lunes, 26 de marzo de 2012

6348.- ANTONIO J. LOMBILLO



Antonio J. Lombillo, nacido en Logroño, La Rioja, en 1974. Estudió Arquitectura Técnica. Dirige Expositiva, empresa de diseño afincada en La Rioja. Vida de mario es su primer libro de poemas.




Pereza y no pereza


No deseo continuar.
Bajo la sombra soy lo mismo ahora que antes,
que no es una cuestión de tiempo,
tantos modos posibles para acabar
y me vale uno,
tanta manía con cuidar lo pasajero,
me vale todo.
¿Recuerdas?
sentados en el valle aquella hierba,
aquel nogal,
sentados en la vida con tranquilidad risueña
no éramos más de diez años de vida,
de paseo,
no éramos desasosiego ni rencor,
algún día tristes, alguno contentos
¿qué era todo, qué eras tú y yo, cómo?
Quizás fue progresivo,
un modo de suceder remoto como la luna,
un pasaje del recuerdo quizás,
que no sabemos en qué momento cambió la vida,
nos preocupó la hora,
nos sentimos molestos,
abatidos, humillados,
y ahora hay que luchar contra todo,
tantas cosas
me abruman
de un modo absoluto
tanto que ya no lucho,
pero consciente día y noche
no dejo de preguntarme cuándo,
por ejemplo.






SÚPER OCHO


Creo que por escribir poemas mi vida se graba en súper ocho,
una de esas pelis de los sesenta en las que la imagen parpadea
y aparece arañada
y pálida
y recordamos ver con un traqueteo de fondo.
Algunas veces es extraña aunque todo parece tener sentido
para mí;
en ella comprendo por qué hoy hace el tipo de frío que deshiela
o un calor gritón y anaranjado quizás un poco verde,
y aunque tengo problemas para explicarlo
quien pudiera estar en mí entendería porqué ayer fue mía la plaza
la gitana, un judas o su hermano personas que ayer fui
o que fueron yo sin haberlo deseado.
Otras veces soy pesadamente nada y es duro serlo,
todo sucede a mis espaldas y es la vida de otros
en mi peli
y ellos la cambian y es su historia en la mía
y en ella solo puedo esperar a que terminen
y ver después lo que me dejan.
Lo cierto es
que son muchas las grabaciones pero en cualquier caso todo acaba aquí,
en esto,
y de una forma u otra mi vida se graba en súper ocho;
y cuando termina un día y algo le da al stop
si tuviera que decir qué pasa es solo miedo y un hueco palpitante
pero tengo suerte,
la cámara se enciende sola y graba algo que sucede al acostarme,
algo sin tiempo,
nómada.
Se me ve en primer plano en la penumbra de una noche joven
y se intuye por mi ademán,
por cómo aparento estar moviéndome,
que descubro un lado de la cama y
me tumbo mirando como casi siempre hacia fuera;
y cualquiera diría que todo va bien y es cómodo y tranquilo,
aunque si se presta atención quizá incomode ver
que mi rostro aparece como si en él hubieran escarbado,
y quizá incomode ver un tiempo ese vacío frágil,
justo hasta que el roce liviano, puntual,
cálido de su espalda
lo llena,
lo duerme
y, esta vez sí,
apaga la cámara.


a marta






PASA PAULO, PASA


Que vino a verme coelho y al no poder huir
- os juro que lo intenté pero no pude-,
escuché como enternecido me abroncaba
“bueno aunque solo sea por la manía
de no quedarte parado,
de estar siempre en movimiento suceda
lo que suceda,
de desesperar cuando apareces un segundo retenido en un cristal,
en acero,
en un remanso de agua y verte ahí en la forma en la que no quieres verte,
más estático,
más tranquilo,
menos tú,
y aunque solo sea por la manía de mirar la hora a cada instante,
repasar tus fotos de memoria y comprobar si has cambiado
y cuánto
y dónde y así en tu nuevo yo marcar las diferencias,
y aunque solo sea por la manía de contar las veces que respiras,
los pasos que das,
las baldosas,
las que están enteras, las rotas y si hacen dibujos las líneas,
la manía al fin y al cabo de contarte,
de medirte,
de buscarte,
te puedo decir, aunque quizá suene un poco duro,
que por primera vez tienes buen aspecto estando ahí,
metro setenta
de un solo muerto”.
Y yo en mi silencio recuerdo preguntarme
a quién se le ocurre avisar de nada a este sujeto.




POEMA MANGA


Alguien ha jodido el quicio de la puerta
precisamente hoy, que tengo el día raro.
Este poema me digo que ha de ser como un manga:
ha de tener los ojos grandes y la nariz pequeña,
ha de ordenarse como el sol se ordena
y caer redondo y oscuro.
Y ha de ser así,
ha de tener los ojos grandes,
porque hoy te ha dado por ver que vivir agota
y no vivir malgasta, porque sin más ni más
me has dicho que cuando miras a un gato que duerme
y duerme
parece que lo tienes claro: pierde el tiempo.
Pero que te da envidia el gato, has dicho,
que es muy extraño
y que ni a resolver esto llegas.
Y ha de tener la nariz pequeña porque hoy,
precisamente hoy,
es uno de esos días en que al parecer
te ha entristecido no saber nada,
o ser consciente de que no sabes nada,
no sé, quizás te has levantado Séneca,
espero que duermas Nerón.
Y me has contado que por cada puerta que abres
aparecen cientos que dudas llegar a abrir.
Que cuando elijes una
y la abres,
tan solo te espera elegir de nuevo
y avanzar en un caminar lanoso en el que decides entre esta
y esa, la más cercana,
y la abres,
y tras ella una más, casi siempre estridente y bella,
y que una vez tras otra te equivocas y decides desandar,
pero al volver no encuentras exactamente la puerta que buscabas,
la misma puerta por la que entraste,
así que de pronto estás sola,
y aunque se supone que eres en cierto modo más sabia,
me has dicho que qué quieres que te diga, que te da envidia el gato.
En fin, una vez más no he sabido qué decirte
y tampoco sé qué hago todavía aquí,
encerrado en un poema a sabiendas de que hoy
que tengo el día raro
encima me han jodido el quicio de la puerta.






CLAP CLAP CLAP


Palau de la Música y son las nueve
aquí, en esta tarde primavera,
y menos mal que he venido,
no tanto por la novena de beethoven,
que también,
o decidir que miguel ríos está muerto
o debería,
o una carmina burana consecutiva que bueno,
carmina burana.
Y digo menos mal que he venido
porque en el barrunto del último pimpamzás
al final de la novena,
un hombre pequeño,
un hombrecito viejo,
se ha puesto en pie plástico y estridente
y ha gritado bravo y está aplaudiendo cándido
pero aplaude ardiendo,
y ha sido el primero de todos en hacerlo.
Y la suerte ha querido que un foco desviado,
un rebelde al fin y al cabo,
le ilumine a él y solo a él mientras dura su arrebato,
así que brilla ensimismado más que nadie,
y abajo el tenor y compañía con su luz coherente,
equilibrada,
saludan el alborozo de una masa tenue
y encovada,
y todo es alegre,
y yo aplaudo mientras sonrío y aplaudo,
de verdad aplaudo,
y qué curioso notar que directora y chelos
deben haber sido grandes,
y el oboe o los dos y la mujer de los timbales
deben haber sido grandes,
pero yo,
atrapado en el brillo mínimo de un foco desviado,
aplaudo tan solo el aplaudir del hombrecito.







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