miércoles, 2 de junio de 2010
174.- ISRAEL CLARÁ
Poeta, novelista y ensayista español nacido en Badalona, en 1975.
Licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, es autor en catalán, castellano e italiano. Se dio a conocer desde el año 2004 con una serie de obras en prosa y verso, tales como, "Estatuària de cendra", "Ens ho prometia", "La presència exacta de la rosa", "Concreció del miraclecon", "Vellut de préssecs grocs", "La levedad del humo", "Arlecchino", "Donde aguarda una luz", "La lentitud del vino" "Tu regreso en las lluvias" y "Oceànica".
Es fundador de la Editorial Òmicron y coautor de la traducción de los sonetos de Michelangelo Buonarroti recogidos en De la meva fiama 2006.
Es socio de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana, y desde el año 2004 forma parte de la Sectorial de Cultura de Esquerra Republicana de Catalunya.
De "La levedad del humo" 2007:
A Jorge Luis Borges
Tan sólo un gesto tuyo, una palabra
desahuciarán al hombre que pretende
salvarse a toda costa y que no entiende
que en el verso es su fosa lo que labra.
Ya no le sirve el sueño, aunque abra
las puertas de los reinos que no ofende
o bese las agujas que ahora hiende
en cualquier dios que se transforma en cabra.
Tu oscuridad me habrá de dar la clave
para salir del falso laberinto
de vida que me extingue y que consumo.
Tu mano de poeta es esa llave,
el polen que fecundará el jacinto
y vencerá la levedad del humo.
* * * * *
Acto
Ahora que en la noche ya se tienen
y en sus ojos transita un leopardo,
ahora que su sexo huele a nardo
y sus lenguas felinas se contienen,
ella enmudece. Sus manos retienen
el sangriento arañazo del guepardo.
Nunca la ha amado. Sabe que es el bardo
que acalla versos para que no suenen.
Ella le quiso y sabe que sus labios
en jardines fructíferos se enraman.
Se salvará en la noche, en cualquier cosa,
en hombres más sinceros y más sabios.
En cuerpos que no mueren porque se aman
ella es el mar, la eclosión de la rosa.
* * * * *
Locus amoenus
En las doradas cúspides del sueño,
donde la piel redobla su ternura,
donde el beso resigue tu textura
y mi cuerpo reclama a su otro dueño,
donde el deseo es huésped halagüeño
y la muesca caricia en la hendidura,
donde el tacto remonta su espesura
y la vida renace de su empeño,
donde estás tú y el labio no censura
el agravio más grande o más pequeño,
donde la ausencia siempre es la tortura
y tu presencia un bálsamo hogareño,
allí quiero morir, en la segura
tranquilidad del sueño de tu sueño.
* * * * *
Luminosidad del beso
Por qué no supe amarte más despacio,
con un amor tranquilo y más profundo,
por qué en las retahílas de este mundo
el invierno tan sólo fue el prefacio
de tu ausencia materna, de aquel sacio
laberinto anunciado y tan rotundo
en que perdí mi infancia y donde infundo
más valor al guerrero samotracio,
a la victoria alada de tu sueño.
Así conquisto tierras tan lejanas
que sólo tú conoces el regreso
con recobrada fuerza en el empeño
de morir amparada entre las sábanas,
entre los claros bosques de mi beso.
* * * * *
Recolectora
¿En qué esquina la sombra te ha besado?
Te ha soñado mi luz y eras lo oscuro,
la hiedra que se pierde por el muro
buscando un cielo azul más olvidado.
No fuiste nada de lo que he esperado,
ningún fruto caído ni maduro,
tan sólo el andar trémulo e inseguro
de un insecto hacendoso aquí a mi lado.
Pero, como la hormiga laboriosa,
trabajas incesante en tu recuerdo
haciéndolo más próspero y más fuerte.
No quieres que en el frío en que te pierdo,
ni en la sangre olvidada de la rosa,
te deba amar también hasta la muerte.
* * * * *
Un hombre entre los otros
Surgiste de un taller de arquitectura,
o quizá sólo fueras carpintero,
o artesano, o el dócil compañero
de las primeras vides. De la pura
canción del hortelano que murmura,
del esclavo que espera su madero
para ser conducido al matadero,
a aquel lugar que tu alma se figura.
Busqué entre mis recuerdos y enseñanzas,
entre mis años locos como potros,
el tiempo en que creí haberte olvidado.
