domingo, 25 de agosto de 2013

ZELDA MISHKOVSKY [10.372]



Zelda Mishkovsky

Poeta israelí.
(20 de junio 1914 - 30 de abril 1984 ) 
Su nombre completo era Zelda Shnierson. Nació en Ucrania, en el seno de una familia jasídica, descendiente de importantes rabinos. La dualidad entre la cultura rusa y la religiosa marcó su poética desde temprana edad. En 1926 su familia se instala en Jerusalén. En 1950 contrae matrimonio con con Arieh Mishkovsky. No tuvieron hijos.

Sus poemas se difunden a cuentagotas a través de diferentes medios. Edita su primer poemario a la edad de 53 años, luego de 35 años de escritura: Pnai (Vacante) que pasaría a tener más de 15 reediciones con miles de ejemplares.

Es notoria la influencia jasídica en el espíritu y en los motivos de sus poemas. La cantante Java Alberstein interpretó varios de sus poemas, entre ellos el famoso Le jol ish iesh shem (toda persona tiene un nombre).
En el calendario hebreo, Zelda nació el 25 de Sivan 5674, en la ciudad Ekaterinoslav del Imperio ruso, hoy Dnepropetrovsk en Ucrania, hija del rabino Schneerson Shalom Shlomo, y de Raquel. Creció en un ambiente religioso tradicionalista.
En 1925, cuando Zelda tenía 9 años de edad, la familia salió de la Unión Soviética y emigró a Palestina bajo el mandato británico. 
Municipalidad de Jerusalén dio su nombre a la calle en el barrio de Ramot. Uno de sus alumnos fue el escritor Amos Oz 

Logros

1971 - El Premio Brenner
1978 - Premio Bialik de Literatura Hebrea
1982 - Premio Wertheim

Las obras publicadas 

Ha-ha-yi Nireh Carmel (Carmel invisible) (1971)
El Tirhak (No los quite) (1975)
Har Halo Halo Esh ('s sin duda una montaña, es un seguro de incendio) (1977)
El ha-ha-Marham Shona (Sobre la diferencia espectacular) (1981)
Mikola Shenivdelu Merhaq (particularmente a cualquier distancia) (1984)





La sombra del monte blanquecino...

La sombra del monte blanquecino
ocultó mis manos y mi rostro
Creí ser un alma libre,
como un muerto.

Un crepúsculo triste cubrió la casa,
las hojas de la parra,
y sin embargo
cuando en ese mundo ajeno
- la calle donde vivo - 
sonó un violín

salí hacia el goce del novio y de la novia

los vi
entramados de sutil esperanza
los vi
trazados de anhelos verdaderos

y así, secretamente, pedí:

Oh, Creador.
Que los demonios y los males no golpeen
sus sueños
Que haya entre ambos
una casa por siempre

Mi plegaria creció
desplegando hojas verdes

Me senté a la sombra del tártago
y ya no supe 
el nombre de la estación
a la que había arribado mi vida.

Traducción: Gerardo Lewin







Cada rosa

Cada rosa es isla de la paz prometida,
de la perpetua paz.

En cada rosa habita
un pájaro celeste
cuyo nombre es “y tornaron...” (1)

Tan cercana
se ve
la luz de la rosa,
tan cercano
su aroma,
tan cercana
la paz de su follaje,
tan cercana
la isla

-súbete a un barco
y cruza
incendiados océanos-.

Traducción: Gerardo Lewin


(1) Referencia a Isaías, 2; la visión en la que las naciones abandonan la guerra “y tornaron sus espadas en arados y sus lanzas en hoces”.




