Emily Dickinson
Emily Elizabeth Dickinson (Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 10 de diciembre de 1830 - íd., 15 de mayo de 1886) fue una poeta estadounidense, cuya poesía apasionada ha colocado a su autora en el reducido panteón de poetas fundacionales estadounidenses que hoy comparte con Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Emily Dickinson pasó gran parte de su vida recluida en una habitación de la casa de su padre en Amherst, y, excepto cinco poemas (tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que la autora lo supiera), su ingente obra permaneció inédita y oculta hasta después de su muerte.
Emily Dickinson provenía de una prominente familia de Nueva Inglaterra. Sus antepasados habían llegado a Estados Unidos en la primera oleada migratoria puritana, y la estricta religión protestante que profesaban influyó sobre la obra de la artista.
Abogados, educadores y funcionarios políticos poblaban el árbol genealógico de Emily: uno de sus antepasados fue secretario del Ayuntamiento de Wethersfield, Connecticut en 1659; su abuelo Samuel Fowler Dickinson fue durante cuarenta años juez del condado de Hampton, Massachusetts, secretario del Ayuntamiento, representante en la Corte General y senador en el Senado Estatal.
El padre de la poeta, Edward Dickinson, abogado por la Universidad Yale, fue juez en Amherst, representante en la Cámara de Diputados de Massachusetts, senador en la capital del Estado y por último representante por el estado de Massachusetts en el Congreso de Washington. Edward fundó la línea ferroviaria Massachusetts Central Railroad y también (con su padre Samuel) el Amherst College, entidad educativa intermedia entre una escuela secundaria y la Universidad que dio lustre cultural a su olvidada e insignificante aldea.
El socio de Edward Dickinson en su bufete jurídico era primo de Ralph Waldo Emerson que, por este motivo, siempre estuvo ligado al pueblo de Amherst e influyó sobre la filosofía y la obra de Emily.
La esposa de Edward y madre de la poeta fue Emily Norcross Dickinson (1804–1882), que hacia el fin de su vida estuvo postrada y a cargo de sus hijas.
Emily Dickinson tuvo dos hermanos: el mayor, William Austin Dickinson (1829–1895), generalmente conocido por su segundo nombre, se casó con Susan Gilbert, amiga de su hermana Emily, en 1856 y vivió en la casa lindera a la de su padre.
Su hermana menor, Lavinia Norcross Dickinson (1833–1899), también conocida como Vinnie, fue la "descubridora" de las obras de Emily tras su muerte y se convirtió en la primera compiladora y editora de su poesía.
Contexto histórico
Capilla y dormitorios universitarios del Amherst College (ilustración de un anuario de la institución).
Emily Dickinson nació en tiempos anteriores a la Guerra de Secesión, cuando fuertes corrientes ideológicas y políticas chocaban en la sociedad de clase media-alta estadounidense.
Incluso los hogares más acomodados carecían de agua caliente y de baños dentro de la casa y las tareas hogareñas representaban una carga enorme para las mujeres (aunque, por su buena posición económica, la familia Dickinson disponía de una sirvienta irlandesa), por lo que Emily, preocupada por obtener una buena educación, constituía un caso raro para la sociedad rural de la Nueva Inglaterra de su época.
La severa religiosidad puritana se hacía presente en todas partes, y prácticamente la única expresión artística aceptada era la música del coro de la iglesia. La ortodoxia protestante de 1830 consideraba a las novelas "literatura disipada"; los juegos de naipes y la danza no estaban permitidos; no había conciertos de música clásica y no existía el teatro. La Pascua y la Navidad no se celebraban (al menos hasta 1864, en que se estableció la primera Iglesia Episcopal en Amherst, que introdujo estas costumbres) y no se toleraban otras reuniones de mujeres solas que el cotidiano té entre vecinas.
Una vez fundado por el abuelo y el padre de Emily el Amherst College, la unión entre este y la iglesia comenzó a formar misioneros que salieron de Amherst para propagar los ideales protestantes por los rincones más remotos del planeta: el ocasional regreso de alguno de estos religiosos introdujo nuevas ideas, visiones y conceptos en la conservadora sociedad del pueblo, que de este modo comenzó a tomar contacto con el mundo exterior y se inclinó a abandonar las viejas costumbres y creencias más rápido que otras zonas de la región.
Su vida
Infancia, adolescencia y estudios
Sus hermanos y cuñada
Emily Dickinson nació en el hogar de sus padres en la medianoche del 10 de diciembre de 1830, dos años después del casamiento. Muy apegada a los ideales y conceptos puritanos en boga, tardó muchos años en comenzar a rebelarse, aunque nunca de forma completa.
Emily prácticamente no recordaba a sus abuelos ni a sus tíos, pero de niña tuvo mucha relación con dos pequeñas primas huérfanas, a las cuales ayudó a educar e incluso llegó a leer en secreto algunos de sus poemas a una de ellas, Clara Newman.
Es imposible reconstruir en forma completa la infancia de la poetisa a partir de los datos que poseen los investigadores, por lo escasos y fragmentarios. Se sabe sin embargo que el hermano mayor de Emily, William Austin Dickinson, un año y medio mayor que ella, nació el 16 de abril de 1829, se educó en el Amherst College y se convirtió en abogado —como su padre—, graduándose en la Universidad Harvard.
Austin Dickinson se casó en 1856 con Susan Huntington Gilbert, ex compañera de estudios de Emily en la Academia de Amherst, joven bella e inteligente que parece haber cumplido un importante papel en la vida emocional de la escritora. Susan Gilbert, al mudarse con Austin a la casa contigua a la que vivía Emily, se convirtió en amiga y confidente de la poetisa, y consta por la correspondencia mantenida "alambrada por medio" que su cuñada fue la segunda persona a quien le mostró sus poesías. Incluso se atrevió a sugerir a Emily algunos cambios y retoques —que no fueron realizados jamás—. Se ha propuesto, además, que fue la destinataria de unos trescientos de sus poemas de amor, y que este amor era correspondido.
Lavinia Dickinson, su hermana menor, nacida el 28 de febrero de 1833, fue su compañera y amiga hasta el fin de su vida. Las pocas confidencias íntimas que se conocen de Emily provienen de Lavinia. Mujer brillante e inteligente, Vinnie sentía una profunda adoración por su hermana y por su talento poético. Sin embargo, respetó hasta la muerte de aquella su decisión de mantener ocultas sus obras, y protegió su vida privada hasta donde le fue dado hacerlo, creando y manteniendo el ambiente de calma, aislamiento y soledad que Emily necesitaba para dar forma a su gran producción poética. La fe de Lavinia en la importancia de la obra de su hermana la ha protegido para la posteridad, hasta su primera publicación póstuma. Al decir del biógrafo de Emily, George Frisbee Wicher, la devoción de Lavinia fue la responsable de hacer comprender al mundo que "la poetisa lírica más memorable de Estados Unidos había vivido y muerto en el anonimato".
Años de formación
La Academia de Amherst era sólo para varones; en 1838 se abrió por primera vez la inscripción de niñas, y fue allí donde Edward Dickinson y su esposa inscribieron en 1840 a Emily.
A pesar de su humildad (escribió "Fui a la escuela pero no tuve instrucción"), la educación de Emily en la academia fue sólida y completa. Allí aprendió literatura, religión, historia, matemáticas, geología (cuyo profesor era también primo de Emerson) y biología. Recibió una sólida instrucción en griego y latín que le permitía, por ejemplo, leer la Eneida de Virgilio en su idioma original.
El punto más flojo de la educación de Emily fueron sin duda las matemáticas, que no le gustaban y para las cuales no tenía facilidad. Su talento narrativo hizo que escribiera las composiciones de sus compañeras que, en retribución, le hacían las tareas de álgebra y geometría.
De este período se conserva una carta a su amiga Jane Humphrey, escrita a los 11 años de edad, que muestra un estilo académico y risueño: "Hoy es miércoles, y ha habido clase de oratoria. Un joven leyó una composición cuyo tema era ´Pensar dos veces antes de hablar´. Me pareció la criatura más tonta que jamás haya existido, y le dije que él debiera haber pensado dos veces antes de escribir".
El entonces rector de la academia era un experimentado educador recién llegado de Berlín. Edward Dickinson sugirió a su hija que se inscribiera en los cursos de alemán que daba, porque con seguridad no tendría otra ocasión de aprender ese idioma en el futuro. Además, la niña estudiaba canto los domingos, piano con su tía, y también jardinería, floricultura y horticultura, estas últimas pasiones no la abandonarían hasta el fin de su vida.
La educación de Emily Dickinson fue, por tanto, mucho más profunda y sólida que las de las demás mujeres de su tiempo y lugar. Sin embargo, en ocasiones la muchacha (cuya salud no era muy buena) se sentía saturada y sobreexigida. A los 14 años escribe a una compañera una carta donde dice: Terminaremos nuestra educación alguna vez, ¿no es verdad? Entonces tú podrás ser Platón y yo Sócrates, siempre y cuando no seas más sabia que yo".