Me abandoné a sus gritos y a sus danzas.
Tan sólo fuiste un hombre entre los otros.
Pero tu nombre sigue aquí a mi lado.
De "Arlecchino" 2008:
A la muerte
A Alejandro Duque Amusco, amigo
Y cómo describir su helada sombra,
esa luciérnaga en la boca abierta,
ese abismo insondable que se inserta
en una realidad que no se nombra.
¿Por qué tu corazón aún se asombra?
Dentro de ti la vida yace muerta
y es así que la nada nos deserta
cuando el último viento ya la escombra.
Llena su nombre algún lugar vacío
entre cimas de otoño y luz de frío,
donde el hombre no es hombre y no es el dueño
de su inmenso dolor ni de la suerte,
porque es el reino oscuro de la muerte
ese sueño de sueños en el sueño.
* * * * *
Absalón
La batalla del mar no ha terminado
ni aquella pretensión que la devora
de dar al mundo redención y aurora,
convirtiendo el presente en su pasado,
y devolver la vida al olvidado
reino que determina y que atesora
el fatal cumplimiento de la hora,
cuando el mañana sea devastado.
Entonces montarás en tu caballo
y alado, en el infierno de la guerra,
derramarás tu sangre en otro tallo,
beberás de otra vid que fluye y cierra
la noche con el canto de algún gallo
que, como tú, pensó heredar la tierra.
* * * * *
Arlecchino desolato
Una lágrima blanca en el semblante,
una gualda tristeza que enrojece
la desazón que ya no pertenece
al rostro que se muestra vacilante,
dolido ante la luz y desafiante
por no saber si el tiempo que acontece
remontará el delirio que decrece
cuando todo se pierde a cada instante.
Descubrirás, ya muerto en el espejo,
el rómbico payaso columbino
que mostraba tu pálido reflejo
en las horas de rosas y de vino
que llenaban las copas del festejo
del invisible llanto de «arlecchino».
* * * * *
Baile de arlequines
La noche me invitaba a regresarte
con un baile festivo de arlequines,
con la innata bondad de los delfines,
con un temor horrendo de abrumarte.
La noche me obligaba a recobrarte,
y aprendí a descubrirte en los confines
de la tierra que surcan serafines
con la misión secreta de guardarte.
Te han prohibido los dioses que regreses
porque les acompañas en los meses
que lloran el amor de las doncellas.
Porque eres tú el rincón de su alegría
y el sueño que hace hermoso todavía
poder creer en todas sus estrellas.
* * * * *
En medio de la noche
Ya sé que no confías en la aurora,
en su verdad oculta en los espejos,
que te asustan de pronto los reflejos
cuando te ves, eterna, en la demora.
Ya sé que compareces a deshora
cuando anidan a oscuras los vencejos,
que tu boca alimenta vivos tejos
con esencias mortales, que elabora
el tiempo en una alquimia desolada,
lentitud de metales casi mágicos
convocando el recuerdo y su derroche,
el que hace que resurjas de la nada,
que los sueños parezcan menos trágicos,
que regreses en medio de la noche.
* * * * *
Reino invisible
Tu reino no es visible en la distancia
porque nace de mucho más adentro,
del lugar donde Dios proclama el centro
de su mundo repleto de arrogancia.
El lugar de la muerte, que es la estancia
a la que con temor llamo y me adentro
con la esperanza absurda que el encuentro
de tu amor tenga alguna relevancia.
Llueve sin tregua y casi no me acuerdo
de la corporeidad que siempre pierdo
cuando el dolor te abraza y te regresa.
Tan sólo eres la imagen de tu sueño,
un recuerdo fugaz y tan pequeño
que el agua de la lluvia te atraviesa.
De "Donde aguarda una luz" 2008:
Auschwitz, espejos 1941
Los espejos expanden su dominio
cuando ofrecen imágenes certeras
de lo que ha visto el hombre en las aceras
de sus ciudades llenas de exterminio.
Un simple espectador sin raciocinio
que ha contado innombrables calaveras,
un cuerpo sumergido en las bañeras,
un corazón ahogado de aluminio.
No hubo nada ni habrá ninguna vida
que pueda soportar esta homicida
tiranía de muertos sobre muertos.
No habrá ninguna luz que nos irradie,
tan sólo unos instantes siempre inciertos
y algún lugar que no recuerde nadie.
