Poeta, ensayista y crítica literaria. Es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante y doctora en Literatura Española por la Universidad de Ohio State (EEUU). Ha impartido clases en Vanderbilt University, University of Cincinnati y University of Utah.
Associate Professor en la Universidad de Cincinnati. Su trabajo como crítica se centra en la poesía española contemporánea, especialmente en la obra del escritor alicantino Juan Gil-Albert, sobre el que publicó en el año 2000 el libro de ensayo El culturalismo en la poesía de Juan Gil-Albert. En 2004 publicó Juan Gil-Albert. Obra Poética Completa, edición crítica de la poesía de mismo autor, que vio la luz de la mano de la editorial Pre-Textos para conmemorar el centenario del nacimiento de dicho autor. Más recientemente, ha coeditado Cartas a Juan Gil-Albert. Epistolario selecto, volumen que se encuentra en vías de publicación por la Editorial Pre-Textos.
En 2008 ha publicado Concha Zardoya. Antología Poética, de cuya selección, introducción y notas es responsable.
Como poeta, Moreno ha publicado seis libros: La semilla bajo el asfalto (Alicante: Botella, 1994), Mudanza en su costumbre (Elche: Ed. Frutos del tiempo, 1996), Correspondencia atrasada (Valencia: Pre-Textos, 1999), Geografía enemiga (Edición bilingüe portugués-español. Lisboa: Ediçoes Tema, 2001); y la edición aumentada Geografía enemiga y Los dones perversos (Zaragoza: Libros del Innombrable, 2005). Su último poemario hasta el momento, Invernadero (Sevilla: Ed. Renacimiento, 2007), fue seleccionado como finalista para los Premios de la Crítica Valenciana en 2007.
En la actualidad, María Paz Moreno se encuentra inmersa en la escritura de un libro de ensayo sobre literatura culinaria con el título de Mucho más que recetas. El libro de cocina y sus múltiples lecturas.
Carta de amor a mi país
A Baltasar Garzón
Yo vengo de un país
donde los muertos duermen en las cunetas.
Es el suyo un sueño largo, inquieto,
porque se acuerdan de todo y aún esperan.
Les duele más el silencio que el tiro aquel de gracia.
Yo vengo de un país
donde los muertos aguardan pacientemente
a que alguien diga su nombre,
que busque su mirada de fotografía vieja
y reconozca su sonrisa amarillenta
-el día de la boda, la romería en el campo-
en la dentadura rota y arenosa
que el arqueólogo sostiene
como quien lleva un pájaro herido entre las manos.
A sus oídos llega el fragor
de los debates sobre rencor y olvido.
Ellos escuchan. Gime la hierba.
Extienden orgullosas sus hojas las ortigas
y el riachuelo, ya seco, calla.
De niña, yo buscaba morera en las cunetas
para alimentar gusanos de seda.
Reclamo conocimiento. En mi país
somos los vivos quienes tenemos
los ojos y los oídos llenos de tierra.
(Inédito. De ¨El vientre de las iguanas¨)
Contemplación del deshielo
... Y no saber salirme de mi cuerpo
para adentrarme al tuyo, para abrazar
el abismo de tus horas oscuras,
para sentir por ti el dolor del deshielo ...
(la soledad, como el placer, es un arte
que aprendo a practicar muy poco a poco
procurando vestir de poesía el deseo)
...Y no poder caer contigo,
ahogarme cuando tu te ahogas,
ser comunión en tu boca, vena abierta
o salto vertiginoso al vacío.
Tulipanes
(INVOCACIÓN A SYLVIA PLATH)
Rojos. Amarillos. Anaranjados.
Escríbeme una carta que adorne tu pasado,
escríbete un poema que no sea una soga,
que no sea serpiente abrazada a tu cuello,
no te oprima el corazón con la crueldad del recuerdo
ni te hunda consigo en su naufragio.