Interés por las ciencias
La Academia y el Colegio de Amherst disponían de un claustro de profesores compuesto por científicos de fama nacional, entre los que se contaban los biólogos Edward Hitchcock y Charles Baker Adams y el geólogo Charles Upham Shepard, que llevaron al colegio sus enormes colecciones de especímenes. En 1848, cuando la artista tenía 18 años, ambas instituciones construyeron gabinetes para guardar las colecciones, así como un importante observatorio astronómico con un buen telescopio.
Todo esto estimuló el interés de Dickinson por las ciencias naturales: conocía desde temprana edad los nombres de todas la constelaciones y estrellas, y se dedicó con entusiasmo a la botánica. Sabía perfectamente dónde encontrar cada especie de flor silvestre que crecía en la región, y las clasificaba correctamente según la nomenclatura binomial en latín. Toda esta erudición científica quedó firmemente guardada en su memoria, y fue utilizada para la trama naturalista de sus poemas muchos años después.
Seminario en Mount Holyoke
El Seminario para Señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke también recibió a Emily Dickinson para ayudar a su formación religiosa y completar su educación superior. La jovencita abandonó en 1847 el hogar familiar por primera vez para estudiar allí.
Emily, con apenas 16 años, era una de las más jóvenes de entre las 235 estudiantes de Mount Holyoke, custodiadas por un selecto grupo de jóvenes maestras de entre 20 y 30 años de edad. La adolescente superó sin problemas los estrictos exámenes de admisión y se mostró muy satisfecha por la educación que se impartía en el seminario.
Allí intentaron que Emily se volcara de lleno en la religión —para dedicarse a misionar en el extranjero— pero la niña, tras un profundo examen de conciencia, encontró que aquello no le interesaba y se negó, quedando inscrita en el grupo de 70 alumnas a las que se consideró "no convertidas".
A pesar de ello, Emily y su portentosa imaginación eran muy populares en el seminario: una condiscípula escribió que "Emily siempre estaba rodeada en los recreos por un grupo de niñas ansiosas de escuchar sus relatos extraños y enormemente divertidos, siempre inventados en el momento".
En menos de un año, Emily superó el curso completo gracias, principalmente, a sus profundos conocimientos del latín. Aprobó rápidamente historia inglesa y gramática y sacó excelentes calificaciones en los exámenes finales, que eran orales y públicos. El curso siguiente se refería a química y fisiología y el tercero a astronomía y retórica, todos ellos tópicos sobre los que, como queda dicho, Emily tenía profundos conocimientos. Los profesores, a la vista de su evidente dominio de la botánica, le dieron esta materia por aprobada sin necesidad de cursarla ni de rendir exámenes.
En la primavera Emily enfermó y ya no pudo permanecer en el seminario. Edward Dickinson envió a Austin a buscarla y traerla de regreso. Después de esta segunda experiencia académica de su vida, Emily Dickinson ya no volvió a estudiar nunca más.
Amores ocultos
Teorías y habladurías
La vida privada de Emily Dickinson ha permanecido siempre velada al público, pero solo hace falta echar una mirada a sus poemas para descubrir en ellos una coherencia, pasión e intensidad extraordinarias. La mayor parte de su obra se ocupa de su amor hacia un hombre —cuyo nombre jamás es mencionado— con quien no podía casarse.
Lamentablemente, como la poesía de Emily fue publicada en un orden completamente arbitrario, no puede hoy en día distinguirse ninguna secuencia cronológica concreta, lo que destruye la posible progresión dramática que narraría la sucesión de emociones que sintió hacia este desconocido, que tuvo, sin embargo, una capital importancia en la vida de la artista y que pudo tener influencia, incluso, en su decisión de autorrecluirse.
Objeto de numerosas habladurías durante su vida y de muchas más después de su muerte, la vida emocional e íntima de Emily espera aún a ser revelada por los investigadores y estudiosos. La posible exageración de que fue objeto la contradice la propia poetisa al escribir: "Mi vida ha sido demasiado sencilla y austera como para molestar a nadie".
Ya entre 1850 y 1880 circulaban por Massachusetts numerosos rumores acerca de los amores de la hija del juez Dickinson, y después de la publicación de su primer libro de poemas cundieron las habladurías acerca de su desdichada "historia de amor".
Las teorías (populares o académicas) pueden dividirse en dos grupos: el amor con un joven a quien Edward Dickinson le prohibió seguir viendo, o la relación con un pastor protestante casado que huyó a una ciudad distante a fin de no sucumbir a la tentación. Ambas, aún sin poder ser comprobadas, tienen un pequeño trasfondo de verdad histórica.
La primera de ellas se refiere a un estudiante de ciencias jurídicas que trabajó en el estudio legal de Edward durante el año que Emily pasó en Mount Holyoke y el siguiente. La segunda se basa en la —como ella misma escribió— "intimidad de muchos años" con un importante religioso que le fue presentado en Filadelfia en 1854. A pesar de que ambas relaciones en verdad tuvieron lugar, no existe ni la más mínima prueba de que Emily Dickinson haya sido novia ni amante de ninguno de ellos; ni siquiera de que se viera con ellos a solas en ninguna ocasión.
Los guías y mentores
Segunda carta y sobre manuscritos de Emily Dickinson a Thomas Higginson. En ella le cuenta sobre sus dos adorados maestros.
Durante toda su vida, Emily se puso en manos de hombres a los que consideraba más sabios que ella y que podían, mediante el sencillo expediente de indicarle qué libros debía leer, organizar sus conocimientos y allanarle el camino del arte que ella pretendía recorrer. El último y mejor documentado, Thomas Wentworth Higginson, descubrió el 25 de abril de 1862 (cuando la poetisa tenía 31 años) que él no era su primer maestro. Higginson es aquel a quien Emily siempre llama Master en sus cartas y a quien la voz popular ha adjudicado el mote de "Maestro de las cartas".
En ese año de 1862, en la segunda carta que le escribe, la poetisa dice textualmente: "Cuando era pequeña, tuve un amigo que me enseñó lo que era la inmortalidad, pero se aproximó demasiado a ella y nunca regresó. Poco después murió mi maestro, y durante largos años mi única compañía fue el diccionario. Luego encontré a otro, pero no quería que yo fuese su alumna y se fue de la región".
Los dos hombres que Dickinson menciona en su carta a Higginson son, en verdad, los protagonistas de sus poemas de amor. Ella misma lo expresa en otras cartas, y no existen motivos para negarlo. Sin embargo, sus respectivas identidades deberían esperar siete décadas para ser desveladas.
[editar]La carta perdida
Recién en 1933, un coleccionista de autógrafos publicó su catálogo, y en su colección apareció una carta inédita de Emily Dickinson que vendría a echar luz sobre el nombre del "amigo que le enseñó la inmortalidad".
La misiva, fechada el 13 de enero de 1854, está dirigida al reverendo Edward Everett Hale, que en esos tiempos era el pastor de la Iglesia de la Unidad en Worcester: "Pienso, señor, que como usted era el pastor del señor B.F. Newton, que murió hace algún tiempo en Worcester, puede satisfacer mi necesidad de enterarme de si sus últimas horas fueron alegres. Yo lo apreciaba mucho, y me gustaría saber si descansa en paz...".
La carta continúa explicando que Newton trabajaba con su padre, y que ella, no siendo más que una niña, se sintió fascinada por su colosal intelecto y sus notables enseñanzas. Dice que el señor Newton fue para ella un preceptor amable pero serio, que le enseñó qué autores debía leer, a qué poetas admirar y muchas enseñanzas artísticas y religiosas.
Pregunta a Hale si él cree que Newton está en el Paraíso, y recuerda que "Me enseñaba con fervor y con cariño, y cuando se fue de nuestro lado se había convertido en mi hermano mayor, querido, añorado y recordado".
He aquí, pues, al primer amor oculto de Emily Dickinson.
Benjamin Franklin Newton
Nacido en Worcester el 19 de marzo de 1821 y por lo tanto diez años mayor que Emily, Benjamin F. Newton causó tan profunda impresión en la poetisa que, no bien lo hubo conocido, escribió a su amiga, vecina y futura cuñada Susan Gilbert una carta fechada en 1848 donde le dice: "He encontrado un nuevo y hermoso amigo".
Newton permaneció dos años con los Dickinson y, por los motivos que fuesen (incluida un supuesta prohibición de Edward para que siguiera frecuentando a su hija) abandonó Amherst a finales de 1849 para nunca más regresar.
De vuelta en su ciudad natal se dedicó al derecho y al comercio y en 1851 se casó con Sarah Warner Rugg, 12 años mayor que él. Para estos tiempos Newton estaba ya gravemente enfermo de tuberculosis, dolencia que lo llevó a la muerte el 24 de marzo de 1853, diez meses antes de que Emily escribiese al pastor Hale preguntando por sus últimos momentos. Tenía 33 años de edad.
