martes, 29 de junio de 2010
210.- GUILLERMO CARNERO
Guillermo Carnero (Valencia, 1947), poeta perteneciente a la corriente de los Novísimos, una de las más reconocidas y relevantes en la poesía española contemporánea; es profesor e historiador de las literaturas dieciochesca y decimonónica (con particular énfasis en el Romanticismo), y ha investigado también el arte de las vanguardias.
Licenciado en Ciencias Económicas y doctor en Filología Hispánica. Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante desde 1986. Ha sido profesor visitante en las Universidades norteamericanas de Virginia, Berkeley y Harvard, y miembro del Consejo Asesor de la Fundación March y de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales para el centenario de Rafael Alberti y la exposición del Museo del Prado y el Centro Cultural Conde Duque, "Tres mitos españoles: Don Quijote, Don Juan Tenorio y la Celestina". Miembro del consejo editorial de las revistas Hispanic Review, Dieciocho, Ínsula, Castilla, Voz y Letra, La Nueva Literatura Hispánica, Studi Ispanici, y de las Sociedades Española e Internacional de Estudios sobre el siglo XVIII. Dirige desde su fundación la revista Anales de Literatura Española y ha sido codirector (junto a Alberto Blecua y Pedro Cátedra) de la colección "Clásicos Taurus". Ha coordinado los vols. 6, 7 y 8 (1700-1868) de la Historia de la Literatura Española fundada por Ramón Menéndez Pidal, y dirigida en la actualidad por Víctor García de la Concha. Ha dirigido numerosos cursos en la Universidad Menéndez Pelayo, y pronunciado conferencias en las principales Universidades españolas, europeas y americanas. Ha practicado la crítica literaria en Ínsula, El País, El Cultural de "El Mundo", Letras Libres y otros periódicos y revistas. Ha publicado quince libros de poesía desde 1967, y existen recopilaciones de su obra poética en 1979 y 1998. Fue uno de los autores incluidos en la antología Nueve novísimos poetas españoles (1970) de José María Castellet. Sus poemas han sido traducidos al alemán, búlgaro, checo, francés, holandés, inglés, italiano y valenciano. Es especialista en literatura española y comparada de los siglos XVIII y XIX, así como de la época vanguardista; y ha publicado seis libros sobre los temas de su especialidad. Como poeta se le suele encuadrar en el grupo culturalista entre los poetas de los 70 llamados Novísimos o venecianos,.
Ha recibido importantes premios literarios, incluyendo el Premio Nacional de Literatura (2000), el Premio de la Crítica (2000) y el de la Crítica Valenciana (2000) por "Verano inglés"; el Premio Fastenrath de la "Real Academia Española" (2002) por "Espejo de gran niebla"; y el Premio Internacional de Poesía "Fundación Loewe" en su decimoctava edición por "Fuente de Médicis" (2006). En el año 2002 recibió nuevamente el premio de la Crítica Literaria Valencia al conjunto de su obra.
FROWNING UPON ME
Enciendo tantas luces para verte
salir, entre un redoble de tambor,
del pastel, con chistera y tacón rojo,
y tengo otra mirada que te sabe
con más profundidad y más anchura,
abrazando la forma que se pierde;
me las apagas todas con sonrisa
de llevar la otra luz en un estuche,
envuelta en seda negra con su brillo.
Vuelves a sonreír, y si requieres
el arco de una ceja y me disparas
esa condescendencia flechadora
me desmenuzas y liliputizas
y me voy al rincón con un azote
en pantalones cortos sin domingo,
un setter arrastrando las orejas,
el gusano que vuelve a su manzana
y huye de aqueste mar tempestuoso,
pero no: me rescatas con tu risa,
un beso en la nariz y estáte quieto
tumbado ahí como una circasiana,
yo que quería, a guisa de varón,
estrujarte en un puño temblorosa
como King-Kong a la mujer de oro,
desgarrarte el satén con una uña.
Así estoy en tu luz crucificado,
espero y creo en tu misericordia
y sé que harás de mí lo que prefieras:
después de lacerarme con un bucle
y encender en mi piel las cinco heridas
jugando con la lengua y las pestañas,
me dejarás vacío
con un golpe certero de los labios.
ELOGIO A LINNEO
El poder de una ciencia
no es conocer el mundo: dar orden al espíritu.
Formular con tersura
el arte magna de su léxico
en orden de combate: el repertorio mágico
de la nomenclatura y las categorías,
su tribunal preciso, inapelable prosa
bella como una máquina de guerra.
Y recorrer con método
los desvaríos de su lógica; si de pájaros habló,
presentar más atención a las aves zancudas.
