Lasse Söderberg
Nació en Estocolmo en 1931. Poeta surrealista, editor y traductor de diversas lenguas, ha vivido en Malmö donde ha sido el organizador y director artístico de los Días Internacionales de Poesía. Ha publicado más de veinte libros de poesía, así como otra buena cantidad de traducciones y relatos. Sus más recientes libros de poemas son Stenarna i Jerusalem, 2002 y Breven från Artur, 2007. Recientemente tradujo al sueco una antología de Gonzalo Rojas; tradujo antes a Federico García Lorca, Jorge Luis Borges y Octavio Paz, entre otros. Entre los premios que ha recibido, se encuentran el Bellmanpriset, 1996. Editor de la revista Tärningskast (Golpe de Dados).
Biografía del barro
1.
Soy el barro.
Viejo y arrugado,
los lustrosos músculos
hinchándoseme bajo tierra.
Si conocieseis
mi sed prodigiosa,
mi largo afán
de ser cielo.
Pero me veo atraído siempre al fondo
bajo mi propio peso.
2.
Sudo en mis grutas, camino pesadamente
bajo la lluvia,
me vuelvo de espaldas al sol
estirando los mil dedos de mis pies.
Las uñas se quiebran, los tendones
se endurecen y rompen,
los lagartos hacen sus guaridas
debajo de mi lengua tiesa.
En cien años he avanzado
un sólo centímetro.
me vuelvo de espaldas al sol
estirando los mil dedos de mis pies.
Las uñas se quiebran, los tendones
se endurecen y rompen,
los lagartos hacen sus guaridas
debajo de mi lengua tiesa.
En cien años he avanzado
un sólo centímetro.
3
Y me alzo
entre dos manos.
Los dioses me alimentan de fuego
y me dan forma.
Loza, fayenza, terracota,
mayólica, azulejo:
soy oscuro,
mi historia resplandece.
Soy el barro.
De mi pesadez me levanto.
Traducción colectiva
*
De Las piedras de Jerusalem (2002)
Comprar legumbres con Yehuda
El pasado lanza piedras al futuro
y todas dan al presente.
Yehuda Amikhai
1.
A través del corazón caótico íbamos
a comprar legumbres para su familia.
El aire se llenaba de gritos de verduleros
que todavía no se habían convertido en piedras.
Sin embargo había muchas en el suelo
por las que andaba a grandes pasos
Entre bajos muros oliendo a mirrra.
Las legumbres eran su rescate.
2.
Abandonamos las partes orientales de la ciudad
acercándonos de nuevo a Yemin Moshe.
“Comprar legumbres para la familia,
es tan sencillo como tirar piedras”
decía, mientras señalaba en el suelo.
“Pero tirar piedras puede llevar lejos,
La que ves reposando allí
vino una vez de la honda de David”.
*
Debajo de la negrura perforada
Estaba la ciudad de siete puertas
que conducían a un mismo
dios despedazado
Entrar en esta ciudad significaba
abandonarse por largas temporadas
Señor de los meandros
Dadme mi diaria dirección
*
Observa delante toda Gehena
donde estaban ocultos los cuchillos
del sacrificio
Las hierbas de la apacible pendiente
eran el pelo enmarañado de Molok
Desperdicios quemados.
Humo en la negra carpa del beduino.
El cordero extraviado
no encontró sino ubres de acero
*
La torre de la vieja ciudad
era la manecilla de un reloj parado.
La pequeña nube mamaba
de la cúpula maternal
El isopo colgaba paralizado.
Todo callaba como en el cielo.
A tiro de piedra un hombre tendido
con la sangre quieta en sus venas
*
Aquí donde todos eran hijos
Yo no era hijo de nadie
No tenía padre
ni siquiera un árbol, una efigie o una roca
que yo pudiera llamar padre
amorosamente de rodillas
Por eso no maté a nadie
por eso escribí en el vaho de los espejos
Viéndolos hacer venias
ante el dios de las venganzas
Entendí que no había salvación,
sólo lágrimas más pesadas que el plomo
¿Cuántos Goldstein había entre ellos
cuántos Baruch?