El encanto que Newton provocó en Emily Dickinson vino de la mano de la literatura: aunque Edward Dickinson le compraba muchos libros, le pedía a la muchacha que no los leyera, porque su vieja y conservadora mentalidad puritana temía que pudiesen afectar su espíritu. Edward Dickinson despreciaba especialmente a Dickens y a Harriet Beecher Stowe, lo que la hija deploró muchos años más tarde.
Newton, en cambio, obsequió a Emily un ejemplar de los "Poemas" de Emerson y le escribió apasionadas cartas donde, en forma velada, intentaba prepararla para su muerte inminente. Dice Emily a Thomas Higginson, hablando de una carta que había recibido de Newton: "Su carta no me emborrachó, porque ya estoy acostumbrada al ron. Me dijo que le gustaría vivir hasta que yo fuese una poeta, pero que la muerte tenía una potencia mayor que la que yo podía manejar". Otra carta al "Maestro" dice que "Mi primer amigo me escribió la semana anterior a su muerte: ´Si vivo, iré a Amherst a verte; si muero, ciertamente lo haré´". Veintitrés años más tarde, Emily Dickinson aún seguía citando de memoria las palabras de estas últimas cartas de su joven amado.
Los motivos de la "huida" de Newton a Worcester no están claros, pero el repudio de Edward Dickinson al incipiente romance no es una causa improbable. Newton era pobre, progresista y tenía tuberculosis en la fase terminal. No era, a buen seguro, la clase de partido que el juez de Amherst deseaba para su adorada hija.
Charles Wasdworth
Mientras Emily padecía aún, luchando con la elaboración del duelo que la muerte de Newton había desatado en ella, conoció en Filadelfia en mayo de 1854 al reverendo Charles Wadsworth, a la sazón pastor de la Iglesia Presbiteriana de Arch Street. Wadsworth tenía 40 años y estaba felizmente casado, pero igualmente causó una profunda impresión en la joven poetisa de 23: "Él fue el átomo a quien preferí entre toda la arcilla de que están hechos los hombres; él era una oscura joya, nacida de las aguas tormentosas y extraviada en alguna cresta baja".
Si bien no es seguro que Emily haya sentido una fuerte atracción erótica hacia Newton, no existe duda alguna de que durante toda su vida posterior estuvo profundamente enamorada de Wadsworth. El pastor murió el 1º de abril de 1882, mientras que Newton falleció un 24 de marzo. En otoño de ese mismo año ella escribió: "Agosto me ha dado las cosas más importantes; abril me ha robado la mayoría de ellas"'. Al pie del texto se lee la siguiente y angustiosa pregunta: "¿Es Dios enemigo del amor?".
Al cumplirse el primer año de la muerte de Charles Wadsworth escribió: "Toda otra sorpresa a la larga se vuelve monótona, pero la muerte del hombre amado llena todos los momentos y el ahora. El amor no tiene para mí más que una fecha: 1º de abril, ayer, hoy y siempre".
Si a partir de estas confesiones queda claro el enorme impacto amoroso que Wadsworth tuvo sobre la vida de Dickinson, no hay prueba alguna de que ella haya sido importante para él. Tímido y reservado, no existe constancia de que se haya fijado en Emily en aquellas oportunidades.
Sin embargo, el único cuadro que colgaba en la habitación de la poetisa era un retrato en daguerrotipo del pastor de Filadelfia. Es interesante destacar que el profundo y eterno amor de Emily se generó y consolidó en sólo tres entrevistas (aunque hay indicios de un cuarto posible encuentro). Su hermana Lavinia, que vivió con ella toda su vida, por ejemplo, jamás conoció a Charles Wadsworth hasta la última vez.
Derivado de que no quedan documentos de las dos primeras ocasiones en que Wadsworth se encontró con Emily, es el hecho de que nunca conoceremos los verdaderos motivos por los que el pastor abandonó la Costa Este de los Estados Unidos y se fue a predicar a San Francisco en la primavera de 1861, en plena Guerra Civil.
Pero ella nunca lo olvidó. En 1869 Dickinson se enteró de que Wadsworth estaba de regreso en Filadelfia, y comenzó a escribirle cartas en 1870.
Pero pasaron veinte años antes de que volvieran a verse. Una tarde del verano de 1880, Wadsworth golpeó a la puerta de la casa de los Dickinson. Lavinia abrió y llamó a Emily a la puerta. Al ver a su amado, se produjo el siguiente diálogo, perfectamente documentado por Wicher. Emily le dijo: —¿Por qué no me ha avisado que venía, a fin de prepararme para su visita?, a lo que el reverendo respondió —Es que yo mismo no lo sabía. Me bajé del púlpito y me metí en el tren. Ella le preguntó, refiriéndose al trayecto entre Filadelfia y Amherst: —¿Y cuánto ha tardado?. —Veinte años, susurró el presbítero.
Charles Wadsworth murió dos años después, cuando Emily tenía 51 años, dejándola sumida en la más absoluta desesperación.
Comienzo de su reclusión
Tras las muertes de Newton y Wadsworth, la vida de Emily Dickinson quedó totalmente vacía y su único camino para evitar la muerte, según su principal biógrafo ya mencionado, consistió en la poesía.
Recrudeció entonces la tenaz negativa a la publicación de sus poemas y comenzó a dejar de salir de la casa de su padre y, con frecuencia, siquiera de su propia habitación.
La negativa a publicar (aunque la actitud de Dickinson tuviese paralelos históricos como por ejemplo Franz Kafka) no deja de ser una anormalidad que merece ser mejor estudiada en el futuro.
Si bien, como hemos dicho, Emily no se oponía a que la gente leyese sus poemas (le leía algunos a su prima Clara Newman y escribía otros para su cuñada Susan Gilbert), no dejaba que cualquiera los leyera. Aparte de los mencionados miembros de su familia, todas las demás personas que en vida de la poetisa leyeron sus trabajos eran profesionales de la literatura: escritores, críticos, profesores o editores, y pueden contarse con los dedos de una mano. La lista incluye a su "Maestro de las cartas" —Thomas Wenthworth Higginson—, al profesor Samuel Bowles, a la escritora Helen Hunt Jackson, al editor Thomas Niles y al crítico y también escritor Josiah Gilbert Holland. Ana Mañeru y María Milagros Rivera, traductoras de la poetisa, piensan por el contrario que unos trescientos poemas están dedicados a su gran amor, correspondido, por su cuñada y editora, Susan Gilbert o Susan Huntington Dickinson (1830-1913).
Únicos poemas publicados en vida
Dos poemas publicados en The Springfield Republican en 1862, sin la firma de Emily. El título sólo dice "Poesía original".
Samuel Bowles, muy interesado en la literatura y en particular en la poesía, dirigía un diario local, y en él se publicaron —con o sin consentimiento de Dickinson— cuatro de los cinco únicos poemas que vieron la luz mientras ella vivió.
El primero era un poema del Día de San Valentín primitivo y poco importante, mientras que el segundo era ya una muestra más acabada de su oficio.
En 1862 publicó (sin firma) Safe in their alabaster chambers y Weary of life´s great mart (derecha). El célebre poema sobre la serpiente, A narrow fellow in the grass ("Un delgado amigo entre la hierba", verdadera obra maestra hoy llamado The Snake), le fue —según la poetisa— "robado" por alguien de su confianza (casi con seguridad Susan Gilbert) y publicado contra su voluntad por el mismo periódico en su edición del 14 de febrero de 1866.
El último, que paradójicamente habla del éxito, fue publicado en una antología preparada por Helen Hunt Jackson a condición de que la firma de Emily no figurara en él.
El "Maestro" desorientado
En 1862, Emily Dickinson, tal vez bajo los efectos de la duda acerca de si su poesía tenía calidad real, envió múltiples poemas a Thomas Higginson acompañados de la siguiente pregunta (que a la luz de los conocimientos actuales puede muy bien ser interpretada como un ruego): "Señor Higginson: ¿está usted demasiado ocupado? ¿Podría hacerse un momento para decirme si mis poemas tienen vida?".
Puede decirse en favor de Higginson que respondió en seguida al desesperado pedido de orientación de Dickinson, elogiando sus poemas y sugiriéndole profundos retoques que, según él, podían hacer que el trabajo de la autora se adaptara a las normas poéticas en boga en aquellos tiempos. Si logró comprender la abrumadora calidad de su poesía, es seguro que no supo qué hacer con ella.
Emily se dio cuenta de que adoptar los innumerables cambios que Higginson le proponía para hacer "publicable" su poesía suponía una involución estilística y la negación de su original y única identidad artística, por lo que los rechazó suave pero firmemente. Higginson guardó los poemas durante más de 30 años, para luego, ante el éxito del libro Poems of Emily Dickinson (en 1890), sorprenderse como un absoluto profano que nunca hubiese tenido nada que ver con el asunto. Escribió en un ensayo del año siguiente que "después de cincuenta años de conocerlos (a los poemas), se me plantea ahora como entonces el problema de qué lugar debe asignárseles dentro de la literatura. Ella (Emily) se me escapa, y hasta hoy me encuentro aturdido ante semejantes poemas". Cuando, quince años después de la muerte de la artista, se le preguntó por qué no la había convencido de publicarlos en alguna de las antologías que recopilaba, Higginson respondió: "Porque no me atreví a usarlos".
