Edwin Reyes Berríos
(1944-2001) Uno de los poetas más importantes de la generación del 60 en la literatura puertorriqueña.
Edwin Reyes nació entre el 2 y el 3 de julio de 1944 en el barrio Pozas de Ciales, Puerto Rico. Cursó estudios en la Universidad de Puerto Rico, aunque se consideró a sí mismo autodidacta. Fue parte de un grupo de jóvenes poetas que fundarían una de las revistas más importantes de la historia literaria puertorriqueña: Guajana, a inicios de los sesenta. Publicó cuatro poemarios: Crónica del vértigo (1977); Son cimarrón para Adolfina Villanueva (1985); Balada del hombre huérfano (1990) y El arpa imaginaria (1998). Fundador de la sección cultural (En Rojo) del semanario Claridad[1], donde laboró varios años como redactor y columnista. También mantuvo columnas en El Reportero y en el Puerto Rico Ilustrado del periódico El Mundo. Durante su última década de vida realizó cinco documentales fílmicos y un largometraje de ficción. A su muerte en el 2001 dejó inconclusos varios proyectos, entre los cuales, una novela: El arpa en la creciente. De esta novela se publicó un capítulo en prensa.
Poemarios
Crónica del vértigo
Crónica del vértigo se publicó en 1977, con prólogo de Arcadio Díaz Quiñonez, siendo este su primer poemario y en palabras de Díaz Quiñonez: "La guerra de clases y la guerra política es lo más obvio en la presente recopilación. Pero hay otra, una guerra personal, soterrada, inseparable de la colectiva, que constituye una veta -quizás la más profunda- de estos textos. Reyes va fijando en sus versos los altibajos de una guerra íntima, caracterizada por atroces angustias, donde a ratos flaquea y se muestra indefenso y vulnerable..."
Son cimarrón para Adolfina Villanueva
Segundo poemario del poeta Reyes publicado en 1985. Poemario reaccionario a la tragedia de una familia de pescadores del sector Medianía Alta de Loíza Aldea, donde 15 policías, con una orden de desahucio, balacean la casucha de Agustín Carrasquillo y Adolfina Villanueva, encontrándose dentro de la vivienda dos de los seis hijos del matrimonio, razón por la cual Adolfina sale a su rescate y es asesinada por el Sargento Víctor Estrella cuyo juicio concluyó en su absolución. La Dra. Mercedes López-Baralt denomina este poemario como "llanto desafiante por la rescatadora de tierras que defendió con su vida la poéticamente nombrada "Villa se puede", nació poco después, en 1981, y se publicó en el periódico Claridad (1985), donde el poeta cialeño fundara la sección cultural a la que dedicó una fecunda colaboración de años." La publicación en libro de este poemario ve la luz pública en 1987.
Balada del hombre huérfano
Poemario en honor a su padre, en palabras de la crítica literaria Mercedes López-Baralt "La muerte de su padre, don Emilio Reyes, detonó con urgencia impostergable la aparición de la Balada del hombre huérfano, publicada en 1990. Una nueva rama que le ha crecido al árbol de la elegía hispánica, frondoso de las coplas de Jorge Manrique, del lamento del Pleberio de Fernando de Rojas, del "Llanto por Ignacio" de Federico García Lorca, del "Requiem" de Pepe Hierro, de la elegía por Ramón Sijé de Miguel Hernández y de aquella por Alfonso de César Vallejo...".
El arpa imaginaria
El último poemario publicado -en vida- en 1998, por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. La portada es la obra "El arpa imaginaria" de Rafael Trelles, titulada así por el poemario de Reyes . "Soldado de la belleza", Reyes cree "en el valor práctico de la utopía; en la libertad, que es la poesía del ser." "Al conjuro de la voz del poeta, el loco Charías tocó para nosotros entonces su arpa invisible en el virote que sostiene el techo del cuarto que le sirve de prisión, soñando con la fugitiva Isabel, que no es otra cosa que la poesía. (M.L.B.) "
El poeta -antes de su muerte- dejó otros textos que aún no han podido ser publicados.
VOCACIÓN
en la décima aprendí
la humildad del trovador
la décima es un fulgor
que no nace porque sí
uno sabe que es así
pero hacerlo es otra cosa
cualquiera piensa una rosa
pero hacerla quién la hace
sólo el que callado nace
para hacerla más hermosa
BRINDIS
porque es el vino
lo que da sentido a la copa y no al revés
déjame que te beba el espíritu!
CHARÍAS
Se llamaba Zacarías
Le decían “Charías El Loco”
Enloqueció poco a poco
Entre flores y poesías
Solo con sus melodías
Hizo un arpa de un madero
Con sus uñas como acero
Lo pulsaba truste Abel
De tanto amar a Isabel
Se murió como un lucero
ÚLTIMO ACORDE
después de Charías
puede venir el velo frío del latido final
puede venir lo que no quiero
el sello exacto para fijar la música
el lado derecho del paréntesis
precisamente donde empieza todo
según los atisbos tras la máscara
según el arpa y la serpiente
para que todo quede en familia
y Eros sea lo que tiene que ser
una chispa perenne un espacio
dormido en el arco del nombre Isabel
DÉCIMAS PARA LO FUGAZ CONSTANTE
A ver si llega la hora;
a ver si tú te das cuenta,
que lo que está bien perdío
ni se busca ni se encuentra.