Acerca de la poesía israelí contemporánea: Zelda Mishkovsky
por Ana Mª Riaño López 



EN AQUELLA NOCHE

En aquella noche,
cuando me senté sola en el patio
silencioso
y miré a las estrellas,
decidí de corazón,
casi hice un juramento:
dedicar cada tarde
un instante
un instante pequeño y único
a esta belleza que brilla.
Parece
que no hay cosa más fácil,
más sencilla que ésta;
a pesar de todo no he cumplido
mi promesa.
¿Por qué?
Ciertamente acabo de descubrir
que mi pensamiento se eleva hacia sus palacios,
a lo que ven mis ojos,
como aquel pájaro que porta en su pico
paja, plumas y estiércol para construir el nido.
Ciertamente he descubierto ya que mi pensamiento
toma (si no tiene otra cosa)
incluso mis sufrimientos
para hacer de ellos torres.
Toma los sufrimientos
de mi vecina,
y el papel que revolotea en el patio
y los pasos del gato
y la mirada vacía del vendedor
y aquel verso que se agitaba entre las páginas del libro,
y todo esto me construye a mí,
sí, todo esto. Todo esto.
¿Por qué no he cumplido el juramento
que me hice?
Es cierto que me lo creí,
que si mirara un corto y único momento
a la altura del cielo estrellado
se elevaría mi pensamiento hacia el Palacio,
a la luz de los astros.
Es cierto que creí
que si mirara así
noche tras noche
se tornarían las estrellas 
lentamente
en vecinos;
se tornarían las estrellas
en parientes;
se tornarían las estrellas
en mis niños.
¿Por qué no he cumplido
el juramento que me hice?
¿Acaso ya olvidé
cuánto envidiaba a los marinos,
a aquellos cuyas casas están a la orilla del océano?
Porque dije en mi precipitación:
—La brisa fresca del mar
penetra en sus vidas;
la brisa fresca del mar
penetra en sus pensamientos, el viento fresco
penetra en sus relaciones con sus vecinos
y en sus relaciones con los miembros de sus familias.
Centellea en su ojos
y juega con sus gestos—.
Porque dije en mi precipitación:
—Es la medida de sus actos,
es la medida del mar y su esplendor,
y no lo es de la vía humana,
y no lo es del callejón del hombre—.
Porque dije en mi precipitación:
—Ellos ven con sus propios ojos
la obra divina
y sienten su existencia
sin nuestras barreras
y sin nuestra lijereza—.
He llorado siempre
porque me hallo enjaulada
entre los muros de la casa,
entre los muros de la calle,
entre los muros de la ciudad,
entre los muros
de los montes.
En aquella noche, cuando me senté a solas
en el patio silencioso,
descubrí de repente
que también mi casa está construida sobre la orilla,
que yo vivo en el borde de la luna
y de los astros,
al filo de los amaneceres y los ocasos. 





ME DETUVE EN JERUSALEN

Me detuve
en Jerusalén
que cuelga de una nube,
en el cementerio
con hombres que lloran;
un árbol está doblado,
los montes están borrosos,
y una torre.
—¡No sois vosotros!—
nos dijo
la muerte.
—jNo eres tú—
se dirigió a mí.

Me detuve
en medio de Jerusalén
engarzada en el sol,
sonriente como una novia
en el campo,
junto a una hierba fina y verde.

—¿Por qué me tuviste miedo ayer en la lluvia?-
me dijo la muerte.
No soy yo tu hermana
la callada y la mayor. 





DE LAS CANCIONES DE LA INFANCIA

Fue mariposa
que es lo incompleto,
que es lo no-fijo,
que es un reino.
Ciertamente se fueron
los años tiernos
en busca de dulzura,
y chocaron
con las raíces del mar.

¡Oh, oh, oh!
Mi padre y mi madre
lloran sobre la orilla. 

¿Por qué el llanto?
¿Por qué el lamento?
si es que el fondo del mar
es la Carroza* hacia Dios.

*La Carroza es una de las formas místicas extáticos de concebir el Trono de Dios, en la
primera literatura cabalística. 





CUANDO ESTUVE AQUÍ

Cuando estuve aquí
y tu mirada marrón me protegía
y nuestros pensamientos se tocaban
de repente
ala con ala.