Los intentos de Helen Hunt Jackson
Helen Hunt Jackson, esposa del alcalde y más tarde célebre novelista, sufrió entre 1863 y 1865 tres devastadoras pérdidas que pudieron dejarla en un estado igual o peor a aquel en que cayó Dickinson más tarde.
El esposo de Helen fue asesinado en el primero de esos años, y sus dos pequeños hijos murieron también antes de que pasaran veinte meses. Pero la señora Jackson, en vez de deprimirse, se puso a escribir novelas.
Amiga de Emily Dickinson y protegida de Higginson, Helen Jackson hizo lo imposible para conseguir que Emily publicara, al menos, algunas de sus poesías. La negativa de la poetisa fue cerrada e inexpugnable, hasta que la novelista le consiguió un lugar en una antología de poemas sin firma, que se tituló A Masque of poets ("Una mascarada de poetas", 1878). Sólo ante la garantía del anonimato le cedió Emily un único poema, Success is counted sweetest ("Se dice que el éxito es lo más dulce"), reputado entre lo mejor de aquel volumen.
Jackson presentó los trabajos de Emily al editor que publicaba sus novelas, Thomas Niles, quien se dio cuenta del brillante que permanecía oculto en esas páginas y sumó sus esfuerzos a los de la editora para convencer a la poetisa. Pero no tuvo éxito: en 1883 Dickinson le escribió una carta donde se reía de "la amable pero increíble opinión de Helen Hunt y usted, que ya me gustaría merecer".
Helen esbozó un último esfuerzo el 5 de febrero de 1884, escribiendo a Emily una carta en la que le decía: "¡Qué maravillosas carpetas llenas de versos debes tener ahí! Es un cruel error para tu época y tu generación esa rotunda negativa a darlos a conocer". Pero en vano: para ese momento, Emily estaba ciega y había sufrido un grave ataque nervioso del que ya nunca se podría recuperar.
Helen Hunt Jackson murió seis meses más tarde.
Reclusión definitiva
El encierro y el aislamiento autoimpuestos de Emily Dickinson no fueron súbitos ni —al comienzo— anormales. Desde su alejamiento del seminario hasta su muerte, Emily vivió tranquilamente en la casa de su padre, lo que no era raro para las mujeres de su clase. Su hermana Lavinia y su cuñada Susan Gilbert, por ejemplo, siguieron caminos idénticos.
Entre la veintena y la treintena, además, Emily iba a la iglesia, hacía las compras y se comportaba perfectamente en todos los aspectos. Daba largos paseos con su perro ("Carlo") e incluso concurría a las exposiciones y a las funciones benéficas, lo que se demuestra porque las instituciones aún conservan en sus archivos sus tarjetas de visita. La familia de Holland la visitó en 1861, y la recuerdan "con un vestido marrón, una capa más oscura y una sombrilla del mismo color". Las primeras dos fotografías que acompañan este artículo la muestran también vestida de oscuro.
Pero a finales de ese año, la poetisa comenzó a rehuir las visitas y las salidas, y empezó a vestirse exclusivamente de blanco, extraña costumbre que la acompañaría durante el cuarto de siglo que aún le quedaba de vida.
Para 1862 se la veía ya muy poco por la aldea. En 1864 viajó a Boston para visitar a un oculista y repitió el periplo al año siguiente, período en que se alojó en casa de unas primas en Cambridgeport. Nunca volvió a viajar, faltando a la cita que el médico le había hecho para 1866.
En 1870, a pesar de los ruegos de Higginson para que saliera, la decisión de encerrarse era ya definitiva: "No salgo de las tierras de mi padre; no voy ya a ninguna otra casa ni me muevo del pueblo". Esta exageración de la vida privada se había convertido, para esa época, en una especie de fobia o morbosa aversión a la gente.
En los últimos quince años de su vida, nadie en Amherst volvió a verla, excepto que algún paseante ocasional vislumbrara a su figura vestida de blanco paseando por el jardín de los Dickinson en los atardeceres de verano. A veces se escondía en el vano de la escalera de la casa de su padre, entre las sombras, y sorprendía a los asistentes a una cena o una reunión con una interjección o un comentario expresados en voz baja.
Sus cartas de ese período demuestran que algo anormal sucedía con la portentosa escritora: "He tenido un extraño invierno: no me sentía bien, y ya sabes que marzo me aturde" (carta a Louise Norcross). En otra nota de disculpa por no haber concurrido a una cena a la que estaba invitada, dice: "Las noches se hicieron calientes y tuve que cerrar las ventanas para que no entrara el cuco. Tuve también que cerrar la puerta de calle para que no se abriera sola en la madrugada y tuve que dejar prendida la luz de gas para ver el peligro y poderlo distinguir. Tenía el cerebro confundido —aún no he podido ordenarlo— y la vieja espina aún me lastima el corazón; fue por eso por lo que no pude ir a visitarte".
Cuando Higginson le preguntó en 1864 si había ido a ver a su médico, le respondió: "No he podido ir, pero trabajo en mi prisión y soy huésped de mí misma". Cinco años más tarde escribe a su prima Norcross: "No me siento tan bien como para olvidar que estuve enferma toda mi vida, pero he mejorado: puedo trabajar".
Durante los tres últimos años de su vida no salió tan siquiera de su habitación, ni aún para recibir a Samuel Bowles, que nunca había dejado de visitarla. El anciano se paraba en la entrada y la llamaba a gritos por la escalera, diciéndole "pícara" y agregando una palabrota cariñosa. Nunca tuvo éxito en su intento de verla o de cambiar una palabra con ella.
Muerte de la poetisa
Cuando la primera esposa de Higginson murió en 1874, la poetisa le envió esta frase: "La soledad es nueva para usted, Maestro: permítame conducirlo".
Sin embargo, sus poemas y sus cartas demuestran que es falsa la apariencia de monotonía y enfermedad mental que erróneamente muchos atribuyen a estos últimos años de la artista. Las misivas de esta época son poemas en prosa: una o dos palabras por renglón y una actitud vital atenta y brillante que encantaba a los destinatarios: "Mamá fue de paseo, y volvió con una flor sobre su chal, para que supiéramos que la nieve se había ido. A Noé le hubiese gustado mi madre... La gata tuvo gatitos en el tonel de virutas, y papá camina como Cromwell cuando se apasiona".
Disfrutaba de la visión de los niños que jugaban en el terreno lindero ("Me parecen una nación de felpa o una raza de plumón") y trabajar de rodillas en sus flores.
Cuando murió su sobrino menor, último hijo de Austin Dickinson y Susan Gilbert, el espíritu de Emily, que adoraba a ese niño, se quebró definitivamente. Pasó todo el verano de 1884 en una silla, postrada por el Mal de Bright, la misma nefritis que acabó con Mozart. A principios de 1886 escribió a sus primas su última carta: "Me llaman".
Emily Dickinson pasó de la inconsciencia a la muerte el 15 de mayo de 1886.
[editar]El hallazgo
Poco después de la muerte de la poetisa, su hermana Vinnie descubrió ocultos en su habitación 40 volúmenes encuadernados a mano, que contenían la parte sustancial de la obra de Emily: más de 800 poemas nunca publicados ni vistos por nadie. El resto de su obra la constituyen las poesías que insertaba en sus cartas, la mayoría de las cuales pertenecen a los descendientes de sus destinatarios y no se hallan a disposición del público.
Principales influencias
El caso de Emily Dickinson es muy especial en la literatura norteamericana, porque la gran popularidad de que gozó y goza después de su muerte hace que muchas veces la opinión pública olvide lo aislada que estuvo en vida (primero en su pequeña aldea y luego en su pequeña habitación, sin salir de ella ni recibir a nadie).
Por lo tanto, no son muchas las influencias que su poesía recibió de sus contemporáneos ni de sus predecesores. Las tres principales influencias que pueden rastrearse en el trabajo de esta poetisa son, pues: la Biblia, el humor norteamericano y Ralph Waldo Emerson.
La Biblia
Como todo norteamericano nacido con anterioridad a la Guerra de Secesión, Emily estuvo familiarizada con la Biblia desde su más tierna infancia, y la influencia que las escrituras sagradas operaron sobre ella se demuestra ya desde sus cartas de juventud: "El brillo del sol me habla esta mañana, y la afirmación de Pablo se vuelve real: ´el peso de la Gloria´. (...) La fe de Tomás en la anatomía era más fuerte que su fe en la Fe. (...) ¿Por qué censuraríamos a Otelo, cuando el criterio del Gran Amante dice: ´No tendrás otro Dios que yo´?".
