Corina Bruni. Nació en la campiña santaneca, El Salvador, 28 de febrero de de 1930, Estudió Secretariado Bilingüe, con extensiòn de estudios en México y Estados Unidos. Escribe Prosa y Poesía. Durante muchos años colaboró en las páginas culturales de los periódicos: Latino, La Prensa Gráfica, el Diario de Hoy y El Mundo. Su obra ha sido publicada en forma dispersa en algunas revistas culturales. Ha publicado 17 libros,: 12 de Literatura Infantil y 5 de Poesía y Prosa para adultos.
Publicaciones: “Pompas de Jabón”, “Luna de Algodón”, “Dijo la Aurora a la Brisa”, (Fábulas), “Leyendas y algo más”, “Nube Escuela”, “Rataplán”, “Sol-So-Bri-Sol”, “Y hablaron los animales”, (Fábulas), “Juguemos a a contar cuentos”, “Arriba el telón”, “77 fabulas y algo más” y “Lights and Colors” (Bilingüe)
Para adultos: “Altibajos”, “Auroras y Ocasos”, “Prisionera en el Planeta”, “Amen”, “Patria Valiente” (Poesía y Prosa).
¡DESPIERTA!
Aunque no me pediste que volviera,
he venido, para alumbrar tu noche,
con destellos de cuarzos y un derroche
de las flores que había en la pradera.
Aunque no me rogaste que lo hiciera,
traigo el alma prendida, como un broche,
y monto un alazán, desprecio el coche,
porque yo lo hago todo a mi manera.
Botas altas y cinto a la cadera,
y traje de montar… ¡Casi me siento
con los bríos de un acerado viento!
¡Despierta! Hay que atrapar en el hechizo
_antes de que éste se torne huidizo_
¡aquélla juventud que entonces fuera!
Salvadoreño por la gracia de Dios
Al buen salvadoreño va mi canto,
a aquel que rompe el alba con la mano,
al que cuelga su anhelo en el Oriente,
y lleva —cual relámpago en la frente—
su firme voluntad de subsistir
honradamente, decorosamente.
Al buen salvadoreño va mi canto,
ya sea labriego, doctor o ingeniero,
soldado, educador, artista, obrero...
A aquel que se levanta cada día
soñando:
—He de construir la Patria mía,
pues tiene El Salvador que ser más grande
que hoy, que ayer y anteayer,
en un mañana—
Y pleno de entusiasmo continúa:
Para eso estoy aquí,
y a darme entero me habré de constreñir.
No seré yo
como aquellos que buscan surgimientos
con formas retorcidas, fingimientos...
Por Dios y por su gracia estoy aquí,
aquí en El Salvador.
Y he de luchar,
con denodado empeño y con ahínco
por obtener
—junto con lo que anhelo y necesito—
un futuro más claro para mis compatriotas,
sin distingos.
Y en mis postreros años
—no obstante haber tenido desengaños—
me sentiré feliz
con la satisfacción de lo que di.
Y cuando —como a todos—
me toque trascender,
moriré agradecido
por la oportunidad de haber podido
—como su hijo que soy—
entregar lo mejor a El Salvador,
patria donde nací
por la gracia de Dios.
C A N T A R E S
- I -
Ya la Luna está cansada
de oír que la llamen “pálida”
los bardos, en sus poemas.
Por eso esta noche cálida
se ha asomado sonrosada
por el humo de las “quemas”.
Y, sin pena ni dolor,
el Sol se fumó los montes,
y alistó su bastidor
para bordar horizontes.
- II -
Estrellita mañanera:
Allá, por mi primavera,
rememoro una canción
que decía: “Luna lunera…”
Hoy te digo mi oración:
Por favor, trata de ser
como ella “cascabelera.”
Que pare ya de llover;
que no me olvide un querer…
Y, como eres verdadera,
dame una amistad sincera
que me siga por doquier.
- III -
Todos sentimos igual
cuando la pena es pareja.
El amor no es cosa nueva…,
el dolor es cosa vieja:
Y es que le duele al jazmín
lo que al girasol le aqueja.
Y es que atesora el clavel
lo que susurra la abeja.
El tiempo guarda en un cofre
llantos, sonrisas y quejas…
Y hay quien conserva una epístola
hasta que se torna añeja.
- IV -
Se me abrieron dos caminos:
un mañana y un ayer,
y me quedé pensativa
sin saber cuál escoger.
En los dos pensé cortar
ilusiones y esperanzas
entretejidas con flores;
más a la distancia vi
guijarros y sinsabores.
Siguen mañana y ayer
espiando por mi ventana.
Y aún no puedo distinguir
cuál de los dos es mañana!
- V -
Un ternero jugueteaba
en la campiña azulada…,
y un gatito ronroneaba .
desde buena madrugada.
Había un lucero observando
el ordeño de las vacas,
entre el olor del zacate
las verbenas y albahacas.
Al ensillar los caballos
con monturas y aparejos,
se oía el canto de los gallos
que el aire llevaba lejos…
Y yo te recuerdo allí
-en medio de todo eso-
y aunque quise, no mentí,
porque me sorbiste el seso!
- VI -
Negros tenías los ojos,
y la piel color canela…,
y oscilaban tus antojos
como la luz de una vela.
Tus modales eran suaves,
tu sonrisa a flor de labio;
pasaste como las aves,
sin inferirme un agravio.
Había, en tu corazón,
una promesa de dicha,
mas, no sé por qué razón,
yo preferí la desdicha…
Me miró la montaña
Me miró la montaña,
Como si en el pasado no me hubiese mirado;
Y miré a la montaña,
Como si nunca antes la hubiese contemplado.
Hablamos largo rato,
Como si hubiese sido esa la vez primera
Que hubiésemos hablado;
Y escuché sus palabras dolidas y sinceras:
—¡Estoy horrorizada!—
Me dijo la montaña.
Mis bosques,
Esos mismos que antes
Fueran solaz y albergue
De cuantos habitantes había en esta tierra,
Se han convertido ahora
En sangrientas trincheras,
Como en encubridores de los mil desafueros.
La humanidad ingrata
No merece heredad.
Ambos bandos se matan
Con odio y sin piedad.
Y me siento abrumada cuando oigo el tabletear
De las armas funestas,
Y el horrísono aullar
De las bélicas huestes
Que marchan —implacables— ante el grito de
¡GUERRA!
Mi silencio
Está abierta mi ventana.
Desde aquí observo el mar
Y sus olas cadenciosas
Que al chocar contra las rocas
―esas rocas milenarias
A las cuales
Vanamente han intentado desafiar―
Se destrozan a sí mismas
Y huyen tristes,
Para luego refugiarse en silencio sepulcral.
Y esas olas
Que ―en su huida―
Se interponen en la ruta de un velero,
Me recuerdan mi refugio de silencio;
El silencio que guardé por tantos años,
El que fue mi compañero,
El que en pálidas mortajas sepultó mis
Desengaños.
Sobre el mar y bajo el cielo,
Una gaviota corta el aire…
Y su vuelo
―salpicado de ternura―
Me recuerda mis anhelos de otro tiempo,
Mi locura.
El sol rojo baja lento
Y ―como en un presentimiento―
Besa el mar
Y se hunde gravemente en su mutismo.
Mientras,
Desde mi ventana
―con los ojos secos ya―
Veo el sol,
Cuyos póstumos reflejos
Se han llevado mi silencio hacia el abismo…
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