Cuando estabas conmigo
dentro de las cosas cambiantes
eran las paredes antiguas partes de la casa
que contaban añejas historias
por la tarde,
cuando tomábamos té.

Ahora las paredes no son cobertura;
ellas se encerraron en su silencio
y ya no velan mi caída.
Ahora las paredes son cal, argamasa,
un extraño cimiento,
material que no responde, como la muerte. 











 My Mother's Room Was Lit

 The pale painter mixed in the wet paint
 the faintest of pinks
 the glory of apple blossom, a babe's smile.
 Silver clusters he put, and brass crowns engraved
 in the candlesticks of inheritance, glittering on the chest,
 reflected in a round mirror,
 (orchards of love from generation to generation and the crowns of
 lineage and tears).
 And on the table, through the tales of the righteous, the golden
 tales,
 (that Rabbi Zevin gathered, collected),
 a mountain breeze leafs slowly slowly,
 mixing snowy landscapes with an arid landscape.
 My mother is praying--on her head, silken checkers.

 The big inner room is as dark
 as Rabbi Shim' on bar Yochai's cave.
 In it, a sea's silence--
 in it, Sabbath, as if it were the world to come.
 The entire flat is still.
 My husband went to his office. My mother is in the palace of her
 prayers.
 I'm in the kitchen.
 And in the tin can, a geranium overflows like blood.
 In the paved courtyard, by the plants,
 a cat is pacing like a landlady from the old generation.

 Slowly slowly
 the door opens
 to milk, to bread, to candles,
 to taxes, to a letter.
 Friday is the day of a laughing eye painted blue,
 and the day of the sad mouth.
 Friday is the day of the poor.
 So pass the days,
 so pass the years.
 Faint light shall cover pain, helplessness,
 mistakes.
 So pass the days and the roaring life,
 abounding with desires, buds, babes, seas and forests,
 stealthily deserting my limbs, spilling like blood.
 When I die,
 God shall unravel my embroidery
 thread by thread,
 and to the sea throw my paints,
 to His warehouses in the abyss.
 And perhaps He shall turn them to a flower and perhaps He shall turn
 them to a butterfly,
 dark-nocturnal-soft; dark-nocturnal-alive.





 On That Night

 On that night,
 as I sat alone in the still
 courtyard,
 and gazed at the stars--
 I resolved in my heart--
 I almost took a vow--
 to devote every evening
 one moment,
 a single tiny moment,
 to this shining beauty.

 It would seem
 that there is nothing easier than this,
 simpler than this,
 still I haven't kept up
 my oath
 to myself.
 Why?
 Surely I've already discovered
 that my mind carries to its palaces
 the sights I see,
 like that bird that carries in its beak
 straw, feathers and dirt to repair the nest.
 Surely I've already discovered that my thought
 uses (if it doesn't have anything else)
 even my ailments
 to build towers.
 That it uses my neighbor's
 ailments,
 and the paper rolling in the courtyard,
 and the cat's footsteps,
 and the vacant look of the vendor,
 and that verse quivering among the pages of the book,
 and out of all this, yes, out of all this,
 out of all this, makes me.
 Why haven't I kept my oath
 to myself?
 Did I not believe
 that if I gazed one tiny moment
 at the heights of the starry skies,
 my mind would carry to the palace
 the light of the constellations.
 Did I not believe
 that if I gazed so
 night after night,
 the stars would
 slowly slowly
 become my neighbors.
 The stars would become
 my kinsmen.
 The stars would become
 my children.
 Why haven't I kept my oath to myself?
 Did I forget
 how envious I was of the seafarers
 and of those whose house was by the ocean shore.
 For I said in my haste
 the fresh sea breeze
 penetrates their lives,
 the fresh sea breeze penetrates their thoughts; the fresh breeze
 penetrates their relationships with their neighbours
 and their relationships with their family members.
 It glitters in their eyes
 and plays with their movements.
 For I said in my haste
 the yardstick of their deeds
 is the yardstick of the sea and his glory
 and not that of the human street,
 not that of the human alley.
 For I said in my haste,
 they see eye to eye
 God's works
 and feel His presence
 without our barriers,
 without our distractions.
 I wept constantly
 for I was imprisoned
 among the walls of the house,
 among the street walls,
 among the walls of the city,
 among the walls
 of the mountains.