Escribir y morir febrilmente
cubiertas las sábanas de tulipanes y amapolas,
de flores rojas como un horno encendido,
como tomates sangrantes sobre la mesa de la cocina,
como las bocas desdentadas de los niños.
Los niños.
Tulipanes rojos sobre las sábanas.
SIMONE DE BEAUVOIR REFLEXIONA
ANTE UN VERSO DE CONCHA MÉNDEZ
“Siento en mi sangre girar el Universo”
Concha Méndez
Esta obstinación mía
en negarme a perpetuar la especie,
a no dejarme atrapar por la espiral de la vida
para no ser succionada, engullida, devorada,
y perder la sangre y la linfa, que tanta falta
me hacen para sobrevivir el día a día,
esta obstinación que ejerzo
me trae no pocos problemas
y miradas recelosas.
El universo gira en torno mío
pero mi sangre se alimenta de sí misma
porque no quiero ser más que lo que soy,
porque me basta con mi carne y con el pálpito
único de un solo corazón, y con un solo llanto
se me llena la boca; me basta con soportar
–y ya es demasiado-
la certeza de mi propia muerte.
Me desangro con precisión lunar
resistiéndome a ser invadida
como una ciudadela que se toma por sorpresa.
Impermanencia
A veces lo intentamos demasiado.
Con demasiada intensidad,
como con miedo
a que escape de pronto
la idea, el poema, el sueño,
esa persona a la que amamos.
A todos nos aguarda la pérdida.
Afilando su cuchillo está,
sentada a la puerta de su casa
como un enemigo de paciencia infinita.
Vivir es perder. Es tener y destener.
Es también ser perdido algún día
por alguien que nos quiere hoy, ahora,
y que cada mañana decide no pensarlo.
Lo práctico es aceptar lo inevitable;
lo instintivo, rebelarse a ello. No duele menos
el dolor anunciado que el sorpresivo.
Ambos nos buscan y ambos nos hallan.
Terraza con vistas
Esta ciudad tiene secretos
que el alacrán susurra y repiten las campanas.
El grito de los perros revienta los tejados
gargantas tensas, erguidas las orejas,
eternamente sumidos en la espera.
Colores, aromas, el agua impaciente
fluyendo calle abajo. En la terraza,
me abruma la extraña coexistencia
de felicidad y tristeza,
del momento que inunda los sentidos
y el abismo que se atisba con la luz primera
reabriendo ausencias,
males ajenos que duelo como propios,
ciclos que empiezan y terminan,
enfermedades malditas
que se llevan a quienes queremos.
Todo aquí al mismo tiempo.
Todo ahora, todo sin tregua.
Velocidad y pausa, hielo y fuego,
vértigo del giro planetario que nunca se detiene.
Ser es habitar a un tiempo
el cuarto oscuro de la pena inmensa
y un luminoso balcón abierto al mundo.
Amiga del monstruo
Cuando ya no tenga miedos,
cuando en la oscuridad cierre los ojos confiada
sin escudriñar la sombra compulsivamente,
cuando no imagine respiraciones ajenas
en el silencio nocturno,
cuando no mida mis pasos cautelosa
ni beba sin tener sed,
te miraré a la cara muy de cerca
y hablaremos finalmente de tú a tú.
Para entonces
no sostendré temblorosa los días de mi vida
como las cuentas de un collar que se desgrana
roto el lazo que las une. Entonces
no temeré al miedo mismo, no preguntaré
y ahora qué, y cuándo, y qué pasa luego.
Me haré amiga del monstruo.
Jugaremos a compartir momentos y miradas cómplices,
y quizá me regale una flor mientras me arropa
con su manto oscuro que todo lo devora.
Quizá hasta me enamore
de su espalda curvada o su deforme rostro,
o descubra su perfecta belleza inenarrable.
Solo sé que me dejaré llevar.
Como todos.
Me iré con él por voluntad propia,
sin histerismos ni aspavientos que de nada sirven,
y que nunca han conmovido ni conmoverán al monstruo.
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