La devoción es nido de serpientes
donde nacen vástagos venenosos
*
En la primera página del Jerusalem Post
la foto de tres jóvenes joviales
sus sonrisas cortaron como cuchillos
la carne viva de la nación.
La arrogancia de los malhechores
estaba en todos los labios
Descendientes de Caín dijo alguien
o de Abel oí de otro
Traducciones del autor
FESTIVAL POESÍA DE MEDELLIN
_______________________________
Los animales de la gruta de Altamira
I
No recuerdo ya
el aroma de las bellotas, ni tampoco
las abiertas formas de las hojas
Las hierbas de la apacible pendiente
eran el pelo enmarañado de Molok
Desperdicios quemados.
Humo en la negra carpa del beduino.
El cordero extraviado
no encontró sino ubres de acero
*
La torre de la vieja ciudad
era la manecilla de un reloj parado.
La pequeña nube mamaba
de la cúpula maternal
El isopo colgaba paralizado.
Todo callaba como en el cielo.
A tiro de piedra un hombre tendido
con la sangre quieta en sus venas
*
Aquí donde todos eran hijos
Yo no era hijo de nadie
No tenía padre
ni siquiera un árbol, una efigie o una roca
que yo pudiera llamar padre
amorosamente de rodillas
Por eso no maté a nadie
por eso escribí en el vaho de los espejos
Viéndolos hacer venias
ante el dios de las venganzas
Entendí que no había salvación,
sólo lágrimas más pesadas que el plomo
¿Cuántos Goldstein había entre ellos
cuántos Baruch?
La devoción es nido de serpientes
donde nacen vástagos venenosos
*
En la primera página del Jerusalem Post
la foto de tres jóvenes joviales
sus sonrisas cortaron como cuchillos
la carne viva de la nación.
La arrogancia de los malhechores
estaba en todos los labios
Descendientes de Caín dijo alguien
o de Abel oí de otro
Traducciones del autor
FESTIVAL POESÍA DE MEDELLIN
_______________________________
Los animales de la gruta de Altamira
I
No recuerdo ya
el aroma de las bellotas, ni tampoco
las abiertas formas de las hojas
o la fresca luz entre los troncos del bosque.
Pero sí recuerdo la acometida del jabalí
saliendo desde la oscuridad de la piedra,
con el pánico de la herida en el corazón.
II
Para poder huir más fácilmente
el ciervo se ha escondido en el caballo
como una lluvia ingrávida en el viento.
El morro brilla.
Pero permanecen en La roca,
se han dormido, su felicidad llora.
III
En el llano de la muerte no camina
con el pánico de la herida en el corazón.
II
Para poder huir más fácilmente
el ciervo se ha escondido en el caballo
como una lluvia ingrávida en el viento.
El morro brilla.
Pero permanecen en La roca,
se han dormido, su felicidad llora.
III
En el llano de la muerte no camina
ningún cazador,
ni susurra ninguna sangre despreocupada.
El bisonte reina sobre la piedra
y debe ser más fuerte que la piedra
con toda la oscuridad cargada
ni susurra ninguna sangre despreocupada.
El bisonte reina sobre la piedra
y debe ser más fuerte que la piedra
con toda la oscuridad cargada
sobre sus espaldas.
¡Bisonte, otea el llano de la muerte!
IV
La cierva estremecida
siente en su extravío
el espacio como un asidero.
Su color desnudo es silencio,
su cuerpo es amor, la fecundidad
la mantiene enraizada a la vida.
V
Galopan, el ruido de sus cascos
hiere al sol, están cerca de la oscuridad
y alzan sus cabezas ebrias
desde peludas grietas prehistóricas.
Con su ciega paciencia
se alejan sin cesar.