 On that night, when I sat alone
 in the silent courtyard,
 I discovered suddenly
 that my house too was built on the shore,
 that I live on the bank of the moon
 and the constellations,
 on the bank of sunrises and sunsets.





 The Silver Candlesticks

 The silver candlesticks, the radiance of inheritance,
 turned my room to an ancient castle,
 to a heavenly castle, to a lofty abode on a starry nothingness.
 The silver candlesticks are songs of glory,
 crowns scoured by tears,
 which gladden the heart
 with their engravings,
 brighten the darkness
 with wreaths of forged roses.

 They are vessels of sensitive greatness, which absorbed
 bitter pain,
 a weeping uprooting
 the voice of praise and hope.
 To silver flowers I likened them,
 to ancient silver flowers,
 whose calyxes hold the light of peace,
 the joy of babes
 and a candle of blessing to the Eternal One.
 Their living flames
 kissed my soul,
 and my thoughts became a river of rose-colored
 flowers,
 became fowls from the wild forests,
 became lightning.

 And all of me is a burning being
 free, happy in God,
 who has thrown off herself the tatters of conventions,
 and my heart is again wide as a white cascade.
 Where is the winsome one who fashioned
 this diadem to rest,
 who cast rejoicing and trembling like ornaments
 for the Sabbath?
 In metal he set down yearning for ancient holiness,
 his desire for a living God,
 I will hold in my hand.
 These silver stems
 are a prayer, a confession.

 Bring forth wine, pour to the hidden!
 I will beseech him, I will atone,
 for I've forgotten that he is a silent crescent
 in Death's forests,
 that his name is buried in snow and his memory,
 the storm blotted out,
 only his tear is still warm,
 and from my eye is spilling
 at night, this evening,
 with the flickering of the candles.





 A Sabbath Candle

 My heart asked the evening,
 my deep and compassionate companion:
 How can fire
 sprout golden wings
 and embark on a magical flight.
 What is its secret?

 A lonely flower replied to the heart:
 Love is the root of fire.
 The sea breeze
 answered my thoughts:
 The lily of all freedom in the universe,
 this is the fire of wondrous light.

 My blood hearkens--
 and weeps bitterly.
 Woe, a flame--even an auto-da-fe.
 It was also said--
 fire is a wondrous mockery of dust.

 Is it proper for a mortal woman,
 soft of heart,
 to roam and wander
 in the garden of fire.
 How dare she
 in the smoke of waste conjure
 the ember of peace,
 an ember with which Sarah Bat Tovim would light
 a Sabbath candle in the gloom of pain.
 Between the walls of nightmare
 it would bloom, burning slowly
 in the crumbling house, in the pit.
 Facing it, the woman of sorrowful depths
 shut her eyes,
 to worry, to mourning, to shame, to the mundane.

 The candle's sparks are palaces,
 and in the midst of the palaces
 mothers sing to the heavens
 to endless generations.
 And she wanders in their midst
 toward God, with a barefoot baby
 and with the murdered.
 Hurrah!
 The soft of heart comes in dance
 in the golden Holy of Holies, inside a spark.





 Sabbath and Weekday

 To light candles in all the worlds
 this is Sabbath.
 To light Sabbath candles
 is the leap of a soul pregnant with secrets,
 mysterious with the fire of sunset,
 to a magnificent sea.
 As I light the candles, my room
 turns to a River of Fire,
 my heart sinks in emerald waterfalls.

