Epifanio Mejía
Epifanio Mejía (Yarumal, Colombia 1838 - Medellín en 1913) fue un poeta colombiano.
Mejía creó una poesía personal, de metro asonantado, que el padre Félix Restrepo compiló en 1939. En ella destacan La muerte del novillo , La ceiba de Junín y El canto del antioqueño, que es la letra del Himno de Antioquia.
José Epifanio Mejía nació el 10 de abril de 1838 en Yarumal; hijo primogénito de Ramón Mejía y Luisa Quijano. Pasó su niñez en la finca "El Caunce", en las montañas vecinas. Epifanio acudió a la rudimentaria escuela del pueblo donde realizaría sus estudios de primaria, única formación académica que recibiría. Por lo demás fue un asiduo lector. Por parte de su familia fue instruido bajo los preceptos religiosos y tradicionales de la región antioqueña. La familia estaba conformada por siete hermanos.
En su adolescencia se trasladó, junto a su hermana Hersilia, a la ciudad de Medellín, contaba entonces con 17 años y allí trabajó para su tío en un almacén de telas cerca a la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Candelaria. Allí, en su tiempo libre, comenzó la lectura y composición de versos, que pronto se difundieron en la sociedad medellinense. Contrajo matrimonio con Ana Joaquina Ochoa, a quien dedicara varios poemas, entre ellos "A Anita " y con quien engendraría doce hijos; la ceremonia se llevó a cabo en la parroquia de Envigado, en 1864. Por aquel entonces Epifanio y su familia residían en la calle el "Chumbimbo" (hoy Sucre), donde había alcanzado cierta independencia económica. Pronto se hizo notorio su desequilibrio mental, teniendo episodios críticos por 1870, por lo cual, bajo recomendación médica, regreso con su familia a Yarumal. Allí pasaría tiempos de lucidez, en los que dedicaba horas a la lectura y escritura de versos, inspirado por los andares en las montañas antioqueñas y los convulsionados acontecimientos políticos. Con todo, comenzó a recaer, y en ocasiones fue sorprendido echando tierra a los alimentos que le servían, o era visto hasta altas horas recitando versos al río. Por tal motivo fue recluido en el manicomio del barrio Aranjuez, hoy sede de Comfama, donde murió tras 34 años de hospitalización. Murió en 1913.
Las revistas literarias lo mencionan y lo muestran con frecuencia. Al lado de Gutiérrez González representa la poesía más querida por los habitantes de la región al finalizar el siglo XIX. El Repertorio, Medellín, N.1, 1896Los pintores de la época lo dibujan melancólico como en este retrato de Francisco Antonio Cano, publicado en la primera revista ilustrada de la ciudad en 1896. Pintar era, así, un acto de construcción histórica, de fundación de una tradición útil al imaginario de identidad de la región, un acto de reconocimiento a los hombres-símbolo que se constituían de esta forma en referentes recurrentes, cada vez que fuera necesario mostrar ejemplos de la particularidad de la "raza antioqueña". En ese sentido, Epifanio Mejía sería luego exaltado al ser elegido uno de sus poemas como letra del himno de Antioquia.
Himno de Antioquia
Oh libertad que perfumas
las montañas de mi tierra,
deja que aspiren mis hijos,
tus olorosas esencias,
oh libertad!, oh Libertad!.
Amo el sol porque anda libre,
sobre la azulada esfera,
al huracán porque silba,
con libertad en las selvas.
El hacha que mis mayores,
me dejaron por herencia,
la quiero porque a sus golpes,
libres acentos resuenan.
Forjen déspotas tiranos,
largas y duras cadenas,
para el esclavo humilde,
sus pies de rodillas besa.
Yo que nací altivo y libre,
sobre una sierra antioqueña,
llevo el hierro entre las manos,
porque en el cuello me pesa.
Nací sobre una montaña,
mi dulce madre me cuenta,
que el sol alumbró mi cuna,
sobre una pelada sierra.
Nací libre como el viento
de las selvas antioqueñas,
como el Cóndor de los Andes,
que de monte en monte vuela.
Pichón de águila que nace,
sobre el pico de una peña,
siempre le gustan las cumbres,
donde los vientos refrescan.
Serenata
-¡Dulce noche de amor, noche serena,
vuestros pálidos astros encended!
Hay dos ojos que brillan con tristeza.
¡Alumbrad! ¡alumbrad! los quiero ver.
Apoyada en mi brazo, amada mía,
al campo del amor vas a seguir.
¡Flores! ¡flores! guardad vuestras espinas,
y aromas en los vientos esparcid.
-¡Dulce noche de amor, noche serena,
vuestros pálidos astros apagad!
Hay dos ojos que brillan con terneza...
a la luz o a la sombra los sé amar.
Apoyada en tu brazo, amado mío,
al campo del amor voy a seguir.
¡Oh rosales! guardad vuestras espinas,
y aromas en los vientos esparcid.
La muerte del novillo
Ya prisionero y maniatado y triste
sobre la tierra quejumbroso brama
el más hermoso de la fértil vega
blanco novillo de tendidas astas.
Llega el verdugo de cuchillo armado;
el bruto ve con timidez el arma;
rompe el acero palpitantes nervios;
chorros de sangre la maleza esmaltan.
Retira el hombre el musculoso brazo;
el arma brilla purpurina y blanca;
se queja el bruto y forcejando tiembla,
el ojo enturbia... y la existencia exhala.
Remolineando por el aire, vuelan
los negros guales de cabeza calva;
fijan el ojo en el extenso llano
y al matadero, desbandados, bajan.
Brama escarbando el arrogante toro
que oye la queja en la vecina pampa,
y densas nubes de revuelto polvo
tira en la piel de sus lustrosas ancas.
Poblando el valle de bramidos tristes
corre el ganado por las verdes faldas,
huele la sangre... y el olor a muerte
quejas y gritos de dolor le arranca.
Los brutos tienen corazón sensible,
por eso lloran la común desgracia
en ese clamoroso de profundis
que todos ellos a los vientos lanzan.
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