LUIS MIGUEL MADRID
Nació en Madrid en 1960. Se licenció en Filología Hispánica en la Universidad Complutense especializándose en literatura hispanoamericana y relativismo centrípeto.
Su actividad literaria abarca una variada producción como poeta: Rua das janelas verdes –Premio Internacional Arcipreste de Hita-, La caja italiana, Bomarzo, María de los demonios, El cine de las sábanas blancas, etc; como dramaturgo: Coño, El día que me hice caca, Tripa de guanajo, Dulce desazón, etc, y también como cuentista, crítico literario, letrista o chascarrillero.
Es fundador y director de la revista de cultura BABAB, socio fundador de ARDE (Asociación de Revistas Digitales de España), presidente de la sociedad editora MAÑANA ES ARTE y colaborador en diversas revistas y organizaciones artísticas.
Ha sido seleccionado para representar a España en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá (Ediciones XIII, XV, XVII, y XIX) y Feria del Libro de Manizales, habiendo sido seleccionado y publicado en varias antologías de poetas españoles/colombianos.
Con El sacrificio de ganar Luis Miguel Madrid cierra un ciclo poético repleto de contradicciones, completando por fin una ideología difícil de explicar.
DOLENCIAS
El sacrificio de ganar
Me duele el pelo cuando pienso en ti,
cuando pienso en ti me duelen las plaquetas,
las anginas operadas en el 75 y los huecos
que tengo entre los dedos de los pies.
Son achaques entrañables que me alivian
de aquellas otras dolencias que sufría
cuando te conseguía olvidar.
LA PENÚLTIMA
El cine de las sábanas blancas
Mentir no es grave cuando andamos
casi ya de retirada, apurando la penúltima
en el último bar.
Tampoco las verdades tienen importancia
cuando estamos a punto de ser nadie,
poco antes de caer sobre los charcos
de las seis de la mañana.
En esos momentos uno lo comprende todo,
por ejemplo,
que lo importante pasó de largo
y de la vida sólo conoció los arrabales
OLVIDOS
El sacrificio de ganar
Para Eva
Junto a ti me olvido de los papeles leídos,
de los cuadros vistos, de toda aquella cultura estabulada,
del arte de subasta, de los genios repetidos
con los que gastaba cuatro noches por semana
y todas las mañanas de domingo.
Junto a ti me pongo un güisqui
y me desparramo en el sofá
extasiado en el oficio de mirarte.
YO NO SÉ
El cine de las sábanas blancas
Me echaría novia pero el caso
es que no tengo interés ni vocación.
Tampoco tengo muy claro para qué puede servirme,
ni cómo se usa, cuánto dura la garantía,
y si llegado el caso, se puede devolver
recuperando el tiempo y los sentidos abonados.
La mañosa
Ella sabe de fontanería, de ordenadores, traduce del latín,
lleva las cuentas...
pero utiliza los oficios como gancho corredizo.
Espera que te acostumbres para luego desquiciarte
retocando todo para que nada funcione.
Te avasalla con retrasos, roturas, errores y torpezas,
rematándote al final con una factura interminable.
Carmen Mari
Te prometo, Carmen Mari, que no te odio
ni guardo hacia ti rencor alguno.
De lo que pasara antes no me acuerdo,
Lo que me hicieras no dejó más huella
que tu insistencia en el perdón.
Créeme Carmen Juani, o como digas que te llames,
que no tienes culpa ni deuda que pagarme.
Si acaso, te pido encarecidamente
que trates de olvidarme, ya que a todos los efectos
hace apenas media hora que nos conocemos.
Kiki de Montparnasse
Apoyada a la pared, miraba pasar la gente
como quien mira pasar los años
acariciando un calendario.
Eran ojos del año 28 observando desde Montparnasse
los míos de este otro siglo en el centro de Madrid.
Era ella, Alice, la reinona de Man Ray
peinada a lo garçon,detenida en todo,
y moviendo nada para no ser reconocida.
Pero sus cejas eran, sus labios chatos,
la fiesta triste de su mirada.
Era la delicadeza ciega
de la autentica Kiki de Montparnasse
que llenaba de ojeras cada noche
aquel café de la rue Delambre.
La sobria
La Sobria ha vuelto a perder las composturas
y hasta el equilibrio en un arranque
de torpe indecisión.
Es un pellejo de desguace esta muchacha
de cincuenta años: ya se tuerce al caminar,
busca en la basura sus amantes
y se duerme en el retrete,
Afortunadamente, aun sabe orientarse
y llega a casa a tientas
consultando el resplandor del vino blanco.
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