 But on the first day of the week
 my soul is thrown
 from the ocean's heart to a land's shore
 long, narrow, and desolate.
 When I come to the store the grocer immediately senses
 that I've come from another planet, and with dismay
 surveys my looks, foreign to him, the remnant of the abyss--
 and in his cold pupils, as if in a black mirror,
 I see my crumpled scarf, my embarrassed smile.
 And in the store stands another woman, a round lady,
 slowly selecting golden fruit,
 a creature of a distant world.
 I wake up from a daydream
 when the tone of the air, the rhythm of
 voices, change for the short one discovered
 that her money was gone ... Woe to me!
 The dark grocer pours dung of suspicion
 on my disheveled, neglected looks. Before his gaze
 my future wilts like a flower, my past withers.
 My dreams are dying.
 Woe to me for I'm alone in the thick of the forest,
 in the darkness, a roaring lion answers my weeping, and mute trees
 set on me from all sides ...
 The door is open, but I cannot get out
 from the store's trap.
 Now I see with cruel clarity
 how little a person knows about one's fellows--
 even your household members, even your dear ones, may
 in a moment of eclipse
 find in you any wicked fault.
 I drown in the darkness ...

 Suddenly, in the very heart of blindness,
 I heard a voice:
 Truth will not die with the grocer,
 Truth will not die with the short lady,
 Truth will not die with your death.
 My soul awakened, and trembling
 sensed that the King of Glory was with her
 in the foul store.

 I always said:
 The voice of God is over the mighty waters,
 The voice of God is in the song of the morning stars,
 The voice of God is in the whirlwind.
 And here
 in the heart of the tumult, the Lord of Winds gathered me,
 on the waves of hatred as on a viscous stone
 I came in dance before Him,
 I raised my voice in song
 to truth, whose footstool are sun, moon, and stars.
 I almost kissed the grocer,
 for behind his worried back was revealed to me
 the view of shining freedom,
 the freedom of the lands of the Sabbath
 which burns in the songs of the palace dwellers.

 I did not lose favor with the butterfly
 in paradise and with the winds
 that roar above the sea.
 I did not bow before the glance that sees
 in my cheeks the wrinkles of defeat
 but doesn't see my soul that roams
 in the fullness of the universe, doesn't know
 that my soul is a ray of the sun
 and will not be caught in the palm.






 Like the Bud of the Valleys

 If your soul is impartial
 like the bud of the valleys,
 you will reach the heart of the matter
 by a miraculous shortcut,
 you will reach the heart of the matter.

 If your soul is impartial
 like the bud of the valleys,
 you will reach the heart of the world,
 you will reach
 the colorless
 gate.

 If your soul is impartial
 like the bud of the valleys,
 the pacing righteous man
 shall bring you a secret key;
 Rabbi Leib Sarahs shall bring you
 a holy key
 to the light of lightning
 and to the stirrer of storms.

 If your soul is impartial
 like the bud of the valleys,
 you will not drown in the darkness
 to the root,
 you will not drown in the present
 to the innermost point.






 A Drunk, Embroiled Will

 A drunk, embroiled, bleeding will
 that imposed itself on constellations,
 on the world's secret,
 is blazing in my generation's heart.
 Fettering the free, festive air,
 with a strict hand.
 The sun and the deeps are wheel horses
 on its farm.

 It is strange to be a woman,
 simple, domestic, feeble,
 in an insolent, violent generation,
 to be shy, weary,
 in a cold generation, a generation of wheelers and dealers,
 for whom Orion, Pleiades, and moon
 are advertisement lights, golden marks, army badges.
 To march in a shaded street
 reflecting, slowly, slowly,
 to taste China
 in a perfumed peach,
 to look at Paris
 in a cold movie theater,
 while they fly
 around the world,
 while they fly in space.
 To be among conquerors
 and conquered,
 while every creature is ashamed, afraid,
 alone.

 It is strange to wither before clouds of enmity,
 while the heart is drawn
 to a myriad of worlds.







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