VI
Sobre los verdes cerros de Santillana,
oigo sus roncos bramidos.
Traducción de Justo Jorge Padrón.
¡Bisonte, otea el llano de la muerte!
IV
La cierva estremecida
siente en su extravío
el espacio como un asidero.
Su color desnudo es silencio,
su cuerpo es amor, la fecundidad
la mantiene enraizada a la vida.
V
Galopan, el ruido de sus cascos
hiere al sol, están cerca de la oscuridad
y alzan sus cabezas ebrias
desde peludas grietas prehistóricas.
Con su ciega paciencia
se alejan sin cesar.
VI
Sobre los verdes cerros de Santillana,
oigo sus roncos bramidos.
Traducción de Justo Jorge Padrón.
La nueva poesía sueca. Plaza & Janés, 1972
El gallinazo gira sobre los árboles
El hambre dibuja
Su marca en el cielo.
(Allá abajo reposan
Los soldados muertos).
Pausados círculos
para todos los hundidos en el fango.
(Allá abajo miran fijamente
los soldados sordos).
Látigos del negrero.
Pueblo de ráfagas.
(Allá abajo yerran
Los soldados verdes).
(Traducción de Javier Sologuren)
Preguntas sobre la historia
(Imitación nerudiana)
1.
Cuando ya no queda tinta,
¿se debe escribir con sangre?
¿Quién puede obligar a hablar al mejillón
o a la caracola abandonar su susurro?
¿Es verdad que las condecoraciones
abandonan a los generales cuando mueren?
¿Y que los pájaros negros
ya no pueden orientarse sin brújula?
2.
¿Es más humano el verdugo
por tener un nombre risible?
¿Llegarán alguna vez los reptiles
a ser amaestrados para desfilar?
¿Por qué no pueden las mortajas convertirse en banderas
cuando es tan frecuente lo contrario?
Y, por cierto, ¿cómo es posible que
hasta al camino más rectamente trazado
le ocurran tan a menudo veleidades circulares?
Hambre
¿Sentí hambre alguna vez? Vagando por Europa, sí, alguna vez sentí hambre. Europa estaba llena de hambre.
No me refiero al hambre que andaba a lo ancho del mundo como un esqueleto con cubiertos de hojalata.
No me refiero al hambre de amor, vorágine que se renueva de sí misma ni siquiera al hambre de palabras, milagro que me alimenta.
Me refiero al hambre apartada, la que no desgarra las vísceras o el corazón o el alma, hambre de piedras y olvido:
las piedras que permanecen quietas en un mismo lugar y callan y por eso están fuera del tiempo,
las piedras esparcidas, mutuamente inconscientes, que pese a todo, cumplen la tarea que una vez tuvieron y el olvido, lo único que se ofrece al que sabe que ninguna princesa cretense espera
el olvido como estado natural, ceniza para ser leída, polvo enamorado, esqueleto de ave.
Era como querer entrar a un claustro, pero un claustro sin Dios, un claustro blanco como una hoja sin escritura,
externo y sin embargo lleno de silencio. Ahí quisiera beber de la luz y comer de la sombra.
Esta hambre en verdad nunca me ha abandonado.
Comprar legumbres con Yehuda
El pasado lanza piedras al futuro
y todas dan al presente.
Yehuda Amikhai
1.
A través del corazón caótico íbamos
a comprar legumbres para su familia.
Los gritos de verduleros que llenaban el aire
todavía no se habían convertido en piedras.
Sin embargo había muchas en el suelo
entre las que andaba a grandes pasos
en medio de bajos muros oliendo a mirra.
Las legumbres eran su rescate.
2.
Abandonamos las partes orientales de la ciudad
acercándonos de nuevo a Yemin Moshe.
“Comprar legumbres para la familia,
es tan sencillo como tirar piedras,
pero tirar piedras puede llevar lejos,”
decía, mientras señalaba una en el suelo:
“La que ves reposando allí
vino una vez de la honda de David”.
