viernes, 18 de junio de 2010

200.- SATOKO TAMURA


Satoko Tamura nació en Wakayama, Japón, en 1947. Cursó literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de México y Teoría de Expresión Poética en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado, entre otros, los libros de poemas: Mapa profundo; Otoño de Iberia; y Haikú. Publicó una tesis doctoral sobre Los Sonetos de la Muerte de Gabriela Mistral. Ha realizado traducciones al japonés de Pablo Neruda, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez y Gabriela Mistral, entre otros autores. Ha ganado numerosos premios por su obra creadora, entre ellos el Premio de Centenario Azul Rubén Darío y el Premio de la Cultura de Japón. Ha realizado lecturas de poemas en encuentros de poetas en España, México, Argentina, Chile, Perú, Venezuela, Cuba y en varios países orientales. Actualmente es catedrática de la Facultad de Letras de la Universidad de Teikyo en Tokio.







LACTANCIA

Como te dio hambre, te despertaste buscando el pezón;
como los pechos se colmaron, se despertaron buscándote
y la madre en la cama se levanta y te toma en sus brazos.

A la medianoche
una nieve de flores firmemente abiertas
tus mejillas junto a mis pechos, la blusa desabotonada,
están heladas, sufrientes,
los párpados bajos
se han colmado de lágrimas
que iluminan como portátiles
lámparas de papel.

¿Huele a hierba la leche?
¿Te he dejado satisfecho?
¿Flotas ya en el sueño?

Tu sueño nunca se caerá
porque lo sostengo con brazos de madre.

Madre e hijo
nos calentamos con la frescura
y el calor de la vida
y vamos subrepticiamente
por las noches en que vienen los diablos.


ODA AL TORO

El jardín en el fondo del Palacio de Creta
rebosa de gemidos de los toros.
Una muchacha con sólo un taparrabo
cuya muerte es aún una leyenda
levanta los ojos
y pone sus manos junto a la cabeza del toro.
Los pechos, apenas crecidos en voltereta,
se vuelven caracoles rosados.

Los cuernos eréctiles del Rey Minos
lo apuñalan.
Circulando y circulando por lo perlado del oído interno
nace una canción.

En el sagrado teatro apostando a la vida
salta sobre la espalda del toro:
es la única manera de sobrepasar la frontera
entre la vida y la muerte.

Está hecho el altar sobre la arena.
La sacerdotisa sube a él
para entregar el rezo y recibir en el cáliz
la sangre que cae de la boca herida
del novillo dormido en éxtasis
y me la ofrece.

Al beberla
la bestia sagrada me penetra
el laberinto de las vísceras
y ya pertenezco al dominio de lo sagrado.

El toro es lo divino, la voluntad del dios
y de la fertilidad.
Sobre su sangre me purifico
y me promete la inmortalidad.
¡Dame la fuerza negra de esta bestia!
¡Transmíteme el tropel de su Eros!

Al saltar al toril,
las arenas sorbían la luz de la potencia.
El capote temblaba en un rincón de la mirada.
No resistí la incitación
y me orienté hacia la muerte.
Me apretaba el sol de Cádiz en la espalda.
Golpeé mis pies contra la tierra.
La alquimia de destrucción ferviente del amor
me domina
y me graba cicatrices.

Tu espada se inserta en mi boca abierta
y me convierto en sacrificio.
Me empapa de santa sangre
la lujuria de los ojos que me invaden y se enredan.
En el teatro mudo el pase avanza tranquilo
alternando la atracción con la blasfemia
para desgarrarme.
Gotea un racimo exprimido de uvas maduras.
Dos enemigos encajados en mutua embriaguez:
ya no lo puedo evitar: cada noche renace
otra carne en mí.

El alba interrumpe desde el núcleo del laberinto
¿No ves al toro que al salir
entre los pétalos de mis párpados medio abiertos
recoge en su cuerno
un pedazo de sueño enroscado?

De repente, en la cama
¿no escuchas mugir a la mujer
como una vaca, una vaca floreciente
cuya lengua caliente cuelga?


BORGES CON MAQUILLAJE

Sin duda es él.
Lo encontré donde esperaba:
en un bar del arrabal,
bajo los bulbos azulejos del gas
pelando una naranja
la fruta pelada es una esfera de cristal y
en sus manos huele a rosa misma.