Varios poemas de Emily se basan en textos bíblicos o los recrean con una diversión ligeramente impía, como por ejemplo The Bible is an antique volume ("La Biblia es un libro antiguo"), The Devil, had he fidelity ("Si el Demonio fuera fiel") o Belshazzar had a letter ("Baltasar tenía una carta").
El humor
Durante toda su vida (poblada de lecturas religiosas), el segundo texto que más leyó Emily Dickinson fue el periódico primero y diario después The Springfield Republican, dirigido por Samuel Bowles y el doctor Holland.
En ese diario se publicaban trozos escogidos de Washington Irving, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne y Harriet Beecher Stowe, entre muchos otros. Muchos de estos textos eran humorísticos. La misma influencia que tuvieron sobre Emily se evidencia, por ejemplo, en Mark Twain, cinco años menor que ella, que también estaba suscripto al Republican. El humor del propio Twain influyó a su vez en Dickinson, que había leído varios capítulos de Old Times in the Mississippi.
Emily escribía sermones burlescos para divertir a sus compañeras en el colegio y el seminario. Algunas de sus frases harían enrojecer al propio autor de "Huckleberry Finn": "El Papa entró a la iglesia en una silla de manos llevada por varios hombres. Es un buen adorno para cualquier procesión".
El sutil ingenio de Emily a veces compendiaba su formación religiosa con el humor yanqui, y la hacía escribir cosas como por ejemplo esta carta a un amigo: "Yo soy Judit, la heroína de los apócrifos, y tú el orador de Éfeso. Pero el mundo duerme en la ignorancia y el error y no nos escucha. Entonces, tendremos que arrancar a esta sociedad de sus raíces y plantarla en otra parte. Construiremos hospicios, trascendentales prisiones estatales... y no pocos patíbulos".
La soltura de su humor a veces alcanza los límites de la crueldad: "¿Quién será el periodista que escribe los artículos acerca de esos divertidos accidentes en los cuales los trenes chocan inesperadamente y los caballeros son limpiamente decapitados en accidentes industriales? Vinnie estaba desilusionada porque hoy hubo sólo unos pocos". Cuando una mendiga golpeó a su puerta, escribió: "Hoy no ha llamado nadie, sino una pobre señora que buscaba un hogar. Le dije que sabía de un sitio, y le di la dirección del cementerio para ahorrarle una mudanza".
En Emily convivían la seria concentración de los poetas líricos y el instinto para la comedia de los escritores norteamericanos. A veces tejía elegantes ejercicios de humor fonético, como los seis versos de Lightly stepped a yellow star, donde la música está pautada por el sonido de innumerables eles, y la palabra final, punctual ("puntual") convierte todo el poema en una broma musical al estilo de las desafinaciones mozartianas. Para ella el sol era un farol de alumbrado, el Apocalipsis una mañana después de beber ron y el corazón el cañón de unos revoltosos.
Toda esta deliciosa poesía y este fino humor, no muy bien comprendidos en su época, han sido preservados para la posteridad y muestran a Emily Dickinson, como a Mark Twain, bajo el rostro de la poetisa y artista adelantada a su tiempo en muchos años.
Emerson
La poetisa conocía muy bien los Essays ("Ensayos") de Emerson y poseía un ejemplar de sus Poems ("Poemas"). El celebérrimo poeta visitó Amherst en varias oportunidades y una vez durmió en la casa de Austin, el hermano de Emily que vivía en la casa contigua.
Dos sociedades literarias estudiantiles invitaron a Emerson a dictar una conferencia en la aldea, a lo que el poeta accedió, presentándose ante la juventud del pueblo el 8 de agosto de 1855. El tema fue: "Un llamamiento a los estudiosos". No se sabe con certeza si Emily concurrió a la conferencia, pero en 1855 no se había recluido todavía, y el episodio debe haber resultado un acontecimiento excepcional para una sociedad tan pequeña como la de Amherst.
Emerson regresó al poblado de los Dickinson dos años después, pronunciando en la capilla el 16 de diciembre de 1857 otra conferencia titulada "Lo hermoso de la vida rural". Se cree que en esta oportunidad la poetisa sí estuvo presente, ya que su hermano y su cuñada Susan Gilbert estuvieron en primera fila. La venerable figura del gran personaje impresionó a Gilbert de tal modo que se juramentó a invitarlo otra vez.
Ralph Emerson habló en Amherst en otras tres oportunidades (1865 en que tomó el té y durmió en casa de Austin y Susan, 1872 y 1879), pero para entonces Emily vivía ya completamente encerrada.
Al igual que en Whitman, los fraseos y la filosofía de Emerson son claramente visibles en la poesía de Emily Dickinson. La explicación es posiblemente que los tres pertenecían al ambiente rural de la Nueva Inglaterra de su época y que se admiraban mutuamente (aunque los dos poetas nunca conocieron los poemas de ella).
Emily puede haber copiado la estructura de los cuartetos de Emerson —a los que ambos eran muy afectos—, y seguramente se vio influida por la teoría ética del trascendentalismo, el ritmo gracioso y la permanente renuncia a la vida de ciudad y la exaltación de la pastorela rural que Emerson preconizó hasta su muerte.
Otras lecturas e influencias
Emily Dickinson aludió en muchas oportunidades a los "festines" que se daba con escritores, novelistas y poetas de diversas procedencias, pero primordialmente ingleses y estadounidenses contemporáneos o primitivos.
Según sus propias palabras, disfrutaba especialmente de Alfred Tennyson (The Princess, "La Princesa"), Samuel Taylor Coleridge (Table Talk, "Charla de sobremesa"), Nathaniel Hawthorne (Mosses of an Old Manse —"Musgos en una vieja rectoría"— y The House of Seven Gables —"La casa de los siete tejados"—), Washington Irving (Life of Columbus, "Vida de Colón"), Charles Dickens ("David Copperfield"), Bulwer-Lytton (The Caxtons, "Los Caxton") y los poetas John Keats y Robert Browning.
Adoraba en particular a la esposa de este último, Elizabeth Barrett Browning y solía leer traducciones al idioma inglés de la francesa George Sand. También le agradaban Charlotte Brontë y su hermana Emily. De esta última no le interesaba tanto Wuthering Heights ("Cumbres borrascosas"), sino sus poesías.
El único autor de quien reconoció haber leído las obras completas fue William Shakespeare. Cuando perdió la vista casi por completo (1864-5) escribió que dudaba si, después de haber leído todas las obras de teatro del gran dramaturgo, seguiría siendo necesario poder leer a otros autores. En su último año de vida escribió a un amigo que debía viajar a Stratford-upon-Avon: "Toca a Shakespeare por mí".
Dijo que Keats era uno de sus poetas favoritos e hizo tres referencias a William Wordsworth y dos a Lord Byron.
Como se observa, estos y otros muchos escritores y poetas poblaron los días de Emily Dickinson, pero, aparte de las tres principales influencias consideradas arriba, resulta difícil decir si alguno de ellos tuvo efecto en su poesía, que es un producto completamente original y —fuera de toda cuestión— profundamente personal. Su estilo es intransmisible y, por lo tanto, ni imitado ni posible de imitar.
Su poesía
Emily Dickinson definió su poesía con estas palabras: "Si tengo la sensación física de que me levantan la tapa de los sesos, sé que eso es poesía".
Pero no era de capaz de diferenciar sus poemas entre sí, de corregirlos ni de seleccionarlos. El libro que se publicó como "Poemas escogidos" no fue seleccionado, corregido ni organizado por la poetisa, que ya había fallecido. Esta aparente desorganización de su obra y su poesía le valió el ataque de los formalistas, entre los que se cuenta el mentor de Emily, Thomas Wentworth Higginson (el "Maestro").
Higginson se encargó de modificar y "adaptar" algunos poemas tempranos de Dickinson, y en sus cartas de juventud ella le agradece la "cirugía" que era incapaz de efectuar por sí misma. Después de la muerte de Emily, sin embargo, Higginson se sintió libre para extralimitarse: comenzó a podar, corregir, cambiar y retocar sus poemas, tomándose atribuciones tan extremas como por ejemplo introducir rimas en estrofas que carecían de ellas.
Manejo del idioma y aparentes errores
La realidad es que a los formalistas de 1890 la poesía de Emily les parecía descuidada, cuando en verdad ella había sido extraordinariamente precisa, aunque algunos de sus hábitos poéticos estuviesen pasados de moda por entonces.
Algunos "errores" gramaticales que se le han imputado eran aceptados como correctos en la época en que ella nació (1830), por ejemplo el uso de lain ("yacido") por laid ("puesto", "colocado"): Indolent housewife, in daisies lain ("Ama de casa indolente, entre las margaritas yacida"). Escribía extasy ("éxtasis") en lugar de ecstasy, pero la primera forma figura en el diccionario Webster. Ponía Himmaleh en vez de Himalaya y Vevay en lugar de Vevey (ciudad de Suiza). Se le acusó de ignorante, pero las formas incorrectas figuraban en un atlas que tenía en su casa y que había sido impreso muchos años antes de que ella naciera.