3.
A mis ojos las piedras parecían
incapaces de multiplicarse,
inválidas para la construcción del cielo,
no mucho más que recordatorios
de la expulsión de los palestinos,
no mucho más que restos
de sus oscuras casas demolidas.
Iba entre ellos a grandes pasos
y me hablaba con palabras sencillas,
piedras también, pero de aire
El hambre dibuja
Su marca en el cielo.
(Allá abajo reposan
Los soldados muertos).
Pausados círculos
para todos los hundidos en el fango.
(Allá abajo miran fijamente
los soldados sordos).
Látigos del negrero.
Pueblo de ráfagas.
(Allá abajo yerran
Los soldados verdes).
(Traducción de Javier Sologuren)
Preguntas sobre la historia
(Imitación nerudiana)
1.
Cuando ya no queda tinta,
¿se debe escribir con sangre?
¿Quién puede obligar a hablar al mejillón
o a la caracola abandonar su susurro?
¿Es verdad que las condecoraciones
abandonan a los generales cuando mueren?
¿Y que los pájaros negros
ya no pueden orientarse sin brújula?
2.
¿Es más humano el verdugo
por tener un nombre risible?
¿Llegarán alguna vez los reptiles
a ser amaestrados para desfilar?
¿Por qué no pueden las mortajas convertirse en banderas
cuando es tan frecuente lo contrario?
Y, por cierto, ¿cómo es posible que
hasta al camino más rectamente trazado
le ocurran tan a menudo veleidades circulares?
Hambre
¿Sentí hambre alguna vez? Vagando por Europa, sí, alguna vez sentí hambre. Europa estaba llena de hambre.
No me refiero al hambre que andaba a lo ancho del mundo como un esqueleto con cubiertos de hojalata.
No me refiero al hambre de amor, vorágine que se renueva de sí misma ni siquiera al hambre de palabras, milagro que me alimenta.
Me refiero al hambre apartada, la que no desgarra las vísceras o el corazón o el alma, hambre de piedras y olvido:
las piedras que permanecen quietas en un mismo lugar y callan y por eso están fuera del tiempo,
las piedras esparcidas, mutuamente inconscientes, que pese a todo, cumplen la tarea que una vez tuvieron y el olvido, lo único que se ofrece al que sabe que ninguna princesa cretense espera
el olvido como estado natural, ceniza para ser leída, polvo enamorado, esqueleto de ave.
Era como querer entrar a un claustro, pero un claustro sin Dios, un claustro blanco como una hoja sin escritura,
externo y sin embargo lleno de silencio. Ahí quisiera beber de la luz y comer de la sombra.
Esta hambre en verdad nunca me ha abandonado.
Comprar legumbres con Yehuda
El pasado lanza piedras al futuro
y todas dan al presente.
Yehuda Amikhai
1.
A través del corazón caótico íbamos
a comprar legumbres para su familia.
Los gritos de verduleros que llenaban el aire
todavía no se habían convertido en piedras.
Sin embargo había muchas en el suelo
entre las que andaba a grandes pasos
en medio de bajos muros oliendo a mirra.
Las legumbres eran su rescate.
2.
Abandonamos las partes orientales de la ciudad
acercándonos de nuevo a Yemin Moshe.
“Comprar legumbres para la familia,
es tan sencillo como tirar piedras,
pero tirar piedras puede llevar lejos,”
decía, mientras señalaba una en el suelo:
“La que ves reposando allí
vino una vez de la honda de David”.
3.
A mis ojos las piedras parecían
incapaces de multiplicarse,
inválidas para la construcción del cielo,
no mucho más que recordatorios
de la expulsión de los palestinos,
no mucho más que restos
de sus oscuras casas demolidas.
Iba entre ellos a grandes pasos
y me hablaba con palabras sencillas,
piedras también, pero de aire
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