viernes, 3 de septiembre de 2010

856.- KADHIM JIHAD


Kadhim Jihad, poeta Iraquí establecido en Francia.




Iraquíes

Tropezando con trampas de la oscuridad,
estábamos así, girando, por largo tiempo,
alrededor del mundo,
cerca de su margen, ceñida de actos.

Nuestra idea del pecado
era incompleta e imprecisa,
no requería explicaciones.

Cuando uno de nosotros da un paso,
pues, se asegura bien de que no pisotee
el sueño de su vecino.

En nuestra cotidiana algarabía,
la compresión no era necesaria,
debía formar, a cualquier precio,
ese silbido oleado,
con el que uno se acuerda de su existencia.

De repente, nos golpeamos contra la tierra,
eso fue como la caída en la permanencia,
un chapuzón en el tiempo,
y una somnolencia sin fin.

Por largo tiempo, guardaremos
ese silbido elevado,
y tomaremos el tiempo blando
con cucharas parpadeadas.

Por largo tiempo, guardaremos
el asombro de los transeúntes
cuando recuperamos el aire
con pinzas,
haciendo cosas raras que eran,
simplemente,
nuestras maneras de no ser.






Recuerdo

El recuerdo habita en el corazón treinta años,
y a continuación, se abre en la sangre
una rosa obvia.

Los recuerdos se generan de eventos quizás
No fueron vividos,
se generan de casos vagos, señalando,
cada vez a un pasado de tiempo inmemorial,
ese cuerpo se examina en él,
convive con ellos, como hacemos en presencia
de un ser extraño
que exageramos, por educación, de respetarle.

Con la perseverancia de un sastre ciego
teje el corazón de su melancolía
una bola grande
se dispersa en todas las direcciones,
y se recoge alrededor de un eje invisible.

Como un ave de hierro
el hastío se cierne alrededor de la piel
de este poema.








El enigma

Quizás, el enigma nunca sea revelado,
hagamos lo que hagamos
para resolverlo.
Quizás no hubiera ningún enigma,
Tal vez hubiera sido mejor no revelar
ningún recuerdo
Tal vez hubiera sido mejor profundizar
en la ignorancia,
La ignorancia que sustancializa el corazón.

Los párpados de la rosa

Los párpados de la rosa parecen
hacer guiños
en la dirección de un vestíbulo,
piensa el muchacho viejo que si lo sigue,
pues recuperará el bienestar de sus sueños
y el ardor de su juventud,
y toda su esperanza desesperada.
¿Qué es lo que hay al final del pasillo?
¿Qué engaño revela todos sus dientes?
¿Qué desconcierto, qué amor?





Ramos de flores

De repente, se hizo viejo, y no estaba preparado
para eso, de repente, encontró su vida contada
por décadas. Años que acuden como furgones
dislocados de un tren apurado en el desierto,
independientemente de las instrucciones del conductor,
quisiera ser yo aquel conductor libre de cualquier
preocupación. Soñó con un inmenso desierto
que cruzaba como un sonámbulo, fascinado
por las imágenes de la arena, la inmensidad desnuda
y el fulgor de los espejismos acariciando su imaginación
herida y su perpleja lozanía.
Pensó en sentarse en intersecciones y contar
los transeúntes, y en ramos de flores que regalaba
a músicos ciegos mezclándose con sus instrumentos,
pensó que él era el músico ciego guiado por sus hijos
a un oasis de sensaciones que pasó buscando
toda su vida, pensó en un truco que le permitiera
romper las barreras y los números, y que su vida
le pareciera entonces como una frase musical
que se eleva y continúa sin principio ni fin.

Traducción del árabe por: Ahmad Yamani







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