* * * * *
Bufonada
Nos hemos ido yendo a nuestra muerte,
a un dejarnos vencer muy poco a poco,
al nunca más, la nada y el tampoco,
a un ir perdiendo el hábito y la suerte.
Y nos hemos amado a manos llenas
con demasiadas noches en desiertos,
mientras la vida estaba en otros puertos
deteniendo la sangre en nuestras venas.
Hemos llegado a ser lo que encontramos
escrito en los cuadernos infantiles.
Cayendo en vanidades y tragedias,
sucumbiendo a traiciones y a reclamos,
hemos interpretado en vodeviles
el papel del bufón de las comedias.
* * * * *
Circense
Es un juego de manos y palomas,
sólo un truco infantil para que asistas
a la crueldad de los ilusionistas
que niegan el perdón de los idiomas.
Palabras que son cálidos aromas
para el dolor de sueños hedonistas,
un bálsamo de luz de mil aristas,
instante y mar, abismo al que te asomas.
Eternidad hallada en un perímetro
de cuerpos encendidos al milímetro,
antorchas que tú avivas y liberas
con el aire volátil de los huesos.
Trapecios, naipes, magos y chisteras
donde morir quemados por los besos.
* * * * *
El amor absoluto
Te sé real, tangible y evidente,
corporeidad rotunda que condena
a muerte la belleza en la azucena,
el tránsito del sol por occidente.
Renaces de la noche y del poniente
y asciendes a la luz como una almena.
Altiva en tu prisión de amante plena,
combates contra un dios omnipotente.
Aspiras a la eterna pervivencia,
a una lucha final contra la ausencia
y a toda paz que el sufrimiento entable.
Porque no has renunciado a la imprevista
condenación ni aún a la conquista
de tu reino de amor inalcanzable.
* * * * *
En memoria
Hacia un irte a ti misma te has marchado.
Te has convertido en mucho más que en verso,
en un fruto maduro, dulce y terso,
en un otoño suave y prolongado.
Y yo, desde mí mismo, he regresado,
con equipajes llenos de universo,
a la bondad del tiempo y al perverso
oficio de la muerte y su legado.
Quería ir hacia ti y me he olvidado.
La vida se descubre y se renombra,
el mundo de los vivos ha triunfado
y hay un sueño profundo que te asombra,
el recuerdo tranquilo que ha llenado
con un poco de luz tu propia sombra.
* * * * *
Nada que objetar
En Éfeso las tardes son de fuego
para el hombre que escribe sus sentencias
cuestionándose dioses y existencias,
legándolas a un mundo hostil y ciego.
Dejaré las palabras para luego.
Ansioso estoy de amores y experiencias,
pero en sombra convierto las vivencias
que no sé atesorar y que relego.
No hay nada que objetar al sabio Heráclito.
Murieron también Dios y su Paráclito
en un sueño olvidado en el que pierdo
la certidumbre a la que me consagro
cuando es negado al hombre hasta el milagro
de revivir dos veces un recuerdo.
* * * * *
De "La lentitud del vino" 2008:
Antes del poniente
Te besaré en la luz y allá en lo oscuro,
donde el día agoniza y va muriendo,
y serás el misterio que no entiendo,
y serás el prodigio que me auguro.
Te quiero a ti, puedes estar seguro,
mi otra mitad, que va disminuyendo
a medida que muero y que comprendo
que de los dos perdurará el más puro.
Dejar de ser y transformarse en algo
al mismo tiempo, amor, propio y ajeno,
olvidar si uno es débil o uno es fuerte.
Y convertirse así en aquel hidalgo
que combata en la lluvia y en el cieno
para alterar los planes de la muerte.
* * * * *
Distancia en los espejos
Solamente era un niño y no sabía
que vivir, y morir, todo era en vano.
Pensaba que morir era cristiano,
no aquel incendio que te consumía.
Pasó el tiempo y la muerte la hice mía
con la extensión y la impiedad del llano.
Te ofrecí a manos llenas, en mi mano,
el consuelo que es larga tiranía.
Siempre intenté salvarte en el recuerdo
e impusieron su juego los espejos.
Te desvaneces poco a poco y pierdo
la velada señal de tus reflejos.
De tu beso y ternura no me acuerdo.
No pensé que morir fuera tan lejos.
