besotted on a viewless rime,
The ducks can do their standing-on-the-pond
Routine that leaves you howling, all in all
We need some snow to hush the whole thing up.
The ducks can do their flatfoot-waterfool
Mad act that leaves you helpless, but in fine
We need their footprints in a higher field
Made pure powder, need their wig-wag line
Of little kites pressed in around the pool:
An afternoon of snow should cover that.
Some crystalline precipitate should throw
Its multifarious weightlessness around
For half a day and paint the whole place out,
Bring back a soft regime to bitter ground:
An instant plebiscite would vote for snow
So overwhelmingly if we could call it now.
An afternoon of snow should cover that
Milk-bottle neck bolt upright in the slime
Fast frozen at the pond’s edge, brutal there:
We need to see junk muffled, whitewashed grime,
Lean brittle ice grown comfortably fat,
A world prepared to take our footprints in.
A world prepared to take our footprints in
Needs painting out, needs be a finer field:
So overwhelmingly, if we could call it now,
The fluffy stuff would prime it: it would yield
To lightest step, be webbed and toed and heeled,
Pushed flat, smoothed off, heaped high, pinched anyhow,
Yet be inviolable. Put like that,
Gently, the cold makes sense. Snow links things up.
From Clive James’ Collected Poems 1958-2015
The Double Agent
Your manifest perfections never cease
To drive the day-long terrors out of mind
They are the lights the darkness hides behind
Allowing satisfaction its increase
Beyond the petty boundaries designed
To keep us well aware the world’s unkind
And still your eyes proclaim a reign of peace
A ruined man falls sideways far away
And too far gone to see my lady’s hair
Supposing he was here or she was there
My lover’s mouth has not a word to say
To stanch the flow or slow him on his way
It sends a smile to me across the air
And still I feel that fortune smiles today
Between the breaking of your morning bread
And the final pretty speeches of the night
A million destinies drop out of sight
A million people get it in the head
You join the silks and perfumes of your bed
Like a long delightful insult to the dead
And still your breast is where I’d lay my head
Forgive, forget the rest of what I said
And still your breast is where I’d lay my head
From Clive James's Collected Poems 1958 - 2015.
Echo Point
I am the echo of the man you knew.
Launched from the look-out to the other side
Of this blue valley, my voice calls to you
All on its own, and more direct for that.
My line of sweet talk you could not abide
Came from the real man. It will all be gone –
Like glitter back to the magician’s hat –
Soon now, and only sad scraps will remain.
His body that betrayed you has gone on
To do the same for him. Like veils of rain,
He is the cloud that his tears travel through.
When the cloud lifts, he will be gone indeed.
Hearing his cry, you’ll see the ghost gums break
Into clear air, as all the past is freed
From false hopes. No, I nowhere lie awake
To feel this happen, but I know it will.
At the last breath, my throat was full of song;
The proof, for a short while, is with you still.
Though snapped at sharply by the whip-bird’s call,
It has not stopped. It lingers for your sake:
Almost as if I were not gone for long –
And what you hear will not fade as I fall.
From Clive James' bestselling poetry collection Sentenced To Life, which is out in paperback on 22nd September 2016.
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