Se le recriminan también supuestos "errores" históricos y geográficos, argumento bastante absurdo cuando se usa contra un poeta: ella pone que Cortés "descubrió el Pacífico" porque Balboa no entraba en la métrica. También existe un poema que dice When Etna basks and purrs / Naples is more afraid ("Cuando el Etna toma sol y ronronea / Nápoles le teme más"), aunque sabía perfectamente que el volcán cercano a la ciudad no es este sino el Vesubio.
Emily empleaba indiferentemente began ("comenzó") y el participio begun ("comenzado") como pretéritos, pero Robert Browning hacía lo mismo. Es sabido que el buen poeta debe forzar las normas del idioma, y la mayoría de los falsos deslices que los formalistas encuentran en la poesía de Emily Dickinson se deben al afán de la autora de dar a sus versos un sabor arcaico. Esto se visualiza en su uso de be ("ser") indistintamente en lugar de is ("es") o are ("son", "somos").
Con respecto a la frecuencia de utilización de determinadas palabras, las seis que más usa son "día", "vida", "ojo", "sol", "hombre" y "cielo" (todos ellos monosílabos en inglés excepto el último). Entre los sustantivos que utilizó cincuenta o más veces en su poesía, solamente "verano" y "mañana" son polisílabos en inglés. Estas costumbres pueden entenderse mejor como un afán de concisión que como errores técnicos.
Muchos otros errores atribuidos a la artista son, en realidad, erratas de los editores, algunas derivadas de la dificultad de descifrar la letra manuscrita de Dickinson.
Metros y rimas
La rima —contrariamente a la creencia común— suele ser muy ortodoxa, excepto en unos pocos poemas. Prefiere la rima yámbica y trocaica, y los versos de cuatro acentos.
Más de la mitad de sus poemas están escritos en "metro común", la métrica de las baladas populares y de los himnos religiosos. Muchas otras veces utiliza el "metro corto", estrofa de cuatro versos igual a la anterior excepto porque el primer verso es trisílabo en lugar de tetrasílabo. En unas pocas oportunidades escribe en "metro largo", cuarteto de tetrasílabos en forma de yambos con rima alternada o de dos en dos. Sólo el 10% de sus poemas posee métrica o rima irregular.
Los tipos de rimas utilizados por Emily Dickinson son:
Rima idéntica: La misma vocal precedida y seguida por las mismas consonantes. Esta forma no es muy frecuente en su poesía. A veces, las palabras que riman son idénticas al oído pero de sentidos muy diferentes: seal - conceal.
Rima exacta: Representan la mayor parte de su obra, y también de las de los demás poetas. Muchísimos de sus poemas dependen enteramente de la rima exacta. Las rimas dobles o femeninas (aquellas en las que la parte final de las palabras es idéntica y ambas primeras partes están acentuadas) son muy raras.
Rima imperfecta: Cuando dos palabras riman si terminan en el mismo sonido vocálico, aunque esté seguido por consonantes distintas. Es muy común en los himnos religiosos y en la poesía norteamericana: us - dust, por ejemplo.
Rima vocálica: Es aquella en la cual una palabra terminada en vocal puede rimar con una palabra terminada en otra vocal. Ejemplos: be - die o cloy - necessity. Emily exageró su uso para extenderlo a palabras terminadas en r, que deben pronunciarse tan débilmente que no se distinguen de las terminadas en vocal: pioneer - now.
Rima suspendida: Dos palabras terminadas en distintas vocales que pueden rimar si las vocales son seguidas por idéntica consonante. El ejemplo típico es woman - human. Al igual que en la anterior, Emily no toma en cuenta el sonido de la r, y en esta rima tampoco el de la l, inclusive cuando es muda (talk = tok en inglés).
Emily Dickinson acepta en sus poemas las siguientes equivalencias consonánticas (es decir, las rima como si se tratara de la misma letra):
Nasales: M, N y NG.
Sibilantes: S, Z, SH y CH, siempre en combinación con D, T, K o P.
Dentales: D y T con ND y NT; T con CT y D con VD.
Otras: T con P; K con NK y Z con G suave.
Análisis temático: poesía naturalista
Gran parte de los poemas de Emily Dickinson se refieren a la naturaleza, y se ordenan, según su cantidad, de esta manera:
58 sobre los seres vivos;
33 sobre los cambios de las estaciones o los meses;
29 sobre el cielo, los astros y los fenómenos meteorológicos;
25 sobre el día y la noche;
17 sobre el paisaje; y
15 sobre la naturaleza en general.
Como se observa, dedicaba una particular atención a la biología: animales, aves, reptiles, insectos, árboles, plantas y flores.
De todos los seres vivientes le atraían los que tienen alas: pájaros, murciélagos e insectos. También las flores, y, aunque vivía en un ambiente rural, jamás dedicó un poema a una animal de granja. Solo menciona tres veces al gallo. Su perro Carlo aparece solamente en dos oportunidades, y los sabuesos en tres.
El animal nombrado más veces es la abeja (con una sorprendente marca de 52) y el abejorro.
El orden de los poemas
Como se ha dicho, los poemas publicados en vida de la autora se cuentan con los dedos de una mano. Esto lleva al problema de las publicaciones póstumas, es decir, aquellas en las que el autor ha muerto y no puede opinar sobre el orden o la forma en que sus obras deben ser publicadas.
Cabe aclarar que Emily nunca se tomó el trabajo de fechar sus poemas, por lo que no conocemos con certeza cuándo fueron escritos, y ni siquiera los ordenó de un modo particular.
Escribió sus poemas en los márgenes de sus libros, en trozos de periódicos o en papeles sueltos, a menudo de tamaño insuficiente, poblándolos además de extraños guiones aparentemente al azar, con un arbitrario uso de las mayúsculas. Es por ello que aún hoy, en muchos de sus poemas, los expertos se preguntan dónde acaba un verso y comienza otro.
Los editores descuidaron su obra aún más: en la década de 1890 se publicaron sus tres antologías, con el material dividido incoherente y arbitrariamente en cuatro secciones tituladas (por los editores) "Vida", "Naturaleza", "Amor" y "Tiempo y Eternidad". Hoy se sigue utilizando este extraño criterio.
Los editores posteriores agregaron tres tomos más, con los poemas agrupados según criterios también arbitrarios. Esto significa que la obra de Emily Dickinson nunca ha sido objeto de ningún esfuerzo serio por ordenarla cronológicamente.
Así, por ejemplo, los poemas que se refieren a su relación amorosa con Wadsworth se encuentran dispersos entre la Parte III: Amor, la Parte IV: Otros poemas, sección 6 y la Parte VII: Poemas agregados, sección 3. Pero están entremezclados con otros que no tienen relación alguna con el tema ni con la época en cuestión.
Obras publicadas
Poemas
Como queda dicho, los únicos tres poemas que se publicaron en vida de la autora fueron A Valentine, The Snake y Success. Todo el resto de sus innumerables trabajos se publicó después de su muerte.
Una gran cantidad de poesías fueron publicadas por su amiga Mabel Loomis Todd y su "Maestro" Thomas Wentworth Higginson en el siguiente orden:
Poems by Emily Dickinson ("Poemas de Emily Dickinson", selección de Mabel L. Todd y Thomas W. Higginson, Boston, 1890)
Poems by Emily Dickinson: Second Series ("Poemas de Emily Dickinson: Segunda serie", selección de Thomas W. Higginson y Mabel L. Todd, Boston, 1891)
Poems by Emily Dickinson: Third Series ("Poemas de Emily Dickinson: Tercera serie", selección de Mabel L. Todd, Boston, 1896)
No hubo más publicaciones hasta el siglo siguiente, en que Martha Dickinson Bianchi, sobrina de la poeta, emprende de nuevo la tarea de editar sus obras:
The Single Hound: Poems of a Lifetime ("El sabueso solo: Poemas de toda una vida", selección e introducción de Martha D. Bianchi, Boston, 1914)
Further Poems of Emily Dickinson ("Otros poemas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred Leete Hampson, Boston, 1929)
Unpublished Poems of Emily Dickinson ("Poemas inéditos de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred L. Hampson, Boston, 1935)
Existen también cuatro recopilaciones que se basan en el material de los libros anteriores:
Selected Poems of Emily Dickinson ("Poemas escogidos de Emily Dickinson", selección de Conrad Aiken, Londres, 1924). Contiene los tres volúmenes de "Poemas de Emily Dickinson" más "El sabueso solo".
The Complete Poems of Emily Dickinson ("Los Poemas completos de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi, Boston, 1924). Los mismos cuatro libros, con un poema más.
The Poems of Emily Dickinson ("Los Poemas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred L. Hampson, Boston, 1930). Edición en ocasión del centenario de la poetisa, que repite los cuatro libros anteriores más "Otros Poemas de Emily Dickinson". Al contenido de estos cinco volúmenes le quita un poema y agrega otro.