* * * * *
Entre el frío y la ortiga
Te han dejado olvidada los poetas
en el tacto del frío y de la ortiga
y en la rosa te has vuelto su enemiga
tal como te anunciaron los profetas.
En el vaivén azul de las veletas
y el viento atormentado que te abriga,
combates contra el mal que te castiga,
esa muerte que te hace dar piruetas.
Pero te salvará otra vez el verso
en el que tú, quizá, menos confías,
el beso que por ti se hará converso
y que de noche en vano desafías
para solicitar al universo
la persistencia eterna de los días.
* * * * *
Exilio de la nada
Te esperé entre los chopos y en los sauces,
en la tierra que acoge el limonero
y en los ríos que olvidan su sendero
y para hallarte crecen de sus cauces.
Te salvé de la nada y de sus fauces,
hice de tu recuerdo el compañero
que me dice en voz baja que te quiero
y te pide en voz alta que te encauces.
Te apacigüé en la tarde desahuciada,
en las noches hendidas por la luna
y en la cumbre del lobo más arisco.
Y te besé en tu boca recobrada
que retiene en la arena y en la duna
la sangre coagulada del hibisco.
* * * * *
Réquiem por un suicida
En la estancia vacía el suicida
contempla las navajas y sus filos
que cortan los tendones y los hilos
del tenue resquebrajo de la vida.
Y adormeciendo el grito de la huida,
escucha la canción de los vinilos
y se despide del ciprés de Silos,
de toda su tristeza sin medida.
En la noche cerrada de los sueños,
los temores se le hacen hogareños.
Nunca detuvo el viento el fiero potro.
Porque en las alas rotas de los besos,
en la piel dolorida y en los huesos,
nunca quedó en un hombre rastro de otro.
* * * * *
Vino lento
En la conversación tranquila has visto
el paso irreductible de los años,
cómo el cuerpo desciende los peldaños
del tiempo que te vuelve viejo y listo.
Cada día regresas al existo
de recuerdos antiguos y ya extraños,
cuando te encuentras por los aledaños
de tu casa a Ingrid Bergman, Jesucristo,
a Dante y a Petrarca, o a Virgilio
que vuelve de su infierno a su otro exilio,
al sueño en que conviertes su añoranza.
Disfruta de la tarde a sorbos lentos,
abraza el mar y bébete los vientos,
la lentitud del vino es tu tardanza.
De "Tu regreso en las lluvias" 2008:
El misterio de la rosa
Para Caterina
Si supiera entender este misterio,
como un silencio oscuro que es vacío,
una paz de jardín y monasterio,
el viento inerme, trasnochado y frío.
Si supiera entender tu mano ausente,
la frágil transparencia en que reposa
tu tacto perdurable y disidente,
sería ése el misterio de la rosa.
Suponer que en la noche no te has ido,
acompañar tu cuerpo en su partida,
descubrir que el secreto se ha perdido,
eternidad de amores sin medida.
Y entender al final que en mí tú has sido
lo que se pareció más a la vida.
* * * * *
Evangelio siciliano
Para Caterina
He leído en la noche tu evangelio,
una herencia de cielos y de mares
robada a algún poeta transatlántico
que te habló entre rapsodias y bocetos
de los límites ficticios de la vida,
mientras los delineantes de los años
terminaban sus planos sin demora
para abrirte a un océano de hielo.
Conociste lugares inauditos,
te perfumaste el cuerpo con esencias
de una tierra vecina a Samarcanda
y cubriste tu rostro con las máscaras
de otoñales Venecias fantasmales.
Las leyendas de Persia te hechizaban
y colmabas tus copas de elixires
que rebosaban odio hacia la muerte,
cantos carnavalescos que inventabas
bajo la rendición final del tiempo.
Me enamoré del aire de tu cuerpo
y de tus ojos grises como nubes.
Llegaste en una tarde hecha de otoño
y te fuiste con miedo entre la lluvia
que te había traído de tan lejos,
de tu isla de naranjas siempre dulces,
de tu isla a contraluz de los ensueños.
Han pasado los años y me tienes
a expensas de tus ojos y tus manos,
y este ruido metálico en lo oscuro
es el ángel que aprieta tus cadenas.
Lloverá alguna tarde mientras sueñas
más lejos de este cuerpo que te escribe,
porque tu soledad no es la de un cuerpo,
tu soledad es más compleja y triste,
la soledad constante de tu invierno.