PUISQUE RÉALISME IL Y A
Puesto que el realismo existe
Baudelaire
Vuelve la vista atrás y busca esa evidencia
con que un objeto atrae a la palabra propia
y el uno al otro se revelan; en el mutuo contacto
experiencia y palabra cobran vida,
no existen de por sí, sino una en otra;presentido el poema que aún no es
vuelve a clavarse firme en un punto preciso
del tiempo; y el que entonces fuimos ofrece
en las manos de entonces, alzadas, esa palabra justa.
No así; gravitan las palabras y su rotunda hipótesis
ensambla su arquitectura; más allá es el desierto
donde la palabra alucina hasta crear su doble:
creemos haber vivido porque el poema existe;
lo que parece origen es una nada, un eco.
Ver más en: www.artepoetica.net
BREVE CONVERSACIÓN CON DIOS
Alguno que otro día
me amanece el deseo de invitarte un café,
de abrazarme a la certeza
con la que me nombraste para siempre.
Quiero escuchar como respira en vos el universo
y descubrirme en el milagro sin edad de tus pupilas.
Días en los que necesito darte gracias
por lo que me concediste infinito,
por la posibilidad de hacer y re-inventar
cada trozo de vida a mi propia semejanza o a la tuya,
Por la angustia y la fe en lo que anhelo,
por la alegría simple de los frutos.
Vos sabes que este amor mío renegó tanto de nombrarte.
Se ufanó de sí mismo,
evadiendo el diálogo cara a cara,
refugiándose en tu sustancia,
cumpliéndote en los principios
pero sin la humildad serena de aceptarte.
¿De qué he huido?
Si todo rumbo me devolvió tu aliento;
si toda libertad sin vos siempre fue cárcel.
Aquí estoy otra vez,
como emergiendo del útero materno:
confiándote mi vida,
abandonándome a tu ímpetu
despertando a tu amor
fundiéndome en tu nombre.
CAPRICHO DE ARANJUEZ
Raso amarillo a cambio de mi vida.
Los bordados doseles, la nevada
palidez de las sedas. Amarillos
y azules y rosados terciopelos y tules,
y ocultos por las telas recamadas,
plata, jade y sutil marquetería.
Fuera breve vivir. Fuera una sombra
o una fugaz constelación alada.
Geométricos jardines. Aletea
el hondo transminar de las magnolias.
Difumine el balcón, ocúlteme
la bóveda de umbría enredadera.
Fuera hermoso morir. Inflorescencias
de mármol en la reja encadenada;
perpetua floración de las columnas
y un niño ciego juega con la muerte.
Fresquísimo silencio gorgotea
de las corolas de la balaustrada.
Cielo de plata gris. Frío granito
y un oculto arcaduz iluminado.
Deserten los bruñidos candelabros
entre calientes pétalos y plumas.
Trípodes de caoba, pebeteros
o delgado cristal. Doce relojes
tintinean las horas al unísono.
Juego de piedra y agua. Desenlacen
sus cendales los faunos. En la caja
de fragante peral están brotando
punzantes y argentinas pinceladas.
Músicas en la tarde. Crucería,
polícromo cristal. Dejad, dejadme
en la luz de esta cúpula que riegan
las trasparentes brasas de la tarde.
Poblada soledad, raso amarillo
a cambio de mi vida.
CENICIENTA
Esta dama ironiza
en las implicaciones de su beso.
Huella el patio de armas con el Príncipe Azul,
y al ingeniar fruición
lo escuchamos croar en su inquieto regazo.
Y si ella es portadora del hechizo,
¿dónde hallar escarpín para su zarpa?
DAD LIMOSNA A BELISARIO (I)
Durante muchos años la casa se asentó en tierra firme
estrechándola bajo su peso, y creció con ella,
y la tierra cuarteada en estío por el desplome de sus
músicas
miraba entre torrentes de luz derramarse las fuentes;
así al mirarla desde lejos surgía en la memoria
el despliegue de las horas pasadas, la sucesión
de las habitaciones y los objetos con su historia.
Apresar el calor de un instante es haber vivido
durante mucho tiempo en una inmensa casa:
abandonarla un día hacia un país extraño
y trasladar los muebles por el jardín desierto
mientras quedan atrás los muros con su historia,
el sonido del mar y las gamas del aire.
Y sólo el vacío sobrevive: los objetos menudos,
lo que se puede trasladar y transmitir a otros;
el pasado permanece atrás, inseparable
del lugar en que tuvo vida, desplomado en el tiempo
con su magnificencia de cadáver antiguo
que al tocarlo se desmorona en una nube de polvo,
acumulación de joyas sin sentido
que luego redisponen otros, parodiando
con mascarillas, pectorales y ajorcas los contornos de
un cuerpo.