J. Caballero Bonald
a ver si por pura suerte
me tropiezo con mi ruta
y en vez de brasa y voluta
cojo vuelo y me hago fuerte
a ver si burlo la muerte
que en la rima se demora
a ver si olvido la mora
bruja de la morería
y aguardo con sangre fría
a ver si llega la hora
a ver si llega, si llega
como llega la creciente
toro de fuerza demente
cortando a truenos la vega
a ver si mata la ciega
costumbre la cruel violenta
de los celos y me alienta
a seguirte en el escándalo
trocando azufre por sándalo
a ver si tú te das cuenta
darte cuenta para qué?
si ya para los efectos
no existen claves ni afectos
que defender pasra qué?
humo y hollín de quinqué
se volvió nuestro amorío
sólo el arte con su brío
transforma olvido en acción
porque el arte es más pasión
que lo que está bien perdío
ni se busca ni aparece
lo que se pierde en el fondo
el arte es verso redondo
que fija lo que acontece
la duda crece que crece
y en el corazón se centra
duele que duele y se adentra
con saña puro tormento
que quien sufre ese momento
ni se busca ni se encuentra
Los barcos
Los barcos me dan la vida
por esa negrura abierta
al viento, a la sombra yerta
de una muralla dormida.
Más que tu piel perseguida
me animan tus ojos quietos,
los gatos grandes y prietos
del Bulevar, la poesía
bruja del mar, todavía
los barcos me dan secretos
los barcos siempre los barcos,
la bruma siempre la bruma,
el horizonte no suma
la medida de sus arcos.
Yo hablé de unos ojos parcos
y de una piel requerida,
quise explicar la salida
del mar por que a ciencia cierta
por esa negrura abierta
los barcos me dan la vida.
La muerte del poeta
por la calle de San Sebastián
bajo un lento río de luz
una curva profunda
por la que va flotando
el cuerpo luminoso de Ofelia
ni un perro se mueve en la tarde
sobre los adoquines azules
va formándose un charco
de prematura noche
Ofelia es un lirio
adormecido por la muerte
cuando pasa por el Colegio de Párvulos
una monjita la ve pasar
y se estremece al sentir
esa súbita ráfaga de belleza
dorar las rejas del portón
debe ser una puta en La Perla
piensa la monja
y se persigna bruscamente
Efraín El Loco iba doblando la esquina de San Justo
con su fiero turbante de apóstol
y su violenta mano de amigo
cuando el suave cadáver de Ofelia
le pasó por delante
¡es la virgen! rugió el loco
y cayó de rodillas sollozando
los ojos abrasados por el resplandor del cielo
el poeta estaba más abajo
en la acera de Tony’s Place
solo tomando una cerveza
con un hermoso libro de las cartas
de Henry Miller a Hoki Tokuda
pensaba en el amor precisamente
mientras miraba el río prodigioso de la calle
que tanto le hacía añorar
el ya lejano río de su infancia
fue entonces cuando notó el fulgor sereno
del cadáver de Ofelia que bajaba
lo reconoció enseguida
por el aura fatal de su hermosura cabeza de niña
el poeta tembló de dolor
pero más quiso contemplarla
de pie a la orilla del río la vio pasar y la quiso
soñó que era otro río el que pasaba
intentó detenerla con sus manos y ya no la vio más
al otro día
los alumnos del Colegio de Párvulos
hallaron posado en la acera
un libro cubierto de rocío
y más allá
un puñado de flores extrañas
esparcido por los adoquines
de la calle de San Sebastián
Reverencia ante el árbol caído
a Beto y Uli y demás residentes
del Arca del viento, Olimpo
611 Miramar
el huracán pasó lejos
y de sus vientos menos peligrosos
sentimos el azote en Miramar
un árbol casi centenario abuelo recio
de mis mañanas y mis tardes
huérfano me dejó nuevamente
titán caído en medio de la calle
desgajado del alma de la noche
lo oí caer
precisamente en plena Novena
justo antes de insinuarse la alegría
y me dolió en las piernas en los huesos
como si hubiera sido yo quien sufriera
la mirada curiosa de la gente
el diamante frío del asfalto
las sierras diligentes implacables
sobre mi viejo cuerpo inútil
cuando volvió la lluvia desde el mar
en el alto balcón de mi noche
comencé a cantar en silencio
La feuille morte
en la acera la hoja luminosa
quieta de sangre y oro
cae
ante mi mano yace el precioso cadáver
veteado de fino poder
es una hoja inmensa
de sólo unas pulgadas de cuerpo
lentamente carnosa entre mis dedos
empeñados en palparle la vida
allí donde sólo hay una simple hoja
muerta
igual a la cabeza de mi padre
el día que se me murió como un árbol
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