Con suavidad derramaré los frascos
que esconden el olor de tu existencia,
y miraré otra vez por la ventana
dibujando tu cuerpo allá en lo oscuro,
esperando una noche y otra noche,
en soledad, tu regreso en las lluvias.
* * * * *
Inundación íntima
He pensado a menudo en esa lluvia
que algunas veces llega a las ciudades
y no da fe de ninguna tristeza,
sino que cae sola y sin remedio,
como queriendo hablar de cosas buenas
que la gente se obstina -y los poetas-
en transformar en pálidas ausencias.
Porque la lluvia, el mar, las nubes, todo
lo que es acuático y azul es triste,
porque eligen los muertos esa playa,
ese oleaje, ese perenne frío,
las gárgolas hirvientes de nostalgia,
la soledad y el llanto de los niños.
A menudo he pensado en ese instante,
cuando tan sólo se es una promesa
de luz que llegará a ser luz un día,
cuando la oscuridad se manifiesta
y es un ámbito extraño de la vida,
el cuerpo que es metáfora del aire,
la palabra que es carne y vivifica.
He pensado a menudo en esa lluvia
que llega inesperadamente y lo hace
en líquidas mañanas que se acercan,
en tu noche olvidada entre los siglos
y un tembloroso mar lleno de estrellas.
La lluvia se consuma con el hombre
y se funde en el todo y en la nada.
Tu regreso inminente se confirma
y estoy solo en tu muerte como el agua.
* * * * *
Jardín de olivos
Esta noche de sangre y lunas rotas
tú me has abandonado en los jardines
nocturnos y olorosos de mi muerte.
Pero ha sido tu marcha un desengaño
sólo para los ojos, que no entienden
que hace tiempo que te has sacrificado
sin que tenga la culpa nadie y nada.
En esta hora absoluta y decisiva
me doy cuenta que es cierto que tú has muerto
porque la soledad ya no es la misma,
ni tu ausencia un regalo victorioso
envuelto entre metáforas sencillas.
Has muerto, amor, y no para mis ojos,
desengañados siempre de encontrarte
tan sólo por las calles del recuerdo;
intuyo que habrás muerto en otro sitio,
donde empieza mi muerte que transita
buscando algún refugio entre tus manos
ausentes, en tu cuerpo ausente, ausente
donde mi corazón se vuelve niño.
Invoco tu hermosura y tu regreso
rezando en el jardín de los olivos,
y sé que será en vano ya esperarte
porque tu muerte muere más conmigo.
* * * * *
Los trabajos y los días
Para Anna Torres
Deberemos tener buena memoria
para recolectar en nuestro cuerpo
la cosecha de espacios compartidos,
el humus de la vida en el abrazo,
la dimensión exacta y cruel del tiempo.
Una luna bivalva ha dibujado
aquel narcotizado mar de ensueños
donde los dos dormimos enlazados
como hiedras que ahogan su veneno
en el cielo infinito de la noche.
Deberemos tener buena memoria
para no sucumbir a ese vacío
de las horas perdidas como el agua,
cuando la casa exude tu distancia
y se empañen de muerte los cristales,
cuando surque tu espíritu las brumas
de infinidad de ríos y montañas
y el manto de planetas donde el cuerpo
no se vuelva la sombra de un cadáver
cuando llegue el otoño de los besos.
Deberemos tener buena memoria
para poder pensar en lo que fuimos,
para creer e imaginar siquiera
que ya no queda nada de los años
vividos sin tu amor cuando no estabas.
Son arduos los deberes del amante,
continuos y forzosos sus trabajos.
Para alterar los planes de la muerte,
a todo esto obliga haber amado.
* * * * *
Umbral sagrado
He venido a buscarte donde emergen
las tierras de un barbecho de esperanza,
y en tus brazos de arcilla he sido libre
modelando dictámenes de dioses
que en la noche tranquila nos amaban.
He venido a buscarte entre vestigios,
por campos de amapolas inventadas
que contemplábamos con ojos tristes,
al amparo de vidas que eran agua
y volverán al agua de la nada.
He venido a buscarte en los relojes
que marcan los amores subterráneos
y el tiempo señalado de mi muerte,
tantas veces perdido y recobrado.