Apresar el calor de un instante es
producir un día de olvido el deleznable milagro
de recomponer el recuerdo con sus límites,
oficiar para otros el triunfo de la ausencia.
Para otros, porque quien asiste a su muerte diaria,
al envejecimiento de la piel y su memoria,
es ajeno a la liturgia de conseguir frente al papel
con sus trastos de buhonero una ilusión de vida
coloreada y presente como un Museo de Cera,
esa evidencia de realidad que sólo en el lenguaje existe
y se traslada en el tiempo rellenándolo
con su carnalidad de serrín y de seda,
creando para lo pasado colores y sentido,
una entidad, incluso, de que no gozó nunca
más que ahora, convertido en un brillante simulacro
el fastuoso fraude en que el tiempo se anula;
si es que el tiempo existió: si es que no es ahora
real, más que entonces acaso, lo que el tiempo destruye,
si es que no produce el lenguaje sus propios fantasmas
que, proyectados hacia atrás, inventan una realidad posible
de que ellos serían reflejo, puesto que de la nada
nada se engendre, y hasta el torpe cadáver que las palabras
hilan
ha de ser hijo de una realidad anterior en el tiempo.
La casa permanece lejos, los ojos no lo saben
y la memoria y la piel interrogadas
responden a su idea con un vasto silencio;
y un día volvemos a ella, contemplamos el pórtico:
de nada es capaz la piel entonces; los muros son distintos.
Y por qué pueda ser el poema lugar de una epifanía
que la piel y los ojos ignoran, salvación de la muerte
que proclaman la piel y los ojos con su silencio oscuro,
dejando a las palabras su miserable tráfico.
DAD LIMIOSNA A BELISARIO (II)
Hemos puesto en cuestión numerosas gramáticas,
leído hasta la saciedad la experiencia de otros
y en fotografías borrosas perseguido su imagen
inquiriendo un volumen para sus gestos planos,
codiciosos de aquello de que era razonable
esperar sabiduría, para obtener al fin
un pobre patrimonio de terrenos baldíos,
una colección de medallas y cintas
símbolo de triunfos que ya nadie recuerda,
juguetes con encaje sucio cuyos ojos hundidos
remiten a una infancia convencional y anónima;
y nos devuelve a ellos la vanidad del coleccionista
que dice poseer con los objetos su alma; nos miran
con fijeza de búhos disecados desde la redondez de su urna;
una apariencia que es muerte y serrín y grandes ojos de
vidrio.
Las palabras nos envuelven en su manto de plomo,
nos inmovilizan las manos con su cetro
mientras la perspectiva de las gruesas columnas
percute nuestros ojos en un punto preciso.
Como perseguirlas fue un viaje por mar hacia las tierras
vírgenes,
cielos de color distinto y animales de fábula,
y un día devuelven las olas el cadáver de un ahogado,
recubierto de algas oscuras, con las órbitas huecas;
arrojado a la luz, mira la fiesta de los sentidos
y otras naves que parten, como un huésped
procedente de un país donde todo es silencio.
DE LA INUTILIDAD DE LOS CRISTALES ÓPTICOS
Si las imágenes se apiñan en un recinto oscuro
nada en ellas hay de movimiento (menos aún hábito de
movimiento);
sí en cambio los ojos de cristal que el taxidermista tan bien
conoce,
con su excesiva holgura en la órbita seca;
un día han de invadir a medianoche
los bulevares de la ciudad desierta,
aterrando con su agilidad a los animales pacíficos,
en una conjunción única que consagre el azar.
El azar, anigquilando en su represalia de hondero
el estupor del que alinea y su conciso cristal.
EL EMBARCO PARA CITEREA
Hoy que la triste nave está al partir,
con su espectacular monotonía,
quiero quedarme en la ribera, ver
confluir los colores en un mar de ceniza,
y mientras tenuemente tañe el viento
las jarcias y las crines de los grifos dorados,
oír lejanos en la oscuridad
los remos, los fanales, y estar solo.
Muchas veces la vi partir de lejos,
sus bronces y brocados y sus juegos de música:
el brillante clamor
de un ritual de gracias escondidas
y una sabiduría tan vieja como el mundo.
La vi tomar el largo,
ligera bajo un dulce cargamento de sueños,
sueños que no envilecen y que el poder rescata
del laberinto de la fantasía,
y las pintadas muecas de las máscaras
un lujo alegre y sabio,
no atributos del miedo y el olvido.
También alguna vez hice el viaje
intentando creer y ser dichoso
y repitiendo al golpe de los remos:
aquí termina el reino de la muerte.
Y no guardo rencor,
sino un deseo inhábil que no colman
las acrobacias de la voluntad,
y cierta ingratitud no muy profunda.
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