The Poems of Emily Dickinson ("Los Poemas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi y Alfred L. Hampson, Boston, 1937). A los tres "Poemas" y "El sabueso solo" agrega el material de "Poemas inéditos", a los que retitula "Poemas adicionales".
Nada más hay publicado, a excepción de una única edición del poema Because that you are going, una importante poesía de amor, en The Life and Mind of Emily Dickinson ("La vida y la mente de Emily Dickinson", Nueva York, 1930), de Genevieve Taggard. Este libro, muy importante por su valor crítico, fue publicado como homenaje también en el centenario del nacimiento de la poetisa.
Los poemas de estas ediciones no serían reconocidos por el lector moderno, gracias a la extensiva e invasiva reescritura y adaptación que sufrieron los textos. Pero en 1955 aparecería una nueva recopilación, que forma hoy en día la base de los estudios académicos sobre Emily Dickinson:
The Poems of Emily Dickinson ("Los poemas de Emily Dickinson", Cambridge, 1955), publicada por Thomas H. Johnson en tres volúmenes. Los poemas no llevan títulos (que la autora nunca colocó) ni están agrupados en capítulos arbitrarios. Simplemente están numerados en un orden cronológico aproximado, respetando los guiones a los que era tan afecta Dickinson y su errática utilización de las mayúsculas.
Por último, se ha hecho un intento de representar mejor los signos dickinsonianos (pensando que pueden tener importancia para la lectura de sus poemas). Esta obra moderna es la más fiel y la que goza de mayor credibilidad:
The Poems of Emily Dickinson (selección de R.W. Franklin, Cambridge, 1998).
Cartas
Selecciones parciales de las cartas de Emily Dickinson fueron publicadas en estos libros:
Letters of Emily Dickinson ("Cartas de Emily Dickinson", selección de Mabel L. Todd, Boston, 1894. Dos volúmenes). El libro carece de muchísimas e importantes cartas. Se cree que muchas de ellas —que Mabel Todd poseía y no publicó— fueron destruidas antes de que se editaran los libros siguientes. Por lo tanto, debe considerárselas perdidas.
The Life and Letters of Emily Dickinson ("La vida y las cartas de Emily Dickinson", selección de Martha D. Bianchi, Boston, 1924). La Parte I de este libro contiene cartas o fragmentos de ellas totalmente inéditas y que no figuran en ningún otro libro. La Parte II incluye el material ya publicado por Todd, con modificaciones, omisiones y otros cambios, y sin mencionar la fuente. En la quinta edición (1929) se corrigieron múltiples e importantes erratas.
Letters of Emily Dickinson ("Cartas de Emily Dickinson", selección de Mabel L. Todd, Nueva York, 1931). Edición ampliada de la de 1894. Incluye mucho material original de Emily, pero otro escrito por los editores.
Emily Dickinson Face to Face ("Emily Dickinson cara a cara", selección de Martha D. Bianchi, Boston, 1932). Este libro incluye las cartas sobrevivientes de la serie que Emily escribió a su cuñada Susan Gilbert y varias dirigidas a otros miembros de su familia que no se encuentran en ninguna otra parte.
Poetas con los que se la ha comparado
Aunque la poesía de Emily Dickinson es única, tiene un estilo inimitable y no puede ser confundida con la de ningún otro poeta del mundo por el lector avisado, por su importancia y trascendencia en las letras de habla inglesa se la ha comparado con los siguientes poetas:
Edgar Allan Poe
Ralph Waldo Emerson
Walt Whitman
Robert Frost
Robert Browning
William Wordsworth
John Keats
A salvo en sus Cámaras de Alabastro...
A salvo en sus Cámaras de Alabastro -
Insensibles al amanecer
Y al mediodía -
Duermen los mansos miembros de la Resurrección -
Viga de raso,
Y Techo de piedra.
Final 1.
La luz se ríe de la brisa
En su Castillo sobre ellos -
Murmura la Abeja en un oído imperturbable,
Trinan los dulces Pájaros en cadencia ignorada -
Ah, ¡Cuánta sagacidad aquí perecida¡
Final 2.
Solemnes pasan los Años, Crecientes , sobre ellos
Los Mundos recogen sus Arcos -
Y los Firmamentos - reman -
Se arrojan Diademas y se rinden los Dogos -
Tácitos como puntos - sobre un Disco de nieve -
Versión de Miguel Artime
A una casa de rosa no te acerques...
a una casa de rosa no te acerques
demasiado, que estragos de una brisa
o el rocío inundándola -una gota-
abatirán su muro, amedrentado.
Y atar no intentes a la mariposa,
ni escalar setos del arrobamiento.
Hallar descanso en lo inseguro
está en el mismo ser de la alegría.
Altivez
Sólo sabemos toda nuestra altura
si alguien le dice a nuestro sér: ¡Levanta!
Y entonces, fiel consigo, se agiganta
hasta llegar al cielo su estatura.
De la vida común sería ley
el heroísmo en el humano ruedo
si no nos doblegáramos al miedo
de vernos y sentirnos como un rey.
Versión de Carlos López Narváez
Bueno es soñar. Despertar es mejor...
Bueno es soñar. Despertar es mejor
si se despierta en la mañana.
Si despertamos a la media noche,
es mejor soñar con el alba.
Más dulce el figurado petirrojo
que nunca alegró el árbol,
que enfrentarse a la solidez de un alba
que no conduce a día alguno.
Versión de José Manuel Arango
Certidumbre
Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.
Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de a dónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.
Versión de Carlos López Narváez
Coloquio
Había muerto yo por la Belleza;
me cercaban silencio y soledad,
cuando dejaron cerca de mi huesa
a alguno que murió por la Verdad.
En el suave coloquio que entablamos,
vecinos en la lúgubre heredad,
me dijo y comprendí: Somos hermanos
una son la Belleza y la Verdad.
Y así, bajo la noche, tras la piedra,
dialogó nuestra diáfana hermandad
hasta que el rostro nos cubrió la yedra
y los nombres borró la eternidad.
Versión de Carlos López Narváez
Cuando cuento las semillas...
Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;
cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;
cuando creo que el jardín
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin queja.
Versión de Silvina Ocampo
Él era débil y yo era fuerte...
Él era débil y yo era fuerte,
después él dejó que yo le hiciera pasar
y entonces yo era débil y él era fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.
No era lejos, la puerta estaba cerca,
tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba saber.
El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
ahora ninguno de los dos era más fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!
Versión de L.S.
Embriaguez
En jarros tallados en nácar
apuro un licor ignorado...
Tal vez ni del Rhin en las cavas
pudiera mi sed encontrarlo.
Con una embriaguez de rocío,
borracha de incógnitos hálitos,
tabernas de azul diluido
recorro en perpetuos veranos.
Cuando las abejas
y las mariposas,
agobiadas, ebrias,
vuelen de las pomas,
aún libaré yo mi vaso
de extraño licor...
Hasta que los ángeles
me agiten su níveo penacho,
y a los ventanales
celestes se asomen los santos
para contemplarme
borracha de azul y de sol.
Versión de Carlos López Narváez
En mi flor me he escondido...
En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera...
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.
En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.
Versión de L.S.
En mi jardín avanza un pájaro...
En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos -
de música persistente
como un molino vagabundo -
jamás se demora
sobre la rosa madura-
prueba sin posarse
elogia al partir,
cuando probó todos los sabores -
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas-
entonces me acerco a mi perro,
y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real-
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades-
¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos-
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!
Versión de Silvina Ocampo
Ensueño
Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel
Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.
Versión de Carlos López Narváez
Es la dicha un abismo por lo tanto...
¿Es la dicha un abismo por lo tanto
que no me deja dar un paso en falso
por miedo a que el calzado se me arruine?
Prefiero que mis pies se den el gusto
a cuidar los zapatos-
porque en cualquier zapatería una
puede comprar
un nuevo Par-
Mas la dicha se vende una vez sola.
Perdida la patente
nadie podrá comprarla nunca más-
Díganme, pies, decidan la cuestión
¿debe cruzar la señorita, o no?
¡Expídanse, Zapatos!
Versión de Roberto Facceti
Estatura
Poder discrecional tuve en mi mano
y con denuedo contra el mundo fui;
dos veces temeraria lo he afrontado
tan sólo con la honda de David.
Aunque la piedra le arrojé segura
fui sólo yo la que me desplomé :
¿de Goliat fue muy grande la estatura
o quizá fue mayor mi pequeñez?
Versión de Carlos López Narváez
La sortija
En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.
Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.
Versión de Eduardo Carranza
Mi vida se había parado- un Arma Cargada...
