CRISTINA PIÑA
Nacida en Buenos Aires, es poeta, profesora universitaria, crítica y traductora. Publicó siete libros de poemas: Oficio de máscaras (1979, Primer Premio Isidoro R. Steimberg), Para que el ojo cante (1983), En desmedida sombra (1987), Pie de guerra (l990, Tercer Premio Concurso de Poesía Diario La Nación, 1988), Puesta en escena (1993), Taller de la memoria (1998) y Pasajera en tránsito (2006), así como ocho de crítica literaria.
TALLER DE LA MEMORIA
1
No para recuperar
ni para hacer de ti
de la memoria
un espacio habitable;
apenas ejercicio de la mano
que vuelve a hacer
a deshacer
la trama del deseo:
lo perdido y traicionado,
el tiempo sin fruto.
2
Un tejido hacia atrás,
un intervalo
-lúcido no cabe,
tal vez penosamente
sentimental-
donde zurcir agujeros,
pasos a destiempo:
la fantasía,
lo puro imaginario,
que no sólo a Macedonio
consolaba.
3
Negar la historia,
la sucesión de gestos,
fechas, circunstancias
que afirman una identidad:
ser padre, madre, hijo
-como quería Artaud-
desde la protesta,
el gusto amargo
de la edad mediana.
4
¿Amores?
En las novelas del siglo XIX
en los cuentos de hadas.
¿Amigos?
Aquiles y Patroclo,
Hamlet y Horacio.
Scherezade y el lenguaje.
¿Familia?
La mano deja de escribir:
en el patio de atrás
la historia sangra.
5
¿No era que historia no,
nada de fechas que matan
como flechas ni patios
de identidad en el puro
ejercicio literario?
La mano, culpable
de ingenuidad,
pierde los dedos
en los dientes del oficio.
De Taller de la memoria. Córdoba, Ediciones del Copista,
Colección Fénix, 1998
La lengua de las islas
I
Se introduce en el lenguaje ajeno
como un cuerpo que se arroja al mar:
agua sin remanso ni piedad para el ahogado
que, con gesto de impotencia,
lucha en la garganta del deseo.
II
Se prueba las palabras nuevas
como sortijas, pendientes
o cuentas de cristal:
alhajas de la voz,
adornos de un agua extranjera
en la que nunca
se podrá nadar.
IV
Caen las palabras
como cuentas de un collar:
corales las vocales,
oro batido o plata sin pulir
las consonantes.
En el fondo de la voz,
metales bajos,
materia radiactiva
para sellar la boca del ajeno
que se atreve a hablar.
VII
Busca el extranjero
el sonido nasal de las vocales,
las consonantes cayendo
como guijarros al sol,
la voz y su grano irremplazable.
Vano cortejo,
todo suena mal:
donde quiso decir “mano”
se quiebra una flor
en la cresta de la lengua herida.
IX
Hablar el lenguaje de las islas
es nadar hacia atrás,
pegar el salto a un futuro anterior:
colgarse pendientes de la boca,
collares de la palma de la voz,
incendiarse en un fuego
incesante.
Memorial de la batalla
III
BAJO LA METRALLA
CAEN BOMBAS SOBRE LA CIUDAD, la metralla enemiga ha convertido las plazas en agujeros de noche, los pájaros del balcón, en siluetas oscuras que atraviesan el aire como signos del desastre.
CAEN BOMBAS SOBRE LA CIUDAD y el rumor de pies en desbandada carcome los costados del silencio, ni siquiera un instante se ha escuchado una débil voz humana en el fragor de la batalla.
CAEN BOMBAS SOBRE LA CIUDAD y desde las alcantarillas -que hasta ayer transportaban el pesado cargamento de los sueños- granadas ocultas, minas traicioneras han hecho saltar en pedazos el mundo familiar.
CAEN BOMBAS SOBRE LA CIUDAD y ella, en medio del derrumbe, ha tomado su maleta, la jaula del gato y un par de plantas para unirse a la caravana que parte en desorden de la tierra devastada.
Pero al llegar a la glorieta donde nació el amor, a los árboles gemelos que las balas enemigas perdonaron, ha levantado -con la maleta y el gato y las dos plantas- una tienda de campaña donde lo espera, invencible, con una rosa entre los labios y la canción que cantaba y cantará en sus brazos.
De Pasajera en tránsito. Córdoba, Ediciones del Copista,
Colección Fénix, 2006
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