JAIME TABORGA VELARDE
(Cochabamba, Bolivia, 1952).- Poeta y pintor.
Egresado de la carrera de filosofía de la UMSA. Fundó y dirigió las revistas ‘Contacto’ (1987-1988) y ‘Unitas’ (1991-1994).
Julio de la Vega se refiere a Las altas construcciones:
“La realidad hecha poesía toca lo físico de su tema, alternando con visiones oníricas, y por esto no se puede calificar el libro de netamente surrealista o porque además no hay escritura automática y, en vez de ella, un discurso urbano que recorre la ciudad aunque la ciudad se introduce a veces en lo más íntimo. /…/ Primer libro de un joven poeta que ingresa con madurez en la poesía nacional”.
El poema ‘Epitafio’ subtitulado ‘10 pájaros de tiralíneas’, dice en su integridad:
“Entendiendo que los pájaros son la cosa más triste;
que no hay viento, tan lejano que sea,
que no lo extravíe todo
llevándose su alma apagada en incendios,
su blando corazón carbonizado,
su oculto género;
entendiendo que sólo regresa su negrura en un llanto
y que anhela y ama ese vacío;
quien los busca –que se despide y saluda-
habrá de ubicarse en la extraña mecánica de su ausencia,
para fincar un hálito a su sombra
y besar su silencio”.
LIBROS
Poesía: Las altas construcciones (1986); Distancias de la tarde (1991); Consumación de las horas (1995); Leyenda (2002); Estrechos (2004).
Estrechos (poema largo)
Llovía de
pronto,
inesperada-
mente
Y cuando
llovía des-
pués, tam-
bién llovía
durante
Como se
esperaba
Ed. Plural y Del hombrecito sentado (2004)
Los collages de Jaime Taborga
Por Juan Carlos Orihuela
Perplejo, azorado ante el mundo, Jaime Taborga nos propone la reconstrucción del universo a partir de una percepción integradora y totalizadora de la naturaleza humana.
Con técnica de alquimia, atento a las líneas del destino, Taborga plantea la posibilidad de una articulación universal que concibe el ensueño y la vigilia como un abrazo de luz y de misterio. Desde su perspectiva, parecería que todo precisa de lo ajeno para completarse, de aquello que no le es propio pero que, sin embargo, habita en la esencia natural de las cosas. Solamente la experiencia corporal en íntima unidad con los datos del mundo hace posible el encuentro, y el cosmos se revela, así, como el único confín en el que la restitución de las partes configura una identidad final.
Motivos y texturas disonantes se hacen cómplices de un diálogo paciente decidido a descubrir su unidad. Tiempo y espacio engendran, de esta manera, un otro tiempo y un otro espacio que desvela la nostalgia de la utopía.
Como una ofrenda, cuerpo y mundo se consagran mutuamente e instauran un espacio onírico que transgrede, sin precipitaciones, los símbolos más íntimos del orden establecido. Este ejercicio sutil y profano afirma una vocación vital en la que la madura conciencia de la libertad asume el gobierno de los instintos.
Acto dueño de sí, sereno y cuidadoso, los collages de Taborga reorganizan la distancia y fundan una zona de contacto en la que las edades del hombre y del mundo han dejado de ser un referente.
"Aparición"
"Baño"
"Espejos"
"Sueños"
"Retrato con paisaje"
"Lady Di y Lady Do"
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