Mi vida se había parado- un Arma Cargada-
en los Rincones- hasta que un día
el Dueño pasó- me identificó-
y me llevó lejos-
Y ahora vagamos por Bosques Soberanos -
y ahora cazamos a la Cierva-
y cada vez que hablo por él-
las Montañas contestan diligentes-
Y sonrío, tal luz cordial
sobre el resplandor del valle-
es como si una cara Vesuviana
hubiera dejado su voluntad a su paso-
Y cuando en la noche- acabado nuestro buen día -
guardo la cabeza de mi amo-
Es mejor que haber compartido
la profunda almohada de plumón-
De Su enemigo - soy enemigo mortal-
ninguno se agita por segunda vez-
en quién pongo un ojo amarillo-
o un pulgar enfático-
Aunque Yo así como él - podamos vivir largamente
él debe vivir más -que Yo-
porque yo tengo el poder de matar,
Sin -el poder de morir-
Versión de Miguel Artime
Morir no duele mucho...
Morir no duele mucho:
nos duele más la vida.
Pero el morir es cosa diferente,
tras la puerta escondida:
la costumbre del sur, cuando los pájaros
antes que el hielo venga,
van a un clima mejor. Nosotros somos
pájaros que se quedan:
los temblorosos junto al umbral campesino,
que la migaja buscan,
brindada avaramente, hasta que ya la nieve
piadosa hacia el hogar nos empuja las plumas.
Versión de L.S.
No era la Muerte, pues yo estaba de pie...
No era la Muerte, pues yo estaba de pie
Y todos los muertos están acostados,
No era de noche, pues todas las campanas
Agitaban sus badajos a mediodía.
No había helada, pues en mi piel
Sentí sirocos reptar,
Ni había fuego, pues mis pies de mármol
Podían helar un santuario.
Y, sin embargo, se parecían a todas
Las figuras que yo había visto
Ordenadas para un entierro
Que rememoraba como el mío.
Como si mi vida fuera recortada
Y calzada en un marco
Y no pudiera respirar sin una llave
Y era como si fuera medianoche
Cuando todo lo que late se detiene
Y el espacio mira a su alrededor
La espeluznante helada, primer otoño que llora,
Repele la apaleada tierra.
Pero todo como el caos,
Interminable, insolente,
Sin esperanza, sin mástil
Ni siquiera un informe de la tierra
Para justificar la desesperación.
Pequeñez
Es cosa tan pequeña nuestro llanto;
son tan pequeña cosa los suspiros...
Sin embargo, por cosas tan pequeñas
vosotros y nosotras nos morirnos.
Versión de Carlos López Narváez
Podría estar más sola sin mi soledad...
Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.
Versión de L.S.
Poema 37
Corazón, le olvidaremos
en esta noche tú y yo.
Tú, el calor que te prestaba.
Yo, la luz que a mí me dio.
Cuando le hayas olvidado
dímelo, que he de borrar
aprisa mis pensamientos.
Y apresura tu labor
no sea que en tu tardanza
vuelva a recordarle yo.
Versión de L.S.
Poema 63
(Time and Eternity")
Haz amplia esta cama,
haz esta cama con prudencia;
espera en ella el postrer juicio,
sereno y excelente.
Que sea recto su colchón
y redonda sea su almohada,
que ningún rayo dorado de sol
llegue jamás, a perturbarla.
Versión de L.S.
Poema 128
Dame el ocaso en una copa,
enumérame los frascos de la mañana
y dime cuánto hay de rocío,
dime cuán lejos la mañana salta-
dime a qué hora duerme el tejedor
que tejió el espacio azul.
Escríbeme cuántas notas habrá
en el nuevo éxtasis del tordo
entre asombradas ramas-
cuántos caminos recorre la tortuga-
cuántas copas la abeja comparte,
disoluta del rocío.
También, ¿quién puso la base del arco iris,
también, quién guía las esferas dóciles
por juncos de azul flexible?
¿Qué dedos atan las estalactitas-
quién cuenta la plata de la noche
para saber si nadie está en deuda?
¿Quién edificó esta casita albana
y cerró herméticamente las ventanas
que mi espíritu no puede ver?
¿Quién me dejará salir un día de gala
con implementos de vuelo,
fugaz pomposidad?
Versión de Silvina Ocampo
Poema 520
Me fui temprano -me llevé a mi perro-
a visitar el mar.
Las sirenas del sótano
salían a mirarme
y, en el piso de arriba, las fragatas
extendían manos de cáñamo,
creyéndome una rata
encallada en la arena.
No huí, con todo. Hasta que el flujo
me llegó a los zapatos
y al delantal y al cinturón
y enseguida al corpiño,
tal como si intentara devorarme
como a una gota de rocío
en una flor de diente-de-león.
Entonces salí huyendo.
Él me siguió. Venía detrás, cerca.
Sentía su tacón de plata
en mi tobillo y mis zapatos
rebosaron de perlas.
Los dos llegamos hasta el pueblo firme.
No parecía conocer a nadie.
me miró con dureza
y se fue, haciéndome una venia.
Versión de José Manuel Arango
Poema 739
Muchas veces pensé que la paz había llegado
cuando la paz estaba muy lejos-
como los náufragos- creen que ven la tierra-
en el centro del mar-
y luchan más débilmente -sólo para probar
tan deshauciadamente como yo-
cuántas ficticias costas-
antes del puerto hay-
Versión de Silvina Ocampo
Poema 783
Los pájaros empezaron a las cuatro-
el período del alba-
una música numerosa como el espacio-
pero aledaña al día-
no podía medir su fuerza-
sus voces se derrochaban
como arroyo al arroyo se entrega
para multiplicar el estanque.
Sus testigos no estaban-
excepto un hombre fortuito-
en casera vestimenta ataviado-
para enfrentar la mañana-
no era por aplausos-
que yo podía atestiguar-
sino por éxtasis independiente
de deidad y de hombres-
a las seis, el diluvio pasó-
ningún tumulto hubo
de vestimenta o de partida-
y asimismo la banda había volado-
el sol absorbió el este-
el día controló el mundo-
el milagro introducido
fue olvidado, cumplido.
Poema 815
El lujo de entender
el lujo sería
de mirarte una sola vez
y volverme un Epicuro
cualquiera de tus presencias sirve
de futuro alimento
apenas recuerdo haber muerto de hambre
tan bien surtida estaba -
el lujo de meditar
el lujo era
darme el festín de tu semblante
otorga suntuosidad
en días habituales, cuya lejana mesa
como la certidumbre recuerda
está puesta con una sola migaja
la conciencia de ti.
Poniente
Velámenes de púrpura se mecen
con suavidad en mares de narciso;
marineros fantásticos se esfuman
y queda el muelle en la quietud sumido.
Versión de Carlos López Narváez
Presentimiento
Presentimiento es esa larga sombra
que poco a poco avanza sobre el césped
cuando el sol sus imperios abandona...
Presentimiento es el susurro tenue
que corre entre la hierba temerosa
para decirle que la noche viene.
Versión de Carlos López Narváez
Que yo siempre amé...
Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví -bastante-
que yo amaré siempre
te lo discutiré
que amor es vida
y vida inmortalidad
esto -si lo dudas- querido,
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario
Versión de Silvina Ocampo
Selección
De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma...
yo diré: Ved la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla.
Versión de Carlos López Narváez
Sentí un funeral en mi cerebro...
Sentí un funeral en mi cerebro,
los deudos iban y venían
arrastrándose -arrastrándose -hasta que pareció
que el sentido se quebraba totalmente -
y cuando todos estuvieron sentados,
una liturgia, como un tambor -
comenzó a batir -a batir -hasta que pensé
que mi mente se volvía muda -
y luego los oí levantar el cajón
y crujió a través de mi alma
con los mismos botines de plomo, de nuevo,
el espacio -comenzó a repicar,
como si todos los cielos fueran campanas
y existir, sólo una oreja,
y yo, y el silencio, alguna extraña raza
naufragada, solitaria, aquí -
y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí -
y di con un mundo, en cada zambullida,
y terminé sabiendo -entonces -
Versión de Silvina Ocampo
Soy nadie. ¿Tú quién eres?
Soy nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres tú también nadie?
Ya somos dos entonces. No lo digas:
lo contarían, sabes.
Qué tristeza ser alguien,
qué público: como una rana
decir el propio nombre junio entero
para una charca admiradora.
Versión de L.S.
Tan lejos de la piedad, como la queja...
Tan lejos de la piedad, como la queja -
tan frío a la palabra -como la piedra -
inconmovible a la revelación
como si mi oficio fuera de hueso -
tan lejos del tiempo -como la historia -
tan cerca de uno mismo -hoy -
como niños, a las bufandas del arco iris -
a la puesta de sol a su juego amarillo
a los párpados en el sepulcro -
¡cuán mudo yace el danzarín -
cuando las revelaciones del color se rompen -
y resplandecen -las mariposas!
Versión de Silvina Ocampo
Un sueño largo, largo, un ya famoso sueño...
Un sueño largo, largo, un ya famoso sueño,
que señales no da de que se está acercando el día,
pues no mueve ni un párpado el durmiente:
un sueño independiente y apartado.
¿Pereza como ésta se vio nunca?
En orilla de piedra,
bajo el calor, dejar pasar los siglos
y ni una vez mirar si el mediodía llega.
Versión de L.S.
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