He venido a buscarte en los inventos
de genios devastados por el hombre,
en la alquimia de magos que se pierden
en el confín del paso de los años,
en los vestidos largos de las damas
de las cortes doradas de Versalles,
en las máscaras rotas de Venecia,
que muere todavía de belleza
cuando renace Tadzio de sus brazos.
He venido a buscarte y ya no estabas,
no estabas entre nubes bendecidas.
Tu regreso en las lluvias se demora
por el umbral sagrado de tu vida.
De "Oceànica" 2008:
A Gustav Klimt
Para Alejandro Duque Amusco
No les llega la luz de los diamantes.
Se apagan bajo un agua sin estrellas,
sin reflejos de luna vacilantes,
sin ser ya propiamente sólo ellas.
Las ondinas de giros ondulantes,
las algas en que habitas y destellas,
las danzas temerosas e inconstantes,
tampoco son ya propiamente aquéllas.
Y en óleos repintas tus ensueños,
fantasías de un genio bizantino
abocado al azul de los diseños,
al labio de oro, al pelo columbino,
al cuerpo que se erige entre los sueños
eterno en lo sagrado femenino.
* * * * *
Los amantes pompeyanos
Para Maria-Isabel Segarra
Se encontraron de pronto, sin apenas buscarse,
en un sinfín nostálgico de cuerpos sobrehumanos.
Y se reconocieron ya no amigos, ni hermanos,
sino frutos prohibidos locos por devorarse.
Es ahora que tienen miedo de separarse,
ahora que la noche los envuelve en sus manos
de ceniza y estruendos, edenes pompeyanos
que en abrazos de fuego les invita a enterrarse.
Murieron abrazados hasta el fin de los tiempos,
hasta que expertos hombres, forenses de la tierra,
los hallaron idénticos entre vestigios viejos,
ajenos a la muerte, al mar de contratiempos
que vencieron unidos en una antigua guerra
que a través de los siglos los trajo de tan lejos.
* * * * *
Muerte de Dios
Las horas peligrosas de este triunfo
sobre un azul de vivos y de muertos.
El hombre ya no entiende si el destino
será sobrevivir al mundo o a sí mismo.
Recomienza las horas, desanda los caminos,
y en un lugar recóndito, olvidado,
de sus días perdidos se contempla
como el ser de cartón reblandecido
entre tormentas demasiado tristes.
Tristes de luz, de azul y de reflejos.
Bajo el cielo de Dios mueren los sueños.
* * * * *
Ofrenda de luz
Para Carlos Bousoño
En los bosques lejanos donde el ser inocente
que fue el hombre se olvida del bien al que es llamado,
existes tú, el demonio que se ha crucificado
al madero del sueño y al agua transparente.
Y es así, en lo invisible, que te haces evidente.
Rastro del mal que nunca se hubiera propagado
de no ser por la duda que acecha a cada lado
de los ojos abiertos y amables del presente.
La vida es la condena. La lucha de titanes,
que rige lo inmutable, sobrevive a los huesos
y mueve las esferas con fuerza de palancas.
Pero queda el amor, sueño de los volcanes
que en los labios enciende la lava de los besos,
una ofrenda de luz entre palomas blancas.
* * * * *
Origen
Todo está en ti, porque ya nada existe
si no lo nombras tú sobre los sueños,
si no das existencia a un simple arpegio
de violines huyendo hacia el crepúsculo.
Porque ya nada soy si tú no habitas
entre nubes de páginas lluviosas,
y me regresas a Borges o a Ungaretti,
a escritores de luz sobre lo oscuro,
a poetas de labios y de beso;
porque si no es tu origen ya no es cierto
este todo que empieza sobre el aire
de algún libro olvidado y de la música,
que suena en los abismos de tu vida,
en el joven desierto de tu tacto.
En tu día infinito el sol ha muerto.
Todo está en el incierto de tus manos.
* * * * *
Sherezade
Reflejaba la luz de la alegría.
La vida que se explica con los cuentos
que inventó Sherezade en los momentos
más débiles y agónicos del día.
Y de su mundo el mundo renacía,
ajeno a los carnales pensamientos
del príncipe voraz de sufrimientos
que, imaginándola, se estremecía.
Reclamo tu presencia de odalisca,
el reto de una historia inexplicable
que desbarata el miedo y lo confisca.
Que un hechizo de arcanos te liberte
y en el reino del hombre y lo innombrable
nos salves con un cuento de la muerte.
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