Contra la pared rosada del local
donde está encajado, los espejos por doquier,
su gigantesca cabeza se apoya:
los pelos cepillados, molidos por el tiempo
y los ojos estropeados.
Se ponen dos espejos de uno y otro
de un ojo abierto justo desde que nace
un cosmos de nuevas miradas como los tactos
del universo de los ojos multiplicados
que reflejan la cara del viejo.

Una bella mujer maquilla a aquel
que cierra los párpados en éxtasis.
La virtuosa esposa con blusa negra de seda
o alguna tanguista en el lupanar.
Ella extrae las espinas mortales de su cara,
le pone los polvos de transparencia en la cara total
y resalta la vida en las mejillas
y los párpados en cada pincelada.

Él tantea el suelo con tres patas, plácidamente
éste bulle como un bandoneón
ejecutado por un borracho.
Entonces se pone un lente y ve la esfera
llena de fulgor amarillento.
Él se fija en ella y lee su suerte
escondida en los dibujos rayados del tigre
como un adivino Maya.

En la pampa se abre el horizonte
con el extraviado sonido del organito roto
que trajeron los marineros.
Allí llega el pueblo con la esperanza
y muere crucificado en la nostalgia de la patria.
El pueblo abandonado doblemente por la patria y la tierra nueva
sin tejer ni un pedazo del sueño,
vaga por el laberinto del gran tiempo
y se encuentra con su rostro verdadero y eterno
un momento antes de su muerte.

El poeta ha descubierto la suerte;
su rostro era el rostro mismo de la madre.

"¡Mamá, mamá, en su origen
mi verdadera existencia es sólo la mitad de mi mismo
el resto es tuyo!
Tú vives en mí mientras que yo me maquillo." *

El poeta pide al camarero una bolsa de cocina
para guardar la naranja con cáscara.
Nunca entiende la gente del suburbio
por qué guarda él tan cuidadosamente esa fruta vulgar.

* La idea de esta parte tomada de la película Psycho de Alfred Hitchcock




VIAJE EN OTOÑO

Dentro del azul de los adobes están escondidas las pequeñas muertes.
Por las noches invitan sacudiendo las muñecas
y cada vez llega una nueva sombra y canta a solas sigilosamente.

El horror con el sombrero negro
viene a quebrar las músicas de mi memoria.

Voy buscando los perdidos
y llego al fin hasta aquella persona
cuyos labios delgados sorben mis esperanzas.

Oh, el viajero todavía no ha nacido
¿cómo atraviesa el río de la muerte
acompañado con espanto de la bestia infantil
en la primera noche de cautiverio?




LA ESTACIÓN DE LAS HIERBAS

Me detengo en el cruce.
Ninguna figura humana
en el paisaje cotidiano.
Sólo claridad de un rayo de sol
y desde las chimeneas de pie
con unos dedos de cadáveres quemados
no oscila el humo.
No se percibe lo que mueve.
Me apresuré por la calle acostumbrada
hacia mi casa
pero encontré una desconocida vivienda
donde debería estar mi casa.
Si todos me olvidasen,
¿se desatarían los vínculos con mi vida
y desaparecerían todas las figuras de mis ojos?
Quise retroceder
pero no encontré el camino.
Subí por la escalera del edificio
apenas reconocido.
Al abrir la puerta encontré
la habitación donde mi padre y yo
nos hospedamos en un viaje
de días lejanos.
Era una huesa repleta de pasados
donde los polvorientos, marchitos y pobres
pero los únicos verdes vivos
brotaban como los cabellos enroscados en un cráneo.
En algunos huecos al lado muchos conocidos
vivían su última y definitiva residencia.
La realidad llegó hasta mi visión.
Cuando el llanto y el estremecimiento me sacudieron del fondo
y me cubrieron totalmente,
me uní cabizbaja
con la multitud muerta.

1 comentario:

  1. LEO con regocijo a Tamura Satoko.
    En la Oda al toro,'sobrepasa la frontera' de la vida y la muerte con su visión antropológica y construye su posición.
    Exquisitez la de su 'Viaje en otoño' y el Borges del arrabal que él nunca conoció, encapsulado en un hermético círculo con un único rostro que fue el de su Madre.
    En un comentario no corresponde crítica literaria ni interpretación.
    Sí puedo expresar la resonancia en mí de estos textos sin oropeles floridos que llegan a la médula es decir al concepto con belleza,sabiduría y dominio del lenguaje.
    Afectos desde Buenos Aires:
    Elsa.
    www.po-etica2010.blogspot.com

    ResponderEliminar