José Luis Pérez Pastor (Logroño, 1978) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de La Rioja e imparte clases de Lengua Castellana y Literatura en el IES «Escultor Daniel» de Logroño. Dirige la revista de cultura popular Belezos, que edita el Instituto de Estudios Riojanos (IER). Su campo de trabajo ha sido, sobre todo, el del estudio de la tradición clásica en la literatura española. Recientemente ha publicado el estudio-edición Las elegías de Esteban Manuel de Villegas (junto con Mª Ángeles Díez Coronado, IER, 2008). Igualmente, ha publicado los libros de poesía Albada y engranaje (CELYA, 2003) y, junto al poeta Enrique Cabezón, El lenguaje de las serpientes (Ediciones del 4 de Agosto, 2005). Como coordinador, se ocupó de los libros Cuentos por encargo (Ayto. de Logroño, 2003) y El de la triste figura: visiones de El Quijote desde La Rioja (IER, 2006). Su obra poética ha sido recogida en antologías como Me chifla la poesía (CELYA, 2003), Vento/ viento (CELYA, 2004), Todo y nada: sonetos en homenaje a José Hierro (Ayto. de Ávila, 2005), Orfeo XXI: poesía española contemporánea y tradición clásica (Libros del Pexe, 2005), Planetario (Ediciones del 4 de agosto, 2008) y Antología del Beso (Mitad doble, 2009).
Penélope
Cansada del estruendo del banquete
que roe su firmeza cada día
la reina se retira, absorta y fría,
al telar donde devana y comete
el crimen de engañar a las arenas
en espera callada de un vacío.
Siempre teje —y desteje— allí un navío
que pasa junto a rocas y sirenas.
A veces en el tálamo incompleto,
en las noches azules, que son grises,
un sueño busca que esperanza irradie.
Y a veces se despierta del asueto
y tiembla sudorosa y grita: «¡Ulises!»
y sólo escucha: «nadie, nadie, nadie».
(del libro Albada y engranaje)
Los muertos
Los muertos sólo son símbolos
de seres queridos
o no queridos
(que de todo hay, como en botica).
Sólo símbolos como un palacio de congresos
deshabitado y con ratas muy maltrechas.
Los muertos son monumentos que se pudren,
y por eso les ponemos mármol,
alabastro, placas de metales
(plomo, bronce, quizá plata u oro),
fotografías en cápsula de vidrio
y otras máscaras solemnes.
No voy a entrar en cuestiones
como si es cierto o no
que hay muertos en vida
en Dublín
o en cualquier otra parte
—París, Roma, Londres, Katmandú
o Logroño, por qué no—.
Diré nada más que los muertos
no son lo que eran.
No ven.
No tocan.
No disfrutan de un asado
ni de su crepitante olor.
Ni cosen ni cantan.
Los muertos no están muertos.
No están.
No son.
Cómo me alegro de que a veces
me duela un poco el costado
a la altura aproximada del alma,
amigos míos.
O tal vez la rodilla.
O incluso un dedo
(incluso el meñique).
(del libro Albada y engranaje)
MR. SANDMAN
Desde que yo recuerde, me asustaron
los ruidos de las sombras de la noche:
las puertas de la casa, los quejidos
de las cosas que duermen con nosotros.
Todo ello parecía un aquelarre
de extraña seriedad, de diarios ecos.
Diciembre, como todo el mundo sabe,
es un terco ladrón de raudas piernas:
me quitó aquellos miedos prontamente
como quita la pintura a las fachadas.
Al cabo, no quedaron ya temores
acerca de las cosas de la casa.
Algún lustro ha pasado desde entonces
y ya no son proteicos y terribles
los objetos, y a nada se parecen.
A cambio de los miedos aventados
me dejan a su paso los diciembres
otro miedo, otras sombras, otra noche.
REFLEXIÓN DE RINGO KID
La diligencia:
cuatro bestias nos llevan
hacia el progreso
Grandes decepciones
Yo,
tú,
él,
Desde la misma escuela
nos lo dijeron
y no lo creímos.
Nosotros,
vosotros,
ellos.
La misma gramática
nos va alejando
de lo que fuimos.
(Publicado en De buena fuente, Nº. 1027. 4 de septiembrede 2009)
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